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Antología de poesía cubana. Cuba y la noche (página 15)




Enviado por Orlando Desiré



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Ah, Sol, tú no quedarás sin esa sangre que ayude

al arco iris

Sangre para el trono del monstruo

y que su reino quede reducido al quejido de uno

que se muerde la lengua

y yo me voy a beber dos copas y me cuidaré

de las ranas y el marabú

me cuidaré sobre todas las cosas del Ángel

de la Guarda

Las mujeres que nunca me besaron abren sus piernas

y de ellas sale el pájaro que persigo como

un pronombre

y no me importa que tenga diez cabezas o siete

cuernos

y todo sea abismo

idioma por aprender

flauta que se olvida y retoma su sonido

a media noche

Ahí viene

(llega clamoroso como aquel ángel que bajó

del cielo

para anunciar la caída de babilonia)

He dispuesto una tira piedras / un tragasol /

unos miraluces

para adormecer los belfos de los caballos

que le acompañan

Busca un escudo Colibrí

atrinchera tu plumaje

pon a buen recaudo ese sostenido aletear

que ayer vi al fondo del jardín

Aquí estoy

y veo pasar una carga al machete

y por el flaco izquierdo va un caballo blanco

y el que lo monta se llama Fiel y Verdadero

(se ve tan bello recostado al oro de la tarde)

Todo el aire municipal enerva y pliega su exactitud

en pos de tu zumbido

Es la hora de comer carne de reyes

y aquí tengo la lave del abismo falso colibrí

arrodíllate y pide perdón

no te confundo con el almácigo

ni la paloma y mucho menos con el perro jíbaro

que en la nocturna

ya no se cuida del riflero

La desnortada acacia no es tu nombre

cero esmeralda, nulo carmín

ven y liba de esta mano convertida en flor casi

vegetal

voy a torcerte el cuello, macerarte la garganta

con hojas de higo

ven a la centinela patriarca del vuelo

ven, pájaro bizambo y desorejado

ya tengo listos los alfileres para sujetar tus colores

y pegarlos en esta bandera donde estoy parado

con miedo de que se pierdan sus remotos azules

sus blancos repartidos en franjas y puntas

(escoltados por un triángulo donde los héroes

y las luciérnagas

vienen a tragar oscuridad)

y entonces no será posible la salvación de esta Isla

ni de aquellos que quieren matar al colibrí

ADIOS NAVES DE TARSIS

Mas la voz de mi amor y mis cantares

Salvará la distancia de los mares

Juan Clemente Zenea

¡Dios! ¿Qué cosa es esa arenisca

a los bordes del disco explaya su música?

Isla. Te has quedado Isla sin los juncos

flores que a laderita deciden mecer sus sales

en la espuma

Rivera o pretil. No importa si es betún o asfalto

unir las cañas. Cañas de la Isla

(Barca de Asiria apoyada sobre cueros de cabra

inflados):

utensilios de bronce (¡¡ay!, aquellos címbalos

de la memoria)

caballos y corceles de guerra (¿Te acuerdas

de las cruzadas?)

hierro labrado (Levantisco, el aire mueve las

cortinas)

mirra destilada (es la miel. Es la leche. Lego

el labio)

¿Era el profeta Ezequiel quien decía… Viento solano

te quebrantó…?

Remeros. Remeros que en estos bordes

se van para no saber los salientes

los entrantes, las socavaduras que hace el cielo

cuando el agua desgaja

Barco Ebrio de Rimbaud o Baltasar de Malverde:

Infinitas / Conmovedoras / Relucientes /:

¿Hay una casa para regresar ahogado y misterioso?

¿Qué pregunta hacer en torno a la fruta

y la semilla que no sabe el sabor?

¿Sabor? Isla. Gentiles y pordioseros vamos destino

al templo. Vamos en pos del agrio de la cebolla, en

pos de la música, de aquellas hierbas que al Centro

de la Isla te persiguen y te nombran y te hacen

redundante Isla por el chapotear de los remeros

¡Dios! ¿Qué cosa es esa arenisca

a los bordes del disco explaya su música?

Te invito a dibujar un barco

una proa redonda como una preñez

redonda como esas ballenas que te sostienen Isla

No dejes de trazar la popa, los remos y el timonel.

Déjales un idioma para que puedan entender

el lenguaje de las sirenas y el de los delfines. Que

puedan entender el regreso definitivo, la pasmosa

ausencia del que se va a conocer un silencio, una

algarabía sin pautas

Dibújale un mástil con una vela cuadrada o

triangular. Elige un color que sea del gusto de

príncipes o diablos. Si sabes el signo zodiacal del

remero, hazle un tatuaje en la frente por si un día

regresa desmemoriado decirle: Tú res un Tauro

saliendo de las aguas…

Dibuja un barco con una gran eslora

y de ese modo le darás velocidad y soltura

¿Será triste conocer el mar de lejos?

¿Será triste

no ser Isla en el medio de la enjundia y su saliva?

¿Será triste volver los ojos

para que los peces atisben el otrota anzuelo?

¿Cuánto de intranquilidad?

¿Quiénes a resistir una tormenta de sal?

Por la bruma va pasando la nave alejandrina

que lleva al apóstol Pablo prisionero

y de las bodegas llega un olor a trigo

(Es la mostaza del siglo): Juncos hace años

juntados para llevar o traer

juncos que suenan al compás de los que lamentan

el final de Babilonia

y un niño quiere salvar la distancia de los mares

y se pone a tararear una canción

mientras que la Isla le dice adiós

a unos barcos de papel

le dice adiós a las naves de Tarsis.

PEDRO LLANES

(Santa Clara, 1962)

Obra poética: Diario del ángel (1993); Sibilancia (1996); Sonetos de la estrella rota (2000); Partitura hecha por el sinsonte (2001).

DIARIO DEL ÁNGEL

Heme aquí regidor en el noviembre largo.

Perseguido por su sombra sigue el tigre.

En la escarcha del patio corre el tigre.

Lo velan extáticos el estanque y la garza.

Desde los atalayadores salta el tigre a la floresta.

Si la salva quedará la escarcha.

Nadie escucha la conceja del tigre.

Heme aquí regidor en el noviembre largo,

junto al estanque hay un niño y un árbol.

Yo digo su nombre al pie mismísimo del árbol.

El oye hosco su nombre y me maldice.

En el estanque luce el junquillo, el pasado año, los relentes.

Es el noviembre largo: Desde los atalayadores salta el tigre

a la floresta.

Las cosas tienen sus nombres difíciles.

Sea, dice la línea que cruza el agua.

Junto al estanque hay un niño y un árbol.

El niño me regala su bastoncillo de la sola estrella.

Escupo en la tierra y nace una mujer hermosa.

Su nombre es Nara.

Duerme, amada en el soto hasta el alba.

Sea, dice la línea que cruza el agua.

A la hora tercia Nara era como una joya finísima.

La vimos dormir sobre las pasionarias.

El niño me regala su bastoncillo de la sola estrella.

A la hora tercia Nara era como una joya finísima.

Duerme, amada en el soto hasta el alba.

Sigo la ruta, la ruta blanca que sube los corredores,

de cerca me persigue el tigre.

Su figura se entrecruza a la mía, las dos huyen.

Tened cuidado del cuervo.

El cuervo atormentará vuestras carnes.

Sea, dice la línea que cruza el agua,

el arlequín puesto de pie en el trajecillo azul.

Hurra por los feriantes,

por el triste payaso que sin cesar se aplaude contentísimo

en la muerte.

