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Arqueo de fuentes para estudiar la crisis del sistema democrático venezolano 1989-1998



  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Las
    hipótesis y sus fuentes
  4. El sistema de poder
    político y sus subsistemas
  5. Poder
    político, potentia y potestas
  6. El subsistema
    militar
  7. La decadencia de
    los partidos políticos
  8. Conclusiones
  9. Bibliografía

Resumen

El siguiente trabajo es el primer paso para uno
posterior en el cual propondremos una teoría del poder
político en la Venezuela del siglo XX más
allá de las categorías tradicionales del
constitucionalismo, el personalismo, el bipartidismo, etc.
Procuramos en estas líneas exponer tanto el arqueo de las
fuentes documentales y bibliográficas, como los criterios
empleados para su selección, de modo que a través
de su análisis podamos vislumbrar los lineamientos
teóricos que nos permitirán trascender de la arriba
descrita teoría sociopolítica tradicional
a una teoría sociopolítica que concibe al Estado
desde su periferia: los sectores no-políticos, actores
silentes de la generación, cambio y extinción de la
institucionalidad en todos sus niveles. Para crear este marco
conceptual es necesario que discriminemos entre: 1. las obras
teóricas, que nos proporcionarán los conceptos que
habremos de aplicar al estudio de 2. las obras documentales,
fuentes de contextualización de los conceptos que nos
proponemos crear.

Palabras clave: Poder político,
categoría, fuentes documentales, teoría
sociopolítica tradicional, crisis.

ARC SOURCES FOR A THEORETICAL PROPOSAL OF THE
POLITICAL POWER IN THE TWENTIETH CENTURY IN VENEZUELA: CRISIS OF
DEMOCRATIC SYSTEM 1989-1998.

Abstract

The following work is the first step to a post in which
we will propose a theory of political power in the twentieth
century in Venezuela beyond the traditional categories of
constitutionalism, personalism, bipartisanship, etc. We try to
expose in these lines both, the calibration of the documentary
and bibliographic sources, such as the criteria for selection, so
that through analysis we can discern the theoretical guidelines
that will allow us to transcend the traditional socio-political
theory described above to a theory socio-political that perceives
the state from its periphery: the non-political actors of the
silent generation, change and termination of the institutions at
all levels. To create this framework is necessary to discriminate
between: 1. theoretical works, which will give us the concepts to
be applied to the study of 2. documentary works, sources of
contextualization of the concepts that we intend to
create.

Key words: political power, category, documentary
sources, traditional socio-political theory, crisis.

Introducción

Los acelerados cambios en la institucionalidad del
Estado Venezolano durante la última década ha
suscitado el auge de la reflexión sociopolítica en
todos los niveles y estratos de la sociedad venezolana. Como
personas individuales sujetos de la acción social, actores
de la institucionalidad política, estamos en la
obligación de comprender, con el fin de suscitar, mejorar
y finalizar, los cambios políticos. Quizás sea un
impulso natural de aquel animal político
aristotélico o la necesidad existencial de comprender la
particular circunstancia en la cual nos encontramos inmersos, los
motivos que nos han impulsado – desde nuestras lecturas
personales y académicas, reflexiones en auditorios y la
experiencia cotidiana misma – a tomar la determinación de
escudriñar la historia de Venezuela durante el siglo XX y
realizar un análisis filosófico de ella, de modo
que, desde una nueva perspectiva, podamos proponer algunas
hipótesis sobre las corrientes de pensamiento que han
determinado tanto el desarrollo de los procesos políticos
democráticos como el concepto y ejercicio del poder
durante el siglo XX, en especial la década de los "90, con
la finalidad de establecer algunas categorías
sociopolíticas de ése período ajustadas al
impacto que han tenido sobre la realidad sociopolítica del
siglo XXI.

