Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Sumisión al poder, fuerza de las ideas y reencantamiento del mundo (página 2)



Partes: 1, 2

Ahora bien, los signos indicativos de que estemos en una nueva
era totalizada, que hayamos pasado de la época moderna a
una edad posterior (hipermoderna, en el peor de los casos,
y postmoderna, en el mejor) coexisten demasiado bien con
los signos indicativos de que nos encontremos aún en la
época que comenzó con la Revolución francesa
de 1789.

Tales indicios implican la dificultad de dirimir entre ambas
posibilidades, lo cual hace aconsejable un trabajo doble,
aparentemente contradictorio, pero que muy bien puede concebirse
como complementario; una labor disyuntiva, como la de toda
dialéctica, pero sintetizable sin abandonar del todo
ninguno de los dos conceptos en liza. Nos referimos al
consistente en ser ilustrados de izquierdas y postmodernos de
izquierdas, al mismo tiempo y en el mismo sentido. Esta
dúplice opción se desglosa en una pluralidad de
posiciones diferentes que bien pudieran no tener nada más
en común que su carácter de espacios de
anti-globalización, opuestos al imperialismo y al
capitalismo.

Así, antihumanismo, humanismo y posthumanismo,
serían los términos que se han de combinar en una
nueva dialéctica que no anule las dos primeras tesis al
realizar su síntesis. Ciertamente, la cultura
humanística ya no tiene sentido por cuanto no vertebra el
mundo en el que vivimos, pero por eso mismo, incluso contra toda
evidencia, apegarse al proyecto ilustrado de una educación
universal posthumanista resulta más necesario ahora que
nunca. Una misión humanística de la
tradición occidental desde la Atenas de Pericles (que no
precisamente la de los experimentos del Dr. Mengele) es la que
recoge y corrige el posthumanismo, poniendo la cuestión
sobre la mesa con talante irónico y provocador. Una
posición a la altura de los tiempos en la que se mantiene
que es a partir de la defensa de lo mejor del ser humano (pero
con el reconocimiento de sus límites y la
precaución ante sus extravíos) que puede
replantearse la relación entre lo natural, lo
tecnológico, lo humano y lo divino. Sólo un lugar
semejante puede hoy declinarse como ética y oponer otros
valores diferentes a los hoy vigentes y hegemónicos, sin
que la revolución tenga que ser algo completamente nuevo,
sino algo que conserva lo mejor de lo pretérito en aras
del por-venir.

Tampoco la agresividad globalizada macro y
micropolíticamente del mundo capitalista es nueva, es
humana y ha aflorado en distintas épocas y en todos los
continentes. Se trata de la envidia, la calumnia, el escarnio, la
mofa, el resentimiento así como todas las
patologías del ego que hoy se encuentran más
exacerbadas que nunca en la era del estrés permanente. En
nuestro tiempo nihilista cualquier realización es
descalificada y deslegitimada de antemano por quienes no
actúan nunca constructivamente sino que, o vegetan entre
la abulia del consumo conspicuo y el trabajo esclavo, o
actúan en su tiempo libre con rabia y destructividad, lo
cual mantiene las bajas pasiones camuflándolas bajo la
apariencia de un vehemente criticismo.

Las leyendas sobre semejante fenómeno son numerosas.
Una de ellas seguramente es la que se consignó
Diógenes Laercio (II, 21) en su Vida de los
filósofos ilustres,
escrita seis o siete siglos
después de la muerte de Sócrates,
refiriéndose al trato que, supuestamente, permitía
el filósofo ateniense que otros le prodigaran. Pues
refiere Diógenes que, muchas veces, sus interlocutores "lo
golpeaban con los puños y le arrancaban el pelo".

