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Ortografía de la lengua española




Enviado por Cristian Jimenez



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    PRÓLOGO

    (de la
    edición 1999)

    Han sido muchos los hispanohablantes que en los
    últimos tiempos se han dirigido a la Real Academia
    Española solicitando aclaraciones de normas
    ortográficas, planteando dudas y sugiriendo, en fin, la
    conveniencia de presentar la Ortografía de
    un modo más sistemático, claro y accesible. A eso
    responde esta nueva edición que la Academia ha preparado
    en estrecha colaboración con las corporaciones hermanas de
    América y de Filipinas, corrigiendo, actualizando y
    acrecentando la versión anterior con precisiones y
    ejemplos.

    Los detallados informes de las distintas Academias han
    permitido lograr una Ortografía
    verdaderamente panhispánica.

    Apenas hay en ella novedad de doctrina, pero se recoge,
    ordena y clarifica toda la que tenía dispersa la Academia
    en los últimos tiempos y se refuerza la atención a
    las variantes de uso americanas.

    La normativa ortográfica de la lengua
    española es fruto de un proceso de adaptación y
    simplificación de los vanados y variables usos antiguos,
    que esta Institución emprendió casi al tiempo de su
    nacimiento y que quedó de hecho acabada con la
    publicación, en 1844, del Prontuario de
    ortografía de la lengua castellana, dispuesto por Real
    Orden para el uso de las escuelas públicas por la Real
    Academia Española con arreglo al sistema adoptado en la
    novena edición de su Diccionario.
    La Real Orden era
    la de 25 de abril de ese mismo año, firmada por la reina
    doña Isabel II, a petición del Consejo de
    Instrucción Pública, que oficializaba la
    ortografía académica al imponer su enseñanza
    en las escuelas. Hasta ese momento la Academia se
    había limitado a proponer normas y aconsejar
    empleos, bien es verdad que con notable éxito, pues el
    propio Andrés Bello declaraba que no sabía
    qué admirar más, «si el espíritu de
    liberalidad con que la Academia ha patrocinado e introducido ella
    misma las reformas útiles, o la docilidad del
    público en adoptarlas, tanto en la Península como
    fuera de ella»

    El refrendo oficial consolidó las normas
    académicas, pero al mismo tiempo vino a obstruir las
    vías de innovación y reforma por las que la
    Academia había ido avanzando paso a paso desde la primera
    edición de su Ortografhía,
    de 1741, que ya en su segunda edición, de once años
    más tarde, se escribió
    Ortografía, proclamando desde la
    misma portada su opción por el criterio fonético
    con preferencia sobre el etimológico. Quedó
    así, probablemente, truncada, como efecto no buscado de la
    sanción regia, la pausada marcha innovadora de la
    Academia, que no pudo dar ya los pasos proyectados para ajustar
    sus normas a los deseos de Bello y a los avances de la llamada
    «ortografía chilena» difundida por diversos
    lugares de América.

    Predominó la idea y la voluntad de mantener la
    unidad idiomática por encima de particularismos
    gráficos no admitidos por todos: poco a poco,
    las naciones americanas de nuestra lengua se mostraron conformes
    con la ortografía académica y la hicieron oficial
    en las diversas repúblicas. El proceso se cerró en
    Chile, donde más tiempo se había mantenido el
    cisma, con el decreto que firmó el presidente
    Ibáñez, el 20 de junio de 1927, donde se
    disponía que, a partir del 12 de octubre de aquel
    año, se adoptase la ortografía académica en
    todos los establecimientos de enseñanza pública y
    en la redacción de todos los documentos oficiales. El gran
    lingüista suramericano Ángel Rosenblat
    escribiría que la unidad ortográfica es «la
    mayor fuerza aglutinante, unificadora de una amplia comunidad
    cultural: por debajo de ella pueden convivir sin peligro todas
    las diferencias dialectales». Y añadiría:
    «El triunfo de la ortografía académica es el
    triunfo del espíritu de unidad
    hispánica».

    La Real Academia Española ha elevado a la
    categoría de objetivo prioritario en los estatutos
    vigentes el de «velar porque los cambios que
    experimente la lengua española en su constante
    adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren
    la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito
    hispánico».

    Quiere esto decir que nuestro viejo lema fundacional,
    «limpia, fija y da esplendor», ha de leerse ahora,
    más cabalmente, como «unifica, limpia y
    fija» y que esa tarea la compartimos, en mutua
    colaboración, con las veintiuna Academias de la Lengua
    Española restantes, las de todos los países donde
    se habla el español como lengua propia. Es lo que hemos
    hecho en esta ocasión. Si ya Bello entendía,
    pensando en la Real Academia Española y en las
    contradicciones de sus propios criterios ortográficos, que
    un cuerpo colectivo no puede proceder con la misma fijeza de
    principios que un individuo, imagínese hasta dónde
    puede llegar la dificultad de cohonestar actitudes u opiniones
    contrarias cuando el cuerpo colectivo está constituido por
    la asociación de tan notable número de cuerpos
    colectivos previos, y la lengua que es objeto del acuerdo no es
    ya una lengua de menos de cuarenta millones de personas, como era
    entonces, sino un idioma universal con más de
    cuatrocientos millones de hablantes.

