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Las bases de la cultura criolla en la isla de Cuba (1762-1834) (Segunda Parte)




Enviado por Ramón Guerra Díaz



  1. Reformismo y
    cubanía en la literatura
  2. Expansión de la
    imprenta

El desarrollo de la literatura en este período
decisivo en la formación de una cultura criolla en Cuba
tiene como base fundamental el desarrollo de la imprenta y de las
publicaciones periódicas que proliferaron en torno a un
público minoritario que tenía cierto nivel
cultural, blanco en su inmensa mayoría y una élite
de propietarios y comerciantes dentro de la cual se
desarrolló un núcleo con una cultura de
vocación criolla y apego a las costumbres de la isla y no
de la península. Todo sostenido por una gran masa de
esclavos y una población de color libre y preterida de la
sociedad insular.

Reformismo y
cubanía en la literatura

La ocupación de La Habana por los ingleses en
1762 dejó en la conciencia de los habaneros un sentimiento
de ira e indefensión que culpa a la monarquía
española por no haber podido defender con éxito su
ciudad. Eran sentimientos cruzados, que no cedieron a la
tentación anglófona y se mostró
mayoritariamente fiel a la cultura española de la que
provenían, más que a la monarquía que no
supo defenderlos.

La expresión más clara de esos
sentimientos está en las décimas de Beatriz
Jústiz de Zayas Bazán (1733-1803), marquesa de
Jústiz de Santa Ana autora de la "Dolorosa y
métrica expresión por el sitio y entrega de la
Habana dirigida a Nuestro Católico Monarca Carlos
III"
a propósito de la responsabilidad de las
autoridades españolas en la toma de la ciudad, tema que ya
había sido tratado en un Memorial dirigido al rey por
veintitrés mujeres habaneras probablemente escrito por la
propia marquesa de Jústiz. La "Dolorosa y
métrica expresión…"
se compone de de
veinticuatro décimas de no muchos valores literarios y,
"(…) escrito con energía y en tono
recriminatorio y con motivo de un suceso bélico, en cuyo
desarrollo se respira la decisión y valentía de los
combatientes en defensa de La
Habana"[1]

El costumbrismo es el género que se desarrolla
por estos años finales del siglo XVIII en Cuba, es la
expresión de la identidad de los nacidos en esta tierra al
reflejar el ser autóctono con sus matices, virtudes,
defectos y mirada a sí mismo, que ocupa un espacio
importante en la producción literaria del criollo. Ejemplo
de ello es, "Testamento de Don Jacinto Josef Pita",
escrita entre 1770 y 1790, por el presbítero Rafael
Velázquez, en prosa y verso en el que su autor hace un
cuadro de costumbre y crítica utilizando la sátira
para atacar los convencionalismos sociales y sin temer el uso del
lenguaje habanero de la calle, ni medirse en el uso de
vulgarismos. Obra de limitados valores literarios es sin embargo
predecesora del costumbrismo que florecerá en el siglo
XIX. Entre sus personajes aparece un mulato con pretensiones de
sabio, ascendiente del negrito catedrático del teatro bufo
cubano.

Desde la aparición del primer periódico en
la isla la literatura estuvo presente con la colaboración
de algunos de los socios de la Sociedad Patriótica con
inquietudes literarias. Entre ellos, Francisco de Arango y
Parreño, José Agustín Caballero,
Tomás Romay, Félix Veranes y Manuel Zequeiras
Aragón. La mayor parte de estos colaboradores eran
personas que se dedicaban a las letras por afición sin
grandes dotes para la literatura. Los géneros eran
diversos, poesía, crítica, artículos de
costumbres y comentarios. El estilo no es lo sobresaliente en
estos trabajos, con muchos más valores por lo primigenio
que por su calidad estética. Pese a esto, esta
"literatura" recibía de los redactores el estímulo
para incentivar el oficio de escribir y desarrollar una cultura y
una intelectualidad. A partir de 1800 otros periódicos de
la capital y el interior siguen está tónica de
motivar y difundir la obra literaria.

