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Psicología ambiental



Partes: 1, 2

  1. Historia
  2. La
    problemática
  3. Procesos
    psicológicos en la relación individuo –
    medio ambiente
  4. La crisis
    ecológica y la psicología ambiental
  5. Educación
    ambiental

La psicología ambiental es el estudio del
comportamiento humano en relación con el medio ambiente
ordenado y definido por el hombre. Es un relativamente nuevo
campo de la psicología, pero desde 1960 hay estudios y el
trabajo en este ámbito de la psicología. La
mayoría de estas obras se originó en el
reconocimiento de los problemas ambientales como la
contaminación, que comenzó a tomar protagonismo en
las oficinas jurídicas.

Esta preocupación social ha justificado vastas
operaciones de propaganda y la aparición de movimientos
sociales ligados a las estrategias conservacionistas. El hito
más importante (la Conferencia de Río) constituye
un buen ejemplo de este hecho. Sin embargo, este tipo de
iniciativas están atravesadas por algunas falacias y
portentosos elementos de retórica de alcance indefinido.
Tal es el caso del concepto clave de "desarrollo sostenible", que
es retomado (del Informe Burtland) como lema en este conferencia,
y sobre cuyo alcance y contenido existen más que
divergencias.

Historia

El psicólogo Kurt Lewin (1890-1947) fue uno de
los primeros en dar importancia a la relación entre los
seres humanos y el medio ambiente. Su objetivo era determinar la
influencia que el medio ambiente tiene sobre las personas, las
relaciones que establecen con él, la forma en que las
personas actúan, reaccionan y se organizan como el medio
ambiente.

De acuerdo con la psicología ambiental, el medio
ambiente se puede definir como: todos los contextos en que el
sujeto (por ejemplo, casas de vivienda, oficinas, escuelas,
calles, etc.)se pueda desarrollar actuando más sobre el
comportamiento del grupo que en el comportamiento
individual.

Esta rama de la psicología principalmente
presenta cinco principios que han de tenerse en cuenta a la hora
de cualquier intervención o la investigación sobre
la base de esta industria:

  • Tener en cuenta que el hombre es capaz de modificar
    el ambiente.

  • Es necesario estar presente en todos los contextos
    del ambiente día a día.

  • Considerar a la persona y el medio ambiente como una
    entidad única, de habitación.

  • El individuo actúa en el medio ambiente y el
    medio ambiente afecta a la persona.

  • Una investigación o intervención de
    este tipo debe siempre llevarse a cabo con la ayuda de otras
    ciencias.

Existen intentos de contribuciones. De Castro (1994),
por ejemplo, ha mostrado el interés de la teoría de
acción razonada para la explicación de la conducta
humana en relación con el reciclaje del vidrio.
Anteriormente, Yates y Aronson (1983) o Dennis y otros (1990)
intentan aplicar esquemas basados en la teoría de la
disonancia cognitiva al ahorro energético, y Staats y
otros (e.p.) desarrollan un modelo inspirado en la teoría
de los dilemas sociales para el estudio de conductas relacionadas
con el efecto invernadero. Estos trabajos (y otros que pudieran
citarse) muestran la pertinencia de conocimientos
psicológicos y sociales para abordar problemáticas
medioambientales que, hasta el momento, son objeto sólo de
soluciones técnicas o costosas campañas de
propaganda.

La
problemática

Para la Psicología Ambiental, de acuerdo con De
Castro, dos son los retos en relación con el medio
natural: en primer lugar, avanzar en el conocimiento de la
influencia del comportamiento humano sobre el medio natural, y,
en segundo lugar, incorporar al contexto de la producción
científica de la Psicología la información
sobre la que se basa en la actualidad la gestión
ambiental. Habría que añadir, además, el
esfuerzo de los investigadores en Psicología Ambiental por
superar la dispersión de conocimiento que produce la
variedad de problemas ambientales objeto de estudio. Ello debe
ser tenido en cuenta en los programas de Psicología
Ambiental en los nuevos planes de estudio.

Como variable independiente, el ambiente es tratado en
un triple nivel de consideración: ambiente natural;
ambiente construido o fabricado; y ambiente social y
conductual.1

  • El ambiente natural es básicamente
    conceptualizado en el sentido de la influencia del ecosistema
    en la respuesta molar de los individuos, como por ejemplo: la
    percepción del ambiente geográfico, así
    como las actitudes ante el paisaje;

  • El ambiente construido se conceptualiza a su vez a
    distintos niveles: ambientes de características fijas,
    relativamente permanentes, como los edificios; semifijas,
    relativamente fáciles de alterar, como por ejemplo
    muebles o decoración; o finalmente a través de
    características fácilmente modificables como
    luminosidad, color, temperatura; climas sociales,
    atmósfera social, características de los
    escenarios…

  • El ambiente social y conductual incluye cinco
    áreas: espacio personal; territorialidad, intimidad,
    hacinamiento y ecología del grupo
    pequeño.

