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Por qué lo Educativo es y será cada vez más Aburrido (página 2)



Partes: 1, 2

Es al menos llamativo que Alanís diga al pasar que es
el momento de introducir valores como
la "tolerancia y el
respeto a las
diferencias; la cooperación y el sentido de responsabilidad; la apreciación estética y artística; así
como la preponderancia del diálogo y
la razón por encima de la fuerza para la
convivencia con paz social".3 Pero estas, según la propia
fuerza de la argumentación precedente, no pasan de ser
buenas intenciones.

Lo cierto es que las cosas han cambiado sin pedirnos permiso.
Ya no hay ideología que nos permita parapetarnos ante
este acoso de los hechos. Larga vida para Su Majestad el Mercado. Un
Soberano – el Único Soberano – que necesita
formas de
gobierno que no le metan zancadilla ni le hagan perder el
tiempo.
¿Hay algo más grisáceo, más
homogéneo que una democracia
liberal? La democracia liberal es la forma política que
corresponde exactamente al café
soluble y al sustituto de crema (para su café). Algo
artificial cuya principal virtud consiste en que no haga grumos.
Esa es la
educación "convergente" que nos anuncian sus
serviciales súbditos.

¿Qué se requiere para que el mercado no se
queje? Esto: "Por lo tanto, el modelo
educativo que requiere ser impulsado es el que asegure la
formación de un sujeto profesional y productivo; un sujeto
actualizado y competitivo, con amplio dominio de la
técnica y de la teoría
de su profesión. En este sentido, el concepto de
modernización educativa tiene su origen en un marco
contextual, caracterizado por la convergencia internacional de
valores, competencias y
códigos de cultura
profesional, cuyo propósito es facilitar una comunicación efectiva entre los
países, para el desarrollo de
las actividades económicas, políticas
y culturales de interés
común; pero guardando los rasgos distintivos de la
identidad
cultural y la soberanía nacional. En el campo del
conocimiento
puede hablarse ya de la inaplazable estandarización de
competencias".4 Una vez más: ¿qué puede
guardar este producto de su
origen nacional?

Consideremos lo esencial: los sujetos que pide el mercado global
no son como los vinos, o como la fruta de la pasión, o
como los huaraches yucatecos. No son – no somos –
productos
naturales. Se olvida que ese sujeto que pide el mercado global es
un producto enteramente artificial, un producto estandarizado, un
producto industrial, un sujeto homogéneo e intercambiable,
un sujeto vaciado de toda subjetividad. Los mexicanos tenemos que
ser como los japoneses y como los alemanes, o, más bien
dicho, como esos caracteres que definen a lo japonés y a
lo alemán: "Se impone entonces una nueva forma de pensar y
de actuar: pensar en miniatura y actuar con precisión, es
decir, pensar como especialistas y actuar con escaso o nulo
margen de error. Pensar de esta manera es ahorrar tiempo y
movimientos; es despojarnos del paradigma del
teoricismo; es aplicar los recursos
necesarios sólo en proyectos y
acciones
necesarias".5 ¿Dónde podría estar o caber
aquí la famosa identidad
nacional, dónde – algo seguramente más
importante – la soberanía del individuo?

Tras la guerra
fría, dice Alanís, se impone la guerra gris.
Pero creo que es gris no precisamente por el color de la
corteza cerebral.

Para cumplir con estas expectativas de S. M. el Mercado, las
instituciones
educativas tienen varias tareas que cumplir. Veamos
rápidamente cuáles son:

a. No deben perder la perspectiva histórica por atender
su "imagen
exterior".

b. No deben permitir que sus profesores digan una cosa y hagan
la contraria.

c. No deben quejarse de la falta de recursos si no tienen
proyectos que justifiquen su asignación.

d. No deben despilfarrar lo que tienen.

e. No deben… etcétera.

Y bueno, la educación se concibe
exactamente igual que una fábrica. Si el mercado pide
pambazos o pelagatos, hay que dárselos. Y de buen sabor y
calidad. El
precio puede
ser alto, pero allí es precisamente donde la "identidad
nacional" y la "idiosincrasia" entran al quite. No podemos no
ofrecer mercancías al mercado, así las estemos
produciendo a un costo
estratosférico. ¿Cómo lograr producir
maestros que no le provoquen cólicos a S. M.? Siguiendo
cinco máximas:

a. Democracia: no hay que ser dogmático pero la ciencia
tiene la última palabra.

b. Participación: hasta los niños
tendrían algo que decir, pero que lo digan en el lenguaje de
la ciencia.

c. Flexibilidad: en realidad se pueden enseñar cosas
que a nadie le importan.

d. Pertinencia: pero a la larga sólo se debe
enseñar lo que sabe la ciencia.

e. Realidad: sólo lo local es verdadero de a deveras,
pero eso hay que decirlo en la lengua
universal de la ciencia.

Estas loables acciones desafortunadamente chocan con otras
realidades:

a. Los maestros enseñan lo que nunca han hecho.

b. Los maestros lo son porque no pudieron conseguir mejor
trabajo.

c. Los maestros están frustrados y por lo mismo se
vuelven apáticos y le provocan ascos al alumno.

Después de todo, ¿tiene remedio este negocio?
Claro. La educación es la clave de todo. Allí
comienza y se consolida la democracia, allí se
enseña a ser productivo, allí se les enseña
a ser tolerantes, allí todo.

Ahora atisbemos el futuro – abandonando en lo que cabe
el lenguaje
homogéneo de la ciencia – según los que ya
(casi) saben todo:

a. El futuro será nuestro: si el mundo va a ser cada
vez más educativo, los educadores no podríamos
quedar fuera del poder.

b. Les van a seguir haciendo caso a los (falsos) profetas pero
nosotros somos los que (de verdad) sabemos.

c. Hay profetas que no creen en nada y profetas que creen en
cuentos de
hadas. Nosotros somos los que sí sabemos no quedarnos en
sueños. Somos los que sabemos desear lo que debe ser.

d. Pero no nos engañamos: nuestros deseos chocan con
intereses creados.

e. La tecnología nos da
confort. La gente va a querer más información y un lugar en la vida. Pero con
ello va a resultar más rezongona.

f. Todos van a querer todo más barato y con más
calidad, pero se la van a ver muy dura.

g. Internet es
bueno pero nos vuelve bofos y nos deja con las nalgas
aplanadas.

h. Pero tenemos la solución: les vamos a enseñar
a aprender, a hacer, a convivir y a ser. Nomás.

i. Ya sabemos incluso que no es cierto lo que va a pasar (pues
no ha pasado). Pero sí sabemos que casi seguramente va a
pasar. Escuchen.

j. Todo va a ser virtual. Necesitamos profesores que sepan
eso.

k. Los líderes van a ser rigurosamente vigilados.

l. Todo mundo va a vivir en ciudades.

m. Los mandamases serán los científicos,
especialistas en cosas que a nadie le importan.

n. Los mandamases sabrán lo mismo que los demás
y lo dirán de la misma forma.

o. Los mandamases tendrán criados que sabrán
administrar sus cosas.

p. Su coartada será la ciencia y la técnica, no
ya la política y la moral.

q. Mandarán los que inventen cosas que casi todos
puedan consumir.

r. No importa si algo que se invente lo consumen todos o
algunos. Lo importante es que se consuma.

s. Lo bueno es que ya no se va a poder hacer nada más
lo que a los caciques locales se les antoje.

t. Mientras más estudies más
viajarás.

u. A los niños se les va a seguir grillando con las
mismas tonterías, pero más científicas que
antes.

v. Las mujeres van a trabajar más pero también
se van a divorciar más.

w. Nos vamos a angustiar mucho pero la esperanza muere al
último.

x. Los viejos políticos ya no rifarán. Son
(somos) los nerds quienes triunfaremos.

y. Se les van a tener que respetar a los niños y a los
jóvenes sus tonterías porque son más
inteligentes.

z. Lo que importa es que los más listos aprendan a
jugar el juego de los
más tontos.

Al final, una cereza: la realidad
virtual no debe hacernos olvidar los libros y los
garabatos.

4

Quizá lo esencial de la propuesta del libro pasa por
una distinción de carácter práctico. Asumiendo
plenamente la exigencia de saber hacer (que complementa con
técnica lo que se ha aprendido teóricamente),
Alanís distingue entre dos términos que
habitualmente se utilizan como sinónimos, el saber y
el
conocimiento. La distinción se traza a fin de poner en
relieve el
carácter pasivo, cristalizado, material, del primero, y la
naturaleza
activa, intencional y procesual del segundo. El saber es el
resultado de un acto que se llama conocimiento; el saber es
objetivo, es
una "cosa". El conocimiento, a diferencia del saber, es una
actividad, una relación, una práctica. En este
preciso sentido, el saber es al conocimiento lo que el objeto es
al sujeto o lo mismo que lo inanimado es a lo animado. Una
distinción "vital" si lo que se busca es ajustarse a lo
que el mundo contemporáneo espera y exige de sus
habitantes.

Pero esta distinción, entre otras razones, se diluye en
sus "respuestas":

He aquí las puntas de la estrella de nuestra
globalizada-pero-nacionalista varita mágica:

a. Que las instituciones trabajen juntas.

b. Que las universidades se "sincronicen" con las empresas.

c. Que no se concentre la oferta
educativa.

d. Que los profesores no se empolven.

e. Que no quieran publicar su basura en un solo
lugar.

En otros términos, éstas son las líneas
de la educación-empresa (o
"aristocracia del talento"): desconcentración,
macroplaneación, fomento de investigaciones
rentables, segmentación de las universidades, financiamiento
selectivo, promoción al mérito, libertad y
autonomía para la
investigación, profesionalización de profesores y alumnos
(tiempo completo), liderazgo por
competencia,
distribución de recursos según
desempeño. En el "modelo de convergencia"
se produce una estratificación: altos mandos, mandos
intermedios y servicios
técnicos. La (novísima) lucha de estratos reemplaza
a la (ideológica, ya arcaica) lucha de clases.

En suma, los "nuevos paradigmas" no
se andan por las ramas: exigen competitividad
al precio de abandonar viejas ideologías y consignas.

Yo agregaría en este punto que la famosa "globalización" no es un "proyecto" que
esté en manos del hombre dirigir
o desactivar. Es un fenómeno que obedece a una dinámica propia y a una lógica
autónoma. No tiene que pararse a preguntarle a los
expertos o a los gobiernos –¡menos aún a los
"pueblos"!– si va bien o si debería detenerse o si
necesita torcer su camino. "Ajustarse" a sus demandas no es una
opción. Y en principio parece bastante infantil proclamar
que a la
globalización hay que "añadirle" "nuestra
propia historia y
cultura".6 Si los "nuevos valores" son la productividad, la
eficiencia, la
calidad y el mérito (que de nuevos tienen en verdad
bastante poco), ¿qué lugar, aparte del decorativo,
le resta a valores "clásicos" como la identidad nacional y
la justicia
social?

Lo que la globalización técnica y
económica implica es un abandono cada vez más
acentuado – y decidido – de viejas nociones, de
nociones gastadas por el uso y el abuso de sus clientelas. Las
ideas de "nación"
y de "cultura nacional" son dos de ellas, acaso las dos
más rejegas. ¿Tendríamos que luchar por
ellas, por conservar su fisonomía? ¿Quiénes?
¿En qué ha parado todo ese fárrago de la
"soberanía nacional" y de la "idiosincrasia del mexicano"?
En Posdata, Octavio Paz7 reconocía, justamente como
posdata de El laberinto de la soledad, que la única
identidad del mexicano era su historia. Un historia no
precisamente acontecida al servicio de la
"identidad". Todo lo contrario: si nuestra identidad es la
historia (y no "está" en ella, como para ir a buscarla
debajo del desperdicio de los acontecimientos), ¡qué
difícil será hacernos de una imagen fija y fiel de
nosotros mismos! La identidad de los pueblos consiste en darnos
cuenta de que ellos nunca son lo que son – y mucho menos lo
que creen ser o quieren creer que son.

Según nuestros (democráticos y tolerantes)
prospectivistas, lo nacionalistas no quita lo
científicos… Pero seamos serios: esto de la
globalización es una verdadera tomadura de pelo. No porque
no sea "real", sino porque es exactamente lo que viene ocurriendo
desde hace más de dos mil años. De "nuevo" no tiene
más que el nombre. Pues globalización es un nombre
que se superpone a un proceso de
homogeneización progresiva y polémica que es lo
propio de esto que hasta hace poco se conocía como
"Occidente". La única diferencia es justamente esa: en la
globalización, la noción "Occidente" ya no tiene
ningún valor
protagónico sino, en todo caso, estratégico. Ante
la mundialización de la economía, ¿podrían resistir
las culturas locales? ¿Hasta cuándo, y bajo
qué modalidades o figuras? ¿Con qué
coartada, con qué justificación? ¿Tiene la
cultura un lugar?

5

La educación es un negocio insufrible porque ha perdido
por completo la posibilidad discursiva y prácticamente
significativa de reírse de sí misma. Ha adquirido
esa fea costumbre de someterse sin chistar a lo que el Soberano
de turno le pide. Antes era la Señora Ecclesia, ahora es
Dama Ciencia que a su vez le hace sus caravanas al Dios
Circulación Ilimitada del Capital.
¿Es eso la educación? ¿Es eso todo?

Yo – seguramente sin razón – me resisto a
creerlo y por eso me da gusto que un doctor en pedagogía se anime a pedirme un comentario
de su libro, sabiendo de antemano que por lo menos no le voy a
dar coba. Porque un libro, a pesar de todo, es resultado de una
tensión y de una lucha, de un esfuerzo, de una exigencia
dirigida a esa parte de uno mismo que está fuera del
alcance de nuestros deseos (propios y ajenos). Eso es para
mí la educación. Una auto-educación, una
auto-educción, una auto-seducción. Un salir de
sí.

Salir de sí, ¿será lo mismo que entrar en
no?

Para mí, reconociendo en lo que vale el esfuerzo
– y el dolor, y el azoro – de un educador por
responder lo que el presente le reclama y lo que el futuro le
promete o amenaza, admito que sólo la pregunta, la
profundidad sin esperanzas y a veces sin aristas de una pregunta,
es lo decisivo para decir algo que no se hunda en la mar de lo
que todos sabemos y todos pensamos y todos esperamos y todos
detestamos de la manera más educada.

Porque formular y responder estas preguntas es lo que en
verdad nos deja con las manos – y las mentes –
vacías.

Pero quizá sólo así comenzaríamos
a sentir que pensar y preguntar y habitar y amar son o tienen una
misma y desconocida raíz común.

Así comenzaríamos a decirlo.

Notas

1. MIALARET, Gastón. Prefacio. In: ALANÍS
HUERTA, Antonio. Educación y formación
profesional:
análisis y perspectivas hacia el tercer
milenio. [s. l.] ICEST, Tamps., 2000.

2. No expongo sus planteamientos, sino que leo su texto un poco
al ras, un poco por encima y un poco a la contra.

3. ALANÍS HUERTA, Antonio. Educación y
formación profesional:
análisis y perspectivas
hacia el tercer milenio. [s. l.] ICEST, Tamps., 2000. p. 17.

4. Id. ibid., p. 46. Yo subrayo.

5. Id. ibid., p. 47.

6. "Estas exigencias estructurales, demandan la
concepción de un modelo educativo diferente del actual; un
modelo que funcione integrando la planificación
estratégica y la planificación a largo plazo; un modelo que
conjugue las necesidades sociales (intereses nacionales) y las
necesidades de formación profesional. En suma, un modelo
que incorpore las ventajas de la globalización pero que a
la vez incluya nuestra propia historia y cultura en materia de
educación y particularmente en lo que se refiere a la
formación de profesionales". Id. ibid., p. 21.

7. PAZ, Octavio. El laberinto de la soledad. 4. ed.
Mexico: Fondo de Cultura Economica, 1964. 176 p. (Vida y pensamiento de
Mexico)

Este artículo integra su libro La
Educación por venir y otros textos afines
, México,
Instituto de Ciencias y
Estudios Superiores de Tamaulipas – ICEST, 2001.

 

 

 

Autor:

Sergio Espinosa Proa

Doctor en filosofía, antropólogo social,
especialista en investigación educacional y ensayista

Universidad Autónoma de Zacatecas

Partes: 1, 2
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