Entre los géneros literarios, la poesía
ocupa el mayor espacio en la prensa, poesía laudatoria, de
elogios al suelo natal, de costumbres, satírica, que roza
asuntos de la realidad cotidiana, defectos y hábitos del
criollo, pero sin tocar los más sensibles problemas de la
sociedad o utilizar un tono más directo, dada la censura
que imperaba, aunque en los breves períodos de libertad de
expresión se dio rienda suelta a la sátira
más hiriente, en el estilo más mordaz

Entre las individualidades de las letras sobresale
Manuel de Zequeiras y Arango (1764-1846) redactor del "Papel
Periódico de la Havana"
en el que aparecen sus obras
en verso y prosa, esta última en artículos
críticos de costumbre que lo va a caracterizar.

En poesía se atiene a los moldes
neoclásicos, de tardía llegada a la isla; no fue
poeta de alto vuelo, ni su lírica marca pauta, pero es
precursor de las letras criollas, exaltando los valores de su
tierra, identificándose con los suyos y con los cambios
que se producen en el país. Su obra más conocida en
la Oda a la Piña, en la que exalta a la
naturaleza cubana como reafirmación del espíritu
criollo.

Sus artículos de costumbre abordan diversos
temas, la moda, el juego las reuniones sociales, la
charlatanería política o el estado de la salubridad
en La Habana. Para estas críticas no solo se valió
de la prosa sino también de la poesía, manteniendo
en todo momento un afinado sentido
crítico[2]

Otros poetas de la isla destacados de este
período fueron, Manuel Justo Rubalcava (1769-1805) y
Manuel Pérez Ramírez (1772-1852) en los que se
expresa la criollidad con la exaltación del paisaje y el
entorno de la isla natal y las diferencias ya acentuadas con el
peninsular. Rubalcava es el poeta de más sentido
estético entre sus
contemporáneos[3]visible en su
poesía más conocida, "Silva de Cuba",
apología poética a las frutas del país,
escrito en versos de influencia neoclásica.

Un aparte para Esteban Salas, quien además de
músico de mucha valía se revela como poeta de
sensibilidad neoclásica, principalmente en las letras de
sus villancicos, aunque también escribió
poesía. Incursionó en los temas religiosos de
inspiración bíblica y litúrgica, sin las
alusiones mitológicas tan frecuentes en las tendencias
neoclásicas[4].

La obra de estos poetas criollos de entre siglos,
"(…) significan el paso de la versificación a
la poesía, de la poesía asumida como
improvisación, (…) a la poesía asumida ya
con una conciencia definida de sus funciones estéticas,
como destino personal, (…) social, muy vinculado con la
realidad colonial en Cuba de fines del siglo XVIII y principios
del XIX"
[5]

En cuanto al desarrollo de la prosa reflexiva se puede
decir que es el género que alcanza una madurez más
palpable y destacada, partiendo de la oratoria religiosa de
amplia tradición en la isla y continuando con la oratoria
académica, utilizada en la enseñanza superior,
tanto de la universidad como en los Seminarios de San Carlos en
La Habana y San Basilio en Santiago de Cuba. Ellas serán
la base para una oratoria civil que tendrá un amplio auge
en este período, en voces como las de Francisco de Arango
y Parreño, José Agustín Caballero y
Félix Varela, entre otros, que disertan sobre temas de
economía, política, costumbres y sociales en
sentido general.

La oratoria es el vehículo ideológico de
las clases dominantes en la colonia y de ella se valen para
ejercer su influencia y exponer sus ideas las figuras más
importantes del patriciado criollo. Es una prosa de notable
calidad que expresa de modo brillante tanto el pensamiento
conservador del clero, como las inquietudes reformistas de la
oligarquía criolla.

José Agustín Caballero, formado en Cuba en
el Seminario San Carlos, en el que fue destacado profesor de
filosofía y reformador de la enseñanza, no solo fue
un difusor de las nuevas ideas de su grupo sino que apoyó
la introducción del estudio de las ciencias exactas y
experimentales, y en el campo de las letras, a más de
impulsar las colaboraciones para el periódico fue el mismo
un escritor destacado, incursionando en variados temas que van
desde filosofía y la historia a temáticas de corte
social y literario.

