Dietas, Comer, Instintos, y el hipotálamo cerebral
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Dietas, Comer, Instintos, y el
hipotálamo cerebral
"Hace
algún tiempo que durante la Semana Santa,
hago reflexiones filosóficas de mi propia existencia y de
quienes me circundan. El año pasado fue mi artículo
titulado: La Teología de la Relatividad. Este año
escribo algo más acerca del tema de todos
favorito, por una diversidad de razones. Las mías no
pertenecen al acto de ingerir comida, sino a sus
desvaríos". FEFL en El Acto y la Acción de
Comer: Un Drama en Tres Actos.
La realidad muy obvia, es que nadie
engorda, simplemente comiendo mucho. La idea de que los
gordos comen más que los flacos es un mito que la
evidencia no soporta. Sin embargo, la mayoría de las
personas que tratan de perder de peso, tratan de lograrlo por
medio de una dieta restrictiva.
Mujer de Villes Carbonell (figurines
6.000 años de edad)
Las dietas restrictivas
tienen un efecto paradójico en el cuerpo que resulta en la
acumulación eventual de grasa y en un incremento final del
peso inicial. Puesto de modo crudo y preciso: Las dietas que
conocemos, y las que nos asignan los dietistas, engordan…
¡Punto!
Veamos, entonces, por qué es
así
Nuestra especie es una de las que se
clasifican como omnívoras en el reino animal. Nuestra
estrategia alimenticia impone que debemos alimentarnos usando una
variedad amplia de los comestibles que existen en la
Naturaleza.
Mientras que los animales
especializados, están adaptados para extraer su sustento
de comidas determinadas, nosotros consumimos de todo. Este estilo
de supervivencia denota que nuestros organismos no pueden
subsistir adecuadamente consumiendo dietas "especializadas" —
solamente carnes, o vegetales, o insectos o verduras.
Además de ser
omnívoros, nuestras actividades básicas
están reguladas por un sistema endócrino conocido
como el hipotálamo cerebral.
Empecemos nuestra lección de
hoy, considerando este órgano.
El hipotálamo es la parte del
cerebro que regula las funciones más importantes de
nuestro cuerpo. A pesar de que éste representa menos de 1%
del volumen total del cerebro, posee influencias muy importantes
en muchas de sus actividades, incluyendo la de la función
sexual, las de dormir, las de comer, la de la expresión de
emociones, las de la reproducción y las del sistema
nervioso autonómico.
El hipotálamo humano pesa
aproximadamente 4g estando localizado directamente detrás
de los ojos, debajo del tálamo y por encima de la
glándula pituitaria. Este órgano por medio de sus
núcleos, se conecta con todas las regiones del cerebro,
recibiendo asimismo mensajes de las zonas erógenas, las
vísceras, y del sistema límbico (involucrado con la
motivación y con los instintos.)
El hipotálamo, igualmente dirige la
respuesta de la lucha o escape ("fight or flight") del
sistema nervioso autonómico. La presencia de algo que nos
amenaza, de algo que nos aterra o de cualquier otra
disrupción del equilibrio emocional, causa que
señales periféricas lleguen al hipotálamo
resultando en la aceleración del corazón,
incremento del ritmo respiratorio, dilatación de las
pupilas, y en un aumento en el volumen de la sangre circulante,
preparándonos para enfrentar el peligro, o huir, en
defensa de nuestras vidas.
Por otra parte, el sistema
hipotalámico regula los niveles de la glicemia y el
contenido de agua del cuerpo, ordenando la ingestión de
comida y el deseo de beber agua, cuando esto sea necesario.
Finalmente, el hipotálamo, también controla la
actividad de dormir y la trayectoria de la función sexual,
como hemos dicho.
De interés para esta lección
es la influencia que el hipotálamo ejerce en la actividad
de comer del ser humano.
Experimentos en animales de laboratorio
demuestran que si la región central del hipotálamo
se lesiona, que conejillos de indias comen en exceso y engordan
enormemente. Mientras que daño en la parte inferior causa
que el animal rehúse comida y muera de la
inanición. En nuestra especie, la función del
hipotálamo está asimismo afectada por lesiones
similares y por la influencia de nuestras conductas voluntarias y
de nuestros hábitos y costumbres. Lo que significa, que en
nosotros, la función hipotalámica puede ser
afectada de manera peculiar, lo que explica la razón por
qué, a veces, comemos sin tener hambre.
Las hormonas de la glándula
pituitaria son igualmente reguladas por la actividad del
hipotálamo. Dos de ellas son muy importantes: La oxitocina
y la vasopresina (también conocida como la hormona
antidiurética.)
La oxitocina posee un rol primordial en los
procesos implicados en el comienzo del parto, en el nacimiento de
los niños y en la lactación
subsiguiente.
La vasopresina actúa en los
riñones incrementando o reduciendo la resorción del
agua filtrada con la orina, de esta manera mantiene el nivel de
fluidos en el cuerpo.
Una función importante del
hipotálamo está implicada en la regulación
de los ritmos diarios del organismo.
