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El sobrepeso: Lo que nos cuesta cuando lo llevamos acuestas




Enviado por Felix Larocca



  1. Hablemos de engordar y del dinero que nos
    cuesta el hacerlo
  2. El
    precio de la gula
  3. La
    autoestima
  4. En
    resumen
  5. Bibliografía

"¿Cómo es posible que mi
paciente, Mario, a quien pesamos todas las mañanas, en un
gesto impulsivo, consume seis galletitas Oreo y gana cuatro
libras el día siguiente?" FEFL en Abecedario "G" es por
Gordura como Proceso Interminable.

Hablar de la obesidad es hablar de
riquezas. Es ponderar a dónde nos lleva a todos un
problema de magnitud tan enorme como imprevista para nuestro
género.

La obesidad es una industria. Ganar de peso
es lo único que logramos cuando comemos en las franquicias
que venden fast food.

En eso gastamos miles de millones de euros
y dólares al año.

Paradójicamente. Lo mismo, o
quizás más, desperdiciamos en la industria de las
dietas para liberarnos de las libras que nuestros apetitos
desmedidos e implacables nos añadieran.

Es tiempo para pensar de nuevo, cuando se
aproximan las festividades epicúreas en todos nuestros
prósperos países. Donde desde noviembre a enero, la
mayoría de los americanos serán más gordos
— y, asimismo será para los dominicanos.

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Paciencia, hermano…

¡Qué vergüenza! Pero no
hay que sentirse mal por ello. En enero "perderemos el peso
ganado". Lo haremos, como, si olvidáramos como antes
falláramos, en nuestros intentos anuales — muchos
años y libras por detrás — literal y
físi-camente para lo de las libras por
detrás…

Comer por comer. No lo económico,
desde el punto de vista de Thomas Robert Malthus o de Adam Smith.
(Véanse mis ponencias al respecto en los portales de
monografías.com Psikis y otros).

Hablemos de engordar
y del
dinero que nos cuesta el hacerlo

Cuando uno se permite el lujo de engullir
una hamburguesa con papitas fritas, seguidas por una de esas
bebidas que tradicionalmente las acompañan, uno se
pregunta lo qué esas extras y extrañas,
calorías ofensivas, harán a nuestra salud.
(Véanse mis ponencias al respecto en varios portales y en
monografías.com).

Causarán muchos estragos a la
salud.

Pero, ¿alguien se ha detenido a
pensar en lo qué hará, comer así, a su
bolsillo? El azúcar y la grasa añadirán las
libras inevitables, lo que ya sabemos. Y también
conllevarán a problemas del corazón, diabetes y una
reducción en la duración y en la calidad de la
vida.

Pero existe un factor invisible que es
consecuencia añadida al sobrepeso: Este último
siendo que la gordura cuesta dinero — cientos de miles de
dólares por todos compartidos, y de por vida.

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Por ejemplo, las personas gruesas no gastan
más dinero que las de tamaño normal gastan en lo
que comen. Pero el precio que pagan por seguros de sa-lud
varía entre el doble y el cuádruple de lo que los
demás pagan. En adición, ellos pueden esperar
gastos médicos más elevados, y asimismo pueden
an-ticipar menores ingresos y menor acumulación de ahorros
en sus vidas acortadas. En los Estados Unidos, también,
pueden predecir obstáculos ob-teniendo empleo y en
calificar para posiciones especiales o aún para
promo-ciones en el trabajo.

Algunos de los líderes economistas
de las diversas universidades norteame-ricanas, han comenzado a
trazar las relaciones negativas que existen entre varios factores
monetarios y sociológicos y la medida conocida como IMC o
índice de Quételet.

Lo hacen para tratar de determinar si las
riquezas, las pobrezas y la gordura; de algún modo, se
asocian.

Sus hallazgos a nadie
sorprenden.

En medicina, el IMC como medida, se utiliza
para determinar si una persona pesa simplemente unas libras de
más o si es peligrosamente obesa. El méto¬do de
obtener esta cifra es sencillo y se consigue sin problemas por
casi todo el Internet.

La medida misma es fácil de
entender. Por debajo de 25 es un estimado normal. De 25 a treinta
es sobrepeso, y por encima de los 30 es obesidad. Personas cuyas
medidas los colocan sobre los 40, se consideran
mórb-idamente obesas, lo que traduce en que están
confrontando la posibilidad cierta de problemas serios de
salud.

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El índice, inicialmente fue
desarrollado por Lambert Adolphe Jacques Quételet
(1796-1874), científico belga de carrera
distinguidísima, cuya biografía recomendamos
leer.

El índice se ha criticado por su
inhabilidad para distinguir entre una persona musculosa y una
gorda — lo que para la mayoría no debería
presentar difi-cultades; ya que el dilema se resuelve a simple
vista.

¿Verdad?

Sin embargo, y a pesar de lo que dicen sus
críticos, ésta es la medida más utilizada
por académicos por todas partes del mundo para establecer
el grado de la obesidad humana y, lamentablemente — es basados
en este estándar que 97 millones de americanos — un 33%
de la población — se considera obesa. Y que,
además de ello, 10 millones más se consideran
mórbidamente obesos.

América es una nación de
gordos, por gordos y para gordos…

¡Aplauso!

Mientras las cadenas de fast food se
enriquecen sin estorbos con las desdi-chas que venden, las
ciencias médicas han tratado de establecer el costo del
tratamiento de aquéllos quienes acarrean demasiado peso.
Los estimados se dificultan porque la obesidad es polimorfo
perversa. Como quienes accedan mis artículos en
monografías.com, psikis.cl, elportaldelasalud.com,
mailx-mail.com, letrasdeuruguay.com y cabinas.net pueden bien
apreciar.

Los obesos sufren de depresiones, de
trastornos cardíacos, diabetes, hiper-tensión,
problemas de las articulaciones, problemas hepáticos y
apnea del sueño entre una caterva de otras complicaciones
serias de salud.

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Y, cuando termines de "comer", no vayas al
baño Melania…

Las estadísticas disponibles son las
norteamericanas y aquí las analizamos.

Las complicaciones de la obesidad,
especialmente la diabetes, que aflige 21 millón de
americanos, cuesta $44,000 anuales repartidos, por persona. Un
ataque al corazón, $42,200, por accidente
cerebro-vascular, $37,000. Sin contar los costos
astronómicos de estado-final-de-trastorno renal, o de
am-putaciones asociadas con la diabetes.

A las compañías de seguros
norteamericanas les cuesta 80 mil millones de dólares
anuales pagar por los costos médicos asociados con la
obesidad y su tratamiento. Como esta suma se divide entre los
aseguradores, los asegura-dos y el gobierno — el pagador de
impuestos sufre doble penalidad — ya que los que les cuesta una
póliza de seguros siempre aumenta y los asociados
impuestos nunca bajan.

El precio de la
gula

Dos investigadores en la Universidad de
Wisconsin-Madison, analizaron lo que "supersizing", nueva
tendencia en los fast food, le cuesta a la sociedad americana —
y lo que costaría a nuestras sociedades latinas —
albergues, entusiastas que somos, de todos los fast food y de la
potencial gordura en estado embrionario.

Para superzize una orden hay que
añadirle 67 centavos al precio normal — lo que se
traduce en 73% más calorías grasas — lo que
significa un promedio de 36 gramos de tejido adiposo adicional en
el consumidor de cualquier edad que sea. Lo que a largo plazo no
es una ganga.

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No lo que nuestra estrategia de comer nos
aconseja…

Las compañías de fast food,
como a su vez hicieran las tabaqueras, tratan de seducir a las
personas muy jóvenes, para arruinarlas de por
vida.

Lo último ya es fait
accompli…

Aplauso…

Otro logro singular para el gobierno
norteamericano y las industrias que lo compran y
subvencionan.

Pero no sólo son los costos del
cuidado médico de enfermedades serias ya establecidas. Muy
fácilmente, dominicanos obesos desembolsan unos $15,000
dólares anuales para el compro de sus medicinas para
remediar trastornos, a menudo, asociados con el
sobrepeso.

Un precio muy elevado para costear
aflicciones que son auto-infligidas.

Estudios conducidos en varias universidades
en la Gran Bretaña y los Estados Unidos, soportan la
evidencia de que los costos a muchas empresas, en dólares
pagados por seguros de salud, son enormes y siguen
aumentando.

La causa mayor que incrementa el aumento de
estos valores es la obesidad — trastorno que aún —
optimistamente — creemos que es evitable o
reme-diable.

Pero hay más. Uno de los más
confiables estudios de índole social, relaciona el ser
obeso con la dificultad de ser aceptado en universidades
prestigiosas en América. Además de esto, los obesos
reciben menos paga en la industria — con todos los efectos
adversos siendo mayores cuando éstos se aplican al sexo
femenino.

Ser mujer nunca es bueno. Ser mujer gorda
es peor. Así lo determinan los hombres. (Véanse mis
muchos artículos en defensa de la mujer, esparcidos por
todo el Internet).

Puesto de otra manera. Que tenemos que
considerar la obesidad como lo que es: un flagelo médico,
demográfico, psicológico y social, cuya
erradicación total es el deber urgente y moral de nosotros
todos.

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La
autoestima

Estudios conducidos en la Escuela de Labor
y Relaciones Industriales en la Universidad Estatal de Michigan
concluyen de esta manera: "Existe evidencia irrefutable de que
tenemos un problema industrial trazado a la discriminación
por el peso". Lo que destruye la autoestima y reduce la capacidad
laborar de los empleados.

No sólo es que los empleados que no
son gordos resienten las contribuciones que son forzados a hacer
para solventar los costos crecientes de seguros colectivos
causados por los obesos. Sino que "el tamaño de los gordos
es im-portante", por lo menos, para ellos.

¡Sorpresa!

En una encuesta llevada a cabo en una
cervecería de gran tamaño en Missouri se
concluyó que la mayoría de los trabajadores piensan
de las personas obesas cosas negativas: Que son perezosos, que
carecen de fuerza de vo-luntad, que son repulsivos y que son poco
idóneos para tener nada que ver con los
clientes.

Aún en Michigan, el único
estado con leyes contra la discriminación del obeso,
muchos empleadores lo expresan sin resquemor: "Eres obeso, me
costará más tu empleo que lo que vales", dijo un
directivo de una factoría de to-boganes a un prospecto que
pesaba 30 libras de más.

A medida que la "epidemia" avanza es algo
que debemos, sino tener en cuenta, por lo menos prestarle mucha
atención.

Me refiero aquí a que la obesidad es
problema compartido, como demuestro en mi artículo: El
Sobrepeso: Carga Compartida en monografías.com.

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¿Esto es comida? No para nuestra
especie…

La discriminación incide ya,
más contra la obesidad, que contra los negros. Más
mujeres blancas preferirían tener los hijos de un negro
esbelto que los de un blanco obeso. El mismo fenómeno se
registra entre las mujeres negras, aunque estas últimas
parecen ser más tolerantes de todo en general.

La conclusión paleolítica es
la siguiente: Los seres humanos, conocedores que somos, de que la
raza y el color de piel que ostentamos son asuntos in-eludibles,
que no podemos condonar el hecho de que unos se están
sobre comiendo lo que a todos nos pertenece –– aunque,
como individuos, nosotros por nuestra parte, no comamos
tanto.

Hablemos de la locura, la gordura y el
dinero…

Porque aunque no se compruebe, todos
sabemos que — de acuerdo a Wallis Simpson — nunca es posible
ser ni muy rico, ni muy delgado — de no creerlo, pregunten a
quienes viajan de cirujano plástico a cirujano
plástico en búsqueda fútil de apaciguar sus
esperanzas desesperanzadas. (Véanse mis ponencias al
respecto en Psikis.cl y en otros varios portales).

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Poster. La Cirugía plástica
de tantas mujeres…

Expertos abundan que ya nos aseguran que
los prejuicios contra los gordos están sobrepasando los
que existen contra otras razas y religiones. "Será, porque
es fácil pensar que uno no está supuesto a vivir
luciendo como una ballena terrestre — lo que puede, y debe de
evitarse — en lugar de ser per-sona de color…" Nos
escribe un perito quien vive en lucha constante con el
sobrepeso.

Las penalidades del gordo aparecen en otras
formas. Hace ya mucho que los sociólogos notaran que en
países avanzados, las personas de posición elevada
tienden a ser delgadas y las de estado humilde son
gordas.

Que las personas gordas tienen dificultades
en casarse es hecho corroborado — quizás sea algo
natural e instintivo. Que el matrimonio puede ser crucial en el
desarrollo de las riquezas es asunto importante, especialmente en
nuestra nación donde el casamiento por el dinero es asunto
común. (Véanse mis artículos al
respecto).

Pero, es indiscutible, el matrimonio, aun
con el estigma de la obesidad no es asunto fácil, ya que
para consumarlo debidamente nuestros instintos juegan un factor
ingénito. Casarse con persona gorda es adquirir rasgos
negativos gratuitos, expresan algunos, cuyos particulares no
desean que sean revelados.

La evidencia antropológica para
soportar esta última aserción es
apabullante.

El resultado es sencillo: Existe un
prejuicio universal contra el obeso que se expresa a todos los
niveles ¡Punto!

Y, aunque el obeso, adquiere riquezas de
modo significativo en algunos países, es hecho que el
prejuicio en su contra empieza a ser sustanciado a medida que la
epidemia de este problema se extiende.

En un estudio de lo que se hereda, en los
Estados Unidos, se constató que quienes heredan dinero,
heredan más de padres que son delgados que de padres que
son gordos. No se demuestra con ello que el ser gordo conlleva a
la pobreza o que la pobreza conduce a la gordura. Pero, la
relación es clara y existe.

Es el dilema famoso de lo que viene
primero, ¿el huevo o la gallina?

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Quizás todo esté relacionado
con la regla del DNA, por mí desarrollada. La Naturaleza
comienza a percibir que, en un mundo de recursos en merma,
aquéllos, quienes en una minoría acaparan
más de lo justo, confrontarán extinción.
(Véanse mis artículos al respecto en varios
portales).

Pero no es tan simple, como quienes se
hacen cirugías plásticas para sentirse felices. El
perder unas cuantas libras no hace de nadie un ser más
concertado, ni un ser más culto, ni más
inteligente, ni más saludable, ni inmortal, ni más
feliz. (Véanse mis ponencias al respecto en
Psikis.cl).

Lo que lo hace es que la persona se torna
más responsable consigo misma y más honesta con los
demás.

¿Qué nos depara el
futuro?

Dónde la Naturaleza desde
aquí nos llevará permanece siempre un misterio.
Pero, la supervivencia del más apto, como nos amonestara
Herbert Spencer, nunca aplicará a quienes gordos lo
son.

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Fernando Botero

En
resumen

La guerra nunca librada será la
Guerra contra la Pobreza. La guerra nunca ga-nada, posiblemente,
será la Guerra contra la Gordura.

Sin embargo, en un mundo de recursos
menguantes, y de pobreza indecible, vivir para comer o para lucir
plásticamente bien es inmoral.

En este acertijo yace una locura que no es
la megaloblástica. (Véase mi po-nencia: La Locura
Megaloblástica en monografías.com).

Fin de la lección.

Bibliografía

• Larocca, FEF: La Enfermedad en
monografías.com

• Larocca, FEF: Abecedario "G" es por
Gordura como Proceso Interminable

• Larocca, FEF: Obesidad en
monografías.com

• Larocca, FEF (ed): (1984) The
Psychiatric Clinics of North America: Issue on Eating Disorders
WB Sanders

• Larocca, FEF: Abecedario: "Q" es
por: Quetelet, el IMC y sus "fallos" en
monografías.com

Para material abundante acerca de este
te-ma:
http://www.monografias.com/cgi-bin/search.cgi?query=obesidad%20larocca

Monografias.com

Mujer asomada a la ventana por Salvador
Dalí

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F.
Larocca

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