- El
consuelo metafísico como platonismo: el origen de la
forma de vida religiosa. - No hay
dios: pero semejantes creencias tienen efectos: el poder de la
ficción. - No hay
sentido de la existencia I. - No hay
sentido de la existencia II. - Nietzsche y
Unamuno: entre el despertar a la vida o el dormir ante la
muerte. - Sueño y
cultura: el progreso de la vigilia y de la lucidez en
Nietzsche. - El
superhombre como propuesta de sentido de la
existencia.
EL CONSUELO METAFÍSICO COMO
PLATONISMO: EL ORIGEN DE LA FORMA DE VIDA
RELIGIOSA.
El joven Nietzsche, al tiempo que se ocupaba de del
esclarecimiento de la vida trágica de los griegos
clásicos, en un intento de renovación de la cultura
europea a través de la influencia en los estudiantes de
filología, iniciaba una andadura que le enfrentaría
con las concepciones religiosas del mundo. En el Nacimiento de
la Tragedia (1872) ya definía el fenómeno del
funesto encubrimiento de la áspera verdad
dionisíaca a través del consuelo
metafísico, en oposición a la
integración artística de lo
apolíneo-dionisíaco por medio de la obra de
arte trágico. Distingue Nietzsche cinco estadios del mundo
helénico que habrían de arribar a una cultura digna
de ser emulada por los venideros: 1) Los Titanes
(dionisíaco); 2) Mundo homérico (apolíneo);
3) Irrupción de lo dionisíaco; 4) Arte
dórico (apolíneo); 5) Tragedia ática
(apolíneo-dionisíaca): fusión de los dos
instintos artísticos en la obra de arte (cfr.GT, IV). Sin
embargo, al mismo tiempo, nos habla de tres grados de la
ilusión, entre los que se cuenta, el consuelo
metafísico, que nos alejan de lo que podría
encaminarnos hacia una cultura más elevada y unas formas
de vida más plenas. Es la voluntad la que impulsa de
diversas formas al hombre instándole a seguir viviendo
frente a la sabiduría de la finitud y caducidad de todo lo
existente. Esos tres grados de ilusión son los siguientes:
1) El placer socrático del conocer (lo socrático),
propio de la cultura alejandrina; 2) La belleza del arte
(lo artístico) propia de la cultura helénica; 3) el
consuelo metafísico (lo trágico) propio de la
cultura budista (cfr.GT, XVIII). El consuelo
metafísico (der metaphysische Trost) representa
aquí la ilusión religiosa, que se fundamenta
en la creencia en que bajo el torbellino de los fenómenos
perdura, indestructible, la vida eterna.
A diferencia de Miguel de Unamuno, que prefiere el consuelo a
la nada, Nietzsche realizará la proeza de habitar el
nihilismo y tras esa bajada a los infiernos, construir los
criterios de excelencia que llevan la vida a su plenitud:
"¡Déjalos! (….). Déjalos, pues, mientras se
consuelen. Vale más que lo crean todo, aun cosas
contradictorias entre sí, a que no crean
nada[i]". Unamuno piensa que los
hombres (exceptuándose él mismo) son demasiado
estúpidos y pusilánimes como para poder resistir
una vida sin mentira; sin embargo Nietzsche trabajó para
que los seres humanos del futuro pudiesen gozar de semejante
condición, poniendo de manifiesto la alegre jovialidad y
plenitud vital que iría ligada a una cultura semejante.
Por eso terminará rechazando la metafísica de
artista que subyace a su obra de juventud, porque semejante
concepción del mundo "prefiere creer hasta en la nada,
hasta en el demonio, antes que en el
«ahora»[ii]". Por
eso el nihilismo afirmativo que acompañará a la
muerte de Dios, como veremos, no será sino una
filosofía del presente y de la finitud, donde no queda
reemplazado lo eterno con la nada, sino identificado Dios y Nada,
restando, tras la destrucción de los idealismos,
finalmente nadificados, la realidad de la vida presente y
manifiesta.
Con el conocimiento de que no hay verdades eternas, de que
Dios ha muerto, se puede prever el surgimiento de un hombre nuevo
y más elevado que en lugar de considerarse como
minusválido se lance a grandes empresas cifrando y
confiando todo éxito en el acrecentamiento de sus fuerzas:
"Imáginémonos una generación que crezca con
esa intrepidez de mirada, con esa heróica tendencia hacia
lo enorme, imaginémonos el paso audaz de esos matadores de
dragones, la orgullosa temeridad conque vuelven la espalda a
todas las doctrinas de debilidad de aquel optimismo, para
«vivir resueltamente» en lo entero y
pleno[iii]". En la última
frase, lo señalado entre comillas francesas, pertenece a
unos versos de Goethe que, aprendidos de labios de Giuseppe
Mazzini en un viaje a Italia realizado en 1871, por aquella
época, Nietzsche solía citar: "Para deshabituarnos
de lo mediano / Y en lo pleno, bueno, bello, /Vivir
resueltamente[iv]". Al joven
Nietzsche le parecía necesario un último y
único consuelo metafísico, por influencia de
Schopenhauer y Wagner propuso el consuelo metafísico
artístico, pero al separarse de sus maestros de
juventud, del pesimismo schopenhaueriano y de la opera
wagneriana, así como de la esperanza en el renacimiento de
un arte nuevo, ya no aceptará en adelante ningún
tipo de consuelo, rebelándose contra toda ilusión,
generalizando el modo en que Platón se revolvió
contra los poetas, urdidores de ensueños. Este punto queda
claro en su Ensayo de autocrítica (1886), colocado
al comienzo de su primera obra en ediciones posteriores, para
dejar clara su evolución y el abandono de sus tesis
estéticas de juventud. Allí se nos dice que
comparar el drama musical griego (la tragedia griega), con la
opera alemana (Wagner) fue un error; que el arte del consuelo
metafísico (die Kunst des metaphysischen
Trostes), fue una propuesta narcotizante,
antihelénica, cargada de romanticismo y de pesimismo
schopenhaueriano, que fue otro error.
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