DéCADA INFAME
Las razones para la crisis del 2001 / La buena
calidad de vida ocultaba la situación real de la
economía / Ciertos sectores externos se vieron
favorecidos
Para realizar el análisis de las políticas
económicas que comenzaron con el primer gobierno de Menem
en 1889 hace falta tener en cuenta muchas variables, ya que es un
fenómeno que no se puede explicar linealmente.
Además de las distintas cuestiones que hay que considerar,
la verdad sigue sin ser absoluta. Esto se debe a que existen
diferentes corrientes e ideologías que apoyan o condenan
distintos regímenes financieros. Dependiendo del autor
ciertas decisiones pueden ser criticadas o alabadas. Por esta
razón la investigación poseerá fundamentos
de doctrinas heterogéneas y se intentará dar la
visión más real y abarcativa de lo
sucedido.
Al iniciar esta exploración fue necesario tener en
cuenta lo sucedido en etapas anteriores, para poder comprender la
situación que se vivía. Desde el gobierno de
Raúl Alfonsín se acarreaba una
hiperinflación que había resultado difícil
de controlar. De hecho hay una frase que pronunciada por Juan
Carlos Pugliese, en el momento en que era Ministro de
Economía, refiriéndose a una charla que tuvo con
agentes financieros: "Les hablé con el corazón y me
respondieron con el bolsillo".
La situación económica era insostenible y
Alfonsín debió dejar el cargo 6 meses antes. La
crisis era tal que entre 1989-1990 se asistió a la quiebra
definitiva del Estado. Para esto Menem propuso el Plan de
Convertibilidad, por el cual, el gobierno justicialista
intentó encontrar una salida a la situación de
banca rota, con una economía sumergida en una brutal
crisis hiperinflacionaria y recesiva. Sin embargo, para Juan
Andrino, licenciado en Economía y profesor de Historia
Económica y Social Argentina con esto "adaptó
sus políticas a los intereses de acreedores externos y de
grandes conglomerados locales y extranjeros".
La trágica experiencia de hiperinflación y
recesión, el deterioro de las cuentas fiscales, el elevado
endeudamiento, la caída de las reservas y la huida de
capitales obligaron a Menem a abandonar sus promesas electorales
de "salariazo y revolución productiva", buscando apoyo en
los principales agentes económicos. La idea era buscar el
retorno a la estabilidad. Para lograrlo, la búsqueda de
credibilidad incidió en la elección de su
primer ministro de economía Miguel Roig y,
luego de su deceso, a Rapanelli, que implicaba una alianza con
los principales agentes económicos. También
nombró como parte de esta búsqueda del aval del
poder económico a Álvaro Alzogaray como asesor
presidencial en temas de la deuda externa. Se acercó
entonces al gobierno un conjunto de organizaciones empresarias
representativas de la gran burguesía nacional. Para esto
se dejó de lado a muchísimos sindicatos obreros,
quienes comenzaban a observar que las promesas de mejores
salarios no se concretaban y que el gobierno veía lejos de
ellos la solución a la crisis.
Para que los acreedores externos comenzaran a recuperar la
deuda que tenía el Estado con ellos se inició un
proceso de privatización de empresas públicas, que
según las palabras de Rubén Beremblum, jefe
de cátedra de la materia Historia Económica y
Social Argentina dictada en la Universidad de Buenos Aires,
"marcaría el estancamiento de la economía
durante, por lo menos, 30 años".
Con el fin de complementar el apoyo a ciertos sectores
externos e internos se aprobaron dos leyes que fueron esenciales
para el viraje de la decisiones económicas. Estas fueron
la de Reforma del Estado y la de Emergencia Económica. En
definitiva, estas leyes abarcaban temas como la reforma
administrativa del Estado, la autorización para privatizar
la casi totalidad de las empresas públicas y vender bienes
inmuebles, la suspensión de subsidios y subvenciones
especiales y la compensación de deudas entre particulares
y el sector público. También autorizaba la reforma
de la Carta Orgánica del BCRA y la liberalización
de las inversiones extranjeras.
Como vemos la dirección en que se dirigía el
rumbo del país era bastante claro, pero para posibilitar
todas estas reformas que perjudicaban claramente a los sectores
populares era necesario un sistema que ocultara este beneficio
hacia el sector externo y cierto grupos nacionales. Por ello,
dentro de esta década fue esencial la
implementación del Plan de Convertibilidad, creado por el
Ministro de Economía, Domingo Cavallo, que implicaba una
paridad cambiaria entre el dólar y el peso argentino de
uno a uno. "Este plan se planteaba reducir la inflación y
profundizar la reforma estructural extendiendo la
privatización de empresas públicas y
descentralizando las funciones del Estado, equilibrando las
cuentas fiscales, flexibilizando el mercado laboral, desregulando
y liberalizando la economía, y realizando una amplia
apertura comercial y financiera" ("Historia Económica y
Social Argentina", Rapoport).
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