En este sentido, para abordar el tema propio de esta
intervención, que no es otro que plantear ante este
distinguido auditorio un arqueo de las fuentes
bibliográficas que hemos considerado pertinentes para
satisfacer la necesidad de desarrollar nuestra humilde
teoría sobre el poder político en la
penúltima década de la denominada democracia
representativa, esbozaremos las hipótesis que
conformarán dicha teoría, lo cuál nos
ayudará a explicar mejor por qué hemos juzgado
pertinente el uso de aquellas fuentes, las cuales habremos de
mencionar en el desarrollo mismo de las hipótesis y que al
final clasificaremos en una lista de acuerdo a la finalidad
temática que cumplirán en el desarrollo de nuestro
trabajo: 1- las obras teóricas que nos proporcionan el
contenido conceptual e hipotético con el cual
caracterizaremos el período de la historia venezolana
sobre el cual versará nuestro análisis y 2- las
obras documentales que nos han servido de instrumento
contextualizador de las ideas políticas que abordaremos.
Éstas últimas obras, más que una referencia
cronológica – no menos importante – del
período comprendido entre 1983 y 1992 representan desde ya
un adelanto en la comprensión de los conceptos que
anteceden la crisis del sistema democrático venezolano, y
no podía ser de otra forma tratándose del eminente
Manuel Caballero, quien en su obra Las crisis de la Venezuela
contemporánea
periodiza la historia de Venezuela en
el siglo XX desde la categoría "crisis" cuyo estudio
antecede la referencia a los relatos mismos y el análisis
respectivo de cada crisis del período que
aborda.

Precisamos entonces que no es hoy nuestra
intensión realizar un estudio histórico tan exacto
como lo permita la misma ciencia histórica sino
aproximarnos a algunos análisis que intelectuales como
Manuel Caballero, el Enrique Dussel, Angel Cappelletti y otros
han realizado sobre la realidad sociopolítica global del
siglo XX – en el caso del último – y
más específicamente venezolana, desde la
perspectiva de sus disciplinas: la filosofía y la
historia.

Las
hipótesis y sus fuentes

Las crisis históricas

Nuestra primera hipótesis sobre el poder
político durante el período de la historia
venezolana entre 1989 y 1998 es que encaramos un período
de crisis. Lejos del sentido vulgar que le atribuye a la crisis
un carácter catastrófico, compartimos con Manuel
Caballero, quien realizó un excelente estudio de –
carácter documental para nosotros – de las crisis
históricas en la Venezuela del siglo XX titulado Las
Crisis de la Venezuela Contemporánea
, que la crisis
(histórica) es un proceso de cambios profundos e
irreversibles contenidos en todos o en la mayoría de los
ámbitos de una sociedad, y en mayor medida de una
cultura.

La crisis resuelve la tensión que se produce
entre la caducidad de una situación normal y la
necesidad de cambiar esa situación por una
anormal[1]definición que nos lleva
a distinguir crisis y cambio, que no son sinónimos sino
conceptos relacionados. Siguiendo la lógica de esta
definición, la crisis (política, económica o
social) es entonces el momento grave en el que se agudiza la
insuficiencia de las instituciones tradicionales en ejercicio del
poder para satisfacer las expectativas de la sociedad o de
algunas de sus partes, sucedido por la instauración de
nuevas instituciones que se han fraguado en el descontento de los
sectores sociales afectados y que su vez configurarán el
nuevo estado de normalidad institucional.

Justamente de institucional califica Caballero la crisis
de 1992, pues fue la obsolescencia de las instituciones del
Estado Venezolano y algunos subsistemas políticos
– concepto que explicaremos seguido – para responder a las
reivindicaciones socioeconómicas exigidas por las clases
baja y media, lo que originó un creciente descontento en
el grueso de la población que fue capitalizado por las
asonadas militares del 4 de febrero y 27 de noviembre del mismo
año. Vale recalcar que la crisis del "92 fue entonces de
carácter político institucional producto de la
deplorable situación económica normal que tuvo su
origen en 1983 (año de la crisis del modelo
económico) y que se hizo insostenible dada la
prolongación de sus desastrosos efectos
sociales.

Para nuestro estudio hemos circunscrito la crisis del
sistema democrático al período 1989-1998 porque fue
en ese periodo que se hizo evidente el desprestigio de los
partidos políticos tradicionales, el clientelismo
político, la intensificación del éxodo desde
el interior del país hacia las ciudades capitales, y el
progresivo retorno del militarismo al gobierno, todo lo cual
dejó en evidencia sobretodo la debilidad del sistema
democrático liberal que parece no haberse consustanciado
con el núcleo
ético-mítico[2]del venezolano,
concepto al cual nos referiremos más adelante.

