Monografias.com > Salud
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

El Genoma Humano un reto de la Medicina contemporánea



  1. Introducción
  2. Desarrollo
  3. Conclusiones
  4. Bibliografía

Introducción

La periodización de los aborígenes en Cuba
es un tema complejo y controvertido. Normalmente se acepta como
la primera una información brindada por el padre Las Casas
sobre los indios, que expone la visión de los
españoles en el momento de su llegada y lógicamente
no refleja a grupos ya desaparecidos, que no interactuaron con
los conquistadores.

En este artículo se asume que todas las
clasificaciones, estructuras, tipos de comunidades o
cronologías, son periodizaciones. Los autores han
utilizado diferentes términos para designarlas, pero todas
tienen en común que caracterizan los grupos
aborígenes, establecen niveles de desarrollo a partir de
determinados parámetros, distribución
geográfica, corrientes migratorias y
cronologías.

El período seleccionado se corresponde en el
orden histórico con parte de la ocupación de la
Isla por los Estados Unidos (1898-1902) y el desarrollo de la
República (1902-1958).

Desarrollo

A continuación se hará una
valoración crítica de las periodizaciones de la
etapa antes señalada, obras que abordan clasificaciones
sobre los aborígenes de Cuba y que realizan un aporte al
desarrollo de la arqueología.

El siglo XX comienza con la obra del doctor Carlos de la
Torre y Huerta Historia de los Indios de Cuba (1901),
como un capítulo del libro Manual o Guía para
los Exámenes de los Maestros Cubanos.
El autor en una
carta dirigida a Fernando Ortiz expresa: "Este
capítulo lo escribí basándome en las
informaciones derivadas de Pedro Martyr, Herrera, Oviedo, Las
Casas y algunos escritores modernos, pero con particular
atención a lo dicho por los escritores del período
del descubrimiento y en vista de los escasos restos de la
primitiva industria recogidos por Rodríguez-Ferrer,
Jimeno, Montané y yo mismo en
Baracoa
".[1]

En este trabajo el doctor de la Torre expresa claramente
la distinción entre los taínos y los caribes, pero
considera que hubo colonias de estos últimos en las
cercanías de Maisí. Razona que los indios que
vivían en Cuba eran taínos; también
conocidos como ciboneyes y que poseían las mismas
costumbres en toda la Isla, a excepción de algunos lugares
donde existían tribus más atrasadas, pone de
ejemplo las del Cabo de San Antonio.

Este capítulo, escrito como parte de un texto
para maestros, expresa la continuidad de las concepciones del
siglo XIX y de las que el autor formó parte
activa.

Su principal fuente de información fueron las
obras de los cronistas, que si bien son de inestimable valor,
presentan al menos dos limitaciones importantes; dan la
visión a partir de la llegada de los españoles a
las costas de la Isla y por tanto desconoce el poblamiento de
otros grupos humanos presentes desde varios milenios anteriores y
un elemento no menos importante: estos valiosos documentos no
fueron escritos por especialistas en el tema ni con el
propósito de estudiar a los habitantes que
conocieron.

En 1904 el arqueólogo americano Jesse Walter
Fewkes, realizó una breve visita a Cuba, resultado de esta
visita publicó en ese mismo año, un importante
trabajo titulado Prehistoric Cultura of Cuba, donde
contribuye de manera significativa al esclarecimiento de los
pobladores primitivos de la Isla, posibles rutas de llegadas y
antigüedad relativa de los mismos.

Asegura que de las pruebas obtenidas, tanto
arqueológicas como documentales, lo que él llama
cultura autóctona de Cuba, es desigual en los diferentes
lugares de la Isla. Unos poseían un grado relativamente
alto de desarrollo cultural, pulimentaban los utensilios de
piedra y conocían la agricultura, y a otros los considera
rudos, salvajes. Estos últimos iban desnudos y se
guarecían en las cuevas, su alimentación
dependía de las raíces y frutas tropicales que se
producían de forma natural.

Además, había en las costas pescadores que
se alimentaban de los productos del mar. Asegura que el contacto
de estos con otros pueblos de más alta cultura, les
había permitido elevar en algo su nivel cultural, por
encima de los que habitaban las montañas con los que
estaba vinculado.

Reconoce la diferencia existente entre los objetos de
piedra encontrados en las provincias de Oriente y Occidente, los
de la primera se parecen a los de Haití y Puerto Rico,
así como la semejanza de los terraplenes de Pueblo Viejo
(Baracoa) con los de las islas antes mencionadas.