A esta leyenda es preciso objetar que, aunque el
filósofo de Atenas dijese en muchas ocasiones que "es
preferible padecer la injusticia a cometerla", participó
como soldado (pues era obligación para ser ciudadano) en
las batallas de Potidea, Delión y Amfipolis durante la
guerra del Peloponeso, motivo para no dar crédito a lo
referido por Diógenes, pues parece entonces una
exageración que llegase a dejar que le insultasen y
agrediesen sin defenderse. La leyenda perpetuada por
Diógenes Laercio habría resultado verosímil
solo a causa de su doctrina, ya que la recepción
histórica de los acontecimientos reales más bien la
contradice.

Probablemente por eso, no pudiendo dar crédito al
relato, la traducción española decimonónica
de José Ortiz y Sanz (1887) modifica el original,
interpretando el pasaje al decir que Sócrates, en su
vehemencia oratoria, "solía darse coscorrones y aun
arrancarse el cabello". En cualquier caso, lo que hay que decir
de Sócrates es que "lo peligroso no era lo que pensaba, lo
peligroso era que pensaba" (1) si bien el propio Platón
maduro en una de sus definiciones del vocablo sofista en
el diálogo que lleva tal título (2) lo tuvo por uno
más entre esos personajes que, a diferencia suya, pensaban
a sueldo o manejando opiniones justificadas con afán de
ejercer una interesada persuasión de todo oyente no
siempre con intenciones pedagógicas.

Sócrates, a decir de Kierkegaard, era el mejor maestro
humano que había existido nunca, pues no trataba con
soberbia a sus alumnos sino con ironía mayéutica,
no enseñaba a una mente en blanco sino que incitaba al
recuerdo (anamnesis) de lo que desde la razón
común se sabe pero se olvida. Sin embargo, según el
platonismo, los discípulos de éste y el propio
maestro carecerían del contacto con las Ideas y no
participarían de la Idea del Bien, esto es, no
estarían al mismo nivel de razonamiento que el
filósofo y se quedarían al raso nivel de la
sofística.

Ni que decir tiene que el platonismo dogmático del
periodo medio de la filosofía del pensador de Atenas no es
lo único ni lo más elevado y atendible de su
pensamiento. Lo más atendible son los diálogos
socráticos, y lo más profundo, las críticas
que en su vejez hizo a sus propias teorías
dogmáticas. Platón sí que creía en el
diálogo y lo hacía hasta el punto de
componerlos literariamente. ¡No hay Sistema en
Platón!, como bien recuerda Heidegger, sino un nuevo
género literario-filosófico inventado por quien en
su juventud quiso ser compositor de tragedias: el
diálogo, luego repetido por muchos otros
pensadores, como Bacon, Berkeley, Rousseau, Voltaire y por el
mismísimo Galileo Galilei en su "Diálogo sobre los
dos sistemas máximos". De ahí que la
vinculación entre Geometría y Tragedia tenga
un modo de comprensión bien alejado de lo que es la
ciencia moderna, un modo que no responde a un solo polo de la
relación dialéctica, sino a la síntesis
constructiva de ambos.

Dibujo del siglo XIX del andrógino del
Banquete de Platón.

Y no es que no se pueda hacer un sistema, al estilo de Hegel,
y que no sea encomiable la voluntad de sistematizar y el
espíritu de cientificidad en Filosofía, pero si esa
voluntad de Sistema se torna dogmática y absolutista,
entonces, lo que se deriva de Platón y de Hegel no es la
Razón y la Justicia o la Libertad, sino el Totalitarismo
en todas sus manifestaciones, como ha ocurrido con el Capitalismo
triunfante y la dominación global del Imperio actual.

El platonismo, malinterpretado de ese modo a lo largo de la
historia, es lo que permite concebir la política como un
pastoreo de borregos que se creen libres sin serlo, un
despotismo ilustrado.

