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El dilema del 2012: Recortes o crecimiento (¿y por qué no, las dos cosas?) Parte II




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

  1. Los daños
    colaterales
  2. Perspectivas
    microeconómicas (certezas)
  3. Peores vaticinios
    del la OIT: la crisis del empleo seguirá hasta
    2016
  4. El riesgo de
    pobreza en la Unión Europea
  5. EEUU:
    ¡Bienvenido al tercer mundo!
  6. Historias del
    "minijob" (como funciona la "receta" en casa de
    Angie)
  7. Los daños
    colaterales
  8. Recuperar el
    crecimiento
  9. Necesidad contra
    codicia (un reparto más equilibrado de las
    cargas)
  10. Qué dicen
    en el "Club de los nobeles mediáticos" sobre el
    crecimiento
  11. Algo en lo que
    creer (¿volver a crecer o morir al borde del
    futuro?)

– Sección IV –

Perspectivas macroeconómicas
(probabilidades)

Malos tiempos (y lo que rondaré,
morena…)

"La economía estadounidense recordará
2011 como un mal año. Los mercados financieros tienen
problemas y aparecen señales de advertencia. El precio del
petróleo no deja de subir, el mercado inmobiliario
experimenta grandes problemas, la vida se encarece para las
familias y las revueltas en Oriente Medio y África junto a
la situación en Japón no hacen más que
desestabilizar el panorama internacional"…
Malos tiempos
para la economía de EEUU (El Economista –
24/3/11)

Desde la crisis de 2008 el sistema financiero, lejos de
estabilizarse, cada vez parece ser más vulnerable.
Según asegura The American Dream, los grandes
desequilibrios financieros a nivel mundial llegarán a un
"punto de inflexión" y será entonces cuando la
economía estadounidense experimente graves
problemas.

A marzo de 2011, estos son algunos de los indicadores
que hacen prever lo peor en el país
norteamericano:

1. La gasolina está a punto de rebasar el precio
psicológico de los 4 dólares en algunas zonas del
país. El precio medio en San Diego es de 3.977
dólares y de 3.955 en Riverside y San
Bernardino.

2. El precio del petróleo subió cerca de
la marca de los 105 dólares, lo que augura más
subidas para los consumidores en el precio de la
gasolina.

3. En el pasado mes de febrero, los precios de los
alimentos aumentaron al mayor ritmo conocido desde hace 36
años.

4. Para colmo, el coste de la vida en Estados Unidos
alcanzó un nuevo máximo en febrero, según
aseguraron fuentes gubernamentales.

5. Según la Asociación Nacional de Agentes
Inmobiliarios, las ventas de casas ya existentes en Estados
Unidos descendieron un impresionante 9,6% en febrero y los datos
de la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios
aseguran que el precio medio de una casa es el más bajo en
nueve años.

6. Algunos expertos creen que el desplome inmobiliario
se agravará. El destacado analista de la vivienda Gary
Shilling advierte que los precios de la vivienda tenderán
a caer otro 20%.

7. En cuanto a las hipotecas, la Asociación de
Banqueros Hipotecarios asegura que unos 8 millones de
estadounidenses tienen pendiente por lo menos un mes de atraso en
sus pagos.

8. Según la Oficina del Censo de EEUU, el
número de nuevos permisos de construcción
bajó en febrero un 20,5% y en palabras de John Carney, de
CNBC, un gran descenso en los permisos de construcción
suele indicar que se acerca una recesión.

9. El 31% de los propietarios de viviendas que
respondieron a una reciente encuesta de Rasmussen Reports indican
que se sienten con el agua al cuello en el pago de sus
hipotecas.

10. Las familias cada vez tienen más deudas y se
quejan de la presencia de 'cobradores de deudas', que ha
aumentado un 17% respecto al año pasado.

11. Meredith Whitney advierte que, aunque puede tardar,
todavía veremos una ola de incumplimientos de bonos
municipales por valor de cientos de miles de millones de
dólares.

12. En el panorama internacional, la guerra en Libia
está ejerciendo una presión al alza sobre el precio
del petróleo, y esto no es más que otra carga para
la economía estadounidense.

13. Yemen, Egipto, Costa de Marfil… buena parte de
Oriente Medio y África viven revoluciones o problemas
graves de estabilidad. Estos factores también afectan a la
estabilidad económica mundial.

14. Los daños del tsunami en Japón afectan
directamente a los trabajadores americanos. GM ha tenido que
alterar su producción debido a los problemas con el
abastecimiento.

15. Hay indicios de que la cantidad de radiación
liberada por el daño causado en Fukushima es mucho mayor
de lo que se ha asegurado. En caso de que los niveles de
radiación continuaran aumentando en el norte y centro de
Japón es posible que muchas personas fuesen evacuadas de
Tokio, algo que sería devastador para la economía
mundial.

Con este panorama futuro, ¿qué esperanza
les queda a las familias de clase media estadounidenses?
¿qué pueden hacer? Según The American Dream,
los estadounidenses deben ahorrar dinero, aunque ello signifique
sacrificar vacaciones o compras superficiales. Es el momento
oportuno para saldar las deudas, antes de que la crisis empeore y
con ello la situación general.

