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Antología de poesía cubana. Cuba y la noche (página 21)




Enviado por Orlando Desiré



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fui con la jauría y los gorriones

a saciar la sed en las fuentes de la ciudad.

Y en el momento en que mis labios

se mancharon de aquel vino lujurioso

recordé los atardeceres en los jardines

cuando juntos contemplábamos las puestas de sol

y un muchacho con la alborada de la adolescencia

blanqueándole sobre piel

jugaba impúdico con su deseo.

En ese momento recordé la flor

que me acercaste como anuncio

de un tercer día en el bosque de las acacias

la intimidad de las alcobas

que acogieron nuestros desenfrenos

la ternura de tus cantos y lo feliz que me hizo

la palabra que ocultaste.

Pero de qué me sirve ya

el ardor de estos versos

si hace sólo un momento

mientras la fiesta era tuya

y mi corazón se rompía

tú besabas en los labios a todo el mundo.

Y ahora que la luna nos mira

desde los arcos del jardín

los cuerpos desnudos como espadas

en el vientre de la negra noche

tengo miedo que amanezca

que de pronto cuando yo ponga sobre tu cielo

el vuelo de las aves de la misericordia

tú copero mío te conviertas con el alba

en el traidor a las palomas.

ESQUEMA DE LA IMPURA ROSA

a Joaquín Osorio, la merecida rosa.

I

Contra las Montañas Rocosas de Colorado estaba el Viajero del Paleolítico, de perfil eternamente detenido, silbando La vida en rosa, apenas silbando/ rumiando La vida en rosa (¿O era la Barcarola de Los cuentos de Hoffmann?). Dios no había inventado aún las palabras con que 32 millones de años después habrían de nombrarlo Olofi, Jehová, o Padre Zeus. Ni tampoco había creado al hombre, pero ya estaba el Viajero desde entonces contra las Montañas Rocosas de Colorado, silbando La vida en rosa. Deshojando la mítica centifolia sin saber que la rosa es un abismo que miente.

II

Que miente.

La rosa es un abismo que miente sobre la mesa de musicar tristezas.

Y Violeta Parra, la indiecita andina de París, está interrogando a la rosa mapuche que, de espalda a la marcialidad de los veranos y doblándose despacio (tan despacio que mata

palomito volador, me quieres?)

le responde. Pero no hay que creerle.

La rosa es un abismo que miente. Y Violeta es frágil como un segundo. Fugaz, con las manos ásperas de sacarle música a la pobreza,

dibuja sobre el barro dos cuerpos niños. Después sopla,

mientras en las noches de nunca acabar, con los dientes callándose el hambre, tiritando, teje y desteje a merced de la inspiración.

Ángel e Isabel, como dos violincitos asustados, protestan en pizzicato, duermen en el estuche de la guitarra columpiándose desde lo más alto de la Carpa de la Reina

"Mientras no se te venga encima

Violeta mía -le ha dicho el viajero. Mientras te dure el espectáculo. Vamos, todavía le quedan 3 pétalos a tu rosa. Y deshojar una rosa es como preguntarle a Dios…"

¿Palomito volador, me quieres?

Y la rosa interrogada le responde.

En la Candelaria.

En un rinconcito húmedo de París.

En la rue Monsieur le Prince No.3.

III

Y en el 3 concurren otras 2 rosas: la solícita Cagí, y la no menos solícita Rosa la China, asegurando por puro instinto -como los grandes sabios- que aún antes de Cristo hubo rosas. Que del Asia le vienen todas las rosas a este mundo. Y que este mundo sin rosas no sería este mundo sino la tristeza de Sandro di Mariano Filipepi Botticelli, sin un pétalo siquiera para acompañar el nacimiento de Venus.

O la tristeza de Yukio Mishima, frente al San Sebastián de Guido Reni,

con la rosa de la masturbación entre los puños

ofreciendo sus fluidos seminales.

El licor áspero y amargo del suicidio.

IV

Qué sería de este mundo sin la rosa… Le preguntas a la rosa

Y la rosa te responde: Qué sería de la rosa sin la rosa…

Qué hubiera sido del Adelantado Don Cristóbal, si una sola de las rosas de los cuatro vientos se hubiera ausentado en el instante en que Rodrigo de Triana, desde lo más alto de las tres carabelas y chillando como ave de palo, le anuncia al Nuevo Mundo la llegada del mismísimo Dios de Doña Isabel y Don Fernando.

