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Economía marxista




Enviado por grabiela ortiz



Partes: 1, 2

  1. Características
    principales o principios básicos
  2. Introducción
  3. Los Males del
    Capitalismo
  4. La Autodestrucción
    del Capitalismo
  5. La Utopía
    Comunista
  6. La llamada
    acumulación originaria
  7. De la manufactura a la
    gran industria
  8. Maquinaria y gran
    industria: la producción de plusvalía
    relativa
  9. La teoría del
    valor
  10. La tasa de
    ganancia
  11. El Ciclo del
    Capital
  12. Las crisis
    capitalistas
  13. El
    Imperialismo
  14. Conclusión

La economía marxista es la escuela de
pensamiento económico inspirada en pro a la obra
de Karl Marx. La mayoría de los conceptos
fundamentales de esta escuela fueron desarrollados por Marx en su
obra principal El Capital, algunos de ellos
son: fuerza de trabajo
lumpenproletariado, proletariado y burguesía (en
sentido de clase social), lucha de
clases, plusvalía, materialismo
histórico, explotación y
la teoría del valor trabajo.

Características principales o principios
básicos

Marx señaló que dinero y
mercancía no son de por sí capital, como
tampoco lo son los medios de producción o los bienes
de consumoMercancía y dinero existían
también en otros modos de producción anteriores
como el esclavismo o el feudalismo, pero no se
transformaban masivamente en capital,  ni éste
era el motor de la actividad
económica.

En las antiguas economías,
la manufactura se apoderó sólo de un modo
muy fragmentario de la producción nacional,
apoyándose siempre en la artesanía urbana
la industria subsidiaria doméstica. Por
eso Marx enfatiza en la idea de que la
destrucción de la industria doméstica rural, es el
factor decisivo para darle al mercado interior la
expansión y la consistencia que el modo de
producción necesita, algo que solo se conseguirá
con la aparición de la gran industria.

Estamos hablando de unas teorías antiguas, pero no
obstante muy críticas con el sistema mediante el cual
la burguesía intentaba hacerse un hueco
en la industria. En su teoría
económica
Marx hace hincapié
en los defectos del sistema capitalista a la
hora de gestionar las crisis. Algo que se puede decir que estamos
viviendo en nuestras propias carnes en estos momentos, ya que uno
de los defectos del capitalismo a la hora de
restaurar el equilibrio es la perseverancia en hacer que en el
mercado se equilibre la oferta y la
demanda, cueste lo que cueste.

La teoría economía de Marx, va ligada a su
teoría general o marxismo, en la que destaca la
explicación de porque se hacen los cambión
históricos y que es lo que determina las desigualdades de
los hombres. Aquí abajo se puede apreciar un esquema par
que lo tengáis más claro.

Si destacamos el error lógico del asunto tenemos que si
el valor de ambos bienes fuese el mismo, no habría
razón para el intercambio. Si para cualquiera un kilo de
pan tiene el mismo valor que un kilo de patatas, solo cabe
preguntarse ¿Porque razón habría que
realizar intercambio alguno?

Introducción

La economía marxista es resumida por V.I. Lenin de la
siguiente manera: "Una sociedad comunista significa que todo, la
tierra, las fábricas, es propiedad comunitaria. El
Comunismo significa trabajar en común."

El sistema económico juega un papel mucho mayor en la
cosmovisión marxista que en la cristiana o en la del
humanismo secular. Para los marxistas, el sistema
económico determina las leyes, el tipo de gobierno, y el
papel de la sociedad en la vida cotidiana. Aunque la
mayoría estará de acuerdo en que un sistema
económico afecta estas áreas hasta cierto punto,
los marxistas afirman que dicta el carácter preciso de
ellas. Con esto en mente, los marxistas concluyen que sistemas
económicos indeseables crean sociedades
retrógradas, indeseables. Ellos señalan los males
en una sociedad capitalista y concluyen que el capitalismo,
basado en la propiedad privada, es un mal sistema
económico que debe ser reemplazado con un sistema
más humano, uno que abolirá la propiedad privada y
el intercambio libre y pacífico de bienes y servicios (el
libre mercado).  De acuerdo con Marx, el problema clave del
capitalismo es que genera la explotación de los
trabajadores. Marx dice que en una sociedad capitalista, la
burguesía (los dueños de la propiedad) iguala el
valor personal con el valor de cambio, conduciendo a la
"explotación abierta, desvergonzada, directa y
brutal."

