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Percepción cotidiana de la Diversidad Cultural



Partes: 1, 2

  1. Presentación
  2. Introducción
  3. Cultura de Ancash y Chimbote
  4. Manifestaciones culturales de
    Ancash
  5. Hacia
    una construcción del conocimiento
    intercultural
  6. Conclusiones
  7. Referencias
    bibliográficas

Presentación

Señores Miembros del Jurado
Evaluador:

En cumplimiento a lo dispuesto para la segunda etapa del
concurso de nombramiento 2011, me permito presentar ante Uds., el
presente trabajo monográfico titulado:
"Percepción cotidiana de la Diversidad
Cultural
"; con el propósito de conocer y analizar
la percepción de la diversidad cultural, vista como un
problema que va a la par con el hábito compartido de
ubicar a las personas dentro de una escala valorativa de
prestigio social de acuerdo a los rasgos que ostentan y que las
diferencian de otras. Lo que genera exclusión,
discriminación y marginación.

El presente trabajo está realizado en base al
análisis de nuestra realidad, a consultas
bibliográficas e investigaciones.

Aprovecho la oportunidad para expresar mi más
sincero agradecimiento a ustedes, señores miembros del
jurado; por darme la oportunidad de presentar esta
producción monográfica que busca enriquecer el
conocimiento de la diversidad cultural en nuestra región y
a partir de ello, generar actitudes y prácticas de
convivencia pacífica.

El Autor

Introducción

El presente trabajo monográfico titulado
"Percepción cotidiana de la Diversidad
Cultural
"
está orientado a desarrollar el
conocimiento relacionado a la percepción que tienen los
pobladores de Nuevo Chimbote, de la diversidad cultural.

La presente monografía busca promover la forma de
pensar de que, la diversidad cultural no es un problema. Puede
ser más bien, como decía Basadre del Perú,
una posibilidad. El problema no está en la diversidad
misma sino en la manera de percibirla. Es decir: el problema es
considerarla un problema. Es frecuente la comparación con
países europeos, asiáticos o incluso
latinoamericanos (Chile o Argentina por ejemplo), para mantener
esa afirmación. Curiosamente la referencia a los Estados
Unidos debería abrirnos a otra percepción: un
país de inmigrantes de orígenes tan diversos como
Estados Unidos fue capaz de convertirse en su momento en el
país más poderoso del planeta, antes de que entre
en crisis.

Así observamos que como Ancashinos, Chimbotanos o
Nuevo Chimbotanos; somos descendientes de la cultura
Chavín, Wari, Recuay, Chimú e Inca las cuales han
habitado nuestros territorios en diferentes etapas de nuestra
historia. Es así que ante el legado de estas culturas,
así como el legado de los españoles durante la
conquista y otros pobladores a través de la historia y de
procesos de migración ha surgido una gran diversidad
cultural tanto en Ancash como en la localidad de Chimbote y nuevo
Chimbote.

Es así que ante la falta de conocimiento de
nuestra cultura, falta identidad cultural y respeto por la
diversidad cultural surge la necesidad de plantear medidas de
solución ante esta carencia que permita no solo conocer
nuestra cultura sino también comprometernos,
sintiéndonos parte de ella.

Se ha logrado entender que el conocimiento cultural es
básico para lograr que la población quiera y
respete sus raíces y el lugar donde habita. La
difusión cultural en nuestra ciudad es mínima. Por
ello es necesario establecer las prioridades de un plan de
acción que permita fortalecer nuestra cultura.

CAPÍTULO I

Cultura de Ancash
y Chimbote

  • 1- Definición de
    cultura:

La cultura es el conjunto de todas las formas,
los modelos o los patrones, explícitos o
implícitos, a través de los cuales una sociedad
regula el comportamiento de las personas que la conforman. Como
tal incluye costumbres, prácticas, códigos, normas
y reglas de la manera de ser, vestimenta, religión,
rituales, normas de comportamiento y sistemas de creencias. Desde
otro punto de vista se puede decir que la cultura es toda la
información y habilidades que posee el ser humano.
(WIKIPEDIA, 2011)

Algunos reclaman por la vaguedad con que se suele
utilizar el término cultura y su derivado intercultural,
pero ni bien se intenta una definición se descubre la
complejidad que encierra el concepto y, por tanto, la dificultad
que representa definirlo. Ante este escollo, muchas veces se
renuncia al esfuerzo de precisar nuestras expresiones.

En realidad, si bien es cierto que el tema es muy
complejo y que la definición de cultura conlleva toda una
perspectiva teórica, en el marco de un discurso orientado
a elaborar una propuesta educativa, es indispensable -y de hecho
no es tan difícil como se piensa- proponer una
definición operativa de cultura y de interculturalidad.
Así, por cultura podemos entender los modos de vivir o los
modos de ser compartidos por seres humanos.

