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Las Verdades Ocultas en El Código Da Vinci (página 4)




Enviado por Lizbeth Quino Hurtado



Partes: 1, 2, 3, 4

De vez en cuando, la novela trata de cubrirse las
espaldas afirmando que la Iglesia católica moderna no se
implicaría en hechos tan viles, porque, ¡caramba!,
ha hecho mucho bien, a pesar de que ha hecho mucho mal. Y,
además, al final se demuestra que los malos chicos
católicos no eran tan malos chicos después de todo
(excepto por los asesinatos), sino víctimas de las
estratagemas de Teabing, al que descubrimos como el misterioso
«Maestro» que pone a todo el mundo contra las
cuerdas.

Sin embargo, nada de todo ello puede rebajar el
resultado global de la novela, en la que la Iglesia
católica aparece como una institución
monolítica y férreamente controlada, dedicada a
propagar una ficción a un mundo que anhela ser
libre.

Esta imagen de la Iglesia católica no está
ausente en la cultura popular ni se limita a la historia
reciente. No hay más que acudir a la rica propaganda
anticatólica, gráfica y verbal, del siglo XIX en
América. Las mismas cosas, solo que en un lenguaje
más florido y con una dureza más descarada cuando
se dirigen contra el odiado clero.

Esta es la imagen que recorre El Código Da
Vinci,
y más vívidamente en su
descripción del Opus Dei.

EL OPUS DEI

Parece como si el Opus Dei hubiera sido elegido en estos
días para desempeñar en la cultura
contemporánea el papel que la Compañía de
Jesús representó durante siglos: el de un grupo
férreamente organizado, controlado directamente por el
Vaticano, que se ha infiltrado en las instituciones civiles con
objeto de obtener poder y hacer… algo.

Los jesuitas, fundados por san Ignacio de Loyola en 1534
como una orden misionera y de enseñanza, se hicieron tan
enormemente sospechosos que fueron expulsados de distintos
países de Europa a finales del siglo XVIII, e incluso
disueltos por el Papa en ciertas zonas desde 1773 a 1814. Sus
supuestos hechos tenebrosos fueron destacados en la literatura
anticatólica por fuentes seculares y protestantes, e
incluso hoy, el término «jesuítico»
puede parecer peyorativo.

En ese sentido, el Opus Dei, cierta y desgraciadamente,
ha reemplazado a la orden jesuita en sectores descreídos
de la imaginación popular como un símbolo de
secreteo y ocultación.

Ahora bien, ciertas personas manifiestan haber tenido
una experiencia negativa con el Opus Dei. Hablan de sentirse
manipuladas y excesivamente controladas desde el primer momento.
Para obtener un cuadro completo del Opus Dei quizá
podría ser importante escuchar a esas personas y tomar en
serio sus relatos. Pero lo sorprendente es que las únicas
fuentes que Brown emplea para describir al Opus Dei en El
Código Da Vinci
procedan de declaraciones negativas y
decepcionadas. Este es solamente un aspecto de la historia, un
aspecto que podría ser importante, pero solamente
uno.

En El Código Da Vinci, Brown ofrece
algunos datos reales sobre el Opus Dei. Sí; tiene una
amplia y relativamente nueva sede en la ciudad de Nueva York.
Sí; sus miembros viven una vida de piedad tradicional.
Sí; es una prelatura personal (enseguida lo
explicaremos).

Y sí; algunos miembros practican la
mortificación corporal.

Y eso es todo.

Antes de continuar, aclaremos un grave error. Silas,
nuestro enorme albino asesino, aparece descrito como un
«monje», y para demostrarlo viste
hábito.

En el Opus Dei no hay «monjes».

En primer lugar, no es una orden religiosa como los
dominicos, benedictinos o los jesuitas. Cualquier monje que te
encuentres por las calles de Roma pertenece a una orden religiosa
y vive en monasterios o ermitas.

Un «monje» es un hombre que se retira de
la sociedad con objeto de entregarse a Dios a través de la
oración. Las mujeres que adoptan el tipo de vida
monástica se llaman «monjas».

El Opus Dei es una prelatura personal compuesta por
laicos y sacerdotes. En el Opus Dei hay muchos más
miembros seculares que clérigos, de acuerdo con el
designio divino de su fundación en 1928. Solamente quince
años después, se creó la Sociedad Sacerdotal
de la Santa Cruz, que permitió la ordenación de
sacerdotes en el Opus Dei.

El fundador del Opus Dei fue Josemaría
Escrivá de Balaguer, un sacerdote español.
Fundó esta institución como medio de que los fieles
vivieran su personal llamada a la santidad en medio del mundo,
creciendo en amor a Dios y a los demás. El libro
más conocido de Josemaría Escrivá, en el que
se pueden encontrar algunos aspectos del espíritu del Opus
Dei, se titula Camino. Existen también otras
obras del fundador del Opus Dei, como Es Cristo que
pasa,
de la que incluimos el párrafo
siguiente:

«Jesús, creciendo y viviendo como uno de
nosotros, nos revela que la existencia humana, el quehacer
corriente y ordinario, tiene un sentido divino. Por mucho que
hayamos considerado estas verdades, debemos llenarnos siempre de
admiración al pensar en los treinta años de
oscuridad, que constituyen la mayor parte del paso de
Jesús entre sus hermanos los hombres. Años de
sombra, pero para nosotros claros como la luz del sol. Mejor,
resplandor que ilumina nuestros días y les da una
auténtica proyección, porque somos cristianos
corrientes, que llevamos una vida ordinaria, igual a la de tantos
millones de personas en los más diversos lugares del
mundo».

Este pasaje resume acertadamente el espíritu del
Opus Dei y sirve también para aclarar las ideas de
aquellos a los que Brown ha convencido de que el cristianismo
tradicional ignoraba la naturaleza humana de Jesús y las
realidades de la vida humana.

Monseñor Escrivá murió en 1975 y
fue canonizado el 6 de octubre de 2002.

En realidad, lo que puede intrigar a la gente, o incluso
la sorprende, son unos aspectos de la vida de sus miembros,
aspectos que Brown destaca en El Código Da
Vinci.

En el Opus Dei hay diferentes tipos de miembros, lo que
simplemente refleja los diferentes modos de disponibilidad y
distintas circunstancias personales, con un idéntico
fenómeno vocacional. Todos ellos viven el mismo
«plan de vida»; que incluye el Rosario, la Misa
diaria, la lectura espiritual y la oración mental. Los hay
-la mayoría- que lo viven en el contexto de su vida
matrimonial: los supernumerarios. Los numerarios trabajan en
medio del mundo y se comprometen al celibato, entregan sus
sueldos al Opus Dei y suelen vivir juntos en casas de la Obra.
Hay otros miembros, todos los cuales tienen un papel
específico en ella.

Y ¿qué es la Obra? Es simplemente una
manera de vivir la llamada de Dios en el mundo buscando la
santidad y el compromiso apostólico. Esto implica un
trabajo profesional intenso y una acción apostólica
personal; además, los fieles de la prelatura junto con
otras personas promueven iniciativas apostólicas por todo
el mundo: escuelas de todo tipo, programas de formación
agro-cultural en países subdesarrollados, clínicas,
y otras instituciones.

El Opus Dei es una «prelatura personal»,
lo que significa que las actuaciones de sus miembros en
lo que respecta a los aspectos relacionados con su
vocación al Opus Dei dependen de la autoridad de su propio
prelado. En los demás aspectos, como cualquier otro fiel
cristiano, dependen del obispo de su
diócesis.

Uno de los aspectos cristianos menos entendidos del Opus
Dei es el que destaca El Código Da Vinci: la
mortificación corporal por medio del cilicio, una especie
de cadena claveteada que rodea el muslo, y el uso de las
disciplinas, una cuerda de nudos para usarla como
azote.

Ciertamente, esta práctica parece extraña
entre la gente moderna, pero es importante hacer ver que la
mortificación corporal, como medio ascético
cristiano, aparece en todas las religiones del mundo de
un modo u otro: el ayuno, en ocasiones hasta niveles extremos, la
oración o la meditación en posturas
incómodas, e incluso el propósito de vestir ropas
incómodas o de andar descalzo.

La mortificación corporal, incluido el uso de
esos artículos especiales, no ha sido un invento del Opus
Dei. Si lees las vidas de los santos, encontrarás que
muchos de ellos se sentían llamados a vivirla. ¿Por
qué?

Para quien ama, al compartir sus dolores, se acerca
más a Cristo. Otros los emplean como penitencia por sus
propios pecados o por los ajenos. Los hay que ven en ello un
medio eficaz para crecer en el dominio propio, buscando alcanzar
un momento en el que, a pesar de las contradicciones que pueda
sufrir en la vida diaria, el alma se concentre en Dios y se
conforme con saberse en Su presencia.

No es lo habitual, pero para adquirir cierta
perspectiva, se puede comparar con las «mortificaciones
corporales» a las que se someten tantas personas con tal de
mejorar su apariencia física: regímenes, soportar
el dolor del ejercicio, e incluso acudir a procedimientos
-cirugía- que producen sangre y causan dolor. Y todo ello
solamente por la apariencia, que significa en esencia lo que los
demás ven cuando nos observan.

Los que han experimentado un avance en su vida interior
podrían argüir que «sin dolor no hay
fruto», y lo aplican a la vida espiritual, al menos en su
caso.

Algunos han creado en tomo al Opus Dei un ambiente de
secretismo, estimulando las especulaciones. Por ejemplo, el Opus
Dei no publica la lista de sus miembros ni suelen ir exhibiendo
su pertenencia a la Obra.

La razón, podrían decirte, no es porque
haya algo malo en ello, sino por un sentido de naturalidad y
sencillez junto con la obediencia al Evangelio. Jesús, en
el Evangelio de Mateo instruye a sus seguidores para que vivan la
santidad, pero que lo hagan en secreto. «Si das limosna, no
dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace tu derecha».
Cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta, y
ora. Cuando ayunes, no parezcas triste (¡y podríamos
añadir, hambriento!). Lava tu cara, dice Jesús,
unge tu cabeza y así nadie verá que estás
ayunando.

Este es el motivo de que los miembros del Opus Dei no
vayan exhibiendo su pertenencia y sus prácticas de piedad.
Consideran que están llamados a ser levadura y luz del
mundo, y que viviendo sencillamente, realizan la obra de Dios en
su vida diaria.

¿LOS ÚNICOS
CRISTIANOS?

En todo caso, los católicos romanos que lean
El Código Da Vinci tendrían que sentirse
halagados. Según el concepto de Brown sobre el pasado y el
futuro, el cristianismo se ha encarnado exclusivamente en la
Iglesia Católica Romana.

En realidad, este no es el caso. Por ejemplo, la
mayoría de los datos teológicos que hemos empleado
en este libro -la formación del Canon, las discusiones
sobre las naturalezas divina y humana de Jesús-
están contenidos en Oriente y no en Occidente, e incluyen
principalmente a obispos orientales. Las Iglesias Católica
Oriental y Ortodoxa Oriental encarnan la antigua tradición
con la misma profundidad que la Iglesia Católica
Romana.

Además, existen Iglesias cristianas que surgieron
a raíz de la Reforma, y que (a pesar de las diferencias
con el catolicismo y la ortodoxia sobre temas que varían
desde la justificación y la salvación, hasta los
sacramentos) siguen exponiendo la doctrina tradicional sobre las
naturalezas divina y humana de Jesús -como aparece en sus
credos primeros-, incluyendo las interpretaciones que,
según se afirma en la novela, violaron la «historia
original» de Jesús. Y algunas de ellas estuvieron
tan involucradas en la caza de brujas y de herejes como la
Iglesia Católica Romana. (Por ejemplo, los obispos
católicos no fueron quienes presidieron los juicios de
Salem, Massachussets, en el siglo XVII).

Por alguna curiosa razón, Brown no identifica al
cristianismo como el enemigo de los auténticos proyectos
de Jesús, sino solamente a la Iglesia católica, en
bloque y sin excepción. Las Iglesias ortodoxa y
protestante, aparte del hecho de que proclaman la divinidad de
Cristo definida en Nicea y en los primeros concilios, aceptan
aproximadamente el mismo Canon para la Escritura, y que, en el
caso de las segundas, han minimizado el papel de María, la
Madre de Jesús, en su teología y en su piedad,
merecerían cnticas, en mucha mayor medida que el
catolicismo, por haber desterrado de su espiritualidad lo
«sagrado femenino».

Por esta razón, podríamos dar a El
Código Da Vinci
el calificativo de
anticatólico. No solo es injusto que Brown haga
afirmaciones falsas (muchas de ellas) sobre el catolicismo, sino
que, además, culpabilice a la Iglesia católica de
unos delitos -la tergiversación de la figura de
Jesús, la represión de lo «sagrado
femenino» y el rechazo del papel de líder de
María Magdalena- por los cuales, siguiendo su
lógica, sería preciso declarar culpable a toda la
cristiandad.

¿Por qué ha hecho esto? Me figuro que
porque es más sencillo; por eso. Esa es la
suposición más caritativa. Es más
fácil escribir eso y es más fácil leerlo.
Mucho más que acudir a escritos más veraces o
más fieles a la complejidad de la vida real y de la
historia real. Y es que eso sería más
difícil que sacar un montón de seres malvados
vestidos con ropas sueltas y curiosos sombreros, cargados con
maletines llenos de dinero.

Entonces, según El Código Da
Vinci
¿los católicos son los únicos
cristianos?

Pues bien, quizá, como dije, los católicos
tendrían que sentirse halagados. Seguramente
comprenderemos que no lo estén.

Epílogo

¿POR QUÉ IMPORTA?

Si hemos encontrado algo provechoso en el
fenómeno de El Código Da Vinci, es el de
haber despertado un gran interés por temas importantes:
quién es Jesús, cómo era el cristianismo
primitivo, el poder del arte y el tema del sexo y la
espiritualidad.

Desgraciadamente, la opinión pública, ha
aceptado las afirmaciones históricas que aparecen en
El Código Da Vinci con enorme
entusiasmo.

Ese entusiasmo denuncia un fallo importante: un fallo de
las Iglesias de todas clases, por no dar a conocer a sus miembros
unos hechos básicos de la historia y la teología
cristianas. La credulidad con la que los lectores de Brown han
aceptado sus afirmaciones de que los cristianos primitivos no
creían en la divinidad de Jesús y de que la forma y
el contenido del cristianismo actual son nada menos que las
consecuencias de una lucha por el poder, debían ser una
llamada a todos los responsables de la labor de
formación.

¿Qué estamos enseñando al pueblo
sobre Jesús? ¿Nada?

SEAMOS LÓGICOS

Muchos lectores se han sentido desconcertados por las
afirmaciones sobre la fe, que aparecen en El Código Da
Vinci.
Espero que este libro os confirme que la fe en
Jesús como Dios es íntegramente fundamental para la
fe cristiana, y que lo ha sido desde el comienzo de la
predicación apostólica de la Buena
Nueva.

Permitidme poner un punto final para aclarar aún
más este tema.

En El Código Da Vinci aparece la
presunción de que el lado «vencedor» del
cristianismo se dedicó a suprimir hechos sobre
Jesús que eran incómodos o inaceptables, o que no
se hizo lo que Él quería.

Pensad por un momento en lo ilógico de esta
afirmación. Yo he apuntado algunos aspectos a lo largo del
libro y todo se reduce a lo siguiente:

Aquellos que Brown califica de «vencedores»,
y debemos insistir, falsamente, sufrieron terriblemente
por su fe en Jesús.

Empezando, por supuesto, por el mismo
Jesús.

Piénsalo. Si Jesús no fue más que
el amable maestro del relato de Brown, ¿qué
autoridad podría ejercer? ¿Por qué se iban a
molestar en crucificarle cuando la crucifixión era el modo
de ajusticiar reservado a los criminales más viles y
peores?

Y si, ciertamente, fuera un maestro ejecutado de aquella
espantosa manera, ¿por qué sus seguidores
abandonaron sus vidas normales y seguras para extender
sus enseñanzas, exponiéndose a un destino
semejante?

Lo cierto es que, a lo largo de los siglos, fueron
arrestados, torturados y encarcelados, pero no por seguir a un
filósofo. Fueron castigados porque, tal y como se
entendía el cristianismo, daban culto a Dios, encarnado en
Jesús de Nazaret con una fidelidad que les impedía
honrar a César como señor o como dios. Su
visión de un mundo en el que Dios reinaba como
Señor del universo era, con absoluta certeza, una
traición para los demás.

En este punto, nuestra búsqueda de lo
lógico nos lleva a dos direcciones:

La primera: aunque Brown dice que el cristianismo
primitivo no honró a Jesús como Dios hasta Nicea,
no se comprende que, si fuera verdad lo que dice Brown, hubiera
razones para ponerlos en el centro de la diana de la
persecución.

La segunda: si, a pesar de la enseñanza y la
liturgia con las que proclamaban que Jesús era Dios,
solamente creían en Él como en un maestro mortal,
¿por qué no cambiaron su historia? Si no
creían que era el Señor, y conscientes de que su fe
les llevaría a ser arrojados a los leones o al exilio a
las minas de sal… ¿por qué continuar con esa
superchería?

Sencillamente, no tiene sentido.

Lo importante para nosotros, los que estamos interesados
en lo que es Jesús y en lo que la cristiandad cree sobre
Él, es:

Que toda la argumentación de El Código
Da Vinci
sugiere que el cristianismo, tal y como lo
conocemos, es una maquinación, y que la verdad ha sido
suprimida. Tenemos que pensar con lógica y seriedad sobre
esto. ¿Qué provecho obtenían los
apóstoles y los primeros cristianos para ocultar la
verdad? ¿Les proporcionaba honra y alabanzas? ¿Les
hacía más ricos? ¿Les hacía ganar
poder? ¿Lo que afirmaban hacía sus vidas más
cómodas y más seguras?

¿Soportarías los mismos padecimientos de
los primeros cristianos si supieras que era una
mentira?

Y, además de todo lo anterior, ¿qué
sucedió al final con el cuerpo de Jesús?

EL ENCUENTRO CON JESÚS

He escrito este libro para ayudar a los lectores a
revisar muchos de los interesantes temas que surgen en El
Código Da Vinci.

En el centro de estos temas aparece uno que no es un
tema, sino que es una persona: Jesús de Nazaret. Estoy
convencida de que el motivo de que muchos de los nuestros hayan
aceptado las afirmaciones de El Código Da Vinci
con tanta credulidad se debe a que no hemos intentado tratar de
conocer seriamente a Jesús. Tanto si vamos a la Iglesia
como si no, nos hemos mantenido a distancia de Él, dejando
que sean los demás quienes nos digan lo que hemos de
pensar, sin molestarnos en leer ni un solo Evangelio desde el
principio hasta el fin. Y, en consecuencia, asumimos la
conclusión, tan común en nuestra cultura, de que,
en cualquier caso, se trata de un tema opinable, sin una
auténtica seguridad en el fondo.

Pues bien, como aclaran brillantemente los testimonios
de los primeros apóstoles, no se trata de opiniones, de
mitos o de metáforas. Pedro, Pablo y, sí,
María Magdalena no dieron sus vidas a una metáfora.
Conocieron a Jesús como ser humano y misteriosamente,
gloriosamente, como algo más, y le entregaron sus vidas
literalmente, unas vidas en plenitud de la gracia que les
invadía.

Cualquier efecto negativo de El Código Da
Vinci
se debe al hecho de que, con todo lo que dice sobre
Jesús y su esposa, lo «sagrado femenino» y
todas las especulaciones sobre la «historia real»…
se ha perdido la Historia Real.

Jesús, crucificado, muerto y resucitado, el
Único cuya auténtica muerte y resurrección
nos ha liberado del poder de nuestros pecados reales y de la
muerte reconciliando a la creación con Dios.

Insisto: esta historia se ha perdido realmente. No es un
secreto, sin embargo, y no hay nada que nos impida
encontrarla.

¿Curiosidad sobre Jesús?

Conclusión

Lo importante para nosotros, los que estamos interesados
en lo que es Jesús y en lo que la cristiandad cree sobre
Él, es:

Que toda la argumentación de El Código
Da Vinci
sugiere que el cristianismo, tal y como lo
conocemos, es una maquinación, y que la verdad ha sido
suprimida. Tenemos que pensar con lógica y seriedad sobre
esto. ¿Qué provecho obtenían los
apóstoles y los primeros cristianos para ocultar la
verdad? ¿Les proporcionaba honra y alabanzas? ¿Les
hacía más ricos? ¿Les hacía ganar
poder? ¿Lo que afirmaban hacía sus vidas más
cómodas y más seguras?

¿Soportarías los mismos padecimientos de
los primeros cristianos si supieras que era una
mentira?

Y, además de todo lo anterior, ¿qué
sucedió al final con el cuerpo de Jesús?

Bibliografía

1998 – La fortaleza digital. Umbriel Editores, ISBN
84-89367-01-9

2000 – Ángeles y demonios, Umbriel Editores, ISBN
84-95618-71-0

2001 – La conspiración. Umbriel Editores, ISBN
84-95618-82-6

2003 – El código Da Vinci. Umbriel Editores, ISBN
84-95618-60-5

2009 – El símbolo perdido (The Lost Symbol),
Editorial Planeta

 

 

Autor:

N.S.C Lizbeth Anyi Quino
Hurtado

DOCENTE: HUGO

ÁREA: COMPUTO

GRADO: 5º

SECCIÓN:"B"

AÑO: 2012

Partes: 1, 2, 3, 4
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