Los Males del
Capitalismo

De acuerdo con la economía marxista, dos defectos
ocasionan necesariamente que el capitalismo sea un sistema de
explotación. El primer defecto es el problema del
excedente de mano de obra. De acuerdo con este concepto, la
burguesía no se lucra por la venta de su producto a un
precio por encima del costo de materiales más la obra de
mano, sino más bien al pagarle al trabajador por debajo
del valor de su trabajo. Esta habilidad de la burguesía
para manipular a los trabajadores, les permite devaluar la mano
de obra, creando así ganancias para sí mismos al
reducir el precio de la mano de obra. Los marxistas ven al
capitalismo como el creador de un círculo vicioso que
ocasiona que los trabajadores sean explotados cada vez
más. Marx explica: "La acumulación de riquezas en
un polo es, por lo tanto y al mismo tiempo, la acumulación
de miseria, agonía de trabajo duro, esclavitud,
ignorancia, brutalidad y degradación mental, en el polo
opuesto. . . "

El segundo defecto del capitalismo es su naturaleza
caótica. Mientras que el Estado puede controlar todos los
aspectos del socialismo, desde la producción hasta la
distribución, el capitalismo es controlado por el libre
mercado. (Técnicamente, el capitalismo es conocido como
una economía dirigida por el mercado, y el socialismo como
una economía planificada centralmente, aunque en la
práctica la mayoría de las economías son una
mezcla de ambas.) En un sistema socialista, las decisiones
económicas referentes a precio, producción, y
consumo, son tomadas por planificadores centrales afiliados al
gobierno. En un sistema capitalista, las decisiones son tomadas
por cada productor y cada consumidor – una ama de casa con una
lista de víveres, por ejemplo, es una planificadora
económica en un sistema capitalista. El marxismo
acentúa esta diferencia, afirmando que sólo una
economía planificada puede descubrir verdaderamente los
mejores métodos de producción y
distribución. Los marxistas creen que las economías
capitalistas se alimentan de las crisis que tienden a
estimularlas. Marx creía que esta dependencia de las
crisis podría causar estragos a largo plazo, y por lo
tanto, abogaba para que una comunidad planificada reemplazara tal
sistema espontáneo, errático e
irresponsable.

La
Autodestrucción del Capitalismo

La teoría de la economía
marxista mantiene que el capitalismo eventualmente se
auto-destruirá, a medida que explota a más y
más gente, hasta que todos hayan sido reducidos al estatus
de trabajadores. Engels explica el proceso: "Mientras que el modo
de producción capitalista completamente transforma cada
vez más en proletarios a la gran mayoría de la
población, crea el poder que, a riesgo de su propia
destrucción, es forzado a alcanzar esta revolución.
[Eventualmente] El proletariado se apoderará del poder
político y transformará los medios de
producción en propiedad del Estado."De esta manera, el
proletariado actúa como un catalizador para la
caída del capitalismo y surgimiento del nuevo sistema
socialista. "El extremadamente agudo conflicto de clases entre
los explotadores y los explotados constituye la
característica básica del sistema capitalista. El
desarrollo del capitalismo inevitablemente conduce a su propia
ruina. Sin embargo, el sistema de explotación en sí
no desaparece. Es destruido sólo como resultado de una
lucha revolucionaria y la victoria del proletariado."El concepto
de la dialéctica ilustra que la caída del
capitalismo y el subsiguiente surgimiento del socialismo, y
eventualmente del comunismo, son inevitables. La burguesía
(tesis) y el proletariado (antítesis) chocan para crear el
socialismo (síntesis) que garantiza el advenimiento del
comunismo. La dialéctica, de ser continuada,
también garantiza que el comunismo no puede ser la
síntesis final.

La Utopía
Comunista

El comunismo mundial traerá una cantidad de
beneficios. Los marxistas afirman que el comunismo proporciona
más libertad que otros sistemas económicos. La
humanidad habrá alcanzado la perfección, anulando
la pertinencia de la ley y del gobierno. La redistribución
de la riqueza resolverá muchos problemas. El libro de
texto Economía Política explica
algunos de ellos: "Una vez que las clases explotadoras, con su
consumo parasitario, hayan sido abolidas, el ingreso nacional
estará íntegramente a disposición del
pueblo. Las condiciones de trabajo serán alteradas
radicalmente, albergando condiciones sustancialmente mejoradas en
ciudades y campos, y haciendo accesibles a los trabajadores todos
los logros de la cultura moderna."6 Otra ventaja del
comunismo tiene que ver con la motivación de los
trabajadores: "¿Puede una sociedad capitalista, con su
desempleo crónico, asegurarle a todos los ciudadanos la
oportunidad de trabajo, sin hablar de la oportunidad de escoger
el trabajo que les guste? Evidentemente, no puede. Pero el
sistema socialista hace del derecho al trabajo un derecho
constitucional de un ciudadano, liberándolo de la opresiva
ansiedad e incertidumbre del mañana."7 En resumen,
los marxistas creen que el comunismo es el sistema
económico ideal y la base de la utopía en todos los
aspectos de la sociedad.