    Conviene hacer patentes estas cosas, pues son muchos
    los, arbitristas de la Ortografía que
    acuden a esta Institución o salen a la palestra, con mejor
    intención que acierto, pidiendo u ofreciendo radicales
    soluciones a los problemas ortográficos o cebándose
    con fáciles diatribas en el sistema establecido. Entre
    esas personas bienintencionadas ni siquiera han faltado
    académicos que hayan presentado propuestas simplificadoras
    en los congresos de la Asociación de Academias. A todos
    estos entusiastas debería recordárseles que ya
    Nebrija, su más antiguo e ilustre predecesor, quien
    recuperó para nuestra lengua el principio de Quintiliano
    según el cual se debe escribir como se pronuncia, no
    olvidó en ningún caso que el propio calagurritano
    había hecho una salvedad: nisi quod consuetudo
    obtinuerit, y
    advirtió que «en aquello que es
    como ley consentida por todos es cosa dura hacer
    novedad».

    La evolución de la ortografía
    académica ha estado regulada por la utilización
    combinada y jerarquizada de tres criterios
    universales: la pronunciación, la etimología
    y el uso, que, como decía Horacio, es en cuestiones de
    lenguaje el árbitro definitivo. La Real Academia
    Española, como tal Corporación, se siente hoy
    orgullosa de que sus antecesores, durante el siglo transcurrido
    entre 1741, fecha de la primera edición de la
    Ortographía, y 1844, fecha del Real Decreto
    sancionador, tuviesen tan buen sentido, tan clara
    percepción de lo comúnmente aceptable, tal
    visión de futuro y tanto tino como para conseguir encauzar
    nuestra escritura en un sistema sin duda sencillo, evidentemente
    claro y tan adaptado a la lengua oral que ha venido a dotar a
    nuestra lengua castellana o española de una
    ortografía bastante simple y notoriamente envidiable, casi
    fonológica, que apenas si tiene parangón entre las
    grandes lenguas de cultura.

    En 1843, una autotitulada «Academia Literaria y
    Científica de Profesores de Instrucción
    Primaria» de Madrid se había propuesto una reforma
    radical, con supresión de h, v y q,
    entre otras estridencias, y había empezado a aplicarla en
    las escuelas. El asunto era demasiado serio y de ahí la
    inmediata oficialización de la ortografía
    académica, que nunca antes se había estimado
    necesaria. Sin esa irrupción de espontáneos
    reformadores con responsabilidad pedagógica, es muy
    posible que la Corporación española hubiera dado un
    par de pasos más, que tenía anunciados y que la
    hubieran emparejado con la corriente americana, es decir, con las
    directrices de Bello.

    En la octava edición de la
    Ortografía, la de 1815, al
    deslindar los usos de y e i, consonante la
    primera, vocal la segunda, se añade «con algunas
    excepciones por ahora», y al tratar de la posibilidad de
    poner limites, igualmente, entre j y g, la
    Academia estima la reforma de tanta trascendencia que prefiere
    «dejar que el uso de los doctos abra camino para
    autorizarla con acierto y mayor oportunidad». Como esos dos
    deslindes fueron objetivo primordial en el proyecto de Bello y
    los dos más persistentes en la largamente
    mantenida disidencia chilena, parece obvio suponer que la Real
    Academia Española, sin la obligada intervención
    gubernamental, o sea, sin la descabellada actuación de los
    maestros madrileños, hubiera terminado
    aceptándolos, puesto que era proclive a ello, y la
    ortografía del español sería hoy,
    quizá, muy semejante a la que se empeñó en
    utilizar uno de nuestros mayores poetas, Juan Ramón
    Jiménez, que se sentía solidario de esas
    simplificaciones hispanoamericanas de su época, a las que
    no faltaban adictos peninsulares.

    Pero no fue así, por esas razones que decimos, y
    tal vez la Academia fuera la primera en lamentarlo.

    Las cosas, pues, quedaron como quedaron y son como son,
    y ahora cualquier variación en los hábitos resulta
    mucho más ardua, afecta a muchas más personas y
    requiere el acuerdo previo de veintidós corporaciones
    asociadas. Baste recordar aquí que un asunto
    mínimo, ni siquiera ortográfico sino
    clasificatorio, la recuperación del orden
    alfabético latino universal, que la Academia había
    alterado para el uso hispánico en 1803, al otorgar
    carácter de letras unitarias e independientes a los
    grafos ch y ll, movida precisamente
    por su vocación fonológica en la
    interpretación de la lengua escrita, requirió dos
    congresos de Academias y larguísimas discusiones para su
    aprobación, pese a que nos lo solicitaban los organismos
    internacionales y en nuestras propias naciones eran ya muchas las
    entidades, públicas y privadas, que lo habían
    adoptado.

