Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

El dilema del 2012: Recortes o crecimiento (¿y por qué no, las dos cosas?) Parte II (página 7)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Es posible que fuese así, como tantas otras cosas
del liberalismo dogmático que fallan en la vida real, si
el sistema no estuviese de alguna forma "pervertido". En este
mundo real en el que vivimos las cosas no son idílicas, en
el caso que tratamos existe una cantidad inmensa de liquidez que
corre por el mundo adelante, una cantidad tan ingente y
volátil que en lugar de ayudar consigue empobrecer
aún más a quien la sufre.

En resumen estamos ante cuantiosos fondos que se mueven
sin pensárselo demasiado, que provocan burbujas y errores
de inversión por su volumen e inmediatez y que un
día se van de repente dando la puntilla y dejando a la
economía endeudada y tocada.

Por si fuese poco tenemos la "Paradoja de Lucas" que
dice que por alguna extraña razón el dinero no se
mueve de ricos a pobres, y cuando esto pasa el pobre sale
perdiendo según algunos estudios.

El gráfico que sigue no es de ninguna web
conspiracionista sino del FMI, que lleva tiempo dándose
cuenta de que algo falla en la teoría porque no se ajusta
a la práctica. Quizá el mayor problema esté
ahora en determinar en qué casos existe un exceso de "hot
money" y en qué casos se produce una simple mala
gestión por parte del país.

Para poder aplicar controles de capital el FMI se centra
en tres condiciones, son países que: no tienen su divisa
devaluada, consiguen almacenar reservas y la política
monetaria o fiscal no funciona. Por supuesto las medidas deben
ser de corto plazo y no destinadas a bloquear fondos a largo
plazo. 

El procedimiento sería el siguiente, en un primer
momento el país debe dejar su tipo de cambio subir (que
normalmente no funcionará casi nunca bajo mi punto de
vista) o expandir su política monetaria y endurecer su
política fiscal (lo que resulta "neutro" para el
país pero desincentivará a los inversores
foráneos por los menores tipos, luego creo que es la
opción adecuada). En caso de no funcionar se admiten los
controles de capital, siempre que no sean
discriminatorios.

Surge inmediatamente el debate sobre lo hecho por
Brasil, el imponer una tasa del 6% a la adquisición de
deuda por parte de extranjeros, lo que según el FMI "debe
ser la última línea de defensa". A
regañadientes pero parece que lo aceptan, lo comparto y
así lo manifesté en su momento. Más
controvertidas son aún sus nuevas medidas, idéntica
actuación pero ahora con préstamos foráneos,
y van más allá subiendo los aranceles a China.
¿Dónde acabarán?

Es difícil sobrevivir en un mundo con
quantitative easing, carry trade feroz y dumping comercial, hemos
tenido que llegar a esto para que el FMI se diese cuenta, pero
rectificar es de sabios. Por si alguien cree que van de farol, lo
cual es debatible como siempre, lean también su
última propuesta, Basilea III no es suficiente hay que
cobrar impuestos por los riesgos. Dará que hablar, o al
menos esperemos que así sea y no haga falta otro desastre
para darse cuenta que lo de ahora no puede seguir
así.

– El viraje a tiempo del FMI (Project Syndicate –
5/5/11) Lectura recomendada

(Por Joseph E. Stiglitz)

Nueva York.- La reunión anual de primavera del
Fondo Monetario Internacional fue notable ya que marcó el
esfuerzo del Fondo para distanciarse de sus propios dogmas de
hace muchos años sobre los controles de capital y la
flexibilidad del mercado laboral. Parece que un nuevo FMI
gradualmente -y cautelosamente- ha surgido bajo el liderazgo de
Dominique Strauss-Kahn.

Poco más de 13 años antes, en la
reunión de Hong Kong del FMI en 1997, el Fondo
había intentado enmendar su carta para ganar más
margen de acción y poder empujar a los países hacia
una liberalización del mercado de capital. El momento no
podría haber sido menos oportuno: la crisis del este de
Asia recién se estaba gestando -una crisis que fue, en
gran medida, el resultado de la liberalización del mercado
de capital en una región que, dada su elevada tasa de
ahorros, no la necesitaba en absoluto.

Ese accionar había sido defendido
por los mercados financieros de Occidente -y los ministros de
Finanzas occidentales que les son tan fieles-. Las
desregulación financiera en Estados Unidos fue una causa
importante de la crisis global que estalló en 2008, y la
liberalización financiera y del mercado de capital en
otras partes ayudó a propagar ese trauma "hecho en Estados
Unidos" por todo el mundo.

La crisis demostró que los mercados libres y
descontrolados no son ni eficientes ni estables. Tampoco
necesariamente sirvieron de mucho a la hora de fijar precios
(basta con ver la burbuja inmobiliaria), incluyendo los tipos de
cambio (que son simplemente el precio de una moneda en
términos de otra).

Islandia mostró que responder a la crisis
imponiendo controles de capital podía ayudar a los
países pequeños a manejar su impacto. Y el "alivio
cuantitativo" (QE1) de la Reserva Federal de Estados Unidos
tornó inevitable el deceso de la ideología de los
mercados sin control: el dinero va hacia donde los mercados
piensan que los retornos son más altos. Frente al auge de
los mercados emergentes, y con Estados Unidos y Europa de capa
caída, era evidente que gran parte de la nueva liquidez
que se estaba creando encontraría su destino en los
mercados emergentes. Esto resultó especialmente cierto
dado que el conducto de crédito de Estados Unidos
seguía obturado y muchos bancos comunitarios y regionales
todavía estaban en una situación
precaria.

El resultante incremento de dinero que ingresó en
los mercados emergentes significó que hasta los ministros
de Finanzas y los gobernadores de los bancos centrales que se
oponen ideológicamente a intervenir creen que no tienen
otra opción que hacerlo. De hecho, un país tras
país ahora optó por intervenir de una manera u otra
para impedir que el valor de sus monedas suba por las
nubes.

Ahora el FMI bendijo ese tipo de
intervenciones -pero, como una concesión para aquellos que
todavía no están convencidos, sugiere que se las
debería utilizar solamente como un último recurso-.
Por el contrario, deberíamos haber aprendido de la crisis
que los mercados financieros necesitan regulación, y que
los flujos de capital transfronterizos son particularmente
peligrosos. Estas regulaciones deberían ser una parte
esencial de cualquier sistema para asegurar la estabilidad
financiera; recurrir a ellas sólo como un último
recurso es una receta para una continua inestabilidad.

Existe un amplio rango de herramientas de gestión
de cuentas de capital, y lo mejor es que los países usen
un portafolio de estas herramientas. Aún si no son
plenamente efectivas, normalmente son mucho mejor que
nada.

Pero un cambio aún más
importante es el vínculo que el FMI finalmente
trazó entre desigualdad e inestabilidad. Esta crisis fue,
en gran medida, el resultado del esfuerzo por parte de Estados
Unidos de estimular una economía debilitada por una mayor
desigualdad a través de tasas de interés bajas y
una regulación laxa (que hicieron que mucha gente pidiera
prestado mucho más allá de sus posibilidades).
Deshacer las consecuencias de este endeudamiento excesivo
llevará años. Pero, como nos recuerda otro estudio
del FMI, éste no es un patrón nuevo.

La crisis también puso a prueba los dogmas de
larga data que responsabilizan a la rigidez del mercado laboral
por el desempleo, ya que a los países con salarios
más flexibles, como Estados Unidos, les fue peor que a las
economías del norte de Europa, entre ellas Alemania. Por
cierto, conforme los salarios se debiliten, a los trabajadores
les resultará aún más difícil
devolver lo que deben, y los problemas en el mercado inmobiliario
se agravarán. El consumo seguirá siendo limitado,
mientras que una recuperación sólida y sostenible
no puede basarse en otra burbuja alimentada por la
deuda.

Tan desigual como era Estados Unidos antes de la Gran
Recesión, la crisis, y la manera en que fue manejada,
llevó a una desigualdad de ingresos aún mayor,
haciendo que la recuperación fuera mucho más
difícil. Estados Unidos se está preparando para su
propia versión de un malestar al estilo
japonés.

Sin embargo, existen soluciones para este dilema:
fortalecer la negociación colectiva, reestructurar las
hipotecas, utilizar zanahorias y bastones para que los bancos
vuelvan a prestar dinero, reestructurar las políticas
impositivas y de gasto para estimular la economía hoy a
través de inversiones a largo plazo, e implementar
políticas sociales que aseguren oportunidades para todos.
Como está hoy en día, con casi una cuarta parte de
los ingresos totales y el 40% de la riqueza estadounidense en
manos del 1% que más gana, Estados Unidos hoy es menos una
"tierra de oportunidades" que incluso la "vieja"
Europa.

Para los progresistas, estos datos abismales son parte
de la letanía habitual de frustración y furia
justificada. Lo que es nuevo es que el FMI se sumó al
coro. Como concluyó Strauss-Kahn en su discurso en la
Brookings Institution poco antes de la reciente reunión
del Fondo: "En definitiva, el empleo y la igualdad son los
pilares de la estabilidad y la prosperidad económica, de
la estabilidad y de la paz política. Esto está en
el corazón del mandato del FMI. Se lo debe colocar en el
corazón de la agenda política".

Strauss-Kahn está demostrando ser un líder
sagaz del FMI. Sólo nos queda esperar que los gobiernos y
los mercados financieros presten atención a sus
palabras.