La llamada
acumulación originaria

No es ningún secreto que la economía
política burguesa ha tratado de combatir al marxismo no
sólo en sus principios políticos, sino en lo que
siempre han considerado su núcleo duro, el análisis
del funcionamiento del sistema capitalista y las leyes que lo
rigen. La crítica de la teoría del valor, la
formulación de las tesis sobre la plusvalía y la
apropiación, la acumulación originaria del capital
o la teoría marxista sobre las crisis, han sido
denunciadas por economistas, catedráticos y
políticos de la clase dominante, sin que hasta el momento
hayan formulado un alternativa coherente capaz de
sustituirlas.

Desde las páginas de El Militante queremos
dedicar un espacio a comentar las ideas más sobresalientes
de la economía política marxista y contrastarlas
con la situación general por la que atraviesa el
capitalismo hoy. Inevitablemente muchas consideraciones no
podrán ser tratadas por falta de espacio, pero
intentaremos de forma sintética y a trazo grueso abordar
las principales cuestiones del pensamiento de Marx en este
terreno.

Iniciaremos esta serie de artículos con el
proceso de la acumulación originaria, tal como Marx lo
planteó en El Capital.

Marx señaló que dinero y mercancía
no son de por sí capital, como tampoco lo son los medios
de producción o los bienes de consumo. Mercancía y
dinero existían también en otros modos de
producción anteriores como el esclavismo o el feudalismo,
pero no se transformaban masivamente en capital, ni éste
era el motor de la actividad económica.

¿Cómo se realiza esta transición
imprescindible en el alumbramiento del capitalismo? Marx lo
explica en la sección séptima de su obra: el cambio
se produce cuando los poseedores de dinero, medios de
producción y consumo entran en contacto entre ellos y
logran valorizar su posesión. La forma de lograr esta
valorización se realiza mediante la utilización de
fuerza de trabajo ajena. Es decir, la relación capitalista
presupone en primer lugar la desvinculación de los
trabajadores con la propiedad de los medios e instrumentos de
trabajo.

Este proceso de transición se de-sarrolló
a lo largo de varios siglos, fundamentalmente en Inglaterra y
Holan-da, cunas del capitalismo contemporáneo. La
estructura de la sociedad capitalista surgió de la
disolución de las viejas relaciones de propiedad del
feudalismo. Varios factores fundamentales marcan este
proceso:

1. – El productor directo deja de estar ligado a
la gleba o ser siervo. El obrero se sustrae al dominio de los
gremios, a sus ordenanzas sobre aprendices y oficiales y a sus
normas laborales. Los recién liberados sólo se
convertirán en vendedores de sí mismos cuando se
les arrebate de todos sus medios de producción y de todas
las garantías de existencia que les ofrecían las
viejas instituciones feudales. Tal como señaló
Marx, "la historia de esta expropiación se ha escrito en
los anales de la humanidad con rasgos de sangre y
fuego".

2. – La expropiación de tierras del
productor rural, constituye la base fundamental de todo este
proceso. En Inglaterra la servidumbre de la gleba había
desaparecido, en la práctica, a finales del siglo XIV. La
inmensa mayoría de la población la
constituían para aquel entonces campesinos libres y
autónomos, independientemente de la etiqueta feudal con la
que escondieran su propiedad.

La disolución de esta relación de
servidumbre lanzó al mercado de trabajo a una masa de
propietarios libres, en un movimiento caracterizado por la
violencia. Los grandes señores feudales expulsaron por la
fuerza al campesinado de las tierras que cultivaban y usurparon
sus tierras comunales, en beneficio de los grandes rebaños
de ovejas, fenómeno alimentado por el florecimiento de la
manufactura lanera en Flandes. De esta manera no es
extraño que Tomas. Moro, en su
obra Utopía, hablara del extraño
país donde las ovejas se comían a las
personas.

Este proceso violento de explotación de miles de
antiguos siervos recibió un fuerte espaldarazo en el siglo
XVI, con la Reforma y la expropiación generalizada de los
bienes de la Iglesia.

Sobre estas bases los terratenientes abolieron la
propiedad feudal del suelo y reivindicaron la propiedad moderna
de las fincas. Esta época culminó en el plano
político durante la llamada Revolución gloriosa de
1688, golpe de Estado que reforzó la monarquía
constitucional en Inglaterra, basada en el compromiso entre la
nobleza terrateniente y la burguesía. Como
señaló Marx, el poder fue transferido a los
"forjadores de plusvalía terrateniente y
capitalista".

A partir de entonces el saqueo de tierras
públicas se desarrolló a una escala desconocida y
la burguesía favoreció el proceso, entre otras
razones, para convertir la tierra en un nuevo artículo de
comercio, extender el área de las grandes explotaciones
agrícolas y abastecerse de proletarios baratos del campo.
Este saqueo fue acompañado de un arsenal de leyes que se
convirtieron en vehículo para el robo de las tierras del
pueblo.