Una segunda forma de manipular el ambiente es
considerándolo como variable dependiente, es decir
averiguar los efectos de la conducta sobre la calidad del
ambiente: conservación de la energía,
comportamiento no contaminante, planificación familiar,
son ejemplos de la vida cotidiana.

Procesos
psicológicos en la relación individuo – medio
ambiente

Entre el individuo y el entorno existe una
relación dialéctica, y en la compleja
interdependencia que se establece entre ellos, intervienen
procesos psicológicos, que reflejan esta
interacción sujeto – medio ambiente y regulan a
través de la unidad de lo cognitivo y lo afectivo, la
conducta del individuo con relación a este. A
continuación serán objeto de análisis
algunos de estos procesos.

Conocimiento ambiental.

Los procesos cognitivos en sentido general poseen la
función de producir un reflejo cognoscitivo de la realidad
por parte del sujeto, los mismos "…reproducen
internamente, en el plano psíquico y subjetivo, las
relaciones y propiedades objetivas de la realidad."
Gonzáles Serra, Diego. 1977.

El conocimiento es uno de los aspectos más
estudiados desde la psicología ambiental y, por supuesto,
dentro de los cuales se han producido múltiples
líneas de investigación y abundante literatura
científica; la mayoría de los estudios acerca de
este proceso, han sido desarrollados a partir de enfoques
cognitivistas, mediante el estudio de los mapas cognitivos que se
representan los individuos acerca del entorno.

Los mapas cognitivos son personales y únicos; los
mismos no constituyen una reproducción fiel sino
personalizada de la realidad objetiva; están mediatizados
por la subjetividad del sujeto, resultando esta imagen una
construcción cargada de significado personal; por estas
razones, se encuentran frecuentemente diferencias considerables
en la estructura de los mapas de los individuos. Con el estudio
de los mismos, podemos acercarnos de manera más precisa a
la forma en que los individuos conocen y actúan sobre el
medio ambiente a un nivel personal.

"El conocimiento ambiental es un proceso complejo, que
incluye la obtención, análisis y
sistematización por parte del individuo de la
información proveniente de su entorno, social por
naturaleza, este constituye un paso importante para su
comprensión a través de acciones concretas, que a
su vez, influyen en el desarrollo de estos conocimientos" Febles,
María, 1999.

Por otra parte, Holahan, 1991 (citado por Ramos,
Damián, 2001), señala la existencia de diferentes
funciones del conocimiento ambiental:

  • Orientación de las acciones de los
    individuos.

Toma de decisiones sobre donde satisfacer las
necesidades cotidianas que al individuo se le presentan.
Constantemente el ser humano se enfrenta a diferentes problemas
de orientación en la vida cotidiana, sin esta posibilidad
para localizar los recursos sociales que se necesitan,
sería imposible actuar, incluso en tareas muy simples. El
conocer donde se localizan los recursos sociales o materiales
necesarios para llevar a cabo las acciones que se emprenden a
diario, así como cuáles son los atributos o
características esenciales de los recursos o personas
localizadas.

Otra de las funciones psicológicas del
conocimiento ambiental que se contempla, consiste en proporcionar
una base para la comunicación entre las personas en
determinado ambiente, la cual surgió precisamente cuando
el ser humano se vio precisado de cierta organización
social que le permitiera adaptarse con mayor eficacia a su medio
natural, surgiendo esta como mediadora de su
actividad.

"El conocimiento ambiental presenta ante todo una
naturaleza sociohistórica, por cuanto implica
necesariamente la apropiación de los conocimientos
adquiridos en el transcurso de la historia humana, reflejados
también en el entorno, fuente del desarrollo del mismo y
de otras funciones psicológicas específicamente
humanas, fundamentalmente por el lenguaje, el cual mediatiza el
conocimiento y el pensamiento humanos" Febles, María,
1999.

Actitudes ambientales.

El término de actitud se introduce en la
psicología social en la década del 20 del pasado
siglo en los Estados Unidos, debido a la ocurrencia de cambios
sociales y políticos en esta sociedad, que originaron un
marcado interés en el análisis de los mecanismos
reguladores del comportamiento humano. Desde entonces se han
desarrollado numerosas investigaciones desde diferentes enfoques
teóricos acerca de este complejo y multifacético
proceso psicológico.

Según Allport (1935), citado por Casales, J. C.
(1989), la actitud consiste en: "un estado mental y neural de
disposición, organizado a través de la experiencia,
que ejerce una influencia directiva o dinámica sobre la
conducta del individuo ante todos los objetos y situaciones con
los que se relaciona".

