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¿Quién era el discípulo amado?




Enviado por Agustin Fabra



  1. Presentación
  2. Citas
    evangélicas
  3. ¿Pescador y
    sacerdote?
  4. La
    comunidad joánica
  5. Los
    escritos joánicos
  6. ¿El discípulo amado pudo haber
    sido otro?
  7. Conclusión
  8. Bibliografía

"Quien no ama no conoce a Dios,
porque Dios es amor"

1ª. Juan 4:8

Presentación

El objetivo del presente estudio es el de definir
principalmente dos aspectos importantes: quien fue el
discípulo amado y quien fue el autor de los
escritos atribuidos a Juan el Zebedeo. Ambos temas han motivado
muchos y diferentes estudios, tanto históricos como
teológicos, y el resultado nunca ha podido ser esclarecido
y confirmado totalmente, sino que han surgido diversas
hipótesis al respecto por parte de historiadores,
exégetas y teólogos desde los primeros siglos del
cristianismo.

Las diferentes iglesias cristianas, principalmente la
católica, han seguido manteniendo vigente la
tradición aportada por San Ireneo de Lyon (siglo III),
quien indicó lo siguiente: "… y después
Juan, el discípulo del Señor que se recostó
sobre su pecho, editó el Evangelio cuando habitaba en
Éfeso"
(Adversus Haereses III, 1.1). Esta
afirmación expresa que Juan, el hijo de Zebedeo, no solo
fue el autor del Evangelio que lleva su nombre, sino que
considera que por el simple hecho de haberse recostado sobre el
pecho del Señor durante la Última Cena, se trata ya
del discípulo amado.

Igual convicción fue sostenida por San
Agustín de Hipona en su obra Comentarios al Evangelio
de San Juan
(LXI, 4) y por otros, como San Juan
Crisóstomo, San Gregorio, Clemente de Alejandría,
San Justino, Tertuliano e incluso el propio Canon Muratori.
Más tarde Beda el Venerable (672-735) identificó al
discípulo amado con Juan, el discípulo del
Señor.

Sin embargo no existe ninguna confirmación
evidente de tal aseveración hasta nuestros días,
por lo que en este estudio analizaremos algunos pasajes del
cuarto Evangelio en donde se menciona al discípulo
amado
, y observaremos que no existen pruebas fehacientes
acerca de que dicho personaje sea el Apóstol Juan.
Entonces, ¿quien fue realmente el discípulo
amado
?

Citas
evangélicas

A pesar de que algunos estudiosos del tema consideran
que la figura del discípulo amado tiene una
dimensión figurada (Raymond Brown, Alv. Kragerud),
consideramos que es importante no sólo saber el nombre de
dicha figura, sino también conocer la significación
que el discípulo amado tuvo, tal como dice el
escriturista Luis H. Rivas.

Para ello nos centraremos en los siguientes
versículos del cuarto Evangelio:

Juan 13:23-25

"Uno de sus discípulos, el que Jesús
amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Pedro le hace
una seña y le dice: pregúntale de quien está
hablando. El, recostándose sobre el pecho de Jesús,
le dice: Señor, ¿quien es
?".

En primer lugar, el texto por sí solo no nos
indica de forma fehaciente que el discípulo a quien
Jesús amaba
se tratara del apóstol Juan.
Independientemente de que las expresiones recostarse sobre el
pecho
y estar en el seno de se usaban muy a
propósito para indicar que se gozaba de la familiaridad de
alguien (Luis H. Rivas), es de destacar que según la
costumbre judía de aquella época, el dueño
de la casa, o en su ausencia, su hijo primogénito, se
sentaban a la derecha del invitado, apoyando en determinado
momento la cabeza en su pecho (Henri Cazelles, "Estudio
sociológico sobre el sacerdocio del Templo", pagina
480).

De acuerdo a las conclusiones del propio Cazelles, la
Última Cena se celebró en la casa de un conocido de
Jesús, y quien estaba sentado a su diestra era el
propietario de la casa, o bien su hijo primogénito. Todo
esto no desdice que el discípulo que apoyó su
cabeza sobre el pecho de Jesús fuese Juan el Zebedeo, pero
tampoco nos lo confirma.

