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Un Encuentro con el Espaciotiempo (página 2)



Partes: 1, 2

En el ocaso, Mercurio se hace presente,

mientras que Venus embellece el horizonte de la noche
naciente.

Marte es distintivo por su enigmático color
carmesí.

Júpiter y Saturno son luceros prominentes,

que compiten con las estrellas dominantes.

Muchas de las veces recibo del cielo la oportunidad de
pedir un deseo,

cuando una estrellas fugas rasga el cielo.

Efímeras y misteriosas aparecen y
desaparecen,

provocando un reto para descubrirlas cuando se hacen
presentes.

De la Luna, todas las noches hay un regalo,

y más preciado es la luna joven que entre copas de
árboles,

perfiles de edificaciones y el horizonte
soberbio,

da gala de una belleza sin par.

Cuesta arriba, termina mi caminar.

Con los muslos cansados y el ánima
confortada,

doy gracias al Señor, por darme la oportunidad de
regocijarme

con las joyas del cielo nocturno de mi ciudad.

A pesar de que Omar y yo estábamos acostumbrados a los
cielos oscuros de buena calidad, en El Salto, y sobre todo al
comienzo de nuestra observación celeste, el localizar las
constelaciones nos presentó un cierto grado de dificultad,
sobre todo aquellas que poseen estrellas principales de baja
magnitud, y que en este cielo se confunden con la inmensidad de
estrellas. Parte de nuestro entrenamiento tenía como
propósito el familiarizarnos con este cielo para que, como
guía, localizáramos las distintas zonas de las
constelaciones en donde se encuentran incrustradados los
distintos objetos de Messier.

Son recuerdos…

¡Cuantos luceros!

que apenas puedo contarlos.

Veo en ellos a:

Virgo, a Libra y al Boyero,

que dan cuenta del final de la primavera.

A Escorpión y a Sagitario,

repletos de estrellas y cúmulos
extraordinarios.

Al Cisne, a Lira y el Águila,

que me hacen disfrutar del verano.

Al Delfín que tanto quiero.

A Andrómeda que me muestra algo tan
especial,

que me hace sentir infinitamente pequeño.

A Casiopea y a Perseo que en el otoño,

disfruto de sus hermosas estrellas.

A Tauro, a Gemini y Auriga,

que se muestran espléndidos en el
invierno.

A Orión,

que es la casa de nuestros vecinos.

Al Can Mayor, que, con su faro,

me hace sentir consolado.

A la Osa Mayor,

que siempre guía mi camino.

Y, finalmente, a Leo,

que es mi Ángel Guardián

desde el día que me acogió el
cielo.

En la medida que procedíamos a la localización
de los objetos de Messier, llevando a la rutina el uso de los
instrumentos, no dejamos de hacer algunas reflexiones sobre el
cosmos, motivado por este cielo tan extraordinario, algo que en
la ciudad no nos estimulaba en la intensidad que aquí se
daba. En este sentido yo le decía a Omar que contemplar
éste cielo nocturno era vivir la más grande
ilusión que cualquier ser humano puede experimentar.
Perplejo, Omar me pidió que fuera más
explícito, para lo cual yo le hice ver que en un cielo
nocturno de tan excepcional transparencia uno puede contemplar
tantas estrellas como lo permite nuestra capacidad de
visión y, por otro lado, nos da la sensación de que
todas ellas caben en una semiesfera que no está más
lejos que la que pudiéramos alcanzar con nuestros brazos
extendidos. Todas las estrellas parecen inmutables y fijas en
esta bóveda y a unas distancias tan cercanas unas de
otras, que parecen, en su conjunto, un inmenso enjambre de
luciérnagas en una noche de verano. Sin embargo, hoy
sabemos que las estrellas son en realidad inmensas bolas de
plasma, en donde su luz se genera como resultado de las
reacciones nucleares de fusión, y están tan
distantes unas de otras que nuestra vida, y a bordo de la nave
espacial más veloz con la que contamos hoy en día,
no sería suficiente para legar a la más cercana.
Además de que están en un perpetuo movimiento a una
velocidad tan grande que no la percibimos por la gran distancia
que nos separa de ellas. Otro ingrediente de ésta gran
ilusión es el tiempo. Si bien nuestras vidas transcurren
en un promedio de ochenta años, la vida promedio de las
estrellas va más allá de los ocho mil millones de
años. Tal parece que la gran ilusión que percibimos
al contemplar el cielo nocturno es una mera consecuencia de
nuestra percepción que tenemos del espacio y el tiempo que
nos separa de los innumerables objetos estelares. Una
percepción que adquiere otra dimensión cuando
consideramos que el espacio y el tiempo no son marcos de
referencia fijos e inmutables, sino que es un solo ente, que
llamamos espaciotiempo, y que es mutable de acuerdo al estado de
movimiento del observador con respecto a lo observado.

Mi reflexión no dejo satisfecho a Omar quien, al
apresurarme a que nos concentráramos en nuestra labor de
localizar con rapidez los objetos celestes, me pido que
dejáramos para más al rato esta inquietud.

Como era de esperar el uso del macroscopio, como un
instrumento guía para la localización de objetos
celestes de magnitud visual semejante a la de los objetos de
Messier, mostró ser de gran utilidad. En esta
ocasión usamos unos binoculares 15×70, adecuados para la
observación astronómica, montados en el
macroscopio. Con este instrumento pudimos localizar con toda
certeza más del ochenta por ciento de los objetos Messier
y el resto, aunque no bien definido, pudimos señalar su
posición aproximada para que se pudiera orientar con
seguridad el telescopio. Por otro lado, la rapidez en la
localización de los objetos celestes se mejoró
notablemente con respecto al caso en que no se usara el
macroscopio como instrumento guía. Una manera
práctica de operar el macroscopio como instrumento
guía fue el bloquear el botón de encendido del rayo
láser en la posición de encendido, con el haz
reflejado en el espejo lo orientamos, usado nuestras manos como
si fuera un pantógrafo, al manipular el espejo de acuerdo
a lo que observábamos en las cartas celestes. Una vez
ubicado el área donde se sabe se encuentra el objeto
celeste se apagaba el láser, y cuidadosamente se centraba
el objeto en el campo visual del binocular, y nuevamente se
enciende el láser para indicar en donde exactamente se
tiene que observar con el telescopio.

Nuestra labor fue la de localizar cuarenta galaxias,
veintiocho cúmulos globulares, treinta y un cúmulos
abiertos, una nube de estrellas en la Vía Láctea,
un asterismo, una estrella doble, cuatro nebulosas planetarias,
una nebulosa de reflexión, una nebulosa de emisión,
un remanente de supernova y un objeto duplicado, todos ellos
objetos de Messier, en el menor tiempo posible. Si bien no
estábamos en competencia si registrábamos la
rapidez con la que encontrábamos cada objeto.

En la medida que pasaba el tiempo nuestra habilidad mejoraba y
nuestro goce por este cielo tan extraordinario se hacía
más patente. Así, comenzamos con el objeto M74, una
galaxia espiral en la constelación de los Peses que fue,
quizás, la que mayor dificultad nos representó en
localizarla pues se encontraba a la hora que comenzamos nuestra
labor cerca de los treinta grados sobre el horizonte poniente, en
donde era más dominante el resplandor de las luces de los
poblados lejanos. De igual manera, pero con menor dificultad
seguimos con el objeto M77, una galaxia espiral en la
constelación de la Ballena, y continuamos con los objetos
M31, M110 y M32, todas ellas galaxias en la constelación
de Andrómeda, en donde la más espectacular
resultó ser la M31, la gran galaxia de Andrómeda,
pues pudimos verla a simple vista en este cielo extraordinario.
Algo semejante, aunque con mucha menor nitidez, resultó la
observación la galaxia del Triángulo, M33 en la
constelación del Triángulo. Así continuamos
hasta llegar a observar cúmulos abiertos de estrellas (M34
en Perseo; M50 en el Unicornio; M46, M47 y M93 en Popa; M41 en el
Can Mayor; M52 y M103 en Casiopea; M45 en el Toro; M36, M37 y M38
en el Cochero; M35 en los Gemelos; M48 en la Serpiente de Mar; y
M44 y M67 en el Cangrejo) y cúmulos globulares (M47 en la
Liebre; M3 en los Perros de Casa; M53 en la Cabellera de
Berenice; y M68 en la Serpiente de Mar), nebulosas planetarias
(M76 en Perseo y M97 en la Osa Mayor), nebulosas (M42, M43 y M78
en Orión), un remanente de supernova (M1 en el Toro) y
después más galaxias (M65, M66, M95, M96 y M105 en
Leo; M64 y M 85 en la Cabellera de Berenice; M51, M106, M63 y M94
en los Perros de Casa; M101, M40, M81, M82, M108 y M109 en la Osa
Mayor; M102 en el Dragón; y M83 en la Serpiente de Mar),
para dar, con esto último, por terminado la primera etapa
de localización de objetos de Messier.