    ¿Quiere esto decir que el código
    ortográfico recogido en esta obra debe ser invariable,
    definitivo, resistente a toda discrepancia y sin posibilidad de
    modificación posterior? De ningún modo. Y prueba
    evidente de ello es que, a petición de varias Academias
    americanas, el texto de esta edición contiene algunas
    novedades, mínimas, de doctrina, destinadas a regularizar
    ciertos aspectos relativos a la acentuación
    gráfica: el uso de la tilde en las formas verbales
    incrementadas con pronombres átonos —que ahora
    siguen en todos los casos las reglas generales de
    acentuación— y la colocación del acento
    gráfico en hiatos y diptongos — incluidos au,
    eu, ou
    en posición final—, que a partir de
    ahora podrá regirse, si así lo desean quienes
    escriben, por convenciones generales, no sujetas a las
    diferencias de pronunciación lógicas en un idioma
    cuyo empleo como lengua materna llega a cuatro
    continentes.

    Lo que la Real Academia Española cree, con todas
    las Academias asociadas, es que un código tan ampliamente
    consensuado merece respeto y acatamiento, porque, en
    última instancia, los hispanohablantes hemos de
    congratularnos de que nuestra lengua haya alcanzado con él
    un nivel de adecuación ortográfica que no muchos
    idiomas poseen. Pueden existir dudas para un oyente en el momento
    de elegir el signo que corresponde a tal sonido en una voz
    determinada, pero no existe prácticamente nunca problema a
    la hora de reproducir oralmente el sonido que le corresponde a
    cada letra, en cada situación, según las reglas
    establecidas. Y eso, en un mundo intercomunicado por distintos
    sistemas de signos, es un bien impagable, aunque, por supuesto,
    pueda ser mejorado.

    La Real Academia Española no abdica del
    espíritu progresivamente reformista que alentó en
    ella desde sus comienzos y no renuncia a nada que pueda redundar
    en beneficio de nuestra común lengua española, de
    acuerdo siempre con el parecer compartido por las otras Academias
    hermanas y con el juicio valorativo que cualquier propuesta le
    merezca al conjunto de ellas en su asociación. Como
    decía con acierto otro notable gramático del siglo
    XIX, Vicente Salvá, refiriéndose precisamente a
    estas cuestiones ortográficas, «el trabajo en tales
    negocios no está en señalar lo mejor, sino lo que
    es hacedero».

    Presentamos, pues, esta nueva versión de la
    Ortografía académica, que se ha
    procurado modernizar en el estilo, actualizar en los ejemplos,
    aliviar de tecnicismos, ilustrar con referencias
    históricas y desmenuzar en la casuística, pensando
    siempre en el gran público al que va dirigida. Se
    diferencian convenientemente, por medios tipográficos, lo
    que son normas de lo que no es otra cosa que orientación
    práctica para el uso, e igualmente otros aspectos del
    contenido.

    Todo ello fundado, es importante advertirlo, en la
    última edición del Diccionario
    académico, de 1992, y en las ediciones y enmiendas a este
    repertorio que La Corporación ha aprobado con
    posterioridad.

    Confiamos en que esta publicación resulte
    útil a todos aquellos hispanohablantes, de nacimiento o de
    elección, que hayan de escribir nuestra lengua y a quienes
    se les planteen determinadas dudas, y aguardamos, como siempre,
    el juicio de los doctos. Cualquier reflexión o cualquier
    indicación que ayude a mejorarla será bien
    recibida.

    Es de justicia que las últimas palabras sean de
    gratitud a los lingüistas que han colaborado con nosotros y,
    sobre todo, a las Academias hermanas que, con su
    diligente, minucioso y esmerado trabajo de revisión, han
    enriquecido el texto y han sancionado esta obra como la
    Ortografía de la comunidad
    hispánica.

    Madrid, junio de 1999

    CAPÍTULO I

    ELEMENTOS Y
    PRINCIPIOS GENERALES DE LA ORTOGRAFÍA
    ESPAÑOLA

    La Ortografía es el conjunto de
    normas que regulan la escritura de una lengua.

    1.1. Fundamentos de la ortografía
    española

    Como en otros muchos idiomas; la escritura
    española representa la lengua hablada por medio de letras
    y de otros signos gráficos.

    En su intención original, el abecedario o serie
    ordenada de las letras de un idioma constituye la
    representación gráfica de sus fonemas usuales, es
    decir; de los sonidos que de modo consciente y diferenciador
    emplean los hablantes1. Una ortografía ideal
    debería tener una letra, y solo una, para cada fonema, y
    viceversa. Pero tal correspondencia, por motivos
    históricos y de diversa índole, no se produce en
    casi ninguna lengua, aunque el español es de las que
    más se aproximan a ese ideal teórico.