Voy llorando hasta el bosquecillo

y hago una canción por vosotros.

Tened calma, hermanos.

Por las noches del onceno mes

asoman los astros como grandes tazas.

Las calaveras de mis hermanos

cantan como podría cantar un difunto.

Guardad al difunto del cuervo.

El cuervo atormentará vuestras carnes.

Sigo la ruta, la ruta blanca que sigue los corredores.

De cerca me persigue el tigre.

Su figura se entrecruza a la mía, las dos huyen.

Adiós a los amurallados,

a las estaciones donde corre gozosa la ventisca de los blancos

pasos.

He aquí el regidor en el noviembre largo.

En el espejo de la fuente se mira el regidor.

No bailéis más las zambras,

la danza del pavo real.

Pero el pavo real danzaba bajo los muérdagos levísimos.

Han florecido los manzanos.

Os prometo que habrá buenas frutas,

que os daréis el hartazgo en este otoño.

Sea, dice la línea que cruza el agua.

Por las noches del onceno mes

asoman los astros como grandes tazas.

Os prometo que habrá buenas frutas,

que os daréis el hartazgo en este otoño.

Viene el Sr. Haro, herbolario de su excelencia.

Las opalinas abren la danza del pavo real.

Una multitud numerosa escupía la cola del pavo real.

Lady Goldgate tiraba del brazo del Sr. Haro.

El fantasma visto en la vitrina, querido, dónde está.

Una multitud numerosa escupía la cola del pavo real.

Adiós a los amurallados,

a las estaciones donde corre gozosa la ventisca de los blancos

pasos.

Viene el Sr. Haro, herbolario de su excelencia.

Lady Goldgate pensaba en sus modiglianis,

el de las cintillas marinas y la melancólica flor.

Ella cruzaba el palacio Foscari, Santa María Della Salute.

Una multitud numerosa escupía la cola del pavo real.

Lady Goldgate se iba por la Porta Della Carta.

El fantasma visto desde la vitrina, querido, dónde está.

No debe mai pensar l´oumo pensando s´invecchia

Non debe fermarsi l´uomo in una sola cosa.

Soy el regidor en el noviembre largo.

Hice amargas cartas y nadie las respondía.

Entre el hombre y la esfera hay un frío espacio.

Viene el Sr. Haro, herbolario de su excelencia.

El escucha a la prima en su mayor blancura.

Oh, dulces, oh árboles de la simiente de Noé.

La plaza y el trastorno, los nepentes Sr. Haro.

Sea, dice la línea que cruza el agua.

Han florecido los manzanos,

os prometo que habrá buenas frutas,

que os daréis el hartazgo en este otoño.

Lady Goldgate recordaba en sus modiglianis,

el de las cintillas marinas y la melancólica flor.

Sabemos bien que la mujer no puede ser ya doncella.

No puede serlo Sr. Haro lo sabemos.

El fantasma visto desde la vitrina, querido, dónde está.

Era mi chiquilla, hermosa, no preguntes.

Cuida a la muerta querido, la desenterrará la lluvia.

Sabemos bien que la mujer no puede ser ya doncella.

No puede serlo Sr. Haro lo sabemos.

La perseguirá la bestia por la plaza abierta,

por los amurallados en las noches blancas.

Sea, dice la línea que cruza el agua.

Levitante la línea hace cantar al pez.

Tú me darás el manzano para la navidad ya próxima.

El retrato de la chiquilla vestida de air hostess.

La veremos en el columpio del patio, tenme fe.

Fuera la nevada, la robadora.

He aquí mis vecinos, mis desesperos,

mi nombre titilante como los pasos del reno en la nieve.

Tú me darás el manzano para la navidad ya próxima.

El retrato de la chiquilla vestida de air hostess.

La veremos en el columpio del patio, tenme fe.

El bemol de la prima en su mayor blancura.

Oh, dulces, oh árboles de la simiente de Noé.

Entre el hombre y la esfera hay un frío espacio.

No burles el espacio, te rechazará la esfera.

Ella vive su rotación estática.

Un solo grano es toda la arena.

Gira esfera,

mantennos ajenos de tu frío espacio.

Haz que no te sepamos,

sé lo sibilino,

la aguja por donde cruza el mosaico con el delfín azul.

Viene el Sr. Haro, herbolario de su excelencia.

En el traspatio del beaterio marchitaban los trigos.

El colegio de vestales de la ciudad furiosa.

Marchitaban Sr. Haro, marchitaban.

Los muros, las piedras altas de la ciudad furiosa.

Gira esfera,

mantennos ajenos de tu frío espacio.

Haz que no te sepamos,

sé lo sibilino,

la aguja por donde cruza el mosaico con el delfín azul.

Sea, dice la línea que cruza el agua.

Torpe sube el relente la rocalla que la ola rige.

En tal tarde las sílfides paseaban,

alumbraron por los castañares,

en el otoño las veía el dios de los pies de cabra.

El hubiera querido besarlas,

decirles los trabajos del alumbramiento.

En villa Estefanía sur les eaux

estaban más doradas las aguas

y el abuelo durmió aquella jornada y otra.

Un sueño tan largo, las tierras del labrantío.

Soñaba el abuelo un sueño recio.

Los ayllus que el invierno dora.

Cusy Coyllur que tiene un nombre,

soñaba el abuelo un sueño recio.

Cusy Coyllur que tiene un nombre,

y en el sueño de abuelo Coyllur era estrella.

Casiopea de las rosas náuticas,

cuando el viento hace varar las marmotas en las islas vírgenes.

Los alcolmoranes huían del cuervo

pero volaban a su izquierda

y el cuervo los perseguía fijo hacia el sur.

En el ala norte del templo vuestras mujeres endechan

a Tammuz.

La corneja volaba junto a las endechadoras de Tammuz.

El abuelo vio agua que salía del templo, del lado derecho,

vidi aquam aegredientem de templo a latere dextro.

Era la pausa en que dialogaban el faisán y la flor de horchata.

Estuvo muerto el abuelo, lo veía solo.

Por ella corrían los ángeles tras la chirimía.

Distantes pasaron las ciervas por el coto abierto.

Ciervas hechas vida,

oh ciervas,

ellas bramaban tras la sangre del ciervo muerto,

ciervas hechas vida,

oh ciervas.

El ciervo vulnerado

por el otero asoma.

Muerto está el que vive, vivo en la muerte del ciervo

aunque no muerto sin morirse el ciervo vive,

ciervas hechas vida,

oh ciervas.

El ciervo vulnerado

por el otero asoma.

El pasado otoño fue difícil.

Los aprendices se sublevaron contra los maestros.

En villa Estefanía sur les eaux

creció el árbol de la horca.

El árbol de la horca tenía sus patibularios,

sus frutos lívidos como la idiotez.

Fuera vagaban las ánimas de los penantes.

Era el mes de abril, cuando ya el prado,

se sabe furtivo, sus cruzadas líneas giran

y giran en él nombrables los ganados,

y oh, el regidor: tú alanceabas en tal mes los laberintos de ti

con sus semilleros, sus girasoles, sus polaridades.

Los muertos tienen delicadas las carnes.

Ellos repetían, oh regidor, oh regidor.

Sea, dice la línea que cruza el agua.

Hemos ido junto a los ejércitos inmutables.

Los ejércitos inmutables estaban sobre las tierras de Dortz.

lidia, lidia contra las lluvias,

si vences estas verdades dalas por sabidas.

Soy el regidor: brindad por la chiquilla muerta.

El pasado otoño fue difícil.

Una multitud numerosa escupía la cola del pavo real.

