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El amor: Ese sentimiento inefable




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

  1. El
    amor
  2. El
    enlace afectivo
  3. Empezando a amar
  4. ¿Cómo se desarrolla este afecto a
    través del tiempo?
  5. El
    comportamiento de los padres
  6. Otros
    factores que pueden influir en la calidad del
    apego
  7. Enamorarse: ¿Lazos de amor seguro o
    inseguro?
  8. Vínculo afectivo
    evasivo
  9. Vínculo afectivo
    ansioso-ambivalente
  10. Estabilidad y cambios en el estilo de
    vinculación: cuando el tiempo pasa
  11. Cómo tratar a tu
    pareja
  12. Vinculación evasiva
  13. Vinculación ansiosa: La
    pasión
  14. Estilo de apego, personalidad y
    psicopatología. Autoestima
  15. Psicopatología
  16. En
    resumen
  17. Bibliografía

"Cuando nos enamoramos, las frases que
usamos para expresar nuestros sentimientos románticos, son
fogosas, apasionadas y llenas de emoción."
FEFL en
Amor y Envidia: La Neurociencia los Estudia

"Todos dicen que es mentira que te
quieroporque nunca me habían visto enamorado.Yo te juro
que yo mismo no comprendoel porqué tu mirar me ha
fascinado".
(Júrame, por José
Miguel)

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Muchacha por Salvador
Dalí

El amor, entre todas las emociones,
quizás es la más celebrada y la peor entendida.
Muchos lo consideran una forma de locura o de frenesí que
consiste en la enajenación de nuestras facultades
racionales a favor de una idealización de la persona a
quien amamos.

Pero el amor depende de una serie de
elementos los que, cuando los mencionamos, igualmente olvidamos.
Nadie ha podido explicar satisfactoriamente, qué es lo que
hace que una persona se enamore "perdidamente" de otra,
excluyendo todo lo demás que es importante en su vida para
dedicarse a amar a su Dulcinea ¿O por qué los
dramas de la antigüedad abundaban en leyendas
amorosas?

Ya mencionamos a Dulcinea del Toboso. Pero,
hay más. Romeo y Julieta. Abelardo y Eloísa. Julio
César y Cleopatra. Wally Simpson y Edward VIII. La
Ilíada. Cyrano de Bergerac y muchos héroes
leyendarios y místicos, cuyas vidas fueran afectadas por
ese sentimiento complejo que aquí estudiamos.

Edipo, fue literalmente enceguecido por ese
amor. Y Cristo, reprochaba a sus discípulos que celaban a
María Magdalena: "No es por qué yo la amo
tanto, sino por qué a ustedes no los amo tanto como a
ella
…"

El
amor

Para amar con amor maduro, es necesario
haber conquistado los aspectos esenciales del desarrollo
psicosocial que permiten una entrega desprendida y altruista a
otro u otros sin espera de nada en retorno.

Lo que no niega ni invalida, lo que
sintiéramos, como amor, la vez primera que nos
enamoráramos a una edad temprana.

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Desnudo reclinado por
Serebriakova

Hablaremos aquí de algunas de las
configuraciones entendidas de este vínculo tan
importante.

El enlace
afectivo

A la hora de entablar una relación
amorosa las personas se comportan de modos muy distintos. Algunos
se muestran desconfiados, evasivos o ansiosos mientras que otros
no tienen ningún miedo a abrirse a los demás. Unos
parecen esperar el rechazo y otros la aceptación. Pero,
¿qué hace que seamos tan diferentes? ¿Somos
igual de seguros o inseguros en la infancia y en la edad adulta?
¿Hemos tenido que "aprender" a amar?

