El sello geográfico del territorio griego se
caracteriza por la variedad en su geo-morfología, motivo por el cual, en la
época antigua y bizantina, los monumentos sacrosantos
ocupaban los sitios más bellos (1). Es conocida la
sensibilidad de los griegos para la elección del lugar
adecuado de implantación de sus edificios, el cual,
provocará en el hombre
predisposición de elevación y misticismo(2).
«… Topográficamente Grecia
está constituida por una notoria variedad de paisajes.
Cada uno está claramente definido. La intensa luz solar y el
aire puro
contribuye a la insólita presencia de las
formas…» (3)
En la antigua Grecia, antes de erigir un templo,
construían altares al aire libre en lugares ideales, a
partir de los cuales, todo el lugar sagrado podía ser
visible (4). En la época bizantina, los monasterios se
construían en lugares en donde vivía el fundador
del monasterio o muy cerca de la gruta donde moraba como
monje.
En la época Bizantina, la vista constituía un
tema muy importante para la arquitectura (5).
Sin embargo, lo fundamental para la comunidad
monástica cenobítica, era el discernimiento
espiritual en la elección del lugar para el ejercicio
monástico (6). Ciertamente, los monasterios se
hacían exteriormente cerrados e
«introvertidos», volcados hacia adentro, es decir,
«mirando hacia el interior» pero sin que la vista
dejara de ocupar un lugar significativo. Su arquitectura del modo
como se plasma volumétricamente procede de una
recíproca adaptación e interrelación
edificio- terreno dando como resultado un sistema
orgánico-plástico,
de acuerdo con el cual, el monasterio no agrede
volumétricamente el paisaje circundante. La creativa y
armoniosa
combinación (7), con la cual los monasterios se incorporan
al medio ambiente
es el resultado de la sensibilidad y del respeto a la
naturaleza por
parte de los arquitectos y fundadores.
Cuanto más ascética se hace la comunidad tanto
más se aísla y se aleja instalándose en lo
alto de las montañas. El curso de esta espiritualidad
monástica es la búsqueda de la
«IIuminación del corazón», de la «Divina
Gracia», del «conocimiento
de Dios», y de la «Transformación de
los seres y de las cosas»(8) es decir, la unión
entre el cielo y la tierra.
«… La unión del cielo y la tierra
establece el punto de partida para la diferenciación de
las cosas. Así, las montañas pertenecen a la tierra
pero se elevan hacia el cielo. Son altas, están cerca del
cielo, es el lugar de encuentro en donde los dos elementos
fundamentales coexisten…» (9)
Durante el período bizantino y postbizantino,
generalmente, la ubicación de los monasterios es del tipo
montañosa, por dos razones:
a) Puesto que la naturaleza de Grecia es en gran parte
montañosa y,
b) Porque la vida monástica requiere del aislamiento y
la soledad para resguardar el silencio y el retiro espiritual,
además, de las razones de protección en contra de
los saqueos y del alejamiento de la vida mundana.
Las tres «columnas» de la forma monacal en el
espacio ortodoxo griego, se conectan fundamentalmente con el modo
de implantación en el contexto físico de los
monasterios y está determinada por el carácter de la práctica cenobial y,
son los siguientes:
·
Monte Athos en Macedonia de clara organización cenobial regular,
·
Meteora en Thesalía cenobio con tendencia al
ascetismo,
·
Gortynía en el Peloponeso cenobio con carácter
ascético o comunidad ascética.
Ciertamente, existen otros complejos monacales diseminados por
todo el territorio griego, donde adoptan o se desarrolla uno de
estos tres modelos
monacales correspondientes a la inclinación cenobitica de
los grupos de monjes,
la cual, siguiendo una tendencia espiritual se identifica con las
características del medio ambiente
natural (10). Por lo general, la mayoría de los
monasterios del espacio griego conservan el sistema
monástico de tipo regular cenobítico. Sin embargo,
el tipo monástico-cenobial de Meteora resulta una
excepción tanto en el espacio griego como en la misma
arquitectura monástica, puesto que, la topografía donde se implantan los
monasterios es única, con forma de un «gigantesco
bosque de piedras» situándose los mismos en la cima
de los picos montañosos con un carácter peculiar,
por tratarse de un monaquismo con tendencia al ascetismo.
Podríamos decir que el sistema monasterial cristiano es
el resultado de la interacción de dos potencias, la materia y el
espíritu. Tanto en occidente como en oriente cada
monasterio tiene su propio carácter y su propia
fisonomía, dando a conocer de este modo y,
correspondientemente el carácter cenobial del grupo de
monjes que lo construyeron. Los factores que determinan
esencialmente el carácter morfológico del
monasterio ortodoxo griego son: primero, las particularidades del
lugar (site) en donde se implanta el monasterio; segundo, la
relación que tiene el lugar de implantación con el
paisaje (landscape), el cual forma parte del monasterio y,
tercero, las características topográficas
conjuntamente con las condiciones climatológicas. Por otro
lado, la fisonomía morfológica de los grupos
monasteriales se caracteriza como la expresión
arquitectónica creada por el espíritu de los
fundadores y de los arquitectos monjes o laicos.
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