En resumen el doctor Fewkes llega a las siguientes
conclusiones: que la cultura taína o Antillana que se
encontró en la porción oriental de Cuba no era
originaria de la Isla, que provenía de Puerto Rico o
Haití, donde alcanza su más alto
desenvolvimiento.

Así mismo asegura que el germen de estas culturas
proviene de Sur América y en las islas de Cuba, Jamaica,
Santo Domingo y Puerto Rico, se produjeron diferencias de menor
importancia, pero todas se corresponden con transformaciones de
la edad de la piedra pulimentada.

Registra la presencia de al menos dos grados de cultura
en Cuba primitiva. Los que llama nativos en el primer grado, que
los valora como salvajes con pocas artes y los segundos
habían alcanzado un desarrollo tan alto como el resto de
los pueblos de las Antillas. Para él unos representaban la
supervivencia de pueblos arcaicos y el otro los de una cultura
importada.

Enuncia lo complejo de determinar el origen de los
moradores de las cavernas y de la ruda raza salvaje de Cuba y sus
antecesores deben haber sido los primeros colonizadores de la
Isla y carece de datos para compararlos con otros
pueblos.

Ratifica la falta de pruebas para demostrar la presencia
de los caribes en Cuba, aunque no descarta posibles incursiones
de los mismos.

La obra de Fewkes fue muy importante para su
época, al expresar las diferencias de los primitivos
pobladores de la Isla, diferenciando al menos dos grandes grupos
humanos, unos dedicados a las labores de apropiación y
otros a las productivas. Su conclusión sobre los
pobladores primitivos de la porción oriental que
provenían de las islas de Haití y Puerto Rico, y
antes lo habían hecho de Sur América resulta
reveladora para la comprensión del poblamiento
precolombino del Caribe, como la conclusión de la no
presencia de caribes en Cuba. Aunque no puede desentrañar
el origen de los primeros pobladores, lo que se comprende por el
bajo nivel de las investigaciones en ese momento.

Fewkes no se pronuncia sobre los cráneos
encontrados empotrados en roca calcárea por Montané
y otros autores, al considerar que no está en condiciones
de apreciar su significado.

Entre sus limitaciones está no vincular a los
taínos con los aruacos y no percatarse de la falta de
homogeneidad de los dos grandes grupos descriptos en su obra, que
si bien es cierta su existencia, presentan internamente
diferencias en el ajuar arqueológico.

En relación con el antiguo hombre de las cavernas
en Cuba, sobre cuyos cráneos no asumió
ningún razonamiento, lo lógico hubiese sido
vincularlo a los antiguos pobladores de la Isla descriptos por
los cronistas.

No vincula las piezas encontradas en las provincias
occidentales con los aborígenes, por lo que su
comprensión del poblamiento aborigen es
limitada.

Su concepción lo distancia de los estudios
anteriores, al valorar la información de los cronistas,
pero no subordinar sus conclusiones a esta. Presta mayor
atención a la información arqueológica y
asume una postura diferente a los trabajos de los autores del
siglo XIX.[2]

Otro significativo avance en materia de la
comprensión de la presencia aborigen en Cuba y los
intentos de periodizar su presencia lo constituye el libro del
ingeniero J. A. Cosculluela, Cuatro años en la
Ciénaga de Zapata
, publicado en 1918, que contiene
los resultados de los trabajos arqueológicos realizados en
esta región y que contaron en su momento con el apoyo
oficial y el de una comisión formada por los doctores
Carlos de la Torre, Luis Montané y Dardé, Fernando
Ortiz, el jefe del distrito José Primelles y el propio
ingeniero Cosculluela.

Con relación al montículo de Guayabo
Blanco nos dice: "Constituye un monumento sepulcral notable,
y merece que lo estudiemos detenidamente pues como afirma
Chateaubriand, en ellos se encuentra siempre el reflejo del vivir
cultural de los indios, que por lo general solo construían
esta clase de monumentos y a ellos reducían toda su
arquitectura
".[3]

El autor explica cómo a partir de la
localización y estudio de un montículo en un sitio
conocido como Guayabo Blanco y de otros en ese territorio y su
comparación con los estudiados en el extranjero, llega a
las conclusiones siguientes: los restos del constructor de los
montículos no eran paleolíticos, su dieta ya no
solo era de pescado, más adelante afirma que las piezas
recogidas en los distintos montículos presentan un
desbaste muy simple, labor muy tosca, por lo que permiten
incluirlo en la edad de piedra, en su primera etapa
cultural.