    Como las demás lenguas románicas, el
    español se sirvió básicamente desde sus
    orígenes del alfabeto latino, que fue adaptado y
    completado a lo largo de los siglos. El abecedario español
    quedó fijado, en 1803, en veintinueve letras (27 letras),
    cada una de las cuales puede adoptar la figura y tamaño de
    mayúscula o minúscula.

    He aquí sus formas y nombres:

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    En realidad; ch y ll son
    dígrafos, signos ortográficos compuestos de dos
    letras. Desde la cuarta edición del Diccionario
    académico (1803) vienen, sin embargo,
    considerándose convencionalmente letras —cuarta y
    decimocuarta, respectivamente, del abecedario
    español—, por el hecho de que cada uno de ellos
    representa un solo fonema.

    A petición de diversos organismos
    internacionales, la Asociación de Academias de la Lengua
    Española acordó en su X Congreso
    (Madrid, 1994) reordenar esos dígrafos en el lugar que el
    alfabeto latino universal les asigna. Así pues, en el
    Diccionario, las palabras que comienzan por
    ch se registrarán en la letra C entre las
    que empiezan por ce y ci; las que comienzan por
    ll, en la letra L entre las que empiezan por
    li y lo. En el resto de la ordenación
    alfabética, las palabras que contengan ch
    y ll en otras posiciones distintas a la inicial
    pasarán a ocupar el lugar que en la secuencia del alfabeto
    universal les corresponde.

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    1.2. Correspondencia del abecedario del
    español con su sistema fonológico

    La fijación de nuestra ortografía es el
    resultado de un largo proceso de constantes ajustes y reajustes
    entre la pronunciación y la
    etimología, gobernado por la costumbre
    lingüística. Entre ortografía y
    pronunciación existen, en consecuencia, desajustes
    motivados por la evolución fonética del idioma, por
    sus variedades dialectales (el español se extiende por
    más de veinte países) y por la misma
    tradición ortográfica.

    Así; en nuestro sistema gráfico se
    encuentran casos de fonemas representados por un dígrafo o
    grupo de dos letras, letras que pueden representar más de
    un fonema, fonemas que pueden ser representados por varias
    letras, una letra que representa un grupo de fonemas y otra que
    no representa ningún fonema.

    1.2.1. Fonemas representados con un
    dígrafo2

    a) El fonema africado palatal sordo de, por ejemplo,
    chaleco, se representa con el dígrafo
    ch.

    b) El fonema lateral palatal de llave, con el
    dígrafo ll. Actualmente, en la mayor parte
    de los territorios de habla española es frecuente la
    identificación de este fonema con el fricativo palatal
    sonoro representado en la escritura por y
    (identificación conocida con el nombre de
    yeísmo).

    c) El fonema vibrante múltiple de corro,
    con el dígrafo rr.

    d) El fonema oclusivo velar sordo de queso y el
    fonema velar sonoro de guitarra se escriben con los
    grupos qu y gu (delante de las vocales e, i),
    respectivamente.

    1.2.2. Letras que pueden representar fonemas
    diferentes

    a) La c ante a, o, u
    representa el fonema oclusivo velar sordo de casa,
    cómodo y cuñado. Ante e,
    i, como en cepa o cine, puede
    representar, de acuerdo con el origen geográfico de
    los hablantes, otros dos fonemas:

    ¦ El fricativo interdental sordo, dominante en
    las variedades españolas habladas en el norte, centro y
    este de la Península Ibérica;
    representado también mediante la letra
    z.

    ¦ El fricativo sordo, de articulación
    mayoritariamente predorsal, representado también en la
    escritura mediante la letra s. Este fenómeno de
    identificación, conocido con el nombre de seseo,
    es general, actualmente, en el suroeste de la Península
    Ibérica; en las Islas Canarias y en toda la América
    hispana.

    b) La z representa el fonema interdental
    fricativo sordo de zapato o azul. En zonas, de
    seseo representa también el fonema predorsal equivalente
    al de la letra s.

    c) La ll representa el fonema lateral palatal
    de lleno o rollo. En zonas yeístas;
    corresponde también al fonema fricativo palatal sonoro
    representado en otros lugares mediante la letra
    y.

    d) La g, tanto ante a, o,
    u y agrupada con otra consonante como en el grupo
    gu ante e, i, representa el fonema
    velar sonoro, como en gato, gorra, grande, glosa,
    Gutiérrez, guiso
    ; mientras que ante e,
    i representa el fonema fricativo velar sordo de
    gemelos y gitano.

    e) La r sencilla, tanto inicial de palabra como
    antecedida por una consonante que no pertenece a la misma
    sílaba, representa una vibrante
    múltiple (como en ratón y
    alrededor), mientras que en posición
    intervocálica y final de sílaba, así como en
    los grupos consonánticos br, cr, dr, fr, gr, kr, pr y
    tr
    , representa el fonema vibrante simple de caro y
    brisa.

    f) La y puede tener un valor
    consonántico al representar el fonema palatal sonoro, como
    en yema, y un valor vocálico equivalente al
    representado por la letra i en palabras como
    y, rey, hoy.

    g) La w representa el fonema labial sonoro en
    palabras de origen visigodo o alemán, como Wamba,
    Witiza y wagneriano, y el fonema
    vocálico equivalente al representado por la letra u en
    palabras de origen inglés, como whisky y
    washingtomano.

