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Cosas a tener en cuenta en política científica (página 2)



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Hoy nuestros científicos no trabajan con base en los
conocimientos de sus campos, criterios epistemológicos y
sociología profesional propia de sus
disciplinas, porque están forzados a cumplir normas que surgen
de criterios administrativos. Si revisamos las trayectorias de
cualquier sabio de la historia, desde Galileo
hasta Newton y desde
Pasteur hasta Einstein, resultará obvio que jamás
dibujan una recta continua. La producción regular, continua, sin saltos
significativos, es propia de la chatura productiva de calzados y
ventiladores, no de disciplinas caracterizadas, justamente, por
la originalidad, el descubrimiento y la innovación inesperada y abrupta. La
burocracia
simplemente mutila la labor de nuestros sabios y los obliga a
humillarse explicando "Qué va a hacer en el segundo
trimestre del tercer año". Deben adoptarse formas de
evaluación, tanto de la persona del
investigador, como de su labor, acordes con la naturaleza de
la ciencia, no
de las necesidades de administrativos, contadores y otras
especies burocráticas.

    La labor científica es producto de
toda una cadena social, en la que hoy nuestros científicos
no son más que un eslabón desde el que no controlan
absolutamente nada, puesto que los contratos
laborales, la erogación de presupuestos,
las tareas administrativas, la provisión de insumos, el
desarrollo de
infraestructura, están dictados por funcionarios que dan
diariamente sobradas muestras de no tener la menor idea de
qué es la ciencia, y que
por lo tanto trabajan a espaldas de los investigadores.

    Se debe escuchar a nuestros máximos
hombres y mujeres de ciencia volviendo a sacar de la ignorancia y
el olvido burocrático al Consejo Consultivo de Ciencia,
enseñando a nuestros altos funcionarios de Estado
cuál es el papel de la ciencia en el funcionamiento de una
sociedad del
siglo XXI.

    Se deben crear comités del
más alto nivel científico, incluyendo si es
necesario a árbitros internacionales, para evaluar el
propósito, destino y estado actual de instituciones
que fueron creadas –arrebatando grandes sumas del presupuesto
científico– por caciques que en su momento se
aprovecharon de un circunstancial poder
político. Debe establecerse hasta qué punto se
adecuan al propósito para el que fueron fundadas.

    Se debe revisar la pertinencia de programas de
doctorado diseñados con el sólo propósito de
satisfacer un requerimiento de instituciones extranjeras del
ámbito de las finanzas, pero
que han desvirtuado la naturaleza y seriedad de un doctorado.

. RECUPERACIÓN DE LA INFRAESTRUCTURA CIENTÍFICA
Y CAPACITACIÓN DEL PERSONAL DE
APOYO

El personal de apoyo no debe seguir siendo una suerte de
servidumbre científica. Se trata de personas con dos manos
y un cerebro que debe
ser respetado, entrenado, regido por las necesidades de la
ciencia, y no de un contrato firmado
a espaldas de los investigadores, por funcionarios
administrativos y líderes sindicales que han ido cambiando
la calidad de su
tarea, por dádivas laborales que ni satisfacen la labor
científica, ni permiten alcanzar una ciencia de calidad,
ni los ha llevado a un bienestar. Se debe desarrollar una forma
de evaluación, entrenamiento y
remuneración que permita el desarrollo de una comunidad
realmente útil a la ciencia y, sobre todo, que permita
ascender a quien se prepare con tesón, demuestre responsabilidad y tenga aptitudes para ascender
tan alto como su capacidad le permita.

    Por más de dos décadas se le
ha venido cambiando a nuestro personal el reconocimiento,
salario y
oportunidad, por larguísimas vacaciones, días
económicos, celebración de festividades, horario
elástico, que han destrozado la tarea de investigar. Hoy
en día el holgazán y el irresponsable tiene su
posición asegurada, y en cambio el que
tiene y desarrolla sus aptitudes no tiene mayores
oportunidades.