Habla de la presencia en Cuba de enormes y fieros
mamíferos, ubica al indio de la ciénaga de zapata
en el período de salvajismo de acuerdo a la
clasificación de Morgan, los sitúa en tiempos muy
remotos y que no son los hombres que encontraron los
conquistadores.

Diferencia a los indios de la región oriental y
central, considera a estos últimos los ciboneyes, no
reconoce el origen aruaco de los taínos,
atribuyéndole su origen a mezclas de unas pocas familias
aruacas con otros indios y en otra parte del texto establece
diferencias entre taínos y aruacos, reconoce como aruaca a
las hachuelas pulimentadas y las piedras bellamente esculpidas.
Reitera el error de la presencia caribe vinculándolo a los
cráneos deformados, además considera la presencia
de hombres del paleolítico cuando Cuba estaba unida al
continente.

Una crítica a este trabajo requiere del
esclarecimiento del error que comete al hacer valoraciones que
corresponderían a la paleontología y la
geología, al considerar el poblamiento paleolítico
cuando la Isla estaba unida al continente, lo que no es posible
ni siquiera especular, pues la presencia del hombre en la tierra
es mucho más temprana que estos posibles acontecimientos
geológicos y sobre una fauna de enormes y fieros
mamíferos, sobre la que no había, ni hay elementos
para asociarla a los hombres en el contexto
caribeño.

Resulta muy acertado en su exposición sobre la
diferencia de los aborígenes de la región central
(ciboneyes) y oriental, y su posición con relación
a la antigüedad de los mismos, si bien Fewkes ya lo
había sugerido, es el primero en enunciarlo
categóricamente, aunque crea confusión al no
identificar a los taínos con los aruacos, reconocer la
existencia de piezas de este grupo y mantiene la vieja idea sobre
la presencia caribe. A pesar de la definición que hace del
término ciboney no lo usa de forma consistente en su
libro. Definió dos períodos para el ciboney, pero
solo nombró al más temprano, como Guayabo
Blanco.

El arqueólogo americano Mark R. Harrington
realizó amplias investigaciones en Cuba durante el
año 1915 y posteriormente en 1919, sus trabajos fueron
publicados en 1921, bajo el título Cuba before
Columbus,
el autor dedica un capítulo a las culturas
halladas durante sus trabajos, que según sus estudios eran
dos, tal y como lo había sospechado Fewkes.

En los inicios de sus trabajos y ante lo evidente de la
presencia de dos culturas diferentes en el panorama
arqueológico de Cuba, el autor las denomina cultura
ciboney y taína. Es significativo destacar que la
presencia de este arqueólogo en la Isla dio un impulso a
las investigaciones, con su sólida formación
académica influyó positivamente en los
especialistas cubanos.

La cultura ciboney, nombrada inicialmente como
costeña por los lugares donde se localizaron, al
determinar posteriormente su amplia distribución, la
denominó cultura primitiva, para más tarde llamarla
ciboney a partir de ser un término aplicado a los primeros
nativos.

Expone los artefactos típicos de esta cultura, en
lo fundamental hecho de conchas y piedras, sus habitaciones en
las diferentes regiones del país, sus costumbres
funerarias y explica la no deformación del cráneo
por estos indios.

La cultura taína, denominada primeramente como de
tierra adentro, fue sustituida por el de taínos,
atendiendo a que ya esa denominación se les había
aplicado a los indios aruacos en Bahamas, Haití, Jamaica y
Puerto Rico.

El autor explica las características de sus
artefactos, sus vasijas de barro, sus decoraciones, la piedra
pulida, adornos típicos, sus habitaciones, costumbres
funerarias y la deformación del cráneo.

Realiza un análisis para comparar las piezas de
las dos culturas, sobre los lugares mixtos (áreas ocupadas
por ambos pueblos) y distribución de la cultura
taína.

En la obra dedica una valoración exhaustiva a los
objetos de origen dudoso, al respecto expresa: "La
alfarería, de cualquier clase, es muy rara en los lugares
siboneyes, excepto los contados casos en que se encontró
en o cerca de la superficie, siendo indiscutiblemente de
procedencia taína
",[4] esta
afirmación es uno de los primeros reportes de la presencia
de cerámica en contextos ciboneyes.