Viene el Sr. Haro, herbolario de su excelencia.

Lady Goldgate tiraba del brazo del Sr. Haro.

Los aprendices se sublevaron contra los maestros.

En villa Estefanía sur les eaux

creció el árbol de la horca.

El árbol de la horca tenía sus patibularios,

sus frutos lívidos como la idiotez.

Fue en el agosto del día de Diana.

Medio sol el doncel martirizado otro sol fingía,

su piel silente para la vendimia en vísperas.

Las apsaras limpiaban los esputos.

Los esputos hacían sus escalas, sus peanas.

Ellas bordaban el mantel de oro.

El reciario buscaba su imagen por los peristilos.

Húmedos los peristilos doblaban al reciario.

Tú harás las nupcias con la hija del verdugo.

Ven, mi enterradora, ponme luces nuevas.

Me levantaré de la gentil piedra al pasar el tiempo.

Cuando nadie me espere vendré como el ladrón.

No te duermas, hermosa, te lo ruego.

Pasado este año, el sauquillo, la sucesiva ceniza.

El ladronzuelo roba las manzanas en el filo de la estrella.

Estaba Frl. Blenda, yo olía mi ser antiguo.

Vino el tiempo de la primavera.

El tiempo de los ciruelos, el ladrón y la estrella.

Sabia es la lluvia,

en el tiempo de la primavera la veía caer,

Frl. Blenda la veía.

Apretada visitadora como un extraño fuego.

Si existen los manzanos existe el ladronzuelo.

Lo he fisto furtivo robarme en las calendas.

Robaba las hojas, las perdularias sombras

que celebran lentísimas su juego.

Si existen los manzanos existe el ladronzuelo.

En el otoño aborrecido estaba Frl. Blenda.

El vacío es nada, las dos cosas lo serán, a qué dudarlo.

Comprende las verdades, las verdades del fuego.

Estamos Frl. Blenda

en la luna de la pantera hacia la mitad del año,

solos, mirando la alberca,

Los almiares que alaba la lengua del pastor.

Las leyes del fuego y el agua son eternas.

Frl. Blenda tranquilamente hilaba

mientras aparecían dos caras del Sr. Tafarinas:

tienes deliciosas líneas,

si las llevas a la zona estanco no se mojará, no se mojará.

Amarraremos al corcel, lo amarraremos

con un agua tan eterna, estamos solos en la luna de la pantera,

las agujas están más allá: el sitio preferible a la duna.

el Sr. Tafarinas dibujaba la duna.

La dibujaba por la luna de la pantera hacia la mitad del año.

Yo te hube visto, romo, mi querido,

en la terrible peste, te recuerdo.

Comías las carnes dulces de mis hermanos.

Oh, romo querido, te recuerdo, te recuerdo.

No quiero que el vacío pueda trastornarnos.

Frl. Blenda temía al ladronzuelo

cuando las perdularias hojas celebran lentísimas su juego.

Sus ancestros ahogaban de la herradura hasta el puente.

El Sr. Tafarinas los hallaba luego muertos.

Frl. Blenda te aborrece, lo sabemos,

dibújala en la tela, preciosa, no lo olvides.

Del ave y el pez veréis fundar la casa,

se mirará la casa en la alberca undosa.

Ganado mío,

por las cumbres con roca corre el tigre.

Ahuyentará mi ganado, mi casa undosa como la sal.

Es el tiempo de la matanza,

tendremos esteras de piel, sandalias firmes, bien dotados

cuencos.

Vino el tiempo de la primavera,

la hora de los ciruelos, el ladrón y la estrella.

Siento cantar al cuco su larga misa en re.

El Sr. Tafarinas recordaba el riflero,

somos los últimos, los otros existieron

como los comensales que abandonan la mesa.

Vino el tiempo de la primavera,

la hora de los ciruelos, el ladrón y la estrella.

Son bellos los ciruelos,

en las ramas siento cantar al cuco su larga misa en re.

La vajilla conocía la plata, tenedores,

enarenados galeones que marchan a levante.

El Sr. Tafarinas recordaba el riflero,

en el otoño aborrecido lo recordaba.

Un tiempo que agrupa todo, un tiempo que agrupa nada.

El vacío es nada, las dos cosas lo serán a qué dudarlo.

Comprende las verdades, las verdades del fuego.

Estamos Frl. Blenda

en la luna de la pantera hacia la mitad del año.

Murió la madre hace años, una vez en la eternidad,

de qué sirven tan misteriosos amigos, de qué sirven.

Estaban los naranjos del patio hacia la lumbre

como el mármol esbelto que no escucha la voz.

Si la madre muere, quién podrá salvarla,

era la pregunta que hacían las coristillas.

La mirábamos violácea: yo te hube visto, romo mi querido.

Las coristillas remedaban a Lisístrata.

Somos los últimos, los otros existieron

como los comensales que abandonan la mesa.

Murió la madre hace años, una vez en la eternidad,

se fue por la puerta que gira en sí misma.

Las coristillas giraban tras al puerta,

en los batines levitantes, llama a punto.

Decidme vuestro coro, el antifonario del árbol,

las astas dobladas, el murmullo de citarista.

Lisístrata de pie en medio del círculo lloraba.

He puesto mis manos sobre ti,

construí en la roca una tan blanca chimenea,

que la nieve aturdida caía con sus copos verdeantes a mi vera.

Construí en el páramo

una lluvia que nunca pude imaginar, de tal manera

estoy aquí lejos y cerca sin saber si nunca.

No me censures Lisi,

pues yo mismo he de agradecértelo,

construí en el páramo, quién puede conocer el absoluto.

Maldíceme si lo deseas, es ya tu tiempo.

Las hijas de los ciervos, el culto y la nieve,

el bemol de la prima en su mayor blancura,

el arpista la celebra: yo te hube visto, romo, mi querido.

Las hijas de los siervos imitan a las coristillas,

parecen levitantes como la muerte del cisne.

Sabia es la lluvia,

en el tiempo de la primavera la veía caer,

Frl. Blenda la veía.

En el corredor de la corza encontraré al alférez.

Era la temporada de las fragantes madonnas.

El arpista la celebra: yo te hube visto, romo, mi querido.

En el corredor de la corza encontraré al alférez.

Madonna Lily, florece,

tú siempre floreciste en el estío.

Oh, hueco tan solemne como la primera criatura.

Una misma moneda no paga las dos copas.

Abismo, entréganos el sortilegio,

el absintio que mueve los gobelinos.

Alabada sea la piedra,

la idea que rige a la piedra.

Estoy aquí lejos y cerca sin saber si nunca.

En el corredor de la corza encontraré al alférez,

le he de preguntar por la armada náufraga,

tenedores, enarenados galeones que marchan a levante.

Ha de responderme: un barco que naufraga se lo traga el vacío.

Fue en Riaze, cerca del auriga de Delfos, no lejos de Calabria.

Toda de blanco, Leda miraba a Orión al norte,

pero Orión estuvo sin luces tras las viñas esa noche.

También te amo Leda,

tu blancura me hace tiritar por los cielos del sur.

Le dije a los arúspices: traed las ollas con vino más bermejo.

Rociaría el barco náufrago, las incendiadas cadenas

del bauprés.

Traed las ollas con el vino más bermejo,

cuando Leda dura tirita en las pasionarias.

En el crepúsculo plomizo corrían las hojas de las campánulas.

Le dije a los arúspices: traed las ollas con el vino más bermejo.

No puedes contra la lluvia,

aunque pudieras, nada vale que lo pruebes Frl. Blenda.