3. – Por otro lado, los capitalistas industriales
tuvieron que desplazar no sólo a los maestros artesanos de
los gremios, sino también a los señores feudales.
Es decir necesitaron transformar radicalmente las relaciones
políticas para asegurar el triunfo de las nuevas formas de
propiedad y producción. La revolución burguesa en
Holanda, Inglaterra y posteriormente en Francia jugaron ese papel
necesario.

Si los primeros indicios de producción
capitalista se encuentran esporádicamente en los siglos
XIV y XV, localizados en algunas ciudades del
Medi-terráneo, no se puede hablar de la era capitalista
como tal hasta el siglo XVI.

Siguiendo el caso inglés, esta masa popular
expulsada de sus tierras no podía ser absorbida por una
manufactura todavía incipiente, y se transformó en
una legión de mendigos, ladrones y vagabundos, contra los
que se dictó una legislación
sanguinaria.

Paralelamente, en la agricultura, la
transformación radical que supuso el cambio en las
relaciones de propiedad, mejoró los métodos de
cultivo, favoreció la cooperación y la
concentración de los medios de producción, en
definitiva incrementó la producción del campo. "La
materia prima agrícola", señalaba Marx "se
transformó en el elemento del capital constante", en la
materia prima para la manufactura.

Esta revolución agrícola, junto con el
alza de los precios del grano, de la carne y de todos los
productos agrícolas en el siglo XVI, engrosó el
capital de los arrendatarios, mientras que la renta del suelo,
que éstos tenían que pagar a los viejos
propietarios, seguía contratada en el viejo valor en
dinero (los contratos a veces duraban 99 años). De esta
manera estos arrendatarios se enriquecieron,
convirtiéndose en arrendatarios capitalistas.

El papel de la manufactura

El desarrollo de la manufactura creado mediante la
expropiación de pequeños productores
independientes, dio lugar a la aparición de un mercado
interno, esencial para el fortalecimiento de las relaciones de
producción capitalistas.

Las materias primas y medios de subsistencia se
convirtieron en mercancías, que el gran arrendatario
vendía en la manufactura, su mercado preferente. Al mismo
tiempo todas las materias primas que en el ámbito de la
vieja familia campesina se elaboraban para el propio consumo,
como el lino, artículos baratos de lana, etc., se
convierten ahora en los artículos de la manufactura que, a
su vez, encuentran en los distritos rurales su mercado de
ventas.

Sin embargo la manufactura se apodera sólo de un
modo muy fragmentario de la producción nacional,
apoyándose siempre en la artesanía urbana y la
industria subsidiaria doméstica. Por eso Marx enfatiza en
la idea de que la destrucción de la industria
doméstica rural, es el factor decisivo para darle al
mercado interior la expansión y la consistencia que el
modo de producción necesita, algo que solo se
conseguirá con la aparición de la gran
industria. 

De la manufactura a la
gran industria

Como Marx señaló en El Manifiesto
Comunista
, el capital necesita revolucionar constantemente
los medios e instrumentos de producción, en una batalla
permanente por incrementar la productividad del trabajo. En este
proceso, la transición de la producción
manufacturera a las grandes concentraciones industriales juega un
papel clave y asegura el triunfo de las relaciones de
producción capitalistas.

Un aspecto importante del desarrollo de la manufactura,
que la diferencia de la vieja industria artesanal gremial, es la
cooperación entre un mayor número de obreros, en el
mismo lugar y para la producción del mismo tipo de
mercancías. La cooperación, es decir, la
concentración de obreros para desarrollar idénticas
tareas productivas, facilita asimismo la concentración de
medios de producción, disminuyendo de esta manera el valor
del capital constante y por tanto el valor total de la
mercancía. En definitiva se trata de una economía
de medios de producción, debido al consumo común en
el proceso productivo del trabajo de muchos, que además
tiene consecuencias importantes: eleva la fuerza productiva
individual y crea una fuerza productiva que se convierte en una
fuerza de masa.

La cooperación permite además distribuir
entre diversos obreros operaciones diferentes y llevarlas a cabo
al mismo tiempo, reduciendo de esta manera el trabajo necesario
para la fabricación del producto total. Por otra parte,
los medios de producción y de trabajo usados
colectivamente –es decir, el capital constante– no
aumentan en el mismo grado que el número de obreros
empleados simultáneamente.

Las premisas materiales para la gran
industria

¿Cómo se produce la transición del
periodo manufacturero a la producción basada en la gran
industria?

Hay que señalar en primer lugar que el motivo y
fin determinante del proceso de producción capitalista es
la mayor autovalorización posible del capital, es decir,
la mayor producción posible de plusvalía. La
manufactura desarrolla la división del trabajo y aumenta
la fuerza productiva del trabajo. Esta lucha por la productividad
del trabajo, es decir, por la reducción del tiempo de
trabajo necesario para la producción de mercancías,
favorece el desarrollo esporádico de máquinas en
primer lugar, para ciertos procesos simples que han de ejecutarse
en masa y con mucho gasto de fuerzas. Sin embargo y como Marx
señala, en el periodo clásico de la manufactura la
maquinaria específica sigue siendo el obrero
colectivo.

