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Las Verdades Ocultas en El Código Da Vinci




Enviado por Lizbeth Quino Hurtado



Partes: 1, 2, 3, 4

  1. Presentación
  2. Introducción
  3. Los
    hechos reales ocultos en El Código Da
    Vinci
  4. Secretos y mentiras
  5. ¿Quién seleccionó los
    Evangelios?
  6. Elección divina
  7. ¿Reyes derrocados?
  8. María, llamada
    Magdalena
  9. ¿La era de las
    diosas?
  10. ¿Dioses robados? El cristianismo y las
    religiones mistéricas
  11. ¿Seguro que ha entendido correctamente a
    Leonardo?
  12. El
    Grial, el priorato y los caballeros
    templarios
  13. El
    Código Católico
  14. Epílogo
  15. Conclusión
  16. Bibliografía

Presentación

Este libro pretende ayudarlos a desenredar todo esto y a
explorar la verdad que oculta El Código Da Vinci.
Investigaremos las fuentes de Brown y veremos si merecen ser
consideradas como testimonios históricos. Estudiaremos la
exactitud de sus interpretaciones de los escritos del
cristianismo primitivo, sus enseñanzas y sus
controversias, unos hechos que han sido ampliamente documentados
y estudiados durante cientos de años por investigadores
inteligentes y sin prejuicios. Y a lo largo de este estudio
encontraremos un número sorprendente de errores flagrantes
y manifiestos tanto sobre temas importantes como de poca
importancia que deberían llamarnos la atención al
leer la novela, considerándola como de ciencia
ficción.

En El Código Da Vinci se nos recuerda
constantemente que las cosas no son realmente como
parecen.

Introducción

El Código Da Vinci incluye unos
elementos atractivos para muchos lectores: intriga, secretos, un
enigma, un indicio de romance, la sospecha de que el mundo no es
lo que parece y que los poderes establecidos no desean que
conozcas la verdad que está ahí fuera.

La novela comienza cuando Robert Langdon, personaje que
es profesor de "simbología religiosa" en Harvard (por
cierto, esa asignatura no existe), de visita en París, es
convocado a la escena de un crimen en el Louvre. Otro personaje,
un conservador del museo, llamado Jacques Sauniere, considerado
un experto en diosas y en "lo sagrado femenino", aparece muerto
-probablemente, asesinado- en una de las
galerías.

Parece que, antes de su muerte, Sauniere tuvo tiempo
para colocarse sobre el suelo en la postura del dibujo de
Leonardo da Vinci, Homo vitruvianus -la famosa imagen de
una figura humana con los brazos extendidos dentro de un
círculo- así como para dejar dibujados sobre su
cuerpo, con su propia sangre, algunas otras claves relacionadas
con números, anagramas y el símbolo de un
pentáculo.

En ese momento, aparece en escena sophie Neveu, una
criptóloga que es también la nieta de Sauniere. Ha
recibido una llamada de su abuelo pidiéndole que vaya a
verle para reconciliarse con ella y darle a conocer algo
importante relacionado con la familia. Sophie logra descifrar las
claves que ha dejado su abuelo, mantiene varias conversaciones
con Langdon a propósito del culto a las diosas, encuentra
una clave muy importante oculta detrás de otra pintura de
Leonardo, y… hasta aquí.

¿Quién mató a Sauniere?
¿Qué secreto guardaba? ¿Qué deseaba
que supiera Sophie? ¿Por qué el personaje del
"monje" albino del Opus Dei pretendía matar a todo el
mundo? El resto de la novela abarca quinientas cincuenta y siete
páginas en ciento cinco capítulos, pero,
sorprendentemente, su trama, que ocupa poco más de un
día, nos remite a varios lugares europeos junto a Langdon
y Sophie, en busca de una respuesta que, sencillamente, es la
siguiente:

(Perdón por descubrir la trama, pero no hay
más remedio que hacerlo).

Sauniere era el Gran Maestre de una oscura sociedad
secreta llamada el "Priorato de Sión", dedicada a la causa
de proteger la verdad sobre Jesús, María Magdalena
y, por extensión, a toda la raza humana.

Según se nos dice en el libro, originalmente y
durante milenios, la humanidad practicaba una espiritualidad
equilibrada entre lo masculino y lo femenino en la que se
veneraba a las diosas y al poder de las mujeres.

Este fue el mensaje de Jesús. Vivió y
predicó un mensaje de paz, amor y unidad humana, y para
plasmarlo, tomó como esposa a María Magdalena y le
confió el liderazgo de este movimiento. En el momento de
la crucifixión, ella estaba embarazada del hijo de
ambos.

Los hechos reales
ocultos en El Código Da Vinci

"IGNORAR LAS ESCRITURAS ES IGNORAR A
CRISTO".

En la primavera del 2003, Doubleday
publicó una novela titulada The Da Vinci Code, de
Dan Brown.

Desembarcó apoyada por una extraordinariamente
intensa campaña de marketing previa a su aparición,
y al cabo de poco más de un año, había
vendido casi seis millones de ejemplares; y muy pronto
podréis ver en cualquier sala cercana una película
sobre ella dirigida por Ron Howard (Apolo 13, Una mente
maravillosa).

Las estanterías de vuestra librería local
están repletas de novelas de intriga, pero parece suceder
algo especial con El Código Da Vinci… la gente
no habla de ella como de las novelas de James Patterson o John
Grisham. ¿Qué está pasando?

Bueno; para decir toda la verdad, lo primero que
está pasando es que cuenta con un marketing
espléndido. Es importante ser conscientes de que en estos
días, si un producto especial va rodeado de un "zumbido",
en la mayoría de los casos se debe a que la
compañía ha trabajado duro para crear ese zumbido,
como hizo Doubleday con este libro antes de su
publicación.

Pero, por supuesto, hay algo más. Una vez que la
gente empieza a leer no puede evitar preguntarse por algunas de
las desconcertantes afirmaciones que el autor, Dan Brown, expresa
en su novela:

¿Empleó realmente Leonardo da Vinci su
arte para comunicar sus conocimientos secretos sobre el Santo
Grial?

¿Es cierto que los Evangelios no relatan la
verdadera historia de Jesús?

¿Estuvieron casados Jesús y María
Magdalena?

¿Designó Jesús realmente a
María Magdalena cono líder de su movimiento, y no a
Pedro?

Lo que parece intrigar a los lectores es que los
personajes de la novela tienen respuesta a sus preguntas, y que
las expresan en el libro como hechos basados objetivamente,
apoyados en el trabajo y en las opiniones de historiadores e
investigadores. Brown llega incluso a citar libros reales como
fuentes de su novela. Naturalmente los lectores se preguntan
cómo no habían oído hablar antes de todo
esto. Y también se preguntan si lo que dice Brown es
verdad y qué implicaciones puede tener para su fe.
Después de todo, si lo que narran los Evangelios es falso,
¿no será una mentira todo el
cristianismo?

CÓMO USAR ESTE LIBRO

No necesitas leer El Código Da Vinci
para sacar provecho de este libro: te proporciona una sinopsis
del argumento que te ayudará a comprender las importantes
cuestiones que plantea la novela con objeto de que estés
mejor informado cuando las discutas con otros.

En Descodificando a Da Vinci, he tratado las
cuestiones más frecuentes que me han planteado los
lectores de aquella novela, especialmente las que se refieren a
temas históricos y teológicos. Este libro encierra
también un material que corrige y clarifica muchos de los
errores e inexactitudes que se contienen en El Código
Da Vinci
.

Este libro será útil a individuos y a
grupos.

Las afirmaciones de la novela dan pie a un
propósito más importante. El hecho de examinarlas
nos brinda la oportunidad de repasar la enseñanza
cristiana sobre la persona de Jesucristo y su misión, la
historia de la Iglesia de los primeros siglos, el papel de las
mujeres en la religión y la conexión entre la fe
apostólica y la fe de nuestros días. Tanto si has
leído la novela como si no, espero que encuentres en este
libro una oportunidad para crecer en el conocimiento de las
raíces históricas de la auténtica fe
cristiana.

¿Fue la familia real merovingia la fundadora
de París, como dice Brown? (ver El Código Da
Vinci
, p. 319). Nada más lejos de la realidad.
París fue fundada por una tribu céltica gala
llamada los Parisii en el siglo III a.C. Los merovingios hicieron
de París la capital del reino franco en el 508
d.C.

De este modo, según la novela, la historia de los
dos mil años pasados es, en el trasfondo de los
acontecimientos relatados en los libros de historia (por los
"vencedores", por supuesto), la historia de la lucha entre la
Iglesia católica, (atención: no el cristianismo en
su conjunto, sino la Iglesia católica) y el Priorato de
Sión. La Iglesia, después de establecer el Canon de
la Sagrada Escritura, las verdades doctrinales e, incluso, el
trato con las mujeres, trató de ocultar la verdad sobre el
Santo Grial y, por extensión sobre la "deidad femenina",
mientras que los Caballeros Templarios y el Priorato de
Sión luchaban por proteger el Santo Grial (que eran los
huesos de María), su descendencia y la devoción a
lo "sagrado femenino".

Sauniere custodiaba estos conocimientos, unos
conocimientos que Leonardo da Vinci, miembro del Priorato,
había incluido en su obra. Además, Sauniere
tenía un interés personal en el asunto: él
y, en consecuencia, su nieta Sophie pertenecían a la
dinastía merovingia. Por supuesto, Sophie
desconocía todo aquello y llevaba varios años
distanciada de su abuelo porque una vez irrumpió en una
habitación secreta de su casa de campo y lo
encontró con una mujer en una especie de éxtasis
ritual sexual al que acompañaban los cánticos de
una multitud de espectadores enmascarados.

Por supuesto, al final veremos que la mujer era su
abuela y que lo que hacía con su abuelo en aquella
habitación era mantener viva la fe. También nos
enteramos de que el "Grial" -los restos de María Magdalena
y los documentos que acreditan su descendencia- están
enterrados en el interior de los setenta pies de la brillante
pirámide de cristal del arquitecto I. M. Pie, situada en
la nueva entrada del Louvre, donde, al final de la novela,
Langdon cae respetuosamente de rodillas, oyendo, según
cree, la sabiduría de los Tiempos a través de la
voz de una mujer que le llega desde lo más profundo de la
tierra.

NADA NUEVO BAJO EL SOL

Muchos de los argumentos en los que se apoya la trama de
El Código Da Vinci pueden parecer nuevos e
intrincadamente ingeniosos, pero la dura realidad es que la mayor
parte de ellos no son nuevos en absoluto.

Lo que Brown ha hecho es, simplemente, tejer cierto
número de tramas especulativas, añadir tradiciones
esotéricas y pseudo-historias publicadas en otros libros,
y agruparlas en las páginas del suyo. Si estás
familiarizado con esos otros, te sorprenderá lo mucho que
hay de ellos en esta novela.

En su página web, Brown incluye una
bibliografía, y en su obra cita algunos de esos libros.
Divide sus fuentes en tres categorías
básicas:

  • Holy Blood, Holy Grail (traducido en
    España por
    El enigma sagrado) y sus
    secuelas.
    Este libro, escrito por Michael Baigent,
    Richard Leigh y Henry Lincoln, fue publicado en 1981 y
    empleado como guión de un programa de
    televisión de la BBC. Calificado de hecho real, fue
    ridiculizado y tomado como trabajo de mera
    especulación, lleno de suposiciones infundadas y
    basado en documentos fraudulentos. En el momento de la
    publicación del libro, sus autores eran: un profesor
    licenciado en psicología, un novelista y un productor
    Lynn Pycknett y Clive Prince, expertos en fenómenos
    paranormales, que también cuentan en su haber con
    The Mammoth Book of UFOs. Toda la parte que se
    refiere a Jesús- María Magdalena-Santo
    Grial-Priorato de Sión que aparece en El
    Código Da Vinci
    procede de esos dos
    libros.

  • Lo "sagrado femenino". A partir del siglo XIX
    surgieron ciertas especulaciones sobre esa edad perdida de
    las diosas, durante la cual, la "divinidad femenina" fue
    venerada, un período que fue sustituido por un
    patriarcado belicista. Años más tarde, algunos
    escritores han mezclado esta teoría con sus ideas de
    María Magdalena. Una americana llamada Margaret
    Starbird ha hecho su particular cruzada en varios libros. La
    descripción que hace Brown de María Magdalena
    procede del trabajo de Starbird, en especial, de The
    Woman with the Alabaster Jar
    (traducida en castellano
    como María Magdalena ¿la esposa de
    Jesús
    ?), que la misma autora califica de
    "ficción".

Monografias.com

  • Gnosticismo. Como veremos más
    adelante, el "gnosticismo" era un sistema intelectual y
    espiritual ampliamente difundido en el mundo antiguo. Tiene
    numerosas facetas pero, en pocas palabras, la mayor parte del
    pensamiento gnóstico es esotérico (dice que el
    verdadero conocimiento sólo es accesible a unos pocos
    -la palabra "gnosis" significa "conocimiento"-) y ese
    pensamiento también es anti-material (consideran
    funesto el mundo material, incluido el cuerpo).

Existen escritos desde el siglo II hasta el siglo V que
son síntesis claras del pensamiento gnóstico y del
cristiano. Los eruditos tienen distintos criterios sobre estos
escritos, pero la mayor parte datan de una época muy
posterior a los Evangelios, con -y esto es importante- una
escasa, si la hay, visión objetiva de las
auténticas palabras y hechos
de Jesús. Brown
ignora esta opinión, y prefiere fiarse de los trabajos de
una exigua minoría de escritores eruditos y no eruditos
que creen que los escritos gnósticos reflejan la realidad
del primitivo movimiento formado en torno a Jesús. Y Brown
basa en esos trabajos sus descripciones de lo que "realmente"
enseñó Jesús.

Estas fuentes deberían hacer saltar
inmediatamente las señales de alarma. En su
bibliografía no figura un trabajo serio sobre la historia
del cristianismo, ni un solo trabajo significativo sobre el Nuevo
Testamento, ni siquiera un volumen de calidad al alcance de
cualquier estudiante interesado en la historia del cristianismo
primitivo. Tampoco cita al Nuevo Testamento como fuente de la
historia del Cristianismo de los primeros tiempos.

En las entrevistas que le han hecho los medios de
comunicación, Brown insiste en que parte de su trabajo
consiste en recuperar esa historia perdida que se ha hecho
desaparecer. Y le complace afirmar que la historia está
"escrita por los vencedores". Esto significa que, si consideras
los acontecimientos históricos como una lucha entre
fuerzas, los vencedores harán su propio relato de ella, y
esa será la versión que perdurará. Las
fuentes que emplea pretenden ofrecer esa "historia
perdida".

Por supuesto, en este punto de vista hay un fondo de
verdad. La historia nunca se escribe de un modo completamente
objetivo, porque los seres humanos nunca son completamente
objetivos. Siempre vemos y relatamos los sucesos desde nuestra
perspectiva. Por ejemplo, cada uno de los implicados en un
accidente ofrece una versión ligeramente distinta del
suceso. Pero eso no significa que el accidente no haya tenido
lugar. Aunque los testigos pueden no estar seguros de cómo
se produjo, y la víctima tenga una versión distinta
de la del culpable, no hay duda de que hubo un
accidente, ni tampoco hay duda de que, a pesar de las
limitaciones de los testigos, hay una verdad objetiva sobre
quién lo causó, independientemente de lo
difícil que sea descubrirla.

Sucede lo mismo con los relatos históricos. Es
cierto que, en tiempos recientes, la historia de la conquista del
Oeste se contó desde la perspectiva europea: los
"vencedores". Actualmente, los eruditos han intentado contarla
desde otro lado de la historia, el de los pueblos nativos, cuya
perspectiva de los hechos es, obviamente, distinta. No hay duda,
pues, de que hay algo más en la conquista de
América del Norte de lo que cuentan los conquistadores y
de lo que cuentan los pueblos nativos, y que ninguno de nosotros
llegará a conocer completamente. Sin embargo, lo que sigue
siendo cierto es que la conquista tuvo lugar,
independientemente de los motivos y las consecuencias que, con la
información adecuada, podemos llegar a percibir, incluso
si se interpretan de modo diferente.

Sin embargo, en El Código Da Vinci,
Brown utiliza la expresión "la historia la escriben los
vencedores" para insinuar que la historia del cristianismo en su
conjunto, empezando por el mismo Jesús, es una
mentira
, escrita por aquellos que estaban dispuestos a
suprimir el "auténtico" mensaje de Jesús. Y no
estamos hablando de diferentes interpretaciones de su vida y de
su mensaje, se trata de los datos fundamentales: que lo que
leemos en el Nuevo Testamento y en los relatos de la primitiva
cristiandad no describe fielmente lo que sucedió en
realidad.

En la novela, el personaje erudito de Sir Leigh Teabing
dice tajantemente que, en la primitiva cristiandad, los "herejes"
-a los que Brown cita como representados por sus escritos
gnósticos- fueron los que permanecieron fieles a la
"historia original de Cristo" (p. 305).

Aquí reside lo fundamental y esta es una
acusación seria. Dedicaremos el resto de esta obra a
examinar esas afirmaciones detalladamente, pero es aún
más importante exponer el armazón básico al
que hemos de enfrentarnos para ver así lo que está
en juego.

Brown afirma que Jesús deseaba que sus seguidores
tuvieran un gran conocimiento de "lo sagrado femenino". Dice que
este movimiento, bajo el liderazgo y la inspiración de
María Magdalena, se desarrolló durante los tres
primeros siglos hasta que fue brutalmente suprimido por el
Emperador Constantino.

No existe evidencia alguna que indique que esto es
cierto. No sucedió.

Ciertamente, en el cristianismo primitivo hubo
divergencias. No hay duda de que se produjeron unas intensas
discusiones sobre lo que Jesús había dicho y lo que
quería decir. Existe también una clara evidencia de
que, en algunas comunidades, las mujeres desempeñaron
papeles de importancia en la cristiandad -tales como el de
diaconisa- que finalmente desaparecieron (y de los que,
incidentalmente, se están recuperando diversos
modos).

Pero lo que en realidad es preciso saber es que ninguna
de esas diversidades, cambios o desarrollos en la historia de la
primitiva cristiandad tuvieron lugar del modo en que El
Código Da Vinci
lo sugiere. Cuando los líderes
de los primeros cristianos trataron de afirmar la verdad de la
enseñanza de Cristo, sus opiniones no se referían
al sexo o al poder. Como se deduce de sus escritos -si nos
tomamos la molestia de leerlos-, trataban sobre la fe en lo que
Jesús hizo y dijo.

Hay una enorme cantidad de datos sobre la primitiva
cristiandad que desconocemos o de los que no estamos seguros:
temas que expertos serios han discutido amplia y libremente
durante años, y en ocasiones, incluso dos mil años
después de los sucesos: evidencias nuevas que vienen a
iluminar lo que expresa la imagen que tenemos.

No obstante, no encontrarás ningún trabajo
que estudie seriamente la sugerencia de que la misión de
Jesús consistió en hacer que María Magdalena
fuera portadora de su mensaje de "lo sagrado
femenino".

Las fuentes dignas de crédito ni siquiera
insinúan algo semejante. Y las fuentes de los expertos
dignos de crédito indican también que muchas de las
afirmaciones de Brown -sobre todo, en lo que se refiere al mito
de la naturaleza del Grial, al del Priorato de Sión o al
papel del culto a las diosas en el mundo antiguo- no se apoyan en
unas evidencias que se mantengan en pie.

Y, como veremos según avancemos en la dificultosa
lectura de esa novela, hay otras muchas aseveraciones curiosas,
extravagantes y plagadas de errores. Desde las afirmaciones de la
geografía de París hasta las que se refieren a la
vida de Leonardo da Vinci, no hay razón alguna para
considerar este libro como una fuente medianamente creíble
sobre ningún campo de estudio, excepto,
quizá, la criptografía.

"CALMA, NO ES MÁS QUE UNA
NOVELA"

El Código Da Vinci ha producido una
auténtica conmoción y, junto a esa
conmoción, surgen llamadas a la tranquilidad y a dejar que
se olvide todo el asunto. Yo las he oído
continuamente.

"Solamente es una novela", dicen algunos. "Todo el mundo
sabe que es una ficción. Así que ¿por
qué no aceptarla como tal?".

Pues bien, hay algunas razones por las que no podemos
hacerlo. En primer lugar, nada es "sólo una novela". La
cultura importa. La cultura informa. Siempre estaremos
interesados en los contenidos de la cultura y en su impacto sobre
nosotros, con independencia de que hablemos de arte, de cine, de
música o de literatura.

Más concretamente, el autor de este libro tan
especial sugiere que, realmente, hay en él más
trabajo que imaginación, y anima a sus lectores a que
acepten como realidades algunas aseveraciones
problemáticas sobre la historia.

Desde luego, existe una larga tradición -que data
desde los primeros días del cristianismo- que entreteje
los hechos conocidos sobre Jesús con unas historias
imaginarias, comparables a la tradición judía de la
"midrash". Por ejemplo, abundan las leyendas sobre la Sagrada
Familia, Como la que dice que la planta del romero recibió
su dulce aroma como premio, después de que María
pusiera a secar su túnica sobre uno de esos arbustos
durante la huida a Egipto.

A través de los años, el arte cristiano
está lleno de detalles interesantes y a menudo
iluminadores que no están basados en las palabras de la
Sagrada Escritura o en la primitiva tradición cristiana. Y
en las últimas décadas, los escritores de
ficción han ganado lo suyo usando la historia de
Jesús como argumento para sus novelas: La
Túnica
, de Lloyd C. Douglas, y El Cáliz de
Plata
, de Thomas Costain, son dos ejemplos muy populares
entre otros muchos en los que incidentalmente se trata el tema
del santo Grial.

La ficción histórica es un género
muy popular; pero al escribirla, el autor hace un trato
implícito con el lector. Él o ella prometen que,
aunque en la novela aparecen unos personajes implicados en
actuaciones imaginarias, la trama histórica fundamental es
correcta. De hecho, son muchas las personas que disfrutan leyendo
este tipo de ficción porque es una manera amena de
aprender historia sin gran esfuerzo.

El Código Da Vinci es diferente. En los
ejemplos anteriores, todo el mundo, desde el autor hasta el
espectador o el lector, capta la diferencia entre hechos
conocidos y detalles imaginarios y, cuando la aplica,
confía en una responsabilidad básica y espera una
credibilidad histórica. El Código Da Vinci
presenta los detalles imaginarios y las falsas afirmaciones
históricas como hechos y como resultado de investigaciones
históricas serias que, sencillamente, no lo
son.

Como vimos en el capítulo anterior, Brown ofrece
una extensa bibliografía de los trabajos que ha empleado
al escribir la novela, todos los cuales muestran un barniz
histórico, aunque la mayoría de esos libros no
hablan de historia auténtica.

En la presentación del libro, Brown presenta una
lista de datos contenidos en su novela. Afirma que el Priorato de
Sión es una organización real; y lo mismo dice del
Opus Dei. Y termina afirmando: "Todas las descripciones de obras
de arte, arquitectura y rituales secretos de esta novela son
exactos".

No incluye de modo explícito en su lista las
diversas declaraciones sobre los orígenes del cristianismo
que pueblan la novela, pero están implícitas en la
inclusión de "documentos" que realiza. Y abundando en
ello, Brown pone siempre en boca de sus personajes eruditos (en
especial, las de Langdon y Teabing) todas las aseveraciones sobre
los orígenes del cristianismo; los personajes suelen citar
trabajos contemporáneos reales y basan sus afirmaciones en
frases tales como "los historiadores se asombran de que…" y
"afortunadamente para los historiadores…" y "muchos expertos
afirman…".

Estas disquisiciones funcionan como un recurso para
comunicar ideas de Holy Blood, Holy Grail (el enigma
sagrado), de Margaret Starbird o de algunos otros, y hacerlo de
tal modo que parezcan objetivas y aceptadas por "historiadores" y
"expertos".

Además, Brown se ratifica en las entrevistas como
un experto en sus métodos y en sus objetivos. Afirma
repetidamente que le encanta compartir sus descubrimientos con
los lectores porque desea participar en el relato de esta
"historia perdida". Dicho de otro modo, Brown sugiere que parte
de lo que intenta hacer con El Código Da Vinci es
enseñar una parte de la historia.

"Hace dos mil años vivíamos en un mundo de
dioses y diosas. Hoy vivimos solamente en un mundo de dioses. En
la mayoría de las culturas, las mujeres fueron despojadas
de su poder espiritual. La novela se relaciona con el cómo
y porqué se produjo ese cambio… y qué lecciones
hemos de aprender respecto a nuestro futuro"
(www.dan-brown.com).

Y, sorprendentemente, los lectores aceptan en gran
medida esas teorías como si fueran hechos. Para
comprobarlo, sólo basta leer en Amazon.com los comentarios
de los lectores, o estudiar detenidamente las muchas historias
que relatan los periódicos sobre el impacto de este libro.
Quizá empezaste a leerlo porque llegaste incluso a
tropezar con reacciones como esas, entre tu propia familia o tus
amigos.

Pues no; no es "sólo una novela". El
Código Da Vinci
se propone enseñar historia en
el contexto de una ficción. Echemos una mirada sobre ese
plan de estudio.

CAPÍTULO 1

Secretos y
mentiras

Todo El Código Da Vinci está
basado en secretos: sociedades secretas, conocimientos secretos,
documentos secretos e incluso, familias secretas.

El secreto más importante, por supuesto, se
refiere a Jesús y a María Magdalena. Los personajes
de Brown afirman con frecuencia que el conocimiento tradicional
cristiano de la vida de Jesús y de su ministerio es falso.
Esto significaría que el Nuevo Testamento, y la base de
ese conocimiento, no merece ser considerado como una fuente de
información.

Ya está. Así lo afirma la novela y no da
más explicaciones. Déjate intrigar por las
posibilidades, si quieres, pero si das crédito alguno a
las supuestas afirmaciones históricas de El
Código Da Vinci
, llevarás las cosas a su final
lógico; al rechazo del relato de Jesús que hace el
Nuevo Testamento, de su misión y de los primeros tiempos
del cristianismo.

¿Es una postura razonable? ¿Será
realmente inútil el Nuevo Testamento o, lo que es peor
será un fraude?

Consideremos también esto: ¿Acaso las
fuentes que emplea Brown sobre Jesús son realmente
superiores a las del Nuevo Testamento?

Por ejemplo, todos esos otros "evangelios", de los que
hablan continuamente los personajes de Brown, esos misteriosos
escritos. ¿Hemos de creer que dicen la verdad sobre
Jesús sólo porque ellos así lo afirman?
Veamos.

EVANGELIOS GNÓSTICOS

Como ya hemos apuntado, las ideas de Brown sobre
Jesús, María y el Santo Grial proceden de libros
pseudo-históricos como El enigma sagrado y La
revelación de los Templarios
. No obstante cuando
describe lo que asegura ser la auténtica naturaleza de la
misión de Jesús y el papel de María
Magdalena en ella, se remite a otras fuentes.

Concretamente, en la página 305 y siguientes, el
personaje del historiador, Teabing, se refiere a Los
Evangelios gnósticos
, como pruebas de la historia que
está urdiendo sobre Jesús. Dice que hablan de "la
misión de Cristo en términos muy humanos" y cita
algunos pasajes que describen la estrecha relación que
existía entre Jesús y María Magdalena, una
relación que habría provocado los celos de los
apóstoles.

Según Teabing, todo ello revela el
auténtico papel de María Magdalena como
paladín y preeminente destinataria de la
transmisión de la sabiduría de Jesús, y crea
el marco adecuado para el enfrentamiento entre ella y Pedro, un
enfrentamiento que emana claramente de otras teorías
procedentes de distintos libros.

Pero ¿hacen honor a tal dislate esos escritos?
¿Hemos de confiar en que nos dicen la verdad sobre la
vida, el mensaje y la misión de Jesús? Y ¿es
realmente un ser "humano" encantador el Jesús que nos
presentan, como afirma Brown?

Claramente, los "Evangelios gnósticos", como se
les llama, son documentos reales. Tienen siglos de
antigüedad, desde luego, pero, hablando con propiedad, no
son evangelios, sino el resultado de un movimiento confuso y
difícil de precisar, muy extendido en el mundo antiguo
durante los siglos II y III y cientos de años
después.

El gnosticismo no fue un movimiento organizado. Era
claramente distinto de las sectas gnósticas, pero sus
conceptos y las líneas de pensamiento se infiltraron en
otros sistemas intelectuales de la época. Se podía
comparar con el impacto del movimiento del "sé tú
mismo" americano, y del "saca lo mejor que hay en ti", de los
últimos veinte años. Parece que, mires donde mires,
oyes recomendaciones tales como "sé tú mismo". Lo
verás impregnado en los programas de televisión,
las películas, la música, los negocios, la
educación e incluso, las iglesias. No es un movimiento
organizado, no tiene un liderazgo central, se manifiesta de
distintas formas, unas más explícitas que otras,
pero, claramente, está ahí.

El pensamiento gnóstico, distinto en los
diferentes lugares y épocas, suele implicar unos cuantos
temas constantes:

  • El origen de la bondad, de una vida
    auténtica, es lo espiritual.

  • El mundo material y corpóreo es
    funesto.

  • La grave situación de la humanidad se debe al
    encarcelamiento de ese "destello" espiritual dentro de la
    prisión del cuerpo material.

  • La salvación -o liberación de este
    espíritu aprisionado- se logra alcanzando el
    conocimiento ("gnosis" significa
    conocimiento).

  • Son escasas las personas dignas de llegar a ese
    conocimiento secreto.

En el mundo antiguo existían infinitas
variaciones del pensamiento gnóstico, algunas de las
cuales incluían jerarquías elaboradas y ritos
complicados.

Inevitablemente, los elementos gnósticos se
abrieron camino dentro de la ideología de algunos
cristianos (tal como el lenguaje del esfuerzo personal y del
"sé tú mismo" se ha deslizado sigilosamente en el
modo en que hablamos de nuestra fe). Durante los siglos II y III,
el gnosticismo tuvo un atractivo especial y planteó a los
pensadores cristianos su primer desafío teológico
real. Generalmente las versiones gnósticas del
cristianismo denigraban al Antiguo Testamento, rebajaban o
negaban la humanidad de Jesús e ignoraban su pasión
y su crucifixión.

Los gnósticos escribían sobre sus
creencias, atraían a sus seguidores y los captaban con su
enseñanza y sus ritos secretos. Durante los primeros
años de su edad adulta, el gran san Agustín fue
miembro de una secta gnóstica llamada los Maniqueos, que
por cierto, abandonó tras haber comprobado honradamente lo
absurdo y lo inconsistente de dicha enseñanza.

Contra las herejías: Algunos trabajos de los
siglos II y III que proporcionan una versión sobre la
réplica de los cristianos al gnosticismo; son
fáciles de acceder en bibliotecas o en Internet:
Adversus Haereses, de Ireneo, Adversus
Marcionem,
de Tertuliano, y Philosophumena o
Refutación de todas las Herejías, de
Hipólito.

Los documentos que Brown emplea para ofrecer la imagen
de Jesús son realmente los mismos que muestran los
seguidores de la versión gnóstica del cristianismo.
Esta corriente de pensamiento se desarrolló durante los
siglos II y III, lo que significa, pues, que aquellos escritos,
que se supone que revelan un conocimiento secreto y
verídico de Jesús, proceden de ese mismo
período: es decir, más de cien años
después
de la misión de Jesús y muy
posteriores a cualquiera de los libros del Nuevo Testamento, que
fueron compuestos a finales del siglo I.

Así, con un criterio amplio y honesto, debemos
preguntarnos por qué razón tendríamos que
creer, que esos documentos posteriores nos hablan mejor
de los acontecimientos reales, que los documentos
anteriores, más cercanos a esos
acontecimientos.

LOS «OTROS»
EVANGELIOS

Estudiemos ahora los dos documentos a los que los
personajes de la novela de Brown prestan una atención
especial: el supuesto Evangelio de Felipe y el supuesto
Evangelio de María, de los cuales extrae Teabing
unos pasajes que indican una íntima y personal
relación entre Jesús y María Magdalena, y
según llos cuales esa relación provocaba los celos
de los apóstoles.

El Evangelio de Felipe es uno de los documentos
hallados en Nag Hammadi, Egipto, en 1945. El sorprendente
descubrimiento, conservado en una vasija, constaba de una
colección de 45 títulos diferentes, excluidas las
copias. Estaban escritos en copto (el lenguaje egipcio traducido
a caracteres griegos), copiados por unos monjes anónimos,
y casi todos incorporaban algunas ideas gnósticas y varios
de ellos reflejan las creencias de los cristianos
gnósticos. Basándose en las características
de algunas envolturas, los expertos opinan que tales documentos
fueron escritos en la segunda mitad del siglo IV, aunque algunos
de los originales, de los que existe copia, son ciertamente
anteriores.

No muy anteriores por otra parte. Según indica
Philip Jenkins en su libro The Hidden Gospels, los
expertos datan El Evangelio de Felipe -del que Teabing
lee un párrafo sobre María como
«compañera» de Jesús- del 250 d.C. como
el más antiguo.

Puede recibir el nombre de «evangelio», pero
difícilmente muestra cualquier materia en común con
los Evangelios y como la mayoría del material
gnóstico, emplea un estilo completamente distinto. El
lenguaje de los Evangelios canónicos es claro y firme, y
destaca la pasión, muerte y resurrección de
Jesús. El Evangelio de Felipe es un conjunto de
frases inconexas y capciosas en forma de diálogo que
reflejan claramente el pensamiento gnóstico.

Lo mismo podemos decir de El Evangelio de
María,
un texto procedente también de Nag
Harnmadi. Es más corto que el de Felipe y tiene
algo más de trama por así decirlo. Jesús
habla con sus discípulos antes de partir. María
Magdalena trata de animarlos compartiendo con ellos algunas de
las enseñanzas de Jesús, enseñanzas que
algunos apóstoles aceptan y otros discuten. Estudiaremos
con más detalle este documento, pero ahora tratemos de
valorarlo como fuente de información sobre la vida y
enseñanzas de Jesús.

Parte de lo que María Magdalena describe en este
documento es el ascenso del alma a través de varias etapas
de la vida después de la muerte. Refleja claramente el
pensamiento gnóstico de finales del siglo II, y por esta
razón, la mayoría de los expertos lo datan, como
mucho en este período.

Brown sostiene la afirmación de su personaje
Teabing, según la cual, los documentos de Nag Hammadi,
así como los Pergaminos del Mar Muerto, relatan la
«verdadera historia del Grial». Esto es realmente
curioso. Dos de los cuarenta y cinco textos de Nag Hammadi
describen una única, pero no por ello menos ambigua,
relación marital entre Jesús y María
Magdalena, un tema que desarrollan las enseñanzas de los
gnósticos; pero no hay mención alguna a la
«historia del Grial», a pesar de lo que él
diga. Además, los Manuscritos del Mar Muerto (descubiertos
en 1947 y no en 1950 como dice Brown) no contienen textos
cristianos en absoluto. Son los textos de una secta
judía eremita, llamada de los esenios, y lamentablemente,
no mencionan a Jesús, a María Magdalena o al
Grial.

Esto es lo que se deduce de esos escritos
gnósticos: tienen valor por lo que revelan sobre los
híbridos cristiano-gnósticos del siglo II en
adelante. Nos indican el modo en que aquellas comunidades usaron
la historia de Jesús que aparece en los evangelios
sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas, ampliamente extendidos
a principios del siglo II y los manipularon a su conveniencia,
hablándonos incluso sobre los conflictos surgidos en el
interior de aquellas comunidades.

Y con todo, estos escritos gnósticos no nos
ofrecen
una información independiente y objetiva
sobre Jesús de Nazaret y sus primeros
seguidores.

El experto en Sagrada Escritura John P. Meier resume el
consenso general entre los eruditos en su libro Un
judío marginal,
cuando escribe:

«Lo que vemos en estos últimos documentos
es… la reacción frente al Nuevo Testamento o la
reelaboración de sus escritos por… los gnósticos
cristianos con el fin de desarrollar un sistema místico
especulativo. Su versión de las palabras y los hechos de
Jesús pueden incluirse en unos «escritos sobre
Jesús», si se entiende sencillamente como nada que
cualquier fuente antigua pueda identificar como procedente de
Jesús. Tales escritos son la red barredora de Mateo (ver
Mateo 13, 47 a 48), según el cual, los peces buenos de la
tradición primitiva deben ser seleccionados para el acerbo
de una seria investigación histórica, mientras que
los peces malos de la posterior invención y de la
manipulación deben ser devueltos al turbio mar de las
mentes que carecen de sentido crítico. Nos hemos sentado
en la playa, hemos sacado la red y hemos arrojado de vuelta al
mar los agrapha, los evangelios apócrifos y el
Evangelio de Tomás».

Así, devolvamos al turbio mar los
«evangelios» de Felipe, de María y de
Tomás. Simplemente, no sirven para intentar comprender la
misión de Jesús y la forma del cristianismo
primitivo.

CAPÍTULO 2

¿Quién
seleccionó los Evangelios?

Si vais a aprender de El Código Da Vinci
algo de historia del cristianismo primitivo, aquí
tenéis la lección de hoy:

Jesús fue un hombre sabio, un mortal, sobre cuya
vida se han escrito muchos -miles- relatos durante aquellos
primeros siglos. De hecho, más de ochenta evangelios, pero
¡solamente cuatro fueron incluidos en la Biblia! ¡Y
lo hizo el Emperador Constantino en el 325!

Luego, a consecuencia del Concilio de Nicea -nos hace
saber El Código Da Vinci-, aquellos miles de
trabajos que presentaban a Jesús como un maestro humano
fueron suprimidos por meras motivaciones políticas, y,
como dice el personaje de Langdon, los que defendían la
historia de un Jesús, maestro mortal -que según
dice, era la historia original de Cristo-, fueron
llamados «herejes».

Hasta este momento, hemos intentado realmente mantener
un tono ponderado y objetivo en nuestro tratamiento, pero,
llegados a este punto, no podemos continuar.

Esto es un error y más que un error. Es una
fantasía, y ni siquiera la investigación más
profana y la universidad menos religiosa posible apoyarían
el relato de Brown sobre la formación del Nuevo
Testamento.

No es historia seria y no podemos tomarla como tal.
Observemos su peculiar interpretación del pasado con mayor
atención, para captar todo lo que hay en las
páginas de esta novela tan «objetiva». Y
aprovechemos la oportunidad de aprender la historia mucho
más interesante de cómo el Nuevo Testamento
llegó a serlo.

UN DESARROLLO NO TAN
SORPRENDENTE

En El Código Da Vinci, el erudito
Teabing deja aparentemente atónita a Sophie cuando le
anuncia: «La Biblia no nos llegó impuesta desde el
cielo» (p. 287). Se supone que esta es una noticia
sorprendente, con la que contrasta su relato de lo que
«sucedió en realidad».

La consecuencia es que, si la Biblia realmente no nos
cayó de las nubes completa, acabada y con un útil
índice de materias escrito por Dios, la única
alternativa que nos queda es pensar que la formación de la
Escritura fue un proceso en el cual pasajes igualmente
válidos de la vida de Jesús fueron aceptados o
descartados por gentes movidas por el deseo de poder.

Pues bien: sencillamente, eso no
sucedió.

Podéis estar seguros de que el proceso -el
establecimiento del Canon de la Sagrada Escritura- no es secreto.
Uno puede sacar un libro de la biblioteca y enterarse de toda la
historia en cuestión de minutos. Y sobre todo, la
participación humana no disminuye la santidad de los
libros.

Después de todo, Jesús no nos dejó
una Biblia cuando subió al cielo. Dejó una Iglesia:
los apóstoles, María su madre, y otros
discípulos entre los que había hombres y mujeres.
Tan esencial como es la Biblia para los cristianos como
fundamento y fuente segura de la revelación, es importante
destacar que durante aquellas primeras décadas, los
cristianos vivían, aprendían y rezaban sin el Nuevo
Testamento. Habían recibido la fe por reflejo del Antiguo
Testamento y por medio de la enseñanza oral, esa fe
enraizó con el testimonio de los apóstoles; y esta
fe fue moldeada y alimentada a través de sus encuentros
con el Señor vivo en el bautismo, en la Cena del
Señor, en el perdón de los pecados y en la vida
compartida con otros cristianos.

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