Sabia es la lluvia,

en el tiempo de la primavera la veía caer,

Frl. Blenda la veía.

Hay géneros vacíos, hospitalarias corolas,

cada pétalo hace su cuenta, vuelve a mí.

Comprende las verdades, las verdades del fuego.

He aquí que llegué, estoy provisto de gloria.

Bajo la enramada siento encender el meteoro y la espiga,

mientras, aparecen dos caras del Sr. Tafarinas:

tienes deliciosas líneas, los halaba de la herradura

hacia el puente.

La infantina prueba el laberinto, pero no gira.

Lo festejaremos a solas, romo, mi querido.

He aquí que llegué, estoy provisto de gloria.

Para arder, espiga devorada, se sabe aquí la roca.

Cuando leas en la roca, deja la sibila, vuelve a mí.

Míralo en su doble sucesión que me adormece,

con sus alces finísimos bramar en el crepúsculo.

Deseo oírlos huir por las falenas,

disfrazados de silenos perseguirte.

Quién encestará los cristales removidos,

el gracioso delfín que hace su trazo en las arenas.

El barco sirga a levante, hacia escorpión.

Lleva hombres duros que cantan una canción del mar.

El ciruelo no puede ser flor.

Es inútil trastornarlo Frl. Blenda.

Por el aire de la montaña llega un gran rumor azul.

El serafín nos acecha Frl. Blenda, nos acecha.

En las tardes del otoño lo he visto maldecirme.

El barco sirga a levante, hacia escorpión.

Lleva hombres duros que cantan una canción del mar.

Tierra adentro el ganado, el esquivo y las mieses,

si la cantaras como yo serías el favorito.

Di: hermosas son las mieses,

en el otoño aborrecido las maldije a viva voz.

Fue en Riaze, cerca del auriga de Delfos, no lejos de Calabria.

El Sr. Tafarinas recordaba al riflero.

Aún lo recordaba a las puertas del solsticio,

cuando el gatopardo entra silencioso por la huerta.

Huíamos indiferentes como si quisiéramos solemnizar,

presurosos tal si temiéramos, bajábamos, bajábamos.

El riflero nos espera en Clers aux Gliéres, un largo cementerio.

Éramos sabrosísimos blancos de pie sobre los muros.

El oficio del riflero es serlo Frl. Blenda.

Por la Calzada de Clers aux Gliéres subía el gatopardo.

La maldición de los Bikini está clavada a nuestra puerta.

El agua sale y entra: no debes detenerla,

deja que asome la esclavina de la muerte.

Por la Calzada de Clers aux Gliéres subía el gatopardo.

Los alamillos comenzaban a temblar a la hora del gallo.

Los bikini traían los semblantes turbios.

Detrás los condestables, las maestros de facturas.

Iban descalzos con el sol furioso en las cadenas.

El gatopardo ronroneaba iracundo tras las viñas.

Deja que asome la esclavina de la muerta.

Sus delicadas mejillas tan suaves en la muerte.

En el primer año, el del ratón blanco, el ángel guardaba

los antílopes,

estos son mis címbalos, címbalos del ratón blanco:

si los tocaras.

He dispuesto saetas que clavan al guerrero en el sueño.

Decidle a los nobles: no trastornéis los designios del ángel,

antílopes asustadizos, gacelas de ojos enamorados.

El ángel guardaba los antílopes.

Las copas finísimas en las que bebe el lancero.

No toques estos muros.

Al borde de los muros mis días han pasado y yo espero.

Quiebran las zarzamoras, no toques esos muros.

En el año del ratón blanco el ángel vigilaba los muros.

Soy como el jornalero que poda en el otoño la viña.

La bestia aplastaba las corolas del trébol.

He temido a la bestia Mr. Teasdale, soy como el jornalero

en la viña

Mr. Teasdale, amigo del ángel, hemos esperado, no hagas

las Caribdis,

jofaina donde los espejos, las gasas avivan, las esquinas.

En el ratón blanco, el camino Mr. Teasdale, lo encontraremos.

Podríamos esperar, pero el provecho, piensa en el provecho.

Los graneros halan oblicuas las doncellas.

Ruth, tú eras también la amiga del ángel,

qué más podríamos hacer: el lavamamos, Mr. Teasdale.

El lavamamos en la temporada gólgota.

En el año del ratón blanco la mente rechaza el filo del sueño.

Mejor, que más podríamos hacer, mejor,

la bestia busca a las gacelas de ojos enamorados.

Lava las manos del ángel,

Mr. Teasdale, lávalas, si pudieras lavarlas.

Tú fuiste experto en las arenas,

este otro desierto, la esquina que junto a la esquina

aunque sigamos inmóviles, despiertos como la víspera.

El barco hace agua: pon fija la vela hacia las playas.

Qué mano guiará el itinerario del barco en la niebla.

Cuando sea la primavera despiertan las almas del sueño.

Voy a esperarte Ruth, tú eras también la amiga del ángel.

El centinela anuncia el agua, sólo el agua.

El oro traído, olvida tu opulencia.

En el armario hemos puesto oro, mucho oro.

El perfecto encierro del armario a quien ningún viviente escucha.

Es bueno el lavamanos Mr. Teasdale, lávalas,

si pudieras lavarlas.

Soy el guardagujas en el invernadero viejo.

El invernadero por donde el arca trae frutas, el provecho.

Hemos visto al perdido. A ese no lo podemos salvar.

Deucalión, el rey de luces en la temporada gólgota.

Podríamos esperar, pero el provecho, piensa en el provecho.

A quién vigila halagado detrás de las tinieblas.

Es el gallo, el gallo de finas espuelas que no vemos.

Si pudiera mantenerme ajeno en el deleite.

La fruta cae del suelo, mordida por la ondina cae al suelo.

He rechazado tu mente a causa de tus manos,

las manos en el invierno pueden enturbiar la mente.

Deja a los aurigas, la tirantez del coche,

la prudencia no lleva a ningún sitio: sólo el fuego.

El barco hace agua, pon fija la vela hacia las playas.

Desde los miradores puedo ver los peces.

En las ventas de muchachas con espejuelos he permanecido

atado.

Enterrad las lágrimas: al perro que no aúlle,

la casa está contra la luz, el cerbatanero pone agua,

de modo que las plañideras se han tirado al clavel.

No enseñen sus mujeres, eran quienes paseaban

por las ventas.

El veneno a la hora del ángelus tiene sus corales.

Mi corazón se espanta ante la máquina.

Enterrad las lágrimas: al perro que no aúlle.

No me apenan los goznes, calla en la puerta es lo mejor.

El ocaso del clavel. El perro aúlla, aúlla.

Déjalo que olvide la furibunda fragancia de la llama.

El hielo hacia adentro es infinito.

No enseñen sus mujeres, eran quienes paseaban

por las ventas.

Le regalaré a la novia nenúfares lilas como la risa.

El hielo hacia adentro es infinito.

Sobre las terrazas refulgen las vivas del ángel.

Mr. Teasdale, lávalas, si pudieras lavarlas.

Quiero que el gallo vigile en las tinieblas.

El ocaso del clavel. El perro aúlla, aúlla.

Ruth, recuerda a las almas despiertas del naufragio.

El gallo sospechaba el naufragio,

en la madrugada decía su réquiem al guerrero.

Si habremos de levantarnos no eludas la jofaina.

Las vitrinas donde posan el maniquí y la felpa.

Cuando sea la primavera, despierta te lo pido.

En la primavera despiertan las almas del sueño.