    1.2.3. Fonemas que pueden ser representados
    por varias letras diferentes

    a) El fonema labial sonoro puede ser representado por
    las letras b, v y w, como en
    barco, vela y wolframio.

    b) El fonema oclusivo velar sordo se puede transcribir
    con las letras c y k y con el grupo
    qu, como en casa, kilómetro y
    quien.

    c) El fonema fricativo velar sordo se puede representar
    con la letra j, o con la letra g ante
    e, i, como en jardín, jerez, jirafa,
    jota,
    judía, gente y
    girar
    .

    OBSERVACIÓN HISTÓRICA

    Las letras g (ante e, i),
    j y x representaban en la ortografía
    medieval dos fonemas palatales distintos, sonoro el primero, como
    en muger y paja, y sordo el segundo, como en
    dixo.

    Ambos sonidos se identificaron primero en el sonido
    sordo y, a partir del siglo XVI evolucionaron hacia el fonema
    moderno correspondiente a j, fricativo velar y sordo;
    así pronunciamos y escribimos hoy mujer,
    paja y dijo.3

    d) El fonema fricativo interdental sordo puede ser
    representado con z ante a, o,
    u, con la misma letra en posición final de
    sílaba y con c ante e, i, como
    en zapato, zorro, zurdo, paz, diezmo, cena y
    cigarro. En excepciones que después se
    verán, también puede ser representado con
    z ante e, i.

    OBSERVACIÓN HISTÓRICA

    La situación actual, en la que ambas
    representaciones gráficas comparten un mismo valor
    fonológico, contracta con el diferente valor que
    tenían estas letras siglos atrás: c o
    ç representaban un fonema sordo (crece,
    plaça), y z el correspondiente sonoro
    (vezino, haze).

    e) En los países y regiones donde se practica el
    seseo, c (ante e, i), z y
    s se neutralizan en el fonema fricativo sordo de
    pronunciación mayoritariamente predorsal, si bien la
    ortografía mantiene el empleo de las letras según
    el uso castellano.

    Lo mismo ocurre con la pronunciación
    yeísta que articula La ll como
    y.

    f) El fonema vocálico cerrado y anterior puede
    ser representado con las letras i e y, como en
    iglesia, cantáis, hay,
    rey.

    OBSERVACIÓN HISTÓRICA

    En los textos antiguos se escribían las letras
    i, u, v sin distinguir si eran vocales
    o consonantes. Por ejemplo: iazía (hoy
    yacía), io (yo),
    iunque (yunque), cuéuano
    (cuévano), uestir (vestir),
    vno (uno), vsar
    (usar).

    g) El fonema vocálico cerrado y posterior puede
    ser representado con la letra u, como en
    guardar, útil, y en algunas palabras de
    origen inglés o derivadas de esta lengua, con la letra
    w, como en washingtoniano y
    whisky.

    OBSERVACIÓN HISTÓRICA

    Otros fonemas existentes en el sistema fonológico
    del español antiguo han desparecido en el sistema actual.
    Así sucedió en el caso de la oposición entre
    el fonema fricativo alveolar sordo y el correspondiente sonoro,
    representados en posición intervocálica con las
    grafías –ss– (passar) y –s
    (casa) respectivamente. Durante la Edad Moderna se
    perdió esta diferencia fonética en favor de la
    pronunciación sorda, y la ortografía reflejó
    el cambio empleando la s única en lodos los
    casos.

    1.2.4. La x

    El español cuenta con una letra, la
    x, que representa un grupo de dos fonemas, los
    correspondientes a las secuencias de letras ks
    o gs, especialmente en posición
    intervocálica. Así, por ejemplo, en examen
    o boxeo. (Véase también 2.11).

    1.2.5. La
    h

    Esta letra, que en otro tiempo
    representó una aspiración, carece hoy de valor
    fonológico y no representa sonido
    alguno.4

    1.3. Otros signos empleados en la
    escritura del español

    Junto con las letras, se usan en la
    escritura otros signos que sirven para indicar la
    pronunciación de las palabras y la
    entonación de los enunciados, así como
    para facilitar la comprensión de los textos escritos
    (véanse capítulos IV y V). La Ortografía
    establece cómo se han de emplear las letras y los signos
    auxiliares de la escritura.