(Joseph E. Stiglitz es profesor de la Universidad de
Columbia, Premio Nobel de Economía y autor de Freefall:
Free Markets and the Sinking of the Global Economy. Copyright:
Project Syndicate, 2011)

¿Estaremos ante el final (anunciado) del
fetichismo económico? (el día de la
víctima)

"La aplicación de recetas mágicas para
controlar los ciclos, defendida por los expertos hasta 2007, se
ha revelado inútil en la actual crisis"…

Adiós a la "economía vudú": las medidas
clásicas no sirven (El Economista –
23/4/11)

En la película "Todo en un día", un
profesor de economía, interpretado por Ben Stein, se lanza
a un soliloquio improvisado. "¿Alguien sabe qué es
esto? Chicos? ¿Nadie lo sabe? ¿Nadie lo ha visto
antes? Es la curva de Laffer. ¿Alguien sabe lo que
significa? Significa que, en este punto de la curva de ingresos,
obtenemos exactamente la misma cantidad de ingresos que en este
otro punto. Es muy controvertido. ¿Alguien sabe
cómo lo llamó el vicepresidente Bush en 1980?
¿Nadie? Economía vudú".

En el siglo pasado, Ronald Reagan descubrió la
economía vudú aunque, en sus respuestas
políticas a la crisis financiera internacional, los
banqueros centrales y gobiernos han adoptado formas más
exóticas de vudú. Desde principios del siglo XX, a
la economía le ha preocupado el ciclo empresarial.
Economistas como John Maynard Keynes o Milton Friedman han
desarrollado teorías que explican los ciclos de altibajos.
Y, lo que es más importante, trataron de desarrollar
herramientas para manejar los ciclos, fomentando el progreso y la
creación de la riqueza mientras reducían los
trastornos y el elevado coste de las crisis
periódicas.

Pese a sus complejas distinciones doctrinales, los
seguidores de Keynes y Friedman creían que las medidas
políticas "correctas" permiten un alto grado de control
sobre las economías. Durante la belle époque de
finales de los años ochenta hasta 2007 más o menos,
los economistas y políticos se han deleitado con la
creencia de que casi todos los grandes problemas de la
economía y la gestión económica eran
perfectamente comprensibles, por no decir del todo previsibles y
controlables. Pero la crisis financiera internacional sacó
a la luz las grandes lagunas del conocimiento económico
humano y la incapacidad para controlar los
acontecimientos.

Economía "sine qua non"

Los políticos cuentan con dos grandes mecanismos
para influir en la economía. Mediante la política
fiscal, los gobiernos pueden ajustar el nivel de gasto relativo a
los flujos de impuestos. Con la política monetaria, los
estados o, en los últimos tiempos, los bancos centrales
"independientes" pueden ajustar los tipos de interés y la
oferta del dinero para gestionar la disponibilidad y el coste del
crédito, además de la inflación. En
último término, ambos mecanismos están
pensados para influir sobre el grado de la demanda de la
economía, creando un nirvana económico sobre el
nivel "correcto" del crecimiento, el paro y la
inflación.

Al inicio de la crisis financiera internacional, los
políticos recurrieron a antiguos remedios, aumentando los
déficits presupuestarios y recortando los tipos de
interés. La única salida al problema del exceso de
deuda era un crecimiento sólido e
inflación.

El crecimiento aumentaría los ingresos y los
flujos de efectivo de los ciudadanos, empresas y países
endeudados, permitiéndoles pagar las deudas con mayor
facilidad. La inflación ayudaría a reembolsar la
deuda, reforzando un aumento en los ingresos y los flujos de
efectivo, al menos en términos nominales. La
inflación también reduciría el nivel real
(con ajuste de la inflación y el poder de compra) de los
créditos, reduciendo el grado de apalancamiento dentro del
sistema financiero.

Era la solución menos dolorosa. Los bancos e
inversores que habían prestado imprudentemente no se
verían penalizados. Los prestatarios que habían
aceptado más deuda de la que eran capaces de devolver,
serían recompensados. Los ahorradores prudentes
perderían, ya que el valor de sus ahorros caería en
poder de compra. Pese a reconocer que los niveles de consumo
tenían que reducirse para aumentar los ahorros y rebajar
la dependencia de los préstamos, se apuntalaría el
gasto para restaurar el crecimiento económico.

No se debatieron la moralidad y la ética a largo
plazo de las medidas y sus efectos. Se impusieron las exigencias
del corto plazo mientras los políticos invocaban conjuros
económicos conocidos como que no hay otra alternativa o
cualquier alternativa es peor.

Por desgracia, tres años después, la
apuesta heroica del crecimiento y la inflación no parece
estar funcionando. Un crecimiento letárgico y unos
índices bajos de inflación, sobre todo si no se
tienen en cuenta los precios de los alimentos y la
energía, prolongan el ajuste y retrasan la
recuperación prevista de la prosperidad
precrisis.

Estímulos limitados

Ahora, las opciones políticas económicas
son limitadas. La política fiscal implica gravar y gastar
o pedir prestado y gastar. A medida que los ingresos fiscales
caían a resultas de una actividad económica
ralentizada, casi todos los gobiernos recurrieron en un principio
a los préstamos para financiar sus amplios déficits
fiscales. La crisis de la deuda europea subrayó los
límites de la capacidad de los gobiernos para pedir
prestado y gastar. Los tipos oficiales de interés,
rondando el cero en Estados Unidos, la zona euro y Japón,
limitan la capacidad para estimular la economía mediante
la política monetaria.

Los políticos han recurrido a medidas nada
ortodoxas, siguiendo los consejos del escritor inglés de
ciencia ficción Arthur C. Clarke, que decía que
"los límites de lo posible sólo se definen
traspasándolos hacia lo imposible". Un elemento clave de
esta estrategia es la facilitación cuantitativa, otra
clase de economía vudú. No obstante, la
facilitación cuantitativa podría no tener
más éxito que las estrategias previas y plantear
otros riesgos.

Alquimia cuantitativa

La facilitación cuantitativa suele describirse
como la impresión de dinero pero, en realidad, es algo
más compleja.

Normalmente, los bancos centrales regulan la cantidad de
dinero de una economía cambiando los tipos de
interés, o el precio del dinero. Esos cambios de los tipos
deben afectar a la demanda del crédito y la oferta de
dinero. Cuando los tipos de interés ya están cerca
del cero, hacen falta otros medios para aumentar la oferta de
dinero en la economía.

Si la economía estuviera basada totalmente en el
efectivo, significaría sólo imprimir más
dinero. En la Alemania de Weimar, el gobierno se apoderó
de las imprentas de los periódicos para imprimir
más dinero, dada la demanda de billetes.

En una economía moderna, basada en los
créditos, los bancos centrales compran bonos del estado,
que se mantienen en la hoja de balance de la entidad. El efectivo
pagado por los bonos, por lo general en reservas o
depósitos con un tipo de interés bajo o cero en el
banco central, puede intercambiarse por los bancos para obtener
activos de mayor rendimiento, como préstamos a los
clientes. Las compras también aumentan el precio de los
bonos del estado, reduciendo los tipos de interés. En
teoría, la facilitación cuantitativa reduce el
coste de tomar prestado y crea liquidez, aumentando la oferta de
dinero y, con un poco de suerte, también estimula la
demanda y la inflación.

La facilitación cuantitativa se puede producir de
cuatro formas distintas. Puede implicar que el banco central
amplíe su hoja de balance, compre bonos del estado,
modifique sus criterios de adquirir títulos menos
líquidos y más arriesgados, o una
combinación. En todas sus formas, la preocupación
subyacente es la monetización de la deuda, es decir, que
el banco central compre bonos del estado con dinero creado
artificialmente para financiar recortes fiscales o gasto del
gobierno, provocando una hiperinflación.

Medidas desesperadas

A finales de los años treinta, Japón
echó mano de la facilitación cuantitativa a una
escala considerable, en un intento de revivir su economía
estancada. Con los tipos de interés a cero desde 1999, el
Banco de Japón empleó la facilitación
cuantitativa (ryoteki kinyu kanwa en japonés) para ofrecer
más dinero a los bancos comerciales para préstamos
privados. Desde 2007, Estados Unidos, el Reino Unido y la zona
euro han recurrido, todos ellos, a estrategias
similares.

El Banco de Inglaterra adquirió 175.000 millones
de libras en activos a finales de octubre de 2010, principalmente
de títulos del estado británico y pequeñas
cantidades de deuda de alta calidad del sector privado. En
noviembre de 2010, el Comité británico de
Política Monetaria (MPC) votó a favor de
incrementar el total de compras de activos a 200.000 millones de
libras. El Banco Central Europeo (BCE) se ha servido de
operaciones de financiación (una forma de
facilitación cuantitativa) para inyectar efectivo en las
economías de la zona euro. Ha ampliado los activos que
pueden usar los bancos como colateral en préstamos
denominados en euros del BCE.

La Reserva Federal (Fed) estadounidense ha sido la
más agresiva a la hora de emplear la facilitación
cuantitativa, lanzando varias series de compras. La escala de la
operación del Fed puede calcularse a partir del incremento
en tamaño del porfolio. De 700.000/800.000 millones de
dólares de notas del Tesoro en 2007, el Fed aumentó
el tamaño de su cartera de títulos a 2,1 billones
de dólares en junio de 2010. Los pronósticos
actuales indican que seguirá incrementándolo hasta
llegar a casi 2,5 billones de dólares.