Ruth deseaba los grisáceos cristales,

las aves del paraíso que yo habría despreciado.

Su espectro es mi mismo espectro, el espectro del pétalo conmigo.

El barco hace agua: pon fija la vela hacia las playas.

En el asilo del mar, la luna muerta, ruiseñores nocturnos.

Mr. Teasdale, hemos perdido nuestro oro.

Deucalión, el rey de luces en la temporada gólgota.

Hemos perdido nuestro oro: mi corazón está más libre.

Conozco tus pasos, la monja vestida de pana me visita.

Qué más podríamos hacer: el lavamanos Mr. Teasdale.

Ha llegado la hora de las abluciones.

Deucalión, sólo el viejo nombre me recuerda a la amada

en la furia.

Cuando pregunte la rosa no te enfades: podemos ser fugaces.

En la ciudad del delirio había una loca.

Dile a la carne que espere.

Si habremos de levantarnos no eludas la jofaina.

Cuando sea la primavera, despierta te lo pido.

En la primavera despiertan las almas del sueño.

Taciturna, la góndola busca su naufragio el espejo.

La locomotora arrastra los hospitales quemados.

Somos nosotros mismos, la estrella cae hacia el fondo.

En la ciudad del delirio había una loca.

Dile a la carne que espere.

Quién puede descifrar el enigma de la ola,

la ríspida ola que oye cantar al ángel.

En los corredores filosos permanecía la estatua.

El barman levanta la flor, cócteles, gladiolos convulsos.

La nevisca envejece, el astro espolvorea en el loto.

Henderé el espacio, el círculo amurallado, soy la nube.

La sirena me mira silenciosa en el invierno.

Mr. Teasdale, el ángel miente, tengo frío.

Esconde en el armario la pipa.

Tu mano, la recuerdas, la estatua sólo da su frío.

Los erales tan mansos, tu pipa sigue aquí.

Las mangas de los maniquíes juegan con el abanico.

Mr. Teasdale, escuchamos ruido en el jardín.

Alguien cercena los juncos: al perro que no aúlle,

digo que alguien los cercena, lo hemos escuchado.

Marzo, cuando el gatazo ríspido sale a deambular.

En hilera de aceitunas –guárdalas Mr. Teasdale.

Estoy sentado en las escupideras.

La onza de afiladas zarpas vigila en el jardín.

Los soñadores ojos de la onza, si llegara a caer.

El huracán destruye los más bellos cantos.

Recuerda la elipsis, espelde la sementera, soy la nube.

Planta la viña, planta la viña en la eternidad.

ya llegan las cartas, no podemos leerlas, el vendaval

las arrastra.

En el año del ratón blanco la mente rechaza el filo del sueño.

lava las manos del ángel,

Mr. Teasdale, si pudieras lavarlas.

OMAR PEREZ

(La Habana, 1962)

Poeta, ensayista, traductor y crítico de arte.

Obra poética: Algo de lo sagrado (1995); Canciones y Letanías (2002), ¿Oíste hablar del gato de pelea? (2003).

CONTRIBUCIONES A UNA IDEA RUDIMENTARIA DE NACION

En las volátiles noches de un invierno

que la naturaleza convalida con magnanimidad

el cubano se entrena para la diversión o para la amnesia,

muy injustamente se supone a veces que son la misma cosa

lleva dulces a Dios, fermenta los dialectos

combate la cirrosis con frutos en almíbar, hace comercio;

se dictamina entonces que El Cubano inventa.

En las pesadas coreografías de un verano

que la naturaleza autoriza, ya, con suspicacia

va el cubano hasta el océano con ofrendas y arpones,

muy injustamente se supone a veces que son la misma cosa

enumera con los dedos las bajas, ejerce la infracción

lleva las manos a los bolsillos, jura y compromete;

se diagnostica entonces que El Cubano inventa.

Asistamos al territorio improbable

donde el cubano y El Cubano conversan viril,

pasmosamente

allí conoceremos en qué travesías, en qué extraños parajes

en qué trueques

hemos contraído tanto ingenio.

POR EL OCÉANO En altamar la mendicidad no existe, no hay bastardos en una zona como esta donde el firmamento llega de trasmano; las historias son metálicas y sin elocuencia, en cambio en tierra siempre aflora la brillante amenaza del subsuelo; en cambio en tierra después de unos preliminares moteados de leche y otros preliminares donde lo hacen cimbrar con relatos de cobardes golpeados con toalleros sale el hombre a fundirse con su imagen de oveja barcina y agota con el oficio de sopesarla vida de una o dos colonias de peces. En altamar la mendicidad no existe pero en tierra sólo por error se llega a descubrir que el sitio de los maestros es demasiado áspero. Y ellos, los maestros, retirados por la cirrosis y la ubicuidad, se sumergen seguros de que en algún punto del océano volverán a salir hinchados y todavía reconocibles. En esos días perfectos que nadie envidiaría se escribe la superioridad del hombre sobre la medusa; nuestra cobardía tentadora como el bucle de un niño es sin embargo diez dedos más palpable que esas manchas aerodinámicas de acero y agua que a la larga el sol hace apestar sin leyenda previa. Días perfectos para hombres, niñez carente de religión para los peces o viceversa, a ambos los separa la única franja de tierra aun no cultivable. En el océano la mendicidad no existe, los hombres van a mitigar su miedo en el abrevadero de los pinos. SANGRE DE ALUMNOS Todos necesitamos de un padre, aunque sea uno macilento; en el momento en que la fusilería pasa a ser la estrella de una función interminable, el joven pide a su creador una palabra que lo ayude a no traspasar cegado por el humo el acre que lo separa del carnicero. Al niño después de mostrarle el uso de las manos se le enseña que nada puede serle más dañino que la cercanía de un maestro preciosista; somos alumnos que no podemos diferenciar un latido del otro, sólo conocemos el peso de la distancia pura que se afianza entre cada una de las pulsaciones. El progenitor es simplemente una bendición soplada hasta el seguro del arma, nada como eso puede conservarnos el escaso centímetro cuadrado de piel de arcángel en el torso, todos necesitamos de un padre aunque su brazo se agote en el cabo de un hacha.

MULOS Y CABALLEROS En el fresco y sombreado recinto de los coros donde entrar no es propiamente un riesgo, unos entran haciendo sonar las botas en la madera que no cruje, calafateada hasta sus últimas consecuencias, los otros ven como sus cabellos mojados se erizan y se curvan tratando de llegar al compás; en el fresco y sombreado recinto de los coros ser cínico es tan útil como enamorarse, al sonar el tenue rugido de la liebre mecánica, y una vez trazado el ábaco en un cuadro de tierra seca y brillosa y eficiente durante tres generaciones, partimos dispuestos a una carrera sin sudor ni azagayas y algo como un vaho de serenidad nos observa y nos quiere y nosotros respiramos la vida como un ábaco. En el vértice de las frescas y sombreadas manipulaciones todos nos miramos nos atendemos, en busca de un compadrazgo o de un cántaro de agua pasamos mulos o caballeros, esto no se decide al azar, pasamos a los dos papeles posibles para el hombre, pacientes como puede serlo la resina. El día tratará de girar hacia dos direcciones; busco que cese el horario de la paciencia nata, busco que algo me bendiga, porque el hombre niño es una larva a medias, un hombre que espera es siempre un hombre de dos caras.