El sistema de
poder político y sus subsistemas

En toda teoría política, la
antropología y más concretamente la visión
que sobre la relación individuo-colectivo tengamos,
determina el resto de las categorías: sistema
político, sociedad, clases sociales y sobretodo el poder.
Hemos encontrado en la obra de Angel Cappelletti Estado y
Poder Político en el Pensamiento Moderno
– de
carácter teórico para nuestro interés – un
análisis de las teorías modernas sobre el poder
político, en especial la de Hobbes, en la que hemos
identificado algunos conceptos que nos permiten explicar la
concepción del Estado venezolano no en su formalidad, pues
generalmente se lo presenta en su deber ser constitucional, sino
más bien en su ser intencional, de modo que detrás
de la concepción tradicional del estado venezolano
moderno, democrático, liberal, que se ha pretendido desde
el siglo XIX encontramos las más disímiles e
incompatibles expresiones reeditadas de absolutismo y
personalismo políticos.

La concepción mecanicista que tiene Hobbes de
toda la realidad y particularmente del Estado contraria a la
orgánica de Platón o naturalista de
Aristóteles, siente las bases del estado absolutista
moderno, y contra todo pronóstico en cierta forma del
contractualismo ilustrado liberal que se implantó en el
Estado Venezolano desde su período embrionario. Dado que
para Hobbes, el estado es el producto artificial de la
asociación de los individuos, es un pactum
unionis,
un contrato de asociación en el que ceden su
libertad y derechos para que aquel le garantice la vida y le
preserva de la violencia. De este pacto surge un ser totalmente
distinto e independiente que ejerce el poder absoluto sobre la
comunidad y que Hobbes caracterizó con el nombre de
Leviatán en alusión al monstruo
apocalíptico.

Ésta desprovisión potencial de los
ciudadanos comunes que conforman la comunidad política es
característica de la democracia liberal que exacerba la
representatividad al exceso del autoritarismo del Estado, sea
personalista o aristocrático. El estado de sumisión
del ciudadano ante el sistema, es en realidad el dominio de un
subsistema sobre el resto de ellos y su máxima
expresión es la escisión discursiva entre pueblo y
gobierno, o estado y sociedad civil, siendo siempre el gobierno y
el Estado los propietarios del poder político y llevando
el concepto hasta sus últimas consecuencias: el estado
(sus instituciones) son el sistema político y excluyen de
la categoría sistema al pueblo, a la institución
armada, a los trabajadores, a empresarios y comerciantes,
etc.

Sostenemos que el sistema político es el
conjunto conformado por los distintos grupos, sectores de la
sociedad que se llama comunidad política y de la cual el
estado es su expresión exclusivamente institucional, pero
el concepto de sistema político no se agota en él:
tiene un fundamento sobretodo cultural, étnico,
geográfico, económico, etc, siendo éstos
todos los ámbitos de la vida social en cuya
distribución por grupos humanos se fundamenta la
clasificación de los subsistemas políticos:
instituciones religiosas, universidades, partidos
políticos, institución armada, asociaciones
culturales, etnias aborígenes, clases sociales,
etc.

Poder
político, potentia y potestas

Contrario a Hobbes, y en general a cualquier
teoría despótica, la propuesta de la
Filosofía de la Liberación, en especial del Dr.
Dussel nos auxilia en la concepción actual del poder
político (en su deber ser), que es sobretodo poder
popular, y no ya una expresión del poder según el
liberalismo clásico que, ateniéndonos a la
concepción de Montequieu, tiende a un republicanismo
aristocrático más que a uno democrático, y
que hemos heredado en la forma representativa de la
democracia.

En sus 20 tesis de política – obra
que hemos consultado con fienes teóricos – Dussel hace un
análisis de los momentos esenciales y principios
normativos de lo político entre los cuales resaltan el
concepto de poder (político) y la degeneración que
este sufre como proceso entrópico desde que se
institucionaliza.

El poder político en la teoría de Dussel
comporta tres momentos: 1. el poder en sí, que es
indeterminado, intransferible e inconculcable y tiene su origen
en la comunidad política (el pueblo) al que llamaremos
potencial de poder, 2. su transición, que es la
toma de consciencia del pueblo como poder instituyente, poder
fuera de sí
y 3. El poder para sí,
que es la institucionalización del poder
(constituído) al que llamaremos potestad, y que
sólo se ejerce por delegación. La escisión
del poder popular en potencia y potestad es inevitable, pues da
origen a la institucionalidad política (también a
su corrupción) y evita la anarquía. Vale en este
sentido decir que la potestad es poder político pero sin
expresión institucional, y que esta expresión
depende de la voluntad social y de la acción
política derivadas del núcleo
ético-mítico, lo cual explica por qué
aún en un sistema democrático se validen
fenómenos políticos que pueden considerarse
antidemocráticos en sí mismos como el personalismo,
el caudillismo y el militarismo.