– La anatomía de la recuperación lenta
(Project Syndicate – 31/3/11)

(Por J. Bradford DeLong) Lectura recomendada

Berkeley.- Entre 1950 y 1990, la época de la
antigua forma de luchar contra la inflación en las
contracciones por parte de la Reserva Federal de los Estados
Unidos, la tasa de desempleo en los Estados Unidos posterior a la
recesión se reducía en un 32,4 por ciento por
término medio durante un año respecto de su valor
inicial hacia su tasa natural. Si la tasa de desempleo de los
EEUU hubiera comenzado a seguir esa vía después de
llegar a su punto máximo en la segunda mitad de 2009,
ahora ascendería a 8,3 por ciento, en lugar de a 8,9 por
ciento.

Lamentablemente, la reducción
neta de la tasa de desempleo de los EEUU en el pasado año
en nada se debió a aumentos de la proporción
empleopoblación, sino sólo a la reducción
de la participación de la fuerza laboral. El desempleo ha
bajado del 10,1 por ciento a lo largo de los 18 meses pasados,
pero la proporción empleo-población ha permanecido
estancada en el 58,4 por ciento. Tal vez fuera mejor que los
desempleados que pudiesen tener empleos -y que, de haber pleno
empleo, los tendrían- estuvieran buscando trabajo
activamente, en lugar de estar totalmente fuera de la fuerza
laboral.

Si adoptamos ese punto de vista, entre 1950 y 1990 la
proporción empleo-población en los EEUU
aumentaría otro 0,227 por ciento anual por término
medio en cada uno de los años en los que la tasa de
desempleo fue superior a su tasa natural. Si la proporción
empleo-población en los EEUU hubiera empezado a seguir esa
vía después de su punto máximo en 2009, la
proporción actual sería 59,7 por ciento, en lugar
de 58,4 por ciento. (En ese caso, estaríamos
experimentando "el amanecer en los Estados Unidos", en lugar del
actual estado de malestar económico.)

Ésa es -creo yo- la mejor medición a la
que recurrir para cifrar el ritmo claramente inferior de la
recuperación actual del empleo en los EEUU. Está en
consonancia con otros patrones de medida americanos: desde que se
produjo el nivel más bajo de producción, el PIB
real ha aumentando a una tasa media de 2,86 al año, apenas
por encima de la tasa de crecimiento del potencial productivo de
la economía de los EEUU. Y también está en
consonancia con la experiencia de otras economías ricas,
ya se trate del Japón o de Europa.

De hecho, el aprieto actual de los EEUU sólo
contrasta profundamente con las experiencias actuales del Asia en
desarrollo. Allí, el aumento del PIB real y la
reducción del desempleo revelan una recuperación
rápida, sólida y bien afianzada, hasta el punto de
que la inflación no tardará en pasar a ser un
problema macroeconómico más importante que la
creación de puestos de trabajo.

La hipótesis evidente para explicar por
qué la actual recuperación de los EEUU, como las
dos anteriores, ha avanzado a un ritmo inferior es la de que la
rapidez de cualquier recuperación está vinculada
con lo que causó la contracción. Una
recesión anterior a 1990 era desencadenada por una
decisión de la Reserva Federal de cambiar de
política para luchar contra la inflación. Entonces
la Reserva Federal provocaba una reducción de la liquidez
y con ello distorsionaba los precios de los activos hasta el
punto de que gran parte de la construcción, cantidades
considerables de otras inversiones y algunos bienes de consumo
resultaban inasequibles (y, por tanto, su producción
dejaba de ser rentable). El exceso resultante de oferta de
bienes, servicios y mano de obra hacía que la
inflación bajara.

Sin embargo, tan pronto como la Reserva Federal
había logrado su objetivo de lucha contra la
inflación, ponía fin a la reducción de la
liquidez. Los precios de los activos y los ingresos
volvían a su nivel normal y todas las líneas de
actividad que habían sido rentables ante de la
contracción volvían a serlo de nuevo. Así,
pues, desde un punto de vista empresarial, la recuperación
era un asunto sencillo: simplemente reanudar donde se
habían quedado y hacer lo que solían
hacer.

Sin embargo, después de la contracción
más reciente en los EEUU (y, en menor medida,
después de las dos que la precedieron), ha sido diferente.
La contracción no fue causada por una reducción de
la liquidez, por lo que la Reserva Federal no puede agitar su
varita y devolver los precios de los activos a su
configuración anterior a la recesión y eso
significa que los problemas empresariales son mucho más
complejos, pues la recuperación no consiste en resucitar
lo que solía ser rentable producir, sino en imaginar lo
que será rentable producir en el futuro.

Como gusta de decir el economista Dan Kuehn, una
recesión es como si alguien desbaratara nuestro
rompecabezas, con lo que se rompiera el orden de las piezas y
algunas quedasen boca abajo. Cuando la Reserva Federal pone fin a
una reducción de la liquidez, vuelve a poner las piezas
boca arriba, por lo que resulta fácil reconstruir el
rompecabezas. Sin embargo, ahora no hay nadie para poner las
piezas boca arriba, por lo que la corrección resulta mucho
más difícil.