Sin embargo, si bien Platón ideó contra la
sofística el discurso de la verdad (a sabiendas de que,
como todo discurso bien construido, puede pretenderse uno
verdadero -lo que no quiere decir que se alcance, logre o acabe-,
motivo por el cual tras todos los titubeos de su legado y sus
comentaristas hay que concluir que, finalmente, parece que
Sócrates y los mejores de entre los sofistas
acabarían encontrándose en el espacio de las
razones. La mentira podrá triunfar, se podrá tener
razón y ser derrotados, pero lo bello, lo justo y lo
verdadero no pueden menos que coincidir:

"La retórica sin conocimiento no convence ni persuade:
agrada, halaga a los oyentes como el arte del cocinero produce
las delicias del paladar sin que por eso haya garantía
alguna de que lo ingerido sea comida y no veneno" (3).

II. La fuerza de las
ideas y la resistencia ante el poder

Cuando confluyen retórica y filosofía, forma y
contenido, el discurso es bello y verdadero, justo y bueno.
Entonces convence, persuade y agrada, todo a la vez, y muestra
qué es lo que se debe hacer y lo que nos conviene a todos.
Y esto sucede así, con mezcla, porque no hay verdad sino
verdades, una pluralidad de certezas bien repartidas que
justifican la auténtica democracia. Y en apoyo de esta
tesis podemos afirmar con Alain Badiou que hay, al menos,
verdad poética, científica,
política, amorosa y
filosófica:

"Plantearemos, pues, que hay cuatro condiciones de la
filosofía, y que la falta de una sola arrastraría
su disipación, así como la emergencia de su
conjunto condicionó su aparición. Estas condiciones
son: el matema, el poema, la invención política y
el amor (…) todos los procedimientos susceptibles de
producir verdades (sólo hay verdad científica,
artística, política o amorosa). Podemos decir, por
lo tanto, que la filosofía tiene como condición el
que existan verdades en cada uno de los órdenes donde
éstas son atestiguables" (4).

Quizás, incluso -y difícil resulta reconocer
esto para los ateos anti-monoteístas- haya también
una verdad religiosa, no identificable con las
instituciones dogmáticas que la pretenden detentar, pero
emergente en la mística más sublime y en el
sentimiento de la sacralidad de la tierra y comunidad con los
otros. Así como bien pudiera haber una verdad del
cuerpo
: la que nos enferma cuando la razón pretende
que la sensibilidad se fuerce más allá de sus
límites.

No pensamos, a diferencia de Badiou, que los cinco, seis o
siete ámbitos de la verdad, que tengan que ser condiciones
de posibilidad de la filosofía, ya que eso
implicaría una jerarquía, una preeminencia de la
filosofía que no es justa ni legítima. Lo mismo
sucede al querer atribuir un tiempo de Cronos para la
verdad y situarla siempre en la Historia, cuando ésta, si
existe, pertenece primero a un tiempo-pleno, al
Aión, a la Eternidad, donde ya no hay
jerarquías y donde ya no hay contradicción. La
estética es un espacio de tales características,
por eso dirá Heidegger que "la belleza es uno de los modos
de presentarse la verdad" (5). Se trata de unas verdades no
pacíficas que tienen la potencia inalienable de pugnar por
su encarnación en el tiempo de la historia:

"Si alguna fuerza revolucionaria existe será la fuerza
de la Poesía, la fuerza del Amor, la fuerza de la Ciencia,
la Experiencia, el Arte o la Belleza, y la violencia con que en
ocasiones son capaces de responder a la violencia que
sanguinariamente las domina" (6).

Si, escépticamente, declarásemos que no hay
acceso a lo bueno, lo bello y lo verdadero, el Nihilismo
estaría consumado, ninguna verdad acontecería en
nuestro mundo y mejor sería el suicidio a vivir sin el
más mínimo contacto con lo divino o lo
eminentemente real. Pero todo nos dice que no puede haber
ausencia plena para todos de verdad filosófica,
científica, artística, política o amorosa,
aunque algunos puedan quedar injusta e irremediablemente
excluidos de los medios necesarios para entrar en contacto con
alguna de ellas.

