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Asambleas de pájaros (página 2)



Partes: 1, 2

     La mención de las
aves es
continua en las Sagradas Escrituras, tanto del
Corán como de la Biblia, en sus versiones
judía y cristiana. A menudo sirven de base para
alegorías o parábolas, y se las hace portadoras de
la palabra de Dios o de alguna misión
encomendada por El. Baste recordar, en la Sura Las
hormigas
, 27, que a David y a Salomón les es dado como
una gracia, comprender el lenguaje de
los pájaros. En la Sura La abeja, 81, el vuelo de
los pájaros muestra la
grandeza de Dios. En El elefante, los pájaros
ababiles son el instrumento de la justicia
divina. En la Biblia, el Eclesiastés, 10, 20
advierte que los pájaros llevarán toda palabra, y
en el Apocalipsis, 19, 17, un ángel convoca a las
aves a la cena de Dios, para destruir todo poder humano,
de forma análoga al Elefante. El pájaro que
dice grandes verdades suele protagonizar o al menos aparecer en
historias y fábulas
orientales y occidentales. Entre los poderes que caracterizan al
elegido de Dios aparece la comprensión del lenguaje de
todas las criaturas, en especial los pájaros, como en el
caso de Rabí Isaac Luria(7). En las Mil y una
noches
, la historia del pájaro
que habla, el árbol que canta y el agua de
oro muestra al
pájaro como instrumento de la Providencia. En la mitología germánica, el héroe
Siegfried comprende el lenguaje de los pájaros al probar
la sangre de la
serpiente Fafner, a la que ha matado, y ellos le revelan su
destino.

     En la tradición cristiana
medieval, los pájaros dan muestra a menudo de mayor
sensibilidad que el hombre para
las verdades más altas: un místico como Francisco
de Asís predica a los pájaros en una ciudad donde
los hombres, extraviados en el error, no quieren oirle,
según se cuenta en las Florecillas. La
búsqueda de la palabra perdida, asociada a la alquimia,
solía emplear como símbolos al cuervo–de la nigredo–y
al fénix–del lapis philosophorum–. En ambas
tradiciones, a menudo mezcladas por los avatares
históricos, el pájaro ha sido tradicionalmente
símbolo de sentimientos o propiedades humanas,
según su género. Y
no deja de llamar la atención la semejanza física del
Simorg con las figuras aladas que aparecen en el libro de
Ezequiel (I, 5-12), cuestión que merecería
en nuestra opinión una investigación especial.

     Cyrano entonces se
encontró con una tradición cultural, incluso
religiosa, en la cual la figura del ave era utilizada
regularmente(8), y la influencia del mundo islámico no
dejaba lugar a dudas, tanto en historias, leyendas y
apólogos, como en la filosofía y en las ciencias, en
especial la medicina y la
alquimia. Cyrano fue un estudioso de las disciplinas menos
ortodoxas, rayanas entonces con lo herético, de la
medicina, y un discípulo en muchos aspectos de Rabelais,
también médico.

     Las prácticas
heterodoxas, supersticiosas o no, abundaban en Francia en el
siglo XVII. Pero junto a ellas, la tradición
empírica y alquímica judía y árabe.
De este modo, pudieron haber llegado a él referencias
sobre el tipo de mística preconizada por Attar en alguna
de sus variantes o expresiones, sin tener que conocerlo
directamente. Pues también la alquimia supuso un tipo de
mística cuyos pasos seguían la conocida escalera, y
la ascensión alquímica, precedida por el
descenso ad inferos en muchas ocasiones, constaba de
niveles cuyo simbolismo gráfico aludía a los
sucesivos estados del espíritu y no sólo del
Opus(9).

     La figura del ave es un lugar
común en la mística islámica(10). Cada una
asociada a una actitud o a un
componente del alma
(Schimmel, 1994:27-28), y también a un profeta o a
un tipo especial de saber. En Occidente también
ésto ha sucedido. Pero la reunión de las aves tiene
un propósito de más largo alcance: la
búsqueda de Dios exige ante todo el
conocimiento de sí mismo. Tanto en el caso de Attar
como en el de Cyrano, las aves revelarán al hombre su
propia interioridad: al lector invisible, presupuesto para
Attar, al que se dirige al final de la obra, y en el caso de
Cyrano, al ridículo personaje que, arribado a la luna, es
capturado por las aves que juzgarán en su persona a todo el
género humano y analizarán la conducta del
hombre para con la Creación, que implica también
una actitud para consigo mismo. Pues la crueldad y el poder mal
ejercido denotan un temperamento corrupto, no natural ni por
tanto vinculado al principio Creador. Otro tanto hará, con
mayor profundidad y detenimiento, Attar.

§ Dios, inmanente
y trascendente

     Frente a la predicación
de la absoluta trascendencia de Dios por parte de muchas de las
teologías tradicionales, las Sagradas Escrituras, tanto
bíblicas como coránicas subrayan la presencia de
Dios en el hombre y en la Creación. Se hace a
través de la Ley de Dios,
escrita en los corazones, en el canto de las criaturas al Rey del
universo(11),
en el Ruach, hálito de Dios insuflado en el hombre
desde su creación y que conforma su espíritu: la
"chispa divina" de la que numerosos místicos han
hablado.

     Es sutilísimo el
límite que separa al místico del panteísta.
Se ha llegado a dudar de su existencia, por cuanto el
místico reconoce a Dios en sí mismo, por cuanto sus
aspectos contingentes se anulan en Dios. La mística es
posible gracias a la presencia en el hombre de Dios, como
afirmara Nicolás de Cusa, en forma contracta. La
especificidad de dicha presencia, que no excluye la trascendencia
de Dios, sino que apunta a una de las modalidades captables de lo
divino, convierte en necio o loco a quien ha aprehendido dicha
verdad. Pero no se capta racionalmente sino mediante la vivencia.
Que grandes místicos fuesen a la vez grandes
lógicos, no sólo muestra espíritus ansiosos
por fijar lo mejor posible los límites
entre la inefable presencia y lo accesible a la mente humana,
sino el carácter divino de lenguaje, ya
señalado.

     Desde este punto de partida se
puede llegar a dos extremos: el de la total fusión
con Dios y el de la incredulidad y el escepticismo. Lo
inalcanzable de la divinidad mediante los recursos
habituales puede hacer que, por muy intensa que resulte la vida
espiritual del sujeto, se abandone la búsqueda de Dios y
se declare imposible o al menos problemática, o
quizás inútil por cuanto nada que haga el hombre
puede conducirlo al Dios vivo, sino sólo Su Gracia(12).
Todo ejercicio, toda dedicación de carácter
místico persigue el anular en sí mismo cuanto
resulta propio de la condición humana y obnubila la
Presencia de Dios, que no se descubre hasta que no se ha
destruído el yo.

     Si en el sufismo está
bien claro este principio (la abubilla señala en el cap.II
del Mantic Uttair: "El que ha jugado su propia vida,
está liberado de sí mismo"), también lo
está en la tradición cristiana, a partir de las
palabras de Jesús recogidas en los Evangelios: "De cierto
os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y
muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto" (Juan, 12,
24), o la reiterada idea de "quien quiera salvar su vida, la
perderá" (Mateo, 16, 15). Todas las místicas, en
especial en las religiones del
Libro, se encuentran en la negación radical de sí
para llegar a lo absolutamente otro, que al cabo resulta
un componente de sí mismo. Pero en el siglo XVII europeo,
siglo por cierto de grandes místicos a la par de grandes
herejes, el cartesianismo introdujo un gran signo de
interrogación. Por ese camino marcharía Cyrano.

     Attar cree firmemente en el
camino hacia la unión con Dios, en su existencia, en la
posibilidad de recorrerlo, aunque las dificultades resulten
enormes y el riesgo aún
más, aunque pocos culminen la tarea, aunque haya que
renunciar a la guía de la razón, cuyo poder no se
niega, pero sí se declara inútil en esta tarea, la
más sublime y riesgosa de todas. Cyrano no cree en esta
vía. En él se han conjugado el racionalismo
cartesiano y el panteísmo de Tomasso Campanella. Para
Descartes,
Dios se presentaba como la necesidad de la razón de apelar
a un principio exterior y absoluto para demostrar la existencia
del mundo exterior y a la vez, garantizar un fundamento a
la moral, que
muy bien podía ponerse en crisis: baste
recordar que Descartes nunca solucionó el problema de la
"moral
provisional" anunciada en los preámbulos del Discours
de la méthode
, y Dios posee una función
ontológica, gnoseológica, pero no queda
fundamentada su función moral como ocurrirá
más tarde en las doctrinas de Leibniz y Kant.

     El culto al cuerpo tributado por
Laurentius Valla en sus obras, la exaltación de la vida
terrenal y del alma como fruto de la naturaleza
contenida en los pensamientos de Campanella, en su interés
por imprimir un giro diferente a la vida humana personal y
social, expresado en La Ciudad del Sol, clara
réplica, evocadora del monoteísmo egipcio, a la
agustiniana Ciudad de Dios, dejaron en Cyrano huellas
evidentes(13).

     Recordemos la concepción
sobre la vida humana y la búsqueda de la felicidad
vertidas en la obra de Rabelais Gargantúa y
Pantagruel
. Si se evoca la descripción de la abadía
rabelesiana, se observará que lo divino subyace en el
hombre y en la naturaleza que lo rodea. Siguiendo la
tradición neoplatónica renacentista, las leyes de la
naturaleza constituyen decretos de Dios, y seguirlas, es el mejor
culto posible. Dios está en las cosas. Pero por lo mismo
en esta modalidad del pensamiento se
niega o al menos se declara incognoscible la trascendencia de
Dios, por lo cual contar con ella para dirigir la vida resulta
absurdo, deviene fanatismo seguidor de las instituciones
religiosas, que falsean y tergiversan el sentido de la

     vida y las relaciones entre
naturaleza y espíritu, y al cabo resultan contrarias a la
naturaleza y por ende, a Dios mismo.

     Pero estos pensadores, entre los
cuales se cuenta Cyrano, están muy lejos del
ateísmo. Se les podrá tildar de herejes, de poco
ortodoxos, de escépticos en ciertos aspectos, pero no de
ateos. Irreligiosos en el sentido convencional, viven una
religión
propia, basada en el humanismo
naturalista, en el hombre como cúspide de la
Creación y portador supremo de lo divino. Pues su saber,
su poder, su belleza y su sensibilidad son el único
testimonio que existe, o al menos el superior, de una Belleza, un
Poder, un Saber y un Amor
tradicionalmente predicados pero imposibles de percibirse por
los sentidos o
comprobarse mediante la razón. Ese Dios, si así
existiese, habría hecho al hombre su portador por
excelencia y por consiguiente, no hay motivo alguno para
dirigirse a él al margen del hombre.

     Es así como ambos
senderos se muestran coincidentes en las premisas pero
divergentes en los resultados: Attar y cualquier místico,
también conciben al hombre como el portador por
antonomasia de la divinidad, pero para hallarlo hay que decantar
lo específicamente humano. Para Cyrano y la línea
de pensamiento en la que se inserta, la mística se
basará en la intensa vivencia de los aspectos que los
anteriores se sienten llamados a eliminar o subordinar al
espíritu. Los místicos bañan la vida en la
luz del
Espíritu. Los panteístas funden Espíritu y
vida.

§ El Teatro:
sueño y juego

     Asumiendo el término
Teatro como escenario, marco, al estilo medieval,
encontramos en ambas obras que la trama tiene lugar en una
realidad fantástica. Tanto la asamblea de los
pájaros de Attar como la de Cyrano se remiten a un lugar
imposible: impreciso en el caso de Attar; la luna en el de
Cyrano. Examinemos este aspecto.

     La abubilla, al dirigirse a la
asamblea, se declara mensajera del mundo invisible. Pero ese
mundo invisible, a la manera de un sueño, le ha exigido,
según ella misma declara, atravesar durante años el
mar y la tierra,
valles y montañas. Se trata de un viaje en el espacio y el
tiempo, en
cuatro dimensiones. Pues la abubilla ha sido testigo excepcional
del Diluvio, del reinado de Salomón al que ha
acompañado en sus viajes. El
Simorg vive en un lugar inaccesible, porque el tiempo y el
espacio cambian sus posibilidades en relación con
él, dejan de existir. La ordinaria duración de la
vida pierde sentido cuando se le alcanza, y las distancias
espaciales se relativizan: se está muy lejos de él
mientras que él está cerca de quienes
podrían buscarle: "Alternativamente se encuentra en este
camino el agua y la
tierra firme y no podría hacerse uno una idea de su
longitud" (Attar, 1985:39).

     Así pues, se trata del
escenario absoluto de las leyendas y fábulas, de las
alegorías, del sitio indeterminado que los resume a todos.
Al referirse a la primera manifestación del Simorg, se
sitúa en China, donde
cae una de sus plumas. Allí habrá de ir a buscarse
la ciencia de
ser necesario, segun el conocido Hadith del Profeta Muhamad.
Obsérvese que se trataría de un empeño
consciente, premeditado, de una tarea intransferible e
irrenunciable. El viaje en busca de la ciencia es
riesgoso y largo pero inevitable, salvo que se renuncie a extraer
frutos verdaderos de la vida.

     En este caso, como en muchos
otros, China simboliza el confín del mundo, de la Tierra,
aunque ya las religiones del Libro
habían penetrado en ella(14). La concepción
medieval sobre la Tierra, a la que responde Attar, considera a
China como el límite de lo habitado y habitable y hasta de
lo existente; como la tierra antitética a la propia y por
tanto, lugar donde se cumplen las más atrevidas
alegorías. Como toda historia que apunta hacia la
eternidad, sea fábula, parábola, epopeya o camino
místico, se cumple, según consigna M. Bajtin, en
"el gran tiempo"(15), del mismo modo que en el gran espacio, que
abarca el universo.

     En la Europa del siglo
XVII las cosas han cobrado un giro diferente: la
concepción medieval del Orbis Terrarum había
variado dejando atrás la de Claudio Ptolomeo. Las hipótesis sobre la estructura y
constitución del sistema solar se
habían sucedido y perfeccionado. Descartes mismo se
conmueve, junto a buena parte de la intelectualidad más
avanzada, frente a la retractación de Galileo. La tierra
ha dejado de ser plana y China un límite posible, aunque
continúe siendo un terreno adecuado para toda suerte de
hipótesis
fantásticas(16).

     En una mentalidad como la de
Cyrano, en la que se combinan la actitud racionalista del mundo,
la mística del hombre y la naturaleza y la audacia
imaginativa, la tierra comienza a resultar estrecha como
escenario equivalente al espacio absoluto. La Ciudad del
Sol
de Campanella tiene también un peso en sus
ficciones. Por lo demás, los descubrimientos
geográficos, la exploración de los continentes y
tierras recién descubiertos por Europa, van dejando menos
terreno a las mitologías geográficas, al menos en
la intelectualidad más avanzada, a la cual
pertenecía Cyrano.

     Es por todo ésto por lo
que el curioso que busca nuevas dimensiones de la realidad y de
la vida no tiene ya mucho qué buscar en la Tierra. Si
objetásemos que sobran aún en ella regiones
desconocidas o poco exploradas o mal descritas, un cartesiano
como Cyrano podría respondernos a partir de la ley de la
regularidad o simetría de las causas: a iguales causas
corresponderán iguales efectos. Ello equivale a decir: por
muy alejados que estén dichos lugares, si pertenecen a la
Tierra, los seres racionales que los pueblen serán
hombres, y como tales, estarán sujetos a las mismas leyes,
propiedades y modos de conducta que los conocidos, aunque los
detalles varíen.

     La conclusión es que es
hora de pensar en las regiones extraterrestres, en el viaje
espacial, hacia regiones donde podrían existir otras
formas de vida, quizás superiores, otras formas de
inteligencia y
de sentimientos, quizás superiores, y donde en todo caso
ningún testimonio contradice la posibilidad de lo que se
afirme. Ha irrumpido en la historia de Occidente una nueva
modalidad de la antigua idea de los griegos sobre la pluralidad
de mundos, renovada en el siglo XVII por Gassendi, entre
otros.

     También ese escenario
adquiere el tono del sueño, como el escenario absoluto de
Attar. En el sueño todo es posible y todo se espera. No
hay que olvidar que en la Biblia y en el Corán
están llenas de anécdotas sobre revelaciones en
sueños hechas a diversos profetas. Entre otros pasajes,
pueden citarse, en el Corán, la Sura "Los grupos" (39, 43)
y en La Biblia, la interpretación de los sueños del
panadero y del copero del Faraón, y del propio
Faraón, que hace José (Génesis, 40 y 41),
también recogidos en el Corán en la Sura XII, que
lleva su nombre. El sol, como en
la obra de Campanella, es sitio de libertad, pues
el protagonista construye una máquina que lo lleva
allí para escapar de la prisión, donde lo
encerraran por llevar consigo la Física de
Descartes. Al igual que muchos escapan de

     la realidad durante el
sueño, al menos de sus aspectos más pedestres e
inconvenientes, ocurre en esta obra. Pero también el
escenario de los sueños podría ser una modalidad
del escenario de la vida. Las fronteras entre realidad y
sueño son a veces imposibles de discernir, y las obras de
Attar y Cyrano, si bien no se exponen explícitamente como
sueños, poseen todas las características de ellos.
Las respectivas tradiciones tenían ésto muy
presente.

     Basta recordar, en el mundo
islámico, el conocido cuento del
dormilón despertado, incluído en Las mil y una
noches
, cuyos protagonistas son Harun Al-Rashid y un joven
con pretensiones de reformar las costumbres de quienes le rodean
y de hacer justicia, siquiera modestamente, a quien el Califa
hace conducir dormido a su palacio para hacerle creer que es el
propio Harun Al-Rashid y observar secretamente cómo
conduce los asuntos del reino. Este joven no parece en modo
alguno ajeno al personaje calderoniano de Segismundo, que
también termina confundiendo la realidad y el
sueño, pero aprende a no obviar por ello la justicia. La
vida como sueño, aunque dé su título a la
obra más famosa y discutida de Calderón, no fue un
tema exclusivo de la literatura, sino una de las
más profundas preocupaciones filosóficas y
teológicas, porque algunos elementos intervienen para
convertirla en un problema de los más serios: si Dios
habla a los hombres en sueños, ¿no es más
real entonces esa vida en la que habla Dios?, idea que encajaba
perfectamente con la corriente platónica y
neoplatónica, tan fuerte en el pensamiento islámico
y en los inicios de la modernidad
europea.

     Pero además,
¿qué garantiza plenamente que la vida imaginada
durante lo que llamamos sueño sea más real que la
propia de la vigilia? Hay casos, como en los Sueños
de Quevedo en que no queda lugar a dudas. Pero para los filósofos no estaba tan claro, entre ellos
precisamente para el que sirvió a Cyrano de guía
espiritual: Renato Descartes.

     En las Meditaciones
metafísicas
, sobre todo en la primera, Descartes
plantea los términos del problema: nuestra imagen del mundo
puede ser, en su totalidad, una ilusión, el fruto de un
espíritu maligno que intenta engañarnos. Pero
entonces, creemos ser libres, creemos conocer la verdad y obrar
según el bien. El sujeto se comporta "como un esclavo que
sueña que está gozando de una libertad imaginaria,
al empezar a imaginar que su libertad es un sueño, teme el
despertar y conspira con esas gratas ilusiones para seguir siendo
más tiempo engañado"(Descartes,1984:120).
Este sueño puede equivaler también al estado de
engaño, de inmersión en lo ilusorio que, en ciertos
dilemas morales, conduce a errores a veces irreparables. Ello
tiene implicaciones tan graves como socavar el fundamento
metafísico de la libertad humana.

     En la obra de Attar, tal estado
afecta a quienes se niegan a partir en busca del Simorg o dudan
al respecto, o a quienes se apartan de lo esencial para adorar un
objeto sin ver en él la imagen de lo divino. Este es el
caso, por ejemplo, del Schaikh San'an, relatada en el
capítulo 14. Su vida ejemplar contrasta visiblemente con
el sueño profético. Pero éste se cumple, lo
que nos hace pensar que su vida no era tan perfecta entonces como
aparentaba, lo cual es confirmado por el Profeta mismo. El
sueño es más real que la vida, porque en este caso
corresponde a la sentencia coránica, pero quedaría
en pie la pregunta, ¿cómo discernir entonces los
sueños de este tipo de los inspirados por cualquier otra
fuerza o por
la vanidad humana pura y simple?

     Otro de los sueños
narrados en la misma historia emplea la imagen del sol para
referirse al Profeta Muhamad: la joven cristiana, que ha apartado
del Islam al Schaikh
Sanam, ve bajar al sol que le revela un camino para ella. Hacer
caso al sueño le trae la conversión al Islam, pero
también la muerte.
Todo ello es resultado del contraste, a veces violento, entre los
impulsos pasionales, la razón y el corazón.

     Este fue el gran dilema del
siglo XVII europeo, cómo solucionar esos conflictos.
Novelistas como Madame de Lafayette, bajo la influencia
cartesiana, filósofos como Pascal,
tanbién místico y moralistas como La Rochefoulcault
reflexionaron largamente. Mucho antes de que Leibniz, bajo la
influencia de los místicos, y sin abandonar el
racionalismo, aventurara su propia opción frente al
problema del sueño y la vida, Cyrano expone su delirante
historia que más bien parece un sueño. Si los
pájaros de Attar discuten un dilema propio que a nadie
más que a ellos afecta, para mostrar con su ejemplo un
camino a seguir, la dimensión del sueño tratada por
Cyrano es más terrible, tan inquietante como una
pesadilla: los pájaros apresan a un hombre y lo juzgan.
Pues si en la tierra el poder humano es superado sólo por
el divino, según el común parecer, en el sol son
los pájaros quienes detentan el poder y ejercen la
justicia, más sabiamente que los hombres en la Tierra.

     El hombre-espíritu manda
al viajero a seguir al ruiseñor y se deshace en
pájaros diversos. El ruiseñor, que simboliza las
emociones y
los placeres guía sus pasos. Mientras descansa bajo un
árbol, el Ave Fénix sale a su encuentro y le habla
de las maravillas propias de dicho mundo a la par de
señalarle que proviene de Arabia, en cuyas
montañas–y en dirección al sol–pone su único
huevo, referencia que el Occidente tenía desde la Edad
Media.

     El Ave Fénix previene al
viajero sobre la facultad de la palabra que poseen los
pájaros, aunque sólo la ejercen en su reino. La
toma como prueba de la posesión de inteligencia y
señala que muchos grandes hombres comprendieron el
lenguaje de los pájaros, para citar a Apolonio de Tiana,
Anaximandro y
Esopo, vale decir, tres sabios con fama de nigromantes los dos
primeros, como la tuvo el propio Cyrano. A continuación,
la visión adquiere el tono de una pesadilla sin dejar por
ello de contener una lección moral: los pájaros se
tornan jueces implacables y amenazan con ser también
severos verdugos, pues son capaces de condenarlo a muerte.

     También en este caso,
como en el de Attar, los pájaros aludirán,
según su especie, a alguna característica humana.
Pero mientras que los descritos por Attar no temen echar mano a
ejemplos extraídos de las vidas de hombres ilustres,
santos sufíes y pecadores, tomándolos como paradigma, los
de Cyrano denigran la condición humana tanto física
como mental y moralmente y llegan a dudar de la inteligencia
humana. Algo parecido ocurre en Shakespeare, en
obras como The Tempest o A midsommer night's dream,
visiones oníricas en muchos aspectos, y en los Viajes
de Gulliver
, aunque con hombres gigantes o enanos, es decir,
no sujetos a la norma, según se entendía
entonces.

     No es ni mucho menos nueva la
visión tenebrosa de las aves en Occidente: el cuervo como
símbolo de la nigredo, ya mencionado, los augurios
romanos vinculados con las aves, la innegable realidad del buitre
que atrapa sus presas y de las aves comedoras de carroña
engendraron las imágenes
escatológicas del Bosco, entre otras. El rey Arturo se
vió convertido en cuervo según la tradición
de los britanos. La alondra de Bernard de Ventadorn, al cruzar el
cielo del Lemosín, despertó en el trovador la
melancolía, la nostalgia del viaje hacia lejanas tierras.
En la Legenda aurea, compilada aproximadamente en la
época de Attar, se cuenta que San Conrado, obispo de
Constanza, encontró en forma de aves las almas de dos
pecadores que purgaban sus faltas(17). El
origen de esta historia no interesa aquí(18), sino el
hecho de que el ave figura como símbolo del alma humana,
del mismo modo que la psiqué griega se representaba
mediante la mariposa o la abeja.

     Los pájaros, relacionados
con la ligereza, no permiten moverse al visitante del sol,
primero intrigado, luego asustado y no sin motivos(19). Las
muestras de agresividad se suceden: toda muestra de resistencia
sería sofocada cruelmente, pues las águilas
habían decidido sacarle los ojos, se le encierra en una
prisión semejante a la que los hombres asignan por lo
general a las aves y se piensa en devorarlo sin juicio.
Sólo la intervención de una urraca, otrora ave
doméstica, logra que al menos se le lleve ante el rey para
ser juzgado, aunque nadie ha pensado en el perdón.

     Si en la obra de Attar la
polémica entre las aves refleja las grandes opciones del
espíritu, con toda la gravedad del juego
sacro(20), los matices grotescos registrados por Cyrano presentan
un tono carnavalesco. En una y otra se representa el drama de la
vida humana.

§ El juicio y
sus consecuencias

     Aquí se muestra en toda
su profundidad la diferencia entre las dos asambleas de
pájaros: ambas deben tomar una decisión importante,
de carácter trascendente una, inmediata otra hasta poder
afirmarse que se trata de una venganza sin más. Pero, sin
la sublimidad de Attar, Cyrano brinda una lección moral de
gran valor. Se
cumple aquí un principio que, en moral y política, se impuso a
través de largas y complejas polémicas en el siglo
XVII: el principio del lugar del otro, que Leibniz
convertiría en medular de su doctrina más
tarde(21).

     Por un momento, y a
través de un episodio que parece extraído de una
pesadilla y reviste los tonos de los jeux teatrales de la
Edad Media europea, el hombre, dueño y señor en la
Tierra, se convierte en el sol en una indefensa criatura en manos
de las aves a las que en su medio puede maltratar impunemente.
Aunque éste no es su caso, según el testimonio de
algunas aves que lo conocieron en la Tierra, debe pagar por
pertenecer a esa especie. Pero resulta que el propio acusado
había llegado al sol, según se ha señalado
ya, huyendo de la agresiva intolerencia humana.

     La lección es doble: por
una parte, el hombre se ve sometido, por una vez, al "justo"
castigo por los abusos cometidos contra los seres llamados
irracionales, y experimenta en su propia carne las consecuencias
de sus actos. Pero por otra, dicha situación es absurda,
no sólo porque precisamente el juzgado se cuenta entre los
inocentes de tal delito, sino
porque ya había estado a punto de ser víctima de
semejantes desafueros por parte de los hombres, causa de su
huída al sol. Dos interrogantes surgen entonces: la
primera: ¿tiene sentido la justicia? ¿no trae
peores consecuencias el hecho de intentar ejercerla?; y la
segunda: ¿procura algún bien el conducirse de modo
diferente a los verdaderos culpables, puesto que quien así
obra, colocado entre dos fuegos, no será reconocido por
nadie?

     Tan difícil dilema tiene
respuesta en el caso de Cyrano: la compasión. No
sólo la de las aves que testimonian en favor del acusado,
a causa de la compasión tenida por él con ellas en
la Tierra, sino la del rey, a cuya índole nos referiremos
más tarde.

     En ambas obras, se evidencia lo
relativo de los principios
humanos al decidir sobre los grandes problemas de
la vida: la historia del guerrero musulmán y el cristiano,
narrada en el capítulo 31 de Attar, es un ejemplo tan
ilustrativo como el del ángel Gabriel, narrado en el
capítulo XIX (22). El error doctrinal queda en nada ante
la grandeza del corazón. El amor es
más poderoso que el saber y la razón. Del mismo
modo piensa Cyrano.

     Para obtener la benevolencia del
rey, ha de pasarse por pruebas
difíciles, por la muerte o su inminencia. El Simorg es
majestuoso e inaccesible casi, el palomo, rey de las aves del
sol, sencillo e inocente. Pero uno y otro conocen una justicia
superior a la de las doctrinas humanas: la Gracia, que
sólo puede proceder del amor. El Simorg imponente y el
palomo humilde otorgan la gracia cuando ya el tormento ha llegado
a su límite. Los pájaros que conocen los peligros
que entraña el viaje y deciden emprenderlo, arrostran
conscientemente todas las vicisitudes, todos los peligros. El
desprevenido viajero recibe el perdón casi al cumplirse la
ejecución, como solía suceder con los reos de
muerte en la Europa de Cyrano. Las aves sobrevivientes a la larga
y penosa peregrinación encuentran el palacio del Simorg,
pero el guardián del umbral, como en las imágenes y
alegorías alquímicas, les niega la entrada a causa
de su pequeñez, de su miseria.

     Es el mismo sentido de la
inutilidad del viaje que experimenta el personaje de Cyrano. Pues
en lugar de refugio y reposo encuentra no sólo el rechazo
sino la agresión de los pájaros. ¿Tienen
entonces sentido vidas empeñadas en la búsqueda del
saber y la perfección–unos en pos del Simorg, el otro
siguiendo las doctrinas de los sabios–si ése es el
resultado del viaje? En ambos casos la respuesta reside en la
misericordia, voz de la Divinidad trascendente en Attar, de la
Madre Naturaleza, creadora de todos los seres, en el caso de
Cyrano. Como José fue reconocido por sus hermanos a los
cuales otorgó el perdón, el heraldo de la Gracia
abrió a los pájaros finalmente la puerta del
palacio del Simorg. El simple y bondadoso palomo también
salvó la vida del viajero.

     Attar señala, en la
anécdota sobre el asesino, registrada en el
capítulo XVII de la obra, que el más empedernido
criminal fue elevado al Paraíso por la mirada de un hombre
lleno de santidad, esto es, de amor. Sólo el amor y la
Gracia vertida en misericordia confieren sentido a la vida. Pues
son más fuertes que la razón, capaz de una
fría justicia sin más, si se abandona a sí
misma.

§ Religión y
vivencia

     En la Edad Media fueron
frecuentes las alegorías sobre la vida como viaje o la
historia del alma como peregrinación. El viaje es una
máscara o una vía para el cumplimiento de todas las
verdades(23). En el plano material, las peregrinaciones a la
Meca, al Santo Sepulcro o al Kotel de Jerusalem constituyen
ejemplos importantes. El viaje de los pájaros persigue la
libertad.

     También el del personaje
de Cyrano. Los primeros, en busca de su rey, abandonan temores,
falsos principios, niegan su vida ordinaria y sólo se
mueven guiados por la figura del Simorg. Poco a poco comprenden,
guiados por la abubilla, que cuanto suele tomarse como
sabiduría, prudencia, bienestar o amor terrenal carece de
sentido y son meros episodios sin esencialidad. Curiosamente, lo
mismo sucede, en forma paródica, con el viajero al sol. El
alegato de los pájaros al acusarlo de ser hombre revela
todos los absurdos propios de la vida humana y de las costumbres
e instituciones epocales, de manera bien osada para la
época pero cubierta con el manto de la risa, uno de los
que mejor combaten la intolerancia, porque parecen restarle valor
a cualquier denuncia. Al erigir su acusación sobre el
aspecto para ellos estrafalario del hombre, los pájaros
llaman la atención sobre uno de los aspectos más
agudos de la época: la intolerancia.

     El siglo XVII fue, además
de un siglo de grandes transformaciones en la concepción
general del mundo, un siglo de violentas luchas entre las ideas y
entre los hombres, un siglo de intolerancia y agresiones
provocadas por ellas. Europa se debatía entre la
exploración y colonización de nuevas tierras, que
incluían la esclavización de sus pobladores, la
cautelosa avanzada sobre el Asia, con vistas
a posibles alianzas político-religiosas, la
expansión de los turcos, que a finales del siglo
llegarían hasta las puertas de Viena, el Santo Oficio en
los Países católicos europeos y la ortodoxia
protestante en otros, la Guerra de los
Treinta Años en Alemania y la
censura de las ideas científicas revolucionarias. Por
todas partes, enfrentamientos producidos por el rechazo hacia lo
diferente, sin indagar suficientemente sobre sus
raíces.

     En la obra de Cyrano se reflejan
estos contrastes epocales, estas antinomias que en cierta medida
persisten hasta nuestros días. Las propias actitudes
humanas son tomadas por los pájaros en su reino como
irrefutables muestras de irracionalidad y por consiguiente, de la
imposibilidad de que, quien así se conduce, pueda poseer
un alma inmortal. La asamblea centra sus críticas en las
oraciones del hombre, tomadas como absurdas y ridículas
incluso en las posturas asumidas al orar.

     Hemos señalado ya el tono
irreverente de la obra de Cyrano. No se hallará en
él la intensa piedad de Attar, comprensiva hasta con las
actitudes religiosas anquilosadas. Pero, como en tantos
contemporáneos, su posición procede sobre todo de
una reacción contra la hegemonía de la Iglesia romana
y la transformación del espíritu religioso en
obediencia a una institución que funcionaba en muchos
casos por el temor y aherrojaba la vida en estrechos
límites.

     Para Cyrano, la única
religión posible está marcada por la Naturaleza,
que ha puesto en sus criaturas las leyes necesarias para que
reinase la armonía, si fuesen respetadas, idea muy
común en su época por lo demás entre la
intelectualidad europea más progresista. Sólo el
hombre destruye ese orden y con éste, el principio de
igualdad,
regente de la
república universal. Las fuertes críticas a la
servidumbre establecida entre los hombres y a la propia
religión como servidumbre, se basa mucho más en la
hagiografía y en la desviación de la fe hacia
objetos múltiples que en la vivencia íntima de lo
trascendente.

     Cyrano escribe: "estos pobres
siervos tienen tanto miedo de que les falten señores a
quienes servir, que, como si pensases que la libertad no les
viene sino de algún lugar inesperado, se forjan dioses en
todas partes: en el eire, en el fuego y bajo la Tierra; y aun
creo que se consuelan de las falsas esperanzas de la Humanidad
(…). Este es el hermoso efecto de esa fantástica
monarquía e imperio natural del hombre
sobre los animales"
(Cyrano, 1960:173).

     A continuación, incluye
la consulta de augurios y la matanza innecesaria de
pájaros en busca de manjares delicados en los motivos no
sólo para condenar a muerte a un sujeto de la especie que
así obra sino para concluir que no posee un alma
inmortal.

     ¿Hay una verdadera
religiosidad bajo palabras tan contrarias a toda Escritura, al
menos de las religiones del Libro? Por mucho tiempo se
condenó a Cyrano por incredulidad con tanta rapidez como
lo haría el Santo Oficio.

     No parece tan fácil. Pues
tanto en la Biblia como en el Corán se consigna una y otra
vez que los Cielos y la Tierra y cuanto hay en ellos cantan la
Gloria del Creador. Una de las implicaciones de ésto es
que el respeto a la
Creación forma parte del respeto a Dios. Podrá
tildarse a Cyrano de heterodoxo pero no de ateo ni de
agnóstico. Si el cartesianismo, fuente de su pensamiento,
abrió las puertas al agnosticismo religioso, la doctrina
de Campanella, fuente no menos importante de su pensamiento junto
a corrientes de raíz neoplatónica muy diversas(24),
restituyó, desde la perspectiva panteísta, la
religiosidad amenazada por el cartesianismo.

     No se trata ahora de considerar
hasta qué punto el panteísmo ha coexistido con las
posiciones religiosas más estrictas o ha sido rechazado.
En los inicios de la modernidad europea–y en la Edad Media,
tanto en el ámbito europeo como en el islámico–,
constituyó una vía de reacción contra las
formas religiosas más dogmáticas o menos centradas
en la intensidad de la vida espiritual.

     El neoplatonismo, con su
doctrina sobre la simultánea inmanencia y trascendencia de
Dios, ofreció una base lo suficientemente amplia para
admitir todas las oscilaciones y todos los matices posibles. Por
otra parte el Cristianismo,
como las otras religiones del Libro, ha diferenciado
tradicionalmente en Dios dos sentidos: el de Deus
absconditus
, ésto es, el Dios vivo, al que
nadie conoce ni comprende, frente al cual carece de sentido toda
palabra, y el Deus demonstratus, es decir, el modo como se
hace conocido a los hombres, ya sea mediante el análisis del Universo y sus estructura y la
búsqueda de sus esencias últimas o de la
inteligencia creadora y organizadora que tras éste se
mueve, o de la Revelación(25).

     Los panteístas europeos,
convencidos de que las instituciones consideradas como
depositarias de la Revelación carecían de fuerza,
de verdad y de conocimiento
del Dios vivo, se volvieron hacia la Creación en
busca de éste. De ahí su religión de la
naturaleza, basada en la hermandad de todas las criaturas,
línea inaugurada por Francisco de Asís en el siglo
XIII–aunque Francisco creyera personalmente en la
Revelación cristiana–y desarrollada por numerosos
franciscanos investigadores de la naturaleza como Roger Bacon y
Ramón
Llull, y quienes, como Guillermo de Ockham, plantearon la
separación entre filosofía y teología. Dicha
separación tuvo la misma causa, entre otras conocidas.

     Pero la ley natural
actúa. Sólo la voluntad humana, empeñada en
autoesclavizarse y no ejercer la libertad que el Supremo
Principio, la Madre Naturaleza ha concedido, puede tergiversarla.
Ella inclina al bien revertido en la Caridad hacia el
prójimo, que no queda sin recompensa por una ley de
justicia universal. El rey palomo se dirige al reo de este modo:
"Hombre: entre nosotros jamás es perdido hacer buenas
acciones; por
ésto, si por ser hombre merecías morir, aunque
sólo sea para expiar el delito de haber nacido
(26),
ahora el Senado te otorga la vida. Bien puedes agradecer
así las luces con que la Naturaleza iluminó tu
espíritu haciéndote presentir en nosotros la
razón que tú no eras capaz de conocer. Anda pues en
paz; ve con Dios y vive dichoso"(Cyrano, 1960:177).

     La frase subrayada remite a uno
de los dilemas religiosos más agudos de la Europa del
siglo XVII: el mal radical en el hombre, fundamento de la
teología protestante. En plena época de contienda
entre Reforma y Contrarreforma, cobra una importancia crucial la
idea del nacer como culpa, arraigada en la doctrina paulina. En
la Carta de
Pablo a los Romanos, se formula así: "porque no hago el
bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago"(7, 19).
Pero también se afirma que los hombres pueden y deben
mostrar "la obra de la Ley escrita en sus corazones"(2, 15). Un
análisis especial mostraría hasta qué punto
dicha Carta a los
Romanos influye en el pensamiento de Cyrano, como influyó,
por ejemplo, en Calderón de la Barca, y los discursos del
tribunal de los pájaros y del rey Palomo lo muestran.

     Cyrano, lo que hoy
llamaríamos un librepensador, se debate entre
el panteísmo neoplatónico, el racionalismo
cartesiano, que introduce en torno a la fe una
gran interrogante y la influencia de las polémicas en
torno a la condición humana procedentes de la Reforma
protestante, en un momento en el que el Calvinismo, la forma del
Protestantismo más extendida en Francia, había sido
fuertemente reprimido.

     Todos estos factores, subrayados
por L. Févre en su libro sobre el tema(27), han de ser
tomados en cuenta a la hora de sopesar las valoraciones de
Cyrano. En su más íntimo ser hay un hombre
religioso, un místico de la naturaleza revestido con toda
la dureza y contundencia de los argumentos del racionalismo y de
la ironía socrática, llevada hasta lo carnavalesco.
Que esta religiosidad no discurriese por los cauces doctrinales
más ortodoxos resulta perfectamente explicable, como en
muchos de sus contemporáneos. Aún no había
estallado en Europa la crisis de valores que en
el siglo XVIII condujo al escepticismo religioso y al
ateísmo, especialmente aguda en Francia y que Leibniz
previó con tanta agudeza en los primeros años de
dicho siglo(28).

     Los pájaros expresan
entonces la parte más pura del universo, el aspecto que el
alma posee en común con Dios y están más
cerca de El, como también Francisco de Asís
predicaba a las aves cuando los hombres, corrompidos por el mal,
no querían oir hablar de Dios. No es un secreto para nadie
la enorme influencia que las actitudes religiosas, en especial
las místicas, provenientes del Islam–también del
Judaísmo, en especial de la Kabbalah, pero se trata de
otro tema(29)–tuvieron en la transformación del
sentimiento religioso y las actitudes hacia la vida espiritual y
las instituciones religiosas en Europa desde la Edad Media, pero
con mayor énfasis en los inicios de la Modernidad(30).

     Hay una notable similitud, si
bien no va más allá, entre la actitud del
incrédulo o librepensador, que duda de la accesibilidad y
hasta de la existencia de Dios, y la del místico, que sabe
que Dios se encuentra más allá de todo lo pensable,
perceptible y accesible, y que el encuentro con El supone al
camino de la negación radical de sí, de la muerte
en vida corporal y la consiguiente apertura hacia una vida
más verdadera, que en rigor no podría llamarse vida
pues se trata de algo diferente.

     El místico sabe
también que nombrar a Dios también significa algo
carente de verdad, por cuanto lo nombrado existe más
allá de todo nombre y de toda representación
correspondiente a un nombre. No por gusto los grandes
místicos han sido a menudo sospechosos de herejía o
de algo peor en su tiempo. Una de las corrientes místicas
más singulares y controvertidas en la Europa de Cyrano fue
la fundada por Miguel de Molinos. El molinismo, heredero
también de la mística islámica, fue
perseguido y prohibido en la España del
siglo XVII, su lugar de origen, pero la Guía
espiritual
se conoció durante mucho tiempo en su
versión francesa(31). Un tema interesante sería
profundizar en posibles nexos entre Cyrano y Molinos y a
través de éste, con la mística
islámica, pues la España musulmana, viva aún
en gran medida pese a represiones y persecuciones, había
sido uno de los puentes más firmes entre Oriente y
Occidente,también por supuesto en el plano de las
ideas.

     Así pues, Attar y Cyrano
se hermanan curiosamente en el viaje hacia formas de vida
superiores y más bellas, en las verdades enunciadas por
los pájaros, en la lección metafísica
y vital que ofrecen al hombre, en el poder del amor y de la
Gracia, aunque los conciban de distinta manera. El precisar los
detalles de este conjunto constituye indudable materia de
otro trabajo.

     La evidente dulzura del
místico persa y la ironía, a veces amarga del
estudioso y aventurero francés tienen un punto
común: el amor. Pues a veces las críticas
aparentemente más despiadadas, la exaltación de los
aspectos ridículos de la vida tienen como base la
desesperación por el amor. Casos como el de
Moliére, en la Francia de Cyrano, dan fe de ello. Cyrano
podría entonces suscribir la frase de Attar con la que
queremos concluir estas reflexiones: "No leas mi libro como una
producción poética o de magia, sino
léelo como algo relacionado con el amor."