El amor es un tema que ha dado muchos
quebraderos de cabeza, tanto a quienes lo viven como a quienes
tratan de investigarlo. Los psicólogos han estudiado esos
lazos de amor que nos mantienen unidos a otra persona y le han
dado el nombre de vinculación afectiva o apego. Como tal,
se define como una relación afectuosa, recíproca,
activa y fuerte entre dos personas. Son, éstas, relaciones
que proporcionan sentimientos de seguridad y quietud; pero,
cuando una persona se ve privada de ellas se siente sola o
intranquila. Es decir, echamos de menos a la persona a quien
amamos (llamada en psicología figura de apego). Esto es
algo que no ocurre con otro tipo de relaciones cuya finalidad es
proporcionarnos guía, compañía,
diversión, oportunidad de compartir intereses comunes,
intercambiar opiniones o sentirse necesitado. 

Empezando a
amar

La formación de la relación
afectiva comienza al nacer, y depende tanto de la madre como del
hijo, de manera que ambos están contribuyendo en mayor o
menor medida a su desarrollo y mantenimiento. Durante los
primeros meses de vida casi cualquier conducta del niño
puede promover afecto y ternura en la madre: Loa niños
lloran, sonríen, miran a los ojos, emiten sonidos o
balbucean. Este comportamiento reflejo incita a la madre a
acercarse y responder a sus necesidades, de forma que el
niño se da cuenta de que cuando llora alguien
estará ahí para consolarlo, darle cariño y
nutrirlo. De este modo, va aprendiendo que el mundo es un lugar
seguro y desarrolla confianza, como propone Erikson. Durante el
primer año de vida es imposible mimar demasiado a un
niño. La respuesta más apropiada es responder en
todo momento a su llanto. Más adelante, se sentirá
lo bastante seguro como para empezar a distanciarse de la madre
para empezar a descubrir el mundo que le rodea.

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¿Cómo se desarrolla este afecto
a través del
tiempo?

1. Antes de los dos meses, los bebés
se consideran uno con quienes los cuidan y responden del mismo
modo ante cualquier persona cariñosa.

2. Desde las ocho a doce semanas
aparecen las primeras señales de apego: lloran,
sonríen y balbucean más ante la madre o la figura
nutriente que ante otra persona.

3.  A los 6 ó 7 meses
empiezan a mostrar ansiedad ante los extraños y buscan a
su madre para que les dé seguridad.

4. Hacia los 9 ó 10 meses suele
aparecer la ansiedad de separación, que perdura hasta los
2 ó 3 años. Ésta forma parte del desarrollo
normal del niño y sucede porque ya es plenamente
consciente de que es un ser independiente y separado de su madre,
residente de un mundo extraño y potencialmente
peligroso.

5. Durante el periodo que va de los 10
a los 18 meses la principal actividad de los niños
consiste en explorar el entorno. Pero esta exploración
implica también inseguridad; porque puede sentir miedo y
verse amenazado por el ambiente que le rodea. Por eso, antes de
adentrarse en el mundo, necesita saber que hay alguien que lo
protege y a quien puede recurrir en caso de necesidad, sabiendo
que le dará su apoyo y consuelo. Por tanto, si el proceso
no ha sido apropiado, pueden tener problemas a la hora de
lanzarse a descubrir su entorno. La unión con la madre se
manifiesta aquí en forma de continuas comprobaciones para
asegurarse de que está cerca, entrelazadas con constantes
incursiones y exploraciones del mismo. Este fenómeno se
conoce en círculos psicoanalíticos como
"reabastecimiento del combustible emocional".

Este dilema: permanecer junto a la madre
versus explorar, también puede dar lugar a conductas
contradictorias. El niño puede seguir a sus padres como
una sombra y pegarse a ellos como una lapa y más tarde
salir disparado como una flecha, tanto alejándose de ellos
como retornar hacia ellos, inexplicablemente.

Niños: aprendiendo a
amar

Aunque todos nacemos con la capacidad para
amar, tenemos que aprender la forma adecuada de hacerlo. Este
aprendizaje comienza en la infancia, con nuestros padres, y se
extiende durante toda la vida.