Pudiera parecer frustrante que, a pesar de usar un instrumento
relativamente potente como un telescopio newtoniano de
reflexión de doce pulgadas, las imágenes que
observamos directamente a través de los oculares no se
parecen en lo mínimo a las ilustraciones de las revistas
de divulgación de la astronomía. Sin embargo,
cuando intentamos dibujar cada una de estas imágenes
comienzan a aparecer los detalles que hacen que, lo que
observamos, nos motive a cuestionarnos sobre la verdadera
naturaleza de estos objetos celestes.

Son recuerdos…

De repente te haces presente,

cuando relajo mi mente,

contemplando los cielos oscuros

repletos de estrellas brillantes.

¿Desde cuando has dejado la cuna

repleta de nuevos nutrientes?,

que de seguro darán vida,

como la aquí presente.

Pronto te alejas dejando el remanente,

que bien puede ser una enana viajera

o el fin del espaciotiempo existente.

Si bien hoy sabemos mucho sobre la naturaleza de cada uno de
estos objetos, esto no deja de intrigarnos sobre todo cuando nos
cuestionamos sobre el verdadero sentido de realidad que ellos
tienen, y el que tiene todo en su conjunto y que llamamos
Universo, con respecto a nosotros que somos los observadores.

Yo meditaba en voz alta sobre estas cuestiones, cuando Omar
quiso que retomáramos nuestra discusión sobre la
gran ilusión. Relajados y bien arropados, sentados en una
postura lo más cómoda que la circunstancia nos
permitía, y bebiendo café y comiendo golosinas,
comenzamos con nuestras divagaciones.

Perspectivas de
la realidad

"¿Es el mundo que percibimos la imagen fiel de una
realidad objetiva, o es una ilusión producida por nuestra
mente?

La respuesta depende esencialmente del punto de vista
filosófico que se adopte. Para los idealistas, todo es
producto de la mente y el mundo una especie de alucinación
colectiva. En cambio, para los materialistas existe una realidad
objetiva independiente del sujeto, cuya percepción es
sólo un reflejo más o menos exacto de ella."
(Shahen Hacyan; Física y metafísica del espacio y
el tiempo)

Aún cuando nuestra percepción de la realidad
involucra objetos materiales, objetos inmateriales,
energía, espacio, tiempo, etc., el hecho es que en esencia
todo se reduce a energía, espacio y tiempo. La manera en
que esta energía se distribuye y evoluciona en el
escenario del espacio-tiempo es lo que a nuestros ojos llamamos
realidad. Sin embargo hoy sabemos que el propio espacio-tiempo es
más que un escenario, es parte de la dinámica del
cambio, y tal parece que podría ser la esencia de la
realidad que percibimos. Objetos masivos formados de
moléculas, moléculas formadas de átomos, y
átomos que a última instancia están formados
de partículas elementales, conforman nuestra realidad
tangible. Si bien estas partículas elementales son, en
última instancia, energía, su esencia misma pudiera
ser espacio-tiempo. Un espacio-tiempo acotado –anudado- por
constricciones impuestas en sus orígenes. Constricciones
que son su carga, espín y color, que son los candados que
impiden que se transformen a su forma más elemental que es
la mismísima energía. ¿Y la energía?,
curioso pero ésta tiene una realidad independiente si se
mueve en el espaciotiempo llano a una velocidad finita e
independiente del estado de movimiento de quien le observe.
Así nuestra realidad es espacio-tiempo hecho nudos, un
espacio-tiempo llano y un espacio-tiempo nulo e indeterminado. El
primero se traduce en la ilusión de la realidad que
perciben nuestros sentidos, y aún aquella que no
percibimos. La segunda se traduce en la ilusión de la
realidad en donde todo evoluciona, y la tercera es la
ilusión de la realidad en donde la energía se
libera de las ataduras de los nudos de espaciotiempo para
deslizarse entre unos y otros a una velocidad constante y finita.
Pero ¿qué hay detrás de los nudos de
espaciotiempo? Tal parece que es el recinto de la energía.
Un recinto que todos los nudos tienen en común y todos
convergen. Un recinto en donde el espacio es nulo y el tiempo
indeterminado. Un recinto que es el punto de contacto de nuestra
realidad tangible y el origen del todo.

El firmamento que
nuestros ojos miran

El contemplar el cielo nocturno nos ofrece distintas
perspectivas de la realidad. Al contemplarlo a simple vista
dentro de nuestra ciudad, percibimos principalmente un cielo
tenuemente iluminado como resultado de la reflexión de luz
-por parte de las nubes, gases contaminantes, polvo, y
partículas suspendidas en la atmósfera- del
alumbrado público y de las casas, de los edificios, y los
anuncios luminosos que contaminan lumínicamente nuestro
ambiente. En esta circunstancia, pocas son las estrellas que
podemos ver, y si la luna está presente, muchas de ellas
también pasarán desapercibidas. La perspectiva de
los árboles y los edificios provoca que estas estrellas,
así como la luna, parezcan estar muy lejos -más
allá de las nubes- de nosotros.

Cuando tenemos la oportunidad de contemplar el cielo nocturno
en el campo, muy lejos de la ciudad y de cualquier ambiente que
contaminan lumínicamente nuestro entorno, nuestra
perspectiva de la realidad es diferente. El cielo ahora se ve
inundado de estrellas, y si la luna está ausente, dentro
de este ambiente estrellado podemos distinguir ramilletes de
estrellas, tenues y pequeñas nubosidades, color en las
estrellas y, según la hora de la noche, el manto lechoso
que cruza la bóveda celeste, y que sabemos que es nuestra
galaxia, la Vía Láctea. Si en estas circunstancias
estamos en la cercanía de lomas o montañas, el
cielo estrellado aún nos parece estar muy alejado de
nosotros, y la sensación de pequeñez y soledad
invade nuestro ánimo. Sin embargo, una situación
muy diferente se presenta cuando nuestro horizonte toca el cielo.
Sin marcos de referencias las estrellas parecen estar muy cerca
de nosotros, y más cuando miramos directamente sobre
nuestras cabezas -hacia el cenit- la sensación que provoca
es la de estar sumergido en el mar de estrellas. En estas
circunstancias la perspectiva de nuestra realidad no deja de ser
más que una inmensidad de objetos brillantes, casi
puntuales, incrustados en un medio de una negrura extrema. El
tiempo parece estar ausente, pero su efecto se nota cuando sobre
nuestras cabezas las estrellas parecen desplazarse. Esta realidad
no deja de ser más que aparente pues hoy sabemos muchas
cosas sobre las estrellas, sobre el espacio, sobre el tiempo y
sobre nosotros mismos.

El firmamento
visto a través del
conocimiento
científico

Así como el tiempo parece detenerse cuando contemplamos
el cielo nocturno en el campo abierto, y el espacio parece una
esponja de negrura excepcional impregnada de una inmensidad de
diminutos brillantes multicolores, nuestro ser también se
ve engañado por lo limitado de nuestros sentidos que
perciben la realidad. Hoy sabemos que las estrellas que miramos
son principalmente inmensas masas de gas hidrógeno y helio
gravitacionalmente confinadas y que se fusionan para formar
elementos más pesados como el carbón, el
oxígeno y el nitrógeno, y que la radiación
que emiten, como resultado de estas reacciones, es de una amplia
gama de longitudes de onda, y que a nuestros ojos sólo son
perceptibles sólo una minúscula fracción de
su espectro. Por otro lado, hoy sabemos que la distancia entre
las estrellas es inmensamente grande comparado a la distancia en
la que nos desenvolvemos en nuestra vida diaria y lo que aparenta
estar cerca no es más que un efecto sensorial en ausencia
de marcos de referencia que nos fijen las distancias a las que
verdaderamente se encuentran las estrellas. De igual manera, los
tiempos entre eventos que ocurren en el espacio interestelar es
extraordinariamente grande comparado al tiempo de vida media que
nosotros, como entes biológicos, tenemos.