Este período de la literatura en Cuba en la que
se dan los primeros pasos en busca de una expresión
propia, está signado por el neoclasicismo como escuela
influyente, y la prensa como vehículo idóneo para
divulgar las expresiones de una intelectualidad que se descubre
diferente cantando a los dones de la naturaleza y a la tierra en
que nace o las características y costumbres del hombre que
crece en esta. No será un movimiento amplio, sino limitado
por el poco desarrollo cultural de la isla, las trabas de las
autoridades, la Iglesia y la poca tirada de los periódicos
y revistas.

Durante estos años va creciendo una
generación que se beneficia con la difusión de las
nuevas ideas liberales, una mayor cultura y un arraigado sentido
de pertenencia: la generación romántica que irrumpe
a partir de la década del veinte del
decimonónico.

En medio de una efervescencia ideológica y
política, encabezada por el presbítero Félix
Varela se forja la generación de escritores que
cuajará a principios del siglo XIX teniendo en José
María Heredia y al propio Varela como sus figuras
más significativas.

Félix Varela es el exponente más destacado
de la ensayística cubana, de una profusa obra que los
críticos suelen agrupar en tres momentos de su vida,
atendiendo a sus valores estéticos: Misceláneas
filosóficas
(1819), sus artículos para el
periódico El Habanero (1824-1826) y sus
Cartas a Elpidio (1835, 1838)[6] , obras
en las que recorre un camino que lo lleva desde una
estética neoclásica moderada a un incipiente
encuentro con los ideales románticos.

Su "Miscelánea Filosófica",
agrupa trabajos con una intención pedagógica para
enseñar sus lecciones de filosofía de un modo que
sus discípulos entendieran de forma clara, sencilla y
didáctica. A través de ellas Varela rompe con la
solemnidad de los conceptos filosóficos para que lleguen
de la mejor forma a sus alumnos. Con sobriedad es capaz de
exponer los conocimientos a través de un modo
estilístico muy personal.

En sus artículos de "El Habanero" el
estilo es otro, ahora es un hombre que ha evolucionado
ideológicamente desde el reformismo al independentismo,
por ello en su prosa hay una intensidad que lo acerca a los
románticos, tanto por la pasión y la necesidad de
trasmitir las nuevas ideas, como por la madurez que ya ha
alcanzado. Para los estudiosos de su obra es un momento de
madurez estilística, por su peculiar modo de
puntuación, poder de síntesis, emotividad, tono
irónico y giros del habla coloquial de la isla y de la
lengua castellana en general[7]

El tercer momento estético de su
ensayística son los dos tomos de "Cartas a Elpidio",
sobre la impiedad, la superstición y el fanatismo, en su
relación con la sociedad
, obra del trascender de un
hombre que sabe que el momento de la independencia de Cuba, su
máximo ideal, no ha llegado y por eso se dirige al cubano
de su tiempo y del futuro preparándolo para ese destino
que él está convencido vendrá. Para
comunicarse vuelve al tono coloquial de sus inicios esta vez para
enfatizar en la que debe ser la ética de ese pueblo del
que forma parte: "Diles que ellos son la dulce esperanza de
la patria, y que no hay patria sin virtud, ni virtud con
impiedad".
[8]

El proceso liberal de 1820 tiene una notable influencia
para el desarrollo de las ideas y de la literatura en particular
en Cuba. La proclamación de la libertad de imprenta
permite que nuevamente aparezcan cientos de publicaciones, unas
serias, de un corte más intelectual y pensadas; otras
verdaderos panfletos para defender o denigrar al régimen
monárquico o al liberal. Se produce la publicación
de la primera revista literaria, "La Lira de Apolo" escrita
en versos,
con Ignacio Valdés Machuca de redactor y
principal animador, acompañado de un pequeño grupo
de poetas de tendencia neoclásica y de menor relevancia
que él

A excepción de Heredia, no destaca en las letras
criollas otra figura en tiempos tan temprano. Se continúa
haciendo una literatura de periódicos y revistas en la que
sobresale Ignacio Valdés Machuca (1792-1851) por sus
abundantes colaboraciones y el primer cuaderno editado en Cuba,
"Ocios poéticos" (1819) a más de
incursionar en la prosa costumbrista.

