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Acerca del mundo "visual" del ciego (página 2)



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Veamos ahora, algunos ejemplos que nos permitan tomar alguna
posición en relación a la posibilidad o
imposibilidad de la construcción del espacio en ciegos
congénitos.

Recordemos a aquel joven paciente de Cheselden que luego de
ser operado de cataratas no distinguió por mucho tiempo
tamaños, distancias, situaciones, ni siquiera figuras,
razón por el cual el joven anduvo a ciegas durante dos
meses. Dos siglos más tarde, todos los pacientes descritos
en la literatura
sobre el tema se han encontrado, tras la operación, con
grandes dificultades a la hora de percibir el espacio y la
distancia, dificultades que se prolongaron meses e incluso
años.

Veamos ahora algunos testimonios relatados por Oliver Sacks.
Se trata de tres pacientes nacidos ciegos y que luego de haber
vivido, aproximadamente 50 años de sus vidas como ciegos,
fueron operados logrando ver. Al poco tiempo de ser operado un
paciente es llevado por su neurólogo al Museo de la Ciencia de
Londres para que viera una magnífica colección: El
episodio más interesante fue su reacción ante una
pieza exhibida en una vitrina de cristal especial. Le pidieron
que diga qué había en ella. Fue incapaz de decir
nada. A continuación pidieron al guarda del museo que
abriera la vitrina y al paciente se le permitió tocar la
pieza. El resultado fue asombroso. La recorrió
ávidamente con los dedos, cerrando los ojos. A
continuación retrocedió un poco, abrió los
ojos y dijo: "Ahora que la he tocado, puedo verla".

Otro paciente relata que cuando le quitaron los vendajes
oyó una voz delante de él: se volvió hacia
la fuente del sonido y vio una
"mancha". Comprendió que debía de ser una cara.
Parecía convencido de que no habría sabido que eso
era una cara de no haber oído
previamente la voz y de no haber sabido que las voces
procedían de las caras.

Durante esas primeras semanas siguientes a la operación
no percibía la profundidad ni la distancia, las luces de
las calles eran manchas luminosas pegadas a los cristales de las
ventanas, y los pasillos del hospital, agujeros negros. Cuando
cruzaba la calle el tráfico lo aterraba, incluso cuando
iba acompañado. Este paciente decía que antes de la
operación tenía una idea completamente distinta del
espacio y sabía que un objeto podía ocupar
sólo un lugar identificable al tacto. Sabía
también que si había un obstáculo o un
escalón, este obstáculo acaecía
después de cierto período de tiempo, al cual
él estaba acostumbrado. Tras la operación,
después de muchos meses, ya no pudo coordinar las
sensaciones visuales con la velocidad de
su paso. Tenía que coordinar tanto su visión como
el tiempo necesario para cubrir la distancia, cosa que encontraba
muy difícil. Si el paso era demasiado lento o demasiado
rápido, tropezaba.

Lacan nos recuerda que en la misma época en que la
meditación cartesiana inaugura en su pureza la función
del sujeto se desarrolla una dimensión de la óptica,
que para distinguirla llamó geometral. Y es de esta
dimensión geometral de la que nos hemos ocupado
ampliamente. Esta construcción pasa completamente por alto
lo que está en juego en la
visión. Pues el espacio geometral de la visión
-aún incluyendo en él las partes imaginarias del
espacio virtual-, un ciego lo puede perfectamente, reconstruir,
imaginar. Entonces, existe cierta óptica que pasa por alto
lo propio de la visión. Es una óptica que
está al alcance de los ciegos. Hemos intentado demostrar
hasta qué punto el ciego es capaz de dar cuenta, de
reconstruir, imaginar, todo cuanto del espacio nos procura la
visión. La perspectiva geometral es asunto de
demarcación del espacio, no de la vista. Hemos visto
posiciones diferentes, adherimos, la experiencia nos da sobradas
pruebas de
ello, a aquella posición que sostiene que el ciego puede
perfectamente concebir que el campo del espacio que él
conoce, puede ser percibido a distancia y de manera
simultánea. Le basta aprehender una función
temporal: la instantaneidad. Hemos llevado las cosas al extremo,
ver cómo imagina y construye el espacio el ciego
congénito para comprobar, tal como nos anuncia Lacan, que
la dimensión geometral nos permite vislumbrar cómo
el sujeto está atrapado, capturado en el campo de la
visión.

Publicado en revista Psyche
Navegante Nº 75 / Diciembre de 2006.

www.psyche-navegante.com

 

 

Autor:

Cristina Oyarzábal

Profesora de ciegos y licenciada en Ciencias de
la
Educación. Master en Psicoanálisis. Coordina el Servicio de
Apoyo Educativo de la Biblioteca
Argentina para Ciegos.

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