Todo esto en su conjunto nos revela una realidad que
está más allá de lo que nuestros sentidos
nos permiten percibir, y no por ello tenemos que dar por
descontado que no existe. Los distintos instrumentos que los
científicos han desarrollado muestran una realidad de
nuestro Universo que apenas comenzamos a comprender. Así,
los telescopios sensibles a la radiación infrarroja nos
han permitido comprender parte del proceso de formación de
las estrellas a partir de las nubes moleculares que cubren
grandes extensiones del espacio sideral. Los telescopios
sensibles a la radiación ultravioleta y visible nos han
permitido conocer muchos de los detalles de las distintas etapas
de evolución de las estrellas, demostrándonos que
no son eternas pero si de una vida tan longeva comparada a la
nuestra que nos da la impresión de ser inmutables. Los
telescopios en órbita capaces de detectar radiación
gamma y rayos X han permitido, por otro lado, conocer muchos de
los fenómenos que ocurren en las grandes estrellas y que
terminan sus vidas como explosiones supernovas, y por lo mismo
conocer mucha de la dinámica de este proceso de
extinción, así como de los remanentes de estos
monumentales colapsos que terminan como estrellas de neutrones o
agujeros negros. Además de que nos han permitido conocer,
junto con los telescopios antes señalados, mucho de la
naturaleza y dinámica de las galaxias y los objetos del
cielo profundo en general. Por otro lado, aunados a estos
telescopios están los instrumentos capaces de detectar
radiación de grandes longitudes de onda como los de
microondas y milimétricos, los cuales han aportado un
profundo conocimiento sobre el origen del universo, su
evolución y, por otro lado, sobre las distintas
substancias químicas presentes en las distintas regiones
de este universo.

Muchos más instrumentos -como detectores de neutrinos,
rayos cósmicos y ondas gravitacionales- han sido
construidos por los científicos, los cuales todos en su
conjunto habrán de aportar una perspectiva mucho
más amplia de la realidad de nuestro Universo. Sin
embargo, tratando de simplificar la esencia de lo que es nuestro
Universo y a partir de ella comprender cómo evoluciona,
podemos interpretar esta complejidad como consecuencia de los
vínculos de los elementos básicos de lo que
está hecho el Universo y la creación de estructuras
complejas, a partir de estos elementos básicos, para
formar lo que es en sí la realidad de nuestro
Universo.

Interpretación de los
espectros

Del conocimiento que se ha acumulado a lo largo de la historia
de la humanidad, en donde la observación celeste ha sido
una piedra angular, podemos pretender buscar una síntesis
que nos permita conocer, a grandes rasgos, la verdadera
naturaleza del Universo, y por ende de todo aquello que contiene.
El estudio científico del Universo a revelado que este se
expande y que localmente las galaxias tienden a agruparse para
formar grandes cúmulos de galaxias interconectadas por
cúmulos menores formando cadenas y que en su conjunto
constituyen lo que pudiera ser una gran estructura esponjosa con
grandes cavidades vacías de estrellas o estructuras
visibles más complejas. Además, los estudios
sugieren que el Universo tuvo un origen, quizás como
energía concentrada, de la cual surge el espacio, el
tiempo y la materia ordinaria que conocemos, y quizás
otras formas de materia y energía –materia y
energía oscura- que hoy en día tratamos de conocer
para poder lograr una mejor comprensión de la
evolución y dinámica del Universo.

Por otro lado, los estudios científicos revelan que las
galaxias están constituidas por radiación (en todas
sus manifestaciones), por nubes moleculares (formadas por los
elementos y compuestos químicos, partículas, polvos
y toda aquella materia que no emite radiación), por
estrellas (en todas sus etapas de evolución) y aquello que
podemos considerar como materia y energía extraña
(como pudiera ser los agujeros negros y la materia y la
energía oscura), que si bien no han sido detectadas u
observadas directamente, se ha propuesto su existencia para
interpretar congruentemente la dinámica de las galaxias y
la estructura general del universo que se observa con los
instrumentos astronómicos actuales.

Como se ha mencionado, las estrellas están hechas
principalmente de gas hidrógeno -y en una menor
proporción de gas helio- confinado gravitacionalmente, y
cuyas reacciones de fusión nuclear que en el núcleo
estelar se desarrollan son la fuente de energía y origen
de nuevos elementos, como el carbón, el oxígeno y
el nitrógeno, que se forman. Según la cantidad de
masa que posean y el tiempo de su existencia se formarán,
como resultado de las reacciones nucleares más complejas,
elementos más pesados que los mencionados hasta formar un
núcleo principalmente de hierro, y su posterior
evolución dependerá de la masa que posea. Si su
masa es menor que dos masas solares terminará como una
enana blanca cuyo principal componente será carbón,
mientras que si es mayor que dos masas solares terminará
con una gran explosión, denominada explosión de
supernova, generando elementos más pesados que el hierro,
radiactivos y no radioactivos, que son expulsados al espacio
interestelar, y su núcleo se colapsará para formar
una estrella de neutrones o un agujero negro. Por otro lado, cabe
señalar que en alguna etapa de su vida las estrellas
pueden formar lo que se denominan sistemas planetarios, en donde
la estrella es acompañada, en órbitas relativamente
estables, por objetos denominados planetas en donde, como en
nuestro caso, se pueden desarrollar algunos tipos de sistemas
moleculares capaces de reproducirse y formar colonias. Estos
planetas y todos los objetos sólidos y no sólidos
que orbitan en torno a la estrella eventualmente serán
expulsados hacia el espacio interestelar o serán
atraídos hacia la estrella en sus últimas etapas de
vida para qué, finalmente vuelva formar parte de las nubes
moleculares que se reciclan para formar más estrellas,
pero ahora con un contenido mayor de elementos pesados que su
estrella progenitora.

Los sistemas planetarios de las estrellas, como las estrellas
mismas, evolucionarán a lo largo del tiempo. Algunos de
estos sistemas planetarios, como el nuestro, son capaces de
desarrollar a lo largo de su existencia estructuras moleculares
complejas, las cuales, en condiciones apropiadas como en nuestro
planeta Tierra, son capaces de reproducirse y evolucionar a
estructuras moleculares más complejas hasta dar como
resultado sistemas moleculares independientes capaces de auto
reproducirse, con un metabolismo propio, capaces de nutrirse para
crecer y desarrollarse, y con una posible organización y
complejidad que les permita permanecer y adaptarse al medio
ambiente cambiante, esto constituye lo que definimos como vida.
Quizás nuestro planeta no sea único, pero de algo
que podemos estar seguros es que la evolución de estas
estructuras moleculares complejas alcanzan el extremo de plenitud
cuando son capaces de auto contemplarse, contemplar el medio
ambiente que lo rodea y al firmamento lleno de galaxias y
estrellas, en donde seguramente habrá otras estructuras
moleculares complejas que harán lo propio.

Interpretación de la realidad
científica

Con el propósito de lograr una verdadera
interpretación de la realidad, consideremos dos
perspectivas de la misma. Por un lado, en el contexto del ser
humano como un ente racional que evoluciona en un espacio-tiempo
acotado, y por otro lado, en el contexto universal, en donde todo
es energía que evoluciona en un espacio-tiempo
dinámico.

Uno de los aspectos más sobresalientes de la realidad
física es que no importa hacia dónde miremos, todos
los rincones del Universo conocido están llenos de las
mismas cosas que nos rodean. Es decir, independientemente de la
presión, la temperatura o el volumen, el Universo
está lleno de lo que hasta hoy hemos sido capaces de
detectar físicamente en nuestro entorno, que es: espacio,
tiempo, un poco más de un centenar de elementos
químicos (y una gran diversidad de combinaciones de los
mismos), radiación (en un amplísimo rango
espectral), partículas elementales como los leptones
(electrones, muones y neutrinos) y partículas compuestas
denominadas bariones (como los protones y neutrones).