Más adelante, en este mismo estudio, nos
centraremos de una forma más detenida en este punto al
analizar otra hipótesis al respecto.

Juan 19:25-27

"Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y
la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y
María Magdalena. Jesús, mirando a su madre y junto
a ella el discípulo a quien amaba, dice a su madre: Mujer,
ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo:
Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el
discípulo la acogió en su casa"

De nuevo aparece el discípulo amado sin
que por ello pudiera ser tampoco identificado plenamente. En esta
ocasión, según Juan, está al pie de la cruz
junto a María, la madre de Jesús, María
Magdalena, María la esposa de Clopás y de otra
persona nombrada como la hermana de María, la madre de
Jesús. De acuerdo a la nota al pie de pagina de la Biblia
de Jerusalén, la hermana de su madre podía ser o
bien Salomé, madre de los hijos de Zebedeo, o bien se
trataría de unir esa designación a la frase que
sigue, o sea, la mujer de Clopás.

En cambio Mateo en el capitulo 27, versículo 56
de su Evangelio nos dice que al pie de la cruz se encontraban
María Magdalena, María la madre de Santiago y de
José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

En los dos textos aparece la madre de los hijos de
Zebedeo, Salomé. Es muy posible que la hermana de
María que cita Juan sea la madre de Santiago y de
José que narra Mateo, y que el título de
hermana de María sea un referente a que ambas
eran Ahim según el texto hebreo, o sea, hermanas
en el Señor. Curiosamente Mateo no menciona que al pie de
la cruz se encontrara el discípulo
amado
.

Pero si analizamos este hecho bajo la cronología
histórica podemos adivinar cierto paralelismo entre Juan y
el discípulo amado acerca del encargo de
Jesús de que velara por su madre después de la
crucifixión: Juan se trasladó a Éfeso en el
62 d.C., el emperador Domiciano le destierra a Patmos en el 95
d.C., y otro emperador romano, Nerva, le permite regresar a
Éfeso en el 98 d.C. Posteriormente Juan fallece en
Éfeso a los cien años de edad, aproximadamente
entre los años 115 y 117 d.C.

San Ireneo de Lyon nos especifica más
concretamente esta fecha con la siguiente mención:
"Todos los presbíteros que se han encontrado en Asia
con Juan, el discípulo del Señor, dan testimonio de
que Juan ha transmitido esto, porque permaneció con ellos
hasta los tiempos de Trajano"
(Adversus Haereses II, 22.5).
Por todo lo anterior es históricamente creíble que
María haya ido con Juan a residir en Éfeso,
más aun al considerar que el emperador Trajano
reinó desde el año 98 hasta el 117 d.C.

Sin embargo no se ha demostrado plenamente que Juan
Zebedeo haya sido el autor real del libro del Apocalipsis y, por
lo tanto, nunca hubiese sido desterrado a la isla de Patmos. A
pesar de los escritos que mencionan que María, la madre de
Jesús, residió en Éfeso, tampoco hay pruebas
concretas sobre ello, por lo cual la duda acerca de la identidad
del discípulo amado seguirá
existiendo.

Juan 20:1-2

"El primer día de la semana va María
Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba
oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y
llega a Simón Pedro y al otro discípulo a quien
Jesús quería y les dice: Se han llevado del
sepulcro al Señor, y no sabemos donde le han
puesto"

De nuevo aquí se menciona al discípulo
amado
, pero también sin identificación alguna
sobre su nombre.

Juan 21:1-2 y Juan 21:7

"Después de esto, se manifestó
Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar
de Tiberíades. Se manifestó de esta manera: Estaban
juntos Simón Pedro, Tomás, el llamado Mellizo,
Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros
dos de sus discípulos" (Juan 21:1-2). El discípulo
a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: Es el
Señor" (Juan 21:7).

En estos dos textos podemos comprar que de nuevo se
menciona al discípulo amado, pero observamos que
Juan estaba con su hermano Santiago el Mayor y que,
además, había otros dos discípulos de los
cuales no se mencionan sus nombres. Por ello tampoco podemos
identificar fehacientemente a Juan como el discípulo
amado
.