    CAPÍTULO II

    USO DE VARIAS
    LETRAS EN PARTICULAR

    La falta de correspondencia que se produce en algunos
    casos entre el sistema gráfico y el sistema
    fonológico del español afecta especialmente a la
    ortografía de las consonantes. Caso distinto es el de las
    vocales, que responden, en la mayoría de los casos, a la
    representación de los sonidos respectivos.

    Conviene, pues, estudiar con mayor detenimiento la
    correspondencia entre algunos fonemas consonánticos y sus
    respectivas grafías, para proponer después notas
    orientadoras que faciliten la práctica
    ortográfica.

    Para evitar la repetición de una norma que afecta
    a todos los apartados de este capítulo, debe tenerse en
    cuenta que los compuestos y derivados creados en nuestra lengua a
    partir de una determinada voz adoptan, en el lugar que les
    corresponde, las letras de la palabra primitiva. Así,
    verbal se escribe con v y b por
    derivar de verbo, virtuoso conserva la
    v de virtud. etc. Lo mismo sucede con las
    variantes de género y número y con la
    flexión verbal. Esta norma no afecta, claro está, a
    los cambios de letra impuestos mecánicamente por la
    variación en la secuencia escrita. Así,
    palidecer y cruces se escriben con c
    por estar esta letra ante e, pese a que palidez
    y cruz se escriben con z.

    2.1. Letras b, v, w

    En la mayor parte de España y en la totalidad de
    Hispanoamérica, las letras b, v, y a
    veces la w, representan hoy el mismo fonema
    labial sonoro, lo que origina numerosas dudas sobre su escritura.
    Éstas son aún mayores en el caso de las palabras
    homófonas, porque en ellas el empleo de una u otra letra
    diferencia significados (por ejemplo: baca /
    vaca).

    Caso aparte es el de los nombres propios, en los que el
    uso arbitrario de b o v parece un resto del
    trueque de estas letras en siglos pasados. Así,
    Balbuena/Valbuena o
    Tobar/Tovar.

    OBSERVACIÓN
    HISTÓRICA

    La ortografía española
    mantuvo por tradición las letras b y v,
    que en latín respondían a una oposición con
    valor fonológico. Por esta razón, nuestra lengua
    respetó la grafía de las palabras con b o
    v según la tuvieran en su lengua, de origen, como sucede
    en los casos de abundancia, bimestre, bondad, beber, deber,
    haber, verdad, verbena o ventura
    , que provienen de las
    latinas abundantia(m),
    bimstre(m), bonitate(m),
    bibere, debere, habere, veritate(m),
    verbena(m) o ventura(m). No
    obstante, como en castellano antiguo b y v,
    distribuidas de modo distinto al actual, posiblemente si
    respondían también a una distinción
    fonológica propia, perviven casos de b
    antietimológica (es decir, donde el uso se ha impuesto a
    la etimología), como abogado, abuelo, barbecho, barrer
    o embaír
    , procedentes de palabras latinas con
    v: advocato(m),
    aviolu(m), vervactu(m),
    verrere o invadere. De la misma manera, hay
    palabras con grafía v procedentes de palabras con
    b latina, como maravilla, de
    mirabilia; a estas excepciones podrían
    añadirse muchas más. Un segundo grupo de palabras
    que por su origen se escriben con b es el de aquellas
    que en latín tenían p
    intervocálica, después sonorizada en b. Es
    el caso de caber, saber, obispo,
    recibir y riba, que proceden de
    capere, supere, episcopu(m),
    recipere y ripa(m). Los compuestos con
    el último de estos vocablos, así como los derivados
    de él, han de escribirse, pues, con b:
    Ribarroja, Ribadesella, ribazo, ribera, rivero. (No
    obstante, véase 2.12).

    2.1. Letra b

    La letra b siempre representa el
    fonema labial sonoro de barco, beso,
    blusa o abuelo.

    Notas orientadoras sobre el uso de la
    letra b

    Se escriben con b:

    a) Los verbos terminados en -bir.
    Ejemplos: escribir, recibir, sucumbir. Excepciones en
    voces de uso actual: hervir, servir, vivir y sus
    compuestos.

    b) Los verbos terminados en -buir.
    Ejemplos: contribuir, atribuir, retribuir. c) Los verbos
    deber, beber, caber, saber y haber.

    d) Las terminaciones –aba, -abas,
    -ábamos, -abais, -aban
    del pretérito
    imperfecto de indicativo (copretérito, en la
    terminología de Andrés Bello) de los verbos de la
    primera, conjugación. Ejemplos: cantaba, bajabas,
    amaban.

    e) El pretérito imperfecto de
    indicativo de ir: iba, ibas, etc.

    f) Las palabras que empiezan por el
    elemento compositivo biblio- ('libro') o por las silabas
    bu-, bur- y bus-. Ejemplos: biblioteca,
    bula, burla, buscar
    . Excepción: vudú
    y sus derivados, además de otras voces caídas en
    desuso.

    g) Las que empiezan por el elemento
    compositivo bi-, bis-, biz- ('dos' o 'dos veces').
    Ejemplos: bipolar, bisnieto, bizcocho.

    h) Las que contienen el elemento
    compositivo bio-, –bio ('vida'). Ejemplos:
    biografía, biosfera, anaerobio,
    microbio
    .

    i) Las palabras compuestas cuyo primer
    elemento es bien o su forma latina bene.
    Ejemplos: bienaventurado, bienvenido,
    beneplácito.

    j) Toda palabra en que el fonema labial
    sonoro precede a otra consonante o está en final de
    palabra.