El mal existe, tiene entidad, tiene cara y se enseñorea
del mundo contemporáneo despilfarrando la
corrupción, la enfermedad, la miseria y la muerte por todo
el orbe. Y sin embargo, incluso en los tiempos de mayor maldad
podemos encontrar ejemplos de quienes no sucumbieron a su
hechizo, no cayeron en sus trampas ni resultaron forzados a
admitirla o rendirle pleitesía.

"En una conferencia pronunciada en Praga en 1935, Edmund
Husserl formulaba este diagnóstico: «Los
conservadores y los filósofos mantienen una guerra
abierta, y está claro que la batalla tendrá lugar
en la esfera política». Volviendo la vista al
pasado, añade: «Ya desde los inicios de la
filosofía se desencadenaron las persecuciones. Los hombres
que consagran su vida a las ideas son dejados al margen de la
sociedad». Sin embargo, en un rapto de optimismo, que hoy
podría resultar anacrónico o ingenuo, concluye:
«A pesar de ello, las ideas son más fuertes que
cualquier otra potencia empírica». Al año
siguiente, Husserl fue apartado de su cátedra
universitaria por el régimen nazi" Luciano Canfora: Una
profesión peligrosa. La vida cotidiana de los
filósofos griegos
. Anagrama, Barcelona, 2002,
página.169.

No es, por tanto, gratuito ni fácil enfrentarse al mal,
sino que resulta tan difícil como necesario. Hay que
comer, y el no tener el pan asegurado constituye el mayor
chantaje que se le puede hacer a un hombre. Es por eso que tan
sólo doce catedráticos italianos de entre un total
de 1.213 los que, bajo el régimen de Mussolini, se negaron
a prestar el juramento de fidelidad al fascismo que se les
exigía para mantenerse en el cargo (y parece que fueron
sólo nueve de entre todos los catedráticos alemanes
los que lo hicieron bajo el régimen de Hitler). Heidegger
lo prestó y tuvo que dedicar el resto de su vida, no a
pedir perdón de boquilla, sino a combatir con acciones
excelentes en el campo de la inteligencia y el saber los errores
que cometió entonces.

Entre los años 1939 y 1943 que correspondieron a la
España de Franco, tan sólo en la Universidad
Central
de Madrid (hoy denominada Complutense)
el 33% de los catedráticos se marcharon al exilio o fueron
objeto de depuración (7). Manuel Sacristán
Luzón fue expulsado de la Universidad de Barcelona por sus
filiaciones políticas en 1965. Sin embargo, los más
conocidos de entre los muchos profesores expulsados de la
Universidad fueron los depurados en 1966 por participar en una
manifestación y por su oposición al régimen,
esto es: Agustín García Calvo, José Luis
López Aranguren, Enrique Tierno Galván, Santiago
Montero Díaz y Aguilar Navarro. Así lo
recordará más tarde la memoria de Fernando
Savater:

Dibujo de Quino sobre la demagogia política
contemporánea.

"Justo el segundo año que pasé en la universidad
fue uno de los más movidos políticamente: en
él tuvo lugar la gran manifestación encabezada por
Tierno Galván, Aranguren, Montero Díaz y
García Calvo, que concluyó con la separación
de sus cátedras de éstos profesores (y de alguno
menos conocido, como un falangista que daba clase de
Formación Política y también se unió,
en nombre de la revolución pendiente, a la marcha
reivindicativa; éste lo pasó mucho peor que los
demás porque nadie se ocupó de él ni le
ofreció cátedras en Estados Unidos; tampoco fue
rehabilitado cuando llegó la democracia: incluso a
mí se me ha olvidado su nombre)".

Fernando Savater: Mira por dónde.
Autobiografía razonada
. Capítulo 22:
«Pendiente de la revolución». Editorial
Santillana, Madrid 2003, p.177.