ES TAN DIFÍCIL ANOCHECER

En un asta cargada de alambre o de laureles, en un asta que se inclina sólo en la vejez; en un barril de peces vivos, pero muy lejos de las rocas, son rocas que estallaron en la infancia de todo. En el asta y en las rocas del alma de una loba que ya odia la nieve porque tupe las huellas del regreso es difícil anochecer para uno que conozca el lugar de sus heridas tanto como el carpintero acierta al sitio de las herramientas.

VÁMONOS CON LOS INDIOS El alma, una traílla que se nutre de césped marcha hacia las tierras altas que nos avergüenzan allá donde el venablo dice hola. De cierto modo nada estará asegurado excepto la probabilidad de las ñañaras y la probabilidad de gacelas de segunda afortunadamente sencillas y la probabilidad de la calaña de los versos entrecortados en los que no se distingue el heno del aullido del labrador. Y todo esto se desperdicia en máximas de pino en epístolas que aciertan a sangrar las encías en el día sí y el día no en el muslo que sí y en el muslo que no en el asesino en sí manos de carpintero pero bajo la nuca. Uno se precia de deliberar el dolor o el hastío con todas las líneas en las manos de dramaturgia pero los indios esperan junto a la propela de un árbol. LA PALOMA Y EL LEÓN EN EL PASILLO A CONSULTA Camilo se posesiona del pasillo a consulta en la foto demasiado vieja para mí y demasiado nueva para él que puede soportar más aún en este tipo de lugar. Camilo se ríe solo en el pasillo a consulta y el que se ríe solo se acuerda de una época más clara y más simple el que se ríe solo deposita su corazón inteligible en un lavamanos como crédito. Camilo se ríe solo corre que cuando Camilo se ríe solo está claro que para mí hay una salida yo lo imito y como si fuera un santo un poco malcriado y como si fuera un santo un poco renuente yo me pongo a masticar la ceniza ardiendo de un tiempo más difícil él me imita. LA VICTORIA DE LOS DESOBEDIENTES En la multitud un hombre ha pateado disimuladamente una paloma muchas veces antes de recogerla. Hay una sola vida y la cubriremos con las palabras de otros la patearemos disimuladamente varias veces antes de decidir que la queremos. LA MELODÍA DEL CÓDIGO Después del baño se recuerda preferiblemente a los padres se recuerdan mejor sus lecciones y las úlceras que les impidieron reposar. El número favorito de la madre es la suma de hijos, el del padrees la cantidad de años que demore en merecer la muerte. El padre le enseñó a suspirar y lo adiestró en el variado uso de las manos, la madre le enseñó a no embriagarse nunca fuera del recinto. Así, la ternura del guerrero, la ferocidad a manera de bruma estropea las pupilas del hijo pródigo.

ESTE CIUDADANO NO INVENTÓ LA DEMAGOGIA Olvidado por todos menos por su gorra este negro va a ejercer presión sobre los arcángeles; él restriega su bigote de tomar contra el viento no tan lejos del piso manchado de cerveza. Esto es la felicidad esto no es la felicidad él no va a discutir nada con nosotros los sobrevoladores de cualquier sutileza sólo nos entrega algo, cuidado, es una papa muy caliente.

ES EL MOMENTO DE CENAR Y NO OTRA COSA Es el momento de cenar y ninguna otra cosa debería distraernos de la disciplina sagrada, por demás, de comer mano a mano; es el instante de la supervivencia y aunque ceno desnudo añoro un viejo mantel de bordados rojizos. Para conciliar urbanidad e instinto este, y no otro, es el momento haciendo uso de una sangre fría acumulada durante alegres temporadas de procacidad. Es el momento en que resucitamos, que no se escuchen ni aforismos, ni quejas, ni ruidos de cucharas.

INVOCACIÓN DE LA ALBAHACA

Como su nombre indica os contempla orgullosa

más oscura que el jazmín más perfumada que el aire

si tuviera que correr por los mil mundos

te llevaría en cruz bajo la lengua

déjame aquí mejor, ni planta, ni piedra, ni animal

silencio tiembla cavidad de la campana

hacer algo por la patria deletreé consanguíneo

de flores como lunares en la mejilla del paria

si tuviera que correr por los mil mundos

cromosoma, mambo, Vía Láctea

con licencia pensamiento oh beata soledad

guaguancó del tiempo España sin pecado concebida

¡león vegetal de la escritura!

mata el deseo de correr por los mil mundos

ni flor, ni bestia, ni apero de labranza duermo

ya no más divididos en sílabas morir por la patria es

en su constelación los embriones

en su casi verde los espíritus

y que todo sea para nada

y que todo sea para nada.

CARLOS AUGUSTO ALFONSO

(La Habana, 1963)

Obra: El segundo aire (1987), Población flotante (1994), La oración de Letrán (1996), Fast Delivery (1997), Cabeza abajo (1997), Cerval (2004)

LA CORRIENTE DEL NIÑO

(fenómeno meteorológico)

ciertos informes indican que el niño puede volver

del periódico, científico rasmusson

claro que puede volver

el niño siempre puede volver

ora desgraciado ora pálido ora mandado a

volver

he sabido de nubes condicionadas a

quedarse antes

si el niño llora en cali en potosí en

alabama

entre los filminutos de los empleados de la

carbide

desequilibrado ante los ojos del vio y no vio

más allá de su impacto económico

de su manera fija de proceder / como

corresponde a zonas castigadas

por disciplina

aguas tibias y calientes cocinando de lado

la anchobeta

llevándose a miles a reforzar el ecologismo

a sentar base de reuniones interminables

navidad de natividades con que cara puede

uno presentarse ante la fao

y pedir ayuda

a mucho y le compran el traje al bengalí

que firma

miles de protocolos en este mundo

los bancos de cereales cuenta abierta a la

polinesia

claro que puede volver

claro que el niño puede volver siempre está

volviendo el niño

que necesita para la natividad que no sea

que no sea que

entre la virgen por una puerta salga la

virgen por la otra

a intervalos de los sueros con un levín en

la nariz

el niño mama repugnado de tragar aire

el niño que muere mata y se ríe es válido

nos esperan congresos sobre la corriente

del niño

por los días 24 hay también terror

las cosas quedan donde siempre paz y

fertilidad

a qué hora abrió los ojos qué ángulo

prefirió mirar

como se durmió

el niño siempre estará volviendo puntual

con su reloj del hambre

RANCHO DE LOS PORMENORES

Dense por invitados

al rancho, otrora mío de los pormenores.

Quien tenga a su cargo regaderas o la llave maestra,

apartadoras de nieve bajo otra forma y otro nombre,

fosforeras irrellenables,

pintacalles, fortalezas mano.

Con buenas intenciones el camino nos pasa,

boca a boca al ahogado devuelvo el pequeño favor,

se estira para coger y la mano no da.

Dense por invitados al rancho de los pormenores,

los que nunca confiaron,

los últimos que dejo.

En la puerta volada,

con treinta y ocho y medio los espero.

Seré un anfitrión, que se desvive.

Voy a coger un fin de semana para eso,

de la caseta de cambiarme voy a hacer dos,

para desconocidos de las obras de un acto,

para que Santa Mónica no deje utilidades;

devolviendo la visita que no hice,

desplomados sin viveza traemos el asunto.

Voy a coger un fi de semana para eso,

para invitarlos a todos

al rancho, otrora mío de los pormenores.

EL PERRO

Suena el timbre,

soy el perro de Pavlov,

que ha perdido sus días y sus noches,

buscando por reflejo lo que otros cazaron.

Suena el timbre

y me busco,

hay un olor distinto al de su miedo;

hay nuevos homenajes,

ya no pican las pulgas mis lunares,

no salen a buscarme,

mi paseo está en los sinsabores.

Suena el timbre

y me engañan los que no he sido,

hay una luz de arriba,

para una flor de hormona,

para el hijo negado,

para el cebo de asilo.

Suena el timbre

y me asedian las voces de un recreo,

la corriente es el coro,

el actor, es la mano que me da la comida.

Más tarde que temprano

ensayan los músicos del foso,

es una ceremonia sin maestro,

un recuerdo de otro, hay un último día,

hay un perro vecino,

es un país entero.

Suena el timbre,

me aclaman mis bacilos,

y mi rabia expresa gustativa,

nuevas inhibiciones.

Hay un cambio de guardia,

hay una nueva hora,

lo sé por mi saliva.

Me paro y soy más alto,

ya no me dan entrada,

porque saben que siempre

regreso sin un pelo.

Suena el timbre

y creo que los llamo,

sabios masturbadotes,

sentido por sentido.

Un shock en la cabeza de mis antiguos amos

no eran degenerados,

y saben que los huelo.

Ahí viene el corrientaza,

ya oigo la escudilla,

voy a morder la mano.

Suena el timbre,

y creo que no puedo,

trato de concentrarme,

segregaré en silencio

para ser lo que era:

el peregrino Pablo,

el peregrino Pablo

persiguiendo a un cristiano,

el peregrino Pablo convertido,

el peregrino Pablo capturado,

el peregrino Pavlov, pendiente de la puerta.

SÍNDROME DE ESTOCOLMO

Yo no estoy secuestrado

porque nada darán por mi cabeza.

Yo no tengo trastornos de conducta;

atravesar la puerta y regresar,

sólo eso quisiera,

y no estar protegido

de que me disparen a las piernas al final de la calle.

Jamás me aplicarán nuevas leyes de fuga.

Los oigo emitir sus juicios prematuros,

presiento me será reiterada la máscara de hierro,

mientras mi hermano, el impostor,

escapa a la frontera disfrazado de rey;

mientras decidan qué hacer con los rehenes,

pido permiso para hacer de indio

que subirá a su lecho de rosas.

Absuelto, y en igualdad de condiciones,

me enredo con la ola que sepultó la Atlántida.

Yo estoy con los balseros que repiten la frase:

"Virar arrepentido."

Hoy defiendo mi vida con una xenofobia,

con las manos excavo los restos de la acrópolis

y encuentro los vasos que mordí;

las estatuas que intentaron correr,

les he oído decir que estuve detenido,

que disfruté unos pases sin hacerme notar;

miraba y no parecía que miraba.

Le recuerdo la hora a mis guardianes,

para salir con ellos dándole el frente a todo.

Aspiro solamente a servirles de escudo,

rehuyendo la fila de los rescatadores.

Para evitar las antorchas del pueblo que me busca,

les ordeno a sus magos que me desaparezcan.

Y una alarma no ceja en los cantones;

sólo aves endémicas que lo ensuciamos todo,

saldremos de la jaula

que encierra la cabeza de Hidalgo.

Hay algo que me dice

que me dirán ¡corre!

Hay algo que me dice

que no podré moverme.

Con la jaula tapada

me llevan ante la presencia de un tercero,

es un "alto quién vive".

Si hablo reconozco que la puerta se abre,

que no hay canje posible,

pues les he oído comentar

que nada darán por mi cabeza.

HOMBRE MUERTO CAMINANDO

En la Ciudad de Denver Colorado, antes de la ejecución, a la

salida del reo, durante el trayecto por los doce pasillos que lo separan de la cámara acústica que lo destruirá con oratorios, este va precedido de un alguacil cultor, hombre de unos quince centímetros, que grita en gigaherzio un pregón rutilante.

Hombre muerto caminando

Hombre muerto caminando.

En Ciudad de La habana, en Santos Suárez, la tarde que me echaste, en el tramo de Santa Emilia hasta mi casa, voy precedido de Valiente, hombre jurisconsulto, muy entendido en tangos que por ahora estira bastidores.

Él calla su pregón y yo lo siento.

LAS COSAS MARCHAN

En estos días albares

en que los carros locos corren al derecho

y el haz que lo maneja dice hasta aquí

un dolor que me canta mana de mi pobreza

donde la nueva cavidad del pecho

tiene contados órganos dispares

repartidos como nidos de mirlos en barrancos.

Tú que lo has colocado

tan caprichosamente

sabes que finalizo

donde comienzo a oír risas calladas.

No represento ni obstáculo ni prenda,

el peligro está justo en haberte conocido

con treinta y tres años iguale a los tuyos,

levantar de tu iglesia

un cuerpo Este igual al de las espigas,

aflojarles el lazo a los que se dirigen

por el umbral diurno a no volver ya nunca.

Sólo ahora que marchan

me dejará tranquilo la insistente pregunta.

Tú que la has colocado,

tú que sabes que hablo,

tú que has dejado de hacerla,

sabes cómo callarme.

SIEMPRE ESTOY

Aunque quiebre mi cuelo cuando pase el Impala,

voy a seguir siendo su enemigo.

Aunque grite en inglés mamy rockanroll,

voy a seguir siendo su enemigo.

Aunque espere en ausencia el descongelamiento de Disney

y una Levy Strauss sea mi Guananí en la Vigía,

voy a seguir siendo su enemigo.

Aunque mire por el hueco de la Penhaouse

o mueve alguna vez la antena hacia el trece,

voy a seguir siendo su enemigo,

de aquella malacrianza

del aerotransportado

con la rama en la boca.

Si el complejo militar industrial

me obsequia un presente (y espero

que nadie me lo arrebate)

voy a seguir siendo su enemigo.

Si especulan mi vida,

si subsidian el trigo,

o intervienen en China (no interesa)

voy a seguir siendo su enemigo.

Si descabezan empresa mixta

y absorben la fábrica de mi ojo de repuesto,

voy a seguir siendo su enemigo

voy a seguir siendo su enemigo,

aunque me enternezca la calcomanía

y mi cuello se quiebre cuando pase el último Impala.

LA SOLUCIÓN

He pasado mil horas frente al ave quiché

regalo del dictador Rufino Barrios.

Ya transcurrido el lapso

cumplo otras tres mil horas frente a una almohadilla,

regalo de la joven no encartonada

que le ofreció a Martí

La Solución.

Cumplí con mi palabra de estar vivo.

Paupérrimas visiones suman a ésta,

infinidad de horas que he hecho en mi vida,

la esmeralda en la urna,

polvo de mariposas que en atrevida rama,

un revólver posado,

(después de las cien horas)

me pareció el quetzal de su leyenda.

Pudiera darme un tiro con el quetzal,

o marchar a un exilio con la almohadilla,

pero horas esperan,

que no serían nada si no estoy.

El quetzal [el revólver]

la almohadilla de la joven [la rama]

que le ofreció a Martí

La Solución.

ROGELIO SAUNDERS

(La Habana, 1963)

Obra poética: Polyhimnia (1996).

