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El dilema del 2012: Recortes o crecimiento (¿y por qué no, las dos cosas?) Parte I (página 7)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

En las últimas semanas, algunos de los pesos
pesados de la escena financiera mundial han advertido de que
estamos acercándonos a un punto de inflexión.
George Soros, Roger Altman y Larry Summers entre otros. Con los
líderes financieros mundiales reunidos en Washington este
fin de semana para la conferencia del FMI, quizá hay otra
oportunidad para imponer una solución. "El Twist again de
Ben y la Fed, tristemente, no son esa solución", concluye
Callaway.

Europa en la UVI, el sacerdote al pié de la cama,
y los "cinco sabios" visten de luto…

"Lo acaban de decir los "cinco sabios alemanes" en
un documento que este miércoles entregaron a Ángela
Merkel. Europa se enfrenta sin armas suficientes al
"círculo vicioso" de una deuda soberana sin control y una
crisis bancaria que está lejos de resolverse. Y la
solución que aportan es sugerente: crear un fondo de
amortización de deuda a escala europea dotado con 2,3
billones de euros"…
Europa, al borde del K.O. (El
Confidencial – 10/11/11)

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Su función sería adquirir toda la deuda
pública superior al 60% del PIB de cada país, el
umbral que se considera sostenible. Como contrapartida, sus
gobiernos se comprometerían a asumir un plan de austeridad
fiscal destinado amortizar esa deuda "sobrante" en un plazo de 20
o 25 años. Pasado ese tiempo, y una vez que se hayan
reducido los niveles de endeudamiento hasta unos niveles
manejables, el fondo se disolvería.

¿Y cómo se financiaría? Cada
país afectado aportaría como garantía parte
de sus reservas de oro y de la recaudación obtenida a
través de una sobretasa aplicada a nivel nacional, bien
sobre el IVA o el Impuesto sobre la Renta. El programa de compra
de bonos sería garantizado por el conjunto de la UE en
función del tamaño de cada país. Italia
tendría el mayor porcentaje, el 41%, y Alemania el 25%,
según Financial Times.

La solución, según los "cinco sabios
alemanes", no pasa por acelerar la compra de bonos por parte del
BCE, la reivindicación permanente de los
periféricos. "El programa de compra de bonos desmantela la
disciplina de los mercados sin haber fijado previamente ninguna
alternativa disciplinaria en su lugar", señalan los
economistas germanos, que al tiempo hacen una advertencia,
según Europa Press. El Banco Central Europeo de
Mario Draghi "está traicionando su credibilidad al caer
bajo la sospecha de estar monetizando la deuda
soberana".

La propuesta de los cinco sabios -el consejo de
economistas que asesora a la canciller- está ya sobre la
mesa de Merkel, pero nada indica que vaya a salir adelante. De
hecho, el 9/10, la canciller dijo la propuesta de "colectivizar"
las deudas que están por encima del 60% del PIB choca
contra las constituciones nacionales y los tratados
europeos.

Y no saldrá, además, en un contexto como
el actual, en el que los gobiernos están desbordados por
los acontecimientos. La cumbre del G20 de la primera semana de
noviembre en Cannes forma parte ya del pleistoceno, y la amenaza
real ahora es la ruptura descontrolada del euro en un contexto
macroeconómico dramático. Como sostiene el
periodista italiano Paolo Messa, Grecia puede ser el fusible,
pero es Italia la bomba que puede hacer explotar el euro y
quizá toda la Unión Europea.

Hasta ahora se consideraba que la ruptura del euro no
formaba parte de la agenda, pero ahora lo que preocupa es que se
haga de forma caótica y desordenada habida cuenta de que
si algo está claro es que Italia (550 puntos de
diferencial con Alemania) y España (412 puntos) son
irrescatables. El 20,6% de la deuda pública
española vence en el año 2012 (unos 150.000
millones de euros incorporando el déficit previsto) y el
23,5% de la italiana habrá que renegociarla en 2012 (por
encima de los 400.000 millones de euros).