Qué sería de este mundo sin la rosa.

Qué de Julieta o más bien qué de Romeo.

Qué del Cisne de Avon y del ruiseñor. Y de la rosa.

Qué sería de la rosa sin la rosa.

V

Y qué de Nerón y sus 150 mil secretas noches de placer.

Qué del Palacio Dorado y la Palatina, sino el deseo flotando bocarriba en las copas de vino como una rosa.

Y ni pensar qué hubiera sido de la bella Cleopatra, pues al pecho enamorado de Marco Antonio se llega por un camino de rosas.

Y qué de Hera, Afrodita y Atenea, frente a la sabia Eris,

trocando rosas por manzanas.

Dejando caer a los ojos de la divina vanidad

la rosa de la discordia.

Qué sería del Olimpo sin la rosa.

VI

Y si en el reino de Oz no existiera el rosal de Pitiminí

Qué sería de Shirley Temple.

Y sin la musicalia de la rosa azafranada

qué sería de Madrid sin una melodía para alegrar a los Reyes.

Tú sola, Shirley Temple, no podrías alegrar a uno solo

de los reyes de este mundo. Tan vastos son en sus celebraciones

que hasta para morirse visten bonitos a los caballos.

Tendríamos que buscar cien mil enanos como tú

Y sembrar el cosmos (la distancia que media entre el infinito y tú, Shirley Temple) de estrellas pequeñitas.

Tan pequeñas como el rosal de Pitiminí.

Por cierto, ahora que ya no estás,

dime, Shirley Temple, cómo se las arregla para pasar sin ti

el rosal de Pitiminí.

VII

Y la rosa de Bengala. Y la rosa de Pasión,

que es una rosa que mata.

Y la rosa de Jericó, que es una rosa que miente,

crecida en los arenales, simulando muerte para ver el entierro que le hacen, sólo para ver el entierro que le hacen,

porque una vez que las lloronas palestinas comienzan con sus lamentos

la rosita de Jericó abre un pétalo, y otro, y otro pétalo, y se vuelve una envidia de frescura. Lava su inocente picardía en las aguas bautismales del Jordán para ser, otra vez, la rosa de Jericó crecida entre las ruinas.

VIII

Qué sería de los muertos sin la rosa. Le preguntas a la rosa

Y la rosa te responde Eternidad.

Y la Eternidad detiene el último minuto de las Eras Imaginarias

frente al Viajero que mira a la mítica centifolia

silbando La vida en rosa, mascullando La vida en rosa

(¿O era la Barcarola de Los Cuentos de Hoffmann?)

mientras se sacude los escombros mortales del pecho

contra la ventolera arrasadora de la muerte.

CANCIÓN NAPOLITANA

Yo siempre quise tener un perro de aguas ladrándole a la soledad.

Y me fue dada una calle anchísima

por la que parten cada año los amigos.

El gris de su lejanía. Cuerdas para atarme al pasado.

Los ojos verdes de Tania se parecen a Madrid.

Ajena y entrañable. En la Gran Vía. O en el Canal de Panamá, sacando su voz del pecho. Reconociendo la libertad nuevecita. El grito contra el enemigo común, por vez primera, sin altavoces. Sin ser convocada por los oficios del deber obligatorio. En nombre de/ por/ para/ con/ sin. Sólo una emoción real cuando me escribía:

"Mercedes cantó Dale alegría

a mi corazón… Le saqué una

foto que conservo aún

dentro de mi cámara,

pensando en ustedes

y en los deseos de que

estuvieran allí".

Isell, en Viena, continúa enojada conmigo. Y la comprendo. Como fe de vida me dejó un fragmento transcrito de "Primavera con una esquina rota". Y una última visita el día antes de marcharse a Austria. A hacer muelles. Los resortes -dice- de su felicidad.

Lourdes dibuja sobre el papel de rosas en Isla Negra.

Imita soledades con las fibras alcalinas.

Junto a mis afectos ha dejado un piano de barro.

