- La
familia como unidad funcional - ¿Qué son los
valores? - El
estilo de familia con autoridad
recíproca - En
resumen - Relaciones entre hermanos
- Dónde nace el
problema - Comencemos por el origen del
problema - Bibliografía
"Hemos de partir de la premisa de que
la formación de la autoestima de los niños de ambos
sexos depende en gran medida de la relación que establecen
con adultos importantes en su vida, fundamentalmente sus madres y
padres, así como abuelos y familiares extendidos.
Serán ellos los vigías de su confianza y los
estimuladores de su auto-respeto. Ambas premisas
favorecerán una valoración personal que
les llevará a querer y respetarse a sí mismos y,
por extensión, a quienes les rodean". FEFL en
Tío Remus: Educación y CulturaEsta es otra
lección en la que proporcionamos una serie de temas
correspondientes, entrelazados para agotar un tema.
Comenzaremos con la familia, luego
seguiremos explorando la relación entre hermanos y,
finalmente, considerando las amistades.
Este medio de proporcionar conocimiento
accesible ha gozado de mucha aprobación por muchos
lectores. Espero que quienes lo utilicen lo encuentren de
utilidad.
La familia como
unidad funcional
El estilo de familia con autoridad
recíproca es el más indicado para favorecer el
crecimiento de los hijos e hijas en todas las
dimensiones.
Familia paleolítica
Los padres y madres, y la sociedad en
general, están cada vez más preocupados por los
comportamientos y actitudes de parte importante de niños y
jóvenes. El consumo de drogas, la proliferación de
la violencia, la falta de respeto, el acoso en las aulas o los
malos resultados académicos son problemas evidentes, y
crecientes, que llevan a hablar de una crisis de valores. Aunque
sus causas y factores varían, los expertos coinciden en
que la familia juega un papel crucial en su solución. Por
lo tanto, a pesar de las dudas que se ciernen sobre ella, la
familia sigue siendo el nudo esencial de la constitución
de la personalidad y de la socialización de los hijos en
los legados comunes de la colectividad.
¿Qué son los
valores?
Los valores son elementos centrales en el
sistema de creencias de las personas y se relacionan con estados
ideales de vida. Responden a nuestras necesidades como
individuos, nos proporcionan criterios para evaluar a los otros,
a los acontecimientos que nos rodean y a nosotros mismos. Los
valores nos orientan en la vida, nos hacen comprender y estimar a
los demás. El primer contexto de su aprendizaje se halla
en la familia, que no sólo va a ser transmisora de esos
principios y reglas: en ella se comparte un proyecto vital en el
que se da un compromiso emocional; se ofrece un contexto de
desarrollo de las personas, sean hijos, padres o abuelos, y
posibilita un encuentro intergeneracional; y sin duda, es una red
de apoyo para los cambios y las crisis. Pero no sólo
supone esto para los niños y niñas. Ellos son
asimismo agentes activos en el proceso de su construcción,
en la medida en que la relación padres-hijos es una
relación transaccional, esto es, de ida y vuelta, aunque
sea de carácter asimétrico.
Esto significa que no sólo cambian o
se influye en los valores de los niños, sino
también en los de los adultos. Por ejemplo, después
de tener hijos una persona puede dar más valor a la
seguridad que al reconocimiento social.
Familia moderna
Las reglas familiares son en general
implícitas, se transmiten de generación en
generación y pueden funcionar como vehículos de
expresión de los valores, pero deben ser consideradas como
flexibles, puesto que han de cambiar a lo largo del ciclo vital y
estar al servicio del crecimiento de los miembros del grupo. Por
eso, el cultivo de los valores no sólo se hace modificando
las conductas de los hijos o la de los padres, sino con la
transformación de los tipos de relación en la
estructura familiar.
Sigamos este proceso
Todo este proceso pasa por llevar "Nunca más se te ocurra De esta forma,
Padres permisivos-negligentes. En |
El estilo de
familia con autoridad recíproca
Más allá de la forma que
adquiera, la familia sigue siendo la institución cuya
función fundamental es responder a las necesidades y las
relaciones esenciales para el futuro del niño y su
desarrollo psíquico. Según las investigaciones
existentes, el modelo de autoridad recíproca aparece en la
actualidad como el más indicado para favorecer el
crecimiento del hijo en todas las dimensiones. Los cambios
operados en el interior de la familia desde los años 90
han dejado de lado el modelo tradicional, con una fuerte y
rígida división de roles entre hombre y mujer, y
entre padres e hijos. Los padres y madres optan hoy por una
educación para la libertad en la que se da más
valor a la comunicación, el diálogo y la
tolerancia. La familia aparece como la primera instancia donde se
experimenta y organiza el futuro individual, donde se dan las
contradicciones entre pertenecer a un grupo y a la vez mantener
la autonomía, parecerse y diferenciarse. En el seno
familiar se construye la identidad y constituye el primer paso
importante hacia la cultura, la organización del sistema
de valores, la manera de pensar y de comportarse de acuerdo a la
pertenencia cultural.
Que Dios bendiga este hogar y esta
mesa…
De cualquier forma, más allá
de la estructura, la historia, la cultura y la composición
de la familia, sus funciones principales siguen siendo las
mismas: favorecer lo mejor posible las relaciones y las
condiciones necesarias para que los hijos maduren en el respeto
hacia sí mismos y hacia las otras personas. Y no hay duda
de que la relación padres/madres-hijos a través de
la educación en valores constituye la primera y
fundamental escena para lograr esta meta.
En
resumen
La familia como unidad funcional es, de
acuerdo a muchos antropólogos-sociales, la piedra
fundamental donde se cementan las bases de todo grupo o unidad
humanos.
La familia ha avanzado tanto en sus
vicisitudes y permutaciones, que se requieren años de
experiencia y de estudios para que los "expertos" la entiendan
— ¿Cómo van, entonces, los educadores aficionados
o los padres atareados lograr adquirir los conocimientos
básicos para ser "buenos padres" y para los mismos hijos,
ser "buenos hijos"?
Ésta es una tarea tan enorme como
utópica, por sus alcances. Para comenzar, tenemos el
estudio y la asiduidad. Todos quienes desean conocimientos pueden
dirigir sus preguntas a nuestra UD y LNTD para
recibir artículos como éste, que aquí
ofrecemos gratis.
Ahora veremos qué sucede entre
hermanos
Relaciones entre
hermanos
En muchas familias, sus componentes,
reunidos para esa comida anual navideña ineludible,
habrán comprobado una vez más las dificultades que
entraña disimular, en aras de la concordia, los
desencuentros personales con determinados parientes.
Mal que nos pese, algunas personas cargan
en sus espaldas el abrumador peso de unas relaciones fraternales
marcadas por la distancia, los enfados, o los crudos
enfrentamientos con alguno de sus hermanos.
Casi nunca faltan motivos para llevarnos
mal con alguno de ellos: desde la aparente incompatibilidad en la
forma de ver la vida y comportarse ante ella de unos y otros,
hasta causas muy concretas: herencias y otras cuestiones
económicas, atención a los padres o hermanos
enfermos, incomprensión o falta de solidaridad ante
situaciones penosas que alguien padece — Sobran los argumentos
que explican la distancia o la ausencia de comunicación
entre hermanos.
Muerte de Abel por Antonio
Balestra
Hemos de partir de que lo natural entre
hermanos en llevarse bien, siquiera por los lazos
sanguíneos y por ese pasado vivido en común. Ello
no significa que debamos sentir un cariño idéntico
por todos ellos, pero resulta evidente que una fértil y
serena relación entre hermanos ayudan a que todos nos
sintamos mejor. Porque, querámoslo reconocer o no, la
familia pesa mucho. Y, en última instancia, recurrimos a
ella cuando los problemas más graves nos
amenazan.
Aunque no nos ayude…
Es habitual que no nos suponga mayor
problema expresar lo que sentimos o queremos, tratar las
discrepancias e incluso los conflictos, cuando el interlocutor es
un amigo o un compañero de trabajo; sin embargo, a veces
nos sentimos incapaces de tratar ciertas cuestiones con nuestros
hermanos. En seguida salta la chispa, surge la discusión,
entran en pleno las palabras mayores, y se hace imposible
mantener la más mínima comunicación. O
también puede ocurrir que nos encontremos con una
fría y protocolaria acogida a nuestro propósito de
entablar conversación sobre el tema que nos interesa, lo
que no nos anima precisamente a un nuevo intento.
Los hermanos, a veces nos juzgan. Y, cuando
lo hacen, no son generosos en sus veredictos.
Pero, la cosa es que a menudo nos
preguntamos el porqué de esa situación;
querríamos resolver el problema, pero no sabemos
cómo hacerlo.
Dónde nace
el problema
Las malas relaciones fraternales acaban, en
la mayoría de los casos, convirtiéndose en un
lastre para nuestras vidas, que acabamos arrastrando con una
emotividad muy negativa, diferente que la que nos supone, por
ejemplo, romper con un amigo.
Quizá sea porque, como dicta la
tradición, aplicado al marido o esposa: "mi hermano (o
hijo) es sangre de mi sangre y a ti te encontré en la
calle". Tampoco carece de lógica el planteamiento inverso:
"a mis padres y hermanos me los impuso la naturaleza, a mis
amigos y a mi pareja los elegí, para bien o para mal, yo".
Pero no se trata de opciones excluyentes. Necesitamos tejer a
nuestro alrededor relaciones humanas satisfactorias, tanto las
familiares como las ajenas a ese ámbito. Nuestro bienestar
emocional depende, en buena medida, de la capacidad que tengamos
para conseguir este objetivo.
Como en cualquier relación entre
seres humanos, en las fraternales hay de todo. Algunas
están definitivamente rotas, tras agrias discusiones
repetidas a lo largo de los años. En otras ocasiones,
quizá la mayor parte, son relaciones grises,
teñidas de mediocridad, rutina y distancia emocional, que
se mueven dentro de una cordialidad aparente, de un pacto
gélido entre adultos; prima la ausencia de
comunicación aunque se mantienen las apariencias. No nos
atrevemos a hablar sincera y abiertamente con ese hermano (y,
mucho menos, a abordar temas delicados) por miedo a que resurjan
los fantasmas de ese conflicto arrinconado. Sufrimos el temor a
que se termine de romper ese débil lazo que nos permite al
menos hablar de vez en cuando o mantener una conversación
intranscendente en las reuniones familiares y en los funerales.
Cuántos de nosotros, ante la inminencia de encontrarnos
con ese hermano con el que nos llevamos mal, hacemos repaso de
cada uno de los temas que no conviene tocar o del modo en que
debemos comportarnos para no dar pie a discusiones o conflictos
que pueden "marcar" toda una reunión y propiciar escenas
desagradables.
Afortunadamente, no todas las familias
sufren este problema. En algunas, incluso, los hermanos,
además de respetarse y quererse como tales, son amigos y
confidentes, participan en proyectos conjuntos, se protegen
mutuamente y se sienten orgullosos de la relación
fraternal establecida. Nuestra congratulación para
ellos.
Quienes sufren por la inexistencia de
comunicación con alguno de sus hermanos y están
dispuestos a afrontar las dificultades que supone comenzar a
superar el problema, deben saber que casi siempre es
difícil enmendar la situación, aunque ello nos
suponga un gran esfuerzo y, en algunos casos, riesgos emocionales
importantes.
Comencemos por el
origen del problema
A veces, la interiorización que cada
hermano hace de los papeles que desde la niñez se le
asignan en el seno del hogar (esas expresiones que nos califican
como "el o la responsable", "inteligente",
"tímido–a", "bromista", "cariñoso–a",
"estudioso–a", "simpático–a", "gordita", o
"vago" …) puede perjudicar la relación entre hermanos.
Desde estas clasificaciones, y con la diferencia de trato que
conllevan por los padres y/o por el resto de los hermanos, se
organiza la relación, con toda la asimetría y carga
peyorativa que puede entrañar para alguno. Más que
a un compañero, estas diferencias nos pueden hacer ver a
nuestro hermano como un rival. Ahí pueden nacer muchas
envidias y resquemores, que tendrán su repercusión
en la fase adulta.
Ya en la adolescencia, cuando comenzamos a
emanciparnos del hogar, el problema puede ser la falta de una
comunicación fluida y abierta con los hermanos. La
ausencia de confianza nos llevará a un distanciamiento que
se agudizará con el paso del tiempo. Este silencio y el
"por la paz, un ave María" que con tanta frecuencia se da
en el hogar paterno, no es más que una vulgar tapadera que
nos conduce a una actitud pasiva, que lejos de solucionar el
problema, lo enquista e incrementa, impidiendo la
relación. Podemos acabar convirtiéndonos en
desconocidos el uno para el otro. Dejar que pase el tiempo es una
actitud poco conveniente. Pretender siempre que "las aguas
vuelvan a la calma" sin abordar algo que sí ha pasado, no
resuelve nada. Y afecta negativamente a la confianza entre
nosotros, imprescindible en toda relación humana que se
pretenda auténtica. Y no nos referimos sólo a
confianza en la otra persona, sino también a la propia
autoestima, a la confianza en mi capacidad de establecer
relaciones desde mí, con franqueza y
abiertamente.
En resumen
Partamos de que los hermanos, por el
Para clausurar, consideraremos, los La amistad: |
|
Lo normal es que nos guste tener Los amigos aportan preferentemente Pero no todos los amigos son igual de La mayoría de nosotros tiene A medida que pasan los años, Cada persona, de todos modos, es un Dar y La amistad es un vínculo de Gracias a los amigos nos vamos Trabas para tener
Para ser buen
En resumen La amistad es un remedio eficaz Fin de la lección. |
Bibliografía
Larocca, FEF: Tío Remus:
Educación y Cultura en
monografías.comLarocca, FEF: La Biología de
la Confianza Básica en
monografías.comLarocca, FEF: Abecedario "U" es por
Ur-defensas, Utopía y Destino en
monografías.comLarocca, FEF: Abecedario "J" es por
Job: Paciencia y Tolerancia en
monografías.comLarocca, FEF: Paciencia vs
Optimismo: Aprendiendo a Vivir Nuestras Vidas en
monografías.comLarocca, FEF: Las Dudas en
monografías.comLarocca, FEF: La Angustia
Señal y la Comunión con los Astros en
monografías.com
Autor:
Dr. Félix E. F.
Larocca