Continua el autor exponiendo sus dudas y valoraciones de
estos hallazgos que son idénticas a las de Jamaica:
"De ahí que creamos que fuera posible que pudiera
haber colonias de indios jamaiquinos en Cuba antes de que
llegaran a estas los verdaderos taínos, o al menos
colonias de indios con una similar subcultura
taína",
[5]Harrigton explica la
presencia de esta cerámica debido a la posible convivencia
de ciboneyes y taínos, finalmente llega a la
conclusión de que la vinculación de la
alfarería con la primitiva cultura continúa siendo
dudosa.

La obra expresa la posición del autor referido a
problemas medulares de la arqueología cubana y logra un
avance sustancial en cuanto a la definición y
diferenciación de los pobladores aborígenes al
establecer la cultura ciboney y la taína, las estudia
siguiendo un riguroso orden de aspectos a evaluar, afirma la
deformación craneana como un elemento vinculado a los
taínos, no a los caribes, razona sobre la mayor
antigüedad de los ciboneyes.

Plantea la duda sobre la presencia de sitios ciboneyes
con cerámica, en los niveles superiores, lo atribuye a la
posible presencia de indios jamaiquinos antes de la llegada de
los verdaderos taínos, plantea que pueden ser una
subcultura taína. Con este planteamiento genera dos nuevos
problemas la indefinición de un grupo de pobladores a
partir de las evidencias arqueológicas y la posibilidad de
reconocer la existencia de una subcultura
taína.

La publicación en 1942 del trabajo de Cornelius
Osgood, The Ciboney Culture of Cayo Redondo, por la
Universidad de Yale, vino a completar la propuesta de J. A.
Cosculluela de la existencia de dos períodos dentro de su
definición del ciboney, al estudiar en Cayo Redondo, Pinar
del Río, a los grupos más tardíos de este
período.

Este estudio permite definir, dentro del ciboney, los
períodos Guayabo Blanco, para los más tempranos y
Cayo Redondo para los más
tardíos.[6]

Los trabajos del arqueólogo estadounidense Irving
Rouse, en Cuba le permitieron publicar en 1942 la obra
Archeology of the Maniabon Hills, Cuba, donde
plantea la existencia de al menos tres grupos diferentes de
indios para la época del descubrimiento.

En el extremo oeste en la península de
guanahatabeyes, existía un pueblo primitivo denominado
como ciboneyes. Vivian en cuevas y campamentos abiertos, se
alimentaban de la caza, la pesca y la recolección, no
practicaban la agricultura. La información existente
asegura que no hablaban el mismo lenguaje de los restantes
grupos.

Un segundo grupo serían los subtaínos
venidos de la española, hablaban la lengua aruaca, todo
parece indicar que ellos se llamaban así mismo por el
nombre de los habitantes originales de la Isla: ciboneyes,
conocían la cerámica y la agricultura pero
según el criterio del autor: "Los datos
arqueológicos que van a ser presentados en este libro
muestran, sin embargo que ellos son tan diferentes que para
denominarlos se requiere un término separado; en adelante
los integrantes de este grupo serán llamados
sub-taínos
".[7]

Plantea que el tercer grupo de indios es conocido como
taínos, eran similares a los subtaínos en el
lenguaje, la agricultura y en los poblados, pero tenían
una organización social más complicada y un sistema
ceremonial con mayor nivel de elaboración.

El texto incluye una tabla resumen que establece una
cronología relativa de llegada y poblamiento de Cuba por
los aborígenes. En esta los primeros pobladores
serían los ciboneyes, incluyendo las culturas Guayabo
Blanco y Cayo Redondo, que ocuparon Cuba sur y oeste.

Luego le siguen los subtaínos, subdivididos en
las culturas Meillac para Haití, Baní o Meillac
para el extremo oriente de Cuba y Baní para el oriente y
centro de Cuba.

Por último los taínos, los más
recientes en el poblamiento, con la cultura Carrier para
Haití y Pueblo Viejo para el extremo oriente de
Cuba.

Esta investigación, sin dudas de las de mayor
alcance para su época, contó con un extenso trabajo
de campo, estudio de las colecciones y de los trabajos
anteriores, se destaca las precisiones sobre la presencia en la
Isla de tres grupos humanos para la época del
descubrimiento (ciboneyes, subtaíno y taínos), lo
que constituye una limitación al no reconocer a otros
grupos anteriores al contacto indohispánico y que ya
habían desaparecido para ese momento.

Acuña el termino subtaíno para designar a
una parte de los agricultores ceramistas, pero con un nivel de
desarrollo inferior, expresado en su organización social y
en las ceremonias, esta observación, si bien es muy
importante, al no considerar a estos pueblos como un todo
homogéneo, genera una polémica al reconocer una
especie de subcultura dentro de la cultura
taína.