Para nosotros, los seres humanos, con un tiempo de vida finito
e inmensamente más pequeño que el tiempo de vida de
cualquier estrella, y que evolucionamos en un espacio
infinitamente pequeño comparado a nuestro sistema solar, y
que nos movemos a una velocidad extremadamente pequeña
comparada a la velocidad de la luz, nuestra realidad parece estar
acotado a un marco de referencia rígido y absoluto, en
donde el espacio y el tiempo son parámetros cuya magnitud
no cambia con nuestro estado de movimiento. En este contexto el
Universo nos parece una colección de estrellas fijas y
distribuidas al azar en la bóveda celeste, en donde
nuestro sistema solar muestra una dinámica cíclica
y que a lo largo de nuestras vidas podemos apreciar en detalle.
Por otro lado, los elementos químicos de los que estamos
hechos y de todo aquello contenido en nuestro planeta, son los
mismos que nuestros instrumentos astronómicos detectan a
un en los más lejanos confines del Universo. Aún
más, muchos compuestos químicos que son
básicos en nuestro planeta han sido detectados dentro y
fuera de nuestra galaxia, lo que podría ser indicativo que
la química que despliegan las combinaciones de los
elementos pudiera no ser muy diferentes a los que se desarrollan
en cualquier punto del Universo, la diferencia pudiera ser
sólo marcada por las condiciones termodinámicas
específicas en donde ocurran estas reacciones.

A este respecto, el conocimiento que tenemos sobre la
naturaleza de los elementos químicos nos aporta otro
aspecto de la realidad física la cual pudiera, a primera
vista, ser el extremo opuesto a la realidad de lo inmensamente
grande como lo es el Universo. En este caso, a través del
conocimiento científico hemos podido descifrar que los
elementos químicos están formados por electrones,
protones y neutrones. De estos, los protones y los neutrones,
están formados por tres partículas aún
más pequeñas conocidas como quarks; en el caso del
protón por dos quarks arriba y un quark abajo, y el
neutrón por dos quarks abajo y un quark arriba. Estas tres
partículas elementales -el electrón y los quarks
arriba y abajo- dan cuenta de toda la realidad física
material que contemplan nuestros ojos, tanto en nuestro planeta
como en el espacio sideral que contemplamos en un cielo nocturno
en el campo abierto fuera de la ciudad. Si bien no vemos
directamente a los átomos y las moléculas si a los
grandes conglomerados que ellos forman y que se traducen en
partículas minúsculas de polvo hasta planetas
complejos, y desde la suavidad del viento hasta inmensas masas de
gas confinado gravitacionalmente que llamamos estrellas.

Algo que tienen en común el Universo en su conjunto y
un trozo de materia es que ambos aparentan estar -desde una
perspectiva de la realidad ordinaria- casi vacíos. Es
decir, si tomamos en cuenta las inmensas distancias que separan
unas estrellas de otras, y el tamaño de estas con respecto
a estas distancias -y lo mismo para las galaxias- nuestro
conocimiento ordinario es que el Universo está
virtualmente vacío. De la misma manera, con el
conocimiento científico que tenemos hoy en día
sobre el tamaño de los átomos, y el correspondiente
tamaño de los núcleos de los mismos con respecto a
la separación de los átomos que forman las
moléculas, podemos decir con cierta certeza que cualquier
objeto material es virtualmente vacío, o dicho de otra
manera: es espacio. Esta idea se ve aún más
reforzada cuando consideramos que a la fecha no se sabe él
tamaño real, si lo hubiere de las partículas
elementales, como los electrones y los quarks, y que, inclusive,
para muchos fines prácticos, como lo sugieren los
experimentos, parecen puntuales. En este contexto, y como una
primera conclusión podemos sugerir, en base al
conocimiento científico de la realidad física, que
el Universo, como todo aquello que contiene, es virtualmente
espacio, y la apariencia de los objetos materiales es el
resultado de la inmensa concentración de partículas
elementales, virtualmente puntuales, y cuyos efectos de realidad
son una manifestación de su interacción
(energética) entre unas y otras en el espacio que las
contiene.

Sobre la
naturaleza del espacio, el tiempo, la materia y la
energía

Uno de los grandes logros del conocimiento científico
es que no existe un marco de referencia absoluto. Es decir, el
espacio y el tiempo no son parámetros inmutables sino que
sus magnitudes dependen del estado de movimiento del sistema que
evoluciona en el espacio y el tiempo que ellos definen. Una
consecuencia de esto, y que es congruente con la realidad
física, es que si el sistema evoluciona a una velocidad
cercana a la luz su espacio y su tiempo se contraen y expanden,
respectivamente, con respecto a un sistema que permanece fijo.
Esto trae como consecuencia que la realidad física para
cada uno de los sistemas será diferente y esta diferencia
será mayor como mayor sea la velocidad relativa entre
ellos. En el contexto de la observación celeste esto
podría traducirse de la siguiente manera. Supongamos que
un observador A ve la luz de la estrella alfa que fue emitida
hace equis años. Por otro lado, un observador B sabe que
si viaja a la velocidad de la luz alcanza la estrella alfa en
equis años. El observador A sabe que si el viajero B viaja
a la velocidad de la luz alcanzará al estrella alfa en
equis años. El observador A ve que conforme el viajero B
alcanza la velocidad de la luz el tamaño de la nave (y el
del viajero) tiende a cero y que el lapso entre eventos en la
nave crecerá infinitamente. Para el viajero B han pasado
equis años cuando llega a la estrella alfa. Para el
observador A el observador B desaparece instantáneamente
cuando alcanzó la velocidad de la luz, y se entera
después de equis años que está en estrella
alfa. El tratar de comprender esta situación ideal pudiera
parecer una pérdida de tiempo, sin embargo, quizás
el comprenderla nos arroje luz para entender la verdadera
naturaleza de las cosas.

A la luz del conocimiento científico un hecho que es
incuestionable es que conforme un objeto material se aproxima a
la velocidad de la luz su tamaño y el lapso de tiempo
entre eventos que ocurren dentro de él se contrae y se
dilata respectivamente, con respecto a un observador que se
mantiene inmóvil. También implícito
está el hecho que el costo energético que implica
llevar al objeto a tan alta velocidad se traduce en un incremento
infinito en su energía. Estas situaciones extremas
pudieran caer en una idealialización absurda, sin embargo,
bien pudiera caber la posibilidad de que reflejen la verdadera
naturaleza de las cosas. Como hemos dicho, un objeto material
está formado por partículas elementales las cuales,
hasta donde el conocimiento científico ha alcanzado, se
comportan como objetos puntuales, y en su conjunto le dan un
sentido de realidad al objeto como consecuencia de la
interacción energética entre estas
partículas elementales. En estos términos podemos
decir que el objeto es energía localizada en una
región espacio-temporal específica.

El hecho de que un objeto material en movimiento posea un
energía infinita al alcanzar la velocidad de la luz
implica, para un observador externo, que esta energía debe
estar concentrada en el objeto como si el objeto fuera puntual, y
los intervalos de tiempo entre los eventos que puedan ocurrir en
el sean indeterminados. Esta situación sólo es
compatible con la realidad física que pudo ocurrir cuando
el Universo surge de la energía primordial concentrada y
que posteriormente evoluciona en espaciotiempo, en materia y las
formas de energía que se manifiestan en este Universo. Un
efecto de esta conclusión pudiera darse al considerar lo
que pudiera ser la verdadera naturaleza de los objetos
materiales: en la medida que tratamos de conocer las dimensiones
de las partículas elementales más energía
tenemos que suministrar a nuestros proyectiles de prueba; la
observación experimental apunta al hecho de que para
alcanzar nuestro objetivo el proyectil debe tener una
energía infinita, lo cual nuevamente nos lleva al punto
del origen del Universo. Una manera congruente de interpretar
esta realidad es considerar que la realidad física que un
observador contempla de un sistema físico en general,
dependerá del estado de movimiento que posea el sistema
con respecto al observador. Así, bien pudieran existir
distintos observadores que contemplan el Universo en distintas
etapas de evolución, según sean sus estados de
movimiento con respecto a las nubes moleculares, a las estrellas,
o en general respecto a las galaxias. Es importante, y
fundamental, reconocer que, de acuerdo a la teoría general
de la relatividad, se tiene el mismo efecto sobre la realidad
física de un sistema cuando éste evoluciona en el
seno de una alta concentración de energía (en
cualquiera de sus manifestaciones).