Bilbao, 1995-E.U., 1999

NOTAS

     (1)

Nuestra época ha conocido y conoce dolorosas
divisiones y enfrentamientos entre grupos y pueblos cuya
tradición religiosa corresponde a las Religiones del
Libro. Este trabajo, presentado en el Congreso sobre la vida y
obra de Farid Uddin Attar, celebrado en Nishabur (Irán)
en 1995, y actualizado en 1999, pretende lanzar un modesto
llamado al amor, la unión y la comprensión. Que
así sea.

     (2) Este trabajo, sobre el
Mantic Uttair de Farid Uddin Attar y la Historia
cómica o Estados e Imperios del Sol
, de Cyrano de

     Bergerac, en particular la
reunión de los pájaros incluída en ella, se
ha basado en las siguientes ediciones: (Attar, 1985),
cotejado con (Attar, 1857) y con (Attar, 1984). La
bibliografía
fundamental empleada sobre Attar y el sufismo, y sobre Cyrano de
Bergerac y su época aparece al final del trabajo. El
interés en destacar los fundamentos medulares comunes a
las principales religiones, sobre todo a las del Libro, ha sido
una de nuestras fuentes de
inspiración para este trabajo, de evidente raíz
eranosiana.

     (3) Resultado de estos trabajos
fue la Collection Orientale, publicada a partir de 1836,
bajo la dirección de S. de Sacy, Burnoeuf, Fauriel y
Quatreme, con la colaboración de otros especialistas
(Cfr.: Saïd,1979:123-148). Tratamos ésto
más ampliamente en: (Rensoli,1999:9-31).

     (4) Cfr.:
(Ginsburgh,1995); (Idel,1989:Ch.I);
(Chittick,1989: Ch.2, 6, 16); (Nasr,1993:Ch.2).

     (5)
Cfr.:(Idel,1990:207-210,251-254,291-292).

     (6)
Cfr.:(Fulcanelli,1969: 380 ss)

     (7) Cfr.:
(Bloch,1925:Vorwort)

     (8) Cfr:
(Fulcanelli,1969:107-108).

     (9) Cfr.: (Jung,1957);
(Rabinovich,1978 y 1980); (Eliade, 1979);
(Sarton,1960); (Rensoli,1984 y 1990).

     (10) Antes que Attar emplearon
dicho símbolo grandes figuras como Avicena y Sanai. Cfr.:
(Suhrawardi,1982:Ch.I y VIII).

     (11) Cfr.: (La
Biblia,
1990): Esdr. 7, 10; Salmos, 37, 31; 40, 8; 96-98; 104;
148, 149, 150; Is. 57, 7; Rom.,2, 14-15; Mt., 6, 23; Lc., 11, 35,
entre otros pasajes; (El Corán,1994): Suras 51, 21;
10, 101; 39, 7-8; 30, 39-45; 16, 79-82.

     (12) Es la Gracia la que conduce
al elegido a buscar, por las vías adecuadas, la
Unión. Cfr.: Corán,1994): Sura 20, 114;
(Watt,1995:27); (Fakhry,1997:73 ss).Es la Gracia la
que conduce al elegido a buscar, por las vías adecuadas,
la Unión. Cfr.: Corán,1994): Sura 20, 114;
(Watt,1995:27); (Fakhry,1997:73 ss).

     (13) No deben olvidarse las
inclinaciones al monoteísmo unitario egipcio de relevantes
figuras de inicios de la modernidad como Giordano Bruno. Cfr.:
(Yates,1991:2, 21ss, 367-397, 431 n);
(Mendoza,1995:171, 175).

     (14) Debe recordarse que las
Religiones del Libro penetran en China en el S. VII d.C., durante
el gobierno del
Emperador T'aitsong (627-649), de la dinastía T'ang,
aunque en este caso se cita un Hadith del Profeta, como arriba se
apuntaba.

     (15) Cfr.: (Bajtin,1986).
Se amplía esta idea en: (Bajtin,1984).

     (16) Tal cosa sucedía
aún, en el siglo XVII. En Kircher,1670, se recogen
en ocasiones fábulas sin fundamento en torno a China, sus
religiones, fenómenos y costumbres. Cfr.:
(Zacher,1973); (Widmaier,1990). Cyrano emplea
muchas de ellas en las descripciones incluídas en la obra
aquí estudiada pero las refiere al sol. Tratamos
ésto en el prefacio a: Leibniz: Discurso sobre la
teología natural de los chinos
(en proceso de
publicación).

     (17) (Cfr.: Voragine,
1990:cap. CLXXXVI). Leibniz se refiere a ello en la obra arriba
mencionada.

     (18) Podrían mezclarse en
su origen tradiciones paganas y también provenientes de la
Kabbalah judía, en cuya teoría
del Guilgul o reencarnación se contempla la
posibilidad de que las almas purguen ciertos pecados reencarnando
en cuerpos de animales. Cfr.: (Scholem,1996:306-309);
Scholem,1974:344-350); (Silberman,1998:Ch.3).

     (19) Nos centraremos en el
acápite "Donde se trata la historia de los pájaros"
(Cyrano,1960:159 ss).

     (20) Cfr.:
(Huizinga,1957). Sobre estos aspectos insisten:
(Cox,1983), (Eliade,1983).

     (21) Cfr.: (Grua,1985:164
ss).

     (22) Cfr.: (Grua,1985:164
ss).

     (23) Cfr.: (Schimmel,
1994:65)

     (24) Cfr.: (Brun,1893:343
ss); (Cenerini,1981:9-25); (Lefévre,1927);
(Lanius,1967:45 ss). Sobre las doctrinas heterodoxas y
mágicas hasta la época de Cyrano y el siglo XVIII
se insiste en: (Le Brun,1732).

     (25) Cfr.: (Hadrat "Abd
al-Qadir al-Jilani
,1994:Ch. 9); (Izutsu,1994:87
ss).

     (26) La cursiva es nuestra.

     (27) Cfr.:
(Févre,1962); véanse además:
(Lebegue,1948); (Berry,1979);
(Krailsheimer,1963); (Lazard,1979);
(Defaux,1973).

     (28) Cfr.:
(Leibniz,1988:IV,XVI,4).

     (29) Cfr.:
(Scholem,1987:12-18,180-187,365-414); (Scholem,
1996:101-140).

     (30) Cfr.:
(Saïd,1979:56-83).

     (31) Cfr.: (Menéndez y
Pelayo
,1945:V,5º,I).

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Autor:

Lourdes Rensoli Laliga

http://solotxt.brinkster.net/tabularium/rensoli.htm

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