Quienes se enfrentan al mal no han de sufrir por no recibir
ninguna recompensa (pero no deben tampoco, como el bíblico
Job, esperarla en el más allá, que prometen las
religiones monoteístas). No procede en realidad recompensa
alguna porque realizar el bien y alcanzar la excelencia son la
misma cosa. Por eso Sócrates, cuando pidió como
condena que se le mantuviese de por vida en los comedores
públicos (cosa reservada a los benefactores de la ciudad)
forzando con ello su condena a muerte y llevando su sagrada
ironía hasta el final, ya había recibido la
recompensa de sus acciones en el momento de ejecutarlas; por lo
que en nada le afectaba que la sociedad en que vivía le
tuviera en un pedestal o le hiciese subir al cadalso.

III. Renovación y
reencantamiento del mundo

Lástima nos produce siempre saber que los benefactores
de la humanidad han pasado privaciones, han sufrido la
cárcel o la tortura, han sido perseguidos y maltratados.
Nos produce también tristeza que los bien comidos
burgueses que se han vendido hoy al capital hipotecando sus
existencias celebren y consuman superficialmente el saber y el
arte de aquellos cuyo principal valor estriba en no haber cedido
al chantaje al que ellos ceden a diario. Pero alegría nos
ha de reportar la constatación de que ese impulso creativo
que se manifiesta en todos los órdenes y que en el fondo
resulta inalienable, cuando se encarna en la política
transforma lo establecido, dando un salto revolucionario que
desquicia el presente y nos abre un porvenir.

La miseria de los intelectuales de la generación que
han sido nuestros maestros no sólo se encuentra
magníficamente pensada y escrita en la
Crítica de la razón cínica, de
Peter Sloterdijk, sino cuidadosamente radiografiada en dos
películas del canadiense Denys Arcand entre las que median
veinte convulsos años: El declive del imperio
americano
(1986) y Las invasiones bárbaras
(2003), donde se muestra que las imágenes y el
razonamiento pueden diagnosticar bien la propia época. Los
rebeldes sesentayochistas, trasegados por todos los istmos (por
cristianismo, el marxismo, el leninismo, el trotskismo, el
existencialismo, el surrealismo) y llegados al postmodernismo en
tardío paso de la adolescencia a la madurez, se tornaron
irremediablemente cínicos. Todas sus metas se vieron
truncadas, todos sus sueños se demostraron inocentes
ilusiones, sólo les quedó el desprecio por todo
aquello en lo que creyeron ser engañados y el afán
houellebecquiano de no quedar damnificados en la extensión
del campo de batalla. Así, abrazaron el neoliberalismo con
la pasión del más crudo realismo y se
consumó en ellos el desencantamiento del mundo, comenzando
la era del nihilismo consumado.

Pero dicha generación ya envejece, ya muere en soledad,
frustrada, ansiosa, rota, sin haber podido transmitir ni su
desesperación ni su derrota. Como dijera Albert Camus en
su Discurso de Suecia, las nuevas generaciones
están llamadas a rehacer el mundo y, aunque a la nuestra
se nos haya querido inculcar que el mundo se había
definitivamente deshecho, a lo que está llamada es al
reencantamiento del mundo, a la afirmación de la vida y a
la demostración de que el mundo seguirá sin los que
ahora son viejos y pronto serán muertos. No se
acabará la Historia porque ellos no estén.

"El mundo comenzó sin el hombre y
terminará sin él".