Muchos trastornos médicos pueden
resultar de lesiones a este órgano. Entre éstos se
encuentran la pubertad precoz, trastornos emocionales, la
obesidad, la anorexia, la caquexia, problemas con el sueño
y la disrupción del balance de la temperatura de nuestro
cuerpo.
Hasta este punto, creemos haber hecho
una sinopsis adecuada de la importancia del hipotálamo,
cuyas funciones son esenciales para el entendimiento de las
disorexias — la dieta restrictiva intencional (que aquí
nos ocupa) entre ellas.
En nuestro estado primordial nosotros
no nos preocupábamos ni entendíamos el
porqué estábamos en esta tierra — sólo que
existíamos. Tampoco conocíamos cómo
encontrar los elementos necesarios para sostener nuestras vidas,
dependiendo exclusivamente en actividades programadas como
módulos natos, que nos orientaban en la dirección
que la Naturaleza nos había señalado, sin
reflexión — a estas tendencias innatas, hoy, les damos
el nombre de instintos o pulsiones.
El koala, animal especializado que se
alimenta exclusivamente de eucaliptos. Ni agua bebe.
Vivíamos, como
cualquier otro animal, guiados por nuestras pautas cimentadas en
el cerebro. Y vivíamos bien.
Porque no podía dejar nada al
azar, ni bajo nuestro control (a veces caprichoso) la Naturaleza,
nos dotó con los impulsos básicos y esenciales para
completar el ciclo de la vida que consiste (para Ella) en: nacer,
crecer, desarrollarnos, independizarnos, reproducirnos y morir.
Para completar este ciclo debemos tener acceso a la
nutrición adecuada, a la higiene deseable, a la capacidad
de construir y de procurar albergue, y a la seguridad colectiva
— ya que, también somos animales eminentemente sociales,
como también son las hormigas y los elefantes, entro
otros.
Habiéndonos provisto y
equipado bien, la Naturaleza restó.
Para comer, el hipotálamo nos
impulsa por medio de maniobras complejas. Nosotros no
decidimos comer cuando el hambre nos estimula, como lo
hacen los gatos, sino que nosotros, anticipamos (como hacen otros
seres vivientes) la necesidad futura de comer, acumulando
provisiones (cuando esto fuera posible) de antemano. Pero, cuando
la comida no estaba disponible, entonces era cuando
salíamos a procurarla en grupos, porque no la había
y porque el hambre nos impulsaba.
Provistos de inteligencias enormes y
de cuerpos endebles, cuando cazábamos, nuestras presas
prospectivas, a menudo, nos obligaban a correr distancias
considerables para capturarlas. Otras veces, cazando en grupos,
lográbamos que una captura gigantesca (como sería
un mastodonte) fuera obligada a entrar un desfiladero, para,
entonces, hostigarla, hasta que llegara al borde de un
despeñadero donde ésta se precipitaría a su
muerte.
Procurar comida era labor
física, ardua y azarosa a la vez.
Más a menudo, por ser
más simple, seleccionaríamos alimentarnos de los
despojos que carnívoros grandes dejaban, luego de haber
saciado su propia hambre. Como residíamos en
África, competíamos con otros carroñeros
como las hienas, los cuervos, los escarabajos y los
buitres.
La caza acompañados
En el pleistoceno,
cuando aún no hacíamos uso constante del fuego,
obviamente, la Naturaleza no deseaba que muriéramos
víctimas de enfermedades producidas por los microbios
envueltos en la putrefacción de la carne. Para ello nos
dotó con mecanismos reflejos (olfatorios y gustativos) de
náusea, de vómito, de asco y de revulsión en
presencia de comidas y olores que podrían indicar el
potencial de envenenarnos o de hacernos daño.
No necesitamos reiterar que otros
animales prosperan con la ingestión de la podredumbre y de
la carroña.
Para asistirnos en la
selección de comidas deseables, también nos
programó para apetecer y disfrutar de la dulzura de las
frutas y de la leche materna, el sabor y el olor de la grasa
animal y el sabor agridulce de algunas plantas colmadas de
vitaminas y proteínas.
De nuestra actividad, como cazador de
animales y recogedor de frutas pequeñas y de vegetales sin
cáscaras duras (sin necesidad de cocinarse), nos
vendría el sobrenombre de "cazador/recogedor."
La caza, la llevaban a cabo los
hombres de la tribu, la recogida de frutas y vegetales, la
hacían las mujeres.
Era un esfuerzo cooperativo y
eminentemente social.
En este bosquejo simplificado del
entorno donde viviéramos en la prehistoria y de
cómo nuestras funciones de comer se regulaban, se colige
fácilmente, que la comida para nosotros, cuando era
suficiente, por nuestros estándares presentes, no era
abundante. Y que, para obtenerla, la labor de procurarla, a veces
resultaba en un gravamen de calorías que reducía la
cantidad de energía que nos sobraba para garantizarnos
sustento — El corolario final siendo que, entonces, no
éramos (ni podíamos ser) gordos.