Juan 21:20-22

"Pedro se vuelve y ve, siguiéndoles
detrás, al discípulo a quien Jesús amaba,
que además, durante la Cena se había recostado en
su pecho y le había dicho: Señor,
¿quién es el que te va a entregar? Viéndole
Pedro, dice a Jesús: Señor, ¿y este
qué? Jesús le respondió: Si quiero que se
quede hasta que yo venga, ¿qué te importa?
Tú, sígueme"

Tampoco aquí se menciona la identidad del
discípulo amado, pero hay un detalle muy
significativo. El discípulo amado llevó
una amistad abierta con Simón Pedro (Juan 13:23 y 20:2-9),
que en el libro de los Hechos de los Apóstoles se pone de
manifiesto (Hechos 3:1-9, 4:1-13 y 8:14-15). Si observamos los
textos bíblicos con detenimiento podremos comprobar que en
la mayoría de las ocasiones Pedro y Juan iban casi siempre
juntos. Esto dio pie a uno de los miembros más ilustres de
la Escuela Bíblica y Arqueológica francesa de
Jerusalén, Marie-Emile Boismard a manifestar que Juan
Zebedeo fue el discípulo amado, quien junto con
Pedro y Santiago estimaban a Jesús de un modo
particular.

Como podemos corroborar, Juan Zebedeo tenía un
papel muy especial en su relación de amistad con
Jesús. Sin embargo ello no nos confirma definitivamente
que Juan haya sido el discípulo amado del que
habla la Biblia.

¿Pescador y
sacerdote?

Los estudios del exégeta francés Henri
Cazelles han demostrado en un estudio sociológico sobre el
sacerdocio en el Templo antes de su destrucción en el
año 63 d.C., una teoría muy plausible acerca del
punto número uno mencionado en el capitulo Citas
Evangélicas
del presente estudio (página dos),
la cual nos presenta un aspecto curioso desde el punto de vista
histórico.

Si nos limitamos a la lectura de Juan 13:25 observaremos
que dice: "Él, recostándose sobre el pecho de
Jesús, le dice
…". Si recordamos que el hecho
de apoyar la cabeza sobre el pecho de alguien era, en aquella
época, una muestra de familiaridad y de respeto con la
persona invitada, y que ello debía efectuarse durante la
cena con la persona que había sido invitada por parte del
propietario de la casa o de su hijo en ausencia de dueño
de la casa, y si por otro lado suponemos que quien apoyó
la cabeza sobre el pecho de Jesús fue Juan, entonces
obtendremos que aquella casa era propiedad de Zebedeo y que, en
ausencia suya, fue su hijo Juan Zebedeo el encargado de tal
postura.

Pero todo ello no nos demuestra que por el hecho de
apoyar su cabeza en el pecho del Señor durante la Ultima
Cena Juan fuese el discípulo amado, sino que
cumplía con la cortesía que ordenaban las
costumbres judías de la época.

Si todo ello fuese cierto, ¿por qué
Zebedeo o quizás el propio Juan poseían una casa en
Jerusalén? ¿Se trataba de una casa de paso o de una
residencia permanente? Conociendo que la familia de Zebedeo era
de Galilea, debemos suponer que era una casa de paso ocupada
durante tiempos limitados y por razones concretas.

Si prestamos atención al texto del Evangelio de
Juan (18:15-16) nos daremos cuenta de que cuando Jesús fue
a la casa de Anás para ser juzgado, le acompañaban
Simón Pedro y otro discípulo, el cual era conocido
del sumo sacerdote Anás. Este discípulo
entró con Jesús, mientras que Pedro se quedó
afuera de la casa. Esto significa que el discípulo en
cuestión era conocido de Anás, quizás porque
él mismo o su padre efectuaban algún tipo de labor
en el Templo de Jerusalén.

Debido a que a Pedro y Juan les unía una gran
amistad y en la mayoría de ocasiones se acompañaban
mutuamente, podemos suponer que Juan era quien entró con
Jesús en la casa de Anas, teoría que se ve
reforzada si en realidad Juan Zebedeo era el discípulo
amado
. Todo ello nos conduce a una pregunta: ¿estaba
de algún modo trabajando alguno de los Zebedeos en el
Templo? ¿Pudieron haber tenido alguna relación
especial o de conocimiento con la familia del sumo sacerdote o
quizás con el mismo?