Una de las cualidades más significativas de la
manufactura fue engendrar una clase de obreros no especializados
que la industria artesanal excluía. Esta división
del trabajo en la manufactura crea asimismo una división
social del trabajo, que proviene del intercambio de esferas de
producción originariamente distintas.

Pero, como consecuencia ine-vitable del crecimiento de
la productividad del trabajo, la máquina introducida
masivamente en el proceso de producción pone fin al
periodo manufacturero. Con la máquina se elimina la base
técnica que aseguraba la relación vitalicia entre
el obrero y una función parcial de la
producción.

A diferencia de lo que aseguran los burgueses, el fin de
la máquina no es aliviar el trabajo cotidiano de los seres
humanos. Como cualquier desarrollo de la fuerza productiva, el
fin de la máquina es abaratar las mercan-cías, y
reducir la parte de la jornada que el obrero necesita para
producir los medios de vida necesarios para su subsistencia, con
el objetivo de prolongar la otra parte de su jornada laboral en
la que trabaja gratuitamente para el capitalista. En definitiva,
la maquinaria es un medio para la producción de
plusvalía, y la diferencia con el periodo manufacturero es
que, mientras en éste la revolución del modo de
producción parte de la jornada de trabajo, en la gran
industria parte del medio de trabajo, es decir de la
maquinaria.

Máquinas que producen
máquinas

La introducción de maquinaria para incrementar la
productividad del trabajo tuvo efectos en todas las esferas de la
producción: las innovaciones en la hilandería
mecánica se trasladaron inmediatamente a la
tejeduría mecánica que a su vez impulsaron las
transformaciones en la industria química. A su vez estos
cambios profundos en la base productiva provocaron una
revolución en las condiciones generales de los medios de
comunicación y transporte para el intercambio de las
mercancías: barcos a vapor, ferrocarriles,
telégrafos

El desarrollo de estas ramas de la producción y
comunicación exigían de masas de hierro que fundir,
soldar, cortar, taladrar y moldear; y esto requería
necesariamente de máquinas enormes que la
construcción manufacturera de máquinas no
podía crear. Así, como señala Marx, la gran
industria tenía que apoderarse de su medio de
producción característico, de la máquina
misma, produciendo máquinas con
máquinas.

Maquinaria y gran
industria: la producción de plusvalía
relativa

En el anterior artículo de la serie analizamos
las condiciones materiales de la transición de la
manufactura a la gran industria. El desarrollo de la
producción de maquinaria a gran escala, necesaria por la
demanda del propio proceso productivo generó una
transformación cualitativa del modo de producción
capitalista, asegurando el triunfo de la producción en
masa y una fuente colosal de beneficios para los
capitalistas.

Como cualquier otro componente del capital constante, la
maquinaria no crea ningún valor, sino que transfiere su
valor al producto que contribuye a fabricar. En tanto tiene
valor, y por lo tanto, lo transfiere al producto, forma parte
integrante del valor de éste.

La maquinaria entra siempre enteramente en el proceso de
trabajo mientras que sólo lo hace parcialmente en el
proceso de valorización. Nunca añade más
valor del que pierde por término medio mediante el
desgaste.

Existe pues una gran diferencia entre el valor de la
maquinaria y la parte de valor transferido periódicamente
desde ella al producto: cuanto menor valor transfiera, tanto
más productiva será y tanto más se
aproximará su servicio al de las fuerzas
naturales.

Marx señalaba que la productividad de la
máquina se mide por el grado en que sustituye a la fuerza
de trabajo humana: la ventaja para el capitalista a la hora de
utilizar maquinaria subsiste mientras los costes de trabajo de la
máquina y, por tanto, de la parte de valor añadida
por ella al producto, sean inferiores al valor que
añadiría el obrero con su herramienta al objeto de
trabajo. Esta idea sigue manteniendo toda su fuerza en la
actualidad. Los fenómenos de deslocalización de la
producción que en el presente llevan a cabo numerosas
multinacionales, trasladando la producción de los
países avanzados a los subdesarrollados se explica por
esta razón. La existencia de mano de obra semiesclava en
zonas de Asia compensa al capitalista en lugar de producir en
países con infraestructuras de alto valor
tecnológico pero donde los costes laborales son
superiores.

La maquinaria bajo el capitalismo: un instrumento de
explotación

La maquinaria este poderoso sustituto de trabajo y de
obreros, tal como definió Marx se convierte inmediatamente
en un medio para aumentar el número de asalariados,
colocando a todos los miembros de la familia obrera, sin
distinción de sexo ni edad, bajo el dominio completo del
capital.

Al favorecer la utilización de la fuerza de
trabajo de todos los miembros de la familia, la maquinaria
reparte el valor de la fuerza de trabajo del hombre entre toda su
familia produciendo la desvalorización de su fuerza de
trabajo.