Pero, hay más. Si pensamos que
vivíamos rodeados de peligros constantes, de cambios en el
clima que requerían ajustes en nuestros esquemas de comer,
si carecíamos de medios de transporte, si correr, trepar,
saltar, huir, esquivar peligros y hacer uso de nuestra agilidad
para sobrevivir eran necesarios. Todas estas actividades
físicas oponían el aumento excesivo de nuestro peso
o la acumulación exagerada de la grasa: Lo que reitera el
hecho de que no nacimos para ser gordos.
Esfuerzo colectivo
Ahora, que hemos
establecido la circunstancia de no haber nacido para ser gordos,
podemos añadir, que asimismo, nacimos para poder acumular
grasa… Algo que es enteramente diferente en su sentido y
expresión física y fisiológica desde el
punto de vista de la adaptación.
Retornemos entonces al
hipotálamo y sus funciones
La señal de comer se origina
de la actividad del hipotálamo, por medio de mecanismos de
coordinación de señales procedentes de varias
regiones del cuerpo. Tenemos que realizar, que estos
estímulos no son iguales cuando estamos rodeados de
abundancia, cuando somos viejos, cuando somos jóvenes,
cuando estamos en el ápice de nuestra actividad
reproductiva, cuando estamos enamorados (sí, enamorados),
cuando estamos enfermos, cuando sufrimos de enfermedades
debilitantes o crónicas, cuando estamos estresados, cuando
existe una amenaza inesperada o cuando la comida
escasea…
Dependiendo en la naturaleza de las
circunstancias presentes, la señal de comer, se percibe en
una variedad de posibilidades. Para poder explicar sus atributos
y permutaciones, usaremos como ejemplo el de un adulto, en el
pleistoceno, en plena salud, y rodeado de estabilidad.
Nuestro antepasado, a quien daremos
un nombre posible (fonético) responde al sonido gutural de
"Grug-G". Grug-G está ayudando a su pareja y sus
críos en algún menester tribal, cuando algo lo
inquieta, el indicio discreto de que debe de procurar alimento
para él y para todos en la familia.
Provisto de herramientas
rústicas, retorna al sitio donde atrapara, hace de ello
unos días, un cabrito bebiendo agua. Para nuestro relato,
sin dilación, otro chivo se materializa y después
de una caza, al acecho, prolongada, Grug-G retorna para compartir
su presa con todos los miembros de la tribu. La comida se
completa con bayas y tubérculos tiernos y el hambre se
sacia.
Ahora bien. Si las circunstancias
cambiaran, el mensaje del hipotálamo, también lo
haría en sincronización estupenda. Hay
sequía, la comida ha sido por algún tiempo, escasa
— no hay mucho que comer. Ahora, el hipotálamo se ajusta
para que lo poco que comamos y que no necesitemos para mantener
la vida, se use como energía. Muy poco hay para todos.
Salir embarazada, para la mujer, en estas circunstancias,
sería un lujo tan superfluo como sería el tener los
períodos menstruales.
Pero, un día, retorna la
abundancia. Hay cantidades enormes de carne y de vegetales, la
comida nos sobra. Ahora sí que Grug-G acumula algunas
libras de peso (para cuando la escasez retorne), pero, no
engordará.
Ese peso acumulado de esta manera,
está destinado a desaparecer, a medida que el individuo
retorna al peso óptimo en el cual Grug-G funcionara
más adecuadamente.
Revisando los eventos
históricos que más adelante condujeran a la gordura
que en el presente existe, tenemos los siguientes:
El uso del fuego y la invención
de la rueda.La domesticación de animales y
la aplicación de los conocimientos
de
la agricultura.
La vida en ciudades, en la proximidad
de ríos.La adición a nuestras comidas de
la sal, de las especias y de otros condimentos. Lo que al
principio se hacía para disimular los olores
desagradables, resultado de la descomposición
bacterial de los comestibles.La explotación y uso de esclavos
para las siembras y la mercantilización del
azúcar. La que finalmente, añadiéramos a
nuestra dieta en cantidades enormes.La preservación,
congelación, y empaquetamiento industrial de las
comidas.La conservación de comidas
dentro de las viviendas, asistida por la electricidad. Ahora
sería posible comenzar el día con un
desayuno.El culto de la comida como fuente de
solaz, de celebración y como droga de
deleite.La producción de fast
foods.La dieta restrictiva como remedio para
la gordura.
Mujer moderna
Hay más cosas que
considerar, pero ya tienen una idea.
En resumen
La gordura, la que hasta entonces
fuera, fenómeno desconocido para el ser humano — debido
a nuestros nuevos hábitos alimentarios adquiridos —
llegó a la escena como azote natural.
En el año 1863, William
Banting, como recordarán nuestros alumnos, publicó
en Londres su best seller Letter on Corpulence. En 1974,
el cardiólogo, Robert Atkins publicó su libro
controversial, Dr. Atkins Diet Revolution.
Aquí haremos una pausa para,
en otra lección, discutir los métodos de dietar que
nos ofrecen los gárrulos de sistemas de reducir y con los
que nos engañan y nos torturan — haciéndonos
engordar.
Fin de la lección.
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Autor:
Félix E. F.
Larocca