Una caricatura atroz. Y el hueco en la altanoche

por donde se escapaba tomada de la mano

por la tristeza de turno.

Mis amigos ya no se parecen a mis amigos.

Han aprendido otras lenguas y beben agua embotellada.

Tanto cambiamos de un lado y otro.

A veces deseo que nunca más regresen.

Creo que no me reconocerían.

También yo me he transformado.

Mi cuerpo se ha vuelto de agua.

A diario me surca la estela.

Levanto señales de humo.

Hago ondear el pañuelo en el aire

como en una canción napolitana…

KODAK PAPER I

Hay días en que me prohíbo tener amigos.

Sin embargo tengo amigos.

Los he amado con el ardor de la pólvora mojada en la garganta.

Con el delirio del que está viviendo sus últimos días

y posee sólo algunos pájaros que alimenta entre las manos.

Cosas sin sentido: Tal vez porque no tienen ya sentido

las cosas. Y duele como si pegara el rostro al fuego de la lámpara

donde ardía la mariposa de tus juegos nocturnos.

De tu llegada a deshora pidiendo un poco de conversación.

Palabras que sirvieron de consuelo

para que el deseo no terminara entristeciéndonos.

Soledad del tercero que podías ser tú. O yo.

Todo dependía de la habilidad conque desplazabas

las sombras sobre la cama.

Cosas que sólo entendemos los dos. Sabes cuánto oprimen.

Hubiera querido celebrar juntos el año del conejo.

Bebernos de un golpe las tristezas

como en los tangos de Contursi.

Tenerte por sabio y hermoso. Recibirte con la noche

rezumando en el cristal de la taza

donde bebías el primer café de la mañana.

Tenías peces. Cerámicas. Graffitis en las paredes.

Me imitabas. Uno termina pareciéndose a lo que ama (recuerdas?)

Cómo temblaba tu voz.

El plomo de la traición cuajando. Y unas pocas palabras

para justificar. Palabras que terminaron por confundirnos

tratando de escribir el nombre de las ciudades

a las que soñabas (sueñas) partir algún día.

Groningen. Hamburg. Poznan. Países de hielo.

Versos que serán de agua entre tus manos.

Altas cumbres y tú que pedías un poema para el amor

que hace figuras de barro.

País de hielo. Miro la fotografía donde posas.

Llevas mi camisa negra.

Tratas de hurgar en la lujuria balcánica.

La punta del deseo.

El labio que escupa sobre las sábanas tu esperma.

País de hielo ya nada puedes hacer

para acabar con los días en que me prohíbo tener amigos.

 

 

Autor:

Patricia Mc Cain

Orlando Desiré

[1] El poema se basa libremente en im?genes y caracteres del filme One flew over the Cuckoo?s nest (o Atrapado sin salida), de Milos Forman.

[2] Roberto Manzano, Rafael Almanza y Carlos Sotuyo, poetas cubanos contempor?neos que se caracterizan por una depurada expresi?n dentro de la m?s rica norma castellana.

[3] Cintio Vitier

[4] Domingo Mesa. Donde rompe la crecida. Premio Cucalamb? 1992

[5] Carlos T?llez Espino. Hambre del piano. Primera Menci?n Premio Cucalamb? 1992.

[6] Renael Gonz?lez. S?bado solo. Premio Cucalamb? 1993

[7] David Mitrani y Alexis D?az Pimienta: Robinson Crusoe vuelve a salvarse. Premio
Cucalamb? 1993

[8] Encarnaci?n de Armas: Beso que desata luz. Premio Cucalamb? 1994.

[9] Ronel Gonz?lez y Jos? Luis Serrano: El mundo tiene la raz?n. Premio Cucalamb? 1995.

[10] Agust?n Serrano: Sitios de la voz. Premio Cucalamb? 1996.

[11] Alberto Garrido: Sue?os sobre la piedra. Premio Cucalamb? 1997.

[12] Carlos Esquivel: Perros ladr?ndole a Dios. Premio Cucalamb? 1998.

[13] ?dem.

[14] Yunior P?rez Figueroa: Con esta leve oscilaci?n del p?ndulo. Premio Cucalamb?
1999

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