La compra de la familia fraccionada en cuatro fuerzas de
trabajo, tal vez cuesta más que la fuerza de trabajo del
cabeza de familia, pero en su lugar se tiene cuatro jornadas de
trabajo en lugar de una, y su precio por tanto, disminuye en
proporción al excedente de plustrabajo de los cuatro sobre
el plustrabajo de uno.

De esta manera la maquinaria amplía desde el
principio el campo de explotación del capital y explica la
opresión asfixiante de generaciones enteras de proletarios
desde edad precoz. En El Capital se encuentran
registrados pasajes escalofriantes del trabajo forzado de
niños, mujeres y hombres, una sangría masiva de
familias obreras que permitieron la producción de
plusvalía y la acumulación de capital en una escala
desconocida.

Productividad de la máquina y creación
de valor

Pero la maquinaria, además del medio más
moderno para aumentar la productividad del trabajo, se convierte
en un instrumento eficaz para prolongar la jornada de trabajo
más allá de todo límite natural.

La maquinaria se independiza del movimiento y la
actividad del medio de trabajo frente al obrero, pudiendo
producir ininterrumpidamente si no tropezase con ciertas barreras
naturales en sus auxiliares humanos: su debilidad física y
su voluntad propia.

Por otro lado la productividad de la maquinaria
está en relación inversa a la parte del valor que
transfiere al producto. El período activo de vida de la
máquina viene determinado, por la duración del
proceso diario de trabajo, multiplicado por el número de
días en que se repita. En este sentido el desgaste y el
valor producido por las máquinas no corresponde ni mucho
menos a su tiempo de duración. Por ejemplo, una
máquina que trabaja 7,5 años, 16 horas diarias y
otra exactamente igual que trabaje 15 años durante 8 horas
diarias. En el caso primero, el valor de la máquina se
reproducirá con doble rapidez que en el segundo y el
capitalista ingresará, gracias a ella, en siete
años y medio tanto trabajo adicional como en
quince.

Además del desgaste material Marx señalaba
que la máquina también está sujeta a un
desgaste moral, provocado porque la innovación
tecnológica, azuzada por la competencia y la lucha por el
máximo beneficio, hace que las máquinas se queden
obsoletas. El caso de los ordenadores en los últimos diez
años es ilustrativo de esta idea.

La maquinaria produce plusvalía relativa no
sólo al desvalorizar directamente la fuerza de trabajo y
abaratarla indirectamente al abaratar las mercancías que
intervienen en su reproducción, sino que también
eleva el valor social del producto mecánico por encima de
su valor individual y permite al capitalista reponer el valor
diario de la fuerza de trabajo con una parte menor del valor del
producto.

Es bastante claro que la industria mecánica
amplia la creación de plusvalia, reduciendo el
número de obreros ocupados por un capital dado. Pero de
esta manera transforma una parte del capital que antes era
variable, que se invertía en fuerza de trabajo viva, en
maquinaria, es decir, en capital constante, que no produce
ninguna plusvalía. Este es un punto decisivo de la
economía política marxista: es imposible extraer la
misma plusvalía de dos obreros que de 24.

Así, en el empleo de maquinaria para la
producción de plusvalía subyace una
contradicción orgánica, puesto que la cuota de
plusvalía sólo aumenta al disminuir el
número de obreros empleados y es esta contradicción
la que, a su vez, impulsa al capital, sin que el mismo sea
consciente de ello, en la prolongación de la jornada de
trabajo, a fin de compensar la disminución proporcional de
obreros explotados mediante el aumento no sólo del
plustrabajo relativo (más producción en el mismo
tiempo de trabajo), sino también del absoluto (aumentando
la producción al prolongar la jornada laboral).

La teoría del
valor

Como hemos explicado en anteriores artículos lo
que distingue al capitalismo como modo de producción de
otros anteriores, como el esclavismo o el feudalismo, es la
utilización del trabajo asalariado para la
producción, venta e intercambio de
mercancías.

Durante siglos, los filósofos y economistas de
cada época intentaron dar explicación al enigma de
la mercancía y su valor. En el siglo XVIII, la
economía burguesa de Inglaterra, a través de David
Ricardo, se aproximó a la solución del problema,
pero fracasó a la hora de dar una explicación
científica.

Federico Engels, en el prólogo a la
edición berlinesa de 1891 de Trabajo asalariado y
capital
, señaló lo siguiente: "La
economía clásica encontró que el valor de
una mercancía se determinaba por el trabajo necesario para
su producción encerrado en ella. Y se contentó con
esta explicación" (…) "Pero tan pronto como los
economistas aplicaban este criterio de determinación del
valor por el trabajo a la mercancía "trabajo",
caían de contradicción en contradicción.
¿Cómo se determina el "valor del trabajo"? Por el
valor del trabajo necesario encerrado en él. Pero,
¿cuánto trabajo se encierra en el trabajo de un
obrero durante un día, una semana, un mes, un año?"
(…) "Con saber que el valor de una hora de trabajo es igual a
una hora de trabajo, es como si no supiésemos nada acerca
de él. Con esto no hemos avanzado ni un pelo hacia nuestra
meta; no hacemos más que dar vueltas en un circulo
vicioso".