En el fondo del asunto se encuentra una profunda
inconsciencia popular y por ello con-fusión de la potentia
y la potestas, pues ésta última y no aquella es la
que se delega en las instituciones que deben gobernar obedeciendo
la voluntad indelegable, repetimos, del pueblo. Evidencia de esta
inconsciencia es el eleccionismo típico de las
últimas décadas del siglo XX, en el cual el
ejercicio del poder popular se limitaba a sufragar el voto,
fenómeno este que se relaciona con el clientelismo
político tal como nos lo presenta Jorge Preciado en
Acción Democrática: Auge y caída de las
maquinarias políticas venezolanas,
obra que, como
veremos, nos ha servido de plataforma para el estudio de la
decadencia de los partidos políticos en el siglo
XX.

Otro concepto clave para nuestro estudio en la obra de
Dussel es el de bloque histórico de poder (el
cual toma del filósofo Antonio Gramsci) que no es otra
cosa que la alianza circunstancial de diversos sectores, clases y
grupos sociales[3]con el fin de lograr
reivindicaciones particulares y comunes – llamado por
Dussel consenso – y la institucionalización de
dichas soluciones. Una vez instalado en el poder, el bloque
histórico constituye un sistema político de
carácter histórico, que puede disolverse –
disenso – dada su constitución policlasista, con
demandas históricas propias.

Una de las características de las crisis
históricas es que encuentran su causa en la
conculcación del poder por parte de un subsistema (sector,
clase o grupo social) en detrimento del sistema entero. Cuando
uno de los sectores que conforman el bloque histórico de
poder pierde la perspectiva obediencial del poder lo convierte en
fetiche, en el Leviatán de Hobbes
,instrumento de dominación, momento en el que
surge el disenso y la desobediencia del resto de los subsistemas
que exigen un cambio y su realización, entonces irrumpe la
crisis.

El subsistema
militar

La periodización del rol de las instituciones
armadas en el nacimiento y desarrollo del Estado Venezolano hecha
por Inés Guardia y Giannina Olivieri es significativa ya
que nos auxilia en la comprensión del núcleo
ético-mítico autoritario de la sociedad
venezolana.

Luego de la primera mitad del siglo XX, en la que se
consolida el Estado Nacional en Venezuela, las instituciones
armadas transitaron, de un período caracterizado por la
gesta independentista y la pugna entre caudillos a la
extinción de estos, a la sustentación armada de los
gobiernos autocráticos como el del General Gómez
(1908-1935) y las llamadas juntas civiles-militares de los
Generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina
Angarita (1936-1945). Tal como lo describen las citadas autoras,
lo interesante de este período reside en que se produjo el
tránsito de una tiranía pretoriana a una nueva
etapa en la cual predominó una influencia política
del sector castrense en los destinos de la
nación.[4]

En 1945, en alianza con el sector civil, en 1948 cuando
solitarios tomaron las riendas del sistema político y la
inauguración de la democracia representativa con el Pacto
de Punto Fijo, los militares pasaron de ser rectores dominantes
del sistema a garantes y responsables de la estabilidad
democrática. Lo cual representa de algún modo su
marginación como subsistema del poder del sistema
político total hasta el período que va desde 1989
con el Caracazo, las rebeliones militares de 1992 y el gobierno
de Hugo Chávez desde 1998 cuando la institución
militar retoma el protagonismo político, tanto por la via
armada como por la institucional.

El militarismo

En las relaciones civiles-militares de nuestra sociedad
el pretorianismo y más recientemente el militarismo son
los conceptos que las definen. El pretorianismo consiste en el
ejercicio del poder político por parte del sector militar
o en la actuación de la institución militar como
árbitro político de la sociedad,[5]
de modo que se trata del gobierno o de su defensa mediante el uso
de las armas o la amenaza de su uso. Una forma distinta y moderna
de intervención en la vida civil por parte de las
instituciones militares lo constituye el militarismo, el cual
consideramos una evolución del pretorianismo por tratarse
de la legitimación democrática de la
intervención militar en el poder civil.

Otro excelente estudio del rol de las fuerzas armadas en
una sociedad democrática de referencia documental y
teórica obligada para el nuestro es El neomilitarismo
latinoamericano y su desafío a la democracia liberal

del Dr. Orlando Pérez. En este análisis el autor
deja ver la gran popularidad de la cual gozan las instituciones
castrenses no sólo en Venezuela sino en toda
Latinoamérica, de las cuales no pocas veces han surgido
candidatos a cargos de elección popular, ministerios y
demás instituciones del estado gracias a la imagen del
hombre fuerte[6]también denominada
caudillo, necesaria sobretodo en los momentos en que la
entropía de las instituciones del sistema de poder
político se han fetichizado y entran en período de
franca decadencia. Especialmente en momentos de disenso, como el
panorama social fraguado en la década de los "80, en que
es necesario un nuevo consenso para la toma del poder por parte
de un nuevo bloque histórico de poder, la figura del
militar ofrece estabilidad en momentos tan delicados como las
crisis históricas. Es por ello que aun "superado" o
más bien pospuesto el caudillismo militar formal del siglo
XIX y los gobiernos militares que irrumpieron en la naciente
democracia del siglo XX, permanece en el núcleo
ético-mítico de nuestra cultura la esperanza de que
la figura de autoridad por excelencia, la fuerza armada, sea
garante de una democracia formal (en sus dimensiones
políticas y éticas) que paradójica y
justamente por ésa intervención no termina de
consolidarse expresando sus inconsistencia. Así, durante
la mayor parte del siglo XX, sobretodo en el período que
nos proponemos analizar, la institución castrense ha
conformado los bloques históricos de poder, capitalizando
el disenso de los subsistemas marginados por el sistema
democrático liberal.

De la intervención militar en los bloques
históricos de poder y el rol no pocas veces trascendental
que han tenido las instituciones militares a partir de 1992 con
las asonadas y el ascenso de Hugo Chávez al gobierno de la
República, nace la importancia que para nuestro sistema
político y el análisis histórico que de
él se desprenden, tiene el concepto de
legitimación, sobretodo de tipo electoral, sobre la cual
el historiador Jaime Ybarra se encuentra realizando un importante
trabajo. Debemos señalar que no obstante el venezolano in
genere es un empedernido amante de la "libertad" aun en
detrimento de la igualdad o cualquier otro valor
intrínseco a la democracia, tal como lo señala
Koeneke en su artículo Valores y actitudes del
venezolano hacia la democracia y el
autoritarismo
[7]- documental para nuestros
fines – no alcanza a concebirse a sí mismo como fuente de
esa libertad sino como beneficiario, de modo que para él
la democracia es más la posibilidad de legitimar
"democráticamente" las instituciones del estado incluyendo
su intervención militar, que un principio rector de la
acción política de todo ciudadano e
institución. En Venezuela no se ha llegado aún a
incorporar la democracia como intencionalidad.

En la raíz de la legitimación electoral se
encuentra la apelación constante de la opinión
pública – no mediatizada – a la función protectora
de la fuerza armada y su responsabilidad de garantizar la
expresión de la voluntad popular, en algunos casos como
defensores de la institucionalidad, otras como única
alternativa de representación institucional ante la
caducidad, ineficacia o parcialidad del Estado. En este sentido
sospechamos que la democracia no es para la sociedad venezolana
tanto la expresión de su propia potentia – la
voluntad de organizar la sociedad de acuerdo a los principios de
libertad, igualdad, justicia, derecho solidaridad – como un
sistema que le garantiza ésos derechos pero sólo de
forma fetichizada como potestad, y por tanto siempre a riesgo de
ser fetichizado, ya que es en realidad un poder institucional
autorreferente.

Conociendo ya el concepto de núcleo-ético
mítico de Ricoeur, podemos decir que el núcleo
ético-mítico venezolano comporta la
categoría del autoritarismo, caracterizada por la figura
del líder militar y/o caudillo político, y que por
tanto son expresiones que han resurgido y reeditado toda vez que
el sistema político, en sus ciclos democráticos y
despóticos, se ha enfrentado a la crisis histórica
de los subsistemas en sus principales ámbitos: cultural,
económico e institucional.

La génesis del carácter autoritarista del
núcleo ético-mítico del venezolano lo
expresan a la perfección Guardia y Olivieri en su
Estudio de las relaciones civiles y militares en Venezuela
desde el siglo XIX hasta nuestros días
– de
importancia teórica y documental para nosotros- cuando
dicen que

En el proceso de formación del Estado hubo
momentos de crisis que obstaculizaron la
institucionalización de las relaciones políticas:
pugnas entre los sectores dominantes y distintas formas de
personalismo político[8]

siendo los dos principales intentos de constituir y
fortalecer el Estado los de José Antonio Páez y
Antonio Guzmán Blanco, prominentes caudillos militares del
siglo XIX.

La decadencia de
los partidos políticos

Sólo formalmente se puede hablar del fin del
bipartidismo y en ese sentido la realidad actual es elocuente: si
bien los partidos políticos nacidos en el siglo XX no han
logrado recobrar en este siglo la influencia popular (es
necesario recalcar que la tuvieron) y el control estatal de
otrora, no es menos cierto que han dado origen a números
movimientos y pequeños partidos en torno a cuya
oposición al gobierno electo desde 1998 se ha aglutinado
un importante número de ciudadanos pertenecientes a los
más diversos subsistemas
políticos.

En este sentido, la obra de Jorge Preciado
"Acción Democrática: Auge y Caída de las
maquinarias política
" nos revela una doble
condición. Es simbólica, pues como casi toda la
literatura sociopolítica venezolana – cuyo punto de
vista denominaremos teoría sociopolítica
tradicional -, hace un análisis de la democracia de
nuestra república como resultado de la génesis,
acción preponderante, y decadencia, de los partidos
políticos (AD y COPEI, esencialmente) lo cual mal
podríamos juzgar de incompleta pues caeríamos en
evidente anacronismo al haber sido escrita en un contexto
totalmente distinto al de hoy, pero que, como la mayoría
de la literatura histórica, social y política
tradicional puede resultar parcial y a veces desfasada si la
consideramos desde la realidad sociopolítica de las dos
últimas décadas de nuestra historia en las que el
militarismo (o neo-militarismo) y el llamado estallido del poder
popular conforman una asociación tal vez inédita de
los subsistemas militar y popular.

También, y quizás más importante
que esa primera condición, Preciado plantea el
fenómeno de la desideologización del partido
político Acción Democrática, proceso que nos
introduce en una de las categorías que nos proponemos
desarrollar: reinterpretar la evolución ideológica
de la institucionalidad del Estado Venezolano (siempre
dependiente del gobierno de turno, sea partido político o
caudillo) como un proceso de transideologización,
mas bien que de desideologización. La
transideologización supone, y así nos
proponemos demostrar, la conservación del núcleo
ético-mítico y constante reedición
histórica de distintas expresiones del poder
político consonantes con la hegemonía de los
distintos subsistemas políticos en el poder (o en
busca de él) bajo la máscara del Estado Nacional
como aparente sistema único en desarrollo, y no como
resultado de una constante polémica entre los subsistemas
por sus propias reivindicaciones incumplidas.

Así, la democracia es una constante
sucesión de procesos de
emancipación-fetichización-emancipación, o
en palabras de Manuel Caballero de
normalidad-anormalidad-normalidad, con las cuales explica las
crisis de Venezuela en el siglo XX; también como
ideologización-desideologización-reideologización
(conjunto que podemos denominar transideologización;
obediencia-desobediencia-obediencia

Conclusiones

La democracia como sucesión de estados de
consenso-disenso

Hasta hoy la democracia venezolana en la pugna
histórica entre dos subsistemas fuertes: el militar y el
partidista, que se han erigido como organizadores del poder
potencial de diversos subsistemas descontentos y con el cual han
formado bloques históricos de poder.

Esta inestabilidad, que podemos denominar
reedición cíclica de gobiernos
autoritarios
(no exclusivo de los caudillos militares) y
democráticos
se sustenta en la génesis misma
del Estado Nacional, en cuyo proceso de formación
contemporáneamente se gestaba el núcleo
ético-mítico de la sociedad venezolana moderna, en
la que el culto al héroe (caudillo) tiene carácter
intencional.

En el fondo de la crisis del sistema democrático
venezolano se encuentran pues dos factores fundamentales: los
arquetipos personalista y clasista. El primero se expresa en la
constante recurrencia histórica a figuras fuertes
(caudillo, partido, institución militar, héroe)
como impulsores, garantes y críticos del sistema
político; el segundo, en la tardía
democratización del sistema y la implantación
(intencional o no) de una suerte de absolutismo (en el sentido
hobbesiano del término) que ha determinado el control del
sistema político por parte de los subsistemas dominantes
(partidos políticos, políticos de profesión
y militares) en detrimento de las reivindicaciones de los
subsistemas marginados: el pueblo. Así, el estado
democrático venezolano ha sido tal por la defensa,
sobretodo, de las herramientas legitimadoras: elecciones,
libertad de expresión, etc. Pero si nos suscribimos a su
definición más estricta ha sido más un
fetiche o un Leviatán.

Es pertinente recordar el carácter proposicional
de estas hipótesis, las cuales por ahora no tienen otra
intención que demostrar la importancia de las fuentes
bibliográficas que hemos escogido, dada la vigencia de las
categorías y conceptos que nos presentan y que con el
concurso de la comunidad académica espero poder ampliar en
un trabajo más ambicioso para beneficio de nuestra
comunidad política y de los millones de venezolanos que se
esfuerzan por comprender su rol como integrantes de un sistema de
poder político.

Bibliografía

Obras teóricas:

  • Filosofía política:

ARISTÓTELES. La
Política

CAPPELLETTI, Ángel. Estado y Poder
Político en el Pensamiento Moderno.
Universidad del
Los Andes. Mérida, 1994

CRUZ CRUZ, Juan. Filosofía de La
Historia.
EUNSA. Pamplona, 1995

PLATÓN. La República

TOUCHARD, Jean. Historia de las Ideas
Políticas.
Tecnos. París, 2006

  • Pensamiento sociopolítico moderno:

ASTORGA O. Ensayos sobre filosofía
política y cultura.
UCV. Caracas, 2006

DUSSEL, Enríque. 20 Tesis de
política.
Fundación Editorial el Perro y la
Rana. Caracas, 2008

WERZ, Nikolaus. Pensamiento Sociopolítico
Moderno en América Latina.
Editorial Nueva Sociedad.
Caracas, 1995

Obras documentales:

  • Historia de Venezuela:

AA.VV. Militares y Civiles. Publicaciones UCAB.
Caracas, 2001

CABALLERO, Manuel. Las crisis de la Venezuela
contemporánea
. Monte Ávila Editores
Latinoamericana. Caracas, 1998.

GUARDIA I. y OLIVIERI G. Estudio de las relaciones
civiles y militares en la Venezuela del siglo XIX hasta nuestros
días.
(En revistas Temas de Formación
Sociopolítica). Publicaciones UCAB. Caracas,
2005

PRECIADO J. y RODRÍGUEZ G. Acción
Democrática: Auge y Caída de las Maquinarias
políticas venezolanas
. Ediciones de la Asamblea
Legislativa del Estado Carabobo. Valencia, 1997

AA.VV. Tierra Nuestra (Tomo II).
Fundación Venezuela Positiva. Caracas, 2009.

 

Autor*:

Carlos Sánchez

Universidad Nacional Experimental
Simón Rodríguez

(Ponencia)

*Lic. en Filosofía; profesor de la
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez;
profesor del Liceo Nacional "José Andrés
Castillo".

[1] CABALLERO, Manuel. Las crisis de la
Venezuela contemporánea. Monte Ávila Editores
Latinoamericanos, Caracas, 1998. P 11

[2] Categoría de Paul Ricoeur: el
núcleo ético-mítico es el origen que
estructura los contenidos últimos intencionales de un
grupo que puede descubrirse por la hermenéutica de
los mitos fundamentales de la comunidad. El Dr.
Dussel afirma en su artículo Cultura Latinoamericana y
filosofía de la liberación que el núcleo
ético-mítico es un “complejo
orgánico de posturas concretas de un grupo ante la
existencia. No es sólo una visión teórica
del mundo (Weltanschauung), sino también una postura
existencial concreta, un modo de comportarse
(éthos)”. La sociedad se sustenta en valores que
se encuentran ocultos (mitos) en las distintas manifestaciones
de la misma, de modo que a la hora de teorizar sobre la crisis
del poder político debemos tener en cuenta esta
categoría. No por nada también afirma que
“el campo político es inevitablemente atravesado
por el campo cultural”.

[3] DUSSEL, E. 20 tesis de política.
Caracas 2008

[4] Guardia y Olivieri. Estudio de las
relaciones civiles y militares en Venezuela desde el siglo XIX
hasta nuestros días. P 7

[5] Op. Cit. P 11

[6] AA.VV. Milatares y Civiles. p. 30

[7] Op. Cit. Pag. 198

[8] Op. Cit. 14

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