    Ejemplos: abdicación,
    abnegación, absolver, obtener, obvio, subvenir, amable,
    brazo, rob, nabab
    . Excepciones: ovni
    (acrónimo de objeto volante no identificado) y
    algunos términos desusados.

    En las palabras obscuro, subscribir,
    substancia, substitución, substraer
    y sus compuestos
    y derivados, el grupo -bs- se simplifica en s.
    Ejemplos: sustancia, sustantivo, oscuro.

    k) Las palabras acabadas en
    -bilidad. Ejemplos: amabilidad, habilidad,
    posibilidad
    . Excepciones: movilidad, civilidad y
    sus compuestos.

    l) Las acabadas en -bundo y
    -bunda
    . Ejemplos: tremebundo, vagabundo,
    abunda
    .

    2.1.2. Letra
    v

    La letra v siempre representa el
    fonema labial sonoro de vaso, vida, invadir o
    cavar
    .

    Notas orientadoras sobre el uso de la
    letra v

    Se escriben con v:

    a) Las palabras en las que las
    sílabas ad-, sub- y ob- preceden al
    fonema labial sonoro. Ejemplos: adviento, subvención,
    obvio.
    b) Las palabras que empiezan por eva-, eve-,
    evi-
    y evo-. Ejemplos: evasión,
    eventual, evitar, evolución
    . Excepciones:
    ébano y sus derivados, ebionita. ebonita y
    eborario
    .

    c) Las que empiezan por el elemento
    compositivo vice-, viz- o vi- ('en lugar de'). Ejemplos:
    vicealmirante, vizconde, virrey.

    d) Los adjetivos llanos terminados en
    -avo, -ava, -evo, -eva, -eve, -ivo, -iva. Ejemplos:
    esclavo, octava, longevo, nueva, nieve, decisiva,
    activo
    . Excepciones: suabo y
    mancebo.5

    e) Las voces llanas de uso general
    terminadas en –viro,. -vira, como decenviro, Elvira,
    triunviro
    , y las esdrújulas terminadas en
    ívoro, -ívora, como
    carnívora, herbívoro, insectívoro.
    Excepción: víbora. f) Los verbos acabados
    en -olver. Ejemplos: absolver, disolver,
    volver
    .

    g) Los presentes de indicativo, imperativo
    y subjuntivo del verbo ir. Ejemplos: voy, ve,
    vaya
    .

    h) El pretérito perfecto simple de indicativo (o
    pretérito, según Bello) y el pretérito
    imperfecto (pretérito) y futuro de subjuntivo de los
    verbos estar, andar, tener y sus compuestos. Ejemplos:
    estuvo, estuviéramos, estuviere, anduve, desanduvo,
    desanduviere, tuviste, retuvo, sostuviera, contuviese,
    mantuviere.

    2.1.3. Letra
    w

    La letra w puede representar dos
    fonemas diferentes: el labial sonoro en palabras como
    wagneriano y el fonema correspondiente a
    u en palabras como washingtoniano. La letra
    w solo se utiliza en palabras de origen germánico
    como las siguientes:

    a) Determinados nombres propios de origen
    visigodo. Ejemplos: Wamba, Witiza.

    b) Algunos derivados de nombres propios
    alemanes. Ejemplos: wagneriano, weimarés. c)
    Algunas palabras de origen inglés. Ejemplos: watt,
    washingtoniano, whisky
    .

    En los dos primeros casos6, la w
    representa el fonema labial sonoro. En las palabras de
    procedencia inglesa7, en cambio, la pronunciación
    corresponde a la de u.

    En palabras totalmente incorporadas al
    idioma, la grafía w ha sido reemplazada por
    v simple: vagón, vals, vatio; o por
    b: bismuto. En palabras de uso
    menos frecuente alternan las dos grafías, como sucede en
    wolframio / volframio; o existen dos variantes,
    una más próxima a la palabra de origen y otra
    adaptada, como wellingtonia /
    velintonia.

    2.2. Letras c, k, q, z;
    dígrafo ch

    a) El fonema oclusivo velar sordo de casa, queso,
    kárate
    se realiza en la escritura con las siguientes
    letras: con c ante a, o, u,
    ante consonante y en posición final de sílaba y de
    palabra, como sucede en carta, colegio, cubierto, clima,
    actor, vivac
    , con k ante cualquier vocal, ante consonante y
    en posición final de palabra, como sucede en
    kárate, kilo, Kremlin,
    anorak; con el dígrafo qu ante
    las vocales e, i, como sucede en queso,
    quitar.

    b) El fonema fricativo interdental sordo de
    zapato, cebra, cielo, que se
    identifica con el alveolar o dental en zonas de seseo, se
    realiza en la escritura con las letras siguientes: con
    z ante a, o, u, en
    posición final de sílaba y de palabra, como sucede
    en zarpa, zoquete, zueco, diezmo, pez; con
    c ante las vocales e, i, como sucede
    en cero, cima.

    Sin embargo, hay abundantes excepciones a la norma
    general que establece el uso de c ante las vocales
    e, i: azerbaiyano,
    azerí, chalazión,
    elzevir, elzeviriano, elzevirio,
    enzima ('fermento'), enzimático,
    enzimología, nazi, nazismo,
    razia, zéjel, zen,
    zendal ('grupo indígena mexicano'),
    zendo, zepelín, zigurat,
    zigzag, zigzaguear, zinguizarra,
    zipizape, ziranda, zis zas.

    Además, algunas palabras pueden escribirse
    indistintamente con c o z, pero se prefiere la
    variante escrita con c. Este es el caso, por
    ejemplo, de: bencina / benzina, cebra
    / zebra, cernit / zenit,
    eccema / eczema, etc.

    OBSERVACIÓN HISTÓRICA

    La c con una coma o virgulilla en su curva
    inferior (ç) es la letra llamada cedilla (o ce
    con cedilla). Se usó antiguamente para el sonido sordo
    (plaça) semejante y opuesto al de la antigua
    z sonora (vezino). Hoy se emplea para
    transcribir textos con ortografía antigua8.

    2.2.1. Letra c

    La letra c puede representar dos fonemas: uno
    oclusivo velar sordo ante las vocales a, o, u, ante
    consonante y en posición final de
    sílaba o de palabra, como sucede en carta, clima,
    acné, vivac
    , y otro fricativo interdental sordo ante
    las vocales e, i, como en cebo,
    cifra
    . En zonas de seseo, ante e, i
    representa el sonido correspondiente a s.

    Notas orientadoras sobre el uso de la
    letra c

    a) El grupo –cc-. En posición
    final de sílaba ante el sonido fricativo interdental
    sordo, la pronunciación de la letra c tiende a
    perderse en algunas hablas dialectales o descuidadas,
    confluyendo entonces las terminaciones -ción y
    -cción, lo que origina errores
    ortográficos. Por regla general, se escribirá
    -cc- cuando en alguna palabra de la familia
    léxica aparezca el grupo –ct-. Ejemplos:
    adicción (por relación con
    adicto), reducción (con
    reducto), dirección (con
    director). Hay, sin embargo, palabras que se escriben
    con –cc– a pesar de no tener ninguna palabra de su
    familia léxica con el grupo -ct-. Ejemplos:
    succión, cocción, confección,
    fricción
    , etc. Otras muchas palabras de este grupo,
    que no tienen -ct- sino -t- en su familia léxica, se
    escriben con una sola c. Ejemplos: discreción
    (por relación con discreto),
    secreción (con secreto),
    relación (con relato), etc.

    b) Se escriben con c las palabras que
    tienen el sonido oclusivo velar sordo de cama y
    cosa a final de palabra. Ejemplos: frac, vivac,
    cinc
    . Excepciones: amok, anorak, bock, yak, cok, cuark o
    quark y volapuk
    .

    2.2.2. Letra k

    La letra k siempre representa el fonema
    oclusivo velar sordo de kilómetro.

    Se escriben con k palabras
    procedentes de otras lenguas en las que se ha intentado respetar
    la ortografía originaria. Ejemplos: káiser,
    kiwi, kermés, kurdo
    . Muchas de ellas pueden
    también escribirse con qu o c, como
    quermés o curdo.

    2.2.3. Letra q

    La letra q aparece agrupada siempre con la
    letra u, que entonces no suena ante e,
    i. El grupo que forman representa el fonema oclusivo
    velar sordo de queso y
    quizás.

    OBSERVACIÓN HISTÓRICA

    Antiguamente se usaba la q ante las vocales
    a, o, interponiendo la letra u, que se
    pronunciaba como tal: quando, quatro, etc. En
    las combinaciones que, qui, sobre la u
    se escribía diéresis para indicar que debía
    pronunciarse. Por ejemplo:
    qüestión.

    Se escriben con qu:

    a) Las palabras en que el fonema mencionado precede a
    las vocales e, i. Ejemplos: esquela,
    aquí, quiste
    . De ahí que las formas de un
    amplio grupo de verbos cuyos infinitivos terminan en
    -car cambien la c por qu en el
    pretérito perfecto simple y en el presente de subjuntivo.
    Ejemplos: remolqué (de remolcar),
    ataquemos (de atacar).

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