Entre noviembre de 2008 y marzo de 2010, el Fed
compró alrededor de 1,25 billones de dólares en
deuda bancaria, títulos respaldados por hipotecas (MBS) y
notas del Tesoro. Tras un breve descanso, reanudó las
compras en agosto de 2010, cuando el crecimiento económico
cayó por debajo de las expectativas. En un principio, el
Fed se comprometió a reinvertir los reembolsos de su
cartera MBS en facilitación cuantitativa, por un valor
aproximado de 30.000 millones de dólares al mes. En
noviembre de 2010, el Fed anunció más medidas de
facilitación cuantitativa, comprometiéndose a
comprar 600.000 millones de dólares en títulos del
Tesoro antes de finales del segundo trimestre de 2011.

Su presidente, Ben Bernanke, ha intentado en repetidas
ocasiones diferenciar entre las medidas del Fed y la
facilitación cuantitativa, prefiriendo referirse a ellas
como "facilitación crediticia". En defensa de su
política, sobre todo en un artículo de
opinión publicado en Washington Post, ha asegurado a los
críticos que la facilitación cuantitativa no es
inusual y encaja perfectamente en la serie de medidas
políticas a la disposición de los bancos centrales.
Como respuesta, una serie de economistas de renombre publicaron
una carta abierta en la que instaban al Fed a reconsiderar y
suspender sus planes de compra de activos a gran
escala.

Los peligros de estas medidas

Los defensores de la facilitación cuantitativa
creen que rebajará los tipos de interés,
fomentará el gasto y el crecimiento, y recortará el
paro. Sostienen que, además, la facilitación
cuantitativa permite a los bancos aumentar los préstamos,
reduce los tipos hipotecarios, animando a la
refinanciación, e impulsa los precios de los activos,
fomentando todavía más el gasto gracias al efecto
de una mayor riqueza.

En realidad, sin embargo, sus ventajas podrían
ser inaprensibles puesto que, de por sí, unos tipos
más bajos y una mayor oferta de dinero podrían no
impulsar la actividad económica.

En Estados Unidos, muchos hogares están
paralizados por los altos niveles actuales de deuda, bajos
precios de la vivienda, perspectivas laborales inciertas y
salarios estancados. Por ello, recortan los préstamos, y
no al contrario. Para las empresas, la ausencia de demanda y, en
algunos casos, el exceso de capacidad hace improbable que los
tipos bajos de interés fomenten los préstamos y las
inversiones.

En lugar de prestar a los clientes, las reservas creadas
por la facilitación cuantitativa han permanecido
directamente en las hojas de balance de los bancos o se han
reciclado en títulos del estado. Las entidades comerciales
estadounidenses disponen de unos volúmenes de efectivo y
títulos del estado que superan los préstamos a los
clientes. Y eso fue, precisamente, lo que se observó
Japón cuando se implantó la facilitación
cuantitativa.

Una liquidez mal gestionada

El crecimiento esclerótico de los créditos
refleja las restricciones de capital de los bancos en diversos
grados, por las pérdidas y también incrementos
previstos de los requisitos oficiales de reservas de capital. El
sistema financiero frágil y el riesgo de conmociones de
financiación implican que los bancos estén
gestionando bien la liquidez. Las previsiones económicas
inciertas también han vuelto a los bancos más
precavidos a la hora de ofrecer crédito a las entidades,
aparte de los bancos "demasiado grandes para quebrar".

Los efectos generales sobre la actividad
económica real han sido limitados. Hasta la fecha, los
programas de facilitación cuantitativa del Fed han
reducido los tipos de interés a largo plazo pero el
crédito bancario se ha contraído, el mercado
inmobiliario sigue débil y la recuperación
económica, vacilante. La experiencia coincide con la de
Japón, donde un periodo prolongado de facilitación
cuantitativa no resultó en la recuperación
económica, el crecimiento ni la reducción del paro
o la inflación.

"Dios mío, ¿qué hemos
hecho?"

"El economista Jeffrey Sachs ataca en un
artículo en el Financial Times a la clase política
europea y estadounidense, y les acusa de tener una fallida
estrategia económica y una ausencia de liderazgo que han
provocado el colapso de la confianza del mercado en sus
economías. El problema es que no han sabido diagnosticar
el verdadero problema al que se enfrentan: la
globalización"…
Occidente fracasa frente a la
globalización: no hay estrategia ni liderazgo (El
Economista – 18/8/11)

El economista, director del proyecto Milenio de Naciones
Unidas, comienza dejando claro que no hay que culpar a las
agencias de calificación, ya que "los gobiernos en Europa
y América han sido incapaces de afrontar las realidades de
los mercados globales de capital y la competencia de Asia", por
lo que se merecen la mayor parte de los reproches.

Además, para salir de esta situación hace
falta mostrar al público una solución "valiente,
técnicamente sólida y basada en valores sociales",
y según Sachs, los líderes transatlánticos
han fallado en todos los sentidos.

Sachs analiza el problema que ha supuesto la
globalización para las economías desarrolladas.
Recuerda que los empleos de baja cualificación en
fábricas y las nuevas inversiones en amplias parcelas de
la industria han sido perdidos por culpa de la competición
internacional. Este empleo sólo se pudo mantener en la
década pasada gracias una burbuja inmobiliaria basada en
bajos tipos de interés y en la desregulación, hasta
que colapsó.

En sentido critica que tanto las autoridades europeas
como estadounidenses "han virado entre paquetes de
estímulo dirigidos al consumo, un callejón sin
salida, y la austeridad sin ninguna visión sobre la
inversión". Y es que según él, el camino de
la recuperación no se debe basar en una nueva burbuja
inmobiliaria, sino en una mejora de las capacidades, una mejora
de las exportaciones y en inversiones públicas en
infraestructuras y energías sin carbón.

Pero las críticas de Sachs no se dirigen
sólo a la incapacidad de crear empleo, si no en el fracaso
para responder a los valores sociales. Eso sí, asegura que
esto no implica tener grandes déficits, ya que las deudas
públicas ya son demasiado grandes a ambos lados del
Atlántico. "Lo que implica es un equilibrio completamente
diferente entre los recortes sociales y las subidas de impuestos
a los ricos".

Es un hecho que la globalización ha supuesto no
sólo un golpe duro para los menos cualificados, si no que
ha provocado una bonanza para los súper-ricos, ya que han
sido capaces de invertir en proyectos muy rentables en
economías emergentes.

En este sentido, Sachs recuerda las palabras de Warren
Buffett de mediados de agosto (2011), y asegura que los
más ricos han sido capaces de convencer a sus gobiernos de
que les recorten impuestos en el nombre de la competitividad. "Al
final, los más pobres son doblemente golpeados, primero
por las fuerzas de los mercados globales y después por la
capacidad de los ricos para pagar impuestos más bajos
alrededor del mundo".

¿Cómo debe ser la estrategia
económica de salida?

En este punto, pide una mejora del sistema fiscal, que
debería basarse en tres realidades. Primero, se
debería incrementar la inversión en capital humano
e infraestructuras. Segundo, se debería recortar el gasto
superfluo, como por ejemplo en las guerras de Iraq,
Afganistán y Yemen. Tercero, se deberían equilibrar
los presupuestos a medio plazo, y en gran parte este equilibrio
debería venir de incrementos de impuestos a los ricos y a
los beneficios empresariales internacionales que se esconden en
paraísos fiscales.

El economista aclara que las inversiones en
infraestructuras no tienen necesariamente que incrementar los
déficits si los nuevos proyectos se pagan por sí
mismos, como en el caso de puestos, que pueden generar ingresos
con futuros peajes, y que con las normas de contabilidad no
cuentan como deuda financiera neta.

Además, dentro de su estrategia para salir de la
crisis, pide que la recuperación se base en las
exportaciones. Sachs asegura que parte de esto se debe conseguir
con mejores cualificaciones y tecnologías, lo que es otra
razón para no hacer recortes en educación. Pero
además cree que la política fiscal también
puede ayudar en este sentido: pone el ejemplo de los proyectos de
China en África, con sus préstamos a países
para que financien infraestructuras desarrolladas por empresas
chinas.

La última pieza que falta para cualquier
recuperación, "es la claridad de intenciones de la clase
política". Así, critica con fuerza la
supeditación de una respuesta coherente de la Unión
Europea a las elecciones regionales alemanas o a partidos
minoritarios finlandeses. También lanza un dardo al BCE:
"ha estado tan dividido que también ha abandonado algunas
de sus funciones fundamentales como la de estabilizar unos
mercados en estado de pánico". Sachs culmina asegurando
que no hay manera de que el euro sobreviva si las instituciones
europeas continúan tan débiles, lentas y
divididas.

EEUU tampoco se libra de las críticas y asegura
que se ha convertido en una mezcolanza de intereses sectoriales,
regionales y de clase. "Barack Obama es el increíble
líder menguante, esperando a ver si le llaman los
poderosos barones del Congreso". Además, asegura que el
país no puede prosperar si sus políticos van con el
sombrero en la mano de los intereses creados que financian sus
campañas interminables.

El economista mantiene que las recientes turbulencias en
los mercados (agosto 2011) y el estancamiento de Europa y Estados
Unidos reflejan estos defectos fundamentales. "No hay estrategia
de crecimiento, sólo la esperanza que los asustados y
endeudados consumidores volverán a comprar casas que no
necesitan y que no pueden permitirse".

El pecado original del euro: las diferencias norte-sur
en la Eurozona (desestabilizadores automáticos)

Los países mediterráneos mantienen fuertes
divergencias con sus vecinos del norte que explican buena parte
de la actual crisis.