Casales, J. C, (1989) señala varias
características esenciales de las actitudes:

"1- son estructuras psicológicas, procesos
derivados del aprendizaje y la experiencia del individuo, que
constituyen el resultado de su actividad. Es decir, las actitudes
se forman y desarrollan a lo largo de toda la vida del individuo,
condicionadas por el contexto social al cual están
expuestos, en dependencia de los grupos a los que pertenecen, los
cuales se estructuran de acuerdo con el sistema de valores
imperantes en la sociedad…

2- Aunque son el resultado de la actividad del
individuo, son modificadas por esta, las actitudes condicionan y
modifican las actividades subsiguientes…

3- Tienen la propiedad de reflejarse en el
comportamiento del individuo, de orientarlo, de regularlo y
guiarlo en determinado sentido.

4- En toda actitud puede distinguirse su objeto,
dirección e intensidad…"

A partir de una investigación realizada por La
Piere, se demostró que las relaciones entre actitudes y
comportamiento no siempre son lineales, por lo cual no podemos
interpretarlas de manera simplista, ni mecánica. No en
todas las situaciones las actitudes cumplen una función
predictiva de la conducta humana; el hecho de que esta constituya
una disposición a la reacción, no significa que
siempre va a ser correspondiente con ella, ya que las mismas no
constituyen el único factor determinante del
comportamiento, en el cual, además de las actitudes,
pueden influir la situación específica en la que se
encuentra el sujeto a la hora de actuar, el aprendizaje de
conductas, normas grupales, características individuales,
o las consecuencias previsibles de la conducta.

No obstante, es innegable que las actitudes juegan un
papel fundamental en el proceso de toma de decisiones y en las
acciones concretas de los seres humanos, es por ello que el
estudio de las actitudes ambientales ha sido preocupación
de muchos psicólogos sociales desde que el saber ambiental
comenzó a tener relevancia para los
científicos.

Para Febles, María (1999) las actitudes
ambientales deben definirse como una "predisposición del
pensamiento humano a actuar a favor o en contra del entorno
social, teniendo como base las vivencias, los conocimientos y los
valores del individuo con respecto a su entorno; estas no solo se
proyectan en una dirección determinada, también
poseen un nivel de intensidad (fuerte o débil)"

De acuerdo con Holahan, 1991 (citado por Ramos,
Damián, 2001), las actitudes ambientales cumplen
diferentes funciones:

  • Elección de ambientes: Ayudan a seleccionar
    el ambiente donde se desea vivir, estudiar, trabajar o
    divertirse. Dicha elección conlleva un proceso de
    reflexión, análisis y predicción de
    futuras consecuencias de su comportamiento, esta
    elección estará determinada por el nivel de
    satisfacción – insatisfacción de las
    necesidades individuales en dicho espacio.

  • Protección del entorno natural: Las actitudes
    ambientales también ayudan a los individuos en la toma
    de decisiones en el uso y preservación del medio
    ambiente, por ejemplo, crear o formar parte de un grupo
    ecologista, o simplemente dejar de fumar, son expresiones
    favorables hacia el medio ambiente. Aunque como ya
    habíamos dicho las actitudes no poseen la capacidad de
    determinar de manera directa los comportamientos ambientales,
    sí en tanto mejoren las actitudes hacia el entorno,
    aumentarán y se harán más consistentes
    las conductas de las personas con respecto al
    mismo.

Vivencia.

Mientras los procesos cognitivos poseen como
función fundamental reflejar los diferentes objetos y
fenómenos componentes del medio ambiente, los procesos
afectivos de manera primordial se encargan de significar como
influyen estos elementos de la realidad, sobre los seres
humanos.

"Los procesos afectivos expresan como afectan los
objetos y situaciones de la realidad a las necesidades del
sujeto, y modifican su disposición para la acción
correspondiente" González Serra, Diego. 1977.

Ahora bien, todos los elementos y procesos que integran
la personalidad humana, poseen una naturaleza cognitivo –
afectiva; el ser humano se apoya en este principio de la unidad
cognitiva y afectiva de los procesos psicológicos, para
regular y orientar las diferentes esferas de su
comportamiento.

Las personas intercambiamos constantemente
información con el medio ambiente, la cual es
personalizada por el mismo, es decir, cargada o dotada de un
significado personal, que dependerá en gran medida de la
relación existente entre esta información, con los
contenidos afectivos, motivacionales y las necesidades de las
personas, y que influirá notablemente en la
regulación y orientación de la conducta humana
hacia los diferentes objetos y fenómenos del
medio.

Las peculiaridades y características de la
actualización y configuración personalizada e
individualizada de la información que intercambian las
personas con el medio ambiente, dependen, según
González Rey, Fernando y Mitjans Martínez,
Albertina, 1989, "del nivel de desarrollo de la personalidad, y
del desarrollo motivacional que esta logra en las diferentes
áreas de su expresión individual".

La vivencia como proceso afectivo, resulta de gran
relevancia al entender la relación hombre – medio
ambiente; la misma expresa la relación afectiva del
individuo con el medio, y constituye, tal como lo entendió
Vigostky (citado por Bozhovish, 1976) una "unidad", en la que
están representados en un todo indivisible, por un lado el
medio, y por otro, lo que el propio individuo aporta a esta
vivencia; la unidad dialéctica de lo interno y lo
externo.

Febles María, 1999, plantea que por estas
razones, es justamente la vivencia el punto de partida para la
transformación del entorno, ya que la misma representa la
unidad indivisible de las características personales y las
características ambientales, por lo cual, la influencia
del entorno sobre el individuo, va a depender no solo de la
naturaleza de la situación, sino también de la
manera en que este la percibe y la vive.

Percepción Ambiental.

Una parte considerable de nuestro desempeño
diario depende de la capacidad para percibir adecuadamente los
diferentes elementos que conforman el medio en el cual nos
desenvolvemos, nuestras percepciones ambientales condicionan las
actitudes, sensibilidades, e influyen considerablemente en la
orientación y regulación de nuestras acciones hacia
el entorno; es por ello que resulta importante el estudio de este
proceso, a manera de contribuir a que el desenvolvimiento humano
sea adecuado y armonioso, de acuerdo a las características
del entorno que contextualice la conducta.

Existe una larga tradición en la
psicología en el estudio de las percepciones, en sus
inicios y debido a la complejidad de este proceso, se
trató de simplificar el mismo con el objetivo de analizar
aspectos específicos de este. Por tanto el enfoque
tradicional en el estudio de la percepción parte de la
fragmentación del proceso, centrándose en el
análisis de las reacciones de las personas ante
estímulos específicos, convenientemente aislados
del resto de los aspectos que conforman la realidad objetiva, en
situación de laboratorio.

A diferencia de este enfoque tradicional, los
psicólogos ambientales han estudiado el proceso perceptivo
desde una perspectiva holística, tomando en
consideración toda la complejidad del ambiente como unidad
perceptiva, y analizando los procesos globales que permiten a una
persona captar adecuadamente el entorno, incluyendo la propia
persona dentro del proceso de definición y
configuración del mismo.

Los diferentes enfoques teóricos que han abordado
la percepción desde esta perspectiva, entre los que se
incluyen laaportación de Berlyne, el funcionalismo
probabilístico de Brunswik,La perspectiva ecológica
de Gibson y la perspectiva transaccional de Ames, contienen
según Valera Sergui, Pol Enriq, y Vidal Tomeu (2002),
ciertos principios comunes, como son:

  • La consideración de la persona como un agente
    activo, orientado y participativo dentro del proceso
    perceptivo.

  • El entorno como una unidad global sobre la cual se
    estructuran los procesos perceptivos.

  • La incorporación, en mayor o menor grado, de
    los aspectos cognitivos, interpretativos y valorativos dentro
    de las teorías sobre la percepción
    ambiental.

  • La percepción ambiental como un proceso
    global, más allá de la simple captación
    y estructuración estimular.

La percepción "consiste en el reflejo en la
conciencia del hombre de los objetos o fenómenos, al
actuar directamente sobre los sentidos, durante cuyo proceso
ocurren la regulación (ordenamiento) y la
unificación de las sensaciones aisladas en reflejos
integrales de cosas y acontecimientos". Petrovski,
1970.

El proceso de sensaciones es relativamente simple y
automático, en el mismo los receptores sensoriales se
activan en función de la presencia o no de
estímulos provenientes del entorno. La percepción
en cambio, constituye un proceso mucho más activo y
complejo desde el punto de vista psicológico; en el cual
las personas resultan agentes activos, implicando diversos
procesos cognitivos y afectivos, mediante la
interpretación, valoración y reorganización
de los diferentes estímulos sensoriales que provienen del
medio, para formarse una imagen coherente e íntegra del
mismo, logrando así el reflejo integral de la realidad
objetiva.

El proceso perceptivo posee un carácter global y
unitario, y sobre este, los mismos autores Valera Sergui, Pol
Enriq, Vidal Tomeu (2002), señalan la influencia que
ejercen algunas variables entre las cuales podemos citar: las
personales, como la edad, la actividad habitual o determinadas
características de los órganos perceptivos; el
género (algunos estudios sugieren que existen diferencias
significativas entre hombres y mujeres en la manera de percibir
las distancias); la experiencia (se considera que la experiencia
en un entorno o la familiaridad puede afectar percepción
sobre éste); los juicios estéticos; la cultura; la
profesión y las características del propio entorno
físico.

Ahora bien, la percepción ambiental nos interesa
tanto por su importancia en la obtención por parte de
individuo de información necesaria para el intercambio con
el medio, en la dirección y regulación de las
acciones del individuo, en la génesis de fenómenos
culturales, en la interpretación del simbolismo del
entorno humano; como para la estimulación de las
habilidades en este sentido. Frecuentemente las personas
presentan dificultades en la percepción de muchos recursos
como el paisaje y los valores emocionales asociados al mismo, por
ello los esfuerzos de los cientistas sociales, y de la
educación ambiental, deben dirigirse hacia la
estimulación de estilos de percepción que ganen en
correspondencia con el contexto en el que las personas se
desenvuelven habitualmente, así como con las diversas
problemáticas y valores del medio ambiente que los rodea,
lo cual favorecerá la comprensión y gestión
de los procesos naturales y el patrimonio que ellos representan,
así como el desarrollo de determinados patrones de
comportamiento, adecuados respecto al entorno, y coherentes con
el modelo de la sustentabilidad.

Comportamiento ambiental.

Bajo este concepto se puede agrupar las diferentes
acciones del sujeto, dirigidas a modificar aspectos del entorno o
de la relación con el mismo, y que influyen a su vez en
las concepciones, percepciones, y sensibilidades que posee el
individuo del medio. Esto puede darse en dos sentidos: positivo o
negativo, en dependencia precisamente del grado de compromiso del
sujeto con su medio ambiente.

A pesar de que el conocimiento, las percepciones,
actitudes, sensibilidades, valores y comportamientos ambientales
se han analizado mucho desde la psicología, los resultados
de numerosos estudios de las relaciones entre estos procesos son
aparentemente contradictorios, surgiendo, según Nieto, Luz
María (2003), ciertas interrogantes: ¿cómo
se convierten el conocimiento y la preocupación ambiental
en conductas y acciones proambientales?, ¿por qué
pueden las personas estar supuestamente preocupados, tener
conocimientos adecuados sobre medio ambiente, sin que esto se
traduzca necesariamente e comportamientos a favor del mismo?,
¿en que consiste la brecha existente entre pensamientos,
emociones, actitudes, percepciones con respecto a la conducta del
individuo? El resultado de estas interrogantes en la comunidad
científica ha sido un debate intenso, complejo, en el cual
no se ha alcanzado un consenso.

Los primeros modelos explicativos de estas relaciones,
desarrollados en los ´70 y los ´80, fueron lineales,
suponían una cadena de causas y efectos automáticos
y directos, es decir, se pensaba que los conocimientos
ambientales generan actitudes ambientales que a su vez generan
comportamientos a favor del medio ambiente. Estos modelos parten
de una premisa racional, Teoría de la Acción
Razonada, Fishbein y Ajzen (1975), y suponen que las personas
hacemos un uso sistemático de la información que
poseemos para dirigir nuestras acciones, desconociendo las
motivaciones inconscientes o no reconocidas. Esta
concepción fue muy utilizada en esa época en el
diseño de programas de educación ambiental. No
obstante, muy pronto se demostró que esas concepciones
eran equivocadas e incompletas en varios sentidos.

Evidentemente pronto se demostró que no es
así, de manera que los modelos se volvieron más
complejos, en tanto se produjeron más aportes al
entendimiento de las relaciones entre estos procesos y
categorías psicológicas.

"Un tercer tipo de modelos desarrollados desde los
´80, son los llamados sociológicos. Desde esta
perspectiva, aunque también se incluyen factores
psicológicos, se cuestionan los modelos descritos antes,
porque fallan en comprender las restricciones individuales,
sociales e institucionales, y porque asumen que los humanos somos
solo racionales. De acuerdo con los modelos sociológicos,
no se trata tampoco de que seamos solo irracionales, sino de que
las actitudes y valores de las personas son negociados,
transitorios, y algunas veces contradictorios. La
dimensión social es importante porque el poder de toma de
decisiones en cuanto a los problemas ambientales locales o
globales está irregularmente distribuido". Nieto, Luz
María, 2003.

Según la propia autora, el modelo de
Comportamiento pro Ambiental, de Kollmus y Agyeman (1985),
intenta explicar como interactúan dos tipos fundamentales
de factores que influyen en el comportamiento ambiental, los
internos, entre los que se incluyen el conocimiento, los
sentimientos, las motivaciones, el grado de
concienciación, los valores, las actitudes, las
percepciones; y los externos, como los demográficos,
institucionales, políticos, sociales, culturales,
económicos, etc. Este modelo intenta determinar como y
bajo que circunstancias estos potencian u obstaculizan las
acciones humanas a favor del medio ambiente.

Aunque es evidente que entre estos procesos
psicológicos no existe una relación
automática, mecánica o directa, es decir, entre
conocimiento, conciencia, sensibilización y
preocupación ambiental por una parte, y conductas o
comportamientos ambientales por el otro; los mismos se relacionan
de manera dialéctica, y no existen independientemente unos
de otros, sino que se encuentran interrelacionados
genética, estructural y funcionalmente; ellos van formando
un complejo sistema de motivos orientados a la regulación
de la relación entre el individuo y su entorno. La labor
de los científicos sociales que se dedican al estudio de
la problemática ambiental debe encaminarse precisamente
hacia la optimización de estos procesos y de sus mutuas
dependencias, partiendo del diagnóstico, la
intervención y evaluación de los mismos, y
encaminando los esfuerzos de la ciencia al logro del aumento de
los conocimientos de las personas con relación al entorno,
del grado de compromiso con éste, así como a la
implementación de conductas a su favor.

En este sentido, se considera muy acertado, el enfoque
que propone la Dra. María Febles, que parte de entender la
"educación ambiental como un proceso, en el que existe una
distancia entre su nivel de desarrollo real y el nivel de
desarrollo potencial. El primero de ellos está determinado
por el conjunto de acciones concretas del individuo en
relación con su entorno, avalado por el nivel de
desarrollo alcanzado hasta ese momento en su propia
búsqueda de conocimientos con respecto a este, mientras
que el otro encierra estas mismas acciones, las cuales surgen no
solo a partir de una búsqueda activa por parte del propio
sujeto, sino también a partir de la información que
pueda obtener de otros, a través de las acciones de estos
o de la influencia de los medios de comunicación. En ambos
casos estas acciones están dirigidas a lograr una actitud
más responsable por parte del sujeto con relación a
su medio ambiente" Febles, María 1999.

La crisis
ecológica y la psicología ambiental

Una de las expresiones más equívocas en
los discursos sobre la crisis ecológica es la de
"problemas ambientales". En realidad se trata de
"problemas-de-la-humanidad", y, por ende, del comportamiento
humano. Son los comportamientos de las personas los que provocan
un incremento de la gravedad de un problema ambiental; y es sobre
la vida de las personas sobre las que influye la
alteración de un parámetro ambiental. Tal y como
recogieran Cone y Hayes (1980), muchos problemas ambientales
tienen soluciones conductuales, de la misma forma que muchos
problemas conductuales tienen soluciones ambientales.

Si hay algo que unifica, más allá de las
desdibujadas diferencias ideológicas en el momento
presente, es la preocupación social, ampliamente
extendida, por los problemas ambientales. En uno de los
más recientes estudios (Corraliza, en preparación)
se presentan resultados obtenidos en una muestra nacional, donde
se destaca que el 69,2% de los encuestados considera que la
protección del medio ambiente es un problema muy urgente,
y estos resultados, según este informe, pueden
extrapolarse a ámbitos geográficos más
reducidos y también al ámbito
comunitario.

Esta preocupación social ha justificado vastas
operaciones de propaganda y la aparición de movimientos
sociales ligados a las estrategias conservacionistas. El hito
más importante (la Conferencia de Río) constituye
un buen ejemplo de este hecho. Sin embargo, este tipo de
iniciativas están atravesadas por algunas falacias y
portentosos elementos de retórica de alcance indefinido.
Tal es el caso del concepto clave de "desarrollo sostenible", que
es retomado (del Informe Burtland) como lema en este conferencia,
y sobre cuyo alcance y contenido existen más que
divergencias.

Existe la ficción (y el propio concepto de
desarrollo sostenible la ilustra) de que los graves problemas
medioambientales son sólo una cuestión de
solución tecnológica y económica. Margalef
(1993) en un sugerente comentario sobre por qué le resulta
difícil hablar de medio ambiente define la falacia social
del medio ambiente de la siguiente manera: Ante cualquier
problema medioambiental, los técnicos ya
encontrarán una solución y los políticos ya
se encargarán de aplicarla. Este argumento es un reflejo
de la ausencia de profundidad del discurso conservacionista.
Está formado por un conjunto de recetas técnicas de
efectos no necesariamente probados y, en lo que se refiere al
comportamiento humano, un catálogo de buenas intenciones.
¿Es esto suficiente? Stern y Oskamp (1987), en el trabajo
antes mecionado, destacan la carencia de explicaciones y
propuestas desde los conocimientos psicológicos y reclaman
un mayor compromiso en la investigación sustantiva de los
psicólogos ambientales.

Existen intentos de contribuciones. De Castro (1994),
por ejemplo, ha mostrado el interés de la teoría de
acción razonada para la explicación de la conducta
humana en relación con el reciclaje del vidrio.
Anteriormente, Yates y Aronson (1983) o Dennis y otros (1990)
intentan aplicar esquemas basados en la teoría de la
disonancia cognitiva al ahorro energético, y Staats y
otros (e.p.) desarrollan un modelo inspirado en la teoría
de los dilemas sociales para el estudio de conductas relacionadas
con el efecto invernadero. Estos trabajos (y otros que pudieran
citarse) muestran la pertinencia de conocimientos
psicológicos y sociales para abordar problemáticas
medioambientales que, hasta el momento, son objeto sólo de
soluciones técnicas o costosas campañas de
propaganda.

Pero la problemática medioambiental tiene
lecturas que van más allá del sentimiento de
nostalgia que refleja la degradación del Edén
bíblico. En realidad, el medio ambiente es un amplio
escenario donde aparecen tensiones sociales y en el que se
desarrollan programas sociales. Pitt y Zube (1987, 1014) indican
como las "políticas de gestión del medio natural
reflejan una pluralidad de propósitos que, a su vez,
reflejan valores normativos e implican a actores". Más
recientemente, Dunlop (1993, 79) resalta el hecho de que el
ambiente (natural) es, tal y como hoy lo conocemos, el resultado
de ambiciones humanas, deseos, actuaciones y actitudes. Es en
este punto en el que resulta pertinente la demanda de
contribuciones de los psicólogos que se sitúen en
el punto intermedio entre la imposición de las soluciones
teconológicas y económicas y el voluntarismo de
muchas de las propuestas políticas. Un buen ejemplo de la
carencia de este eslabón intermedio lo constituyen las
tensiones sociales que se producen cada vez que en países
desarrollados se propone la declaración de un espacio como
espacio protegido. Ni los razonamientos técnicos o
ecológicos ni el voluntarismo político son
suficientes para explicar las reacciones de la misma
población que, en las encuestas, manifiestan la urgencia y
prioridad de la protección del medio ambiente.

Para la Psicología Ambiental, de acuerdo con De
Castro (e.p.) dos son los retos en relación con el medio
natural: en primer lugar, avanzar en el conocimiento de la
influencia del comportamiento humano sobre el medio natural, y,
en segundo lugar, incorporar al contexto de la producción
científica de la Psicología la información
sobre la que se basa en la actualidad la gestión
ambiental. Habría que añadir, además, el
esfuerzo de los investigadores en Psicología Ambiental por
superar la dispersión de conocimiento que produce la
variedad de problemas ambientales objeto de estudio. Ello debe
ser tenido en cuenta en los programas de Psicología
Ambiental en los nuevos planes de estudio.

Una propuesta de agenda para el Psicólogo
ambiental

De todo lo expuesto se deduce la importancia de que el
psicólogo ambiental preste atención a aspectos
vinculados a lo que se conoce como la "crisis ambiental". De
hecho, a lo largo de los últimos años se ha
prestado atención a estos problemas, aunque sus resultados
y conclusiones estén dispersos y aparezcan fragmentados.
Es difícil hacer frente a esta fragmentación, pero,
tal y como señalan Stern y Oskamp (1987) es necesario
fomentar estrategias de investigación
acumulativa.

En este trabajo se propone un esquema (incompleto) a
partir del cual pueda estructurarse investigaciones y estudios
psicológicos sobre distintos aspectos de los problemas
medioambientales. No son todos, sino aquellos que, en
función de trabajos previos, resultan en opinión
del que esto escribe problemas emergentes y abordables desde la
experiencia de investigación psicológica. Esto
queda reflejado en el cuadro de la figura 1.

Dicho cuadro se formula como una propuesta abierta y
como una "manera de pensar", y no tanto como un esquema de
contenidos cerrados. En el eje de ordenadas, se incluyen dos
categorías que recogen las posibilidades de trabajo del
psicólogo: conocimiento de procesos (imágenes y
acciones) y diseño de programas (de intervención
que inducen cambios y de evaluación que pretenden
registrar efectos). En el eje de abscisas, se incluyen algunos de
los problemas ambientales que merecen atención
prioritaria. Entre estos, se han incluido los
siguientes:

• Problemas relacionados con la ESTETICA AMBIENTAL
y la calidad escénica de los lugares naturales
(véase Kaplan y Kaplan, 1989).

• Problemas relacionados con la GESTION DE ESPACIOS
NATURALES, que afectan tanto a la determinación de
espacios protegidos, como al control de acceso , como,
finalmente, a los recursos formativos e informativos de los
espacios naturales (centros de interpretación, de apoyo,
etc.). Una de las áreas estratégicas de mayor
interés en la actualidad es, precisamente, la
intervención del psicólogo en los trabajos previos
para la elaboración de los Planes Rectores de Uso y
Gestión (PRUG) de los espacios naturales protegidos y de
los Planes de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN).
El capítulo de medio humano requiere estudios de dichos
espacios como escenarios y plantaformas de actividad
humana.

• Problemas relacionados con la CALIDAD AMBIENTAL y
los procesos de degradación medioambiental
(contaminación, incendios, etc.) con especial referencia a
las dimensiones psicológicas y sociales de la
evaluación de impacto ambiental.

• Las CONDUCTAS PROAMBIENTALES (conducta
ecológica responsable), con especial referencia al uso y
modificación del consumo de recursos naturales, tales como
el agua, la energía, etc.

• Aspectos relacionados con la EDUCACION AMBIENTAL,
en el que se incluye la referencia a los programas y recursos que
desde los años 70 se han puesto en marcha con el objeto de
mejorar la información y aumentar la toma de conciencia de
la población sobre los problemas ambientales. Este
ámbito, con todas las ambigüedades que en la
actualidad presenta, constituye un referente inexcusable para el
trabajo del psicólogo ambiental sobre aspectos del debate
ecológico.

En función del cruce de ambos ejes aparecen
posibles temas de investigación que ocuparían la
agenda del psicólogo ambiental. Tan importante es la
consideración de los trabajos desde el eje de abscisa
(alcance y tipo de trabajo del psicólogo) como desde el de
ordenada (relevancia de los problemas ambientales). Los
ítems incluidos en las distintas cuadrículas de
cruce son ejemplos de posibles temas de trabajo del
psicólogo, y pueden ser modificados en función de
los intereses teóricos o de los programas que se
demandan.

Educación
ambiental

Todos los miembros de la sociedad, en todas las etapas
de su formación y sea cual fuere su actividad o
profesión, deben enfrentarse a un contexto educacional, ya
sea colegio, universidad, institutos, etc. Es precisamente en
estos contextos en donde se inserta la educación
ambiental. Esta no solo se preocupa de transmitir contenidos
ecológicos, sino que también aborda temas que
tienen que ver con la actitud ambiental de los sujetos en
determinados espacios. Para esto el educador ambiental es
fundamental, este educador el cual puede ser cualquier persona
como por ejemplo un profesor o algún monitor a cargo, debe
a través de su discurso fundamentado lograr que el oyente
se motive a actuar sobre su medio.

Los escolares de nivel básico, son unos de los
grupos donde hay que empezar ya con esta educación acerca
del ambiente, debido a que en este nivel los niños se
encuentran en una etapa de desarrollo adecuado para la
formación de hábitos y actitudes que contribuyen al
aprovechamiento y conservación de los recursos naturales y
la protección del ambiente. Para así formar a
adultos con un mayor grado de comprensión sobre la
problemática ambiental y la forma de prevenirla o
solucionarla. Además la educación ambiental de los
escolares, no solo es absorbida por los alumnos sino que estos a
su vez tienen un gran vínculo con sus familiares, en donde
lo que aprenden en la escuela lo pueden compartir con las
personas con quienes se interrelacionan, es decir, a partir de
las actividades en la escuela pueden involucrar a la
comunidad.

La descripción y análisis del ambiente
escolar se ha visto influida por una corriente de
investigación que ha ocupado el interés de los
psicólogos ambientales. El estudio de las denominadas
aulas abiertas. Esta corriente de investigación define el
ambiente escolar utilizando el término de isomorfismo
(semejanza en la forma). Este término hace referencia a la
unidad eco-comportamental que implica una congruencia entre la
forma del medio físico y la forma del comportamiento, por
ejemplo: una clase en la que alumnos y profesor se sientan en
círculo para leer en alto y debatir después sobre
un tema.

El isomorfismo es una unidad ambiental que posee un
tiempo y un lugar determinado; cuando este se modifica cambian
también las limitaciones y posibilidades del
comportamiento de los alumnos.

La definición de ambiente escolar, según
esta perspectiva psicológica, implica la
descripción de distintos ambientes escolares generados a
partir de la interacción entre programas educativos y
escenarios físicos donde se desarrollan; sin embargo los
alumnos sujetos al mismo medio físico y programa educativo
pueden mostrar conductas diferentes.

Los ambientes generados por los escenarios
físicos y los programas educativos de las diferentes
etapas educativas pueden ser denominados macroisomorfismos o
ambientes dentro del sistema educativo general.

La distinción de ambientes escolares en
función del nivel cognitivo, social y emocional de los
alumnos, así como de sus necesidades y posibilidades, y de
los programas educativos desarrollados ha permitido identificar
características propias de los ambientes.

Las investigaciones llevadas a cabo focalizan su
atención en el análisis de los efectos que producen
los diferentes diseños escolares sobre el desarrollo
cognitivo y social de los niños. El desarrollo de
capacidades cognitivas y sociales se ha medido a través de
la socialización, la autonomía y el comportamiento
exploratorio de los niños.

Actitudes y Educación ambiental

En las últimas décadas se ha observado un
aumento gradual de la sensibilidad social hacia la
conservación y mejora del entorno. Esta mejora de la
calidad ambiental está relacionada con la capacidad que
tiene la persona de modificar e intervenir en el entorno y de los
comportamientos específicos que mantiene con respecto a
los elementos que lo componen. Estos comportamientos se ven
influenciados por la cultura y dependen directamente del proceso
educativo en que se ven enfrentados los individuos a lo largo de
su vida. Por esto la educación ambiental puede
desempeñar un importante papel en la solución de la
crisis ambiental a través de la concienciación y a
la sensibilización social.

Para ello se deben transmitir a los individuos los
conceptos y vivencias necesarias que le permitan desarrollar y
adquirir unas actitudes más responsables sobre las
implicaciones de los distintos comportamientos del hombre frente
al entorno, tanto natural como construido.

Normalmente cuando nos referimos a las actitudes de un
sujeto describimos a una serie de dimensiones que determinan su
forma de pensar, opinar y actuar. Estos componentes son tres: el
componente cognitivo, afectivo y el conativo.

Partes: 1, 2

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