Valdés Machuca "(…) encarna en nuestra
poesía al primer poeta deslumbrado por la musicalidad, la
variedad de metros, los artificios retóricos y la
exterioridad sensual de la palabra poética; en ese sentido
fue nuestro primer "esteticista
"."
[9]

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José María Heredia (1793-1839)
había llegado a Cuba en 1819, con un oficio y talento para
la literatura y en especial para la poesía, su madurez
coincide con las inquietudes de el segundo período liberal
en España, las guerras de liberación en
América Hispana y la propagación de los ideales
humanistas y liberales de la burguesía frente al
despotismo en retroceso y a la defensiva en Europa y el mundo
occidental.

La corriente literaria del romanticismo llega a Cuba y
América traído por los emigrados latinoamericanos
que en mayor o menor medida habían participado en el
proceso liberador de Hispanoamérica. Cuba era una
encrucijada de viajeros, provenientes de las inquietas regiones
rebeldes de América y en ella se encontraba el joven
Heredia, viajero perenne con sus padres, bebiendo de las
influencias de otras culturas de América y recalando en su
patria justamente cuando el proceso liberal se abre paso entre
los jóvenes intelectuales de su tierra y tiene en Varela,
su maestro mayor desde la cátedra de Constitución
del Seminario San Carlos.

Desde las páginas de "El Iniciado
Constitucional",
Heredia, saluda con su poesía, el
advenimiento de la constitución en España, en junio
de 1821 edita su revista "Biblioteca de Damas" y en
agosto de 1823 "El Revisor Político y Literario"
da a conocer su oda "A la insurrección de la Grecia en
1820"
en la que hace una velada alusión a la
necesaria independencia de Cuba[10]

José María Heredia es el primer escritor
cubano en cuya obra es posible reconocer una
identificación con la patria, ya no solo como naturaleza,
sino como entidad política independiente. A pesar de que
su educación básica no transcurre en la isla, al
incorporarse a la misma se identifica con la patria y sus
actividades, entra en contacto con emigrados latinoamericanos en
La Habana[11]amistad que influye en la
maduración de sus concepciones políticas en pro de
la independencia que lo llevarán a conspirar contra el
régimen colonial y posteriormente al destierro en 1823.
Desde el punto de vista literario ellos contribuyeron a la
formación romántica de Heredia que ya en 1820
había escrito "En el Teocalli de Cholula",
considerado los primeros versos románticos en
castellano.

En Nueva York publica su cuaderno
"Poesía" (1825) que le dará renombre en
América y Europa como uno de las más importantes
figuras del romanticismo en su lengua y el primer cubano en
alcanzar fama internacional por los altos valores
estéticos de su obra poética.

Como figura del romanticismo, al igual que como
independentista, será precursor, terminando su vida en
tierra extraña, añorando la propia. Su
poesía se sitúa en las raíces del
romanticismo en Iberoamérica, aunque en ocasiones deja ver
el fardo retórico del neoclasicismo del que no pudo
desprenderse. Más su lírica dejó obras de
inigualable valor como, la "Oda al Niágara", Himno del
Desterrado", "Emilia" o "La Estrella de Cuba", versos en los que
vibra la rebeldía y sus anhelos de libertad para su tierra
natal, casi siempre ausente en su breve vida.

A finales de la década del veinte y principios de
los treinta aparecen los versos de Francisco Poveda (1796- 1881),
Francisco Iturrondo (100-1868) y Ramón Velez Herrera
(1808-1886), quienes hacen una poesía de acercamiento
descriptivita a la naturaleza que lo sitúan en las bases
del movimiento de poesía nativista posterior.

La literatura dramática va a tener también
en Heredia al animador más importante de este
período, escribe algunos dramas y traduce otros al
español interesado fundamentalmente por sus temas
referidos al comportamiento despótico de los gobernantes,
a las tiranías y sus consecuencias para los pueblos
sometidos a ellas, en permanente alusión a Cuba. A los
quince años escribe el ensayo dramático, "Eduardo
IV" o "El usurpador demente" (1819), representado en Matanzas por
un grupo de entusiastas amigos, en su argumento se destaca su
vocación de justicia. También de este año es
"Montezuma" o "Los Mexicanos", drama épico; y el sainete,
"El campesino espantado" ceñido a los moldes de
Covarrubias, muy de moda en esa época. Traduce del
francés los dramas, "Pirros" (1820) y "Atreo" (1822),
representados en Matanzas.

En el exilio escribe "Xicotencatl" (1823) y
continúa sus traducciones con temas alegóricos a
sus ideales independentistas. En 1829 escribe su última
obra, "Los últimos romanos" (1829) y cierra su ciclo
teatral con la traducción del drama "Saúl" (1835)
del italiano Victtorio Alfieri, pieza que exalta al hombre que es
capaz de sacrificarse por la libertad.

El teatro herediano no es novedoso, pero está
lleno de intencionalidad política, teatro de propaganda,
escogido para expresar sus sentimientos separatista y de condena
al colonialismo español y exaltación de la libertad
como sentimiento inalienable del ser humano.

Expansión
de la imprenta

La producción de la imprenta ya es un hecho desde
la década del veinte del siglo XVIII, pero la censura y el
restringido ambiente intelectual de la isla hicieron que
sobrevira lánguidamente durante más de setenta
años. Tras el regreso de La Habana a dominio
español, el estimulante trabajo de los Capitanes Generales
de la Ilustración y el Despotismo Ilustrado animaron la
actividad editorial en la ciudad.

El tercer impresor establecido en La Habana fue Blas de
Olivo quien ya estaba establecido en la ciudad cuando llega al
gobierno el Capitán General Ambrosio Funes, conde de
Ricla, llegado a la ciudad luego de la ocupación inglesa.
El venía con instrucciones de favorecer el desarrollo
cultural de la isla por lo que pensó en la necesidad de
estimular la impresión de libros y periódicos en la
misma, para ello contactó con Blas de Olivo quien le
presentó sus ideas sobre el tema las cuales aceptó
en principio y las envío al Consejo de Indias junto con
sus consideraciones:

«No habiendo copia de imprenta en esta plaza, ni
en toda la Isla, se carece muchas veces aún de los libros
más precisos para la educación cristiana y
enseñanza de primeras letras. Con este motivo y el de
civilizar más a estos vasallos, he tenido el pensamiento
de facilitar aquella importante impresión,
añadiendo a ésta la de gacetas, mercurios y
demás papeles y noticias interesantes.» El proyecto
fue rechazado y la isla tuvo que esperar una mejor ocasión
pana tener periódico e impulsar la edición de
libros.

En 1762 se establece la imprenta del Computo
Eclesiástico a cargo de José Arazosa, dedicada a la
impresión de oraciones, misas, calendarios de rezos
anuales (analejos) y otros impresos religiosos. De este taller
salió el folleto, Relación y diario de la
prisión y destierro, escrito en versos en 1763 narrando
los hechos ocurridos al obispo Morell de Santa Cruz, desterrado
por las autoridades inglesas durante la
ocupación.

En 1776 se funda la imprenta de Esteban Bolaños
que se mantuvo hasta 1817, de su taller distinguido por la
calidad de las ediciones y sus viñetas, salieron numerosos
títulos de diversos géneros, entre ellos el libro
del habanero Martín Félix de Arrate, "Teatro
histórico, jurídico y político-militar de la
Isla de Cuba y principalmente de su capital La Havana"

(1789).

En 1781 se crea la imprenta de la Capitanía
General "(…) El establecimiento gozó del
privilegio de editar la
Gaceta
[12]que empezó a salir a luz en 1782,
cuya publicación tuvo en un principio a su cargo D. Diego
de la Barrera, a quien sucedió D. Francisco Seguí,
que se había enlazado con la familia de
Olivos."
[13]

"La Guía de Forastero" comenzó a
circular en 1781 en la imprenta de la Capitanía General,
en sus inicios tenía 30 páginas pero ya en 1814
tenía 284, con el título de "Guía de
Forasteros de la Siempre Fiel Isla de Cuba y su Calendario Manual
para 1814". Era un libro muy útil que daba al viajero
numerosos datos de la isla referidos a su economía,
cultura, historia, geografía, etc. Tenía una
impresión muy cuidada en un formato de bolsillo (13 x 7,5
cm.)

En 1787 se publica en los talleres de la
Capitanía General de la Isla el libro del naturalista
portugués Antonio Parra, "Descripción de
diferentes piezas de Historia Natural, las más del ramo
marítimo
", representadas en setenta y cinco
láminas, el primer libro científico editado en
Cuba. Parra que había llegado a Cuba como soldado en 1763
describe importantes especies de la fauna cubana, principalmente
peces y crustáceos, los cuales en ilustra en detallados
grabados que resaltan el valor del libro.

Con el impulso cultural que va adquiriendo la colonia
comienza a tener una utilidad mayor la imprenta, prueba de ello
es que entre 1791 y 1799 se imprimieron cien folletos, tanto como
los aparecidos desde la introducción de la imprenta en la
isla.

La consolidación definitiva de las letras
impresas en Cuba lo da el Capitán General Luís de
las Casas al fundar el "Papel Periódico de la
Havana
", (24 de octubre de 1790), el primer periódico
del país, publicado dos veces a la semana (jueves y
domingo) y hasta 1804. Su primer director fue Diego de la Barrera
y se imprimía en el taller de Francisco Seguí en un
formato de medio pliego de papel español a cuatro
páginas, a partir de 1793 la Sociedad Patriótica se
hace cargo de la redacción del
periódico.

En sus páginas se trataron diversas
temáticas referidas a la política, la literatura,
las ciencias y sobre todo la economía, además de
referirse a las noticias de la ciudad. Fue tribuna de las
diversas ideas que sobre el desarrollo económico se
discutían en ese momento y jugó un papel primordial
en la difusión de las mismas

Aparecen en sus páginas artículos sobre
mejoras del cultivo de la caña de azúcar,
fertilización, tratamiento de esclavos,
introducción de cultivos y cuantos temas podían
interesar a los ricos hacendados criollos. También fue
preocupación de este vocero de la ilustración
habanera, la salubridad, el ornato público, la
educación, las buenas costumbres y cuanta idea novedosa
podía servir el mejoramiento de la sociedad, sin olvidar
las colaboraciones literarias que se fueron haciendo
cotidianas.

En 1794 el periódico contaba con 120 suscriptores
que pagaban seis reales al mes, fondos que servían para
sostener la Biblioteca Pública de la Sociedad
Patriótica de La Habana.

En 1805 el periódico cambia su nombre por el
"Aviso", con Tomás Agustín Cervantes en la
dirección; otro cambio de nombre se produjo en 1810,
"Diario de la Habana", dirigido por José
Agustín Caballero y Nicolás Calvo como redactor,
finalmente en 1845 se le nombra Gazeta de la Habana,
perdiendo su carácter comercial y literario para
transformarse en órgano oficial del gobierno
colonial.

Hasta 1812 se crearon una veintena de periódicos
de corta tirada y efímera vida; impulsados por las
personalidades de vanguardia que recogen en sus páginas
noticias sociales, llegadas y salidas de barcos, artículos
económicos, de divulgación científica y
colaboraciones literarias. Eran defensores de la ética y
la ideología del grupo criollo y en ocasiones dejan
entrever opiniones políticas en forma velada, dada la
férrea censura ejercida por la Iglesia.

Entre los más importantes se publican, "El
Regañón de la Havana"
(1800-1801), dirigido
por Buenaventura Pascual Ferrer; "El Criticón de la
Havana"
(1804); "El Lince" (1811), "El Patriota
Americano"
(1811-1812), y "Gaceta Diaria y Mensajero
Político, Económico y Literario"
(1811), entre
otros.

En Santiago de Cuba la imprenta se introduce en 1792
llevada por el arzobispo Joaquín Oses quien la puso en
manos del músico e impresor Matías Alqueza, al
igual que en La Habana, las primeras publicaciones fueron de
temas religioso, novenas de santos y sermones
considerándose el primer impreso santiaguero un
sermón del presbítero Félix Veranes,
miembros de la Sociedad Patriótica de La Habana y oriundo
de esta ciudad oriental. La imprenta funcionó en el
edificio del Seminario de San Basilio el Magno y posiblemente
trabajó hasta 1808. El primer periódico de Santiago
de Cuba data de 1805, El Amigo de los Cubanos fundado
por la Sociedad Patriótica de esa ciudad y redactado por
José Villar y Agustín Navarro.

Con la intervención napoleónica a
España y el fuerte movimiento de resistencia popular
encabezado por los liberales en la península, se pone en
vigencia la Constitución de 1812 y con ella la libertad de
imprenta, ambas medidas abarcaron a los dominios coloniales
españoles en América. En Cuba se desató un
auge notable de las publicaciones, muchas de ellas libelos de
poca monta, folletines y hojas sueltas, pero también
impulsó la creación de periódico, solo en
1812 circularon alrededor de veinte en La
Habana[14]Al restaurarse la monarquía
muchos de estos periódicos desaparecieron al restablecerse
el régimen de censura.

En el interior de la isla aparece el primer
periódico de Puerto Príncipe (Camagüey),
"El Espejo de Puerto Príncipe" (1813) editado por
Mariano Seguí; el segundo de Santiago de Cuba, "El
Canastillo"
(1814), fundado por el poeta Manuel María
Pérez y en 1819 el gobierno principeño pone en
circulación la "Gaceta de Puerto Príncipe"
(1819).

Mención aparte para "El Filarmónico
Mensual de la Habana"
(1812) dirigido por Francisco de
Frías, primera publicación especializada editada en
Cuba y dedicada a la música.

La restauración de la Constitución de 1812
en el reino de España trajo consigo nuevamente la libertad
de imprenta y el aumento de publicaciones de corta
duración y diversos temas[15]aunque
predomina el carácter político, su número no
llega al nivel de 1812 y al igual que entonces restaurado el
absolutismo se vuelve al estado de férrea
censura.

Los periódicos literarios aparecen en la
década del veinte, dos sobresalen por la calidad de sus
redactores y colaboradores, "Biblioteca de Damas"
(1824-1826), dirigido por el poeta José Mª Heredia y
"La Moda o Recreo del Bello Sexo" (1829) a cargo de
Domingo del Monte, estos junto a "El Nuevo
Regañón de la Habana"
(1829) y el "Puntero
Literario"
(1830) abren el período de las
publicaciones románticas en Cuba.

En las ciudades del interior se produce un salto de
calidad en las publicaciones periódicas al aparecer,
"La Minerva" (1821) en Santiago de Cuba, uno de las
mejores de la época por su contenido y forma elegante,
dedicado a la divulgación científica, literaria y
tratamiento de los temas políticos; en la ciudad de
Trinidad se funda "Corbeta Vigilancia" (1820) por
Cristóbal Murtha de corte muy similar a los
periódicos de su época y en Matanza aparece un
periódico único, "La Aurora" de Matanzas
(1828) que marca un cambio cualitativo, tanto en el modo de
redacción, el renombre de sus colaboradores y la belleza
de su diseño. Se publicó hasta 1857 en que se funde
al periódico "Yumurí" y crear la
"Aurora de Yumurí".

Terminado el segundo período constitucional en
España, la censura en la colonia de Cuba dejó poco
espacio para las ideas y por ello solo se permitieron
publicaciones que no tocaran los temas políticos y
sociales, por lo que estos temas fueron tratados desde el
extranjero, en esta década del veinte se redactan en el
extranjero, "El Habanero", de Varela, desde Nueva York
(1824-1826), "El Iris" (1826) y
"Miscelánea" (1830-31) en México por
Heredia y "El Mensajero Semanal", desde Estados Unidos
(1828-30), de Félix Varela y José Antonio
Saco.

La década del 30 marca un viraje cualitativo en
el periodismo de la isla, por el énfasis cultural de sus
páginas y la variedad de temas escritos por jóvenes
colaboradores de la generación romántica criolla,
como José Jacinto Milanés, Gabriel de la
Concepción Valdés, Anselmo Suárez y Romero,
Domingo del Monte, José Joaquín Palma, Cirilo
Villaverde y otros muchos.

En 1831 se crea la "Revista y Repertorio Bimestre de
la Isla de Cuba
", dirigida por Mariano Cubí y Soler,
a partir de segundo número cambia su nombre por
"Revista Bimestre Cubano", dirigida por José
Antonio Saco, al hacerse vocera de la Comisión de
Literatura de la Sociedad Patriótica. Esta revista se
convierte en una de las publicaciones culturales más
importantes del siglo XIX cubano. En ella colaboran los
principales intelectuales de la isla, tratando temas medulares de
la sociedad dentro de los moldes permitidos por las autoridades.
Fue la tribuna de los anhelos criollos hasta que el gobierno
colonial desterró a José Antonio Saco en 1834 y sus
redactores dejaron de publicarla en protesta por la
arbitrariedad.

Aparece también en 1831 el periódico
"Lucero de la Habana", publicación en la que se
introdujeron notables cambios al refundirse con el "Noticioso
Mercantil" para dar lugar al "Noticioso y Lucero de La
Habana"
(1834). Para su impresión sus dueños
compraron una moderna prensa norteamericana que entregaba 1500
diarios por horas.

Será la primera empresa periodística de
Cuba, con una mayor tirada, circulación diaria, cambio de
formato, tamaño y diseño de títulos y
viñetas. Se publicó hasta 1844 ofreciendo
información sobre economía, política
historia y cultura.[16]

En Santa Clara aparece el primer periódico, "El
Eco" (1831) y el Sancti Espíritus, "El Fénix"
(1834) a instancia de la diputación de la Sociedad
Patriótica local.

La censura junto con el bajo nivel de la
población hacía que las revistas no tuvieran larga
vida, dado el costo y los pocos suscriptores a pesar de la
notable calidad de algunas de ellas.

En cuanto a la producción de libros y folletos
literarios, su publicación no tenía el mismo
desarrollo que las publicaciones periódicas. Los motivos
son varios, el mayor de todo el bajo nivel cultural de la
mayoría de la población, lo que no hacía
rentable la producción de libros, costeada por sus
autores, con tiradas limitadísimas y con la poesía
como el género más publicado. El primer libro de
poemas de un autor cubano impreso en Cuba fue "Ocios
poéticos"
(1819) de Ignacio Valdés
Machuca.

En cuanto a la literatura de divulgación
científica también ocupa el interés del
reducido círculo intelectual de la época siendo el
tema más publicado; aparecen folletos, memorias, manuales
y traducciones de autores extranjeros con temas de importancia
para el desarrollo económico y científico. En este
aspecto sobresale el trabajo divulgativo y publicístico
del doctor Tomás Romay.

 

 

Autor:

Ramón Guerra
Díaz

[1] Instituto de Literatura y
Lingüística: Historia de la Literatura Cubana, Tomo
I, 39: 2002

[2] Ídem: 71-72

[3] Ídem

[4] Ídem: 79

[5] Ídem: 70

[6] Ídem: 88

[7] Ídem: 91

[8] Ídem: 92

[9] Ídem: 79

[10] Ídem: 111

[11] Las cuatro figuras más destacadas
en la difusión de los ideales de independencia por estos
años fueron, el peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre, el
ecuatoriano Vicente Rocafuerte, José Antonio Miralla,
argentino y José Fernández Madrid,
colombiano.

[12] Este es la evidencia más antigua
de publicación periódica en Cuba, su nombre
completo es Gaceta de la Havana (1782-1783) y de su primer
número se conserva un ejemplar en los archivos del
General Francisco de Miranda en Venezuela

[13] José Medina Toribio: La Imprenta
en La Historia de la imprenta en los antiguos dominios
españoles de América y Oceanía. Tomo II,
en http://www. cervantesvirtual.com/servlet/
sirveobras/1352651921279327 3022202/p0000008.htm#I_35_

[14] De ellos los más significativos
fueron, La Perinola, fundado y dirigido por José de
Arazoza, La Cena, Diario Cívico y Mercurio Habanero todo
de 1812. En 1813 circularon, El Filósofo Verdadero y El
Esquife de corte satírico-político

[15] Entre los más notables
está: El Observador Habanero (1820), de carácter
científico y literario en el que colaboraron
Félix Varela, Santo Suárez, José
Agustín Govantes y Nicolás Escobedo; El Indicador
Constitucional (1820); Diario Liberal y Constitucional de la
Habana(1820); Lira de Apolo (1820), escrito en versos; El Argos
(1820) donde se defienden las ideas separatistas, El Mosquito
(1820), periódico satírico; El Mercurio
Cívico (1821) y El Revisador Político y Literario
(1823)

[16] José G. Ricardo: La imprenta en
Cuba, 1989

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