Básicamente, los ocho pequeños cuadros del
gráfico se pueden dividir en dos: desarrollo
económico y finanzas públicas.

Desarrollo económico y legislativo: como puede
verse en la primera tabla, los países del sur son
sustancialmente más pobres que los del norte. Este hecho
se debe a muchas causas (históricas, sociales, etc.) pero
también se explica por la rigidez de sus economías
e introduce un factor de desequilibrio en las relaciones dentro
de la Eurozona. De esta manera, la productividad por hora es
mucho mayor en los países ricos (incluso aunque
allí la mano de obra es más cara), lo que se
traduce en mayor producción industrial, menor desempleo y
más inversión en el exterior. También por
eso son más eficientes, más flexibles y
están mejor preparados para resistir una crisis como la
actual.

Finanzas públicas: las otras tres tablas hacen
referencia a la salud de las cuentas de las administraciones.
También aquí se puede ver una importante diferencia
entre unos y otros. Así, mientras los políticos del
sur de Europa han dilapidado el dinero de sus contribuyentes,
acumulando una deuda neta que supera el 100% de su PIB (de media,
España estará a final de año alrededor del
65-70%). Los países del norte se mantienen en el entorno
del 80%. Además, el déficit de los
periféricos seguirá este año por encima del
5% (lo que quiere decir que no se han apretado el cinturón
tanto como dicen), mientras que el de los vecinos del norte
estará en el 3%. No es extraño que los rendimientos
de los bonos vayan del 2% de media para unos mientras sobrepasan
el 8% para los otros.

Con este panorama, uno de los objetivos de cualquier
política que quiera sentar las bases de un futuro
sólido para la Eurozona debe ser la armonización.
Sería muy difícil para cualquier unión
monetaria sobrevivir con unos territorios tan diferentes. Puede
que, en este sentido, la crisis sea un proceso doloroso pero
inevitable en ese camino de construcción europea que
comenzó hace más de medio siglo y que hoy algunos
piensan que podría descarrilar.

– Los estipendios de la ignorancia económica
(Project Syndicate – 21/11/11)

(Por Robert Skidelsky) Lectura recomendada

Londres.- Los políticos son maestros en el arte
de "pasar la pelota". Todo lo bueno que ocurre es un reflejo de
sus talentos y esfuerzos excepcionales; y, todo lo malo es
causado por personas o situaciones que les son ajenas.

La economía es un campo clásico para esta
estrategia. Tres años después del casi colapso de
la economía mundial, la débil recuperación
se agotó en la mayoría de los países
desarrollados, y la inercia económica de la misma
arrastrará al resto. Los expertos vaticinan una
recesión de "doble caída", pero en algunos
países la primera caída no finaliza: El PIB griego
ha estado cayendo durante tres años.

Cuando les pedimos a los
políticos que expliquen estos lamentables resultados,
responden al unísono: "Esto no ocurre por culpa nuestra".
La recuperación, canta el estribillo, se ha "descarrilado"
por la crisis de la eurozona. Pero esto se dice para marear a la
perdiz. La crisis de la eurozona no descarriló la
recuperación; esta crisis es el resultado de una falta de
recuperación. Es el resultado natural y predecible, y (por
muchos) pronosticado de la política deliberada de los
principales países europeos para reprimir la demanda
agregada.

Dicha política estaba destinada a producir una
crisis financiera, debido a que se veía obligada a dejar a
los gobiernos y a los bancos con activos disminuidos y deudas de
mayor tamaño. A pesar de la austeridad, el
pronóstico de déficit estructural de este
año en el Reino Unido ha aumentado del 6,5% al ??8%, por
lo que se requieren £22 mil millones adicionales ($34,6 mil
millones) en recortes en un año. El primer ministro David
Cameron y el canciller George Osborne echan la culpa a la crisis
de la eurozona; pero, la verdad es que se debería echar la
culpa al analfabetismo económico de Cameron y
Osborne.

Por desgracia para todos nosotros, en la
actualidad se debe repetir la explicación. Las
depresiones, recesiones, contracciones -llámeselas como se
las quiera llamar- se producen porque el sector privado gasta
menos de lo que gastó anteriormente. Esto significa que si
sus ingresos caen porque el gasto de una empresa u hogar es el
ingreso de otra empresa u hogar.

En esta situación, el
déficit público se eleva de forma natural, a medida
que los impuestos sobre los ingresos disminuyen y los gastos del
seguro de desempleo y otros beneficios aumentan. Estos
"estabilizadores automáticos" taponan parte de la brecha
en el gasto del sector privado.

Pero si el gobierno comienza a reducir
su propio déficit antes de que se recupere el gasto en el
sector privado, el resultado neto será una mayor
reducción en el gasto total, y por lo tanto, en los
ingresos totales, lo que causará que el déficit
público se amplíe, en lugar de reducirse. Es cierto
que si los gobiernos dejan de gastar por completo, los
déficits con el tiempo caerán hasta llegar a cero.
Las personas se morirán de hambre en el ínterin,
pero el presupuesto se equilibrará.

Esta es la lógica de locura de la
política económica actual en gran parte de Europa
(y también en otros lugares). Por supuesto, no se la
aplicará hasta llegar a un amargo final. Si se la aplica
de forma extrema, la economía se agrietará a lo
largo del camino; es decir, se afectarán los bancos, el
sistema monetario, la cohesión social, la legitimidad del
régimen político, etc. Nuestros líderes
pueden tener deficiencias intelectuales, pero no son suicidas. La
reducción del déficit con el tiempo se
pondrá en el congelador, ya sea abiertamente, como yo
preferiría, o subrepticiamente, que es la forma
cómo actúan los políticos. En el Reino
Unido, ya se habla del Plan A +.

A aquellos que ven la necesidad de implementar tal
estrategia de crecimiento, y que son también quienes
quieren ayudar a sus amigos, les gusta la idea de recortes de
impuestos, en especial para los ricos. Esto orada un agujero en
los actuales planes de reducción del déficit, pero
si el gobierno sigue recortando el gasto, tiene el beneficio
(visto desde el punto de vista conservador) de la
reducción del papel del Estado a medida que transcurra el
tiempo.

Aparte de las cuestiones de equidad, reducir las tasas
de impuesto en los niveles superiores es una forma inferior de
aumentar el gasto, porque los ricos tienen una mayor
propensión a ahorrar. Las reducciones de impuestos
deberían estar especialmente dirigidas a los pobres si se
quiere que el dinero se gaste para estimular la
economía.

De hecho, la mejor opción de todas es que el
mismo gobierno gaste el dinero. Los gobiernos pueden hacer esto
de forma consistente con un plan de reducción del
déficit a mediano plazo en el cual se realiza una
distinción crucial entre las cuentas de presupuesto que
son corrientes y las que son de capital. Una cuenta corriente es
aquella que incluye el gasto en bienes perecederos y servicios
que no producen activos. Una cuenta de capital es aquella que se
utiliza para la compra o construcción de activos duraderos
que proporcionan un rendimiento futuro potencial. El primer tipo
de cuenta es un cargo sobre los impuestos, el segundo tipo no lo
es.

Si las reglas actuales de contabilidad son demasiado
insensibles para hacer esta distinción, una entidad
independiente podría ejecutar las inversiones. Un banco de
inversión nacional que sería capitalizado por el
gobierno, podría prestarse del sector privado, y
podría invertir en infraestructura, vivienda, y en el
"reverdecimiento" de la economía. Al mismo tiempo esto
serviría para tapar un agujero en la demanda y
mejoraría las perspectivas de crecimiento a largo plazo de
la economía. Hay indicios de que funcionarios en el Reino
Unido y Estados Unidos están empezando a moverse en esta
dirección.

Si nada funciona, será el momento de rociar el
campo, con lo que Milton Friedman llamó "dinero
helicóptero"; es decir, poner el poder de compra
directamente a los bolsillos de las personas, al proporcionar a
cada familia con un vale para gastos que contenga una fecha de
caducidad. Esto por lo menos mantendría la economía
a flote hasta que se desarrolle el programa de inversiones a
largo plazo.

Sería mejor si estos esquemas podrían ser
acordados por todos los países del G-20, tal como
sucedió brevemente en el caso de las medidas de
estímulo coordinadas en abril del año 2009. Si esto
no ocurre, grupos de países deberían dedicarse a
desarrollar tales esquemas por su cuenta.

La Unión Europea necesita
desesperadamente una estrategia de crecimiento. Sus planes de
rescate financiero actuales sólo ayudan a que
países como Grecia e Italia se presten dinero a bajo costo
en un medio en el cual se enfrentan tasas de interés de
mercado que son prohibitivas, mientras que la insistencia que
tienen los esquemas en cuanto a lograr una mayor reducción
en los déficits presupuestarios en dichos países
reducirá aún más el poder adquisitivo
europeo. Los gobiernos beneficiarios tendrán que recortar
sus gastos; los bancos tendrán que soportar grandes
pérdidas.

A largo plazo, la eurozona debe ser
reconocida como un experimento fallido. Debe ser reconstituida
con una cantidad mucho menor de miembros, incluyéndose
únicamente a países que no tienen de forma
persistente déficits en sus cuentas corrientes. Todo lo
demás que ha sido propuesto para salvar a la eurozona en
su forma actual – una tesorería central, una autoridad
monetaria que se ocupa de aspectos que van más allá
del manejo de la inflación, la armonización fiscal,
un nuevo tratado – es una quimera política.

(Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los
Lores británica, es profesor emérito de
Economía Política en la Universidad Warwick.
Copyright: Project Syndicate, 2011)

Cambio de rumbo del FMI
(¿será por qué la crisis le tocó a
"uno(s) de los nuestros?)

En un discurso ante el Parlamento el mes de noviembre
(2011), el primer ministro británico, David Cameron,
planteó una pregunta retórica: "¿Hay un
sólo partido dominante en Europa que piense que la
respuesta al problema de la deuda debe ser más gasto y
más endeudamiento?"

Cameron trataba de vituperar a los partidos
socialdemócratas de Europa, incidiendo en el hecho de que
carecen de la facultad de aplicar el tipo de programa que les
gustaría.

Pero sorprendentemente (vista la historia reciente) es
el FMI quien ha retomado la senda del keynesianismo, ante la
huida de la escena de los gobiernos en la actual crisis
financiera europea

Es cierto que en múltiples ocasiones en los
últimos dos años ha obligado a Europa a emprender
medidas de austeridad, pero lo ha hecho a cambio de conceder
grandes sumas de dinero a los países en problemas y
más forzado de lo que quisiera por sus socios del Banco
Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea.

"Ha hecho un montón de enemigos, pero
también ha ayudado a evitar una catástrofe", apunta
Jarad Vady de The New Republic.

El rol del FMI en las distintas
crisis

Ahora bien, no siempre ha sido un abanderado del
keynesianismo. Recuerda Joseph Stiglitz, Nobel de
Economía, que el FMI, en su concepción original,
fue creado para presionar a los países para que aplicaran
políticas más expansivas de las que
escogerían por sí solos.

En sus primeros años cumplió a rajatabla
con su mandato. En la década de los cuarenta
trabajó para mantener un alto nivel de empleo y de
ingresos reales. Pero 40 años después la
globalización financiera liberó a las
economías ricas de la necesidad del dinero del FMI. Y el
organismo se deslizó desde la flexibilidad keynesiana
hacia la ortodoxia de la Escuela de Chicago. Fue la época
en que las grandes crisis golpearon América Latina
(década de 1980), México de nuevo en 1994-1995, los
tigres asiáticos en 1997 y Rusia, Brasil, Argentina y
Turquía en los siguientes cinco años.

Jacob Kirkegaard, investigador senior del Instituto
Peterson, recuerda: "El FMI creció muy apegado a la idea
de la austeridad presupuestaria. No importaba cuál fuera
el problema", dice Kirkegaard, porque "el FMI siempre
decía lo mismo: recortar el presupuesto".

Pero dos eventos en los años más recientes
hicieron volver al FMI a sus orígenes keynesianos: la
crisis financiera de 2008 y la llegada de un director nuevo,
Dominique Strauss-Kahn. Bajo el liderazgo de Strauss-Kahn, el FMI
se convirtió en un baluarte contra el cuidado y la
ortodoxia alemana. "Realmente cambió las cosas", apunta
Jack Boorman, ex asesor especial del director gerente del FMI
desde 2003 a 2007.

Claro que, a ojos del Bundesbank, Strauss-Kahn era un
socialista francés en quien no se podía confiar,
explica Kinkegaard. Los ánimos se calentaron aún
más cuando en febrero de 2010 el economista jefe del FMI,
Olivier Blanchard, dijo que los bancos centrales podrían
prevenir futuras crisis persiguiendo una tasa de inflación
algo más elevada.

Mientras los líderes ortodoxos de Europa abogaron
por la austeridad, el FMI luchó para que los países
pusieran el pie en el pedal del keynesianismo. En abril de 2010,
cuando se aprobó el primer rescate a Grecia, los
economistas del Fondo presionaron para conceder al país
heleno una ayuda más generosa de la que finalmente se
aprobó, pero se encontraron con la resistencia de la
Comisión Europea y el BCE.

Según Boorman, el rescate hubiera sido muy
diferente si el FMI hubiera estado al mando. Los economistas del
Fondo sólo pudieron advertir de que las hipótesis y
las previsiones económicas de sus socios -BCE y UE- eran
demasiado optimistas.

"Empíricamente se ha demostrado que tenía
razón", apunta Kirkegaard. "Lo que dijo que
ocurriría en Grecia, ha ocurrido". La austeridad ha hecho
más difícil que el país heleno cumpla con
los objetivos de déficit. Y eso ha impulsado la
credibilidad del fondo.

Cuando llegó el momento de diseñar el
rescate a Irlanda y posteriormente el de Portugal, el FMI dispuso
de mayor libertad para fijar las condiciones del
rescate.

El freno de Alemania y las limitaciones del
FMI

Sin embargo, Alemania ha limitado en gran medida la
influencia del FMI sobre los periféricos, en lugar de
seguir su consejo sobre las cuestiones importantes para gestionar
la crisis. El resultado han sido severas medidas de austeridad en
todo el continente y una crisis que ha ido a peor. A diciembre de
2011 el gobierno británico está preparando planes
de contingencia para algo que se creía impensable: la
disolución del euro.

Tampoco hay que olvidar que el FMI tiene sus
límites: no dispone del dinero suficiente para impedir una
catástrofe de tal magnitud, aunque los líderes
europeos han estado debatiendo los últimos tiempos
(diciembre 2011) como incrementar los recursos del Fondo y poder
dar crédito (por la puerta trasera) a España e
Italia.

"Pero si hay algo que la crisis europea ha demostrado es
que el FMI ya no puede ser acusado de no tener las ideas
correctas", apunta Jarad Vady en The New Republic.

Antes el FMI, ahora la OCDE… ¿estaremos
ante un cambio de paradigma?

"Los gobiernos de varios países desarrollados
deberían considerar crear impuestos que graven el
patrimonio y los bienes inmuebles, o incrementar los ya
existentes, en el marco del conjunto de medidas pensadas para
detener y revertir la creciente desigualdad de rentas, dijo el
lunes la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico"…
La OCDE aboga por impuestos
en países desarrollados para combatir la desigualdad (The
Wall Street Journal – 5/12/11)

En su primer informe sobre el tema desde 2008, la OCDE
dijo que la diferencia entre ricos y pobres en la mayoría
de sus 34 miembros ha seguido aumentando. La renta media del 10%
de la población más rica de las economías
desarrolladas es ya nueve veces la del 10% más pobre,
mientras que en la década de 1980 la diferencia era de
cinco veces.

Desde mediados de la década de 1990, las
diferencias de renta han aumentado rápidamente incluso en
países como Suecia y Alemania, donde tradicionalmente hay
menos desigualdad. Sólo dos miembros de la OCDE
-México y Chile- se libran de la tendencia generalizada,
pero partían de una situación en la que registraban
las distribuciones de ingresos más desiguales de los
34.

La OCDE indica que la creciente desigualdad está
alimentando la insatisfacción con las estructuras sociales
y económicas en varios países
desarrollados.

"El impacto social está comenzando a desatarse en
muchos países", comentó Ángel Gurría,
secretario general de la OCDE. "Los jóvenes que no ven un
futuro para sí mismos sienten cada vez más que no
están representados. Ahora se les han unido los quienes
creen que están soportando lo peor de una crisis en la que
no han tenido responsabilidad, mientras que las personas con
rentas altas no parecen afectadas".

La OCDE dijo que diversos factores han contribuido al
incremento de la desigualdad. El cambio tecnológico ha
sido desproporcionalmente beneficioso para los más
cualificados, al igual que los cambios en el mercado laboral y
otras normas pensadas para responder a la mayor competitividad en
un periodo de rápida globalización. Los recortes de
los impuestos a las rentas altas y las reducciones de las
prestaciones sociales para los desempleados o los trabajadores
con salarios bajos también han desempeñado un
papel, según la OCDE.

"Este estudio disipa las asunciones de que los
beneficios del crecimiento económico se trasladarán
automáticamente a los desfavorecidos y que una mayor
desigualdad promueve una mayor movilidad social", dijo
Gurría. "Sin una estrategia integral para el crecimiento
inclusivo, la desigualdad seguirá aumentando".

La OCDE dijo que esta estrategia debería incluir
mejores sistemas educativos y más formación cuando
la gente se integra en el mundo laboral, y agregó que
también ayudaría garantizar el libre acceso a la
educación y los servicios de salud.

Pero el organismo, con sede en París,
agregó que los gobiernos también deberían
revisar sus sistemas impositivos para asegurarse de que los
ciudadanos con rentas más altas pagan en impuestos "lo que
les corresponde en justicia".

"Esto puede lograrse aumentando los tipos impositivos
marginales a los ricos, pero también mejorando el
cumplimiento fiscal con eliminaciones de las deducciones fiscales
y volviendo a valorar el papel de los impuestos en todos los
tipos de propiedad y renta", dijo la OCDE.

La OCDE indicó que la desigualdad de los ingresos
es generalmente elevada en los países anglófonos,
ya que tanto Estados Unidos como Reino Unido están en el
grupo de países en el que el 10% más rico posee
rentas 15 veces superiores a las del 10% más pobre. Ese
ratio es, de media, de cinco a uno en varios países del
norte de Europa, como Dinamarca, Noruega, Finlandia y
Suecia.

El estudio de la OCDE sólo cubre el periodo hasta
2007, pero sus autores aseguran que no es probable que los
niveles de desigualdad hayan cambiado durante la crisis
financiera e inmediatamente después.

"Imagino que no habrá demasiado cambio",
indicó Michael Forster, principal autor del estudio. "Ha
habido un enorme incremento del desempleo, pero al menos
temporalmente algunas de las rentas más altas han
descendido porque la renta del capital se ha
reducido".

Anexo VI:

– Titulaciones y dólares (El País –
13/3/11)

(Por Paul Krugman)

Es una verdad universalmente reconocida que la
educación es la clave del éxito económico.
Todo el mundo sabe que los trabajos del futuro requerirán
grados aún más altos de destreza. Esa es la
razón por la que, en una comparecencia reciente con el ex
gobernador de Florida Jeb Bush, el presidente Obama afirmaba: "Si
queremos más buenas noticias en relación con el
empleo, tenemos que invertir más en
educación".

Pero eso que todo el mundo sabe es inexacto. Al
día siguiente del acto de Obama y Bush, The Times
publicaba un artículo sobre el uso cada vez más
frecuente de programas informáticos para realizar
investigaciones legales. Resulta que los ordenadores pueden
analizar rápidamente millones de documentos y llevar a
cabo de forma barata una tarea que antes requería legiones
de abogados y procuradores. Así que, en este caso, el
progreso tecnológico está reduciendo en realidad la
demanda de trabajadores cualificados.

Y no es un ejemplo aislado. Como se
señala en el artículo, los programas
informáticos también han empezado a sustituir a los
ingenieros en labores como el diseño de procesadores. En
términos más generales, la idea de que la
tecnología moderna elimina solo trabajos de baja
categoría, que los trabajadores bien formados salen
ganando claramente, puede que predomine en el debate popular,
pero realmente hace décadas que está
anticuada.

Desde 1990 más o menos, el mercado laboral de
EEUU se ha caracterizado no por un aumento general de la demanda
de aptitudes, sino por un vaciado: tanto el empleo bien
remunerado como el poco remunerado han crecido
rápidamente, pero los trabajos con sueldos intermedios
-los empleos con los que contamos para mantener una clase media
fuerte- se han quedado rezagados. Y el hueco que hay en medio se
ha hecho más grande: muchas de las ocupaciones mejor
pagadas que crecieron rápidamente en los años
noventa han experimentado un crecimiento mucho más lento
últimamente, aun cuando el crecimiento del empleo peor
remunerado se ha acelerado.

¿Por qué está
pasando esto? La creencia de que la educación se
está volviendo más importante que nunca se basa en
la idea aparentemente plausible de que los avances
tecnológicos hacen aumentar las oportunidades laborales de
quienes trabajan con la información (en términos
generales, que los ordenadores ayudan a quienes trabajan con sus
mentes, mientras que perjudican a quienes trabajan con sus
manos).

Sin embargo, hace algunos años, los economistas
David Autor, Frank Levy y Richard Murnane sostenían que
esa era la forma errónea de enfocar el asunto. Los
ordenadores, señalaban, sobresalen en tareas rutinarias,
"tareas cognitivas y manuales que pueden llevarse a cabo
siguiendo normas explícitas". Por tanto, cualquier tarea
rutinaria -una categoría a la que pertenecen muchos
trabajos cualificados no manuales- está en la línea
de fuego. Por el contrario, las labores que no pueden llevarse a
cabo siguiendo normas explícitas -categoría a la
que pertenecen muchos tipos de trabajos manuales, desde los
conductores de camión hasta los conserjes- tenderán
a aumentar aun cuando exista un progreso
tecnológico.

Y esta es la cuestión: la
mayoría de las labores manuales que todavía se
realizan en nuestra economía parecen ser de la clase que
es difícil automatizar. Concretamente, en un momento en el
que los trabajadores de producción en el sector de la
fabricación representan un 6% del empleo de EEUU, no
quedan muchos trabajos que perder en la línea de montaje.
Mientras tanto, buena parte del trabajo cualificado actualmente
realizado por trabajadores bien formados y relativamente bien
pagados pronto podría estar informatizado. Las aspiradoras
robóticas son monas, pero los conserjes robóticos
aún están lejos; la investigación legal
informatizada y el diagnóstico médico con ayuda de
ordenador ya están aquí.

Y luego está la
globalización. Antiguamente, solo los obreros
tenían que preocuparse por la competencia extranjera, pero
la combinación de ordenadores y telecomunicaciones ha
hecho posible proporcionar muchos servicios a larga distancia. Y
la investigación de mis compañeros de Princeton
Alan Blinder y Alan Krueger indica que los trabajos bien pagados
realizados por empleados altamente cualificados son, en todo
caso, más "trasladables al exterior" que las labores
realizadas por trabajadores peor pagados y con menos
formación. Si están en lo cierto, el aumento del
intercambio internacional en los servicios vaciará
aún más el mercado laboral de EEUU.

¿Y qué nos dice todo esto sobre la
política? Sí, tenemos que arreglar la
educación estadounidense. En concreto, las desigualdades a
las que se enfrentan los estadounidenses en sus comienzos (los
niños inteligentes de familias pobres tienen menos
posibilidades de licenciarse que los hijos mucho menos capaces de
familias ricas) no solo son un escándalo; representan un
desperdicio enorme del potencial humano del país. Pero hay
cosas que la educación no puede hacer. En concreto, la
idea de que enviar más jóvenes a la universidad
puede restaurar la sociedad de clase media que antes
teníamos es una falsa ilusión. Ya no es cierto que
tener una titulación universitaria le garantice a uno un
buen trabajo, y se está volviendo menos cierto con cada
década que pasa.

De modo que si queremos una sociedad en la que la
prosperidad esté bien repartida, la educación no es
la respuesta; tendremos que proponernos construir esa sociedad
directamente. Tenemos que recuperar la capacidad de
negociación que los trabajadores han perdido durante los
últimos 30 años para que tanto los empleados
corrientes como las superestrellas tengan poder para negociar
unos buenos salarios. Tenemos que garantizar lo básico,
sobre todo la asistencia sanitaria, a todos los ciudadanos. Lo
que no podemos hacer es llegar adonde tenemos que ir
limitándonos a darles a los trabajadores titulaciones
universitarias, que puede que no sean más que entradas
para trabajos que no existen o que no proporcionan sueldos
propios de la clase media.

(Por Paul Krugman es profesor de economía en
Princeton y Premio de Economía 2008. © 2011. New York
Times Service)

– Empleos y estructura en la economía global
(Project Syndicate – 16/3/11)

(Por Michael Spence and Sandile Hlatshwayo)

Nueva York.- La economía global está en
una encrucijada a medida que los mercados emergentes (y de modo
más amplio los países en desarrollo) cobran cada
vez más importancia, tanto para la estabilidad
macroeconómica y financiera como por su impacto sobre
otras economías, incluidos los países
avanzados.

Consideremos por ejemplo lo que ha
sucedido en los últimos 20 años en los Estados
Unidos. En algunas partes del sector comercializable (las
finanzas, los seguros y el diseño de sistemas de
cómputo) el valor agregado y el empleo crecieron, mientras
que en otras (la electrónica y los automóviles)
creció el valor agregado pero el empleo disminuyó a
medida que los puestos de menor valor agregado salieron al
extranjero. El efecto neto fue un aumento insignificante del
crecimiento en el sector comercializable.

La economía estadounidense no
tenía un problema notorio de desempleo hasta la crisis de
2008 porque el sector no comercializable absorbía la mayor
parte de la expansión de la fuerza laboral. Ahora ese
ritmo de crecimiento del empleo parece insostenible. El gobierno
y la atención a la salud por sí solos representaron
casi el 40% del aumento neto del empleo en toda la
economía desde 1990 hasta 2008. La debilidad fiscal, el
reajuste del valor de los bienes inmobiliarios y la
disminución del consumo indican que existe la probabilidad
de un desempleo estructural de largo plazo.

Una respuesta posible es afirmar que los resultados de
los mercados siempre favorecen a todos a la larga. Pero ni la
teoría ni la experiencia apoyan ese argumento. Por
ejemplo, en los Estados Unidos si bien muchos bienes y servicios
son más baratos de lo que serían si el país
estuviera aislado de la economía global, no podemos dar
por sentado que estos ahorros en los costos necesariamente
compensen la reducción de las oportunidades de empleo. La
gente podría estar dispuesta a sacrificar los precios
bajos de las mercancías a cambio de la garantía de
que habría amplias opciones de empleos productivos y bien
remunerados ahora y en el futuro.

Una segunda respuesta es reconocer las implicaciones en
términos de la distribución, pero aceptarlas como
el precio de la eficiencia y la apertura. Según este punto
de vista, la alternativa -no tener un sistema de mercado
eficiente que opere en una economía global relativamente
abierta- sería mucho peor.

Probablemente sí haya que elegir
entre los niveles de ingreso y la distribución por un lado
y la gama de oportunidades de empleo por el otro. No es realista
definir el reto en términos de resistir o de vencer a las
poderosas fuerzas de mercado que operan en la economía
global. Más bien, el desafío radica en cómo
reorientar de la mejor manera los incentivos marginales para
mejorar los efectos en la distribución.

Hay varias dimensiones en las que se puede actuar. Por
el lado de la oferta, el Estado puede invertir o hacer
inversiones conjuntas con el sector privado en capital
físico (infraestructura), instituciones, capital humano y
los soportes de conocimientos y tecnológicos de la
economía. Estas inversiones generalmente tienen el efecto
(tanto en países avanzados como en países en
desarrollo) de elevar los rendimientos de la inversión
privada, con lo que ésta se expande en magnitud y alcance
e impulsa el empleo. Reformar el sistema impositivo para
favorecer la inversión y eliminar la complejidad y la
ineficiencia ayudaría.

Los empleos de alto valor agregado con salarios
elevados, especialmente en el sector comercializable,
generalmente exigen personas altamente calificadas. Por supuesto,
el que haya más y mejor educación no garantiza que
el número de esos empleos se pueda ampliar de manera
significativa debido al alcance del sector comercializable. Pero
una mayor cantidad de titulaciones en ciencias e
ingeniería podría promover el crecimiento del
empleo y -junto con inversiones del sector público en
tecnologías prometedoras-también podría
aumentar el alcance del sector comercializable.

Dicho eso, los incentivos privados y los
objetivos sociales no están perfectamente alineados.
Tampoco son diametralmente opuestos. Las empresas multinacionales
tienen acceso a una abundante oferta global de mano de obra
relativamente barata en múltiples categorías de
capacitación, por lo que no hay muchos beneficios para las
inversiones que aumentan la productividad de la mano de obra en
los sectores comercializables de los países de ingresos
altos. No obstante, las coinversiones del sector público,
si se orientan de manera adecuada, podrían reorientar
estos incentivos mediante la disminución del costo de la
inversión privada en tecnología.

De forma análoga, las inversiones en
infraestructura añadirían empleos directamente y
mejorarían la competitividad y la eficiencia en una amplia
gama de sectores. Dada la difícil situación fiscal
actual, también se deberían explorar las
operaciones conjuntas entre el sector público y el
privado, aprovechando la larga experiencia que existe sobre
inversiones en infraestructura para apoyar el crecimiento en los
países en desarrollo.

Restablecer los elementos de la
competitividad en las manufacturas es complicado. Una vez que se
han perdido la mano de obra calificada, los programas de
capacitación y las instituciones técnicas en
industrias específicas, es difícil recuperarlas. La
política de largo plazo debería incluir una
evaluación dinámica de la fuerza competitiva y el
potencial de empleo en todos los sectores y a todos los niveles
de capital humano, con el objetivo de promover resultados de
mercado que cumplan objetivos sociales.

La mayoría de los países invierten
recursos públicos en activos que tengan por efecto
aumentar su capital humano y su base tecnológica y, por lo
tanto, su competitividad. Eso continuará y debe continuar.
Es una forma benigna de competencia global que aumenta la
productividad en todas partes, siempre que los mercados para los
productos terminados e intermedios permanezcan
abiertos.

Para que un sistema global abierto
sobreviva en un mundo en el que los Estados nación son los
principales encargados de la toma de decisiones, será
necesario administrarlo y guiarlo no sólo para que logre
la eficiencia y la estabilidad (por importantes que sean estos
objetivos), sino también para que garantice que sus
beneficios se distribuyan de manera equitativa entre los
países y dentro de ellos.

Si el empleo en los países
avanzados, como los Estados Unidos, logra una recuperación
firme junto con el crecimiento, será más
fácil obtener apoyo político para una
economía global abierta. Pero, en vista de las tendencias
adversas en el sector comercializable y del agotamiento del
sector no comercializable como fuente de creación de
empleos, el escenario más probable es que el desempleo
siga siendo pertinazmente elevado a pesar de un regreso al
crecimiento normal. En ese caso, las posturas políticas se
dividirán y se polarizarán y aumentará la
inclinación por las "soluciones" proteccionistas, lo que
pondrá en peligro la apertura económica
global.

No es buena idea suponer que los
mercados solucionarán por sí solos estos problemas
de distribución; la evolución de la estructura y de
la distribución del ingreso es en gran medida el resultado
de los incentivos del mercado. Todos los países, los
avanzados y los emergentes, deben abordar cuestiones de
inclusión, distribución y equidad como parte
central de sus estrategias de crecimiento y
desarrollo.

Paul Samuelson dijo alguna vez que toda
buena causa merece algo de ineficiencia. Tenía
razón moral, pragmática y
políticamente.

(Michael Spence, premio Nobel de Economía, es
profesor de Economía en la Escuela de Negocios Stern de la
Universidad de Nueva York, miembro visitante distinguido del
Consejo de Relaciones Exteriores, e investigador superior en el
Instituto Hoover de la Universidad de Stanford. Su último
libro es: The Next Convergence – The Future of Economic Growth in
a Multispeed World. Copyright: Project Syndicate,
2011)

– La crisis ideológica del capitalismo occidental
(Project Syndicate – 6/7/11)

(Por Joseph E. Stiglitz)

New York.- Tan sólo unos años
atrás, una poderosa ideología -la creencia en los
mercados libres y sin restricciones- llevó al mundo al
borde de la ruina. Incluso en sus días de apogeo, desde
principios de los años ochenta hasta el año 2007,
el capitalismo desregulado al estilo estadounidense trajo mayor
bienestar material sólo para los más ricos en el
país más rico del mundo. De hecho, a lo largo de
los 30 años de ascenso de esta ideología, la
mayoría de los estadounidenses vieron que sus ingresos
declinaban o se estancaban año tras año.

Es más, el crecimiento de la producción en
los Estados Unidos no fue económicamente sostenible. Con
tanto del ingreso nacional de los EEUU yendo destinado para tan
pocos, el crecimiento sólo podía continuar a
través del consumo financiado por una creciente
acumulación de la deuda.

Yo estaba entre aquellos que esperaban que, de alguna
manera, la crisis financiera pudiera enseñar a los
estadounidenses (y a otros) una lección acerca de la
necesidad de mayor igualdad, una regulación más
fuerte y mejor equilibrio entre el mercado y el gobierno.
Desgraciadamente, ese no ha sido el caso. Al contrario, un
resurgimiento de la economía de la derecha, impulsado,
como siempre, por ideología e intereses especiales, una
vez más amenaza a la economía mundial – o al menos
a las economías de Europa y América, donde estas
ideas continúan floreciendo.

En los EEUU, este resurgimiento de la
derecha, cuyos partidarios, evidentemente, pretenden derogar las
leyes básicas de las matemáticas y la
economía, amenaza con obligar a una moratoria de la deuda
nacional. Si el Congreso ordena gastos que superan a los
ingresos, habrá un déficit, y ese déficit
debe ser financiado. En vez de equilibrar cuidadosamente los
beneficios de cada programa de gasto público con los
costos de aumentar los impuestos para financiar dichos
beneficios, la derecha busca utilizar un pesado martillo – no
permitir que la deuda nacional se incremente, lo que fuerza a los
gastos a limitarse a los impuestos.

Esto deja abierta la interrogante sobre qué
gastos obtienen prioridad – y si los gastos para pagar intereses
sobre la deuda nacional no la obtienen, una moratoria es
inevitable. Además, recortar los gastos ahora, en medio de
una crisis en curso provocada por la ideología de libre
mercado, simple e inevitablemente sólo prolongaría
la recesión.

Hace una década, en medio de un auge
económico, los EEUU enfrentaba un superávit tan
grande que amenazó con eliminar la deuda nacional.
Incosteables reducciones de impuestos y guerras, una
recesión importante y crecientes costos de atención
de salud – impulsados en parte por el compromiso de la
administración de George W. Bush de otorgar a las
compañías farmacéuticas rienda suelta en la
fijación de precios, incluso con dinero del gobierno en
juego– rápidamente transformaron un enorme
superávit en déficits récord en tiempos de
paz.

Los remedios para el déficit de
EEUU surgen inmediatamente de este diagnóstico: se debe
poner a los Estados Unidos a trabajar mediante el estímulo
de la economía; se debe poner fin a las guerras sin
sentido; controlar los costos militares y de drogas; y aumentar
impuestos, al menos a los más ricos. Pero, la derecha no
quiere saber nada de esto, y en su lugar de ello, está
presionando para obtener aún más reducciones de
impuestos para las corporaciones y los ricos, junto con los
recortes de gastos en inversiones y protección social que
ponen el futuro de la economía de los EEUU en peligro y
que destruyen lo que queda del contrato social. Mientras tanto,
el sector financiero de EEUU ha estado presionando fuertemente
para liberarse de las regulaciones, de modo que pueda volver a
sus anteriores formas desastrosas y despreocupadas de
proceder.

Pero las cosas están un poco mejor en Europa.
Mientras Grecia y otros países enfrentan crisis, la
medicina en boga consiste simplemente en paquetes de austeridad y
privatización desgastados por el tiempo, los cuales
meramente dejarán a los países que los adoptan
más pobres y vulnerables. Esta medicina fracasó en
el Este de Asia, América Latina, y en otros lugares, y
fracasará también en Europa en esta ronda. De
hecho, ya ha fracasado en Irlanda, Letonia y Grecia.

Hay una alternativa: una estrategia de crecimiento
económico apoyada por la Unión Europea y el Fondo
Monetario Internacional. El crecimiento restauraría la
confianza de que Grecia podría reembolsar sus deudas,
haciendo que las tasas de interés bajen y dejando
más espacio fiscal para más inversiones que
propicien el crecimiento. El crecimiento por sí mismo
aumenta los ingresos por impuestos y reduce la necesidad de
gastos sociales, como ser las prestaciones de desempleo.
Además, la confianza que esto engendra conduce aún
a más crecimiento.

Lamentablemente, los mercados
financieros y los economistas de derecha han entendido el
problema exactamente al revés: ellos creen que la
austeridad produce confianza, y que la confianza produce
crecimiento. Pero la austeridad socava el crecimiento, empeorando
la situación fiscal del gobierno, o al menos produciendo
menos mejoras que las prometidas por los promotores de la
austeridad. En ambos casos, se socava la confianza y una espiral
descendente se pone en marcha.