En su resumen valora la posición
cronológica de los diferentes grupos y designa las
subdivisiones, tanto para Cuba como para Haití, con
topónimos de regiones donde se estudiaron los sitios lo
que se corresponden con una práctica usual en la
arqueología, designándolos como culturas,
término este empleado ya por Fewkes.

El sabio Fernando Ortiz le dedicó un esfuerzo a
los estudios arqueológicos, entre sus obras sobre este
tema se destaca el volumen Las cuatro culturas indias de
Cuba
, publicado en 1943, en el que el autor explica su
posición con relación a las periodizaciones en uso
ante el avance de las investigaciones, parte de la necesidad de
insertar otro complejo arqueológico en el esquema
existente, al respecto señala:

El nuevo complejo arqueológico parece
prima facie que debe ser situado entre los otros dos
conocidos hasta ahora como siboney y taíno, si bien ello
ofrece problemas de que trataremos luego. Y por eso, aun cuando
fuese provisionalmente y tratando solo de ofrecer una
nomenclatura fácilmente inteligible y expresiva de la
secuencia cultural, propusimos denominarlos paleolítico,
mesolítico y neolítico. La nueva o tercera cultura
tendría una posición intermedia o
mesolítica.
[8]

Opina que esos términos se pueden aplicar, ya que
estos se refieren a una secuencia cultural, una serie
estratigráfica. Reconoce que esta secuencia en
América no está sincronizada con la similar del
Viejo Mundo. Pero afirma la necesidad de otra que le sea
complementaria, a partir de un carácter
etnográfico, singular e inequívoco en la
Isla.

Reflexiona, con relación a Cuba, que aun es
prematuro para poder correlacionar con acierto las respectivas y
nuevas nomenclaturas de las culturas aborígenes de Puerto
Rico y Haití.

Su trabajo presenta catorce conclusiones, de ellas siete
corresponden a las culturas indias antillanas y no son de
interés para este trabajo y de las restantes sietes, solo
cuatro se vinculan con el tema, ellas son: La existencia en Cuba
precolombina de cuatro culturas que propone denominarlas como
cultura primera o aborigen, la de Guayabo Blanco o Aunabey;
cultura segunda, la de Cayo Redondo o Guajatabey; cultura
tercera, la de Baní y otros depósitos o ciboney; y
cultura cuarta, la de Pueblo Nuevo o taína.

Esta propuesta de clasificación permite ir
añadiendo subtipos en ellas o nuevos tipos más o
menos localizados.

Asume que por la posición evolutiva de las
culturas expuestas pueden distribuirse, sin considerar
homologías ni sincronismos, en términos similares a
la arqueología euroasiática, correspondiendo al
paleolítico la primera y la segunda, al mesolítico
la tercera y al neolítico la cuarta.

Razona que la primera y segunda culturas pueden haber
ocupado el territorio desde oriente, a partir de Quisquella, o
por occidente, desde territorios de la Florida y las Bahamas. La
tercera y cuarta cultura ocuparon a Cuba desde el
oriente.

Finalmente valora que el poblamiento no fue
homogéneo, que la primera y segunda cultura se
extendió probablemente por todo el territorio. La tercera
cultura se extendió y estableció desde oriente
hacia occidente, pero no pasó de la región central.
La cuarta cultura ocupó solo territorios en el extremo
nordeste, en zonas cercanas con Quisquella.

Esta obra, de singular importancia en la búsqueda
de una solución al complejo panorama de las
periodizaciones, añadió nuevas dificultades al
utilizar los términos paleolítico,
mesolítico y neolítico, que eran utilizados
ocasionalmente por los investigadores cubanos, a partir de
reconocer que los mismos no tenían el mismo significado
que para Europa. Establece equivalencias de estos con la nueva
propuesta.

Al designar a las culturas por números y nuevos
nombres, unidos a los ya en uso de forma simultánea,
provocó el aumento de las complejidades en el manejo de
esta nomenclatura, propuesta esta que no fue utilizada por los
investigadores.

Felipe Pichardo Moya es uno de los arqueólogos de
más renombre en Cuba, su libro Caverna, costa y
meseta
, publicado en 1945, resulta un texto de obligada
consulta. En él se adentra en el complejo mundo de la
clasificación de los aborígenes cubanos. Ya desde
1934 presentó una hipótesis sobre la existencia de
una indocultura cubana diferente a las que Harrington llamaba
ciboney y taína, y ocupando una posición
intermedia.