BERLÍN INFUTUROS

(Berlín) infuturos

Las grandes ruedas se detuvieron pero el odio continúa. En el poema más perfecto es falsa una línea. Berlín: ciudad abierta. En la oscura madeja avanzan lentos-rápidos trenes. No somos (nunca seremos) como ellos. La rubia de labios morados saluda desvergonzada al general disfrazado de cameraman. En el arco invisible donde hubo la mano aún vendrán los ataúdes. Los borrachos con grandes vasos de cerveza en equilibrio sobre el amasijo de cerámica. Ellos no son (nunca serán) como nosotros. Salvo que no hay ningún ello o un nosotros. Sólo el no-ello y el no-nosotros. Los rieles con las cabezas cortadas y los edificios de hielo. En la niebla negra de los campos grandes ratas retozan con un hilo de sol en los dientes afilados allende el rosáceo levitón que restalla en la cuenca de lija del ojo. El ayer es ese humo que despiden los canalizos. Los patios ensobrasados de historia donde lo histórico es la desaparición. Íbamos por estas calles cenizosas como fantasmas pisoteados por lo imposible. Las antenas ahora se levantan como uñas en la carne sin forma de los edificios. El cielo es el gran vacío-ojo de hebras rojas que de golpe puede tragarlo todo. Continúa el comic, las figuras a punto de cruzar una avenida y las grandes vigas balanceándose perpetuamente entre el azul horriblemente falso de los cristales. Continúa la gran risa como una gran rueda que nada puede detener. Los gigantescos obreros que Marx edulcoró son la materia prima del fascismo. El gran cielo de Berlín es como la boca insaciada del futuro. Los pequeños hombres mueven sus antenas de hormigas contra el fondo aguachiento de la ausencia del mar. Es pues imposible volver y todo espera como en ninguna otra parte el golpe promisorio de la ruina. El viento arrastra los rostros como hojas. El carnaval en blanco y negro no cesa y puede oírse el galope de caballos a través de las mudas puertas no destinadas a cerrarse. El gran viento perpetuo arranca los calendarios de la pared. El viento-tiempo es un continuo de dos dimensiones idéntico al paso amarillo de un tranvía. Ese que saluda allí colgado en 1930 no ha muerto todavía. Me mira y sé que me conoce, apretujados ambos, ojo con ojo en este andén de 1880. Es imposible volver pues no hay historia a la que volver. Ella es (falla o clinamen) irremisible. El discurso es el sobrante que baja por los canalizos. Los ojos y manos también vencidos por el golpe de insomnio de la ruina y por el cielo que no tiene fin. Es ese fin sin fin hacia el que todo fuga lo que mantiene la risa perpetua y el incesante martilleo, los habladores parapetos del carnaval, el arlequín de ceño despejado con la cabeza partida en dos como una marioneta del kabuki. Sabido es así que subir al tren no significa dirigirse a ninguna parte. Bajo el cielo no redondo no hay partes. Sólo la anárquica partición del mediodía, la catastrófica desmesura de lo histórico. Aquí, donde todo es medida, reina la alucinación perpetua del homo. La historia coincide con el gran vacío del cielo que se repite en el embudo dejado por cada edificio. Todo fuga, continuo. Todo se descamina sin regreso. La falla o corte no destruyó nada sino que lo mostró todo, ni falso ni verdadero. Abierto a lo abierto, fugacidad continua de lo sólido. Los ojos golpeados por la luz son como los cuerpos grandes ruedas. El cielo rueda y fuga. Los campos ruedan y fugan. Los pasajeros apresurados ruedan y fugan centrifugados por la velocidad, alzados y diseminados por los infuturos. La sombra de la gran máquina desciende con los desesperados despojada de sí misma a donde todo es despojo. Todo continúa enlistado por la falla ni cerrada ni abierta. Lo fabuloso es esta prostituta que espera en pleno día ni cerrada ni abierta. Oh homo, grita el humo tan lejano del homo. El cielo abierto grita y no hay tragedia, no hay historia ni rostro. Sólo la pequeña música que susurran las ruedas dentadas. El cuchicheo-mordisqueo al fondo de los teatros. Los vastos paisajes desmenuzados por el viento. El golpe de semen de la gota contra la ventana.

Los rieles, los rieles, los rieles.

A VECES, EN EL TREN QUE FUGA

(nobody knows revariation)

A veces, en el tren que fuga hacia Venusberg o las constelaciones, en pleno día tú yo tan desconocidos como siempre, giramos al uní sono las bruñidas cabezas de agónicos y arcaicos maniquíes como en un bien ensayado paso de baile sobre el desvencijado maderamen. Dipsoicos habitantes de los trenes, desangelados, de estólidas capuchas negras, la lluvia nos ha separado. Como flores picoteadas chapoleteamos sobre el papel de las aceras con el inoperante manuscrito enrollado bajo el brazo como un periódico. El viejo letrero escrito en alemán defectuoso centellea como un tuerto ojo machacón de platillo de circo. Nos hemos perdido en un mar de rieles. Otros niños sin escritura, sin gesto nos circundan. Oh la Moral. Patinadores ciegos, derribamos al mudo sol como el padre varado en la puerta, sin empleo. El pétreo, desmigajado anuncio de turbios productos que no adquirió nadie. Hay muchas palabras perdidas. Muchos rostros sepultados bajo la arena de las ciudades.

En resumidas cuentas, nadie conoce a nadie. Nadie alza un brazo o una copa. En el silencio del bullicio vuelan la aligeradas cortinas, como telones de boca donde flotan paródicas manos. Signos sin espacio. Como el puro tiempo que no señala nada. Hijo del sueño cíclico. De la oscura decisión que dibujan las repeticiones. Sin salida. Sin nacimiento. Entes sin presencia altos como abandonados sombreros detenidos en el aire. Eternos como la esferoide de madera dentro de los gastados zapatos. El trazo. Un: no. O un: oh. La palabra engolfada en la boca abierta. El asiento desplazado allende el traqueteo mudo. Sin campos de labranza. Sin saludo. El agua sobre la estatua. Las ratas aplastadas por el trueno súbito. Presos en el staccatto agudo de la trompeta. Mientras el vigía alto sobre los techos azules da una única vuelta de campana. Sin final. Sin lejanía. Todavía veíamos las franjas. Los gansos patéticos, libres del torno de la cosecha. El rielar del horrendo pozo separando las piernas independientes. El taconazo en la última sílaba o paso. Unísono al golpe del sombrero. El reflejo en el cristal. La rima sin ojo. El rostro sin risa. La nada en todo algo. «Si el mundo no era para ellos…». Pero, ¿qué mundo? Oh: la dispensa. Sol-cangrejo sobresaliendo en la nuca de la anciana. No veo y todavía veo. Cabezas simultáneas, engolfadas de un vacío inequívoco. Los salvajes muñecos. Los libertarios paraguas quejumbrosos saltando sin dueño sobre los adoquines en carne viva. Cabezas antiguas atornilladas a troncos generales, enseñoreados de mapas, oh cabezas. A todo esto, no hay refugio para los trenes indetenibles. No hay olvido. Nadie sabe nada. Esa gran ignorancia es lo que nos hace veloces. Poseedores de una libertad sin límites. Hecha de la pureza de lo inexistente, del Trasunto. El otro de todo mundo. El otro siempre inseparable del otro. Último, ulterior, ultra. El canto machacón y maniqueo de un comisionado veloz deslizándose muerto sobre la nieve. Cabezas juntas. Cabezas separadas. Nunca cógnitas. La ventana y el amanecer encordados por la falta de silencio se igualan. Si ser libre fuera esto (este átono díptono y paso) ello (s) (imposible: tú y yo) lo hubiera (mos) sido.

ACERCA DEL INSTANTE Y EL ESPACIO (O DEL SER ENTENDIDO COMO TRANSPARENCIA)

Como en un bodegón flamenco, dispuestos sobre una mesa (una mesa imaginaria, que es y que no es: un plano de consistencia): papas fermentadas por el calor, diminutos quelonios de color de ciénaga, el acre olor insituable del verano.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21
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