- Los
inicios - La naturaleza
de la luz - La
unión de otras dos: electricidad y
magnetismo - La
revolución matemática - El
último filósofo mecanicista - El futuro de
la física: El mundo es complejo, pero no
complicado
La ciencia en la
actualidad se parece a un reloj, y nosotros a traviesos niños.
Tenemos grandes secretos para descubrir, sobre como funciona
el universo, y
si tocamos algo, es posible que rompamos el difícil
equilibrio de
nuestras teorías, de tal suerte que la ortodoxia
reinante puede castigar a los osados que quieren ir más
allá, que pueden romper o incluso marcar el reloj.
Los inicios
Cuando era pequeño, mi abuelo se quedó prendado
con un reloj que acababa de comprar su padre. Era un reloj de
bolsillo mecánico, de aquellos de principios del
siglo XX, interesante época desde el punto de vista
científico. A ese niño le intrigaba como
podía hacer una cosa tan pequeña para indicar de
forma tan exacta la hora. Lo único parecido que
existía para él era el reloj del pueblo que era
muchísimo más grande. Era como si hubieran reducido
el campanario y lo pudiera tener en la mano. Con la curiosidad de
aquel que no mide los riesgos,
esperó a que su padre durmiera, y sin que este se diera
cuenta y bajo el riesgo de ganarse
una tunda de la época, abrió la tapa del reloj.
Maravillado, con los ojos como platos, pudo observar, oír
y sentir que aquello parecía estar vivo. Es difícil
imaginar una sensación así, en una época en
la que aún no había coches por las calles ni
aviones por los aires. El sonido del reloj
indicaba que estaba en movimiento,
que tenía corazón.
Previendo el posible castigo y dada la complejidad del mecanismo,
no se atrevió a más que a observarlo, y
cerró la tapa, no sin quedarse con una tremenda
ilusión por saber como podía funcionar aquello.
La segunda noche, cuando su padre dormía de nuevo, le
volvió a quitar el reloj con sigilo. Abrió la tapa,
y se atrevió a retirar un pequeño tornillo de la
tapa trasera, la que escondía los secretos. Su
corazón iba a toda velocidad,
mucho más deprisa que el corazón del reloj, y su
respiración entrecortada se podía
oír. Las manos le temblaban porque un simple
rasguño en el reloj hubiera sido castigado gravemente: no
se tocan los juguetes de
los adultos. Pero el interés
por saber donde se escondía el corazón de ese
reloj, sin embargo, le motivaba todavía más. En un
mes, todas las piezas estaban sobre una mesa, distribuidas
según habían sido desmontadas, y vueltas a montar.
Su padre, mi tatarabuelo, meses después cogió el
reloj y lo miró notando que algo extraño le
ocurría. Y expresó en voz alta "¡Este reloj
es muy raro! Antes se retrasaba, y desde hace un par de meses va
perfecto". Desde ese momento, mi abuelo decidió que
quería ser relojero. Y el reloj del pueblo no se
paró hasta que se paró el corazón de este.
Al no darle cuerda ese día, ambos pararon el mismo
día.
La ciencia en la actualidad se parece a un reloj, y nosotros a
traviesos niños. Tenemos grandes secretos para descubrir,
sobre como funciona el universo, y si
tocamos algo, es posible que rompamos el difícil
equilibrio de nuestras teorías, de tal suerte que la
ortodoxia reinante puede castigar a los osados que quieren ir
más allá, que pueden romper o incluso marcar el
reloj. Nadie se atreve a preguntarse que hay en el núcleo,
en el corazón de este, y corremos el riesgo de no
averiguarlo mientras laten los nuestros. Pero hay que pensar como
un niño para que la curiosidad sea más fuerte que
el miedo a las autoridades de cualquier tipo, incluso las
propias.
El camino que se sigue para desmontar el reloj es el mismo que
se debe seguir para encontrar el funcionamiento del universo:
desde lo que observamos, hasta el corazón, yendo hacia
atrás con mucha cautela. Los no mecanicistas
argumentarán que el mundo es más complicado que un
simple reloj… pero ciertamente, cuando uno lo ve desde fuera y
no se atreve a tocarlo, a sentirlo, a experimentarlo, a
OBSERVARLO como un niño temeroso, no puede más que
realizar hipótesis. Hay que abrir el reloj hasta
llegar al corazón… sin miedo. ¿Será
posible?
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