Su trabajo realiza una valoración crítica
de las clasificaciones propuestas por Harrington, Fewkes, Rouse,
Cosculluela y Ortiz. Considera que un examen del trabajo
arqueológico indocubano, que tome en cuenta todas las
evidencias y sus probables interpretaciones, además de las
fuentes históricas fidedignas, podrían conducir a
una correcta clasificación y denominación del
primitivo mundo indocubano.

Del trabajo de Fewkes opina que encierra una
síntesis de las culturas cubanas, al no disponer de toda
la información arqueológica que se posee hoy y
copia erróneamente el texto de Las Casas para razonar
sobre la indocultura del extremo occidental de la
Isla.

Sobre los estudios de Cosculluela acepta el nombre de
ciboney dado por este autor y que él los menciona como
mesolítico, pero ubicándolo en posición
inferior al taíno.

Al valorar la obra de Harrington, Cuba before
Columbus,
que es ya un clásico de la
arqueología cubana y donde el nombre de ciboney
perdió el significado general que tuvo y se
convirtió en un término para designar al indio de
una baja cultura paleolítica, que no dominaba la
agricultura y la alfarería.

Razona necesario presentar la hipótesis de una
tercera indocultura cubana, diferente a las que Harrington
denominó ciboney y taína. Esta la considera
Pichardo como el verdadero ciboney, cuyas características
arqueológicas son las esferas de piedra, las gubias y las
vasijas de caracol.

Por último es importante su reflexión:
"Quizás el previo acuerdo sobre el significado de la
palabra cultura sea indispensable para justificar las
conclusiones a que llega Rouse en relación con la
indoarqueología cubana
".[9]

El autor advierte que está intentando dar una
visión general de las culturas precolombinas, a partir de
la información arqueológica y las referencias
históricas, ajustar estas y tratar así de nombrar
con bases históricas tales culturas y situarlas
cronológicamente. Propone la presencia de las indoculturas
cubanas arcaica, de las costas y de las mesetas.

Según la lógica de su trabajo considera a
la indocultura cubana arcaica como la más antigua,
habitaba en cavernas o abrigos rocosos, con un ajuar de piedras
muy rudas, piedras usadas, donde se puede apreciar la labor
humana, hoyos y morteros en la propia roca y de concha. Gubias,
vasijas de caracol y cuentas toscas.

En los restos de su alimentación están
presentes huesos de jutía, aves, conchas, cangrejos,
Megalocnus rodens y perro mudo. En sus enterramientos se
aprecia huesos humanos rotos, a veces quemados o pintados de
rojo, enterrados en el piso de las cavernas.

Opina que el hecho de que estén presentes en todo
el territorio, es una prueba de que este hombre debió
ocupar por mucho tiempo esta área
geográfica.

La indocultura cubana de las costas, estuvo presente
desde mucho antes de la llegada de los españoles y hasta
los primeros tiempos de esta. Se ubican en lugares cercanos a las
costas, bajos que se inundan gran parte del año, en
ciénagas, esteros y la desembocadura de los ríos,
no tiene información sobre la probable forma de
habitación.

Su ajuar estaba constituido por piedras no pulidas, con
sentido de simetría, entre ellos, martillos, majadores,
pesos de redes, pedernales, esferas y gladiolitos. Piezas de
conchas muy escasas, sobre todo gubias, de hueso: cuentas y
pendientes. Construidos de madera se localizan bastones, tazas y
platos.

Los entierros de esta indocultura se hacían en
montículos construidos de capas alternas de tierra,
caracoles y cenizas. Los esqueletos orientados con el
cráneo en dirección este y los pies al oeste, en
ocasiones se encuentran acompañados de esferas
líticas y gladiolitos. Considera de una notable
antigüedad los restos humanos hallados.

La indocultura de las mesetas, la atribuye a los
pobladores que dominaban la agricultura y la cerámica,
sobre los que hay coincidencia entre los documentos de los
cronistas y los trabajos de arqueología.

El autor considera que no hay razón para
dividirlos, atendiendo al nivel de desarrollo de estos, al
respecto expone: "En los casos concretos de Pueblo Viejo y de
Bani (taíno y subtaíno), salvando el respeto debido
a la alta autoridad de Rouse, nos permitimos opinar que estamos
en presencia de una misma cultura; ya que nada, en el ajuar
arqueológico que de uno y otro lugar se nos presenta, cusa
diferencia de vida material o espiritual entre los indios de una
y otra zona
".[10]

Pichardo, para su época, propone una
solución para el problema de la antigüedad del hombre
en Cuba, parte del criterio de la ausencia de fósiles
humanos. Sí reconoce la existencia del hombre desde
épocas antiquísimas y llega a sugerir una
antigüedad de 2000 años, lo que fue muy audaz para
ese momento.