De hecho, creo que la situación es aún
peor: mientras la demanda agregada siga siendo baja, ni siquiera
podemos decir qué piezas están boca arriba. Nuevas
inversiones, líneas de actividad y correspondencia entre
trabajadores y empresas que serían muy productivas y
rentables en niveles normales de utilización de la
capacidad y de desempleo no lo son ahora.

Así, pues, lo que los Estados
Unidos necesitan ahora no es simplemente una recuperación
de la demanda, sino un ajuste estructural. Lamentablemente, el
mercado no puede producir por sí solo una
recuperación rápida de la demanda y no puede
producir ajuste estructural alguno hasta que la
recuperación de la demanda esté bastante
avanzada.

(J. Bradford DeLong, ex Secretario Adjunto del Tesoro de
los Estados Unidos, es profesor de Economía en la
Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en
la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas.
Copyright: Project Syndicate, 2011)

Así y todo, la "América corporativa", erre
que erre, sigue adelante con la deslocalización

"Estados Unidos reabre el debate sobre si el
fenómeno de la globalización -en términos de
deslocalización- beneficia o no a la economía del
país, concretamente por la debacle que conlleva en materia
de empleo. Los datos del Departamento de Comercio pertenecientes
a la primera década del siglo XXI muestran que las
multinacionales estadounidenses -que dan trabajo al 50% de la
población ocupada del país- redujeron en 2,9
millones los puestos laborales en territorio nacional,
 mientras emplearon a 2,4 millones de personas
más en el extranjero"…
Las multinacionales de
EEUU recortan empleo nacional, pero contratan en el extranjero
(El Confidencial – 22/4/11)

Los datos fueron recogidos en el periódico
estadounidense The Wall Street Journal en un
artículo publicado en la tercer semana de marzo (2011).
Las cifras contrastan con las relativas a la década de los
90, cuando el número de trabajadores que
constituían dichas compañías
experimentó un aumento en el total de empleados que
ejercían tanto en el interior como en el exterior del
país. De este modo, durante los últimos diez
años del siglo XX, el incremento acumulado de
empleados dentro de EEUU fue de 4,4 millones, mientras
en el exterior se produjo un aumento de 2,7 millones de personas
empleadas.   

  En este sentido, The Wall Street
Journal señala que la tendencia subraya la creciente
importancia que están adquiriendo otras economías,
con los países asiáticos al frente, para las
multinacionales estadounidenses, mientras queda en evidencia la
vulnerabilidad de Estados Unidos para el propio país en
una época de estancamiento en la creación de empleo
y salarios congelados. Los analistas más
críticos apuntalan que los datos podrían reflejar
una pérdida de atractivo de Estados Unidos como territorio
en el que las grandes compañías puedan invertir y
contratar.

De acuerdo a los datos del Departamento de Empleo de
Estados Unidos (4/11), su tasa de desempleo descendió en
marzo (2011) con respecto al mes de febrero por cuarto mes
consecutivo, desde el 8,9% al 8,8%. Sin embargo, pese al avance,
la cifra continúa siendo elevada teniendo en cuenta el 4%
de tasa de paro registrada en enero del 2000. El
economista Matthew Slaughter señaló en
los años 90 que, en las grandes compañías,
"por cada empleo que creaban en el extranjero… generaban cerca
de dos trabajos en EEUU para sus filas". Su teoría era
válida en el contexto de la época -tal y como se
refleja en los datos-, pero no tiene nada que ver con la
tendencia que ha tenido lugar en los últimos diez
años donde el empleo exterior ha crecido en detrimento del
nacional.

Fijando la atención en las cifras de 2009, un
año recesivo con frenos en las ventas y en los gastos de
explotación, las multinacionales del territorio recortaron
1,2 millones de empleos -equivalentes al 5,3%- en el interior del
país, mientras la reducción en el extranjero fue de
100.000 trabajadores -un 1,5%-. Muchas de las empresas que
integran el panorama empresarial estadounidense no son claras a
la hora de expresar a cuántas personas emplean fuera de
sus fronteras. Otras, incluso, se niegan a ofrecer los datos
exactos en relación a esta
cuestión. 

La deslocalización ha dado lugar a que muchas
empresas hagan uso de trabajadores en el exterior para reducir
los costes en mano de obra. Sin embargo, los Gobiernos pretenden
obtener detalles a partir de noviembre sobre las
estrategias que están manteniendo las empresas en este
sentido, para detectar cuáles de ellas recortan más
trabajos dentro del territorio nacional y los añaden en el
exterior del país. Al mismo tiempo, pretenden detectar
cuáles son los motivos que conducen a esta
tendencia. 

En la mayor parte de las empresas consultadas por The
Wall Street Journal -entre las que se encuentran General
Electric, Cisco, Oracle, Carterpillar y Microsoft-, sus
directivos hacen referencia a que este aumento en el
número de empleados de fuera del país responde a
una estrategia de internacionalización de la empresa y no
a un método para recortar gastos. La tecnológica
Microsoft es la única de ellas que, durante los
últimos cinco años, añadió más
empleos en Estados Unidos (15.300) que en el exterior (13.000).
Aproximadamente el 60% de los empleados de la
compañía trabajan en el interior del
país.