. DEBE INSTITUIRSE CUANTO ANTES UN CRÉDITO
CIENTÍFICO

Yo puedo comprar camisas, libros, viajar
por Egipto con mi
tarjeta de crédito. En cambio, después de
trabajar cuarenta años en investigación científica, publicado
cientos de artículos, formado docenas de
científicos, recibido muchos miles de citas, no puedo
contar con un crédito para trabajar un año
más. Cada vez debo especificar cómo me llamo,
dónde y en qué año me recibí,
cuánto mide mi laboratorio,
qué trabajos publiqué, demostrar que sé usar
un método que
yo mismo inventé –medir proteínas–, y agendar todo eso
trimestre por trimestre, para que otro colega pierda su tiempo
evaluando mi solicitud, como yo lo perdí al escribirla.
¿No podríamos acordar año con año una
suma que surja de la extrapolación simple y directa de lo
que vengo gastando? Si de pronto necesito un aparato un tanto
más caro, o deseo hacer algo que se sale del presupuesto,
entonces sí, que se me exija una solicitud ad
hoc
. No estoy proponiendo que se me regale el dinero,
sino simplemente que en virtud de que jamás he dejado de
hacer lo prometido, se me permita rendir cuentas a
posteriori. Hoy los investigadores no tenemos autonomía ni
para conchabar a un colaborador que quiere hacer la
maestría con nosotros. Todo tiene que estar mediado por
una burocracia oligofrénica, ineficiente y costosísima, como si se tratara de prevenir
delitos que la
comunidad
científica jamás ha cometido.

    Los analfabetas científicos a
quienes comenté la necesidad de este crédito, del
que gozan los empresarios, las amas de casa para comprar
lavarropas, me han dicho que se trataría de un
"privilegio". Esto denota, una vez más, que en México la
ciencia no es una necesidad, sino algo superfluo, una gracia que
se otorga. En el CCC debemos esforzarnos en cambiar esta cultura
incompatible con la ciencia, y propender a otra que integre
el
conocimiento al funcionamiento de la sociedad.

. CAMPAÑA NACIONAL CONTRA EL ANALFABETISMO
CIENTÍFICO, SOBRE TODO EL DE ESTADO

Nuestra formación
de maestros y doctores se ha desvirtuado. No estamos formando
científicos, sino jóvenes capaces de producir un
número de artículos sobre un campo asaz estrecho, y
que de ninguna manera pueden ocultar que no se les ha brindado la
menor enseñanza sobre la naturaleza de la
ciencia. Es necesario establecer cursos intensivos sobre la
ciencia, su naturaleza y su relación con la sociedad.

    Paralelamente, nuestros funcionarios no son
intrínsecamente perversos, sino que no tienen la menor
idea de la naturaleza de la ciencia ni de su papel en el
desarrollo y funcionamiento de una sociedad moderna. Nadie los ha
capacitado. La formación de funcionarios no incluye su
capacitación para laborar en instituciones
científicas. Los cursos intensivos a que se refiere el
párrafo
anterior, deben adecuarse para capacitar a los funcionarios que
se necesitan para hacer funcionar el aparato científico
nacional.

    Luchar contra el analfabetismo
científico no implica denostar ni perjudicar a nadie, como
una lucha contra el analfabetismo común, lo que propongo
no pasaría por castigar a nuestros jóvenes y
adultos, sino en reconocer sus carencias, respetarlos y educarlos
acelerada, profunda y responsablemente.

    Antes de acceder a un cargo en cualquier
institución que tenga que ver con la ciencia, el
funcionario debería aprobar un curso de
capacitación, para acabar con el empleado que ha pasado a
trabajar en el desarrollo de una ciencia nacional sin otra
justificación ni conocimiento
que necesitar un salario.

. EL GASTO EN PATENTES Y ASESORÍA DE EXPERTOS
EXTRANJEROS, SEÑALA CON TODA EXACTITUD EL TIPO Y MAGNITUD
DE LA NECESIDAD DE CIENTÍFICOS NACIONALES

El conocimiento importado, ya sea el que adopta la forma de
pago de patentes, u honorarios de asesores y expertos
extranjeros, deberá pagar un cierto impuesto
proporcional, que permita a nuestras casas de estudio ponerse a
desarrollar substitutos locales.

    Los proyectos de
empresas que
reciban fondos nacionales para el desarrollo de investigación deberán contar con la
aprobación de comités científicos, para
asegurar que no llamarán "investigación" a un
rutinario control de
calidad, ni recolección
de datos triviales que no implican la menor originalidad ni
aporte científico.

    Se debe propender a que las empresas
transnacionales inviertan en la
investigación en México una suma proporcional a
la magnitud de su mercado. Se debe
acabar con empresas que tienen un mercado mucho mayor en
México que en el país en que asienta su casa
matriz, pero
sólo desarrollan la ciencia allá.

. FUNDACIÓN DE UN INSTITUTO QUE CREE VELOZMENTE
INSTITUTOS VIRTUALES PARA APOYAR A LAS EMPRESAS (IVAE)

Hoy la
comunicación a través de telefonía, internet, intercambios
temporales de personal, han dejado sin justificación la
práctica de crear institutos ad hoc, que toman
tres o cuatro años desde la compra del terreno, construcción de edificios, contrato de
personal científico y de apoyo, equipamiento, hasta que se
ponen en condiciones de operar. Esa práctica tiene un
doble inconveniente. Por un lado es lenta, pues para cuando
están a punto de funcionar ya han pasado años, y
por otro, expolia de científicos a las universidades. Se
podría agregar que aun cuando se resuelva el problema para
el que fueron creadas, acabada la urgencia quedan como costosos
elefantes blancos atestados de personal y equipos
desaprovechados.

    El IVAE podrá convocar, casi
instantáneamente, a científicos de todo el
país, de las disciplinas que sea, para participar en la
solución del problema para el que los requiere. Sin
abandonar sus cargos en las universidades, estos investigadores
comunicarán sus requerimientos para participar (personal,
equipos, computadoras,
instalaciones, presupuesto). Una vez reunida esta información, el IVAE contactará a
la empresa que
requirió sus servicios, y
le expondrá los requerimientos de los científicos.
Adviértase que un profesor
inteligente, creativo, sagaz podrá ir creando en su propia
universidad un
grupo de
expertos, muy bien equipados y financiados, gracias a su
participación en diversas convocatorias del ivae.

. CREACIÓN DE UN INSTITUTO NACIONAL QUE REVISE
CONTINUAMENTE LA "SALUD EMPRESARIAL"

La función de
este Instituto Nacional sería la de tratar de detectar y
asesorar a aquellas empresas que no estén al tanto de que
se han ido introduciendo procedimientos,
materiales y
equipos más modernos, más eficientes, que los que
usan actualmente. Cuando se introduce un nuevo medicamento, un
nuevo equipo de diagnóstico y tratamiento, son los
innovadores quienes dedican sus esfuerzos a instruir a los
médicos y pacientes para que se pongan en condiciones de
utilizarlos. Análogamente, un empresario
medio no suele estar al tanto de los desarrollos
científico-técnicos que van surgiendo en el mundo,
y que pueden mejorar su empresa. No puede
estar suscripto a decenas de revistas internacionales
especializadas, ni siempre está capacitado para leer
artículos originales.

. CAMPAÑA NACIONAL CONTRA LA CONTAMINACIÓN
COGNITIVA

Hoy tenemos entidades que miden constantemente la calidad del
aire, del
agua, de los
alimentos, que
se cercioran de que la corrosión no está minando nuestros
oleoductos, destilerías. Informan sobre el contenido de
grasas y
colesterol de los alimentos para la población, el ganado y la agricultura.
Pero la
contaminación cognitiva, que confunde y embrutece a
nuestra población a través de programas
televisivos, radiales e impresos, que brindan interpretaciones
plagadas de prejuicios, tienen una libertad
absoluta para confundir a nuestra sociedad.

    Las universidades deben adiestrar a sus
alumnos en la detección de la mentira, el
engaño, el establecimiento de prácticas y
condiciones nocivas. Estos alumnos pueden ser estimulados
estableciendo concursos para premiar a los individuos y grupos que
analicen, caractericen y señalen "La Estupidez del
Año", "La Mentira de Mercado", e incluso "La
Práctica Nociva, Pero No Intencional" que afecte a la
población.

    Se deben organizar simposia y congresos
periódicos para que, sin descuidar sus tareas
específicas, nuestros profesores intercambien
información y experiencias en el cuidado de la salud
cognitiva de México.

    Estos grupos y equipos prestarán
especial atención al desarrollo de proyectos
pseudocientíficos, es decir, que sin dejar de causar
problemas
serios, no sean en realidad problemas científicos. Por
ejemplo, la desnutrición, el alcoholismo,
la
drogadicción, constituyen problemas muy serios. Pero
no se deben primariamente al desconocimiento del metabolismo
del etanol en el hígado, ni a la ignorancia de los
mecanismos neurales que distorsionan las
drogas.

    Otro problema, muy común en los
pueblos subdesarrollados, es la aparición de
pseudocientíficos que de pronto propalan tonterías
sobre "ciencia básica" versus "ciencia aplicada"
que, en total discrepancia con los criterios
epistemológicos y aun sociológicos con que funciona
la investigación, ignoran que una cuestión se
conoce o no se conoce, y que en este caso se debe aplicar
ciencia, de la única, de la mejor, para resolverlo. El
conocimiento no es como la información, que puede
almacenarse en bibliotecas y
computadoras. El conocimiento depende de la mente que conoce, y
tanto esa mente como los conocimientos que se necesitan son
productos de
la ciencia, a secas.

. REORIENTACIÓN Y PROMOCIÓN DE LA
DIVULGACIÓN DE LA CIENCIA

Es necesario promover una cultura nacional que sea compatible
con el desarrollo de la ciencia. Pero hoy las instituciones y
museos de la ciencia basan su actividad en el atraer sobre todo a
los jóvenes con ejemplos exóticos y vistosos que
dan la idea de que los laboratorios asemejan antiguos circos que
anunciaban en la entrada a La Mujer
Barbuda
, El Fakir, El Tragafuegos. Muchos
de nuestros museos de ciencia sueñan con convertirse en
Disneylandias. Es imprescindible y urgente difundir la idea de
que el científico no es un anteojudo exótico que se
entretiene y malgasta los fondos públicos en rarezas, sino
un estudioso que se esmera en encontrar regularidades de la
realidad, destilar leyes,
generalizar en forma sistemática sin apartarse de los
cánones epistemológicos.

    La ciencia no se caracteriza por lo que
sabe, sino por cómo lo sabe, de lo contrario, un
ayatolá, un sacerdote que sabe de televisión
a colores, viajes en
avión y teléfonos celulares, sería mejor
científico que un sabio del siglo XIX que
desconocía dichas cosas.

    Debemos divulgar para que nuestra sociedad
se entere de la naturaleza de la ciencia, su forma de conocer,
los principios que la
guían. Entretener jovencitos con efectos curiosos durante
un sábado no es hacer divulgación
científica.

    Para la ciencia, por ejemplo, la realidad
no es una cosa, sino un proceso que
evoluciona, se trate de galaxias, montañas, continentes,
especies biológicas, prácticas sociales, estructura del
Estado, estatuto de la mujer,
prácticas religiosas y creencias. Sin embargo estas ideas
centrales de la ciencia no se están divulgando, muchas
veces debido a que quienes divulgan tienen una formación
deficiente frecuentmente orientada al estudio de los medios para
divulgar (museos, televisión, revistas), pero no a la calidad
del contenido.

    Las anteriores son algunas de las acciones que
creo deberíamos emprender los miembros del Consejo
Consultivo de Ciencia y la comunidad académica para
contribuir seriamente al desarrollo de la ciencia en
México. Es fundamental que iniciemos ya una
discusión formal e impulsemos acciones que eliminen la
burocracia contable en que nos tiene atrapados el Estado, y
tomemos la dirección y el desarrollo de la ciencia en
nuestras manos.

N  O  T  A

1 Este texto fue
circulado por Internet entre la comunidad científica.
Elementos solictó al doctor Marcelino Cereijdo su
autorización para publicarlo, con el afán de
contribuir a la reflexión de los problemas que
atañen a la ciencia en México y tratar así,
sin ambages, de abrir un foro para la discusión en
la comunidad académica acerca de los problemas que
enfrentamos para el desarrollo de las actividades
científicas en nuestro país.

Publicado originariamente en Elementos No. 63, Vol. 13, Julio
– Septiembre, 2006, Página 3www.elementos.buap.mx

 

 

 

Autor:

Marcelino
Cereijido              

Doctor en Medicina y
profesor de fisiología celular y molecular en
México. Investigador, especialista en política
científica. Ha publicado cientos de artículos y una
docena de libros, tanto especializados en esos temas como de
ensayo y
divulgación sobre los desequilibrios, el tiempo, la muerte y la
relación ciencia-sociedad. Discípulo del premio
Nobel argentino Bernardo Houssay.

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