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El primer beso
Bougereau

Patrones del vínculo
afectivo en niños

Para estudiar los lazos de amor entre madre
e hijo, se ha recurrido a observar el comportamiento de los
niños al ser separados de ella a una edad en la que
todavía existe esa ansiedad de separación que antes
se mencionara. La forma de reaccionar ante la separación
puede ser diferente según el niño: algunos lloran y
se aferran a sus padres; otros se "retiran del mundo" hasta que
sus padres vuelvan; otros protestan y se enfadan. Aunque en ese
momento este comportamiento pueda resultar molesto, a esta edad
es una prueba de que el proceso de vinculación está
procediendo normalmente.

Vínculo afectivo de
seguridad

Cuando están con la madre, los
niños más pequeños se acercan y se alejan de
ella continuamente y le muestran juguetes o la saludan desde
lejos. Este es el principio de la autonomía de que habla
Erikson. Se entristecen y protestan cuando son separados de sus
madres y la procuran. Cuando ella regresa se excitan y buscan su
contacto. Después vuelven a sus niveles habituales de
juego rápidamente. Estos niños suelen ser
cooperativo mostrando poca agresividad. A esta edad preescolar la
relación con los padres es íntima y
relajada.

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Les liaisons dangereux por
René Magritte

Vínculo afectivo de
evitación

Los niños que evitan, mientras
están con la madre se centran en el juego sin incluirla a
ella, con quien se muestran indiferentes o evasivos. Parecen
indiferentes a la separación. Rara vez lloran cuando la
madre se va y cuando regresa evitan mirarla y la evitan
también a ella. Se mantienen alejados de ella incluso
cuando la necesitan. A la edad preescolar se relacionan lo menos
posible con sus padres y tienden a ignorarlos. Aquí se
sospechan comportamientos conflictivos.

Vínculo afectivo
resistente

El niño afectivo resistente, cuando
está con la madre se relaciona poco con ella y si lo hace
es mostrando una conducta ambivalente, de aproximación y
rechazo. Le resulta difícil separarse de ella y sus
niveles de juego son bajos. Después de la
separación se muestran muy ansiosos y alterados, lloran
mucho permaneciendo pasivos e indiferentes. Cuando la madre
regresa se muestran ambivalentes. Es decir, pueden buscar su
contacto pero chillar y patear al mismo tiempo. Si los cogen en
brazos se muestran pasivos, enfadados o intentan que los pongan
en el suelo. No exploran mucho y no se les consuela
fácilmente. Es difícil que vuelvan a sus niveles
anteriores de juego. A la edad de preescolar manifiestan falta de
autonomía y una dependencia de los padres que exageran
mediante un comportamiento inmaduro de búsqueda de apoyo o
mostrándose seductores. Esta etapa demuestra un fallo en
lo que Erikson llamara la iniciativa.

Vínculo afectivo
desorganizado-desorientado

Los niños que pertenecen a esta
categoría, muestran comportamientos contradictorios e
inconsistentes. Saludan alegremente a la madre cuando regresa
pero luego se alejan de ella o se aproximan sin mirarla y parecen
desconcertados durante el reencuentro. Cuando tiene miedo de un
extraño se aleja y apoya la frente en la pared aunque la
madre esté cerca. Realizan movimientos repetitivos de
balanceo o posturas extrañas, como acurrucarse en
posición fetal, en el suelo. También pueden tener
miedo a los padres (alejarse corriendo, esconderse, ofrecerle
objetos desde lejos y con los brazos tensos, como si temiera
acercarse demasiado). A la edad preescolar tratan de controlar a
los padres para intentar compensar de esa forma la ausencia de un
ambiente predecible y estructurado que suele ser muy importante
para los niños. A veces puede darse una inversión
de roles, actuando el niño como si fuera el padre o madre
y tratando de dirigirlos, cuidarlos, organizarlos y
castigarlos.

