México es un país subdesarrollado, en el sentido
de que produce, se comunica, se transporta, se cura y se mata con
equipos, radiofonía, vehículos, medicinas y
armamento inventados en el Primer Mundo. Por supuesto que este
analfabetismo
científico nos hunde en la desocupación, miseria económica,
corrupción y dependencia, pues en el mundo
ya no queda mucho por hacer que no dependa directa o
indirectamente de la ciencia y
la tecnología. Pero como todo analfabeta
científico, México
tiene un problema adicional que es incluso más grave que
su falta de ciencia.
Cuando a un pueblo le faltan alimentos,
medicinas, agua, sus
miembros son los primeros en señalar con toda
corrección cuál es el déficit; sin embargo,
cuando le falta ciencia no está capacitado siquiera para
comprender qué haría con ella en caso de tenerla:
el analfabetismo científico es invisible para el
analfabeta científico.
Sería superfluo y anacrónico
que insistiéramos en que todos los habitantes de
México deben saber leer y escribir, porque en pleno siglo
XXI un pueblo analfabeta es inviable. Curiosamente, cuesta hacer
entrar en la cabeza de nuestra sociedad, y
sobre todo de nuestros funcionarios, que hoy sucede exactamente
lo mismo con el analfabetismo científico: un pueblo con el
grado de analfabetismo científico que tiene México
no es viable, al menos no en el sentido global en el que hoy se
concibe. Lo grave es que ni siquiera nuestras universidades
advierten el problema. Ahí siguen, contentándose
con formar investigadores –en el mejor de los casos–
y luego, por supuesto, no saben qué hacer con ellos, pues
para nuestro país representamos una carga, un
malgasto.
Nosotros mismos, los miembros del Consejo
Consultivo de Ciencia (CCC) somos los primeros culpables, porque
hemos asistido impávidos a que se ignoraran nuestras
críticas y sugerencias a los proyectos de
leyes sobre la
ciencia que el ejecutivo nos envió en su momento; porque
nos pareció aceptable que un funcionario sin ningún
conocimiento
de qué es la ciencia, nos volviera a perorar la consabida
barrabasada sobre "ciencia básica" / "ciencia aplicada";
porque siendo lo más granado de la ciencia mexicana
asistimos pasivamente a que primero se desvirtuaran las
cátedras patrimoniales (ya no fueron vitalicias, ya no se
las proveyó de algún fondo automático para
llevar a cabo absolutamente nada) y luego, sin más, las
dieran por acabadas. Ni más ni menos que Leopoldo Zea dijo
en aquella oportunidad:
Yo tengo casi 91 años, no estoy defendiendo mi futuro,
porque no me queda mucho, pero ¿está usted seguro (se
dirigía al ingeniero Parada, director del conacyt que
presidía en ese momento la reunión) de que un
país de 100 millones de habitantes puede prescindir del
consejo de sus 30 – 40 sabios más destacados?
¡Cómo puede ser que nosotros,
miembros del CCC, siempre nos hemos quejado de que los
gobernantes "no nos quieren", "no nos apoyan", sin percatarnos de
que no es maldad, sino que simplemente son de un analfabetismo
científico comparable al de Chespirito!
Para reivindicarnos, debemos ser nosotros
mismos, los miembros del CCC, quienes demostremos que la ciencia
sí tiene cosas que aconsejar y hacer.
Los consejos que doy a continuación
deberían ser independientes de quién
resultará elegido el 2 de julio próximo. No
requieren tanto de fondos cuantiosos, sino de sensatez
impostergable. Demostremos que, al no esperar nada de nosotros,
eran los funcionarios analfabetas quienes estaban equivocados. No
volvamos a confirmar su opinión.
. LOS PROYECTOS DEBEN SER UN "ADEMÁS DE", Y NO UN "EN
VEZ DE"
Cada vez que cambia el gobierno, se
entroniza a un nuevo Zar de la Ciencia, que acostumbra
enunciar las cosas que apoyará, proyectos a los que
dedicará su mayor esfuerzo. Los científicos nos
ponemos a temblar, porque sabemos que lo financiará
mediante la interrupción de proyectos serios que ya
están en marcha. Ningún nuevo proyecto nacional
es un además de, sino un en vez de. Es el reino de la
improvisación, la ineficiencia y el despilfarro. Implica
además una profunda falta de respeto por
el trabajo de
nuestros científicos que venían dedicando esfuerzos
y dinero a lo
largo de años a una tarea que ahora se desvirtúa,
para mostrar que el nuevo Zar de la Ciencia es un tipo
creativo e independiente de funcionarios anteriores.
. ESTAMOS INMERSOS EN UN AUTORITARISMO INEFICAZ Y
ÉTICAMENTE CENSURABLE
En un sistema
autoritario piensa sólo un cerebro: el del
jefe. En cambio en un
sistema democrático se pueden conectar en paralelo todos
los cerebros de la comunidad. El
conjunto de personas que autocensuran su propio cerebro para
obedecer al de la autoridad, no
se llama sociedad, se llama masa. El CCC debe diseñar y
encabezar una campaña para convertir esa masa en ciudadanía. Por lo menos dentro del mundo y
las instituciones
científicas.
. RECUPERAR LA CALIDAD
CIENTÍFICA Y ACABAR CON LA COSTUMBRE DE REGIRNOS POR
NORMAS
SURGIDAS NO DE LA CIENCIA, SINO DEL ÁMBITO
ADMINISTRATIVO
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