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¿Creo en milagros?



  1. Milagros
  2. Motivos de aceptación de
    milagros
  3. Motivos de rechazo de los
    milagros
  4. Manejo
    de milagros y de sus testimonios.
  5. Milagros creídos y
    desacreditados
  6. Fuentes

Para adelantar cualquier investigación
bibliográfica se debe preferir los textos
históricos a los textos religiosos. Los textos
históricos serán siempre más fiables que los
religiosos porque no están deformados por la fe y el
afán proselitista. Cuando sobre un tema existe y
sólo se usa información religiosa es conveniente
advertirlo.

Definiciones: – Un milagro es la violación
de alguna ley de la naturaleza. Por ejemplo:

– Milagro sería que algún muerto resucite,
la ley natural es que los muertos no resucitan.

– Milagro sería que alguna fruta no cayera del
árbol, que quedara frotando en el aire, la ley natural es
que las frutas caen de los árboles, pero sí que se
queden flotando en el aire.

Como la violaciones de la leyes naturales son imposibles
naturales, lo más seguro es que el testigo o narrador de
un milagro fue engañado y nos engaña.

Complicidad de la mente. La mente tiende admitir
con facilidad los hechos absurdos y milagrosos que se cuentan. La
pasión de la sorpresa, lo maravilloso de los milagros, la
emoción agradable, la satisfacción de la
aceptación o del rechazo, el orgullo y placer en despertar
la admiración de otros, generan una sensible tendencia a
narrarlos y a creer en ellos.

Gusto por lo asombroso. Cuando el espíritu
religioso se aúna con el gusto por lo asombroso,
desaparece el sentido común y el testimonio humano, en
estas circunstancias, pierde toda pretensión de veracidad.
Con qué avidez se acogen los relatos milagrosos de los
viajeros, de sus aventuras maravillosas, sus descripciones de
monstruos de tierra y mar, de extraños hombres y de rudas
costumbres.

Buenas intenciones de los clérigos. Los
clérigos se entusiasman e imaginan ver cosas no reales, y
aunque sus relatos sean falsos perseveran en ellos, con las
mejores intenciones de promover causas sagradas. Su vanidad e
interés religiosos son azuzados por una tentación
poderosa de actuar más eficazmente que el resto de las
personas. Sus oyentes generalmente carecen del juicio suficiente
para criticar sus testimonios y aunque cuenten con alguna
capacidad para cuestionar estos temas sublimes y milagrosos
renuncian a ella, ante la pasión y encendida
imaginación que les despiertan e impide que su mente y
juicio funcionen regularmente. La credulidad aumenta la
osadía del orador y ésta a su vez la credulidad de
sus oyentes.

La elocuencia. La elocuencia cuando alcanza gran
intensidad, deja poco espacio a la razón, o a la
reflexión, subyuga el entendimiento, cautiva al oyente y
se vuelca enteramente a la fantasía y a las emociones. Lo
que Demóstenes despertaba en el público griego, y
Tulio en el romano, lo consiguen predicadores o docentes
itinerantes o permanentes, con la mayoría de las personas,
y en mayor grado, al tocar pasiones burdas y vulgares.

Difusión de información. Contar una
noticia interesante, ser el primero en relatarla, propagarla, es
decir, difundir información, causa placer a muchas
personas. Por esta razón ninguna persona sensata presta
atención a los relatos hasta no confirmarlos con una
evidencia mayor. Esta pasión y otras más fuertes
inducen a gran número de personas a creer y a contar, cada
vez con mayor vehemencia y seguridad, milagros religiosos. Aunque
numerosos milagros, profecías y sucesos sobrenaturales han
sido comprobados como falsos, por absurdos o por evidencias
contrarias, se siguen inventando y propagando. Esta es una prueba
de la fuerte propensión de los seres humanos a lo
extraordinario y maravilloso y de poca atención a la
sospecha que generan relatos de este tipo. Esta es nuestra manera
de pensar, incluso cuando se trata de hechos más comunes y
creíbles. Por ejemplo no hay ningún tipo de relato
que tenga tanto éxito y se extienda tan rápido,
especialmente en lugares rurales o pueblos provinciales, que el
encuentro de una pareja a solas. El vecindario entero
inmediatamente propaga relatos que los une
afectivamente.

Relatos de pueblos primitivos. Los relatos
sobrenaturales y milagrosos abundan entre los pueblos ignorantes.
Los que aun son admitidos en pueblos civilizados provienen de
pueblos ignorantes. Permanecen por el respaldo de autoridades
religiosas que los acompañan. Cuando se estudia la
historia de estos pueblos primitivos, su escenario nos parece
incoherente y todo funciona de manera distinta a lo actual. Las
batallas, las revoluciones, las pestes, el hambre y la muerte
fueron efectos de causas sobrenaturales, no naturales. Los
prodigios, las profecías, los oráculos y los
juicios oscurecen las causas naturales de los sucesos. Pero
conforme avanzamos a las épocas ilustradas, aprendemos que
no hay causas misteriosas ni sobrenaturales y que aquellas
explicaciones sobrenaturales, provienen de la propensión
habitual de los seres humanos hacia lo maravilloso. Y que aunque
esta inclinación pueda ser frenada por el sentido
común y el conocimiento, nunca podrá ser extirpada
completamente de la naturaleza humana.

Falta de Evidencia. Evidencia es la certeza clara
y perceptible de algo, que no permite dudar razonablemente de
ello. En la religión cristiana, por ejemplo, la evidencia
de los milagros se prueba confirmando que están
consignados en las llamadas sagradas escrituras. Y la evidencia
de las llamadas sagradas escrituras se fundamenta en la
afirmación de que se trata de testimonios revelados
directamente por Dios a los profetas y
apóstoles.

Sin embargo la evidencia de los testimonios orales o
escritos disminuye a medida que pasa de una persona a otra y
todavía más de una generación a otra. Por
tanto la evidencia de la verdad de las religiones disminuye a
medida que transcurre el tiempo.

Las evidencias se ven afectadas además, por
algunos detalles en los testimonios de las personas como:
contradicciones, dudas, intereses, vacilaciones y aseveraciones.
Hay muchos detalles que pueden disminuir o destruir la solidez de
un testimonio.

Carácter supersticioso del hecho. El
carácter de increíble, extraordinario o maravilloso
de un hecho, invalida el testimonio hasta de las autoridades
más respetables que lo cuenten. Es más fácil
demostrar y convencer a las personas de hechos posibles o
naturales que conocen, o por lo menos semejantes a ellos y de los
cuales tienen experiencia constante y uniforme. Desde cuando
vivía el filósofo Catón ya existía el
proverbio romano: "No creería tal historia ni porque me la
contara Catón"

Falsedad de testimonios y de milagros. El
crédito de los testigos que estaban a cientos de
kilómetros de distancia, en el mismo instante en que se
dice, sucedió el milagro, es mucho menor que el de los
testigos que dicen, estaban presentes en el sitio en que
sucedió el milagro.

Cuando no existe aunque sea un testimonio que se oponga
al de un número grande de testigos, la veracidad de los
prodigios queda debilitada, por la sospecha de
confabulación. La falsedad del milagro destruye el
crédito del testimonio. Y al destruir la veracidad de un
testimonio se destruye el crédito del milagro y el sistema
religioso que se basa en él.

Cualquier milagro falso de una religión tiene la
fuerza para destruir un milagro de otra religión y su
sistema.

Nunca en la historia se ha producido un milagro
atestiguado por un número suficiente de personas que
tuvieran:

– sentido común, es decir, capacidad de juzgar
razonablemente,

educación y conocimientos tan incuestionables,
que garantizaran que no hubo ninguna equivocación por su
parte,

– una integridad tan indudable, sin sospecha de intentar
engañar a los demás, y con un crédito y
reputación que no arriesgarían perder en caso de
ser acusados de falsedad.

Además que estos milagros ocurrieron
públicamente, y en una parte tan conocida, como para ser
inevitable el descubrimiento de su falsedad.

Los milagros se convierten en mentiras
prodigiosas
. Algunos al estudiar las maravillosas historias
de los milagros, les resulta raro que tales prodigios dejaran de
ocurrir en nuestros días. Lo contrario sucede con los que
aceptan que las personas han mentido, mienten y mentirán
en todas las épocas. No olvidemos que una chispa diminuta
puede provocar el mayor incendio cuando entra en contacto con
materiales inflamables.

Todo lo que trata de confirmar la superstición, o
lo que crea asombro, es recibido ávidamente y sin examen
por el pueblo ignorante. Muchos relatos maravillosos,
despreciados por sabios y juiciosos y hasta por el mismo vulgo,
siguen siendo contados con pasión por muchos de nuestros
contemporáneos. Esas celebres mentiras sobre prodigios
maravillosos, que alguna vez fueron ampliamente aceptadas, se
convirtieron también en mentiras prodigiosas.

Selección de escenarios. Los falsos y
famosos profetas escogen como primer escenario para imponer sus
engaños, lugares donde la gente es extremadamente
ignorante y estúpida, dispuesta a aceptar sin resistencia
hasta el peor de los embustes. Personas tan débiles y sin
oportunidad de recibir mejor información, que no piensan
que estas invenciones no merecen la pena ser
escuchadas.

Procedimiento de convicción. Con historias
magnificadas en un cúmulo de circunstancias convencen a
muchos ignorantes, y pasan a reclutar devotos entre personas de
más alto rango y distinción. Han llegado a
convencer hasta reyes y emperadores, que emprenden acciones
militares en base a sus falsas profecías.

Propagadores. Los ignorantes se convierten en
aplicados propagandistas del engaño. Los sabios y los
cultos, en general, se contentan con burlarse de estos absurdos,
que no necesitan hechos concretos para ser refutados con
claridad.

Arraigo de engaños. Ocurre no con mucha
frecuencia que un engaño burdo se imponga sobre una
mayoría. Hay más posibilidades de arraigar una
impostura cuando la gente es más ignorante y en lugares
remotos, donde las personas no tienen suficiente autoridad para
contradecir o refutar el engaño.

Los más ignorantes y rudos divulgan la noticia,
ya que la inclinación de las personas hacia lo maravilloso
tiene una gran oportunidad de manifestarse. Historias
completamente desacreditadas, en el lugar donde surgieron, pueden
pasar por ciertas a kilómetros de distancia, especialmente
cuando son expuestas por personas de alta autoridad y con toda la
fuerza de la razón y la elocuencia. Afortunadamente no es
frecuente encontrar emporios del saber dispuestos a difundir e
imponer estos engaños.

Rechazo de milagros de una religión por
otra
. Todos los milagros de una religión son
rechazados por las otras religiones, y las evidencias de la
falsedad de estos prodigios sirven también como evidencias
de falsedad de los milagros. Un milagro mahometano, aunque tenga
como garantía el testimonio de millones de musulmanes, no
es aceptado por un católico o un budista. Los testimonios
de un milagro de una religión no son aceptados en otra
religión, y al no serlo destruyen los soportes de esa
religión.

Los milagros aunque jamás pueden ser demostrados,
se aceptan como fundamento de sistemas religiosos. Y como prueba
de los milagros, o sea, de las violaciones del curso habitual de
la naturaleza, se aceptan los testimonios humanos.

Sesgos en los testimonios. La fuerza y veracidad
de los testimonios humanos dependen de cada caso. Los
historiadores, gobernantes y opositores adscriben ventajas en la
narración de las batallas a las facciones de su bando. Lo
mismo sucede con la narración de los milagros, depende de
la ubicación del monje o historiador. Pensemos en la
credibilidad que dan a un monje budista narrando los milagros de
Jesús, o a un moje cristiano contando los milagros de
Buda.

Sesgos de los narradores. Los escritores o
narradores confieren mayor importancia, a lo que favorece sus
pasiones, como el engrandecimiento de sí mismos, de sus
familias, de sus países, y de sus creencias.
También a lo que surge de sus inclinaciones y propensiones
naturales. Las personas llevadas por su vanidad o
imaginación calurienta, que aceptan un engaño, no
tendrán después escrúpulos en utilizar
fraudes piadosos para avalar este engaño como sagrado o
meritorio. ¡Difícil resistir la tentación de
presentarse como embajador, misionero o profeta del cielo!.
¿Quién no afronta peligros y dificultades para
lograr estatus tan sublimes?.

Falsedad de las religiones. Como las religiones
están basadas sobre la fe y no sobre la razón, para
probar la falsedad de sus fundamentos hay que someterlos a un
juicio de la razón humana. Como ejemplo examinemos los
milagros que aparecen en el Pentateuco. La razón humana no
acepta estos relatos como palabras dictadas por algún
dios, sino como producción de un escritor o historiador
humano.

El escritor o escritores del libro nos presentan un
pueblo bárbaro e ignorante, relatos fabulosos, prodigios y
milagros con que se intenta enaltecer el origen e historia de un
pueblo, retrata un mundo y una humanidad completamente diferentes
a los actuales, se habla de la pérdida de la
condición humana inicial por un pecado, de la
destrucción del mundo por un diluvio, de la
elección de un pueblo como el favorito de un dios, de su
liberación de la esclavitud por prodigios asombrosos e
inimaginables. Sin embargo estos hechos no son corroborados con
testimonios confirmados.

Al avalar estos testimonios con la razón, para
probar su veracidad o falsedad, se comprueba que la falsedad del
relato es más extraordinaria y milagrosa que la de los
milagros que relata.

Insuficiencia de los testimonios. Ningún
testimonio humano puede tener tanta solidez como para comprobar
un milagro. No ha habido jamás un testimonio, ni un
milagro, que hayan llegado a constituirse en una probabilidad y
mucho menos en certeza. El testimonio que trata de probar un
milagro siempre se opone al hecho natural. Por ejemplo, untar
saliva en los ojos de los invidentes para recuperar la
visión, porque la saliva científicamente no
recupera la visión

Bajeza, insensatez y violación de leyes
naturales
. Muchas personas se niegan a aceptar que los
sucesos extraordinarios, como los milagros, surgen por la bajeza
e insensatez de las personas y que constituyen una
violación de las leyes de la naturaleza. Cualquier persona
normal se sorprendería ante la ocurrencia de tantas
circunstancias extrañas y estaría inclinada a no
creer en un milagroso suceso. Supondría que tanto las
condiciones como las circunstancias del hecho milagroso no fueron
reales sino fingidas. Se objetaría el escaso o nulo
beneficio que se sacaría de este artificio y la dificultad
o imposibilidad de engañar al mundo entero.

Engaño de personas. Las personas de
cualquier época han sido engañadas por historias
ridículamente prodigiosas, donde las mismas circunstancias
son una prueba rotunda del engaño. Estos engaños
son pruebas suficientes para que cualquier persona sensata
rechace el hecho, sin ni siquiera intentar probarlo.

A las personas sensatas y racionales no les es posible
aceptar atributos y acciones de seres todopoderosos, que violen
el curso natural de la naturaleza. Se sienten obligadas a
comparar los casos de violación de la verdad por
testimonios falsos de personas sobre milagros, con los casos de
violación de las leyes naturales y a juzgar cual de las
dos violaciones es más verosímil y probable. Como
siempre establecen que los testimonios de violaciones de la
verdad son más comunes que los testimonios de violaciones
de las leyes naturales. Esto reduce considerablemente la
veracidad de los milagros y concluye que todos deberíamos
establecer la firme resolución general de no prestar
atención a los testimonios de milagros, sea cual fuere la
engañosa pretensión que los encubre.

Uso de las leyes naturales. Ante el relato de
algún milagro, debemos intentar explicarlo con los
principios naturales conocidos. Si se trata de violaciones de las
leyes naturales, estamos ante la credulidad de un engaño.
Innumerables historias de este tipo han sido denunciadas y
rechazadas a lo largo del tiempo. Muchas otras han sido
llamativas durante cierto tiempo y luego olvidadas o
desacreditadas.

Medios de denuncia. Las propias falsedades de los
testimonios de los narradores, siempre son suficientes en
personas juiciosas y sensatas, para denunciar la falsedad de los
milagros, pero demasiado sutiles para ser comprendidas por el
vulgo.

Aporte de la experiencia. Cuando nos encontramos
frente a dos hechos contrarios, debemos confrontar las
experiencias respectivas, y decidirnos por el hecho con mayor
experiencia. Por ejemplo, ¿cuántos ciegos han
vuelto a ver, al untarles saliva en los ojos y cuántos
no?. La experiencia y las leyes naturales confieren veracidad y
seguridad al testimonio humano

Dificultades en las denuncias

Las dificultades para denunciar alguna falsedad de
cualquier relato aumentan con la distancia al lugar donde
supuestamente ha ocurrido y con el tiempo trascurrido.

En la infancia de las religiones, sus fundadores las
promueven con la superstición y los milagros y luego se
ven en grandes dificultades cuando denuncian el engaño,
para sacar a la multitud de la impostura.

Del emperador Vespasiano. Tácito, famoso
historiador romano, relata cómo el emperador Vespasiano
curó en Alejandría a un ciego con su saliva y aun
cojo tocándole su pierna defectuosa.

Justificaciones para que se hubiera impuesto la
evidencia de este milagro por algún tiempo:

– La autoridad del narrador, en este caso de
Tácito famoso historiador romano.

– La autoridad del milagrero, seriedad, solidez, edad y
probidad del emperador Vespasiano a lo largo de su
vida.

– La credibilidad de la información obtenida por
el historiador, las personas en que Tácito se basó
para relatar el milagro, eran reconocidas por su juicio y
veracidad.

– La exposición del milagro por el historiador
con fuerza del razonamiento y elocuencia.

– Las circunstancias de credibilidad: un pueblo pagano
donde los emperadores eran deificados.

Justificación para que el milagro se hubiera
desacreditado:

– Declaración de falsedad de los testimonios. A
los testigos contratados no les cumplieron las promesas y
declararon que sus testimonios eran falsos.

Del aceite sagrado. Las autoridades religiosas y
los creyentes devotos de la catedral de Zaragoza, solicitaron a
Roma la aceptación del siguiente milagro: El
sacristán de la catedral había recuperado la pierna
que le faltaba, al frotarle el muñón, con aceite
sagrado. Este milagro había sido confirmado por todos los
canónigos de la catedral y todos los feligreses de la
ciudad, quienes con ferviente devoción creían en
este prodigio.

Este milagro fue desacreditado por el cardenal Retz,
quien había conocido en la catedral de Zaragoza al
sacristán referenciado, con sus dos piernas normales. A
pesar de que los testigos eran muchos y atestiguaban haber sido
espectadores del hecho, el cardenal no dio crédito al
milagro. Argumentó que no era necesario demostrar la
falsedad del testimonio, dadas las circunstancias de bajeza y
credulidad con que lo habían impuesto. Y que a pesar de
haber sido confirmado por autoridades religiosas y creyentes
devotos, serviría de tema de burla y descreimiento
religioso.

De los milagros, David Hume (1711-1776).

DIOS NO EXISTE de Christopher
Hitchens.

 

 

Autor:

Rafael Bolívar Grimaldos.

 

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