Estos niños pueden sufrir de
trastornos de contacto afectivo como lo son los que sufren del
autismo o del síndrome de Asperger.

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Asperger

¿Por qué
estas diferencias?

Los tres últimos patrones reciben el
nombre de inseguros y se forman, cuando los niños se
encuentran con rechazo, amenaza o inconsistencia paterna, que lo
dejan ansioso ante la respuesta de sus padres en caso de que
surgieran problemas. El niño trata de reducir esta
ansiedad adaptándose como puede al comportamiento de la
madre o padre. Se trata, por tanto, de un modo de actuar
estratégico dentro de la relación. Por ejemplo, un
niño que ha sido rechazado al intentar establecer una
vinculación desarrolla un patrón de
evitación. Cuando se encuentra en una situación
estresante evita el contacto e incluso mirar a su madre, tratando
de minimizar su ansiedad y excluir el rechazo que de ella espera.
Por tanto, el comportamiento de los padres es muy importante a la
hora de establecer un vínculo seguro, aunque tampoco puede
descartarse la influencia de la forma constitucional e innata, de
ser de los niños.  

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El comportamiento
de los padres

Las investigaciones han encontrado patrones
de comportamiento en ambos padres que corresponden con los
estilos de vinculación de sus hijos. Así, la
clasificación segura está relacionada con padres
disponibles, sensibles y que responden a sus
necesidades.

Las clasificaciones evasivas están
relacionadas con el rechazo hacia el niño. En el hogar
suelen mostrar ira, resentimiento e irritabilidad, castigo
físico, refunfuñas continuas y constante
oposición a los deseos del niño. A veces estos
padres mantienen poco contacto físico con sus hijos, pero
cuando lo hacen es de forma demasiado errática,
inconsistente o intensa, siendo entrometidos y
indecisos.

La clasificación resistente o
ambivalente está relacionada con recuerdos de padres que
no daban cariño a sus hijos, ni se involucraban, incluso
cuando afirman haber tenido padres estupendos, que la evidencia
desmiente. A veces pueden ser cariñosos con sus hijos de
forma caprichosa y poco después mostrarse indiferentes. No
tienen en cuenta las señales del niño y pueden
entrometerse en sus juegos, justo cuando al niño no le
apetece o está ocupado con otra cosa. El sentimiento de
que sus padres eran injustos puede ser característico de
este grupo.

Por último, el apego desorganizado
es frecuente en niños de madres con síntomas
depresivos severos, que tienen escasos recursos y sin servicios
de apoyo, en hijos de madres alcohólicas y drogadictas y
en niños maltratados o que sufrieron abusos.
 

¿Cómo se
comportan los padres que establecen vinculaciones
seguras?

Aunque los estudios se han centrado
principalmente en las madres por ser en la mayoría de los
casos las cuidadoras principales, las siguientes pautas pueden
aplicarse por igual a ambos progenitores, o encargados
subrogados.

  • Las madres de niños con
    vinculaciones seguras son más sensibles a las
    necesidades de sus hijos;

  • Ellas responden de una manera apropiada
    y en el momento apropiado;

  • Apoyan al niño cuando quiere
    separarse de ella y explorar el ambiente y le dan
    protección y seguridad cuando la necesita;

  • Dejan libertad al niño para
    elegir sus juguetes y establecer su propio ritmo de juego sin
    inmiscuirse o tratar de controlarlo; es decir, cooperan con
    la conducta del niño, en vez de interferir con
    ésta;

  • Asimismo muestran disponibilidad,
    paciencia y consistencia en su comportamiento;

  • Siempre mantienen un clima afectuoso y
    positivo para la interacción,

  • Tienden a expresar más emociones
    positivas que negativas,

  • Conocen lo bastante acerca de sus
    hijos,

  • Y disfrutan abrazándolos y
    dándoles cariño.  