Explica la llegada del hombre cuando ya se había
producido la separación de la Isla del continente y la
posterior ocupación de esta, por las indoculturas que
propone.

Los argumentos de Pichardo en el texto se resumen a la
necesidad de establecer una tercera cultura indocubana, hasta la
fecha se había tratado el asunto desde dos. Reflexiona
sobre la necesidad de un acuerdo sobre el concepto de cultura
para comprender las condiciones de Rouse en sus
trabajos.

Denomina a las tres culturas que propone como
indoculturas cubanas arcaica, de la costa y de las mesetas,
vincula acertadamente a estas con su medio geográfico y
realiza una caracterización, donde detalla la
economía de las mismas.

Explica de forma precisa la necesidad de mantener unidas
las culturas taína y subtaína o Pueblo Viejo y
Baní, a falta de elementos para mantener esa
división realizada por Rouse, lo que resuelve el problema
de tener que enfrentar una subcultura.

Evidentemente está dando una visión
general de las culturas precolombinas a partir de la
información de que dispone, tanto de carácter
histórico, como de los resultados de las investigaciones
arqueológicas. Es importante señalar que su
razonamiento no privilegia a las fuentes históricas como
generalmente sucede en otros trabajos.

El doctor René Herrera en 1946 expone en su obra
La Caleta, la existencia de tres grupos culturales a los
que denomina guanahatabey, ciboney y taíno. Pone de
ejemplo para el guanahatabey el montículo Guayabo Blanco
en la Ciénaga de Zapata, para el ciboney a los sitios de
Cayo Redondo, Pico Tuerto del Naranjal, Soroa, Jibacoa y Cayos al
noreste de Caibarien y a los taínos los valora con
posibles divisiones locales, incluye a toda la cultura con
alfarería, hachas petaloides y cráneos
deformados.[11]

Esta propuesta de tres grupos culturales en sentido
general coinciden con la propuesta de Pichardo, pero mantiene los
nombres que tradicionalmente se le han asignado y se mantiene
unido a la concepción de cultura para el estudio de los
diferentes grupos que poblaron el territorio nacional.

En 1951 se realizó en La Habana un evento de suma
importancia para la arqueología de la región: la
Reunión en Mesa Redonda de Arqueólogos del Caribe,
que entre los temas tratados analizó y aprobó la
propuesta para resolver la diversidad de términos en uso
para las periodizaciones de los grupos indocubanos, partiendo de
que: "Sabiendo que las mayores discrepancias radican en que
los nombres en uso, no concuerdan o se aplican a los mismos
grupos, primero hemos tratado de eliminar o desechar los
términos que ocasionan mayor
controversia
".[12]

A partir de este razonamiento inicial la propuesta parte
de no utilizar los términos de Rouse, tomado de los
nombres de sitios arqueológicos de Haití, ellos son
Couri, Carrier y Meillac. Como tampoco satisface completamente el
vocablo subtaíno, que no responde a ningún lugar ni
apelativo usado por los cronistas e historiadores.

Consideran más apropiado los nombres o
denominaciones que se atribuyen a los indios de Cuba, así
como a otros de las Antillas, por el descubridor y los primeros
cronistas, ellos son guanahatabey, ciboney, taíno,
ignerí, caribe, etc., pero presentan la dificultad de su
variable aplicación por los arqueólogos.

A continuación proponen una tabla que establece
orden cronológico a partir del material predominante, los
artefactos, asiento o lugares típicos,
características del cráneo y por último el
nombre dado a esos hombres, ante tantas dificultades con la
diversidad de términos expresan:

Para tratar de obviar tales dificultades, nuestra
propuesta se concreta en las siguientes
proposiciones:

Primero:

Desechar el vocablo arcaico que no es apropiado en
Cuba, así como los de Paleolítico,
Mesolítico y Neolítico que traen confusión
con los pisos de la Prehistoria Eurásica.

Segundo:

Emplea el orden de antigüedad:

Período I o Cultura de la
Concha.

Período II o Cultura de la
Piedra.

Período III o Cultura de la
Alfarería.

Tercero:

En honor a sus descubridores, los dos tipos humanos,
bien diferenciados y distintos de los Períodos Primero y
Segundo, se denominarán respectivamente: Hombre de
Cosculluela y Hombre de Montané.