C. Lévi-Strauss (Op. Cit.)

Quizás en este sentido no haya mensaje más
hermoso que el que Levi-Strauss, hoy último de los grandes
vivos, con 98 años de edad, quien dejó consignado
en la cita en latín de Lucrecio que encabeza su
increíble Tristes Trópicos, "no menos que
tú perecieron las anteriores generaciones y
seguirán pereciendo". Esto implica que a todo invierno
sigue primavera. Una frase cuyo sentido se desvela mayormente si
acudimos al De Rerum Natura y desglosamos su contexto:

"Pues la vejez cede siempre el puesto, expulsada por la
juventud, y es forzoso que las cosas se renueven unas de otras;
nada es entregado al negro abismo del Tártaro. Hace falta
materia para que crezcan las nuevas generaciones, las cuales, sin
embargo, seguirán todas en pos de ti, una vez ampliada su
vida, pues no menos que tú perecieron las anteriores
generaciones y seguirán pereciendo
. Así los
seres van naciendo incesantemente el uno del otro; la vida a
nadie se da en propiedad, a todos en usufructo". Lucrecio: De
Rerum Natura
, III, 964-970. Cursiva nuestra).

La materia de la Historia se remonta a los alrededor de 5000
años que se supone llevamos de ella, desde que las
civilizaciones de Mesopotamia, Egipto, China, India y luego
América por un lado y el caso especial de Grecia, por
otro, nos embarcaron en la nave de la ciencia, el arte y la
política. La joven humanidad se siente vieja en cuanto
transcurren dos parpadeos de la naturaleza y para rejuvenecerla
es necesario retornar, recordando y rememorando, los tiempos
originarios, para darnos cuenta de lo poco o mucho que nos
separan y nos acercan a ellos.

En la barca de la política que amenaza de naufragio
nada mejor que acercarse a uno de los más eminentes de
entre los pensadores que han existido sobre la materia, al viejo
Platón, para así, releyéndolo y
reinterpretándolo, rejuvenecer el arte político y
realizar nuevos intentos.

Ya en su propio tiempo, Jenofonte había opuesto al
gobierno de los filósofos de Platón el ideal
monárquico del buen rey, la guía del monarca
educado de manera completa; poniendo como ejemplo a Ciro el
Grande, gobernante de Persia. Por eso en Leyes (694c-d)
Platón, respondiendo a Jenofonte por medio de uno de sus
personajes, hace decir a éste que Ciro "no había
recibido ni siquiera la sombra de una educación".
Occidente pretendió a lo largo de su historia unificar y
generalizar los modelos educativos que partieron de Grecia hasta
llegar al ideal del ciudadano ilustrado. Una trayectoria que
situó al Hombre en el lugar de Dios, como centro y
señor del universo ilimitado. Un modelo que después
de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días ha
quebrado definitivamente, por lo que hoy no hay que declararse ya
a favor de la educación del hombre-dios, puesto que basta
con la sombra de una educación para poder llegar a
ser buen hombre y mejor ciudadano.

Lejos entonces de los absolutos y teniendo en cuenta que los
que denominamos sabios no lo fueron tanto como a veces,
embelesados por su ciencia, llegamos a pensar, ni destacaron en
todos los órdenes de la existencia, tras la modernidad
queda patente que lo socrático es lo máximo
alcanzable y deseable. Una inteligencia sin bondad y sin belleza
es como una rosa sin pétalos, sólo espinas,
mientras que una bondad y una belleza sin inteligencia es como
una rosa de plástico, algo atractivo de lejos pero que de
cerca se revela sin olor y sin sabor. La sombra de una
educación
es la que, según la leyenda,
llegó a alcanzar Sócrates, el hombre más
sabio de Grecia que se declaraba ignorante. Acercarnos a su
espectro manteniendo su fragancia es lo mejor, tanto para los
pueblos como para los individuos.

Llegó el tiempo de concebir la educación de la
humanidad (paideia, Bildung, edification)
como una ética de las verdades, como el deber
individual y colectivo de tratar de cultivar todos los
ámbitos de manifestación de la verdad, aun a
sabiendas de que nunca nadie los alcanzó ni
alcanzará todos plenamente al mismo tiempo y en el mismo
sentido, solo el dios; motivo de que en su conjunto ningún
hombre sea mejor que otro y todos seamos dignos de existir y de
perseverar en el ser de una vida buena. Porque la fuerza de las
ideas imprime la convicción de que la república
universal es posible aún por mucho que se camine ahora en
sentido contrario.