¿Realmente necesitamos otro experimento costoso
con ideas que han fracasado repetidamente? No deberíamos,
y sin embargo, parece cada vez más que vamos a tener que
soportar otro. Un fracaso en Europa o en Estados Unidos para
volver al crecimiento sólido sería malo para la
economía mundial. Un fracaso en ambos lugares sería
desastroso – incluso si los principales países emergentes
hubieran logrado un crecimiento auto-sostenible. Lamentablemente,
a menos que prevalezcan las mentes sabias, este es el camino al
cual el mundo se dirige.

(Joseph E. Stiglitz es profesor de la Universidad de
Columbia, Premio Nobel de Economía y autor de Freefall:
Free Markets and the Sinking of the Global Economy. Copyright:
Project Syndicate, 2011)

– El timo del capital empresarial (El País –
10/7/11)

(Por Paul Krugman)

Y ahora, la economía de la
filtración
-concretamente, la idea de que cualquier
cosa que haga aumentar los beneficios empresariales es buena para
la economía- vuelve a ponerse de moda.

Aparentemente parece algo extraño. Durante los
dos últimos años, los beneficios se han disparado,
mientras que el paro ha seguido siendo desastrosamente elevado.
¿Por qué iba a creerse nadie que entregar
aún más dinero a las empresas, sin límites
ni requisitos, conduciría a una creación de empleo
más rápida?

Sin embargo, la teoría de la filtración
está claramente en alza; y hasta algunos demócratas
se la están creyendo. ¿A qué me refiero?
Fíjense primero en los argumentos que blanden los
republicanos para defender unas lagunas fiscales escandalosas.
¿Cómo puede alguien exigir unos recortes
drásticos en Medicare y Medicaid y, al mismo tiempo,
defender unos beneficios fiscales especiales que favorezcan a los
gestores de fondos de cobertura y a los propietarios de aviones
de empresa?

Pues esto es lo que un portavoz de Eric Cantor, el
líder de la mayoría de la Cámara, le
decía a Greg Sargent, de The Washington Post: "No se puede
ayudar al asalariado gravando a quien paga el sueldo y da
trabajo". Proseguía dando a entender, de forma poco
sincera, que los beneficios fiscales en cuestión ayudan
principalmente a las pequeñas empresas (en realidad,
están destinados sobre todo a las grandes). Pero el
argumento básico era que todo aquello que deje más
dinero en manos de las empresas se traducirá en más
empleo. Es decir, es pura filtración.

Y luego está el problema de la
repatriación.

Se supone que las grandes empresas estadounidenses deben
pagar impuestos sobre los beneficios de sus filiales extranjeras,
pero solo cuando esos beneficios se vuelven a transferir a la
empresa matriz. Ahora hay un plan -impulsado, por supuesto, por
una gran campaña de presión– para ofrecer una
amnistía en virtud de la cual las empresas podrían
recuperar los fondos sin apenas pagar impuestos. Y hasta algunos
demócratas están apoyando esta idea, afirmando que
crearía empleo.

Como señalan quienes se oponen a este plan, ya
conocemos esta historia: en 2004 se ofrecieron unas vacaciones
fiscales similares, vendiéndolas con un argumento similar,
y fue un completo fracaso. Efectivamente, las empresas
aprovecharon la amnistía para volver a traerse un
montón de dinero a Estados Unidos. Pero usaron ese dinero
para pagar dividendos, reducir sus deudas, acaparar otras
empresas y volver a comprar sus propias acciones;
prácticamente de todo, salvo aumentar la inversión
y crear empleo. De hecho, no hay pruebas de que las vacaciones
fiscales de 2004 hiciesen nada por estimular la
economía.

Sin embargo, lo que sí que hicieron las
vacaciones fiscales fue brindar a las grandes empresas la
oportunidad de evitar pagar impuestos, porque al final
habrían repatriado gran parte del dinero que trajeron
durante la amnistía y habrían pagado impuestos por
él. Y también les dieron a estas empresas un
incentivo para trasladar aún más puestos de trabajo
al extranjero, puesto que ya sabían que tendrían
bastantes posibilidades de traerse a casa los beneficios
obtenidos fuera prácticamente sin pagar impuestos gracias
a futuras amnistías.

No obstante, como ya he dicho, hay una campaña a
favor de que se repita este desastroso comportamiento. Y esta
vez, las circunstancias son todavía peores. Piensen en
ello: ¿Cómo puede alguien imaginar que la falta de
capital empresarial es lo que está frenando la
recuperación en Estados Unidos ahora mismo? Después
de todo, es un hecho de sobra conocido que las empresas ya han
acumulado grandes cantidades de dinero que no están
invirtiendo en sus propios negocios.

De hecho, ese capital ocioso se ha convertido en un
argumento conservador de primer orden, ya que la derecha afirma
que las empresas no son capaces de invertir debido a la
incertidumbre política. Eso es falso casi con total
seguridad: las pruebas apuntan claramente a que la verdadera
razón por la que las empresas acumulan capital inactivo es
la falta de demanda de los consumidores. En cualquier caso, si
las empresas ya tienen gran cantidad de dinero que no
están utilizando, ¿por qué el hecho de
ofrecerles un beneficio fiscal que poder añadir a esta
montaña de dinero iba a servir para acelerar la
recuperación?

Está claro que no serviría de nada; las
afirmaciones sobre que unas vacaciones fiscales empresariales
crearían empleo, o que poner fin a los beneficios fiscales
para los aviones de empresa destruiría empleo, no tienen
sentido.

Esto es lo que deberían
responderle a cualquiera que defienda los grandes favores a las
corporaciones: la falta de capital empresarial no es el problema
al que hace frente Estados Unidos. Las grandes empresas ya tienen
el dinero que necesitan para expandirse; lo que falta es un
motivo para expandirse, al estar los consumidores contra las
cuerdas y el Gobierno recortando drásticamente el
gasto.

Lo que necesita nuestra economía
es que el Gobierno genere empleo directamente y que se aligere el
peso de las deudas hipotecarias de los consumidores sometidos a
presión. Lo que no necesita en absoluto es que se
transfieran miles de millones de dólares a unas grandes
empresas que no tienen intención de contratar a nadie
salvo a más integrantes de los grupos de
presión.

(© 2011. New York Times Service)

– Cómo achicar el déficit de crecimiento
de Estados Unidos (Project Syndicate – 21/9/11)

(Por Michael Spence)

Milán.- A medida que la economía
estadounidense continúa chisporroteando tres años
después de que erupcionó la crisis financiera
global, algo va quedando en claro: los Estados Unidos no puede
generar mayores tasas de crecimiento del PIB y del empleo sin que
exista un cambio en la mezcla de los componentes de la
economía domésticos y aquellos orientados a la
exportación. Por encima de todo, esto requerirá de
un cambio estructural y de mayor competitividad en un sector
transable ampliado.

Durante más de una década antes de la
crisis que comenzó en 2008, la economía de EEUU se
alimentó (y alimentó a gran parte de la
economía global) con consumo excesivo. El ahorro en el
sector hogares disminuyó y se estabilizó en
alrededor de cero, mientras que las tasas de interés bajas
llevaron a un exceso de apalancamiento, a una burbuja de activos,
y a un ilusorio aumento en la riqueza.

El gobierno, también, desahorró al
funcionar con déficits. En general, la economía de
EEUU gastó más de lo que generó en ingresos,
teniendo un déficit en la balanza comercial (más
precisamente un déficit en cuenta corriente), y se
prestó la diferencia del extranjero. Tanto los patrones de
gasto de los hogares como los del gobierno en cuanto a los
ingresos eran insostenibles.

Con una demanda interna más que amplia, impulsada
considerablemente por la expansión rápida del
gobierno y de la atención médica para la salud, la
economía de EEUU sostuvo crecimiento y empleo enfrentando
grandes aumentos en la fuerza laboral (27 millones de nuevos
trabajadores desde 1990), a pesar de que importantes vientos en
contra fueron creados por nueva tecnología de la
información que ahorra empleos. Dejando de lado la
sostenibilidad financiera, el aspecto más preocupante del
patrón fue el aspecto distributivo: un crecimiento muy
bajo de salarios en el rango de ingresos medios.

Además, con el exceso de confianza en la demanda
interna, la estructura de la economía de EEUU se
desarrolló con un sesgo hacia el sector no transable (que
es el sector donde se crearon todos los nuevos empleos) y con
confianza insuficiente en la demanda externa y por lo tanto en
las exportaciones. Esto llevó a movimientos de ingresos y
precios que provocaron que el ámbito del sector transable
se contraiga, a medida que los eslabones de las cadenas de
suministros globales que tienen un menor valor añadido se
trasladaron a economías emergentes.

La crisis financiera que comenzó en 2008
provocó un alto repentino a las modalidades insostenibles
en el lado de la demanda. Los precios de los activos cayeron, las
familias comenzaron un largo proceso de desapalancamiento, el
ahorro aumentó, y el gobierno, ante la caída de los
ingresos y el aumento de los gastos del seguro de desempleo, no
conseguía cubrir la diferencia.

Pero este modelo, también, es claramente
insostenible. El efecto neto es que la demanda interna se ha
reducido dramáticamente, y la demanda total (interna y
externa) es también demasiado baja. Como resultado, la
economía de EEUU casi ha dejado de crecer, especialmente
ahora que el gobierno federal (junto con los gobiernos estatales
y locales) está frenando sus propios déficits
presupuestarios.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter