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Arte rupestre, tradición textil y sincretismo en Sutatausa (Cundinamarca). Puntadas para el rescate de una identidad perdida. (página 2)



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Líticos: Lascas triangulares y perforadores .
(Gutiérrez, 1985).

Cerámica: fragmentos del tipo suta naranja
pulido con decoración pintada. (Gutiérrez,
1985).

Su población actual es de cerca de 5.000
habitantes. Al parecer la zona quedó casi despoblada luego
de la matanza del peñón de Tausa en 1541. El pueblo
de Sutatausa proviene de la fusión
de dos aglomeraciones indígenas: Suta y Tausa, hacia
1.762, época en que ya no se fundaban pueblos de
indios
, sino que más bien se extinguían, y su
iglesia se
debe a la reunión de los vecinos hacendados para fundar
parroquias o pueblos de blancos (ver fuente). A
comienzos del siglo XX el pueblo era conocido como "Sutapelao" en
clara referencia al alto grado de erosión e
infertilidad de sus tierras, esto motivó que entre 1925 y
1955 el municipio se despoblara hasta casi desaparecer y ser
anexado al Municipio de Ubaté. Gracias a la labor de
diferentes lideres comunitarios se promovió la
reforestación de la región y hoy día la zona
es un inmenso bosque de eucalipto, pinos y acacias. A mediados de
la década de 1990 se restauró su centro
histórico, representado en el conjunto doctrinero San Juan
Bautista, por lo que ahora acoge el nombre oficial de Sutatausa
Monumento Nacional.

En el siglo XVI, los españoles encontraron en el
altiplano diversos pueblos que denominaron muiscas, cuyo
poblamiento en la región data aproximadamente del siglo
VIII, y que se agrupaban bajo una compleja organización social y política. Las
primeras referencias escritas sobre los pobladores de Sutatausa
datan del periodo de la conquista
(Aguado, ca. 1568, Fernández de Piedrahíta,1688),
donde se hizo célebre el relato del brutal magnicidio de
miles de indígenas muiscas por la resistencia
frente al acoso español.

La matanza del
peñon de Sutatausa

Hoy en día la tradición que se enseña en
las escuelas, que promulga la Gobernación del departamento
(ver fuente), la Alcaldía del municipio (ver fuente) y la
que se imparte a los turistas que visitan la población
cuenta que en el año 1541 los indígenas de la zona,
ante el acoso de los conquistadores, se refugiaron en el
peñón o farallones de Sutatausa e hicieron frente a
una avanzada española, se dice que esto produjo "el
suicidio de
más de cinco mil indígenas de los grupos tausa,
sutas y cucunubaes que perseguidos por las tropas
españolas, prefirieron inmolarse arrojándose desde
la cima del peñón para no caer en la esclavitud."

(ver fuente).

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Localización de Sutatausa y el
peñón o farallones. Google
Earth.

Panorámica del
peñón o farallones al oriente del casco
urbano de Sutatausa. (Fotografía, Diego Martínez
C.).

En la versión más antigua de este suceso
(Aguado, ca. 1568), se describe la crueldad con que fueron
pacificados los indígenas en el peñón "[…]
donde en algunas rancherías bajas tomaron cantidad de
indios e indias, a los cuales, por castigo de su alzamiento, con
bárbara crueldad, les cortaban a unos la mano, a otros el
pie, a otros las narices, a otros las orejas, y así los
enviaban a que causasen más obstinación en los
rebeldes
" (libro IV Cap
7). Sin embargo, aquí no se hace mención alguna al
supuesto suicidio
colectivo ni a una determinada cantidad de víctimas.

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Escenas de maltrato y exterminio
fueron frecuentes durante la Conquista en toda América. Grabados de Theodore de Bry
, S. XVI.

Lucas Fernández de Piedrahita, más de un siglo
después (1688) hace mención a la ocupación
del peñón de Tausa "inexpugnable […] dejando
en su cumbre sitio espacioso y capaz para más de cinco mil
indios de estas dos naciones vecinas, que se fortificaron en
él con todas sus familias, víveres y pertrechos
para muchos dias, fiados en que el sitio inaccesible de suyo los
defenderia de cualquiera invasión enemiga"
(Cap III).
Si bien, se describen episodios de la muerte de
algunos españoles y de mayor número de
víctimas indígenas, tampoco aquí se da
cuenta de suicidio. Al parecer, las versiones del genocidio
indígena provienen de informaciones de Jerónimo
Lebrón quien, según Piedrahíta, en
declaración en contra de los conquistadores y "sentido
de que no lo admitiesen al gobierno del
Nuevo Reino, tiró a despicarse apasionado de lo que no
pudo conseguir ambicioso
", declaró:

" […] consta que los Caciques de Suta y Tausa,
engañados de las promesas y seguridades del Capitan Juan
de Céspedes, le dieron lugar para que con su gente llegase
a la cumbre, y que la correspondencia fue coger los pasos del
peñol y pasar a filo de espada la mayor parte de indios
que lo ocupaban, no conteniéndose solamente con semejante
estrago, sino pasando a despeñar nubadas de a quinientos
indios juntos"
(Fernández de Piedrahíta, 1668,
Cap III).

En 1961 Luis Duque Gómez reseña la
publicación del volumen VI de la
serie Documentos inéditos para la historia de Colombia en
la que se da a conocer la requisitoria de Jerónimo
Lebrón contra Juan de Arévalo (1541) y se relatan
los hechos que propiciaron la matanza del peñón de
Sutatausa. Entre los fragmentos se destaca:

"[…] Juan de Arevalo […] metió y mandó a
matar a cuchillo a toda la dicha gente, y así
despeñados del dicho peñón como muertos a
estocadas y cuchilladas, fue causa que muriesen allí tres
o cuatro mil almas, chicos y grandes, hombres y mujeres y
niños…"     

Versiones posteriores de finales del s. XIX (Acosta, 1901
[1848], Ancizar, 1853) derivaron en la exaltación del
sacrificio (suicidio) indígena como un hecho
político cuya ilustración, matizada con lirismo
romántico, se ajustaba al proyecto
republicano de construcción de la nación
mediante la reafirmación de la crueldad del proceso de
conquista europea en el territorio.

"Aquí se siguió una escena de sangre y de
desolación imposible de describir: los que no
morían a los filos de la cuchilla española, se
precipitaban de tamaña altura; hombres, mujeres y
niños se hacían pedazos al caer por entre aquellas
rocas; Algunos se
rindieron, y, amonestados, volvieron a sus pueblos a doblar la
cerviz para pagar el duro tributo a sus amos. Por muchos
días no se veía otra cosa en estos lugares de
desolación, que bandadas de aves de
rapiña que se cebaban en los cadáveres de aquellas
inocentes criaturas"
(Acosta,1901 [1848]) .

"El recuerdo del sangriento suceso me hizo pasar el
desfiladero con cierta veneración por la memoria de
los vencidos, defensores de su patria y hogares y de la santa
libertad, por
entonces perdida."
(Ancízar 1853).

La versión popular que se maneja hoy día, da
cuenta de "suicidio colectivo" de cerca de "5.000
indígenas", hechos y cifras que no corresponden con los
consignados en las crónicas y que si bien parten de hechos
registrados históricamente, han venido exagerándose
como en respuesta a la reivindicación de un pasado
indígena que, luego del abrupto despoblamiento, pareciera
inconexo con el presente. Sin embargo, aún es posible
encontar evidencias en
el paisaje del municipio que dan luces de la presencia
indígena antes y durante el periodo de contacto, estas
reposan desperdigadas en cientos de rocas signadas con arte
rupestre.

Arte rupestre

En esta región se encuentra gran profusión de
rocas con arte rupestre, en la modalidad de pintura. La
primera referencia conocida, a comienzos del siglo XX es de
Miguel Triana, quien reseña la existencia de la "Piedra
del diablo" muy cerca al casco urbano del municipio, y alrededor
de la cual consigna una leyenda:

"Guerreaban los de allende con
los de aquende el mencionado boquerón, y para ofrecer
obstáculo infranqueable a la corriente invasora
resolvieron éstos hacer al dios de las tinieblas un voto
suplicatorio de alianza. Dormía el dios Fu durante el
día en la contigua laguna de Fúquene y durante la
noche andaba por los peñascos bramando por los
desfiladeros. La melancólica divinidad escuchó la
plegaria y resolvió trasladar a cuestas una piedra enorme
para tapar con ella el boquerón de Tausa, pero el fulgor
de la aurora lo sorprendió en la poderosa labor y tuvo que
soltar su carga antes de llegar al sitio a la orilla del camino,
temeroso de que el sol lo
iluminara con sus rayos, y emprendió la fuga. El monolito
está allí todavía para comprobar la ayuda
milagrosa del diablo con las costillas pintadas en tinta roja en
una de sus caras"
(Triana, 1922)[1].

Aún no se han realizado inventarios
completos que den cuenta de la real cantidad de piedras pintadas
en esta región, pero existen algunos informes que
evidencian que se trata de una de las zonas con más
densidad de
pinturas rupestres en el altiplano (Triana, 1922; Pérez de
Barradas,1941; Cabrera, 1966; Gutiérrez, 1985;
Gómez y Guerrero, 1997; Botiva, 2000; Martínez y
Botiva, 2002; Arguello y Martínez, 2004).

En 2004 Arguello y Martínez (ver fuente) dan a conocer
nuevos sitios, reportan el hallazgo de pinturas blancas y negras
y registran diversas técnicas
de aplicación que no habían sido reportadas
anteriormente. Se evidencia así el desconocimiento que
aún se tiene sobre las particularidades del arte rupestre
de la región y el inmenso potencial y necesidad de
realizar estudios más detallados que sobrepasen la
urgencias de los trabajos de rescate y los simples formatos de
registro.

Los objetos de estudio de este artículo son dos rocas
localizadas en pleno casco urbano del municipio, la "piedra de
los tejidos" y la"
piedra del cementerio", las cuales han resistido al avance de la
frontera
urbana.

Piedra del cementerio

Este bloque aislado se encuentra en medio del cementerio
católico del pueblo. Tiene varios grupos pintados con
diversos motivos en color rojo. Se
destacan una serie de rectángulos con diseños
lineales en su interior, "laberintos" y algunas figuras
antropomorfas.

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"Piedra del cementerio", grupo
principal. Fotografía resaltada
digitalmente(Fotografía, Diego Martínez C.,
2008)

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"Piedra del cementerio", grupo principal. Registro
de la capa pictórica logrado mediante el tratamiento
digital de la fotografía. Este procedimiento resulta mucho más fiel
y menos interpretativo e invasivo que los tradicionales
calcos. (Transcripción, Diego Martínez
C.).

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"Piedra del cementerio", grupo del
costado sur. (Fotografía, Diego Martínez C.,
2008).

A pesar de encontrarse en un entorno urbano, su estado de
conservación es aceptable. Durante varios años
existieron unos grafitis de símbolos esotéricos modernos sobre
el mural principal que finalmente fueron eliminados por personal de la
escuela del
municipio mediante la aplicación de disolventes
comerciales; a pesar de tratarse de una labor no profesional, el
resultado fue óptimo, pues se removió totalmente la
pintura vandálica sin alterar las pinturas rupestres. Esta
piedra presenta otras intervenciones; en su techo ha sido
empotrada una escultura de Cristo redentor y en su costado
occidental hay una placa mortuoria en mármol con la
leyenda "Pasó haciendo el bien Hermana Marianita y
ella guardaba todas estas cosas en su corazón.
(?)-22-1889 -X-1(?)-1989
".

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"Piedra del cementerio". Esta roca acoje diversos
elementos culturales y religiosos: 1. Estatua de Cristo
redentor. 2. Placa mortuoria. 3.Mural con pintura rupestre
precolombina. (Fotografía, Diego Martínez C.,
2008).

No sabemos a ciencia cierta
la época en que fue construído este cementerio. Las
prácticas mortuorias campesinas anteriores al s.XX se
caracterizaban por enterran a los muertos en el suelo bajo un
montículo del que sobresalía una cruz en madera como
símbolo de la religión cristiana
(Villa, 1993). Aunque es probable que haya tumbas anteriores que
no conservaron sus lápidas o cruces por ser de madera, las
lápidas de piedra más antiguas del cementerio datan
de 1916. Visitando otros cementerios de la poblaciones cercanas
(Cucunubá, Ubat[2]é) se puede
constatar que estos lugares fueron implementados solo hasta
finales del siglo XIX y comienzos del XX.

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El hecho de encontrarse una roca con arte rupestre
indígena en medio de un cementerio católico es un
evento excepcional, que bien puede replantear ciertos supuestos
en torno al proceso
de "extirpación de idolatrías" iniciado por los
conquistadores desde el s. XVI y la supuesta condición
"pagana" de estos sitios arqueológicos. Expondremos
más adelante algunas consideraciones.

Piedra de los
tejidos

Esta roca se encuentra a 150 metros al occidente del
cementerio, en los límites
del barrio Santa Bárbara. Su nombre refiere a la semejanza
de sus motivos rupestres con tejidos. Por su
configuración, es un panel muy particular pues todos sus
trazos parecen hacer parte de una misma unidad compositiva.

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"Piedra de los tejidos". (Fotografía, Diego
Martínez C.).

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"Piedra de los tejidos ", grupo principal. Registro
de la capa pictórica logrado mediante el tratamiento
digital de la fotografía. Este procedimiento resulta
mucho más fiel y menos interpretativo e invasivo que
los tradicionales calcos. (Transcripción, Diego
Martínez C, 2008.).

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Red sin nudo.

Trenzado del non.

Trenzado de hilos libres.

 

Diversas técnicas de tejido identificadas en
los textiles precolombinos muiscas y guanes. (según,
Tavera y Urbina, 1994).

 

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Fragmento de tejido encontrado en la cueva El
Duende, Santander (Foto: Rudolf en Cardale,1993).
Nótese la sugestiva similitud entre los elementos
gráficos (espiral cuadrada y
líneas quebradas) de esta pieza y las del mural de
la "piedra de los tejidos" (resaltados en en el cuadro
amarillo).

 

Desde las primeras noticias que
se tienen de la presencia de arte rupestre en el altiplano
cundiboyacense, este ha sido asociado a la tradición de
Bochica, dios civilizador de los muiscas. Diversos cronistas
(Simón, Piedrahíta, Zamora, Vargas Machuca),
consignaron apartes de mitos en que
se relacionan sitios rupestres con la presencia de esta deidad o
se le atribuye la elaboración de las pinturas. Entre estos
llama la atención un relato que pareciera ajustarse
a las características de la "piedra de los tejidos" de
Sutatausa:

"Otros le llamaban a este hombre
[Bochica] Nemterequeteba, otros le decian Xué. Este
les enseño a hilar algodón
y tejer mantas, por que antes de esto sólo se
cubrían los indios con unas planchas que hacían de
algodón en rama, atadas con unas cordezuelas de fique unas
con otras, todo mal aliñado y aún como a gente
ruda. Cuando salía de un pueblo les dejaba los telares
pintados en alguna piedra liza y bruñida, como hoy se ven
en algunas partes, por si se les olvidaba lo que les
enseñaba […]."
(Simón, [1625] Tomo III:
374-376 en Correa, 2004).

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Según González de Pérez (1987),
la palabra
Bochica estaría formada por los
vocablos muiscas
boi, manta y chihica,
venado . Se muestra
aquí una pieza de orfebrería que representa
un venado sedente cuya piel
aparece signada con motivos similares a los de las mantas
muiscas. Procedente de Cármen de Carupa,
población cercana a Sutatausa (Cortés,1990.
Museo del Oro,
Bogotá).

Aunque formalmente las pinturas rupestres del altiplano suelen
presentar diseños "geométricos" o "abstractos",
pocas veces relacionados con objetos reconocibles de la cultura
material precolombina o de la naturaleza, en
Sutatausa son recurrentes los grafismos similares a tramas,
urdimbres y diseños textiles enmarcados en
cuadrángulos a manera de mantas. Si bien, no podemos tener
certeza del significado original o los referentes de
representación de estos grafismos, esta interpretación es una posiblilidad
ineludible, siguiendo el principio de
Ockham[3]teniendo en cuenta que al juzgar por el
mito de
Bochica, los indígenas del s. XVI atribuían este
significado a algunas pinturas rupestres de la región.
También cabe aclarar que esta explicación encierra
un reconocimiento mítico del fenómeno rupestre,
pues los indígenas de la época de la conquista no
se atribuían su autoría[4]y
quizás habían perdido hace tiempo la
tradición de pintar piedras[5]

 

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"Piedra de los candados". Vereda El pedregal,
Sutatausa.(Fotografía, Álvaro Botiva,
2000).

"Piedra de los micos". Vereda Palacio,
Sutatausa.(Fotografía, Diego Martínez C,
1999)

En el arte rupestre de la región andina colombiana son
poco frecuentes las representaciones de estructuras u
objetos de la cultura material precolombina. Un caso particular
es la "Piedrapintada" de Aipe (Huila), en la cual es posible
identificar diseños correspondientes con piezas de
orfebrería (pectorales) de varias regiones del país
(Reichel -Dolmatoff,1998; Falchetti, 1978). Miguel Triana (1922)
cita que en esta región "se hacían
contrataciones al contorno de una piedra sagrada, grabada en bajo
relieves
". Al parecer, Aipe era un importante hito para el
comercio e
intercambio entre los muiscas y las tribus del Magdalena
(Langebaek, 1987). Falchetti (1978) llama la atención
sobre la posible relación de sitios con arte rupestre y
centros de comercio prehispánico:" Es curioso anotar
la asociación de estos pectorales con los sitios de Pandi
y Aipe, dos de los principales centros comerciales
prehispánicos de la región, cuyo funcionamiento se
prolonga hasta la época de la conquista
española".

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Diseños de pectorales acorazonados en
orfebrería. (Según Falchetti, 1978)

"Piedrapintada" de Aipe (Huila). (Fuente )

En el s. XVI los pueblos de Zipaquirá, Nemocón y
Tausa (vecinos de la actual Sutatausa) eran reconocidos centros
de producción de sal, la cual se intercambiaba
por oro y mantas (Langebaek, 1996). Esto abre la posibilidad de
considerar que las piedras pintadas de Sutatausa pudieran
también significar hitos en que se representaran, entre
otros temas, los tejidos en su proceso de hilado,
confección y sus productos
terminados (las mantas).

Un análisis formal entre los diseños
rupestres de diversas piedras en Sutatausa permite advertir la
existencia de patrones recurrentes. Como se observa en la
gráfica de abajo, en la "piedra de los candados" hay
ciertos grafismos que, comparados con los de la "piedra de los
tejidos", se muestran como unidades formales que, mediante su
modulación, forman diseños
más complejos.

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Se aprecian arriba tres diseños de la "piedra
de los candados" que denominamos A) Espina de pescado, B)
Zig-zag y C) Líneas punteadas. Estos aparecen
también en la "piedra de los tejidos" en
diseños más complejos formando modulos
mediante repeticiones ". (Transcripción, Diego
Martínez C., 2008)

Tejidos
precolombinos

Una de las principales motivaciones que tuvieron los
conquistadores españoles en el s. XVI para adentrarse
desde la costa caribe al difícil territorio de lo que hoy
es Colombia, además del oro, fue la advertencia en su
recorrido de mantas y textiles de buena calidad. Estos
provenían de las tierras altas del altiplano
cundiboyacense y eran motivo de trueque entre los diversos
pueblos que habitaban las estribaciones de los andes
nororientales (Cardale,1993; Langebaek, 1996). De esta manera
llegaron al territorio habitado por los muiscas, quienes, junto
con los guanes desarrollaron una rica industria y
una compleja cultura en torno a la elaboración e
intercambio de tejidos.

La fabricación, uso y comercio de mantas era para los
muiscas eje fundamental de su cultura. El diseño
de sus textiles no sólo tenía una función
ornamental, según los cronistas, sólo los caciques,
altos señores y sacerdotes podían llevarlos, pues
poseían un valor
jerárquico, simbólico o religioso. Los textiles
muiscas eran elaborados en algodón y pintados con diversos
pigmentos vegetales y minerales, se
destacaban por la delicadeza y precisión de sus trazos,
para lo cual utlilizaron instrumentos como compases y reglas
(Cortés, 1990).

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Reconstrucción de vestuario muisca. (Dibujo
de la exposición del museo Casa de la
Moneda del Banco de
la
República con base en Cortés,
1990)

Manta muisca "de la marca".
Reconstrucción total a partir de los fragmentos T.M.
l8 y T.M. 19 Museo del Oro – Bogotá.

(Según Cortés, 1990)

Las mantas pintadas y de mayor calidad eran llamadas durante
la Colonia "de la marca", y las de menor calidad "chinga" o
"chingamanal", también se conocían las
"pachacates", las blancas y las coloradas (Londoño,1990)
estas eran usadas como tributos o
unidades de intercambio en el trueque con otros productos o en el
pago de servicios.

Son pocas y muy fragmentarias las muestras
arqueológicas de tejidos que han podido ser documentadas.
Las mejor preservadas pertenecen a la región guane en el
departamento de Santander, pero también existen algunos
ejemplos de Boyacá y Cundinamarca.

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Textil muisca decorado. T.M. 17, Museo del Oro,
Boyacá.
(Cortés, 1990)

Fragmento de tejido de la Mesa de los Santos,
Santander. (Fotografía de la exposición del
museo Casa de la Moneda del Banco de la República
)

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Fragmento de tejido muisca, procedente de
Belén, Boyacá. Museo arqueológico de
Pasca. (Fotografía, Diego Martínez
C.,1998)

Fragmento de tejido de la Mesa de los Santos,
Santander. (Fotografía de Arturo Vargas en Cardale,
1993)

Pese a no haberse hallado aún ejemplares completos de
mantas precolombinas ni de tener mayor información sobre los contenidos
simbólicos de sus diseños, algunas evidencias
recientes pueden darnos luces sobre la tradición textil en
Sutatausa y permite arriesgar interpretaciones sobre los posibles
referentes de representación de algunas de las pinturas
rupestres de la zona.

Retomamos nuestro recorrido urbano desde la llamada "piedra de
los tejidos" y lanzamos ahora la madeja 350 metros al sur hasta
el templo doctrinero de Sutatausa.

"La cacica"

Durante la restauración del conjunto doctrinero de San
Juan Bautista en Sutatausa, a mediados de la década de
1990, se descubrió bajo varias capas de cal y
pañete la que quizás sea la "más
importante evidencia pictórica de la presencia muisca en
el periodo colonial
"(Escovar, 1998).

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Conjunto doctrinero de Sutatausa (Fotografía,
Diego Martínez C.).

Interior del templo doctrinero de Sutatausa. Se
muestra la localización del mural de "la cacica" muy
cerca al arco toral. (Fotografía, Diego
Martínez C. 2008)

Se trata de un mural barroco en que
se representa una mujer en actitud
piadosa (llamada hoy en día "la cacica"), con un rosario
entre las manos y ataviada con una manta y una especie de estola
finamente pintadas con diseños indígenas. Esta
aparece pintada a un costado del arco toral, junto con otros tres
personajes que parecen ser las autoridades indígenas que
patrocinaron la elaboración del mural del juicio
final
en el costado norte del templo. Al respecto se puede
leer la inscripción: Pintose este juicio a devocion
del pueblo de Suta. Siendo cacique don Domingo y capitanes don
Lazaro, don J(?) Neateraquia, Don J(?) Corula y don andres[…]
en el año de 16[…].

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Sector de pintura mural en que se registra el nombre
de los donantes y la fecha de
elaboración.(Fotografía, Diego
Martínez C.).

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Detalle de manta muisca con diseños similares
a los de la manta de "la cacica". Pieza M.O.T.M. 24 – Museo
del Oro, Bogotá. (Cortés, 1990)

 

"La cacica" Personaje desconocido representado en la
pintura mural del templo de Sutatausa. (Fotografía,
Diego Martínez C., 2008).

 

Como bien lo anota Rodolfo Vallin (1998) esta
representación constituye un ejemplo único dentro
de la iconografía de retratos civiles de la Colonia y
corrobora la existencia, aún en el siglo XVII, del
vestuario prehispánico. Arriesgamos aquí una
reconstrucción digital de la apariencia que pudo tener la
manta extendida de "la cacica".

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Posible reconstrucción de la manta muisca del
"la cacica" (Diego Martínez C., 2008)

Este descubrimiento permite advertir sobre la importancia que
pudieron tener los tejidos en la región y se constituye en
evidencia de una tradición que, incluso tardíamente
durante Colonia, seguía siendo parte integral de las
concepciones simbólicas y de identificación con
personajes de alta jerarquía entre la sociedad
indígena reducida en los pueblos de indios
fundados por los españoles.

Algunas fuentes
apuntan que para el s. XVII ya no se elaboraban mantas pintadas,
pues la reducción de los indígenas trajo como
consecuencia la normatización en todos los ámbitos
de su cultura, y las mantas terminaron perdiendo los
diseños precolombinos originales (Montaña, 1993).
Quizás la manta y la "estola" (¿chumbe?)
que viste "la cacica" fueran objetos heredados por sus ancestros,
como parte del ajuar propio de su jerarquía social.

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Indios de la Sabana de Bogotá. Grabado de
Désiré Roulin. Siglo XIX.

Lo excepcional de la imagen de "la
cacica", además de la fiel descripción gráfica de este tipo de
material del cual no se han hallado muestras arqueológicas
completas y del que sólo se tenían descripciones
literarias, es que aparece plasmada en un sitio relevante en el
templo, en medio de una compleja iconografía
católica barroca, que se supone, fue elaborada como apoyo
didáctico para el proceso de evangelización,
extirpación de idolatrias y erradicación
de las antiguas costumbres y creencias de los indígenas
del altiplano.

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Arcángel Barachiel, Sopó,
Cundinamarca. Otro ejemplo excepcional de posible
ilustración de indumentaria indígena presente
en el arte
barroco colombiano se puede apreciar en esta pintura.
Se trata de una especie de faja o chumbe con
diseños lineales de posible origen
indígena.

La famosa imagen de la virgen de
Chiquinquirá, patrona de Colombia, parece tener
origen en el pueblo de Sutamarchán (aunque otras
versiones apuntan a que puede tratarse del pueblo de
Sutatausa). Se cuenta que la imagen fue pintada sobre una
tela indígena para la capilla de los
Aposentos de Suta, pero que por estar en mal estado
fue trasladada a una capilla en los Aposentos de
Chiquinquirá donde en 1586 se produjo el milagro de
su Renovación.

Sincretismo

Los diversos eventos, lugares
y objetos presentados en este artículo tienen como
común denominador la conjugada presencia indígena y
española, la amalgama de dos culturas cuyo contacto
derivó en el complejo presente que nos configura hoy como
nación.
Se puede entender por sincretismo el fenómeno de
conciliación entre dos doctrinas diferentes (DRAE). En
términos culturales, el sincretismo se manifestó en
el altiplano cundiboyacense en la transculturación y mestizaje, entre el
bagaje cultural indígena autóctono y el europeo,
desde mediados del siglo XVI. Sin embargo este proceso se dio de
manera desigual, pues primaron los intereses del conquistador
quien, mediante el uso de la fuerza, en
nombre de la religión católica y de su Rey, y
aprovechando su ventaja militar, logró reducir a pueblos
muiscas que habían habitado el territorio por más
de ochocientos años.

Como parte de su estrategia de
dominación, los europeos trajeron la religión
católica con el fin de imponer control
ideológico. La iglesia católica al mismo tiempo que
combatió las imágenes
sagradas aborígenes, impuso el culto a sus propias
imágenes, como lo anota Héctor Llanos (2007):

"Los misioneros sabían muy bien que al derrumbar
los templos y los ídolos indígenas estaban
destruyendo los pensamientos mitopoéticos de las religiones americanas porque
para ellos se trataba de la expansión universal del
cristianismo,
como la única religión verdadera. La llegada del
cristianismo inició un proceso doloroso y cruel para las
comunidades indígenas, lo que traería como
consecuencia la destrucción de muchas de ellas".

La extirpación de idolatrías fue
concebida como una cruzada por las autoridades políticas
y eclesiásticas, mediante la implementación de un
conjunto de actos de violencia con
los que se cimentó el principio de autoridad
política, jurídica y religiosa de la sociedad
colonial (Llanos, 2007).

La fundación de pueblos de indios y parroquias
se contituyó en estrategia para asegurar la
dominación y reducción de los indígenas. El
conjunto doctrinero de Sutatausa[6]es un buen
ejemplo de la planeación
urbana en torno a este nuevo orden social. Mediante la catequesis
como práctica de adoctrinamiento, se recurrió al
poder de las
imágenes religiosas católicas para "encausar
los sentidos y
los deseos hacia la espiritualidad del adoctrinado"
(Llanos,
2007). Así se da inicio a la persecución sobre las
prácticas religiosas aborígenes, sus
imágenes fueron resignificadas como ídolos
y sus religiones
como idolatrías o adoración a falsos
dioses.

De esta manera se ha considerado que durante los periodos de
la Conquista y la Colonia, se ejerció un férreo
control sobre todas las expresiones culturales y religiosas,
anulando casi por completo cualquier asomo de "idolatría"
representado especialmente en las creencias, ritos y
manifestaciones estéticas indígenas. Muchas de los
sitios con arte rupestre fueron relacionados con la presencia del
demonio (ver nota 1), los símbolos representados en la
cerámica, orfebrería o piezas
textiles fueron poco a poco cayendo en desuso y en
significación.

Por estas razones, no deja de sorprender que en un entorno
urbano como Sutatausa, de cuya conquista y reducción se
tiene noticia desde la misma llegada de los españoles a
mediados del s. XVI, hayan sobrevivido y coexistido vestigios de
la cultura simbólica indígena en medio de un
conjunto doctrinero y de hechos como la matanza del
peñón en que se evidenció la crueldad de
este proceso.

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Instrumento de tortura hallado bajo una de las naves
laterales del templo doctrinero de Sutatausa.
(Fotografía, Diego Martínez C.,
1998).

Grabado que ilustra las prácticas de tortura
durante la inquisición.

A pesar del posible despoblamiento de la región, luego
de la matanza en 1541 en la construcción y
decoración interior del templo es evidente la presencia de
mano de obra indígena y de la representación de
elementos de su cultura material.

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Representación de un recipiente
cerámico indígena. Detalle del mural del

juicio final del templo doctrinero de Sutatausa.
(Fotografía, Diego Martínez C.).

Son evidentes las facciones indígenas de este
personaje que al parecer es uno de los capitanes donantes
del mural. Detalle del arco toral del templo doctrinero de
Sutatausa. (Fotografía, Diego Martínez
C.).

En el trazado del cementerio católico de Sutatausa, a
finales del siglo XIX o comienzos del XX, no se excluyó la
presencia de una roca con arte rupestre. Quizás
pervivía (o pervive aún) algún tipo de
implicación sagrada, como un remanente de la
tradición indígena frente a estos sitios. Incluso,
esta fue aprovechada como elemento central para acoger una
estatua de Cristo y una placa mortuoria de una monja. Las
pinturas indígenas no han sido alteradas, con
excepción de un grafiti que ya fue removido, en el que
estaban plasmados algunos símbolos esotéricos,
entre ellos la esvástica, una estrella de seis puntas y
una trinaquia de origen celta; esto puede evidenciar la
reutilización de las piedras con arte rupestre como sitios
sagrados o de especial significación mística y
ritual.

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Grafitis en la "piedra del cementerio"
Símbolos de tradición esotérica
moderna fueron pintados sobre las pinturas rupestres. Ya
fueron eliminados en la actualidad. (Fotografía,
Diego Martínez C.,1998).

Tradición
textil

En toda la provincia de Ubaté, en especial en el
municipio de Cucunubá vecino a Sutatausa, perviven
aún las prácticas artesanales en torno al la
elaboración de tejidos. Hoy día es posible
encontrarse en cualquier vereda con ancianos campesinos hilando,
a la usanza tradicional, para vender las madejas en los mercados de los
pueblos de la zona. Pervive además una industria
organizada donde familias enteras, con tradición
ancestral, participan en la recolección,
preparación y fabricación de tejidos de reconocida
calidad para ofrecerlos tanto en el comercio local como a nivel
nacional (Fuente).

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Campesina en la labor de hilado de lana
virgen.

Catálogo comercial de tejidos artesanales de
Cucunubá.

Aunque no se han encontrado mayores vestigios
arqueológicos que corroboren que la profundidad temporal
de la tradición textil en la región se remonta a la
época precolombina; evidencias como el mito de Bochica,
recopilado por los primeros cronistas en el s. XVI; la sugestiva
correspondencia de algunas pinturas rupestres con la
representación de tejidos; el lugar preponderante que
ocupa en el templo católico la representación de la
manta de la "cacica"; la tela indígena que soporta la
pintura de la virgen de Chiquiquirá y las prácticas
artesanales en torno a la fabricación de tejidos que
aún perviven en la región, dejan entrever un
transfondo cultural, cargado también de sincretismo, en el
que la tradición indígena precolombina parece
haberse resistido a desaparecer aún en medio de la
violenta campaña de extirpación de
idolatrías
y dominio
adelantada por los españoles durante es establecimiento
del régimen colonial.

La revisión de fuentes bibliográficas originales
y el reconocimiento in situ de los diferentes sitios, se
constituye en una labor imprescindible en la recontrucción
de la memoria de este
municipio. No basta con reproducir acríticamente las
versiones que durante años se han promocionado. Los
documentos y
sus discursos
encuentran correlatos en los objetos y sitios patrimoniales que
aún perviven. Las piedras con arte rupestre se
constituyen, de esta manera, en verdaderas "hojas pétreas"
donde aún es posible interpretar los rastros del pasado.
Si bien, aquí se hizo énfasis en la posiblidad de
atribuir a los muiscas (S.VIII al XVI) la elaboración de
estas pinturas, cabe aclarar que el territorio ha sido poblado
desde hace más de 12.000 años, por lo que no se
puede descartar la autoría de otros grupos anteriores.
Sólo estudios más especializados y la decidida
participación e interacción entre diversas disciplinas
(arqueología, etnohistoria,
restauración, etc.) logrará aportar elementos
más firmes sobre los que apoyar nuestras hipótesis.

Los casos expuestos se pueden entónces interpretar,
más que como hilos sueltos, como fragmentos de un tramado
homogéneo en que se vislumbra el complejo tejido del
tiempo de quinientos y más años de enredada mixtura
indígena y europea.

Nota
final:

La idea de realizar este artículo surgió durante
una visita al conjunto doctrinero y a las piedras del área
urbana de Sutatausa en julio de 2008. Gracias a la entusiasta
guía de Aleida Melendez, joven miembro de la
Corporación Tundama, pudimos tener conocimiento
de las actividades que lleva a cabo este grupo, el cual ofrece
diversos paquetes turísticos en torno a los sitios de
interés
natural y cultural del municipio. La Corporación busca
contribuir al mejoramiento de la calidad de
vida de Sutatausa a través de programas que
orienten a los jóvenes a la construcción de un
proyecto de vida, de la apropiación de los bienes
turísticos, ambientales, culturales y aprovechamiento del
tiempo libre
.

Estas líneas estan dedicadas especialmente a las nuevas
generaciones que, mediante el aprovechamiento sostenible del
recurso medioambiental y de la memoria histórica de los
municipios, se proyectan como hacedores de nuevas y más
armónicas relaciones entre la gente, su entorno y su
herencia
patrimonial.

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Cómo citar este artículo:

Martínez Celis, Diego. Arte rupestre,
tradición textil y sincretismo en Sutatausa
(Cundinamarca)
En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/sutatextil.html

2008

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Autor:

Diego Martínez Celis

[1] Esta leyenda conserva elementos comunes
con otras en torno a sitios con arte rupestre en el altiplano.
De las piedras de Facactativá, se dice que fueron
traídas desde Tunja por un ejército de diablos
que las dejaron abandonadas al romperse el pacto que un cura
franciscano había hecho con el diablo para llevar
material para la construcción de una iglesia en Quito. De
las piedras de El helechal en Pandi igualmente se dice que
fueron pateadas por el diablo por obstaculizar su paso en
camino a Coyaima. (ver fuente)

[2] Los cementerios son eventos relativamente
recientes en nuestra cultura. Desde la colonia, se acostumbraba
enterrar a los muertos en iglesias y capillas, práctica
que se extendió hasta finales del siglo XVIII ."Tanto
era el afán de tener como última morada la casa
de Dios, que no importaban las consideraciones de salubridad
pública" (Londoño V., 2007). A finales del siglo
XVIII, el rey Carlos III ordenó desde España
construir cementerios ubicados en las afueras de las
poblaciones y prohibió las sepulturas en templos, pero
la orden no fue acatada sino hasta ya entrado el s. XIX
(Escovar, 2002).

[3] En su forma más simple, el
principio de Ockham indica que las explicaciones nunca deben
multiplicar las causas sin necesidad. Cuando dos explicaciones
se ofrecen para un fenómeno, la explicación
completa más simple es preferible. La explicación
más simple y suficiente es la más probable
-más no necesariamente la verdadera- (Fuente).

[4] Los habitantes (muiscas) que encontraron
los españoles en el altiplano cundiboyacense en siglo
XVI, negaban ser autores de las pinturas y grabados y
más bien atribuían la elaboración de estas
manifestaciones a sus antepasados o a seres míticos como
Bochica. El cronista Bernardo Vargas Machuca consignó el
siguiente suceso: «.como a dos leguas o menos de la
ciudad de Veléz está un río, y en
él está una peña .y en ella, esculpida y
labrada, una cruz, y yo la he visto; y queriendo el dicho
general (Jiménez de Quesada) saber este secreto de ella,
maravillándose mucho de hallarla, le fue hecha
relación por indios muy viejos, que de ello más
que otros tenía noticias de sus padres y antepasados,
que de mano en mano debía venir de más de mil
quinientos años, conforme a la cuenta que daban por
lunas, como si dijésemos meses.». (Citado en Los
muiscas antes de la conquista. Pérez de Barradas, T.II,
p.326).

[5] Un caso similar se puede advertir en
la
investigación de Fernando Urbina respecto al arte
rupestre del Caquetá, el cual, a pesar de no haber sido
realizado por los indígenas actuales, estos lo
interpretan con sus particulares significados míticos y
rituales (Urbina,2000).

[6] El conjunto doctrinero consta del templo,
la casa cural y cuatro capillas posas que circundan la plaza
principal del pueblo, ejemplo único en Colombia de este
tipo de arquitectura
religiosa.

Partes: 1, 2
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