Como dijimos antes, el exégeta Henri Cazelles
demostró que una identificación de este tipo es sin
duda plausible. Los sacerdotes temporales ejercían su
servicio o avodah en el Templo por turnos semanales, dos
veces al año. Al finalizar dicho servicio el sacerdote
regresaba a su tierra ya que no era inusual que para ganarse la
vida debiera ejercer otra profesión. Además se
sobreentiende que el Zebedeo no era un simple pescador, sino que
daba trabajo a diversos jornaleros, lo cual posibilitaba que
pudiera ausentarse temporalmente.

Posiblemente Zebedeo pudo haber sido un sacerdote no
permanente, pero al mismo tiempo tener también su oficio
en Galilea ya que la pesca en el lago le ayudaba a ganarse la
vida. Por ello es que Zebedeo poseía una casa en
Jerusalén; por sus asistencias temporales en el Templo. Y
el propio Zebedeo cedió el cuarto superior de su propiedad
a Jesús y a los Doce para la celebración de la
Santa Cena.

La comunidad
joánica

Independientemente de si Juan Zebedeo fue el
discípulo amado o no, sí se conoce que a su
alrededor se formó una comunidad cristiana que se
distinguía de las demás por tener una
cristología más elevada. Dicha comunidad estaba
establecida en la ciudad de Éfeso, en el Asia Menor, en lo
que actualmente es Turquía.

En su obra Historia de la Iglesia, el
historiador del siglo IV, Eusebio de Cesárea, nos informa
acerca de una obra en cinco volúmenes que escribió
el obispo Papías de Hierápolis, quien
falleció en el año 120 d.C. En dicha obra
Papías menciona que él no había llegado a
conocer a los apóstoles de Cristo, pero que había
recibido la doctrina de aquellos que habían estado
próximos a los apóstoles.

El obispo Papías, en lo que actualmente se conoce
como los fragmentos de Papías, habla de otras
personas que también habían sido discípulos
de Jesús y concretamente cita los nombres de
Aristón y de un tal Presbítero Juan, conocido
también bajo el nombre de Juan el Anciano. Con ello
Papías distingue entre el apóstol Juan por un lado,
y el Presbítero Juan por el otro lado. Mientras que al
primero no llegó a conocerle personalmente, sí tuvo
algún tipo de encuentro personal con el segundo (Eusebio:
Historia de la Iglesia, III.39).

Como sabemos, en Éfeso existió una especie
de escuela joánica, la llamada Comunidad
Joánica
, que hace remontar su origen a Juan Zebedeo,
el discípulo de Jesús, y en la cual había
además un Presbítero Juan, que se convirtió
en la autoridad decisiva. Es evidente que él mismo no es
el apóstol, pero tuvo que haber estado estrechamente
relacionado con él, e incluso quizás llegó a
conocer personalmente a Jesús.

A la muerte del apóstol Juan se consideró
al Presbítero Juan el depositario de su legado. En
cualquier caso podemos atribuir al Presbítero Juan una
función esencial en la redacción definitiva del
texto evangélico, durante cuya época él se
consideró siempre el administrador de la tradición
recibida por parte de Juan Zebedeo.

Con todo ello podemos considerar la existencia de dos
Juanes con decisiva importancia dentro de dicha Comunidad
Joánica
: Juan Zebedeo, el apóstol y
evangelista, y Juan el Presbítero o el Anciano.

La autoría de los escritos joánicos por
parte de un autor o de varios la enfocaremos más adelante
en este mismo estudio.

Los escritos
joánicos

Los escritos considerados como joánicos son el
Evangelio de Juan, la Primera Carta de Juan, la Segunda Carta de
Juan, la Tercera Carta de Juan y el Apocalipsis de Juan. Todos
ellos comparten ciertas similitudes en el trasfondo
teológico, pero también existen diferencias que
siguen originando debates en la actualidad.

Tradicionalmente estos libros del Antiguo Testamento se
han atribuido todos a Juan el Apóstol, de quien se asume
que es el propio Juan el Evangelista e hijo de Zebedeo. Sin
embargo la cuestión sobre la autoría de los
escritos joánicos ha sido disputada. El decreto emitido al
respecto en el Concilio de Roma en el 382 atribuye el Evangelio,
la Primera Carta y el libro del Apocalipsis al apóstol
Juan, mientras que la Segunda y la Tercera carta es atribuida a
Juan el Presbítero.

A continuación analizaremos cada uno de los
mencionados escritos con el objetivo de descifrar al verdadero
autor de cada uno de ellos.

Primera Carta o Epístola

No existe duda alguna acerca de que el autor de esta
primera Carta fue Juan Zebedeo, el Apóstol y Evangelista.
La fraseología de esta primera Carta de Juan es muy
similar a la del cuarto Evangelio. Hay frases que
únicamente se repiten en ambas obras como, por ejemplo,
tener pecado y hacer la verdad. Ambos escritos
tienen un sabor semítico que tiende a lo griego, y
también los dos textos poseen los mismos conceptos
básicos: el mundo, el Único elegido, la
encarnación, el paso de la muerte a la vida, la verdad y
la mentira, etc. Muchos críticos se refieren a la
existencia de una escuela joánica, de la cual emanó
el texto de esta primera Carta de la mano del Apóstol
mismo.

Segunda y Tercera Carta o
Epístola

Aunque la tradición normalmente le asigna ambas
Epístolas a San Juan, el hecho mismo de que el autor se
identifique a sí mismo como el Presbítero (1ª.
Juan 1:1 y 2ª. Juan 1:1), deja dudas sobre esta
asignación tradicional, incluso en tiempos de la Iglesia
primitiva. Sin embargo dado que existen suficientes similitudes
literarias y teológicas con la Primera Epístola, se
asume que provienen del mismo círculo teológico: la
Comunidad Joánica. Por el título de
Presbítero que se asigna el autor de la segunda y
de la tercera Epístola o Carta, se presupone que estos dos
escritos fueron redactados por Juan el
Presbítero.

Basándose en los fragmentos del obispo
Papías mencionados anteriormente, también San
Jerónimo confirmó en su obra De Viris
Illustribus
que el verdadero autor de las Epístolas
segunda y tercera fue Juan el Presbítero.

Libro del Apocalipsis

El autor del Apocalipsis se identifica a sí mismo
como Juan, sin ningún título posterior al nombre.
Por ello este libro se le ha acreditado tradicionalmente al
apóstol San Juan. Se ha encontrado evidencia de esta
identificación desde Justino Mártir (103-165) en su
obra Dialogo con Trifón. Otros testigos de esta
tradición son Ireneo de Lyon (130-202), Clemente de
Alejandría (150-213) y Tertuliano (160-220).

Las primeras dudas acerca de la autoría del libro
del Apocalipsis empezaron en el siglo III. El obispo Dionisio de
Alejandría rechazaba la autoría apostólica,
pero aceptaba su canonicidad. Más radicalmente en el siglo
IV, la mayoría de la Iglesia Oriental rechazaba su
canonicidad. Este punto de vista era compartido por varios Padres
de la Iglesia, como Cirilo de Jerusalén, Gregorio de
Nacianzo, Juan Crisóstomo y Teodoreto de Ciro.
También fue rechazado en Siria.

La cuestión de la canonicidad fue reabierta en
occidente por los protestantes de la Reforma en el siglo XV. Por
otra parte el Concilio de Trento (1545-1563) de la Iglesia
Católica reafirmó su canonicidad. Hoy en día
muchas Iglesias cristianas aceptan este libro como parte del
Canon.

Hay muchas afinidades entre el libro del Apocalipsis y
el cuarto Evangelio de Juan, tales como el uso de
alegorías, simbolismos y metáforas similares como
el agua viva, el pastor, el cordero y
el maná. Sin embargo las diferencias entre ambos
libros son mucho más notables que sus afinidades. El libro
del Apocalipsis no entra en varios de los temas típicos
juaninos, tales como la luz, la oscuridad,
la verdad, el amor y el mundo en
sentido negativo. La escatología de ambas obras es
también muy diferente.

Una identificación precisa del autor es casi
imposible debido a la falta de evidencia fehaciente. Sin embargo
la obra es por lo general asignada a un círculo de
discípulos cercanos al apóstol Juan, muy
posiblemente dentro de la Comunidad Joánica de
Éfeso y, más concretamente, el texto pudo ser muy
influenciado por Juan el Presbítero.

La fecha de composición del libro del Apocalipsis
es ampliamente discutida. Tanto Ireneo de Lyon como Eusebio y
Jerónimo lo datan hacia el final del reinado de Domiciano,
el cual se extendió desde el 81 al 96 d.C. Esta es la
opinión más común entre varios
críticos modernos, que consideran la obra como escrita de
una sola vez. Sin embargo, el obispo Epifanio (310-403) cita la
composición en el reinado del emperador Claudio (41 al
54), mientras que Canon de Muratori (1740) sugiere la
composición en tiempos de Nerón (54 al
68).

Si volvemos a revisar el contenido del punto
número dos del capítulo Citas
Evangélicas
de este mismo estudio, deberemos dar la
razón a los historiadores que avalan la hipótesis
de que el libro del Apocalipsis fue escrito de una sola vez a
finales del reinado de Domiciano, lo cual nos acerca más a
la posibilidad de que realmente fue Juan el Evangelista el autor
de esta obra, puesto que si Juan residía en Éfeso
desde el año 62, Domiciano le desterró a Patmos en
el 95, y su regreso a Éfeso fue por orden del emperador
Nerva en el 98, coincide plenamente la fecha estimada de la
composición del Apocalipsis a finales del siglo I d.C. Es
posible también que Juan hubiese escrito una gran parte
del libro durante su destierro en Patmos, o posiblemente la
totalidad del mismo.

Sin embargo, algunos exégetas como Toilleux,
Gelin y Feuillet distinguen dos fechas: la publicación
bajo Domiciano (95 o 96) y la fecha de las Visiones bajo
Vespasiano (69-79). De acuerdo con esta teoría el
documento habría sido retocado por discípulos de
Juan posteriormente a su composición original, dentro de
la llamada Comunidad Joánica. Por todo ello es que el
fechado de la obra es aún muy debatido en la comunidad de
estudiosos.

El cuarto Evangelio

El Evangelio de Juan es un libro del Nuevo Testamento
que la tradición atribuye su autoría al
apóstol y evangelista Juan Zebedeo, aunque dada la fecha
de su supuesta redacción (90 d.C.), algunos expertos
cuestionan dicha autoría. Existe la posibilidad de que
fuera fruto de la Comunidad Joánica de Éfeso, como
también es plausible que miembros de dicha comunidad hayan
retocado o influido de alguna forma en la redacción del
texto evangélico. Sin embargo algunos papiros hallados en
Nag-Mahadi (Egipto), que datan de comienzos del siglo II d.C.,
demostraron que este Evangelio debió haberse escrito ya en
el siglo I d.C., y más concretamente, a finales del
mismo.

También se ha confirmado definitivamente que el
cuarto Evangelio se basa en un conocimiento extraordinariamente
preciso de lugares y tiempos, que solamente pueden proceder de
alguien perfectamente familiarizado con la Palestina de la
época de Jesús. Además se ha comprobado con
total claridad que este Evangelio piensa y argumenta totalmente a
partir del Antiguo Testamento, y más concretamente desde
la Torá, y que toda su forma de expresión
está profundamente enraizada en el judaísmo de la
época de Cristo.

De acuerdo al exégeta Hengel, la obra está
escrita en un griego koiné no literario, sino
sencillo e impregnado del lenguaje de la piedad judía, tal
como era hablado en Jerusalén también por las
clases medias y altas, pero donde al mismo tiempo también
se discutía, se oraba y se leía la Escritura en la
lengua sagrada (La cuestión joanica, Martin
Hengel).

Desde Ireneo de Lyon en el siglo III, la
tradición de la Iglesia reconoce unánimemente a
Juan Zebedeo como el discípulo predilecto y el autor del
cuarto Evangelio. Esto se ajusta a los indicios de
identificación del Evangelio que, en cualquier caso,
remiten a un apóstol y compañero de camino de
Jesús, desde el bautismo en el río Jordán
hasta la Última Cena, la cruz y la resurrección.
Pero Martin L. Smith escribe en su libro Respirando junto al
pecho de Jesús
que el autor del cuarto Evangelio es
muy difícil de identificar puesto que él mismo
decidió ocultar su verdadera identidad para que los
lectores de este Evangelio acepten fácilmente la
cercanía afectiva existente entre ese discípulo y
Jesús, así como para hacer más
creíble aún su testimonio.

No obstante John Chapman en su obra Nombres en el
cuarto Evangelio
(1928), señaló un aspecto
llamativo para la identificación del autor del cuarto
Evangelio canónico, y para la descripción del
discípulo amado contenida en el mismo. Es el
silencio absoluto que guarda este Evangelio sobre el
apóstol Juan, sobre su hermano Santiago el Mayor, y
aún sobre la misma expresión indirecta de hijos
de Zebedeo
que aparece en Juan 21:2. Este absoluto silencio
es tanto más sugerente cuanto que el apóstol Juan
aparece 17 veces en los Evangelios sinópticos, Santiago el
Mayor 15 veces, y la expresión hijos de Zebedeo
tres veces, sin mencionar directamente sus nombres. Entonces,
¿por qué no se menciona a Juan y a Santiago el
Mayor, reconocidos por San Pablo en Gálatas 2:9 como dos
columnas de la Iglesia primitiva? Quienes sostienen que el autor
del cuarto Evangelio, o al menos la fuente inicial del mismo es
Juan el Apóstol y Evangelista, encuentran una
explicación del silencio del nombre de Juan y de su
hermano en su sencillez y humildad.

A partir del trabajo de Chapman y en concordancia con
San Agustín, San Juan Crisóstomo y San Gregorio, el
teólogo y exégeta J. de Maldonado afirma en su
libro Comentarios al Evangelio de Juan (1954) que el
apóstol Juan silenció su propio nombre por humildad
a imitación de su Maestro, quien veló su
trascendencia divina con el humilde título de Hijo del
hombre
. Igual postura es seguida por Juan Leal, profesor de
la Compañía de Jesús.

Algunos exégetas consideran que el
discípulo al que Jesús amaba debió ser
distinto del autor del Evangelio según San Juan porque es
inaceptable que éste se honrara a sí mismo
asignándose este título, y porque no sería
un gesto de humildad que para ocultar su propio nombre se
cubriese con el honroso título de discípulo
amado
. Sin embargo, y como se indicó anteriormente en
este mismo estudio, es muy probable que las ediciones posteriores
del cuarto Evangelio hayan estado en manos de otros miembros
escogidos de la Comunidad Joánica, quienes asignaron el
título de discípulo amado a Juan
Evangelista.

¿El
discípulo amado pudo haber sido otro?

Al comprobarse que no se podía identificar
fehacientemente al personaje conocido como el
discípulo amado, varios autores trataron de
localizar otras probabilidades al respecto. Se barajaron diversas
identidades además de Juan, tales como la Samaritana o
María de Magdala, pero desde hace décadas algunos
historiadores y exégetas se han inclinado por una cuarta
opción: posiblemente, y según ellos, el
discípulo amado pudo haber sido Lázaro de Betania.
Dichos autores son F.V. Filson en su obra ¿Quien fue
el discípulo amado?
(1949), J.N. Sanders con la obra
¿Quien fue el discípulo al que Jesús
amó?
(1957) y C. Spiq en Ágape en el Nuevo
Testamento
(1977).

Todos ellos se basan en el texto del Evangelio de Juan
que narra la resurrección de Lázaro, especialmente
en determinados versículos del capítulo 11, como
los siguientes:

Juan 11:3 "Señor, aquel a quien
tú quieres, está enfermo"

Juan 11:5 "Jesús amaba a Marta, a su
hermana y a Lázaro"

Juan 11:35 "Jesús derramó
lágrimas"

Juan 11:36 "Los judíos entonces
decían: Mirad como le quería"

Si revisamos algunas de las palabras contenidas en estos
versículos en el idioma griego koiné
hablado en aquella época, observaremos que el
término quieres o amas (11:3)
corresponde a phileis, que significa
cariño. El término amaba o
quería (11:5) era égapa en
koiné. Y quería (11:36) es la
traducción de ephilei, que identifica un amor
muy personal
.

En la misma línea, el exégeta Sanders
identifica la resurrección de Lázaro con la
opinión de que el discípulo amado
jamás moriría, tal como manifestaban entonces
varios discípulos de Jesús: "Corrió,
pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no
moriría"
(Juan 21:23). Incluso algún estudioso
ha dicho que el nombre Juan se le aplicó a
Lázaro después de su resurrección, lo cual
ya se ha demostrado que es del todo imposible.

En realidad esta hipótesis no es nueva ya que ha
sido tratada décadas antes sin recibir aceptación,
aunque actualmente existan más adeptos afiliados a esta
creencia.

Conclusión

Después de leer atentamente todo lo detallado en
este estudio, podemos llegar a la siguiente conclusión: es
del todo imposible confirmar la identidad del
discípulo amado por Jesús, por muchas y
variadas hipótesis que se barajen. ¿Fue Juan, el
hijo de Zebedeo, como se mantiene tradicionalmente?
¿Quizás fue Lázaro por ser el único
por el cual Jesús lloró al enterarse de su
fallecimiento? En la intención de las hermanas de
Lázaro no había confusión posible:
Jesús no tenía mas que un amigo y este era
Lázaro. ¿No sería entonces éste el
discípulo amado?

Sin embargo la identificación del apóstol
Juan con el discípulo amado tiene la
garantía de la Tradición. Esto se refiere
primariamente al testimonio apostólico que está
detrás del Evangelio. Con ello no se excluye la
posibilidad de que la obra joánica haya podido ser escrita
por un discípulo de Juan, quien la haya puesto bajo la
autoridad del apóstol (Biblia de Jerusalén, 1998).
Pero tampoco excluye ni confirma la posibilidad de que Juan
Zebedeo haya sido en realidad el discípulo amado.
Pero también la Tradición ha tenido sus opositores,
por lo cual la realidad de la identificación del
discípulo amado nunca será plenamente
conocida, a menos que el Señor nos la desee revelar un
día. Mientras tanto, los estudios, hipótesis y
probabilidades continuarán indefinidamente hasta que nos
llegue tal revelación.

No obstante no olvidemos nunca que todos y cada uno de
nosotros podemos considerarnos como discípulos amados
del Señor
, siempre y cuando aceptemos y cumplamos las
enseñanzas que Él nos dejó.

"Este es el discípulo que da testimonio de
estas cosas y que les ha escrito, y nosotros sabemos que su
testimonio es verdadero"

(Juan 21:24)

Bibliografía

Alv. Klagerud El discípulo predilecto

Biblia de Jerusalén Citas
bíblicas

C. Spiq ¿Quién fue el discípulo al
que Jesús amó?

Eusebio de Cesárea Historia de la
Iglesia

Flavio Josefo Antigüedades judías

F.V. Filson ¿Quién fue el discípulo
amado?

Hans Holbein el Joven San Juan el
Apóstol

Henri Cazelles Estudio sociológico sobre el
sacerdocio del Templo

J de Maldonado Comentarios al Evangelio de San
Juan

John Wilbur Chapman Nombres en el cuarto
Evangelio

Luis Antonio Muratori Canon de Muratori

Luis Heriberto Rivas ¿Qué es un
Evangelio?

Marie-Emile Boismard Introducción al Evangelio y
a las Epístolas de Juan

Martin Hengel La cuestión joanica

Martin L. Smith Respirando junto al pecho de
Jesús

Papías de Hierápolis Explicación de
las sentencias del Señor

Papías de Hierápolis Fragmentos de
Papías

Raymond Edward Brown El Evangelio según San
Juan

San Agustín de Hipona Comentarios al Evangelio de
Juan

San Ireneo de Lyon Adversus Haereses II y III

San Jerónimo De Viris Illustribus

San Justino Mártir Dialogo con
Trifón

 

 

Autor:

Agustin Fabra

 

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