La cultura y el lenguaje articulado son propios de los
humanos; es lo que diferencia específicamente a nuestra
especie de todas las demás. Los humanos tenemos la
capacidad de ir amoldando y transformando no sólo la
naturaleza, sino nuestras propias relaciones con el mundo y
nuestra propia forma de vivir. A través de nuestra
historia, hemos ido creando y modificando nuestra relación
con el mundo en un proceso acumulativo y evolutivo hecho posible
porque lo que creamos y aprendemos lo transmitimos también
a nuestra descendencia sin necesidad de modificación
genética. Para ello, hemos inventado -y seguimos renovando
constantemente- sistemas simbólicos complejos, que son muy
variados en el mundo entero. Tienen también un importante
grado de arbitrariedad: ante cualquier reto nuevo que se nos
plantea, los humanos siempre tenemos varias -y a menudo muchas-
alternativas y posibilidades de creación. Las respuestas a
las necesidades -y la propia construcción de nuevas
necesidades- son así un producto de nuestra historia. Hoy
en día reconocemos que la facultad de creación de
sistemas simbólicos no es exclusivamente humana, lo que
nos abre una importante perspectiva ecológica, pero nos
hace ver también con mayor claridad la importancia
decisiva que tiene esa facultad para la especie humana a
diferencia de todas las demás. Por ello seguimos hablando
de cultura como el modo propio del ser humano de relacionarse con
el mundo.

La relación con el mundo implica la
relación con la naturaleza, con los demás, consigo
mismo, con la trascendencia; nos relacionamos con el mundo con
formas de mirar, de sentir, de expresarnos, de actuar, de
evaluar. Aunque las expresiones materiales manifiestas son parte
de la cultura, es importante entender que, en tanto es viva, una
cultura no se reduce nunca a la suma de todas sus producciones.
Lo central de la cultura no se ve; se encuentra en el mundo
interno de quienes la comparten; son todos los hábitos
adquiridos y compartidos con los que nos relacionamos con el
mundo. Por esta razón, podemos afirmar que la cultura, a
la vez que se internaliza individualmente, es un hecho
eminentemente social, puesto que es compartida y se socializa
permanentemente en todas las interacciones de la sociedad, y en
forma muy particular en los procesos educativos.

En nuestra región existen diversas culturas y
todo ello debido a que somos un país con herencia de
diversos antepasados influenciados por el mundo globalizado. Esto
trae como consecuencia que no solo se hereden rasgos
físicos; sino también comportamentales. En tal
sentido observamos por ejemplo que los pobladores de la costa de
Chimbote tienen una cultura diferente a los pobladores de la
sierra de Ancash. Ejemplo de ello tenemos en la vestimenta en la
cual observamos que en la costa las personas se visten con
pantalones, polos, camisas a la moda, mientras que en gran parte
de nuestra serranía aún se visten en base a
polleras y llanques.

2. Interculturalidad: ¿Por qué no
"mestizaje cultural"?

La noción de "mestizaje cultural" ha tenido
cierto éxito en el Perú al buscar dar cuenta del
encuentro -o del choque si se prefiere- de las culturas
autóctonas con la de los colonizadores españoles.
Tal vez el término pueda seguir siendo interesante para
expresar la voluntad de quienes, desde tradiciones étnicas
y culturales diversas, buscan construir un terreno común
de entendimiento. Sin embargo, expondremos ahora varias razones
que nos hacen pensar que en la actualidad su uso no es muy
conveniente.

El término se deriva de la simplificación
extrema operada por la gran división colonial,
jerarquizante y excluyente, entre "indios" y "españoles",
supuestamente reconciliados en el "mestizaje". Se pasa así
alegremente por alto la gran riqueza de la multiplicidad
cultural. Se confunde además en una sola categoría
realidades culturales muy distintas (por ejemplo no es igual el
"mestizo" de las antiguas ciudades coloniales que el "indio" que
ha adquirido hábitos urbanos). Y finalmente, la
noción de "mestizaje cultural", aunque construida a base
de las categorías coloniales, tiende a eliminar la
percepción de la relación de dominación
propia de la situación colonial y heredada de ella. Es
decir tiende a suponer armonía entre todos, dejando de
lado la desigualdad real de condiciones de los grupos sociales y
étnicos, en el acceso a los recursos culturales ajenos y
en las posibilidades de desarrollo y difusión de los
propios.

En términos más teóricos, se
critica también esta noción porque -como lo
señalara Fernando Fuenzalida (1992) trata las culturas
como si fueran entidades corpóreas con capacidad de
mezclarse de modo similar a los seres orgánicos. Para
nosotros, en cambio, la cultura no tiene existencia en sí
misma, sino que se refiere a actitudes acostumbradas y a maneras
de ser compartidas (dimensión social) de las personas en
concreto (dimensión individual). Por esta razón, en
el mejor de los casos, podría hablarse de "mestizaje" en
un sentido metafórico, pero es una metáfora que,
lejos de ayudar a entender la realidad, más bien conduce a
confundirla.

3.- La diversidad cultural y la interculturalidad
como situación de hecho

La diversidad cultural se presenta en espacios definidos
donde coexisten grupos humanos con tradiciones culturales
diferentes. Por tal razón, no entenderemos por diversidad
cultural la existencia de influencias lejanas, como pudieron ser
la adopción de los fideos o de los molinos de viento
asiáticos en Europa. En cambio, los contactos frecuentes
entre mercaderes y toda clase de viajeros en torno al
mediterráneo, por la densidad de estas relaciones,
constituyeron espacios importantes de diversidad cultural que
generaron relaciones intensivas entre culturas o relaciones
interculturales de hecho, esto es, relaciones en las cuales,
aunque las personas no necesariamente lo quieran ni lo busquen,
se ven influenciadas de manera importante por rasgos culturales
originados en tradiciones diferentes a la propia. En este
sentido, el mundo andino se ha caracterizado siempre por una gran
diversidad cultural.

Ahora bien, puede ser muy variada la actitud frente a la
diversidad cultural y a las consiguientes relaciones
interculturales en las que uno se encuentra sumergido de hecho.
Por ejemplo, es posible que ciertas influencias no sean
reconocidas e incluso sean rechazadas. El reconocimiento,
desconocimiento o rechazo de influencias culturales depende,
naturalmente, del prestigio que está socialmente asociado
a cada uno de los ámbitos culturales. Pensemos
cuánto de influencia árabe hay en la cultura
hispana, sin que sea generalmente reconocida. Del mismo modo
¿cuánto de influencia andina habrá en la
cultura criolla del Perú, aunque no se la quiera admitir?
Es de esperar que cada persona tienda a reconocer y valorar
dentro de sí misma las influencias culturales de
ámbitos que gozan de mayor prestigio. Este proceso es
complejo, no unilineal, y depende incluso en parte del contexto
en el que se encuentre la persona, pero aquí simplemente
interesa señalar que existen influencias que, pese a no
ser reconocidas, actúan sin embargo eficazmente en el
comportamiento individual o colectivo. Pensemos por ejemplo en la
influencia de la lengua materna en la manera de hablar otro
idioma: aunque se la quiera negar, esta influencia jamás
desaparece por completo.

Esta actitud variada ante influencias culturales, de
acuerdo a su prestigio y proveniencia, está
íntimamente ligada al contexto de mucha desigualdad social
en que se dan generalmente las situaciones de interculturalidad,
como es el caso del Perú. Las influencias culturales
mutuas no se procesan entonces de manera armoniosa y en un
ambiente de respeto mutuo y de diálogo. Es más bien
lo contrario que ha venido dándose a lo largo de la
historia. Pero ello no significa que no hayan existido estas
influencias mutuas (o esta interculturalidad de hecho).
Significa, eso sí, que para quienes viven ese proceso es
difícil reconocer y asumir plenamente la riqueza potencial
que representan recursos culturales generados a través de
prolongadas experiencias históricas distintas, y que de
pronto se encuentran reunidas y al alcance. Al mismo tiempo, la
historia de la humanidad, y en especial también la del
Perú, está llena de ejemplos de influencias mutuas
que se han producido en medio de relaciones sociales
jerarquizadas y de procesos de dominación y
explotación. Sólo por tomar ejemplos materiales muy
obvios, se puede recordar que Europa se salvó de muchas
hambrunas gracias a la papa andina y que la agricultura andina,
por su lado, adaptó con mucho éxito el buey y el
arado a sus sistemas de producción.

En medio del conflicto y la injusticia de las relaciones
sociales, siempre hubo quienes soñaron con convertir las
relaciones interculturales existentes de hecho, en un punto de
partida para establecer relaciones sociales más justas: la
interculturalidad se convierte entonces de una situación
de hecho en un principio normativo orientador de cambio
social.

4.- La interculturalidad como principio
normativo

Más allá de la existencia de hecho de
relaciones interculturales, la interculturalidad puede entonces
tomarse como principio normativo. Entendida de ese modo, la
interculturalidad corresponde a la actitud de asumir
positivamente la situación de diversidad cultural en la
que uno se encuentra. Se convierte así en principio
orientador de la vivencia personal en el plano individual y en
principio rector de los procesos sociales en el plano
axiológico social. El asumir la interculturalidad como
principio normativo en esos dos aspectos -individual y social-
constituye un importante reto para un proyecto educativo moderno
en un mundo en el que la multiplicidad cultural se vuelve cada
vez más insoslayable e intensa.

En el plano individual, nos referimos a la actitud de
hacer dialogar dentro de uno mismo -y en forma práctica-
las diversas influencias culturales a las que podemos estar
expuestos, a veces contradictorias entre sí o, por lo
menos, no siempre fáciles de armonizar. Esto supone que la
persona en situación de interculturalidad, reconoce
conscientemente las diversas influencias y valora y aquilata
todas. Obviamente, surgen problemas al intentar procesar las
múltiples influencias, pero al hacerlo de modo más
consciente, tal vez se facilita un proceso que se inicia de todos
modos al interior de la persona sin que ésta se dé
cabal cuenta de ello. Este diálogo consciente puede darse
de muchas formas y no sabemos bien cómo se produce, aunque
es visible que personas sometidas a influencias culturales
diversas a menudo procesan estas influencias en formas
también similares. Por ejemplo, en contraposición a
la actitud de desconocimiento y rechazo de una vertiente cultural
con poco prestigio, actualmente ciertas corrientes
ideológicas están desarrollando una actitud similar
de rechazo de la vertiente cultural de mayor prestigio. La
interculturalidad como principio rector orienta también
procesos sociales que intentan construir -sobre la base del
reconocimiento del derecho a la diversidad y en franco combate
contra todas las formas de discriminación y desigualdad
social- relaciones dialógicas y equitativas entre los
miembros de universos culturales diferentes. La interculturalidad
así concebida, "(…) posee carácter
desiderativo; rige el proceso y es a la vez un proceso social no
acabado sino más bien permanente, en el cual debe haber
una deliberada intención de relación
dialógica, democrática entre los miembros de las
culturas involucradas en él y no únicamente la
coexistencia o contacto inconsciente entre ellos. Esta
sería la condición para que el proceso sea
calificado de intercultural." (Zúñiga
1995)

En este sentido, la interculturalidad es fundamental
para la construcción de una sociedad democrática,
puesto que los actores de las diferentes culturas que por ella se
rijan, convendrán en encontrarse, conocerse y comprenderse
con miras a cohesionar un proyecto político a largo plazo.
En sociedades significativamente marcadas por el conflicto y las
relaciones asimétricas de poder entre los miembros de sus
diferentes culturas, como es el caso peruano, un principio como
el de la interculturalidad cobra todo su sentido y se torna
imperativo si se desea una sociedad diferente por ser
justa.

5. La crisis de la modernidad

El proyecto de la modernidad nacido de la
Ilustración afirmó el sueño de la
posibilidad de un progreso indefinido regido por la razón.
La historia del siglo XX, sin embargo, es también de
algún modo la historia de la pérdida de
credibilidad del proyecto así definido. Para ello basta
mencionar la constatación hecha sentido común de
los horrores a los que puede conducir el desarrollo
tecnológico con su "razón instrumental" (basta la
masacre de Auschwitz como ejemplo).

Al mismo tiempo, nacen o renacen identidades nacionales
y étnicas en los pueblos subordinados dentro el nuevo
orden mundial, dando lugar con frecuencia a movimientos marcados
por un claro anti-occidentalismo. Pese a los avances
científicos y tecnológicos que han puesto al
Japón junto con otros países orientales a la punta
de la modernidad, se sigue muchas veces identificando a occidente
con modernidad, con el rechazo de ambos, con toda la
ambigüedad que significa rechazar la modernidad de occidente
más no su tecnología. Estos movimientos ceden
también fácilmente a la tentación de
intentar recrear mundos cerrados en diversas formas de
fundamentalismo.

La ideología de la posmodernidad es una forma de
respuesta a esta crisis, aunque si se la mira desde cierta
distancia (y especialmente desde el sur), aparece como una
respuesta en realidad muy propia de la cultura moderna y,
además, muy occidental. Paralelamente, y casi
independientemente de estos movimientos de crítica o
negación de la modernidad, la vida misma de las personas,
de las instituciones y de los Estados, continúa en lo
central siendo regida por una búsqueda cada vez más
exigente de eficiencia, propia de la racionalidad moderna regida
por el ideal del progreso. Tal vez el drama de la sociedad
globalizada de hoy sea que, aunque ya no se cree en el progreso,
éste sigue siendo la meta que todos persiguen, a falta de
otro sentido que ha desaparecido del horizonte.

Muchos sostienen que el proyecto moderno, sin embargo,
no está agotado. Su crisis manifiesta más bien una
insuficiencia de modernidad, es decir una insuficiencia de
racionalidad y razonabilidad (o sensatez, en el sentido de Eric
Weil) en las relaciones humanas. Se podría pensar,
incluso, que recién están apareciendo las
condiciones de una modernidad mayor, o al menos que la sociedad
está en crisis, no porque la modernidad la
destruyó, sino porque, al contrario, es insuficientemente
moderna. El sueño de hoy ya no es, claro está, el
de un progreso indefinido logrado mediante una ciencia
omnipotente, sino más bien el de alcanzar una vida
razonable en el planeta sobre la base del respeto de las
diferencias entre todos los humanos. Desde ahí es posible
hablar nuevamente de un universal, ya no impuesto desde fuera,
sino surgido del diálogo y de la tolerancia.

6. La interculturalidad como respuesta posible a la
crisis de la modernidad

El aprender a vivir entre los diversos se está
convirtiendo así en el nuevo reto (y tal vez el nuevo mito
de una modernidad más amplia). El proyecto de
interculturalidad, respetuoso de las diferencias, es hasta ahora
contradictorio con la homogeneización que produce la gran
empresa multinacional 3.Sin embargo, el mismo proceso que
produce homogeneización, pone también en
comunicación cada vez más estrecha el planeta
entero, ubicándonos a todos cada vez más en
situación de interculturalidad de hecho que crea
condiciones para luchar contra la tendencia
uniformizante.

Existe entonces un campo enorme para una lucha cuyos
resultados dependerán en gran parte de la actitud de las
sociedades subordinadas, de su capacidad de proponer con fuerza
valores al mundo de hoy, de difundir maneras de ver inspiradas en
sus propias tradiciones, de crear formas nuevas de modernidad. Lo
que está en juego y en discusión, entonces es la
posibilidad de crear y recrear la modernidad desde
múltiples tradiciones. Los japoneses han mostrado que esto
es posible al desarrollarse afianzando más su cultura y
creando modernidad desde ella: pensemos por ejemplo en el
refinamiento puesto por ellos en el acabado y en la
presentación de los productos industriales. Frente a una
modernidad uniformizante (y básicamente occidental), es
posible imaginar una modernidad de diversidad y pluralidad,
más rica, que explore muchas alternativas a la vez y las
confronte permanentemente en los nuevos espacios rápidos
de intercomunicaciones.

En esta perspectiva, el Perú tiene mucho que
aportar. Si el reto del mundo en el próximo siglo es el de
crear relaciones sensatas de convivencia sobre la base del
respeto y aprovechamiento de la diversidad, ese es un aspecto en
que el Perú tiene ventajas comparativas si es capaz de ir
a sus raíces y aprender de sus antiguas culturas. Sabemos
que desde siempre, los antiguos peruanos supieron manejar la
diversidad de la naturaleza. Pero no sólo eso:
también tuvieron muchos recursos para manejar la
diversidad de los grupos sociales y hacer posible la convivencia
entre quienes se mantenían diferentes.

Un eje central de trabajo es entonces el proyectarnos al
futuro desde una civilización -la andina- cuyo rasgo
más relevante, comparativamente con otras grandes
civilizaciones, siempre fue el de enfatizar el manejo de la
diversidad en todos sus aspectos, tanto físicos como
sociales y culturales.

Esta lucha por un mundo regido por el principio de
interculturalidad es, desde luego de enormes dimensiones, pero
está a la altura de los grandes retos que necesitan las
nuevas generaciones. Supone aprender a pensar el mundo desde
nuestra experiencia y a la vez desde el mundo mismo; trabajar la
relación norte-sur en diálogo con el norte
aprendiendo también del sur, especialmente de quienes
(como la India por ejemplo) han avanzado, desde su propia
historia en la construcción de propuestas del manejo de la
diversidad.

CAPÍTULO II:

Manifestaciones
culturales de Ancash

Folclore

Entre las más populares manifestaciones
folklóricas destaca la Chuscada ancashina, danza
caracterizada por su alegría y ritmo llevadero, que
combina el pasacalle, la marinera y el triste, otras danzas
importantes son las Shacshas, las Huanquillas, las
Antihuanquillas, los Capitanes, las Pallas y los
Negritos.

Artesanía

Diversas manifestaciones guardan la tradición
artesanal ancashina. Destaca la confección de trajes
típicos y el bordado de coloridas polleras. Además,
se mantiene el arte de la fabricación de velas, muy
utilizadas en las diversas procesiones de la zona. Entre otras
labores artesanales, se encuentran las frazadas de lana de
chavín, la cerámica de Taruca, el fierro forjado,
el repujado en cuero y la cestería.

Gastronomía:

Dentro de los platos típicos del departamento
destacan:

Picante de cuy: guiso de cuy cocinado en salsa de
maní y ají panca.

Cuchicanca: lechón tierno adobado
en vinagre y horneado, servido con papas sancochadas y mote
(maíz desgranado y hervido).

Tamales: masa de maíz rellena con
carne, envuelta en hojas de plátano y cocida al
vapor.

Charqui: carne de llama seca y
salada.

Llunca kashki con gallina: sancochado de
gallina con trigo y huacatay.

Pecan caldo: caldo de cabeza de carnero
con mondongo o vísceras, patitas y hierbabuena.

Pachamanca: carnes diversas, papas y
choclo o maíz tierno cocidos bajo tierra entre piedras
calientes con hierbas aromáticas, al estilo
prehispánico.

Humitas: masa dulce de maíz
rellena con canela y pasas, envuelta en hojas de maíz y
cocida al vapor.

Cebiche de pato casmeño: sudado
de pato macerado en jugo de naranja y limón.

Además se pueden encontrar una gran variedad de
productos tradicionales como: queso mantecoso, quesillo o queso
fresco sin sal que se sirve con miel, jamón, mantequilla,
miel de abeja, manjar blanco o dulce de leche y diversidad de
frutas como el capulí, membrillo, lúcuma,
granadilla, chirimoya, guayaba, tuna, entre otras.

Bebidas tradicionales

Dentro de las bebidas tradicionales destacan la chicha
de jora (licor de maíz macerado cuyo origen y consumo data
desde épocas anteriores a los incas.) y chicha de
maní (bebida de maní fermentado).

  • 1.  Principales atractivos

Museo Arqueológico de Ancash

Av. Luzuriaga 762 Tel: (044) 72-1819 /
72-1551Visitas: L-S 9:00-17:00, D 9:00-14:00Presenta una
colección variada de textiles, piezas de cerámica y
de piedra pertenecientes a distintas culturas pre incas como
Chavín, Recuay, Huaraz, Mochica, Chimú y
Huari.

Restos Arqueológicos de Willcahuain, A 7
km al noreste de Huaraz (35 minutos en auto o 3 horas a pie
aproximadamente). Templo preinca data del 900 d.C., muestra una
clara influencia Huari. Está íntegramente
construido en piedra, formado por diversas plataformas
sobrepuestas y en el interior distingue una red de
galerías.

Mirador de Rataquenua, A 7 km al sureste de la
ciudad de Huaraz (5 minutos en auto aproximadamente) al lado este
de la colina Mirador natural que constituye un punto
estratégico para divisar la ciudad. Se recomienda acudir a
este mirador en horas del día y en grupos.

Laguna de Tullparaju, A 28 km al este de la
ciudad de Huaraz (30 minutos en auto aproximadamente).
Está rodeada de queñoales, quisuares e ichus. En la
cercanía se pueden observar especies típicas de la
fauna andina como vizcachas, gatos monteses y diversas especies
de aves como los patos silvestres.

CAPÍTULO III:

Hacia una
construcción del conocimiento
intercultural

"Cada acción social y actividad educativa que
favorezca los encuentros entre sujetos autónomos, sobre un
terreno de mutua legitimidad, respeto e igualdad, constituye un
acto intercultural", plantea Juan Godenzzi Alegre, que acepta ver
al "otro" como algo inferior, agrega, "Tenemos, pues, el gran
desafío colectivo de aprender a entendernos unos con
otros, por más diferentes que seamos, para construir
juntos tanto la convivencia democrática", la
búsqueda de un camino de convivencia en el marco de
respeto a las individualidades, entendida con derechos reales y
legales, como reclama la realidad nacional educativa no
aferrándonos a códigos culturales que generan
intolerancia, viendo a la escuela como ámbito de
construcción intercultural y la sociedad que apueste por
la manera de ver positivamente la realidad que toca vivir.
Desarrollar de esta manera, una sociedad tolerante, prescindiendo
de las discriminación, abierto hacia los conocimientos y
avances propios de una sociedad moderna que va hacia adelante,
viendo a la educación intercultural como una de las
potencialidades que pueden brindar y tender puentes hacia una
convivencia armoniosa en pleno siglo XXI, bajo marcos de
educación que incorpore a todos cómo alguien que no
tiene nada de diferente. ¿Acaso es difícil y
paradójico construir una identidad nacional, ante tanto
pluralismo multicultural y bilingüismo, en una sociedad
altamente intolerante?, Se cree que valdría tal
reflexión si apunta a buscar, quizás, no
soluciones, pero mostrar ciertos caminos que conduzca a resolver
algunas aristas del esquema social, diseñado por las
minorías que poseen el timón de gobernarla, y es en
esta línea que se inscribe, la reconocida investigadora,
Claudia Briones insertar lo conocimientos interculturales que
cimentarán una sólida base heterogénea en el
marco de respeto cultural, mostrando una realidad donde existe
poca presencia étnica indígena, que busque el
desarrollo consciente de cada actor social en forma integrada,
poniendo en práctica sus respectivas
potencialidades.

Tratando la identidad cultural en torno a la
globalización dentro del marco de la educación,
respecto a la diversidad cultural, "Basta ver los medios de
comunicación, para darse cuenta de la multitud de
conflictos religiosos, étnicos del planeta.", Sostiene
Carlos Iván Degregori, que todavía no se ha sido
capaz de asimilar esa realidad y menos abordar su solución
a corto plazo. Continua escalofriante Degregori, "Si un
extraterrestre, captara únicamente las telenovelas
peruanas o latinoamericanas, se haría la idea de un
continente abrumadoramente blanco, posiblemente más blanco
que los EEUU. Peor aún, cuando aparecen quechuas,
aymaras, cholos, negros o habitantes rurales, es casi
siempre para burlarse de ellos en los programas
cómicos… reality shows, o en propagandas
de productos "para los estratos C y D".

Frente a este punto de vista dramático se ve la
configuración de la sociedad peruana, donde los medios de
comunicación van jugando un rol preponderante en contra de
la identidad, acentuadamente discriminativa y hasta salvaje,
hacia aquellos que comparten este territorio; caben muchas
interrogantes, que ojalá a lo largo de esta
exposición se vaya aclarando y encontrar puntos de
concordancia igualitaria sin importar barreras culturales,
rompiendo las ideologías enraizadas abriendo paso a la
multiculturalidad. "El discurso sobre la identidad nacional
fundada en una visión dual de la sociedad peruana se ve
hoy desbordado por la creciente heterogeneización de la
vida social y por la emergencia de grupos que exigen que se
implemente una política de la diferencia, que reconozca
sus especificidades", sostiene Norma Fuller; Es difícil
construir ideas, a partir de una sociedad enraizadamente
multicultural, y siglos de postergación, en el marco de
los constantes cambios y la manera de interpretar los
parámetros sociales, no obstante, Javier Ávila, se
atreve a tender la mirada hacia atrás para recordar la
dura historia, "El fenómeno de la mundialización se
puede rastrear hace quinientos años con el denominado
"encuentro de dos mundos", con marcadas diferencias culturales y
tecnológicos histórica con la clasificación
colonial de la población mundial en torno de la idea de la
"raza", la misma que procedió a identificar a los pueblos
"no blancos" como biológica y culturalmente inferiores",
ante esta desoladora realidad, resta pocas posibilidades de salir
airosos en corto tiempo, y quizás, aunque suene
irónico, para que cuando se esté en condiciones de
convivencia intercultural, los llamados "otros", habrán
desaparecido.

En cierta medida en el mismo derrotero, Gastón
Sepúlveda, sostiene "Las aptitudes y disposiciones del
cerebro humano requieren condiciones socioculturales para
manifestar las aptitudes de la mente humana para organizarse.",
significa trabajar la parte cognoscitiva construyendo bases
interculturales, abierto a nuevas críticas, en este
sentido la articulación simbólica puede verse,
parafraseando a Vigotsky, como una zona de construcción de
conocimiento en tanto que los participantes negocian el sentido
de sus respectivas orientaciones cognoscitivas y hacen surgir
realidades culturales, se puede avizorar el grado de profundidad
a que llegó este científico suizo, "

Este recorrido entre las competencias que el niño
tiene y las que puede llegar a tener con la ayuda de un
guía experto y que en los términos de Vigotsky
hemos denominado zona del desarrollo próximo, es un
espacio de construcción de conocimiento que decididamente
jugará a favor del desarrollo de las nuevas sociedades
rurales con mayoría indígena peruana, que
todavía no ha encontrado caminos para sobresalir del
marasmo social en que se encuentra, enfatiza la investigadora,
está permanente los llamados "otros", con la finalidad de
buscar consensos y encuentros que favorezca una
interrelación diversificada, convirtiéndole a la
Interculturalidad, como una necesidad, resaltando la línea
solidaria como una actitud positiva frente al tema supone que la
relación se da desde planos y en condiciones de igualdad
entre las culturas que interactúan.

Se entiende que el otro puede crecer desde su
diferencia. Ésta es la ética que está
detrás del concepto de autonomía, viendo como un
punto de llegada. Es un camino necesario de las sociedades
auténticamente democráticas, la sociedad
multicultural, por lo menos debe reconocer constitucionalmente
como tal, y debe transitar gradualmente hacia la
interculturalidad, y puede hacer más partícipe en
el desarrollo de pueblos postergados apelando a una de las
partes, el racismo en la educación intercultural,
Además se resalta la idea de sociedad, se deduce que
muchas de las luchas étnicas tienen un trasfondo de clase,
al referirse a las organizaciones que tienen un fundamento
étnico y persiguen el reconocimiento de sus culturas, pero
que avanzan también en reivindicaciones económicas
y sociales, y pasa por cierto en el equilibrio de
construcción de bienes culturales que combate el racismo
superestructural y económico, que en nombre del progreso,
avasallan a las culturas de menor desarrollo que se resisten a no
desaparecer, en un mundo hostil, donde se vende y se compra
todo.

1. La compleja diversidad cultural en el
país

La diversidad cultural no es exclusiva de los andes, es
una constante de la historia de la humanidad. Aun así, los
antropólogos de campo han recalcado la gran diversidad de
los andes al punto que algunos llegan a decir que en los andes
existen tantas culturas como pueblos y variantes dialectales.
Quisiéramos por nuestra parte sugerir que en los andes la
diversidad cultural parece ser mantenida y reforzada
conscientemente como una manera de afirmar la identidad del grupo
por diferenciación del otro. La actitud misma de construir
la identidad enfatizando así la diferencia, es sin embargo
común a todos y es un rasgo cultural que los une
fuertemente, como los une también la búsqueda y
creación de rituales que afirmen la unidad del conjunto,
preservando y marcando a la vez las diferencias.

Se conoce en la actualidad cada vez más acerca de
la manera cómo los andinos han utilizado y utilizan en la
producción la gran diversidad de climas, terrenos y
especies, aprovechando lo mejor posible la multiplicidad de
nichos ecológicos a su disposición. Estamos ante la
única gran civilización agrícola que
logró avances considerables sobre la base del policultivo
en lugar del camino del monocultivo seguido por las demás
grandes civilizaciones agrícolas en el orbe.

Para los andinos, producir no es sólo una
relación con la naturaleza, es simultáneamente una
relación social. El manejo de la diversidad también
se evidencia en ese nivel. Las sociedades andinas siempre han
dado mucha importancia al desarrollo de instituciones y rituales
que hicieran posible que grupos de orígenes
geográficos y étnicos muy diversos pudieran
convivir, manteniendo identidades propias muy fuertes, pero
también intercambiando entre sí y buscando mantener
vínculos de buena vecindad con el menor costo en tensiones
y violencias.

Los estados andinos lograron expandirse cuando supieron
aprovechar las tradiciones de manejo de la diversidad, para
mantener una paz basada en un cierto respeto de las
autonomías, y una economía que buscaba articular la
diversidad en un nivel mayor.

Los conquistadores españoles, por su parte, eran
ellos mismos producto de influencias múltiples, aun cuando
la España del siglo XVI negara esas influencias, afirmando
la "pureza racial": junto con las armas físicas, las armas
mentales de la reconquista fueron trasladadas a la conquista de
América (Manrique 1993).

La relación colonial creó una brecha
social y étnica entre "indios" y "españoles", con
el fuerte sistema jerárquico correspondiente. Pero las
relaciones entre "vencedores" y "vencidas" están a la vez
llenas de ambigüedades: el indio rechaza al español
pero aprende de él, lo imita y busca apropiarse de los
rasgos culturales que lo identifican (vestimenta, herramientas,
lengua, culto), aunque sin perder los propios. Aparece así
un nuevo campo de desarrollo del manejo de la diversidad, en una
relación dual no simétrica sino de
subordinación, pero en la que el subordinado pretende
arrebatarle sus poderes al dominante al colocarlos al lado de los
antiguos recursos culturales. Algunos llaman sincretismo esta
manera de yuxtaponer al santo con la huaca. También
podríamos decir, más simplemente, que se trata de
un nuevo campo de aplicación de la antigua
tradición de incorporar elementos nuevos (diversos,
distintos) otorgándoles sabiamente un espacio al lado de
los antiguos.

La emancipación de España -muchos lo han
dicho- no significó la eliminación del racismo que
heredamos del periodo colonial y que es de difícil y lenta
erradicación de las mentes aun cuando ya no se confiesa
abiertamente. En nuevos contextos, antiguas y variadas
tradiciones encuentran también a veces nuevos espacios en
su lucha por el simple derecho a existir. Entre ellas, y aunque
son minorías muy pequeñas, los grupos
amazónicos revisten mucha importancia en términos
cualitativos: a diferencia de los andinos, no llegaron a ser
colonizados y han mantenido por tanto identidades fuertes, pero
también se encuentran muy desarmados frente al contacto
masivo con el mundo exterior.

A este gran tronco andino-amazónico originario se
suman muchos grupos. Entre ellos destaca el de origen africano,
pero también son muchos otros, llegados al país en
diversos momentos de su historia y que se han adaptado en formas
muy diversas: descendientes de chinos y japoneses, pero
también de árabes, italianos, alemanes, y muchos
otros, con grados diversos de mantenimiento de la identidad
originaria. Son muchos y variados los aportes de todos ellos a
las actuales costumbres y actitudes. Más allá de la
dureza de la relación colonial y del racismo que de
allí deriva, en la sociedad peruana se ha ido forjando
también -siempre en medio de ambigüedades- una cierta
tolerancia por el otro, por quien es distinto, y un aprecio por
diferentes formas de mezcla (pensemos por ejemplo en la comida
que se ofrece en los restaurantes limeños).

Más allá de las diferencias, importa
destacar y estudiar las relaciones nuevas que se han ido gestando
entre grupos y personas con orígenes culturales distintos
y que, al verse obligados a convivir, han ido también
influenciándose mutuamente.

2. Tendencias de los procesos culturales
actuales

La metáfora del encuentro del zorro de arriba con
el zorro de abajo en la obra conocida de José María
Arguedas (1971), es una manera muy andina de interpretar al
país. Al presentar a los zorros como representantes de la
sierra y de la costa, el autor nos habla de las relaciones
difíciles entre andinos y criollos en la actualidad y nos
recuerda simultáneamente distinciones anteriores a la
relación colonial, y sobre las cuales se habían
tejido antiguas relaciones de reciprocidad. La metáfora de
los zorros es muy útil y a su vez, aplicada a la realidad
del Perú contemporáneo, muestra sus limitaciones.
"A qué habré metido estos zorros tan
difíciles en la novela", "estos "Zorros" se han puesto
fuera de mi alcance", nos confiesa Arguedas en el diario que
puntúa la novela. En efecto, la metáfora construida
sobre un modelo dual se prestaba muy bien para interpretar la
antigua realidad andina, pero es de uso difícil para
hablar del Perú de hoy (en el caso concreto de la novela,
el Chimbote del boom de la pesca), un país no solo
múltiple y fragmentado, sino totalmente trastornado ya que
no logra mas articular sus diferencias al modo del encuentro de
"zorros" que ya no existen o han perdido identidad.

Este nuevo Perú "hirviente" ha sufrido cambios de
tales magnitudes que las propias categorías mentales que
se utilizaban para entenderlo, resultan insuficientes y en muchos
casos obsoletas. Antes, las identidades se construían de
manera clara con la pertenencia de los individuos a grupos
claramente identificables, con vínculos de parentesco y de
vecindad perfectamente definidos. Era entonces importante
señalar claramente de qué manera se diferenciaban y
oponían los grupos, para desde ahí encontrar formas
de unirlos en un encuentro fructífero en el que la amistad
no excluía tensión y pelea, pero suponía la
incorporación de las identidades particulares en una
identidad superior que siempre corría el riesgo de
volverse a dividir. De ahí los múltiples rituales
andinos que celebran a la vez la competencia y la unión de
los competidores.

Partes: 1, 2

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