Cuarto:

En el Período III se puede considerar la
diferencia de tipos alfareros
.[13]

La propuesta está firmada por los doctores:
Fernando Royo, René Herrera Fritot y Oswaldo Morales
Patiño.

Los participantes en la Mesa Redonda intentaron buscar
una solución al conflicto con las denominaciones de los
aborígenes cubanos, tema complejo y que en realidad no se
limitaba solo a ese problema, pues incluye aspectos
contradictorios.

Estos términos discordantes incluyen las
características de determinado grupo aborigen y en algunas
periodizaciones un término puede incluir a dos grupos de
otras, por lo que la solución no es solo de diversidad de
términos, sino también conceptual.

Los argumentos dados para no utilizar el término
subtaínos, no van al problema medular del mismo, pues el
hecho de que el mismo no responda a ningún lugar ni haya
sido utilizado por los cronistas es una dificultad, pero el
problema mayor radica en que se define a una subcultura,
cuestión que no se aborda en la reunión antes
señalada, aun cuando el concepto de cultura sigue
utilizándose.

Resulta sumamente positivo el acuerdo de no utilizar los
términos arcaico, paleolítico, mesolítico y
paleolítico, pues no se corresponden con los estadios de
los grupos humanos asentados en Cuba y generan constantemente
confusión con los llamados pisos de la Prehistoria
Eurásica.

El razonamiento para dar el orden de antigüedad a
los períodos propuestos se corresponde con lo hecho hasta
la fecha.

Finalmente el intento de superar las discrepancias no
dio resultado y la denominación de los períodos y
los dos tipos humanos propuestos y aprobados en la reunión
nunca se utilizaron.

Conclusiones

Resulta característico que de 1901 a 1921,
predominaron las periodizaciones basadas en lo fundamental en la
información histórica, elaboradas por los cronistas
y en menor medida por los datos del registro arqueológico,
esto obedece a la herencia de los trabajos del siglo XIX y al
pobre desarrollo de las investigaciones
arqueológicas.

De 1921 a 1958, en este tipo de trabajo predominan los
estudios sobre las bases de la información
arqueológica, sin dejar de utilizar la ofrecida por los
cronistas y con una visión cada vez más abarcadora,
con una mejor comprensión de la complejidad del
poblamiento aborigen del archipiélago cubano.

En este período fue significativo el aporte de
arqueólogos estadounidenses, tanto por sus trabajos, como
por la contribución a la formación y
elevación del nivel científico de los
investigadores cubanos.

Bibliografía

Cosculluela, José: Cuatro años en la
Ciénaga de Zapata
. La Habana, Comisión
Nacional de la UNESCO, 1965.

Fewkes, Jesse: Prehistoric culture of Cuba. America
Antropologist, vol.
VI, no. 5,
octubre-diciembre, 1904.

Junta Nacional de Arqueología y Etnología:
Actas y Trabajos, Reunión en Mesa Redonda de
Arqueología del Caribe
, La Habana, 1951.

Ortiz, Fernando: Historia de la arqueología
indocubana
, 2 t., La Habana, Cultural S. A.,
1935.

Osgood, Cornelius: The Ciboney Culture of Cayo
Redondo.
Yale University Publications in Anthropology, no.
25, Yale, 1942.

Pichardo, Felipe: Caverna, costa y meseta. La
Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1990.

 

 

Autor:

Ing. José Manuel Yero Masdeu

Enviado por:

Caridad Herrera Diaz

Investigador Casa de la Nacionalidad Cubana

[1] itas F. Ortiz: Historia de la
arqueología indocubana, p. 40.

[2] Ver J. Fewkes: Prehistoric Cultura of
Cuba.

[3] J. Cosculluela: Cuatro años en la
ciénaga de Zapata. p. 68.

[4] M. Harrington: Cuba antes de
Colón, p.280.

[5] M. Harrington: Cuba antes de
Colón. p.281.

[6] Ver C. Osgood: The Ciboney Culture of
Cayo Redondo.

[7] I. Rouse: Archeology of the Maniabon
Hills, Cuba. p. 31.

[8] F. Ortiz: Las cuatro culturas indias de
Cuba, p. 7.

[9] F. Pichardo: Caverna, costa y meseta, p.
8.

[10] Ob. Cit, p. 80.

[11] Ver Junta Nacional de Arqueología
y Etnología: Reunión en Mesa Redonda, p. 20.
mnpo

[12] Ob. Cit, p. 21.

[13] Ob. Cit, pp. 21-22

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter