La idea de una hermenéutica de lo concreto en Benjamin y Adorno: ¿más allá de Gadamer?
- La
valoración teórica de lo concreto - Motivos
hermenéuticos en la obra de Benjamin y
Adorno - El
problema de la facticidad de la tradición: para una
reconstrucción de un debate no efectuado - Redención
política versus comprensión: el mesianismo de
Benjamin - Dos modelos
opuestos de aproximación hermenéutica a la
tradición
1. La valoración
teórica de lo concreto
[1]El desciframiento teórico de lo
singular fue una de las pretensiones de la dialéctica
hegeliana. En Hegel, como sostiene Marcuse, el "concepto de
mediación tiene la mayor importancia porque (…) traza el
camino para una interpretación filosófica de la
realidad concreta."[2] Pero el alcance de esta
valoración teórica de lo singular queda
profundamente limitado en una filosofía para la cual lo
que se cumple en lo singular es lo universal, entendido como
proceso especulativo, onto-teológico, del despliegue y
manifestación de la Razón. Con tal primacía
de lo universal como totalidad espiritual, como agudamente
mostró Althusser[3], cada realidad singular
está condenada a ser la mera expresión de la
esencia interior de ese todo metafísico y mero
fenómeno de un presente homogéneo caracterizado por
la manifestación de una esencia única.
También en Marx es rastreable aquella pretensión.
Pero abandonando las aspiraciones ontológicas de Hegel, la
dialéctica se convierte en Marx en un método
histórico, lo cual quiere decir que "cualquier hecho, sea
cual fuese, puede ser sometido a un análisis
dialéctico (…). Pero todos estos análisis
conducirían a la estructura del proceso
sociohistórico y lo mostrarían como constitutivo de
los hechos que se analizan."[4] También
aquí el análisis de lo concreto pretende mediar lo
singular y lo universal, pero entendiendo este último no
como una hipostasiada totalidad ontológica de la
Razón, sino como la totalidad antagónica de la
sociedad fracturada, dividida o, como prefería hablar
Marx, de la sociedad de clases. Al comienzo de sus dos obras
económicas más importantes, Marx realizó un
muy influyente análisis de la célula
económica de la sociedad burguesa, a saber, de la
mercancía[5], en la que es afrontada como
"jeroglífico social"[6], cuyo desciframiento
permite explicitar lo más universal en la economía
capitalista, la forma valor, y la raíz de los
fenómenos ideológicos de la sociedad existente, lo
que Marx denomina fetichismo. Ahora bien, este modo de
análisis de lo concreto posee asimismo una
limitación fundamental pues no se ocupa de las
mercancías concretas sino de la categoría
social de mercancía, lo cual está exigido por
el tipo de proyecto teórico de Marx, a saber, la
elaboración de una teoría crítica del
capitalismo, la cual debe trabajar necesariamente con constructos
teóricos elaborados.
En una posición filosófica tan alejada de estos
autores como la de Nietzsche también cabe explicitar una
vocación de elucidación teórica y
crítica de fenómenos concretos. Haciendo uso de la
psicología desenmascaradora, de la
Enstehungsgeschichte o historia de la génesis y,
posteriormente, de la genealogía, Nietzsche se
esforzó en realizar un desciframiento del sentimiento y la
experiencia religiosos, de las virtudes cristianas y de los
valores más excelsos para Occidente que efectuara en ellos
una definitiva desublimación[7]. Sin un mundo
verdadero de Ideas y Valores platónicos al que remitir,
resultan desmistificados como formas sublimadas de los intereses
y pasiones más inconfesables por demasiado humanos. En su
producción tardía esta dimensión de los
intereses materiales ocultos es subsumida en la noción, de
pretensiones explicativas más amplias, de voluntad de
poder, ese carácter inteligible de la totalidad de lo real
que el último Nietzsche creyó poder interpretar en
todo acontecer[8]. Pero en esto paradójicamente
Nietzsche acaba aproximándose al propio Hegel, pues, a
pesar de que está libre de panlogismo y teleología,
su interpretación de lo singular remite como en Hegel no a
la sustancia histórica del presente sino a una totalidad
ontológica entendida como proceso del ser, ya sea
éste concebido en términos de realización de
la razón o como voluntad de poder.
Hay que esperar al tránsito del siglo XIX al XX para
encontrar una tendencia, común a diversos ámbitos
de la cultura especializada, de reorientación
teórica hacia lo concreto. Un representante de esta
orientación fue Freud, cuya primera obra importante estuvo
dedicada a elaborar una hermenéutica de los sueños
orientada a articular una gramática de los símbolos
oníricos que permitiera una comprensión más
adecuada del inconsciente. En el ámbito de la
filosofía académica debe destacarse la llamada de
la fenomenología husserliana a ocuparse de "las cosas
mismas" como punto de inflexión para buena parte de la
filosofía posterior. La insatisfacción con el plano
de abstracción en que tal llamada se mantuvo indujo a
Heidegger a practicar una radicalización en
dirección a lo fáctico, como ámbito de una
hermenéutica de la vida, entendida como tarea
filosófica fundamental. Su hermenéutica de la
facticidad, articulada al hilo de sus Vorlesungen desde
1919 hasta mitad de los años 20, encontró
plasmación en Ser y tiempo, pero como
propedéutica respecto a la adecuada formulación de
la pregunta por el sentido del ser[9]. Aun en esta
versión, la hermenéutica del Dasein
incitó la génesis de la fenomenología de lo
concreto-fáctico del Sartre de El ser y la
nada[10], la fenomenología ligada a la
corporalidad de Merleau-Ponty y sobre todo la hermenéutica
filosófica de H.-G. Gadamer. Pero hay una figura en esa
orientación teórica hacia lo concreto más
relevante para la temática que va a ser tratada
aquí. Me refiero a la sociología filosófica
de G. Simmel, la cual concede primacía
epistemológica a los fragmentos fortuitos de la vida
moderna, considerando que la clave para el análisis de la
modernidad se encuentra en las "imágenes
momentáneas o instantáneas de la vida social
moderna que deben observarse sub especie
aeternitatis"[11]. Su sociología de lo
moderno se sustenta en "la posibilidad de que se puede encontrar
en cada singularidad de la vida la totalidad de su
sentido."[12] Este modo de aproximación a lo
singular sería para Simmel el método propio del
arte, para el que, como más tarde sostuvo Lukács,
los tipos (y lo singular típico) es una categoría
central. De esta manera afirma Simmel que "la esencia de la
contemplación y la exposición estéticas
reside para nosotros en resaltar en lo singular lo típico,
en lo casual la ley, en lo superficial y efímero la
esencia y el sentido de las cosas."[13] Es esta base
estética que Simmel confiere a su sociología de lo
moderno la que posibilita una valoración de sus
producciones en la que ninguna recibe privilegio cognoscitivo
alguno. Todos los objetos aparecen con idéntico valor y
con un poder de afirmación de su individualidad y
peculiaridad que redefine su estatuto frente a cualquier
principio epistémico abstracto o universal externo, pues
lo singular constituye ya un un caso típico y contiene en
sí mismo un significado que transciende su particularidad.
Frisby muestra esto con claridad definiendo las líneas de
un modo de aproximación teórica a las realidades
singuales de la vida cotidiana que ejercerá una importante
influencia: "Si aceptamos que el propio Simmel adopta una
perspectiva estética en la articulación de su
teoría social, entonces la justificación para
partir del fragmento social resulta totalmente manifiesta, ya que
el fragmento fortuito ya no es un simple fragmento: lo
«singular» abarca lo «típico», el
fragmento fugaz es la «esencia». No existe un
ordenamiento ontológico de dichos fragmentos que permita
al observador decir que uno es más importante que el otro.
Todo fragmento, toda instantánea social encierra la
posibilidad de revelar «el significado total del mundo en
conjunto»."[14] Toda una serie de
idiosincráticos pensadores del primer cuarto del siglo XX
recibieron un importante influjo de las ideas de Simmel, desde el
primer Lukács hasta Kracauer y Bloch, incluyendo a uno de
los autores que nos ocupan aquí, W. Benjamin.
2. Motivos hermenéuticos en la
obra de Benjamin y Adorno
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