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¿Soy supersticioso?



  1. Superstición
  2. Liberación
    de las supersticiones
  3. Usufructuarios
  4. Problemas de las
    religiones
  5. Orígenes de
    las religiones
  6. Origen del
    fanatismo religioso
  7. La doble moral de
    dioses y humanos
  8. La falsa moral de
    monarcas, dictadores y clérigos
  9. Fuentes

Para adelantar cualquier investigación
bibliográfica se debe preferir los textos
históricos a los textos religiosos. Los textos
históricos serán siempre más fiables que los
religiosos porque no están deformados por la fe y el
afán proselitista. Cuando sobre un tema existe y
sólo se usa información religiosa es conveniente
advertirlo.

Para contestarnos la pregunta de si somos supersticiosos
es conveniente conocer algo sobre la
superstición.

Superstición

Definiciones: Superstición es la tendencia
a atribuir carácter sobrenatural a determinados
acontecimientos.

Las supersticiones son caprichos, movimientos impetuosos
del espíritu humano extremadamente variables e
inconstantes.

La superstición es una huella confusa de la
divinidad. Por ello las personas naturalmente están
sujetas a ella.

Origen. Provienen de las pasiones más
fuertes y no de la razón, sólo la esperanza, el
odio, la cólera y el fraude pueden hacerla
subsistir.

Las raíces de nuestras debilidades se encuentran
en lo más profundo de nuestras mentes, son parte de las
propiedades esenciales y universales de la naturaleza humana. Las
estratagemas para contrarrestarlas las agravan y las convierten
en locuras.

Causas:

Ignorancia y miseria. Las personas ignorantes y
miserables nunca viven tranquilas, siempre están corriendo
tras todo lo nuevo con que aún no las han
engañado.

Las situaciones difíciles en que se hallan
constantemente, les impiden adoptar decisiones racionales. Por
ello la superstición ha sido la causa de tantos
crímenes y guerras.

Ambición. Las personas ambiciosas
fluctúan siempre en pos de bienes que desean sin
moderación. Como consecuencia de esto permanecen
fatigadas, son inconsistentes, vacilan en la incertidumbre y el
menor impulso las mueve en rumbos diferentes.

Sus espíritus están siempre abiertos a la
más exagerada credulidad, o creencia fácil, en
cosas que no están comprobadas o demostradas. Las
personas que desmedidamente apetecen bienes son inseguras y dadas
a creer en toda clase de supersticiones.

Prepotencia. Cuando las personas, hasta las
más ignorantes, viven momentos de prosperidad, se jactan
de gran sabiduría y se niegan a recibir consejos. Pero
cuando las sorprende la adversidad, indecisas piden consejos a
cualquiera y los siguen ciegamente, así sean los
más absurdos, frívolos e irracionales.

Superada esta crisis vuelven a confiar en un mejor
porvenir, o a temer mayores males, hasta que las domina un temor
o les ocurre algún incidente, que les recuerde un bien o
un mal pasados. Si es un bien auguran inmediatamente que el
porvenir les será propicio. Si es un mal, que el porvenir
les será funesto.

Credulidad. Las personas creyentes cuando
presencian algún fenómeno extraordinario o
calamitoso, guiadas por la superstición religiosa, lo
atribuyen a la ira divina, al enojo de dios, por la impiedad de
la gente que no ora, ni hace sacrificios.

Creen que la naturaleza es cómplice de sus
delirios, de sus ridículas ficciones con que interpretan
sus fenómenos. Y así durante toda la vida
permanecen engañadas y no dejan de creer en presagios
buenos o malos.

Cuando vislumbran el peligro de que no les sean
concedidos los bienes que desmedidamente apetecen, imploran el
auxilio divino con oraciones y lágrimas. Tildan de
inútiles a la razón y a la sabiduría, por no
mostrarles rutas seguras que les permitan alcanzar sus vanos
deseos.

Para ellas, los delirios de su imaginación, los
sueños y toda clase de extravagancias y puerilidades, que
se les ocurra, son respuestas divinas para satisfacer sus deseos.
Según la religión, dios anima con su hálito
y revela el porvenir a los idiotas, locos y pobres y detesta a
los sabios.

Miedo, tristeza y timidez. Dios en su exceso de
delirio infundió el temor o miedo en los humanos. Ese
sentimiento de angustia ante un riesgo o un mal, es la verdadera
causa de la superstición, lo que la conserva y entretiene.
La superstición entra con el miedo en el corazón
humano. Cuando la tristeza lleva al delirio, los objetos de vana
adoración se convierten en fantasmas en las almas
tímidas.

Caprichos y sentimientos. Cuando nos abandonamos
a las sugerencias indisciplinadas de nuestros caprichos o
sentimientos, se originan en nuestras mentes los terrores que nos
agitan, y entonces hacemos uso de procedimientos de barbarie, nos
servimos de ellos para apaciguar a nuestros dioses.

Las características dominantes de los dioses en
las religiones son el capricho y la barbarie. Los religiosos en
vez de tratar de corregir esas depredadas ideas, se dedican a
fomentarlas y a alentarlas, porque cuanto más
terriblemente representen a sus dioses, más dócil y
sumisamente se conducen las personas con sus ministros. Y cuanto
más irracional sea la aceptación de sus
explicaciones, más necesaria se hace olvidarnos de nuestra
razón y someternos a la guía y dirección
espiritual de ellos.

Las Escrituras. Los escritores de los libros
sagrados pusieron en boca de sus profetas los sueños
insensatos de los griegos. Los filósofos religiosos
posteriores acomodaron a las escrituras las especulaciones de
Platón y Aristóteles, para ser tratados como
discípulos de los filósofos idealistas y no de los
paganos.

Las escrituras desprecian los conocimientos emanados de
la naturaleza y en muchos casos son fuente de impiedad. Las
ficciones humanas se aceptan como revelaciones divinas. Exigen fe
o credulidad. Las controversias de los filósofos
religiosos han suscitado pasiones ardientes en los pueblos, el
nacimiento de odios, discordias y sediciones, que han acarreado
un sinnúmero de males a la humanidad.

Consecuencias. Las personas que caen en una
superstición, tienden a caer en todo género de
ellas y les es difícil persistir en una sola.

Liberación de
las supersticiones

Las personas se liberan de las supersticiones, cuando:

Se rigen por reglas. Son capaces de regirse
permanentemente por reglas preconcebidas.

Poseen fortuna. La fortuna les favorece de forma
continua.

Hay libertades individuales. Libertad de cultos,
libertad individual de pensar para conseguir y mantener la paz y
la salud de un estado.

Eliminan prejuicios. Es necesario eliminar los
prejuicios residuales de la esclavitud, fundamentados en la
religión o en los poderes soberanos.

Examinan críticamente las Escrituras. Es
conveniente hacer un examen de las escrituras con espíritu
libre y sin prejuicios, sin afirmar y reconocer nada como
doctrina santa, sino únicamente lo que la escritura
claramente enseña. Con esta interpretación de los
libros sagrados se debe dar contestación a las
preguntas:

¿Qué es profecía?
¿Cómo se rebeló dios a ciertas personas?
¿Por qué las escogió dios a ellas y no a
otras?. Al contestar estas preguntas es fácil establecer
que la autoridad de los profetas no tiene verdadero fundamento, a
pesar de su experiencia de la vida y de la práctica de la
virtud, y que por tanto sus opiniones carecen de verdadera
importancia.

Usufructuarios

Los adivinos, gozan de crédito,
sólo durante las grandes calamidades y se convierten
entonces en seres especialmente temibles para los
gobernantes.

Religiones. Las religiones usan gran boato y
culto pomposo, para imponer grandeza e importancia a sus
ceremonias y mantener en profundo respeto a sus súbditos,
hacia sus jerarcas y cosas sagradas.

Juzgan sacrílegas las discusiones sobre textos
que dicen fueron revelados, y mantienen a las personas con
multitud de preocupaciones religiosas para que no razonen ni
duden de sus postulados.

Las religiones provocan levantamientos colectivos, para
imponer como leyes sus especulaciones religiosas.

Consideran como crímenes las opiniones contrarias
a ellas y las castigan como graves atentados contra la autoridad.
El odio y la crueldad de los inquisidores necesitan victimas.
Cómo es posible que las religiones convenzan a sus
pueblos, de que lo más glorioso es servir y dar la vida
por algún tirano?.

Gobiernos. La superstición es el medio
más eficaz para gobernar muchedumbres y lograr que los
pueblos adoren a sus gobernantes, o los detesten como azote de la
humanidad.

El principal interés de los gobiernos religiosos
consiste en el engaño, para poder implantar la
religión y el temor que ellos necesitan, y así
mantener a la población en la servidumbre y en la creencia
de que luchar en favor del gobierno, es luchar por su propia
salvación, cuando en realidad están defendiendo su
propia esclavitud.

¿Cómo es posible que en tales estados se
diga que se lucha por la libertad?. Nada más contrario a
la libertad, que cohibir con prejuicios religiosos el libre
ejercicio de la razón individual y nada más
reprobable que propagar estas ideas.

Clérigos. Los clérigos se entregan
a toda clase de maniobras para apoderarse del poder de la
religión, mantenerla bajo un velo y al pueblo sumergido en
la esclavitud religiosa y sometido a la obediencia ciega de
poderes supersticiosos.

El pueblo cree que la religión consiste en los
honores tributados a sus ministros. Con ello se ha permitido la
introducción de tantos abusos en las iglesias. Quienes se
inclinan por el sacerdocio, lo hacen más por las ventajas
materiales y las dignidades alcanzadas, que por los deberes para
con sus feligreses.

Muchos hombres oportunistas se apoderan del sacerdocio y
cambian el celo en la propagación de la fe, por
escandalosa ambición y sórdida avaricia. Convierten
los templos, donde deben instruir al pueblo, en teatros donde se
hacen aplaudir y admirar, y donde cautivan a las personas y las
sorprenden con novedades raras y cosas extraordinarias. Entre
ellos las disputas, las envidias y los odios implacables son pan
de cada día.

Problemas de las
religiones

Las religiones se presentan como promotoras de paz, de
buena fe, de continencia, de bondad y de amor. Sin embargo los
creyentes se combaten mutuamente con violencia y se persiguen con
fiera saña entre sí.

Tanto han llegado a parecerse las religiones entre
sí, que un judío, un cristiano, un musulmán,
o un pagano, no se diferencian en sus vidas prácticas.
Para distinguirlos hay que averiguarles qué iglesia
frecuentan.

Como resultado las religiones no son más que un
culto exterior, adulación a sus ministros más que
homenaje a dios, prejuicios y fe o credulidad.

Prejuicios y credulidad extinguen y sofocan la
razón humana, embrutecen a las personas, les quitan su
capacidad de razonar, de discernir lo falso de lo verdadero. Las
religiones se han convertido en un conjunto de misterios
absurdos.

Ninguna religión ha logrado inspirar ideas
más razonables acerca de la aceptación de la
moralidad, que las que ya le eran familiares a los
griegos.

La gente en cualquier religión degrada a sus
dioses, al hacerlos semejantes a ellos mismos, al considerarlos
como especies de criaturas humanas con algo más de poder e
inteligencia.

Se considera la virtud y la honradez como las cualidades
más valiosas que una persona pueda poseer. ¿Por
qué las religiones no exigen a sus dioses también
estas cualidades?

Problemas de los clérigos

Sus ministros dicen estar iluminados por la luz divina,
pero están es inflados con un orgullo insensato. Son
quienes más desprecian la razón, los que más
rechazan el entendimiento y lo acusan de estar corrompido en su
propia naturaleza. Pero si tuvieran algún destello divino,
honrarían a sus dioses con mayor prudencia, se
distinguirían por sus sentimientos, no de odio sino de
amor, y no perseguirían con tanta animosidad a los que no
comparten sus opiniones, o no se preocupan por ellos.

Cuando los clérigos popularizan la
explicación de las escrituras, parten siempre del
principio que las escrituras son verídicas y divinas.
Más que la fe los guía una extremada
autocomplacencia. En lugar de predicar un examen severo de las
escrituras, las cuentan como sueños.

Como resultado, lo que estos libros enseñan,
siempre es mejor que todos los inútiles comentarios que
hacen sobre ellos.

Moralidad y superstición Es una buena
razón decir que la práctica de la moralidad es
más fácil que la de la superstición. La
reconciliación con la virtud y su práctica resultan
agradables. Las supersticiones son siempre odiosas y onerosas.
Sin embargo existen persistencias excesivas en ellas.

El ramadán de los islamitas, durante el cual
multitud de crédulos permanecen sin comer ni beber, desde
la salida hasta la puesta del sol, a lo largo del día, en
los meses más calurosos del año y en los
países más cálidos del mundo. Los moscovitas
prefieren practicar cuatro cuaresmas por unos días y no la
humildad y la benevolencia continuamente.

Instintos y deberes sociales. Los deberes que una
persona cumple con sus compañeros, o un padre con sus
hijos, son instintos naturales del reino animal, que obligan a
ser ejecutados sin ningún esfuerzo o trabajo, y no
implican ningún mérito religioso.

Incluso el civismo, el deber filial, la templanza y la
integridad a escala humana se consideran como un deber a la
sociedad y a nosotros mismos, no como ofrendas a algún
dios.

Ni siquiera una persona supersticiosa considera que
estas prácticas sean realizadas por amor a su dios y que
le retribuirá favores especiales y protección
divina.

Las personas consideran que por promover la felicidad de
gentes desfavorecidas, servir a dios, devolver un favor o pagar
una deuda, su dios no se siente agradecido, porque son actos que
por justicia estaban obligadas a realizar.

Prácticas supersticiosas. Pero que ayunar
o flagelarse, eso sí agrada a su dios. Son muestras de
devoción con las que esperan lograr atención divina
y recompensas, como protección y seguridad en este mundo y
felicidad eterna en el otro.

Las personas para llamar la atención de su dios,
para disipar los temores y terrores que las atormentan, buscan
acciones que no benefician a los demás, sino que las
atormentan a ellas mismas.

Las prácticas que mortifican sus vidas, que se
oponen fuertemente a sus inclinaciones naturales, las usan para
pagar favores divinos, en lugar de rechazarlas.

Sacrifican parte de sus comodidades, de su tranquilidad,
porque creen estar haciendo algo meritorio que puede generarles
alguna recompensa.

Esto explica que los mayores crímenes y
genocidios se hayan cometido creyendo interpretar la voluntad
divina, y que las personas no justifiquen la práctica
cotidiana de los preceptos morales como importantes.
Monstruosidades de las peores se han usado para producir terrores
supersticiosos e incrementar así el fervor y el celo
religiosos.

Quienes acometen las empresas más criminales y
peligrosas son por lo general los más supersticiosos. En
ellos su fe y devoción religiosas crecen con sus miedos.
No se contentan con las prácticas y ritos comunes y sus
temores los llenan de ansiedad y los hacen buscar nuevas
invenciones supersticiosas. Después de cometer los
delitos, en los criminales surgen remordimientos y terrores
secretos, que no dan reposo a sus mentes y los llevan a recurrir
a ritos y ceremonias religiosas estrafalarias, como
expiación de sus ofensas.

Cualquier cosa que altere o debilite el estado de
ánimo, favorece la superstición. Una voluntad firme
y recia nos protege de los funestos accesos de la
melancolía y nos enseña a soportarlos. En mentes en
estado de paz nunca aparecen espectros de falsos
dioses.

Orígenes de
las religiones

Estados de pánico. Una parte de la
religión surgió del miedo y de la ansiedad por lo
que nos puede suceder en el futuro. Cuando las personas
están dominadas por recelos tenebrosos, imaginan poderes
invisibles y desconocidos. Estos a su vez generan imágenes
de venganza, severidad, crueldad y malicia, que aumentan el
espanto y el horror que domina a los aterrados devotos. Una vez
que el pánico se apodera de sus mentes, su fantasía
multiplica los objetos terroríficos y, en esa penumbra o
profundidad oscura verán algún espectro divino,
bajo experiencias terribles, dioses de crueldad perversa
inimaginable. Estos son los productos de una religión
concebida en estado de pánico.

Estados de elogio y alabanza. Cuando las personas
están inmersas dentro de un estado de elogio y alabanza,
atribuyen a quien veneran todas las virtudes y todas las
excelencias imaginables. Ninguna exageración será
suficiente para engrandecer a sus divinidades, para describir las
perfecciones de las que están dotadas. Como consecuencia
crearán imágenes grandiosas de las divinidades que
veneran y adoran.

En cada deidad concurren por lo tanto dos partes
contradictorias: un dios diabólico, malicioso, producto de
temores, y un dios excelente y magnífico pletórico
de virtud. Según su estado de ánimo en cada persona
predomina la influencia del dios malo o del dios bueno. Estos son
los productos de una religión concebida en estados de
elogio y alabanza.

Origen del fanatismo
religioso

Las personas religiosas exaltan a sus dioses
acrecentando su poder y conocimiento pero no su bondad. Con ello
aumentan los temores de otros, a quienes persuaden de que ninguna
actuación secreta puede ocultarse a su escrutinio, y que
hasta los sentimientos más profundos de sus corazones son
conocidos por ellos.

Pero tales conductas en los dioses, al contrario de lo
que pasa en los humanos, no deben ser censuradas, ni
desaprobadas. Por el contrario deben ser encomiables, ya que
procuran los estados de embeleso y éxtasis en las personas
que creen ser objeto de ello. Por esta concepción es que
puede afirmarse que las religiones son una especie de demonismo o
creencia en el demonio u otros seres maléficos.

Cuanto mayor sea fanatismo, más se eleva el poder
y el conocimiento de una deidad y más disminuidas
quedarán su bondad y benevolencia. Entre mayor sea el
fanatismo religioso se sienten más falsas y
contradictorias, las propias palabras y opiniones de los
fanáticos. A medida que aumenta el fanatismo se justifican
las venganzas crueles e implacables, aunque el entendimiento no
las considere perfectas y el corazón las deteste en
secreto.

El esfuerzo y sufrimiento adicionales para aceptar estos
dioses como perfectos y merecedores de adoración, agravan
el conflicto interior y aumentan los terrores internos, que cada
vez perseguirán y fanatizarán a estas personas,
víctimas de su propia superstición.

La doble moral de
dioses y humanos

Los dioses permiten epidemias, hambrunas,
catástrofes, genocidios, aumento de la pobreza, de la
miseria, de las enfermedades, torturas, sadismo, injusticias y
violaciones. Las personas se cuestionan:

– ¿Por qué a los dioses se les permiten
estas acciones y a los humanos se le repudia y castiga por
ellas?.

– ¿Donde están las virtudes de
generosidad, indulgencia, imparcialidad y justicia en los
dioses?.

– ¿Si faltan a ellas son dioses
barbaros?.

– ¿En qué principios divinos fundamentamos
la ética y moral humanas?.

– ¿Cómo podemos aceptar que gobernantes
divinos o humanos encargados de regular la vida de las personas,
violen los principios con los que quieren juzgar y castigar a los
demás?.

– ¿Existen dos morales?, ¿una para los
dioses o gobernantes y otra para los particulares?.

En toda religión muchos de sus fieles buscan con
fervor éxtasis arrebatadores, no por medio de la virtud o
la conducta moral, sino por medio de prácticas
frívolas, celo inmoderado o creencia en opiniones absurdas
o misteriosas. A pesar de que la parte más corta del
Pentateuco está constituida por preceptos morales, es la
que menos se tiene en consideración o se
cumple.

La falsa moral de
monarcas, dictadores y clérigos

– Nunca atribuyen las epidemias, o los sufrimientos del
pueblo a sus vicios, y nunca piensan en arrepentirse y menos en
enmendarse.

– Nunca se consideran los principales ladrones del
mundo, a pesar de que su ambición y avaricia asolan
territorios y reducen pueblos ricos a la penuria e
indigencia.

– Crean un dios dictador para quien es justificable
estas calamidades, y quién aplaca su cólera con
estos procedimientos.

– Genocidios y crímenes horrendos que monarcas y
dictadores cometan, los atribuyen a la voluntad divina para no
ser castigados.

– La cruz, la horca, la espada, la guillotina, los
fusilamientos son aplicados a particulares, por crímenes o
faltas comparablemente menores, como el robo de un animal, de
algo de comida, o las protestas contra injusticias o imposiciones
absurdas.

– Declaran que la moralidad es el único camino
para conseguir el favor divino.

– Los clérigos tratan de inculcar esta
opinión por medio de sus sermones diarios, utilizando el
arte de la persuasión, los prejuicios y supersticiones
arraigados en las gentes, que consideran esencial escuchar esos
sermones, pero no practicar la virtud y la buena
conducta.

Fuentes

Tratado teológico-político, Baruch
Spinoza. (1632-1677).

DIOS NO EXISTE de Christopher
Hitchens.

 

 

Autor:

Rafael Bolívar Grimaldos

 

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