Como Marx señala en El Capital, la
mercancía es, en primer lugar, un objeto que por sus
propiedades satisface necesidades humanas de cualquier clase. La
utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso, y este valor
de uso se realiza únicamente en el uso o en el
consumo.

Pero la mercancía también posee un valor
de cambio. Este valor de cambio viene determinado por la
proporción en que los valores de uso de un tipo se cambian
por los de otros. A través de millones de actos de cambio
de esta clase, que se dan todos los días, se equiparan
constantemente todo género de valores de uso, aunque se
trate de mercancías diversas y poco equiparables entre
sí.

¿Qué hay de común entre todos estos
diferentes valores que los hace equivalentes dentro de un
determinado sistema de relaciones sociales? Esta cualidad
común no es ninguna propiedad física,
química o cualquier otra propiedad natural de la
mercancía.

En realidad todas las mercancías son producto del
trabajo humano.

De este hecho se puede desprender una conclusión
fundamental: la magnitud de valor de una mercancía se
puede medir mediante la cantidad de la "sustancia creadora de
valor", esto es, del trabajo contenido en ella. La cantidad de
trabajo se mide por su duración y, el tiempo de trabajo
tiene a su vez su medida en determinadas porciones de tiempo,
horas, días, etcétera. Para Marx, el valor de una
mercancía viene pues, determinado por el tiempo de trabajo
socialmente necesario invertido en su
producción.

Una vez llegados a este punto hay que recordar que la
ciencia económica burguesa siempre insiste en que el valor
de una mercancía equivale a su coste de producción.
La pregunta que tenemos que hacer entonces es ¿cuál
es el coste de producción del trabajo? De hecho, averiguar
el coste de producción del trabajo no es posible. Lo que
si es posible es saber el coste de producción del obrero,
imprescindible en el proceso productivo y que varía
según las épocas, pero que constituye una magnitud
dada dentro de ciertos límites. En el marco del modo de
producción capitalista, el coste de producción de
un obrero se determina por los medios de vida necesarios, por
término medio, para que pueda trabajar y mantenerse para
seguir trabajando y asegurar la reproducción de la clase
obrera. En realidad el obrero vende al capitalista su fuerza de
trabajo, que el capitalista compra por un valor y utiliza durante
un tiempo determinado. La fuerza de trabajo en la sociedad
capitalista es una mercancía más, pero es la
única mercancía que cuando se consume crea valor.
Esto es lo que ocurre en el proceso productivo.

La fuerza de trabajo crea en un día más
valor del que ella encierra y cuesta y con cada adelanto
tecnológico crece el excedente de producción diaria
sobre su coste diario, es decir se reduce la parte de la jornada
en que un obrero produce el equivalente a su jornal y se aumenta
la parte de la jornada en la que regala su trabajo al
capitalista, es decir la plusvalía.

Lo fundamental es que en el capitalismo son los
asalariados, la clase obrera, los que producen valor, valor por
otra parte que no les pertenece, sino que el capitalista se
apropia como dueño del capital, que posee las materias
primas, los medios de trabajo y que compra la fuerza de trabajo
que crea valor. Esta es la contradicción fundamental de la
sociedad capitalista. El beneficio del capitalista toma como base
la parte de valor que el obrero produce y el capitalista se
apropia, después de descontar lo que necesita para
asegurar su existencia.

La plusvalía

La plusvalía no puede provenir de la
circulación de mercancías, pues ésta
sólo conoce el intercambio entre equivalentes. La
cuestión radica en que el poseedor de capital necesita
encontrar en el mercado una mercancía cuyo valor de uso
posea la cualidad de ser fuente creadora de valor, una
mercancía que al consumirse cree valor: esa
mercancía es la fuerza de trabajo del hombre.

El capitalista compra con su capital la fuerza de
trabajo del obrero; compra su valor de cambio por una cantidad
determinada de dinero, es decir el coste de mantenimiento y
educación laboral del obrero y su familia y, a cambio, se
apropia de su valor de uso. El trabajador crea en una parte del
tiempo total de su trabajo, el valor necesario con que el
capitalista le paga para garantizar su subsistencia. Pero durante
el tiempo restante crea un plus-producto no retribuido por el
capitalista que es la plusvalía. En definitiva la
plusvalía es la diferencia entre el valor creado por la
fuerza de trabajo y lo que cuesta esa fuerza de trabajo. Una vez
que ha comprado la fuerza de trabajo el poseedor de capital tiene
el derecho a consumirla durante el tiempo que se acuerda en el
contrato.

La plusvalía se descompone en ganancia,
interés y renta del suelo. Obviamente la plusvalía
no es igual a beneficio, pues de la plusvalía el
capitalista tiene que descontar toda una serie de gastos que
desembolsa en el proceso productivo y de comercialización
de la mercancía.

De esta manera el salario es el precio de la fuerza de
trabajo en el mercado, la expresión monetaria de su
valor.

El capital empleado por el capitalista en el proceso
productivo puede dividirse en dos:

a) Capital constante, compuesto por medios de
producción, materias primas, maquinaria, etc.; se denomina
constante porque no altera su valor en el proceso de
producción sino que añade su valor a la
mercancía que se está produciendo. Es trabajo
muerto, incorporado poco a poco.

b) Capital variable, la parte del capital que se gasta
en comprar fuerza de trabajo y que al consumirse crea valor, pues
produce lo necesario para garantizar la subsistencia del
trabajador más un excedente que se apropia el empresario,
la plusvalía.

Si un empresario dispusiese sólo de capital
constante no podría producir mercancías; es
necesaria la intervención consciente de la fuerza de
trabajo en el proceso productivo para poner en relación
los instrumentos de producción y las materias primas y de
esta manera producir una mercancía que una vez vendida en
el mercado como producto elaborado, genere una ganancia. De esta
última hablaremos en el próximo
artículo.

Para un capitalista es importante conocer la tasa de
plusvalía que obtiene en la producción, pues le
indicará el grado de rentabilidad que obtiene de la fuerza
de trabajo. La tasa de plusvalía se puede considerar como
la relación entre el aumento del capital que aparece al
final del proceso de producción (plusvalía) y el
capital variable que la produce:

P"= P/V

P" es la tasa de plusvalía, P la plusvalía
o D" menos D, y V es el capital variable.

La tasa de plusvalía expresa el grado de
explotación del trabajo por el capital. Es necesario
distinguir entre tasa de plusvalía y tasa de ganancia. Al
capitalista no le interesa especialmente conocer a qué
parte especial de su capital total debe el aumento de
plusvalía, puesto que tanto el capital variable como el
constante le resultan imprescindibles. Lo fundamental es que su
ganancia no disminuya. La tasa de ganancia se averigua de la
siguiente forma:

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La práctica de la producción capitalista
hace que la competencia exija de cada capitalista individual
integrar dentro del proceso productivo los últimos
adelantos en maquinaria y tecnología que ofrece el
mercado. De esta manera las inversiones en capital fijo, es decir
en medios e instrumentos de producción, se elevan. A corto
plazo esto permite producir más mercancías, pero
hace disminuir la tasa de ganancia en la medida que aumenta la
composición orgánica del capital. Para verlo de una
forma más concreta tomemos a dos capitalistas con la misma
inversión en capital variable, la misma plusvalía y
tasa de plusvalía pero diferente capital constante. Si
aplicamos las fórmulas que hemos considerado anteriormente
la tasa de ganancia disminuirá para el que ha realizado
mayor gasto en capital constante.

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 De esto se derivan varios hechos fundamentales del
sistema capitalista. Por un lado que la competencia
producirá una tendencia en todo capital a obtener la tasa
media de ganancias y, por otro, que esta misma competencia
acelera la composición orgánica de capital
provocando una tendencia general a la caída de la tasa de
beneficios, que se manifiesta episódicamente. No obstante,
los capitalistas tienen recursos y medios para combatir esta
tendencia producto de la competencia, asunto del que nos
ocuparemos en el siguiente artículo.

Plusvalía y circulación de las
mercancías

Históricamente existen tres formas de
circulación de las mercancías:

A) En una economía elemental de trueque una
mercancía se intercambia por otra que contiene la misma
cantidad de trabajo socialmente necesario para ser producida. El
intercambio de mercancías se representa por
M—M.

B) Cuando en una sociedad se ha alcanzado cierto grado
de desarrollo de las fuerzas productivas y se produce
circulación monetaria, hay dos formas posibles de
circulación: venta de mercancías, representada por
la formula M—D y compra de mercancías,
D—M.

La operación se representa de la siguiente manera
M—D—M", es decir se compra para vender. En este caso
el dinero es tan sólo un instrumento que facilita las
transacciones de mercancías, característico de las
sociedades precapitalistas.

C) La circulación en una economía
capitalista. El dinero no circula ya como moneda sino como
capital. El capitalista posee el capital necesario para comprar
los medios e instrumentos de producción, las materias
primas y la fuerza de trabajo. En este sentido el capital es una
condición previa para poner en funcionamiento el proceso
productivo. La formula se representa como D—M—D", con
el capital se produce mercancías con las que se obtiene un
capital acrecentado, es decir capital con beneficio.

Partes: 1, 2

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