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La fille du concierge
Picasso

Otros factores
que pueden influir en la
calidad del apego

Relaciones entre los padres. Cuando son
buenas es más probable que los hijos presenten un apego
seguro. Los conflictos que quedan sin resolver entre ellos pueden
afectar la salud emocional de los niños.

El que exista o no un compañero
sentimental no influye necesariamente en la seguridad del
vínculo. Lo importante es la calidad de la relación
dentro de la pareja y, en familias monoparentales, el
comportamiento hacia el hijo y la capacidad para ocuparse de
él adecuadamente. Por supuesto, tener el apoyo de otra
persona (pareja, amigo, familiar…) siempre puede venir bien a
la hora de criar a un hijo.

La ausencia del padre es un problema que
nunca se excusa en los niños, especialmente en los del
sexo masculino.

Acontecimientos estresantes. Algunos
estudios han comprobado que los ansioso-ambivalentes han sufrido
más peripecias desagradables en sus vidas, como malos
tratos, enfermedades graves, abuso sexual, muerte de un
progenitor y divorcio, o separación de los padres a una
edad temprana. Los sucesos negativos aumentan la probabilidad de
desarrollar un apego inseguro, incluso cuando el comportamiento
de los padres con el niño sea adecuado.

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Tres mujeres por Kazimir
Malevich

Los hijos de madres drogadictas tienen
más probabilidades de desarrollar un apego desorganizado,
debido principalmente a la forma que tienen de comportarse estas
madres: tienen más probabilidades de abandonar, rechazar o
maltratar a sus hijos, son más insensibles a sus
necesidades y los tocan y acarician menos. Sin embargo, si la
madre abandona las drogas tras el nacimiento de su hijo,
éste puede llegar a desarrollar un apego seguro. Aunque no
siempre.

Enamorarse:
¿Lazos de amor seguro o inseguro?

Algunas personas no quieren compenetrarse
demasiado. Otras quieren fundirse con su pareja.

Hay quien tiene miedo al amor y otros no
pueden vivir sin él. ¿A qué se deben estas
diferencias entre personas?

La vinculación
afectiva en adultos

La forma de amar en los adultos guarda
relación con los patrones de vinculación
infantiles. Por ejemplo, los adultos, generalmente, se sienten
más seguros cuando su pareja está cerca, es
accesible y responde a sus necesidades. Muchas personas no se
implican en más proyectos de lo que lo harían sin
su pareja, se sienten más seguros a su lado y tienen la
sensación de que pueden hacer más cosas y llegar
más lejos si tienen el apoyo de su pareja. Cuando una
persona se siente estresada, enferma o amenazada, utiliza a su
pareja como fuente de seguridad, protección y consuelo. La
principal diferencia entre la vinculación afectiva en
adultos y en niños consiste en que entre los adultos las
relaciones suelen ser simétricas, de modo que ambos
intercambian sus papeles a la hora de dar y recibir apoyo
(cualquiera de los dos puede ser el que en un momento dado
esté estresado o deprimido y necesite que su pareja lo
soporte un poco), mientras que en la relación
niño-adulto es este último el que protege y da
seguridad al niño. Y, por supuesto, la sexualidad es otra
parte importante dentro de las relaciones de pareja, y aunque el
afecto y el sexo pueden ir por separado, generalmente se influyen
mutuamente.  

Repitiendo
patrones

La manera de amar y expresar afecto
aprendida en la infancia puede repetirse después, a lo
largo de los años. Por ejemplo, un niño que no ha
sido querido por sus padres, pensará que nadie lo va a
querer o que no es digno de amor. Esta creencia, formada a una
edad muy temprana, permanecerá a través del tiempo,
arraigada en el subconsciente, mientras no suceda algo que la
modifique, y puede activarse de forma automática e
inconsciente durante la formación de posteriores lazos
afectivos (durante la adolescencia, por ejemplo)
llevándolo a actuar de la manera aprendida en la infancia.
 

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L"entreinte dans la mansarde
Picasso

Estilos de
vinculación en los adultos Vínculo afectivo
seguro

Estas personas se sienten a gusto en las
relaciones, las valoran y pueden mostrar tanto intimidad como
autonomía. No temen a la proximidad y son los que
más probabilidades tienen de sentirse felices y confiados
en sus relaciones. No les preocupa demasiado el rechazo o estar
solos y experimentan baja ansiedad ante la posibilidad de una
ruptura. Se sienten cómodos con la dependencia que suele
implicar una relación íntima. Buscan más
apoyo de sus parejas, cuando las necesitan, que los inseguros, y
también les dan más apoyo. Expresan abiertamente
sus preocupaciones y no suelen usar estrategias defensivas o
destructivas para solucionar los problemas, sino estrategias de
resolución de conflictos que impliquen compromiso. Ven a
sus parejas de forma más positiva que los inseguros tras
una discusión, de manera que los problemas en la
relación pueden proporcionar a los individuos seguros una
oportunidad para construir la confianza mutua, mientras que en
los inseguros se incrementan las dudas e inseguridades. Piensan
que gustan a la gente y que la mayoría de la gente tiene
buen corazón. Creen que el amor romántico puede
durar. Sus relaciones se caracterizan por una mayor
duración, confianza, compromiso e interdependencia que en
los inseguros.

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Muchacha asomada a la ventana
por Salvador Dalí

Vínculo
afectivo evasivo

La huida

Éstos, temen la proximidad,
desconfían de los demás y no se sienten a gusto con
la intimidad y la dependencia. Afirman que a menudo sus parejas
desean más intimidad de la que ellos pueden darles. Se
consideran personas que no se dan fácilmente a conocer.
Piensan que el amor romántico rara vez perdura y que es
raro encontrar a alguien de quien poder enamorarse. Para ellos es
muy importante la independencia y la autosuficiencia. En los
momentos de estrés o temor, tienden a buscar menos apoyo
de sus parejas cuanto mayor sea su nivel de estrés o
ansiedad, al contrario de lo que sucede con los individuos
seguros. A pesar de esto, pueden sentirse mejor cuando su pareja
les da su apoyo. Del mismo modo, cuanto peor se sienta su pareja
menos apoyo le darán. Sin embargo, aunque estas personas
dan poco, piden poco y huyen de la intimidad, esto no quiere
decir, necesariamente, que algunos de ellos no deseen las tres
cosas. Simplemente se trata de estrategias defensivas debidas a
que en el fondo esperan ser rechazados tarde o
temprano.

Mejor no recordar: sacar de
la mente el odio y el amor

Cuando se les pidió que recordaran
algo triste, las personas con este tipo de vinculación
hablaron de acontecimientos que contenían solamente
elementos de tristeza pero no de ansiedad o rabia, que
tendían a estar presentes en los recuerdos de personas con
vinculación segura y, sobre todo, en los ambivalentes.
También tardaron más tiempo que los demás en
recordar momentos en los que se sintieron ansiosos o amados en
sus actuales relaciones. Es decir, estas personas tienen
tendencia a alejar de su mente o minimizar cualquier cosa que
tenga que ver con sus relaciones de pareja. Así mismo,
evitan más los besos, las caricias, hablar abiertamente
sobre los sentimientos, mirarse fijamente a los ojos y otros
afectos similares.

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Dama desnuda por Warren B.
Davis

Dos tipos de
evasivos

Dentro de este patrón se han
descrito dos categorías, debido a que se vio que se
utilizaban principalmente dos formas distintas de
evitación, que recibieron el nombre de estilo temeroso y
estilo devaluados. Si bien ambos tienden a evitar la intimidad
por temor al rechazo, el primer grupo lo vive con una ansiedad
alta y temen que sus parejas les hagan daño, mientras que
los autosuficientes adquieren este patrón para mantener
una sensación de autonomía e independencia
demostrando un nivel de ansiedad bajo. Son los que tiene
más facilidad para reprimir pensamientos y sentimientos
perturbadores, mientras que los temerosos no son capaces de
conseguirlo, aunque lo intenten. Debido a esta tendencia a
olvidar los aspectos más desagradables, estas personas
tienden, en ocasiones, a idealizar a sus padres, a quienes pueden
describir como maravillosos, pero sin poder aportar datos (como
recuerdos específicos) que lo demuestren. Los evasivos
temerosos, en cambio, suelen tener una imagen despectiva de los
padres a quienes resienten, a veces, haciéndolo, sin saber
por qué.

Vínculo
afectivo ansioso-ambivalente

El amor-odio

Este tipo de persona, suele manifestar
emociones más intensas, tanto positivas como negativas:
más celos, más pasión y mayor deseo de
fundirse con la pareja, siendo más proclive a los extremos
emocionales. Tienen un gran deseo de proximidad y sienten gran
ansiedad ante la posibilidad de un rechazo. Son conscientes de
que desean intimidad en un grado mayor que la mayoría de
la gente y piensan que esto a veces asusta a los demás. A
menudo les preocupa que sus parejas no los quieran realmente. No
se dan a conocer fácilmente y suelen tener bastantes dudas
sobre sí mismos. Piensan que es fácil enamorarse y
que hay pocas personas que deseen comprometerse tanto como ellos.
Tienen más probabilidades que los demás de afirmar
que en sus relaciones hay menos amor, compromiso y respeto mutuo.
Sienten más rabia y hostilidad hacia sus parejas
después de un conflicto.

Cuando no se
olvida

Los ambivalentes tienden a estar confusos
acerca del impacto de sus relaciones afectivas en la infancia. Y
sus relaciones actuales con sus padres están marcadas por
rabia continua o por intentos de complacerles, estando aún
atrapados en los problemas de su relación con los padres
durante la infancia. Suelen enfadarse cuando hablan de dichas
relaciones y sus recuerdos son contradictorios. Dan la
impresión de tener algún conflicto sin resolver con
sus padres.  

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Paul Delvaux

Estabilidad y
cambios en el estilo de vinculación: cuando el tiempo
pasa

El grupo seguro es el más estable.
Sin embargo, un estudio realizado recientemente, mostró
que los seguros que habían roto con su pareja
tenían más probabilidades de considerarse inseguros
cuatro años más tarde.

Con el tiempo, los dos miembros de la
pareja se van sintiendo menos preocupados en los temas
relacionados con el amor, de forma que cuanto más tiempo
están juntos menos ansiedad sienten referente a su
relación. Ambos se vuelven también más
similares entre ellos respecto a su tipo de vinculación y
también pueden cambiar, a través de sus diversas
experiencias, los estilos aprendidos en la infancia. Por ejemplo,
si una persona que comienza una nueva relación con un
estilo seguro se encuentra con una pareja que no le da suficiente
apoyo, de quien no obtiene el grado de intimidad que necesita o
que la rechaza, puede ir volviéndose más insegura
en su relación a medida que el tiempo pasa. De modo
inverso, Si una persona que estableció una
vinculación ansiosa en la infancia forma una
relación con alguien que le da seguridad, le enseña
con su comportamiento que algunas personas están
ahí cuando las necesita y muestra un conducta estable,
puede estar ayudando a su pareja a cambiar hacia un estilo
más seguro. De hecho, incluso en los niños
más pequeños puede producirse un cambio en sus
patrones de vinculación, sobre todo si la madre modifica
su comportamiento de manera consistente.  