NOTAS

(1) Carlos Fernández Liria
& Santiago Alba Rico: Volver a Pensar. Editorial Akal,
Madrid 1989. Primera Parte: «Encadenados y eunucos»,
6. «Mucho más crueles… estamos del lado
malo», p.41.

(2) Precisamente el antagonismo entre
Sócrates y los sofistas constituyó el principio de
la evolución de este término hasta su
connotación peyorativa, que perdura aún hoy en
día. En Homero una sophía (sabiduría)
denota una habilidad o destreza de cualquier género. La
palabra sophistés (sofista, sabio) les fue aplicada
tanto a los Siete Sabios de Grecia como a los filósofos
presocráticos. Volvería a tener un sentido
honorable o distinguido aplicado a los profesores de
retórica griega y filosofía en el Imperio Romano.
Pero de nuevo caería bajo la crítica y en el 161
a.C. los profesores de retórica serían expulsados
de Roma. En el Diálogo El Sofista, Platón
perseguirá delimitar a ese personaje característico
de su tiempo encontrando siete definiciones para el mismo: 1)
cazador por salario, de jóvenes adinerados (222a-223b); 2)
mercader de los conocimientos del alma (223b-224d); 3)
comerciante al por menor de conocimientos (224d); 4) fabricante o
productor y comerciante de conocimientos (224e); 5) discutidor
profesional (225a-226a); 6) «refutador de opiniones»
y purificador del alma (226a-231c); 7) sabio aparente,
mago e ilusionista que hechiza con imágenes (232a-237b).
Así, dentro de este grupo de definiciones despectivas de
«sofista», que desentrañan la polisemia de tal
término, Sócrates quedará enmarcado en el
sexto tipo, como un caso particular dentro de la variedad de
personajes a los que se alude con dicha denominación:
"EXTR: ¿Y no prometen también producir
cuestionadores de las leyes y de todo cuanto tiene que ver con la
política? TEET: Nadie hablaría con ellos, por
así decir, si no prometieran eso" (Sof.232c-d).

(3) Carlos Fernández Liria
& Santiago Alba Rico: Volver a Pensar. Op.cit. Tercera
Parte: «La Academia del olvido». 8. «La
ciencia, diálogo entre idiotas», p.184.

(4) Alain Badiou: Manifiesto por la
filosofía
. Cátedra, Madrid 1990, p.17. Las
verdades en sus múltiples formas (como las ideas en
filosofía) existen como realidades efectivas e inciden en
la transformación de la realidad: "Soy optimista porque
creo que las propuestas, la creación y las ideas existen y
tienen poder. Si se tiene una idea, hay que expresarla y trabajar
a favor de ella. Que ocurra finalmente lo que uno desea, en
cambio, es algo que no puedo asegurar" (Entrevista a Alain
Badiou, "Las ideas existen y tienen poder". Rebelión Web
& La Nación 26-4-2004).

(5) Martin Heidegger: El origen de
la obra de arte
. En:

http://www.heideggeriana.com.ar/textos/origen_obra_arte.htm

(6) Carlos Fernández Liria:
Sin vigilancia y sin castigo. Una discusión con Michel
Foucault
. Libertarias / Prodhufi, Madrid 1992.
Capítulo III: «Memoria y poder». 5. «El
sindicato del suicidio», p.82.

(7)
http://www.fuenterrebollo.com/Gobiernos/dictadura-complutense.html

 

 

Autor:

Simón Royo Hernández

Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional
de Educación a Distancia. Miembro de los Grupos de
investigación "Pólemos" y "Palimpsestos" de la
citada universidad.

Imparte un módulo como profesor en el MASTER
"Europa Fin de siglo" de la UCM y desarrolla en la actualidad una
investigación Postdoctoral en la UNED sobre el pensamiento
de Platón.

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter