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Balneario “El marquesado”. Ruinas y rumores




    Balneario "El marquesado" – Monografias.com

    Balneario "El
    marquesado"
    Ruinas y
    rumores

    Monografias.com

    Prólogo

    En marzo de 1979 visité con mis padres el por
    entonces famoso balneario "El Marquesado Country Club,
    Terrazas sobre el Mar
    ", levantado a un costado de la ruta
    interbalnearia, a 24 kilómetros de la ciudad de Mar del
    Plata y a menos de 5 kilómetros de Miramar. Por aquel
    entonces no imaginé que, más de tres décadas
    después, lo vería en las calamitosas condiciones en
    las que se encuentra hoy.

    Hace treinta y tres años nada anunciaba su
    decadencia. Por el contrario, el novedoso proyecto (publicitado
    profusamente en diarios, revistas y televisión) exudaba
    fervor y optimismo; y no faltaron las esperanzadas
    profecías que lo convertían en el núcleo
    germinal de una nuevo barrio-parque, exclusivo y cerrado, lejos
    del "mundanal ruido" de los veranos
    marplatenses.

    A pesar del tiempo transcurrido, todavía tengo
    vivas en mi memoria sus tres grandes terrazas linderas al
    océano Atlántico, cubiertas con arena apisonada y
    sembradas de sombrillas y reposeras, todo conectado por dos
    gruesas escaleras laterales que descendían desde el
    reluciente edificio de la administración, en el que se
    congregaban los baños, los vestuarios, una
    confitería y la oficina principal, desde donde se
    regenteaba todo el complejo.

    No recuerdo haber visto mucha gente en el lugar. Era de
    tardecita y, seguramente, estaba fresco (Mar del Plata ya es
    fresco en el mes de marzo). Así todo, y analizando el
    emprendimiento con la distancia que me dan los años, todo
    el balneario semejaba un verdadero panóptico,
    perfectamente diseñado para visualizar y controlar los
    movimientos que desplegaban los turistas dentro del lugar. En
    este sentido, la edificación, abierta a fuerza de dinamita
    sobre los acantilados, era consecuente con la ideología
    oficial que la dictadura militar imponía en todo el
    país, desde marzo de 1976.

    Pero por entonces, con mis recién cumplidos 14
    años de edad, la última interpretación me
    resultaba ajena y El Marquesado se transformó en
    objeto de sorpresa, fascinándome por su diseño
    novedoso y "moderno". Claro que hacia fines de los ´70 era
    mucho más fácil sorprenderse que hoy en día
    y ese balneario parecía representar la punta del
    ovillo de un sueño, un pesadilla en realidad, que hoy
    reconocemos impregnada de una ideología que no comparto, y
    que en el "79 desconocía.

    BUENOS AIRES

    SETIEMBRE 2012

    PARTE 1

    Monografias.com

    "Estas obras han sido realizadas con el
    esfuerzo

    y la bendición de obreros y empresarios
    argentinos.

    Constituyen una muestra de las posibilidades
    del

    país cuando se armonizan la
    imaginación, la audacia

    y la responsabilidad, con el fervor y la
    capacidad

    puesta al servicio de la comunidad.

    Expresamos nuestro profundo agradecimiento a
    los

    medios de información, instituciones,
    profesionales,

    trabajadores y a los que nos alentaron a confiar
    en

    nosotros."

    Plaqueta conmemorativa colocada en las

    instalaciones del balneario "El
    Marquesado
    "

    el día 27 de mayo de 1979.

    "Nadie podrá imaginar las
    terribles

    dentelladas que el olvido le ha
    asestado

    a este triste cadáver
    insepulto."

    Julio Llamazares

    La Lluvia Amarilla, 1988,
    pág. 12.

    Hacia el sur de Mar del Plata, en los límites
    mismos del Partido de General Pueyrredón, colindante con
    el de General Alvarado, las ruinas del balneario "El
    Marquesado
    " marchan lentas hacia el más absoluto de
    los abandonos. Tal vez en treinta años más ya no
    quede nada de ellas y sean las máquinas demoledoras o la
    persistente acción del océano los responsables
    últimos de su desaparición. Cuando eso ocurra, todo
    el complejo será otra muestra de la "arquitectura
    ausente
    " de la costa bonaerense; y futuros bañistas
    pasarán por el lugar ignorando que en ese reducto costero
    se levantara una edificación que, emulando
    inconcientemente a la Edad Media, pretendió ser
    "marca" fronteriza y reducto de
    "señores" privilegiados, entre dos partidos de la
    provincia de Buenos Aires.

    Y no es del todo errada la metáfora.

    Como en los marquesados del medioevo, que
    defendían las últimas fronteras de un reino, este
    deteriorado balneario se construyó en una época en
    la que se pretendía salvaguardar un supuesto "orden
    occidental y cristiano
    ", cuyos celosos y mesiánicos
    protectores resultaron ser los uniformados "cruzados" de
    los años "70.

    Espacio fronterizo y, por ende, de tensión. Zona
    aislada. Alejada de casi todo. Reducto exclusivo, fuera de la
    vista de los "otros" y escudado por enormes acantilados
    y murallas de ladrillos, que pretendían sostenerse para
    siempre.

    Se ha dicho que sólo existen las
    interpretaciones. Que los hechos, en sí mismo, no cuentan.
    Que son vacíos; y que todo es una lectura móvil,
    cambiante. Por eso, resulta difícil despegar a "El
    Marquesado
    " de la dictadura argentina que sumió al
    país en su período más oscuro. Los
    años que aparecen grabados en dos placas de hierro, que
    aún permanecen en su sitio (aunque desgastadas por el
    salitre y el viento marino), así lo
    testimonian.

    Si bien sería un tanto exagerado incluir a
    "El Marquesado" dentro de las obras faraónicas
    que los militares levantaron durante su gestión de facto
    (autopistas, estadios de fútbol, puentes, etc.), no es
    menos cierto que el balneario comparte con ellas cierta
    estética (o "aire de familia") que habilita al imaginario
    colectivo a establecer ciertas conexiones no del todo comprobadas
    hasta la fecha. Su época de construcción,
    función estacional (sólo abría en los meses
    de verano) y el aislamiento del que disfrutaba, alimentaron
    historias un tanto truculentas que aún
    circulan.

    Toda obra debe, primero, ser contextuada en el tiempo.
    Él es el que le da sentido y significado. En este caso,
    "El Marquesado" es el producto de un decreto firmado por
    el Poder Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires (de quien
    dependía todo el litoral
    atlántico)[1]; por el cual se daba
    autorización a la realización del proyecto, en cuya
    financiación colaboró una institución
    bancaria muy relacionada con el Proceso Militar: el Banco de
    Crédito Rural Argentino (uno de los tantos que surgieron
    como hongos durante el período de la "plata
    dulce
    ").[2]

    Con la "bendición" del gobernador militar,
    Ibérico Manuel Saint Jean, y aunando los esfuerzo de
    varios empresarios, las obras dieron inicio hacia fines de 1976 y
    se prolongaron a lo largo del año siguiente (incluso,
    probablemente durante el "78).

    Lo cierto es que con fecha 27-V-1979 una placa oficial,
    adosaba a la pared de un hoy ruinoso bar, daba por inaugurado el
    predio, cuya vida útil sería por demás corta
    (puesto que hacia fines de la década de 1980, "El
    Marquesado
    " había entrado en franca
    decadencia).

    Es extraño, pero no encontré ningún
    dato concreto sobre este emprendimiento costero por internet. Las
    informaciones son escuetas y se confunden con las del barrio del
    mismo nombre (Marquesado Country Club), que se levanta a varias
    cuadras, cruzando la ruta interbalnearia N°11 (barrio que
    nunca alcanzó el grado de desarrollo que se
    pretendía en un principio). De todos modos, sus
    años de construcción (1976-1978 circa) lo
    condenan. Como a tantas otras obras de la misma
    época.

    Las especulaciones mezclan la fantasía con la
    realidad, generando en torno del balneario una serie de
    comentarios y rumores cuyo sustrato tiene como elemento principal
    el macabro procedimiento de la desaparición de personas. Y
    esto ya no es simpático en absoluto. Pero no es algo raro
    que estas cosas ocurran. Los terribles sucesos de la dictadura, y
    las innumerables fosas comunes que se encontraron y excavaron a
    lo largo y ancho del país, suelen estigmatizar a los
    edificios de aquellos días de plomo y botas. Basta con
    recordar las historias que circulan en torno al Estadio
    Mundialista de Mar del Plata (construido para el Mundial de
    Fútbol de 1978), en las que, según se sindica, sus
    gruesos cimientos de concreto guardan un número
    indeterminado de cadáveres NN. Son sólo rumores que
    circulan de boca en boca, y que como tales nunca se han
    comprobado con investigaciones efectivas; pero que revelan la
    vigencia de una memoria colectiva aún traumatizada por la
    violencia política y estatal de entonces.

    Edificios "marcados",
    "estigmatizados", "malditos", incluso
    "embrujados", salpican la geografía de nuestro
    país y nos hablan de los temores y angustias de toda una
    época.[3] Treinta años más
    tarde, las densas sombras del autoritarismo se siguen mezclando,
    esta vez en un balneario abandonado y en ruinas.

    Según refiriera el director de cine Pablo Reyero,
    autor del film titulado La cruz del Sur (2003): "En
    esa época, los milicos se mezclaron con policías,
    los chorros se hicieron informantes y se metieron en toda clase
    de negocios. Ese balneario, donde transcurre buena parte de la
    película, es una fosa común de desaparecidos nunca
    denunciada".[4]

    Y agregó: "Los milicos lo hicieron entre el
    "76 y el "77. Es un agujero abierto a fuerza de dinamita en la
    zona más alta de acantilados, a cinco kilómetros de
    Chapadmalal. La gente del lugar dice que dinamitaron cuerpos con
    las rocas, y después sellaron con hormigón armado.
    Y eso se siente cuando estás ahí. De hecho nos
    costó muchísimo habitar y salir de ese lugar. La
    muerte se respira
    ".[5]

    Cuando ya la decadencia lo había alcanzado,
    entrados los años "90 del siglo pasado, y el predio fuera
    alquilado esporádicamente para circunstanciales eventos,
    se comenta que sus terrazas, inútiles ya para albergar a
    turistas oreándose al sol, fueron usadas para hospedar a
    tiburones y rayas en periodo de adaptación, antes de ser
    enviados al acuario de Teimaken, en la localidad
    bonaerense de Pilar. Si esto es cierto, los últimos
    días útiles de "El Marquesado"
    deberían ubicarse hace casi 13 años, ya que el
    nombrado parque temático inauguró sus puertas en
    julio de 2001.

    Irónico final para un complejo edificado en
    tiempo de tiburones.

    PARTE 2

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    "Como la arena, el silencio sepultará las
    casas.

    caerán poco a poco, sin ningún orden
    cierto, sin

    ninguna esperanza, arrastrando en su caída a
    todas

    las demás. Unas irán
    hundiéndose despacio, muy

    despacio, bajo el peso del musgo y la soledad.
    Otras

    caerán de bruces en el suelo de repente,
    violenta y

    torpemente, como animales abatidos por las
    balas

    de un paciente e inexorable cazador. Pero todas,
    más

    tarde o más temprano, más tiempo o
    menos tiempo

    resistiendo inútilmente, acabarán un
    día devolviéndole

    a la tierra lo que siempre fue suyo, lo que siempre
    ha

    esperado desde que el primer hombre (…) se lo
    arrebató."

    Julio Llamazares

    La Lluvia Amarilla, pág.
    141.

    "El vandalismo tiene
    más

    poder que el
    envejecimiento."

    Kevin Lynch

    Echar a Perder.

    Un Análisis del
    deterioro
    , pág.97

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    Ya no queda casi nada de playa frente a "El
    Marquesado
    ". El mar se la devoró hace tiempo. Tampoco
    hay muros de contención, ni terrazas con sombrillas y
    reposeras. El edificio principal, aquel que un día operaba
    como centro neurálgico de la administración, es una
    completa tapera; invadida por los graffiti, la mugre y la humedad
    todopoderosa que ha socavado cimientos, destruido cielorrasos,
    paredes y pisos.

    El abandono, la falta de mantenimiento y el vandalismo
    se cobraron una nueva víctima, que agoniza lentamente;
    exhibiendo apenas el otrora señorío que su nombre
    pretendió darle cuando fue inaugurada.

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    Es ahora un marquesado en decadencia. Franca e
    inexorable.

    Tal vez, inevitablemente, su destino final sea volver a
    convertirse en el acantilado que le dio origen; y así, sus
    redondeces se pierdan para siempre, carcomidas por el persistente
    y paciente ir y venir del océano.

    Proyecto fallido. Maldito. Impredecible.

    Cual cadáver tumbado sobre la sabana, a merced de
    los animales carroñeros, su estructura, violada, saqueada,
    destartalada una y mil veces, se consume poco a poco bajo al
    desaprensiva mirada de los gobiernos de turno, que no hacen, ni
    han hecho nada, por detener su deterioro. Quizás no sea
    falta de interés, sino de cariño, lo que acelera su
    desmembramiento seguro.

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    Y allí está, tirado a la vera de la ruta
    11. Pudriéndose. Siendo atravesado por el óxido, el
    salitre y la acción de los hongos que, dueños ya de
    todo el complejo, señorean el sitio convertidos en el
    imaginario marqués que sigue custodiando su
    "marca" fronteriza, sabiéndose inútil y
    vencido.

    Un marqués sin fuerza. Sin la arrogancia
    ni la violencia de sus años mozos. Aristócrata
    venido a menos. Sombra de una supuesta nobleza que no dejó
    herederos. Que agotó su dinastía.
    Marqués de pacotilla que hasta las
    cañerías de plomo de su comarca ha
    perdido.

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    Como sucede frente a cualquier lugar abandonado,
    recorrer los despojos descascarados de este balneario es suprimir
    la validez de toda certeza. Es ver muertos los dogmas y la
    pasión que éstos despertaron hace poco más
    de treinta años. Recorrer sus restos, silentes y casi
    olvidados, es aniquilar el fanatismo apoyado en la idea de
    Progreso, que ya era falsa cuando fue construido.

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    Hoy, convertida en una humorada de aquellos
    sueños mesiánicos de lo "70 que lo vieron nacer,
    "El Marquesado" ya no tiene siquiera historia. Es
    indiferencia vuelta paisaje. Un paisaje no muy grato y, por
    supuesto, esporádico. Porque los paisajes también
    cambian. Se desvanecen y son suplantados por otros.

    El deseo adolescente de querer salvar al mundo choca
    violentamente con la realidad que estos despojos exhiben. La
    fatalidad parece ser lo único ineluctable. El vacío
    ha vencido. La decadencia se tragó a la voluntad de
    salvación y será el tiempo, ese caníbal
    insaciable, el que terminará devorándose lo que
    quede de "El Marquesado". Y en ese proceso,
    también nos devorará a todos nosotros.

    Estructura rota. Vacía. Meras paredes a merced de
    una memoria fragmentada, apenas reconstruida a partir de rumores
    y de chismes. Marqués anónimo.
    "Marca" inservible. Decepción hecha
    escombros.

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    Su corona carcomida, apenas identificable en lo alto de
    la torre del edificio, es todo un símbolo. Un catalizador
    de misterios que, observándola detenidamente por varios
    minutos, nos habla de nosotros mismos. Y de pronto, nos vemos
    presidiendo un marquesado fantasma que, como tales, aparece y
    desaparece a una velocidad mucho más rápida de lo
    que desearíamos.

    Los títulos de nobleza están abolidos.
    También sus espacios de antaño. Hoy hay otros.
    Más lujosos. Más tecnificados y cómodos;
    pero que, ala postre, terminarán como éste:
    deshechos por la carrera infinita de las horas.

    FJSR

     

     

    Autor:

    Fernando Jorge Soto
    Roland(

    [1] Decreto 092675 del 29-VIII-1976.

    [2] Véase al respecto:
    www.lafogata.org

    [3] Véase al respecto: Terrón
    de Bellomo, Herminia y Angulo Villán, Florencia
    (directoras), Fantasmas de Jujuy, Apóstrofe Ediciones,
    San Salvador de Jujuy, 2011.

    [4] Véase:
    http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/no/12-1077-2004-02-20.html

    [5] Véase:
    http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-1329-2004-03-28.html

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