– Haciendo cosas en Estados Unidos (El País –
22/5/11) Lectura recomendada

(Por Paul Krugman)

Hace unos años, uno de mis vecinos, un ingeniero
ruso exiliado, me hizo una observación sobre su
país de adopción. "EEUU parece muy rico", me dijo,
"pero nunca he visto a nadie haciendo realmente nada". Eso era un
poco injusto, pero no del todo (y a medida que fue pasando el
tiempo, se volvió cada vez más cierto). A mediados
de la década pasada, yo solía bromear diciendo que
los estadounidenses se ganaban la vida vendiéndose casas
unos a otros, casas que pagaban con dinero prestado de China. La
industria manufacturera, en su día la mayor fortaleza de
EEUU, parecía estar en declive terminal.

Pero puede que eso esté cambiando. La industria
es uno de los puntos positivos de una recuperación
decepcionante en general, y hay indicios -preliminares, pero
esperanzadores a pesar de todo- de que podría estar
produciéndose una prolongada mejoría. Y hay algo
más que deberían saber: si quienes critican desde
la derecha los esfuerzos por rescatar la economía se
hubiesen salido con la suya, esa mejoría no estaría
teniendo lugar.

Esta es la historia hasta la fecha: en los años
noventa, el empleo en el sector de las manufacturas en EEUU era
más o menos estable. Desde 2000, sin embargo,
empezó a caer en picado. La recesión de 2001
golpeó con dureza al sector, mientras que la
expansión alimentada por la burbuja de mediados de la
década -una expansión caracterizada por un enorme
aumento del déficit comercial- le pasó de largo.
Hacia diciembre de 2007 había 3,5 millones menos de
trabajadores en la industria estadounidense que en 2000; varios
millones de empleos más desaparecieron durante la
recesión que se produjo a continuación.

Hasta ahora, solo se ha recuperado un puñado de
estos puestos de trabajo perdidos. Pero, como he dicho, hay
indicios de un cambio de tendencia.

Es crucial el hecho de que el déficit comercial
de la industria manufacturera parece estar reduciéndose.
En este momento solo es aproximadamente la mitad de grande,
expresado como porcentaje del PIB, de lo que era durante el
apogeo de la burbuja inmobiliaria, y hay más
mejorías a la vista. Boston Consulting Group, que
actualmente prevé un "renacimiento de la industria" en
EEUU, cita a importantes empresas estadounidenses como
Caterpillar, que en su día trasladaron la
producción al extranjero, pero que ahora la están
trayendo de vuelta. Al mismo tiempo, empresas de otros
países, especialmente europeas, están trasladando
la producción a EEUU. Y se ha evitado un posible desastre:
el sector automovilístico de EEUU, al que muchos daban por
muerto hace tan solo dos años, ha capeado el temporal. En
concreto, General Motors ha tenido ahora cinco trimestres
seguidos con buenos beneficios.

El corazón industrial de EEUU encabeza ahora la
recuperación económica. En agosto de 2009, Michigan
tenía una tasa de paro del 14,1%, la más alta del
país. Hoy esa tasa ha bajado hasta el 10,3%,
todavía por encima de la media nacional, pero una mejora
enorme no obstante.

No pretendo insinuar que todo sea maravilloso en la
industria manufacturera estadounidense. Hasta ahora, la
recuperación del empleo es pequeña, y hay muchos
puestos nuevos en la industria que no ofrecen buenos sueldos o
prestaciones. El renacer de las manufacturas no va a hacer que la
reforma sanitaria sea innecesaria ni va a suprimir la necesidad
de un buen colchón de seguridad social.

Aun así, es mejor tener esos empleos que ninguno.
Lo que me lleva a los escépticos de derechas. Primero:
¿qué está impulsando el giro en nuestro
sector manufacturero? La principal respuesta es que el
dólar estadounidense ha bajado respecto a otras monedas,
lo que ha contribuido a dar una ventaja en costes a la industria
ubicada en EEUU. Resulta que un dólar más
débil era justo lo que la industria estadounidense
necesitaba.

Sin embargo, la Reserva Federal se encuentra sometida a
presiones intensas por parte de la derecha para que refuerce el
dólar en vez de debilitarlo. Hace unos meses, Paul Ryan,
el presidente del Comité Presupuestario de la
Cámara, le reprochaba a Ben Bernanke su incapacidad para
endurecer la política monetaria, y declaraba: "Lo
más insidioso que un país puede hacerles a sus
ciudadanos es devaluar su moneda". Si Bernanke hubiese cedido a
esa clase de presión, la industria habría
continuado con su declive imparable.

Y luego está el asunto del sector
automovilístico, que probablemente se habría
hundido si el presidente Obama no hubiese tomado cartas en el
asunto para rescatar a General Motors y a Chrysler. Porque esas
empresas habrían entrado en liquidación casi con
total seguridad y habrían cerrado todas sus
fábricas. Y esta liquidación habría
perjudicado al resto del sector automovilístico de EEUU a
medida que algunos proveedores esenciales también se
fueran a pique. Cientos de miles de puestos de trabajo estaban en
juego.

Sin embargo, Obama fue cruelmente criticado por tomar
medidas. Un congresista republicano declaró que el rescate
automovilístico formaba parte de la "guerra contra el
capitalismo" de la Administración. Otro insistía en
que cuando los Gobiernos intervienen en una empresa, "el desastre
que se produce a continuación es predecible". Pues resulta
que no lo era tanto.

Así que aunque todavía tengamos una
economía con gravísimos problemas, una buena
noticia es que los estadounidenses, una vez más,
están empezando en verdad a hacer cosas. Y lo estamos
haciendo gracias, en gran parte, al hecho de que la Reserva
Federal y la Administración de Obama hicieron caso omiso
de los nefastos consejos de los derechistas, ideólogos
que, enfrentados a la evidencia, siguen afirmando que saben algo
sobre cómo generar prosperidad.

(Paul Krugman es profesor de economía en
Princeton y premio Nobel de 2008. © The New York Times,
2011)

La mayor economía del mundo podría estar
padeciendo un problema de crecimiento.

"Tras un decepcionante primer trimestre, los
economistas predijeron ampliamente que la recuperación de
Estados Unidos volvería a ganar fuerza tan pronto como se
aliviaran dificultades de corto plazo como el alza de los precios
de la gasolina, el mal tiempo y los problemas de suministro en
Japón. Pero hay pocas señales de que eso
esté ocurriendo. La producción se está
enfriando, el mercado inmobiliario sigue de capa caída y
los consumidores aún no han perdido el miedo a gastar.
Esto quiere decir que es posible que el camino que debe recorrer
la economía estadounidense hasta su completa
recuperación sea mucho más largo y lento de lo
esperado"…
¿Salió EEUU de la crisis con un
problema crónico de crecimiento? (The Wall Street Journal
30/5/11)

"Es muy difícil generar una rápida
recuperación cuando tradicionalmente, las recuperaciones
rápidas solían estar impulsadas por los bienes
raíces y los consumidores", apunta Nigel Gault, economista
de la consultora IHS Global Insight. Según sus
cálculos, el crecimiento se estancaría en una tasa
anualizada y en términos reales de menos de 3% en los
próximos trimestres (segunda mitad del año 2011);
mejor que la tasa de 1,8% en los primeros tres meses, pero
todavía demasiado débil para compensar el
desempleo.

Un número mayor de expertos está revisando
a la baja sus predicciones de crecimiento para el segundo
trimestre. Economistas de J.P. Morgan Chase & Co. redujeron
su estimado de 3% a 2,5%, mientras que los de Bank of America
Merrill Lynch recortaron el suyo de 2,8% a 2%. Deutsche Bank ha
rebajado su pronóstico de 3,7% a 3,2%.

Las compañías también se muestran
cautelosas. Applied Materials Inc., el mayor fabricante de
máquinas utilizadas en la producción de chips para
computadoras, dijo que después de registrar uno de sus
mejores trimestres, anticipa una desaceleración del
crecimiento en los mercados de semiconductores y solar.
Hewlett-Packard Co. recortó sus perspectivas para el
año fiscal debido a las débiles ventas de
computadoras y los efectos del desastre en Japón. Clorox
Co. ofreció un pronóstico más reservado para
su negocio de bienes de consumo y cuidado del hogar, a medida que
los ejecutivos concluyeron que los precios más altos
probablemente harían mella en sus ventas.

Este panorama deprimido plantea una pregunta más
profunda sobre la salud de la economía estadounidense:
¿ha salido de la crisis de 2008 y 2009 con un problema
crónico de crecimiento?

Algunos economistas creen que ha sido
así.

"Esperamos que la economía se desempeñe de
acuerdo con normas que son muy difíciles de cumplir cuando
se carga con una deuda privada y pública tan grande",
señala Carmen Reinhart, economista del Instituto Peterson
de Economía Internacional. Reinhart cree que las
previsiones de crecimiento de la Reserva Federal de EEUU han sido
demasiado optimistas y que al país podría esperarle
un período prolongado de crecimiento insuficiente y alto
desempleo.

En los pronósticos de abril (2011), los
funcionarios de la Fed proyectaron que la economía
crecería a una tasa anualizada y en términos reales
de entre 3,1% y 3,3% en 2011, y entre 3,5% y 4,2% en 2012. Eso
supera las expectativas de los economistas independientes, que en
promedio, predijeron una tasa de 2,9% para 2011 y de 3,1% en
2012, según Blue Chip Economics, que encuesta cada mes a
economistas.

Incluso si las dificultades temporales se calman, la
economía podría enfrentar problemas a medida que la
Fed vaya minimizando sus esfuerzos de estímulo, los
gobiernos estatales y locales reduzcan el gasto para equilibrar
sus presupuestos y el Congreso trate de ahorrar en gastos
fiscales del año 2012.

Desde que la recesión terminó oficialmente
a mediados de 2009, la tasa anualizada de crecimiento ha
promediado 2,8%. Eso no es mejor que su rendimiento tras la
recesión mucho más suave de 2001, y mucho peor que
la de 7,1% después de la recesión de casi la misma
gravedad de 1982.

"No generar una recuperación considerable tiene
altos costos", advirtió Joseph Lupton, un economista de JP
Morgan Chase & Co. Una de las consecuencias más
destacable: un alto desempleo. Unos 5,8 millones de
estadounidenses llevan más de seis meses desempleados, y
un crecimiento económico lento y prolongado debilita las
probabilidades de que se reintegren a la fuerza
laboral.

– La verdad sobre la economía de EEUU (El
Economista – 4/6/11) Lectura recomendada

(Por Robert Reich)

El ex secretario de Trabajo con Clinton
y canciller de la Universidad de Berkeley, Robert Reich, sostiene
que no es posible una economía creciente y vibrante sin
una clase media creciente y vibrante, por lo que insta a
"restaurar la enorme clase media estadounidense" para volver a la
senda de la recuperación económica.

La economía estadounidense sigue
estancada. El consumo es bajo. Los salarios, también. Es
vital que comprendamos cómo hemos pasado de la Gran
Depresión a 30 años de Gran Prosperidad; de
ahí a 30 años de ingresos estancados y crecientes
desigualdades, para terminar en la Gran Recesión, y de
ésta a una recuperación anémica.

Desde 1947 a 1977, la nación
aplicó lo que podría denominarse una
negociación básica con los trabajadores
estadounidenses. Los empresarios les pagaban lo suficiente para
comprar lo que producían. La producción y el
consumo en masa demostraron ser complementos perfectos. Casi
cualquiera que quería un trabajo podía encontrarlo
con un salario decente. Durante estas tres décadas
crecieron los sueldos de todos, no sólo de quienes estaban
arriba. Y el Gobierno hizo cumplir esa negociación
básica de muchas maneras. Utilizó una
política keynesiana para conseguir casi el pleno empleo.
Brindó a los trabajadores comunes más capacidad de
negociación. Proporcionó el seguro social. Y
amplió la inversión pública. Por
consiguiente, creció la parte de los ingresos que iba a la
clase media mientras mermó la porción destinada a
lo más alto. Pero no consistía en un juego de suma
cero: a medida que la economía crecía, casi todo el
mundo mejoró, también los que estaban en lo
más alto.

La paga de los trabajadores incluidos en
el 20 por ciento más pobre creció un 116 por ciento
en estos años, más rápido que los ingresos
del 20 por ciento más rico (que subió un 99 por
ciento). La productividad también subió más
rápido. El rendimiento por hora trabajada se dobló,
así como los ingresos medios. Expresadas en dólares
de 1997, las rentas de una familia media se elevaron de unos
25.000 a 55.000 dólares. La clase media tenía los
medios para comprar, y al hacerlo creaba nuevos empleos. A medida
que la economía crecía, la deuda nacional
reducía su peso.

La Gran Prosperidad también trajo una
reorganización del trabajo. A los empresarios se les
exigía por ley dar una paga extra -la hora y un 50 por
ciento más- por lo que rebasara las 40 horas a la semana.
Esto creó un incentivo para que se contrataran más
trabajadores cuando la demanda repuntaba. Además, estaban
obligados a abonar un salario mínimo, lo que mejoró
los sueldos más pobres. Cuando se despedía,
normalmente durante una recesión, el Gobierno
concedía prestaciones por desempleo que solían
durar hasta la recuperación. Lo que no sólo sacaba
a las familias del apuro, sino que les dejaba seguir comprando,
un estabilizador automático para una economía en
receso.

Quizá lo más significativo sea que el
Gobierno elevó la fuerza negociadora del trabajador
común. Se le garantizaba el derecho a afiliarse a
sindicatos, con los que los empresarios tenían que
negociar de buena fe. A mediados de los 50, más de un
tercio de los empleados del sector privado estaba afiliado. Y los
sindicatos exigían una ración justa del pastel. Las
compañías sin sindicatos, temiendo que sus
trabajadores quisieran uno, ofrecían tratos
similares.

Los estadounidenses también disfrutaban de una
seguridad económica frente a los riesgos, no sólo
con prestaciones de desempleo, sino también a
través de la Seguridad Social, el seguro por discapacidad,
por pérdida del sostén económico de la
familia, por lesión en el lugar de trabajo o por
incapacidad de ahorrar lo suficiente para la jubilación.
En 1965, llegó el seguro sanitario para las personas
mayores y pobres (Medicare y Medicaid). La seguridad
económica fomentó la prosperidad. Al exigir a los
estadounidenses compartir los costes de la adversidad, les
permitía compartir los beneficios de la tranquilidad. Y
eso los dejaba libres para consumir los frutos de su
trabajo.

El Gobierno patrocinó los sueños de las
familias estadounidenses de tener su hogar en propiedad,
facilitando hipotecas de bajo coste y deducciones de los
intereses. En muchas zonas del país, subvencionó la
electricidad y el agua para que las casas fueran habitables. Y
construyó carreteras que conectaban sus hogares con los
principales centros comerciales.

El Gobierno también amplió el acceso a la
educación superior. Pagó la de quienes
volvían de la guerra. Y la expansión de las
universidades públicas hizo que la clase media pudiera
acceder a ella. El Estado sufragó todo con los ingresos
fiscales procedentes de la creciente clase media. Los ingresos
también se vieron impulsados por quienes estaban en lo
alto de la escala de ingresos, cuyos impuestos marginales eran
mucho más altos. El tipo marginal máximo del
impuesto sobre la renta durante la II Guerra Mundial era superior
al 68 por ciento. En los años 50, con Eisenhower, a quien
pocos llamarían un radical, subió al 91 por ciento.
En la década hasta 1970, el tipo marginal máximo
estaba en torno al 70. Incluso después de explotar todas
las posibles deducciones y créditos, el contribuyente
medio de ingresos altos pagaba un impuesto federal marginal de
más del 50 por ciento. Pero en contra de lo que los
conservadores habían predicho, los altos tipos no
redujeron el crecimiento. Al contrario, permitieron ampliar la
prosperidad de la clase media.

Durante la Gran Prosperidad de 1947-1977, la
negociación básica había garantizado que la
paga de los trabajadores estadounidenses coincidiese con su
rendimiento. Pero después de este punto, el rendimiento
por hora siguió subiendo. Sin embargo, se dejó que
la retribución real por hora se estancase. Es fácil
echarle la culpa a la globalización, pero los avances
tecnológicos han desempeñado un papel equivalente.
Las fábricas que quedan en EEUU han ido echando
trabajadores según se automatizan. Y lo mismo le ha
ocurrido al sector servicios. Pero en contra de lo que dice la
mitología popular, el negocio y la tecnología no
han reducido el número de trabajos estadounidenses. Su
efecto más profundo ha sido sobre la paga. En lugar de
quedarse sin empleo, la mayoría de los estadounidenses se
ha contentado con salarios reales inferiores o que se han elevado
más lentamente que el crecimiento de la economía.
Aunque el desempleo que vino después de la Gran
Recesión sigue siendo alto, los puestos de trabajo
lentamente vuelven. Pero, para conseguirlos, muchos tienen que
aceptar una paga inferior.

Hace más de tres décadas,
el comercio y la tecnología empezaron a abrir una brecha
entre las ganancias del nivel más alto y las demás.
La paga de los titulados por prestigiosas universidades ha
remontado el vuelo. Pero la paga y prestaciones de la
mayoría de los trabajadores se han mantenido o bajado. Y
la consiguiente división también ha hecho que las
familias estadounidenses de clase media se sientan menos
seguras.

El Gobierno podría haber hecho cumplir la
negociación básica. Pero hizo lo contrario. Redujo
drásticamente los bienes públicos y las
inversiones, golpeando los presupuestos escolares, incrementando
el coste de la educación pública superior,
reduciendo la formación laboral, recortando el transporte
público y dejando que los puentes, puertos y autopistas se
deterioraran.

Hizo trizas las redes de seguridad,
reduciendo la ayuda para las familias desempleadas con hijos,
endureciendo las condiciones para optar a los cupones de
alimentos, y recortando el seguro de desempleo tanto que, en
2007, sólo el 40 por ciento de los parados estaba
cubierto. Redujo a la mitad el tipo máximo del impuesto
sobre la renta, pasando del ámbito del 70-90 que
prevalecía durante la Gran Prosperidad al del 28-35 por
ciento; permitió a muchos ricos tratar sus ingresos como
ganancias de capital sometidas a un impuesto del 15 por ciento; y
contrajo los impuestos de sucesiones que sólo afectaban al
1,5 por ciento de los asalariados del máximo nivel. Pero
al mismo tiempo, EEUU impulsó los impuestos sobre el
consumo y las nóminas, que se llevaron un trozo de la paga
de la clase media y los pobres mayor que de los ricos.

Tres mecanismos de supervivencia

Pero Estados Unidos siguió
comprando mediante tres mecanismos de supervivencia. El primero:
las mujeres entran en el trabajo retribuido a partir de finales
de los 70, y subiendo en los 80 y 90. Para la parte relativamente
pequeña de mujeres con títulos universitarios, era
la consecuencia natural de oportunidades educativas más
amplias y de las nuevas leyes contra la discriminación,
las cuales abrieron posibilidades profesionales. Pero la gran
mayoría lo hizo para aumentar los ingresos familiares
cuando los hogares se vieron golpeados por el estancamiento de
los salarios de los hombres. Esta transición de la mujer
al trabajo remunerado ha sido uno de los cambios sociales y
económicos más importantes de las últimas
décadas. En 1966, el 20 por ciento de las madres con hijos
pequeños trabajaba fuera de casa. A finales de los 90, la
proporción se había elevado al 60. Para las mujeres
casadas con hijos de menos de 6 años, la
transformación ha sido aún más
dramática, del 12 de finales de los 60 al 55 por ciento a
finales del siglo XX.

Mecanismo de supervivencia número
dos: todos trabajan más horas. En 2005, no era
extraño que los hombres trabajaran más de 60 horas
a la semana y las mujeres, más de 50. Es decir, el
estadounidense medio hacía más de 2.200 horas al
año, 350 por encima del europeo medio, más incluso
que un japonés.

Mecanismo de supervivencia número
tres: gastarse los ahorros y tomar prestado hasta las cejas. Tras
agotar los dos primeros mecanismos, era la única forma en
que los estadounidenses podían seguir consumiendo como
antes. Durante la Gran Prosperidad, la clase media ahorraba el 9
por ciento de sus ingresos. A finales de los 80 y principios de
los 90, esa parte se había cercenado al 7 por ciento.
Después, la tasa de ahorro cayó al 6 en 1994, y
siguió bajando hasta el 3 en 1999. En 2008, los
estadounidenses no ahorraron nada. Mientras, la deuda de los
hogares explotó. En 2007, el estadounidense medio
debía el 138 por ciento de sus ingresos después de
impuestos.

Los tres mecanismos se han agotado. El
desafío consiste en restaurar la enorme clase media
estadounidense. Esto exige resucitar la negociación
básica que relaciona los salarios con las ganancias
generales, y facilitarle a la clase media una porción de
la tarta suficiente. Como deberíamos haber aprendido de La
Gran Prosperidad, no es posible una economía creciente y
vibrante sin una clase media creciente y vibrante.

"Una verdad incómoda" (no la de Gore, sino la de
Reich)

"Las cosas no van bien, ni aquí, ni en
Estados Unidos ni en muchos lugares. No es necesario ser
economista para darse cuenta, si a algo reaccionan nuestros
estímulos es al desempleo que actualmente está en
un nivel muy elevado en gran parte de occidente.
¿Qué va mal? ¿Qué falla?
Teorías hay muchas, medidas para solucionarlo más,
y aunque no podamos meter en el mismo saco a España o a
California, empiezan a escucharse tímidas voces apuntando
en una dirección, en un error común a nivel
internacional allá en donde hay problemas: la debilidad de
la clase media"…
Conoce la verdad sobre la economía
en dos minutos (El Confidencial – 17/6/11)

Robert Bernard Reich, en un video llamado "The Truth
About the Economy" expone lo que considera es la verdad sobre la
economía norteamericana, y cuál es el principal
error que se está cometiendo.

El razonamiento que se realiza, con datos válidos
para Estados Unidos, es el siguiente. En los últimos 30
años el PIB se ha doblado, pero, paradójicamente,
los sueldos se han estancado y son prácticamente iguales
que por aquel entonces. ¿Quién es el responsable?
La inflación, ganamos más nominalmente pero no
realmente. Entonces, ¿a dónde van las ganancias?
Según el Sr. Reich a los "super rich" (súper
ricos), que identifica como los que están en la cima de la
pirámide cuando de dinero hablamos. Lo justifica con los
datos de ingresos, hace treinta años el 1% más rico
de la población se llevaba a su casa el 10% de los
ingresos totales, hoy es el 20% y poseen el 40% de la riqueza del
país.

Cree que esto conduce a que aumenten su poder en la
legislación y por tanto se reduzcan los impuestos a los
más acaudalados. El resultado son menores ingresos
tributarios, déficit fiscal y menores servicios como
educación, sanidad, infraestructuras… Asimismo las
personas empiezan a echarse la culpa unas a otras, nacionales
contra inmigrantes, trabajadores de la empresa privada contra la
empresa pública, y demás debates que también
se reproducen en nuestro país. Pero la realidad,
según el vídeo, es que la clase media está
débil, lo que les nos lleva a consumir menos, a no querer
endeudarnos y en definitiva a una recuperación
insatisfactoria y alto desempleo. Conclusión,
economía fuerte = clase media fuerte.

Estoy totalmente de acuerdo con esto último, si
la clase media va bien es que las cosas van bien, en caso
contrario algo está fallando. Aunque esto es algo muy
matizable, ya que por ejemplo en una burbuja inmobiliaria todo el
mundo parece feliz, pero no es algo ni real ni sostenible y luego
hay que pagar la cuenta. Algo similar sucede cuando todo se basa
en el endeudamiento. Digamos que, cuando a la clase media, las
cosas le van bien de forma sostenible, la economía "es
fuerte".

Una idea que deja caer el vídeo, es que como los
"súper ricos" se están forrando a costa de la clase
media y no pagan impuestos el Estado no tiene dinero para educar
a los niños y todo se va al garete.

Si miramos las estadísticas tributarias de la
mayoría de países, los ricos ganan mucho pero
también contribuyen mucho a las arcas públicas. Por
ejemplo el caso de Estados Unidos en donde los impuestos
están altamente en entredicho:

Vemos que el "top 20%" gana un 59.1% de los ingresos
totales, pero por la contra paga el 64.3% de los impuestos. En
otros países obtenemos resultados similares y de
ahí la voluntad política que existe en ocasiones de
atraer a los altos patrimonios con alguna rebaja, siendo
finalmente beneficioso para el país. Seguramente el
sistema impositivo que tasa la renta de las personas de Estados
Unidos tiene muchas lagunas, pero aunque fuese perfecto creo que
no resolvería los problemas. La cuestión no son
tanto los tipos impositivos como la creciente divergencia entre
"ricos y pobres", no es que los ricos pagan poco (que
también), sino que "los pobres" ganan poco
(además).

Más datos interesantes, cómo evoluciona el
sueldo de un CEO en relación al empleado medio:

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

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