La energía
primordial y el
modelo de nuestro universo

De lo visto podemos concluir que la realidad física
puede reducirse aún punto, en donde se concentra toda la
energía primordial que da origen al Universo que
conocemos, o bien todo el Universo que conocemos se reduce
aún punto, si el estado de movimiento es tal que se
desplaza a la velocidad de la luz.

En esencia el Universo que conocemos es espaciotiempo, materia
y energía, y que, a última instancia, son
manifestaciones de una realidad física que llamamos
energía primordial. Éste energía primordial
es capaz de transformarse, y por fortuna se ha transformado en
energía espaciotiempo. Un espaciotiempo que pudo haber
sido llano y uniforme pero, sin embargo, está plagado de
defectos. Defectos que bien pudieron retornar a su esencia
primordial pero, por suerte, han quedado atrapados como
partículas elementales que en su conjunto dan el sentido
de la realidad física que observamos.

Hoy podemos reconocer la naturaleza energética del
espaciotiempo por el simple hecho de su efecto que tiene de
evitar que los eventos ocurran a la vez en el mismo lugar y al
mismo tiempo. Además de que su concentración
excesiva como una singularidad es una manifestación
adicional de su naturaleza energética. La
concentración del espaciotiempo como una singularidad
tiene cuando menos dos orígenes. El primero da cuenta del
origen de las partículas elementales y el segundo da
cuenta del final de las mismas. En el momento de la
creación cuando la energía primordial, por causas
del azar, se transforma en espaciotiempo, su altísima
concentración es un punto de retorno también. Pero
parte de este energía de transformación no es
espaciotiempo ni energía primordial, si no lo que hoy
conocemos como energía electromagnética o luz. La
luz es una energía que se define en el espaciotiempo, que
se está creando, pero que no puede retornar a su estado de
energía primordial al emerger con una constricción
que se lo impide. Esta constricción espacio-temporal es lo
que hoy llamamos su estado de espín (+1 y -1). Este estado
de espín limita la velocidad con la que se desplaza esta
luz en el espaciotiempo creado, pero a la vez es lo que le impide
que se desplace a una velocidad menor: es decir, su realidad
física sólo es compatible con este estado de
movimiento específico. Si bien encontramos con esto una
justificación para la existencia de la luz en nuestro
espaciotiempo, la pregunta que queda ahora es ¿qué
hace que las partículas elementales existan como defectos
espaciotiempo puntuales? la respuesta no es simple, y
quizás no lo sepamos. Sin embargo, hoy en día se
han propuesto varios modelos que parten de la idea de que las
partículas elementales son estructuras topológicas
de espaciotiempo cuyas propiedades físicas, como su carga
y su masa, surgen de las constricciones topológicas
impuestas sobre el espaciotiempo que las definen. Otros modelos
que resultan muy atractivos son aquellos que asumen que las
partículas elementales son radiación
electromagnética (luz) atrapada en un espaciotiempo
infinitamente pequeño, es decir, en un espaciotiempo cuya
métrica tiende a cero, en donde las constricciones sobre
estas condiciones de confinamiento son el resultado de la
dinámica de la radiación confinada, es decir, la
existencia de un espín y una carga, y que son, a la vez,
el resultado de esta dinámica. A este respecto, a
últimas fechas han surgido modelos teóricos para
las partículas elementales, que tienen como base estas
hipótesis, y que dan señales de una validez
incontrovertible.

Son recuerdos…

"Si usted cree que estas nuevas ideas no son más
que elucubraciones y una pérdida de tiempo, debo decirle
que lo mencionado hasta ahora no son ni de lejos los intentos y
aproximaciones más extravagantes que se han publicado. En
congresos y reuniones científicas, que a veces se parecen
más a grupos de discusión, se han tratado
componendas mucho más extrañas. La gente filosofa
acerca de saltos cuánticos de un universo a otro
(generalmente a través de agujeros de gusano), mundos
paralelos en ¡cosmología cuántica!, mundos en
los cuales las constantes de la naturaleza difieren de las
nuestras, pero que están conectados con nosotros por
agujeros de gusano e, incluso, acerca de si es posible crear un
universo en el interior de un tubo de ensayo. Pero tales nociones
me sobrepasan" (Gerard "t Hooft; Partículas
elementales)

Para los átomos, las moléculas y todas las
partículas elementales, la gravedad es un fenómeno
prácticamente despreciable. Pero cuando miramos a
partículas considerablemente menores que el tamaño
del núcleo atómico, se alcanza un punto de retorno.
La gravedad actúa sobre la masa de las partículas,
mientras que todas las demás fuerzas actúan sobre
algo que llamamos "carga". La diferencia es que la carga depende
muy ligeramente del grado de amplificación de nuestro
microscopio, mientras que la masa está conectada con la
energía, y si tratamos de localizar una partícula
en un volumen menor entonces, de acuerdo con las leyes de la
mecánica cuántica, ahí habrá
más movimiento y la energía de movimiento (llamada
energía cinética) aumenta. Por esta razón, a
distancias menores corresponden energías mayores y, por lo
tanto, también masas mayores. Cuando las distancias son
tan pequeñas que los movimientos se hacen relativistas
(esto es, alcanzan velocidades cercanas a la velocidad de la luz)
los efectos de la fuerza gravitatoria comienzan a aumentar
gradualmente en comparación con las demás fuerzas;
sin embargo, aún son increíblemente débiles
y tienen un largo camino por recorrer hasta poder competir en
intensidad.

Consideremos el caso cuando la fuerza gravitatoria llegue
a superar a todas las demás fuerzas, es decir cuando las
masas o las energías superen 10 a la 19 veces la masa del
protón, lo que implicaría que consideramos
estructuras con un tamaño de unos 10 a la -33 cm. Esta
masa la conocemos con el nombre de masa de Planck y a la
distancia correspondiente la llamamos distancia de Planck. La
masa de Planck expresada en gramos es de 22 microgramos, que es
la masa de un grano muy pequeño de azúcar. Esto
significa que si tratamos de localizar una partícula con
una precisión de una longitud Planck, las fluctuaciones
cuánticas darán tanta energía que su masa
será tan grande como la masa de Planck, y los efectos de
las fuerzas gravitatorias entre partículas, así,
sobrepasaran los de cualquier otra fuerza. Es decir, para estas
partículas la gravedad es una interacción
fuerte.

Si la gravedad llegue a ser una interacción fuerte,
será un verdadero desastre. No se puede evitar lamentando
que hará de la gravedad algo tan difícil como la
cromodinámica cuántica cuando interacciona con los
quarks. Aquí la situación es mucho más
grave. Cuanta más pequeña sean las estructuras que
tratamos estudiar más intensa es esta fuerza, hasta el
extremo de que incluso los intentos más burdos para
descifrarla darán lugar a resultados completamente
absurdos.

Todo lo que conocemos acerca de la naturaleza será
inválido en la escala de Planck, y nosotros qué
pensábamos que lo conocíamos todo con una gran
precisión. La teoría de Einstein acerca de la
naturaleza de la fuerza gravitatoria funciona
espléndidamente. Parte de un principio muy fundamental,
uno que prácticamente tiene que ser correcto: la gravedad
es una propiedad del espacio y del tiempo mismo. El espacio y el
tiempo esta curvados. Por curvados quiero decir exactamente lo
que sucede a un trozo de papel cuando se humedece: se deforma y
no hay manera de alisarlo con la plancha. La fuerza gravitatoria
es la responsable de semejante rugosidad del espacio y el
tiempo.

Cuanto más cerca estamos de la longitud de Planck
más fuerte es la necesidad de aplicar las leyes de la
mecánica cuántica a esas arrugas del
espacio-tiempo. Mientras las arrugas sean pequeñas,
sabemos hacerlo y así obtenemos una teoría conocida
como gravedad cuántica. Esta teoría predice la
existencia de los ya mencionados gravitones, partículas
elementales con espín dos y masa cero.

Cuanto más cerca estemos de la longitud de Planck
más rugoso se vuelve el espacio tiempo, simplemente porque
las arrugas más pequeñas se hacen más
pronunciadas que las grandes. Las incertidumbres usuales,
típicas de la mecánica cuántica,
harán que las arrugas sean más borrosas. Y si
tratamos de ir más allá de la longitud de Planck,
todo funciona mal. La curvatura y la incertidumbre llegan a ser
tan grandes que la noción de distancia entre dos puntos
deja de tener sentido, porque no hay reglas para medir y que se
ajusten a este espacio. El espacio y el tiempo mismo se vuelven
magnitudes inútiles. La definición
matemática de lo que significa el espacio y tiempo depende
de la definición de distancia entre dos puntos. Esto
probablemente implica que antes de encontrar una
descripción útil del mundo sub-Planckiano,
tendremos que cambiar completamente todo lo que sabemos de la
física.

En este contexto, ir más allá podría
ser imposible, porque en este reino ¡el espacio y del
tiempo dejan de existir! No se puede hablar de dos puntos que
estén a menos distancia que las de Planck, porque debido a
la curvatura y a las arrugas, no se puede medir la región
entre ellos.

El punto de vista más radical -el que la
mayoría de los físicos no estarían
dispuestos a aceptar- es que el espacio y el tiempo consisten en
un conjunto de puntos aislados: las partículas pueden
estar situadas en esos puntos pero no entre ellos. Realmente,
esta sería la conclusión más lógica
que se podría obtener ya que por fluctuaciones
cuánticas todos los puntos donde las partículas
pueden estar situadas deben estar separados por, al menos la
distancia de Planck. Pero no acabaremos con esto demasiado
fácilmente porque ¿cómo podemos explicar que
estos puntos formen juntos el tejido que llamamos espacio
tiempo?

Aunque no tenemos ni idea de cómo contestar esas
preguntas, pero ¿por qué tendría que ser
imposible encontrar un formalismo matemático coherente
para todos estos aspectos del espacio tiempo? Me parece un reto
que puede mantener a la humanidad ocupada durante muchas
generaciones, pero ¿por qué debería ser
imposible encontrar una respuesta? Quizás sólo sea
una ilusión, pero es como si la naturaleza estuviera
construida con pequeñas piezas de Lego, un juego de
construcciones con ladrillos del tamaño de la longitud de
Planck sin continuidad entre ellos. Quizá las reglas del
juego encajen en un texto científico y tengamos entonces
la teoría universal última que se sugirió
anteriormente. Si esta teoría existe, le encontraremos
antes o después. Esa es la teoría de todas las
fuerzas, la teoría del todo, con la que los físicos
sueñan aunque a menudo sigan argumentos intuitivos muy
diferentes.

Sin embargo, cuanto más se piense en ello,
más importante parece ser el papel que juegan los agujeros
negros en el mundo de lo pequeño. Actualmente el punto de
partida es el siguiente: si realmente se quiere entender
cómo actúa la fuerza gravitatoria sobre las
partículas elementales, ¿se puede elegir como
laboratorio algo mejor que el campo gravitatorio más
grande concebible? Si uno intenta localizar cualquier clase de
partícula con la precisión de una unidad de
longitud de Planck, las relaciones de incertidumbre
cuánticas dicen que la incertidumbre en su energía
será al menos de una unidad energía de Planck pero
entonces se generan mini agujeros negros cuyos tamaños son
realmente mayores de la unidad de longitud de Planck. Esta es
exactamente la dificultad que hemos visto antes: ¡debido a
las protuberancias, arrugas y dobleces del espacio tiempo se hace
imposible localizar objetos con mayor resolución que la
unidad de longitud de Planck!

Si la búsqueda de lo más pequeño
llega a su fin, es en el objeto más pequeño
posible: un mini agujero negro. Aquí, el espacio y del
tiempo pierden su significado habitual, pero no sabemos con
qué reemplazarlos. Nuestra búsqueda se ha
terminado, tanto literal como figuradadamente, en un agujero
negro.

Un nuevo
amanecer

Después de divagar por un buen rato a la luz de las
estrellas, y de disfrutar de la quietud y la frescura de la
noche, decidimos retomar nuestra tarea de localizar el resto de
los objetos de Messier en el menor tiempo posible. Tanto Omar
como yo ya no hicimos más comentarios sobre la
posibilidad, muy atrevida, de interpretar todo lo que nuestros
ojos ven como una mera ilusión, y que todo se reduzca a
espaciotiempo en sus distintas manifestaciones. Más que
comentar algo, nos quedamos cada quién sumergidos en
nuestros pensamientos, tratando de darle un sentido a nuestra
propuesta y, quizás, tratando de objetar la inviabilidad
de esta interpretación del origen y naturaleza del todo.
Debo de reconocer que más que una simple divagación
caímos en un trance de reflexión filosófica,
en donde tratamos de darle vialidad a una teoría bien
fundamentada.

Pronto nos encontramos localizando los sesenta y un objetos de
Messier faltantes. Con la habilidad que ya habíamos
desarrollado en el manejo de nuestros instrumentos pronto nos
encontramos sumergidos en uno de los cúmulos de galaxias
más extraordinarios que pudiéramos observar y
disfrutar aún con nuestros instrumentos tan rudimentarios
que hoy, en la actualidad, sobrepasan los grandes telescopios
astronómicos. El cúmulo de galaxias de la Virgen es
quizás una muestra mínima de lo extraordinariamente
grande que puede ser nuestro Universo, y de lo que nuestra
perspectiva espaciotemporal nos crea como una ilusión de
un espaciotiempo lleno de cosas materiales. Así, navegando
llegamos a muchas más galaxias (M83 en la Serpiente de
Mar; M104, M61, M49, M58, M59, M60, M84, M86, M87, M89, y M90 en
la Virgen; M88, M91, M98 y M100en la Cabellera de Berenice; y M54
en Sagitario), para sumergirnos también en el mar de los
cúmulos abiertos de estrellas (M29 y M39 en el Cisne; M11
y M26 en el Escudo; M6 y M7 en Escorpión; M18, M21, M23 y
M25en Sagitario) y de los cúmulos globulares de estrellas
(M68 en la Serpiente de Mar; M13 y M92 en Hércules; M56en
Lira; M71 en la Flecha; M5 en la Cabeza de la Serpiente; M10,
M12, M107, M9, M14, M19 y M62 en Ofiuco; M4 y M80 en
Escorpión; M22, M28, M69, M70, M55, y M75 en Sagitario;
M15 en Pegaso; M2 y M72 en Acuario; y M30 en Capricornio), todos
ellos como si estuvieran incrustados en un espaciotiempo llano e
inmutable. En esta travesía no dejamos de apreciar las
hermosas nebulosas (M16 en la cola de la Serpiente; y M17, M8 y
M20 en Sagitario) y nebulosas planetarias (M57 en Lira y M27 en
la Zorra), que a diferencia de las galaxias y los cúmulos
de estrellas parecían como velos fantasmales flotando en
la inmensidad del espaciotiempo.

Son recuerdos

No solo el cielo esta lleno de estrellas,

sino también de objetos que brillan con luz
propia,

y algunos más, que la toman prestada de estrellas
vecinas.

De todos son conocidos los cometas,

pero antaño se confundían con esos
objetos

que no son solo estrellas.

M45 es uno de esos objetos que,

junto con sus propias estrellas,

parece vagar como un velo fantasmal.

deformando el espaciotiempo,

quien pretende detener su caminar.

Finalmente, no dejamos de observar la nube estelar M24 en la
constelación de Sagitario, el asterismo M73 en la
constelación de Acuario y la estrella doble M40 en la
constelación de la Osa Mayor, quienes desde mi perspectiva
están muy lejos de ser tan hermosas como la estrella doble
de Albireo que contemplamos de escapada, cuando pasamos por la
constelación del Cisne.

Son recuerdos…

Después de escudriñar

en la inmensidad del cielo,

aparecen como bailarinas

en el escenario estelar.

Radiantes y con sus atuendos

de colores contrastantes,

parecen flotar al ritmo

de una danza celestial.

Que tan lejos de ser

una simple estrella,

que aún una de ellas es,

a la vez, una binaria estelar.

Ya cerca del amanecer dimos por terminada nuestra labor.
Satisfechos del éxito alcanzado, y con un montón de
dibujos que representaban la síntesis de nuestras
observaciones de los objetos de Messier, Omar decidió irse
a dormir hasta que abrieran el restaurante para almorzar antes de
emprender nuestro retorno a nuestros respectivos hogares. Yo
decidí permanecer cómodamente sentado para
contemplar el amanecer, que prometía ser extraordinario.
No me importaba sentir dolor en mis pies por el frío
acumulado a lo largo de la noche, ni el exceso de frescura del
viento del amanecer. Mientras esto acontecía, no dejaba de
repasar el encuentro que también había tenido esta
noche con las efímeras estrellas fugaces y con algunos de
los planetas de nuestro sistema solar, y de lo que ellos han
representado en el desarrollo del conocimiento del cosmos y de la
cultura, en general, de la humanidad. Desde su
representación como deidades del mundo antiguo, hasta
lograr una profunda transformación y deslinde del mundo
metafísico de Aristóteles a la física real y
tangible de Galileo, para llegar finalmente a sondear y descubrir
en cada uno de los planetas y sus lunas, mundos extraordinarios
con propiedades y características propias, en donde no
escapa la posibilidad de que alguna de ellas albergue
algún tipo de vida, y, desde el punto de vista
tecnológico, sea fuente de nuevos materiales y
energía, y que, por lo tanto, sean en un futuro cercano
bases para explorar otros sistemas planetarios o albergues de una
nueva sociedad humana que quiera trascender, por necesidad o por
conocimiento, de las raíces terrícolas,
otorgándoles la posibilidad de un futuro distinto al que,
de otra manera, estarían condenados en nuestro
planeta.

Son recuerdos…

Cuanta ignorancia dejamos atrás

al contemplarte de cerca a ti

y a tu hermana Venus.

De tajo nos dejaron fuera del privilegio

de ser el centro de todos los cielos.

Más aún, ¡nos alejaron de lo
divino!

Al contemplar a tus hijas, aprendimos

que eres tú, y no Dios, el ánima
que

las impulsa a caer en tu seno.

Más, sin embargo, ellas con su rebelde
inercia

de querer escapar en busca de su libertad,

¡crea ese hermoso equilibrio que apreciamos en el
cielo!

Estaba en esas reflexiones cuando me percate de la presencia
de la hermosura de la luna creciente, en el horizonte oriente en
un fondo espaciotemporal de un azul que dejaba de ser profundo, y
que recuperaba su profundidad en el cenit, aún plagado de
estrellas.

Son recuerdos…

¿A quien eres fiel?

¿A mí?, que al anochecer espero con ansiedad
tu presencia.

¿A mí?, que a lo lejos admiro tu
silueta.

¿A mí?, que tu luz es mi esencia.

¿A mí?, que en mi desconsuelo eres mi
confidente.

¿A mí?, que siempre estas presente
aún cuando yo este ausente.

¿A quien eres fiel?

¿A éste mundo?, que te ata.

¿A éste mundo?, que te somete a la
fuerza.

¿A éste mundo?, que sin tu presencia
sería estéril, como otros tantos planetas.

¿A éste mundo?, que te obliga a dar siempre
la misma cara.

¿A éste mundo?, de quien surgiste de sus
entrañas.

¿A quien eres fiel amada Luna?

Tal era la tranquilidad del lugar y la hermosura del amanecer,
que sin proponérmelo vinieron a mi mente los argumentos
necesarios para dar fundamento a nuestra teoría del origen
y evolución del todo. Bien pudieran no ser válidos
pero ¿cómo explicar que todo surgió de la
nada?, o como diría Leibniz ¿porqué hay algo
en vez de nada? Mi punto de partida es una ley universal, la de
la conservación de la energía: la energía no
se crea ni se destruye, solo se transforma. También asumo
como postulados que la velocidad de la luz es constante e
independiente del estado de movimiento de la fuente que la
produce, y que la materia prima es la Energía Primordial,
que desde el punto de vista cuántico, podría
considerarse como bosones de espín cero y simetría
infinita, confinados en un espacio nulo y en un tiempo
indeterminado. El azar (fluctuación cuántica) da
origen a la transformación de la energía, pasando
de ser energía primordial a energía espaciotiempo,
en donde no necesariamente el espaciotiempo es de cuatro
dimensiones. Sin embargo, eventualmente se da la
transformación que permite que el espaciotiempo sea de
cuatro dimensiones, tres espaciales y una temporal, en donde, en
el proceso de transformación, se crean grumos
espaciotemporales que bien pudieran retornar a su estado de
energía primordial o quedar constreñidos como
partículas altamente energéticas hasta que,
eventualmente y de acuerdo al estado del espaciotiempo en donde
evolucionan, se reduzcan a las partículas elementales
conocidas y de ahí, de acuerdo al estado
termodinámico, se combinen hasta formar núcleos de
átomos (de hidrógeno y helio principalmente) y con
ellos formen estrellas, para que ellas a su vez produzcan otros
tipos de núcleos atómicos, que finalmente se
combinarán muchos de ellos para formar moléculas y
eventualmente nubes moleculares que se reciclaran para formar
nuevas estrellas, que en su conjunto formaran galaxias, en donde
habrá más estrellas y algunas de ellas con sistemas
planetarios, en donde eventualmente pueden surgir seres
pensantes, hasta que todo en su conjunto forme el Universo que
conocemos.

Todo esto puede ser cierto, me decía a mí mismo,
pero como explicar, en base a este modelo, algo que está
detrás, y que no ha sido explicado: ¿Por qué
el Universo tiene una geometría plana? ¿Por
qué el Universo se expande en forma acelerada?
¿Qué hace que el entrelazamiento de las
partículas elementales tenga una realidad física?
Quizás pudieran haber muchas más preguntas
fundamentales, pero, quizás, estas sean las más
trascendentes.

Son recuerdos…

Estrella que rasgas el cielo

queriendo abrir su vientre,

para mostrar la hermosura

de lo incontable.

Estrella de tiempo efímero,

que no sé si estas tan lejos

como las estrellas de los Reyes Magos,

o tan cerca como tus hermanos mayores

los cometas.

Estrella fugas portadora de limo

y semilla de vida cuando te aposentas

en planetas como el mío.

Estrella errante que te haces presente

con el calor de mi Sol o con el velo

que cubre mi Tierra.

Gracias a ti nací

y soy consciente de tu existencia.

Epílogo

Eran cerca de las nueve y media de la mañana cuando
Omar me dio el saludo matutino. Se sorprendió al verme en
la misma postura y dirigiendo mi mirada hacia la misma
dirección en la que me había dejado horas antes. Yo
me percate, con su presencia, que ya era la hora del almuerzo, y
le pedí unos minutos para que yo lo alcanzara en el
restaurante, y disfrutáramos, como siempre, del
análisis de la experiencia vivida.

Después de asearme me dirigí, con paso lento, a
la sección del restaurante que tanto nos gusta: el mirador
con la vista hacia el Valle de Victoria, quién me daba la
bienvenida con un rostro diurno tan distinto al soberbio que
mostró en la noche pasada.

Tan pronto me senté Salomé me recibió con
un jarro de café de olla, a lo cual yo le respondí
con un atento saludo. Mostrando una sonrisa me dijo que nunca
había recibido en forma tan tardía un saludo, pues
me dijo que cuando llego a El Salto, alrededor de las seis
treinta de la mañana, me saludo y a pesar de que yo
mostraba una actitud de alguien que estaba muy ocupado, su
cercanía era tal que esperaba una respuesta. Le
pedí mil disculpas por mi distracción, y el
enseguida me respondió con lo que sería mi almuerzo
"huevos revueltos con mucha cebolla y chile verde picados, sin
nada de jitomate". Sonriente se alejo, y Omar exclamó
¡no cabe duda que estabas en éxtasis tratando de
encontrar lo que siempre has buscado: el origen del todo!

Al tiempo que almorzábamos Omar y yo comentamos los
aciertos y desaciertos que nos llevaría a concluir con un
buen entrenamiento para el Maratón de Messier que estaba
por acontecer. Valoramos el uso del Macroscopio e hicimos un
programa, en base a esta experiencia, de lo que sería
nuestro plan de trabajo para lograr el mejor lugar que
pudiéramos en el certamen. En la medida que avanzaba el
tiempo se fue entremezclando en nuestra conversación las
reflexiones que sobre el cosmos hicimos ante lo extraordinario
del cielo nocturno, que nos mostró en forma tan
espléndida muchos de sus detalles, que en otro lugar no
hubiéramos contemplado.

Omar fue quien lanzo la pregunta de cómo el modelo de
la Energía Primordial sería capaz de dar respuesta
a tres de las preguntas que tanto nos ha intrigado. Tres
preguntas que en el amanecer yo me había hecho y no
encontraba como contestar: ¿Por qué el Universo
tiene una geometría plana? ¿Por qué el
Universo se expande en forma acelerada? ¿Qué hace
que el entrelazamiento de las partículas elementales tenga
una realidad física?

Son recuerdos…

¿Qué puede ser más en el comienzo,
que energía pura?

Energía de bosones atrapados en el espacio-tiempo
nulo.

Espaciotiempo que al romperse la simetría, se
estira y da alojo a todo lo que mis ojos miran.

Espaciotiempo que es el medio, en donde todo comienza y
todo termina.

Espaciotiempo que converge, para dar comienzo a la
energía pura.

Quizás al sentirme relajado y comiendo el almuerzo que
tanto me gusta, y disfrutando de una mañana tan
espléndida con un Sol que bañaba de luz al Valle de
Victoria que ante mis ojos se mostraba extraordinario,
empecé a figurarme las respuestas. Le decía a Omar
que si cada partícula elemental de nuestro Universo es un
punto de retorno a la Energía Primordial entonces el
espaciotiempo del Universo que percibimos con nuestros sentidos y
con nuestros instrumentos no es más que una
manifestación de la evolución que este
espaciotiempo tiene, y este estado de evolución depende
del estado de movimiento del observador. Así, si el estado
de movimiento de todo en su conjunto (materia y energía)
corresponde a una velocidad más cercana a la velocidad de
la luz para el observador, todo el Universo estaría en una
época anterior a la actual. Es decir, según el
estado de movimiento del sistema (todo o parte de el), para el
observador es la época en que se desenvuelve. De esta
manera para el observador hay un principio, cuando parte de la
Energía Primordial se transforma en espaciotiempo, el cual
evoluciona como partículas elementales y como un
espaciotiempo llano cuya métrica (el parámetro
físico que lo define) evoluciona de acuerdo a una
tendencia expansiva ¿Cuándo se detendrá esta
expansión y porqué es acelerada para un observador?
Quizás la respuesta está en la misma naturaleza del
espaciotiempo. Como energía, el espaciotiempo tiene que
ser necesariamente finito y su aparente expansión en forma
acelerada no es más que un efecto del acotamiento que
necesariamente debe tener el espaciotiempo. Un acotamiento que
está determinado por los puntos convergentes hacia la
Energía Primordial, que bien pueden ser las
partículas elementales y sus inmensos agregados como son
los agujeros negros que están dispersos en todo el
espaciotiempo que conforma el Universo. En éstos
términos el requerimiento de un setenta por ciento de
energía oscura necesaria para construir un Universo con
geometría plana, bien puede ser consecuencia de que esta
energía oscura es el remanente de la Energía
Primordial que no fue transformada en energía
espaciotiempo, y que por la misma naturaleza de las
partículas elementales -como aquí son concebidas-
ésta energía oscura está distribuida
uniformemente en todo el espaciotiempo del Universo.

Son recuerdos…

Bosón con simetría infinita,

que ocupas menos que un punto

en mi espaciotiempo.

Sin espín y carga,

y todos apiñonados

en el espaciotiempo nulo.

Que afloras como partícula MET,

que en su conjunto,

forman mi Universo.

Materia, Espacio y Tiempo

son todos en uno,

que como partículas se suman

y forman el todo.

Que en un instante surgieron,

y que hoy se comparten

el espaciotiempo de todos.

Con su espín, y muchos con carga,

reflejan su simetría restringida,

en este inmenso espaciotiempo

que todos forman.

Con estos argumentos podemos ahora concebir que el efecto de
la energía oscura es el de acelerar la expansión
del espaciotiempo, pero no como un proceso de aumentar el volumen
del mismo, sino como un proceso de reducir la métrica que
define el espaciotiempo en la medida que todo tiende a ser
atraído, por condición de un proceso de
mínima energía, hacia los puntos de convergencia
con la Energía Primordial remanente.

Finalmente, si todos los puntos de convergencia a la
Energía Primordial son, en el límite, el mismo
punto, entonces aquellas partículas elementales que son
generadas con, digamos el opuesto de una de sus constricciones
como el espín, entonces estarían entrelazadas en el
espaciotiempo llano donde evolucionan.

Todo esto es, sin lugar a dudas, una mera especulación
pero ¿por qué no pudiera ser así?

Son recuerdos…

Pero,

¡todo es luz y espaciotiempo!

Un deshacer del tiempo,

en el espaciotiempo

donde la luz está atrapada.

Atrapada en el espaciotiempo,

que es nuestro reino.

Un reino en donde la luz

se ve obligada a viajar

a una velocidad finita y constante.

Una velocidad finita y constante,

que sólo está definida en

nuestro propio espaciotiempo.

¡Que contraste!

En un espaciotiempo inexistente,

en el reino de la energía pura,

el tiempo es eterno y el espacio nulo.

Aquí, la luz es eterna,

donde el pasado y el presente

no tienen futuro.

En donde todo se da en un punto

y todo es eterno.

¡Detente!

¡Este es el final del espaciotiempo,

es el punto que converge a la energía
primordial!

Pero,

¡al final de cuentas,

no somos más que una bella ilusión!

Reconfortados con el almuerzo y con la gran experiencia
vivida, Omar y yo nos despedimos como siempre, en forma muy
afectuosa, y tomamos cada quien su propio vehículo para
retornar con gratitud a nuestros respectivos hogares.

Con un ánimo muy exaltado y plenamente satisfecho con
la experiencia filosófica de mi encuentro con el
espaciotiempo me encontraba de camino a casa, cuando vino a mi
mente un cuento de ciencia-ficción que había
leído en mi adolescencia, y según recuerdo su
título era "El último nombre de Dios" y creo que lo
escribió Edgar Rice Burroughs, el autor de la leyenda de
Tarzán, el hombre de la selva. En resumidas cuentas habla
de un grupo de científicos quienes se habían
avocado a descubrir los nombres que Dios tendría a lo
largo de la historia de la humanidad. Para ello contaban con la
computadora más grande que la humanidad había
construido y la tenían operando en lo más alto de
la cordillera del Himalaya, creando un programa que se
adelantaría a los sucesos y de acuerdo a ellos los humanos
llamarían a Dios de cierta manera, y al llegar al
último nombre esperarían encontrar la verdad
última. Ya cerca de lograr su objetivo, presintieron que
algo extraordinario ocurriría y decidieron entonces bajar
de la montaña, y dejar que la supercomputadora llegara al
final de la tarea asignada. El cuento termina diciéndonos
que, conforme bajaban, en la oscuridad de la noche notaron que
algo extraordinario ocurría en el cielo ¡las
estrellas en el firmamento comenzaban a apagarse! Provocando que
el resplandor celeste comenzara a perder su intensidad.

Con una sonrisa burlona me dije a mi mismo: afortunadamente
para mi y para la humanidad conforme más me alejo de El
Salto más próximo está el medio día,
y con ello el Sol se muestra en su mayor plenitud, augurando con
ello que, aún cuando pudiéramos haber descifrado el
origen de las cosas, más que dar por terminado la
razón de ser de nuestra existencia, comenzaba ahora la
labor de desarrollar un mundo de tecnología en base al
conocimiento de la verdadera naturaleza de las cosas.

Son recuerdos…

Tú puedes vivir sin mí,

yo no puedo vivir sin ti.

Tú eres una entre miles de millones,

yo soy lo que soy gracias a ti.

Tú eres el único dueño de tu
ser,

mi ser depende de tu ser.

Tú eres la luz y el calor mismo,

yo necesito de tu luz y calor para vivir.

Tú eres fuente de energía,

mi energía es tu energía.

Tú eres inmutable a la belleza,

yo disfruto de los amaneceres y atardeceres

que tu presencia provoca.

Es tan sutil nuestro lazo de unión que,

si se rompiera, tú ni lo notarías,

sin embargo, yo simplemente moriría.

Con todo mi amor para: Andy, Valeria y Rommel.

 

 

Autor:

Jaime García-Prieto

 

Partes: 1, 2
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