Cuidado con lo que de otros
se espera…

Cuando se encuentran en situaciones
ambiguas, los individuos ansiosos tienden a hacer
interpretaciones más negativas sobre la conducta de su
pareja que los seguros (por ejemplo, pueden pensar que si su
pareja se separó de ellos en un aeropuerto fue a
propósito y no porque se confundiera). Este tipo de
interpretaciones puede hacer que con el tiempo vaya disminuyendo
el grado de confianza mutua. Una persona que entra en una
relación con expectativas de seguridad estará
más predispuesta a buscar el apoyo de su pareja y provocar
en ella la respuesta que desea, mientras que una persona
predispuesta a esperar un rechazo podría mostrarse tan
evasiva con su pareja que al final esta acabara
rechazándola, lo cual confirmaría sus expectativas
y le evitaría la molestia de tener que plantearse sus
creencias y cambiarlas por otras, aprender nuevas formas de amar,
y nuevos estilos de comportamiento. Lo que sucede es que para
algunas personas es más cómodo buscar una realidad
que se ajuste a sus expectativas que cambiar sus creencias para
ajustarlos a una nueva realidad, incluso aunque ésta sea
más deseable. De este modo, se ha visto que muchas
personas acaban manteniendo tipos de relaciones que confirman sus
creencias a pesar de que, como la mayoría, prefieran, a la
hora de enamorarse, una persona atenta y cálida que sepa
responder a sus necesidades.

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Le chemise rose por Tamara de
Lempicka

Cómo
tratar a tu pareja

Descubre su
estilo

Lo primero que tienes que hacer es, por
supuesto, descubrir dicho estilo, aunque es aconsejable que esto
lo hagas una vez que conozcas el tuyo, pues si tienes, por
ejemplo, un estilo ansioso, puede que estés demandando
más atención y cariño a tu pareja de lo que
suele ser habitual y puedes pensar que tu pareja te evita cuando
lo que sucede en realidad es que le estás pidiendo
demasiado. Céntrate en su forma de comportarse contigo.
¿Expresa sus problemas y su malestar o los oculta y evita
hablar de sus sentimientos? ¿Evita el contacto
físico más de lo que suele ser habitual en la
mayoría de las parejas? ¿Muestra demasiados celos?
Utiliza las descripciones dadas de los distintos tipos de
vinculación para tratar de encontrar dónde encaja
tu pareja. Lo ideal es que hagan esto entre los dos, tratando de
descubrir juntos cuál es la forma de relacionarse entre
los dos, cuáles han sido sus experiencias en el pasado,
tanto en la infancia como en la edad adulta y cómo piensa
que han influido en ustedes y en su relación. Escuchen lo
que cada uno piensa del otro y hablen sobre ello.

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Anna Akhmatova
Modigliani

Cuando te vas…

La reacción de tu pareja ante la
posibilidad de una separación (por ejemplo, cuando uno de
los dos tiene que pasar unos días fuera por motivos
válidos) te ayudará a hacerte una idea de lo segura
o insegura que se siente tu pareja. Los que estén en las
categorías de evasivos temerosos y de ansioso-ambivalentes
se sentirán preocupados ante la separación, pero
reaccionarán de manera distinta. Si pertenece al primer
grupo no expondrá sus temores ni te dirá
cómo se siente ante la perspectiva de que te alejes,
incluso aunque piense que si le quisieras de verdad te
olvidarías de ese "absurdo viaje". Tú, sin
enterarte de nada de lo que pasa por su mente, creerás que
no hay ningún problema y podrías encontrarte al
volver con un rechazo por parte de tu pareja cuyo origen
desconoces. Si conoces el estilo de vinculación de tu
pareja y tienes en cuenta todo esto podrás empezar un
diálogo, antes de irte y tratar de darle seguridad. Los
del grupo ansioso tratarán de impedir que te vayas y puede
que incluso tiendan a enfadarse. No te dejes arrastrar por sus
emociones o sus posibles estallidos y trata de explicarle con
calma cuáles son tus motivos y recordarle que tus
sentimientos son sinceros y estables.  

Partes: 1, 2

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