No es de extrañar, por eso, que, según
Reuters, Francia y Alemania estén explorando ya la
posibilidad de una Europa "a dos velocidades" la vieja amenaza
para los países periféricos que se planteó
al comienzo del euro. Y que no se plasmó, precisamente,
porque los periféricos, y de forma sorprendente,
cumplieron las condiciones de Maastricht. Fuentes oficiales de
Bruselas situaron esas discusiones "a nivel intelectual", pero en
ningún caso se han constituido grupos de trabajo. En todo
caso, lo que está claro es que hasta hace bien poco esta
posibilidad era un ejercicio de política ficción, y
ahora es real.

En la práctica, esa Europa a "dos velocidades" ya
existe en términos de financiación de los tesoros
nacionales. El 7/11, Alemania pudo emitir bonos a seis meses a un
increíble 0,08%, mientras que el bono alemán a diez
años se encuentra en el 1,8%, cerca de su mínimo
histórico. La situación de su tesorería es
tan holgada que en 2012 únicamente tendrá que
renegociar el 1,5% de su deuda, la mitad que
España.

La situación es tan crítica, que el
especulador y filántropo George Soros habla ya de que la
crisis de deuda soberana conduce al mundo a otra Gran
Depresión. Mientras que Christine Lagarde, la directora
gerente del FMI, habla ya sin tapujos de que Europa se enfrenta
ya a una "década perdida", similar a la latinoamericana
durante los años 90.

Sobre todo si se tiene en cuenta que, en paralelo a la
crisis de deuda soberana, continúa sin resolverse el
problema de la solvencia bancaria. Y hay que tener en cuenta que,
según un informe de Credit Suisse, 16 grandes bancos
europeos tienen en sus balances activos inmobiliarios
"potencialmente sospechosos" por valor de 386.000 millones de
euros, incluso por encima de los 339.000 millones que poseen en
deuda periférica (España, Portugal, Grecia e
Irlanda). Los bancos alemanes, franceses y británicos,
pese a que han reducido su exposición entre un 30% y un
50%, son los más expuestos.

El gran reto en tres gráficos

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– Sección II –

Los efectos (la
segunda ola del tsunami financiero)

Carta a los dalits, paganos o
"paganinis" de la crisis (desde la Europa de los
náufragos): la deuda y la vida

II – A lomos de la
bestia

(Diciembre de 2010) El gasto de estímulo y el
rescate conexo del sistema financiero, junto con los efectos de
la recesión en los ingresos, contribuyeron a los
déficits de alrededor del 10% del PIB en la mayor parte de
las economías avanzadas. Según el Fondo Monetario
Internacional, entre otros, el coeficiente deuda
pública-PIB de estas economías superará el
110% para 2015, en comparación con el 70% previo a la
crisis.

(Julio 2011) En la última década, la deuda
pública acumulada en el planeta se ha duplicado de largo
hasta superar los 30 billones de euros, casi 30 veces el PIB
español. Las Administraciones desplazan así al
sector privado de la financiación ajena y abonan tensiones
económicas como las europeas. No es una cantidad que se
suela manejar en los medios de comunicación, pero es
extremadamente importante. Mucho más, cuando la crisis de
la deuda originada en Grecia y extendida por la zona euro amenaza
con sumir al planeta en una segunda recesión. El nivel de
endeudamiento público global supera ya los 40 billones de
dólares: según la Intelligence Unit de la
prestigiosa publicación británica The Economist,
asciende a 42,6 billones de dólares; con los
cálculos del Factbook de la CIA estadounidense,
llegaría a 44,2 billones, nada menos que el 59,3% de la
actividad económica del planeta.

(Julio de 2011) El enorme déficit presupuestario
de los Estados Unidos, medido como porcentaje de la renta
nacional, es hoy el tercero entre los de los principales
países del mundo, apenas superado por los de Grecia y
Egipto. Por supuesto que el déficit actual, equivalente al
9,1% del PIB, se debe en parte a los efectos automáticos
de la recesión. Pero según las proyecciones
oficiales de la Oficina de Presupuesto del Congreso de los
Estados Unidos (CBO, por sus siglas en inglés), incluso
tras una recuperación de la economía al nivel de
pleno empleo, el déficit seguirá siendo tan grande
que la relación entre la deuda pública del
país y el PIB no dejará de crecer durante lo que
resta de la década y después. El déficit
pasó de 3,2% del PIB en 2008 a 8,9% del PIB en 2010 (lo
que a su vez empujó hacia arriba la relación deuda
pública/PIB, de 40% a 62%).

(Septiembre 2011) La bola de nieve en que se ha
convertido el endeudamiento -público y privado- amenaza a
las economías, como se encargan de recordar cada
día los mercados. Pero a unos países más que
a otros. Y en el pelotón de cabeza está
España, que, según los últimos datos
procedentes del BIS (Banco de Pagos Internacionales por sus
siglas en inglés), ocupa ya la cuarta plaza como
país más endeudado del mundo. Sólo
Japón (456% del PIB), Portugal (366%) y Bélgica
(356%) tenían a finales de 2010 un mayor nivel de deuda
que España en relación a su PIB nominal, un
355%.

(Septiembre 2011) Según los cálculos del
BIS, por cada diez puntos que aumenta la deuda pública por
encima del 85% del PIB, la actividad económica se contrae
en un 10% por cada punto porcentual de crecimiento. En el caso de
la deuda corporativa, el umbral de peligro se sitúa a
partir del 90%, y su impacto es la mitad de grande que en el caso
de la deuda pública. Mientras que para la deuda de las
familias la luz roja se enciende a partir del 85%, y aunque el
impacto es "impreciso", se considera que es
importante.

Un diabético con sobrepeso (a punto de sufrir un
infarto)

¿Estamos realmente a un paso del abismo?
¿Se acabó el mundo que conocemos?

Tratar de entender las ramificaciones de esta
catástrofe hace que la mente tiemble: es como imaginar el
infinito. Y en medio del pánico surge una pregunta
sencilla: ¿cómo logramos todos ignorar lo
obvio?

La crisis financiera mundial puso al descubierto
defectos del capitalismo al estilo estadounidense, las
insuficiencias de lo que los británicos apodaron como la
regulación financiera "leve" y la tendencia del sistema
hacia cometer excesos periódicos. Más
recientemente, la crisis de la deuda soberana de Europa puso de
relieve la tensión de un costoso estado de bienestar en
ausencia de un vigoroso crecimiento económico que lo
financie.

El modelo de EEUU continúa en dificultades tres
años después de que los reguladores dejaran que
Lehman Brothers se hundiera. Miles de millones de dólares
duermen ociosos en las arcas de las empresas, a pesar de que
millones de trabajadores se hallan desempleados desde hace
más de un año. El mercado inmobiliario sigue
deprimido. La parálisis política en materia fiscal
socava la autoridad económica en EEUU. Todo esto y
más ha debilitado el argumento más simple a favor
del modelo económico de EEUU: el hecho de que
funciona.

Los países de la eurozona dependerán en
2012 de que los inversores no sean extremadamente virtuosos,
porque, en conjunto, les pedirán 1,25 billones de euros,
la cantidad que necesitan para afrontar los vencimientos de deuda
pública que tendrán a lo largo del año. Un
desafío extraordinario tanto en lo cuantitativo -puesto
que esa cifra equivale prácticamente al 13 por ciento de
la economía de la región- como en lo cualitativo,
porque supondrá una reválida para pulsar el grado
de confianza que los europaíses inspiran en los mercados
financieros tras la extrema tensión de 2011.

Los vencimientos de deuda estadounidense durante 2012
será seis veces superiores a los de los cuatro grandes
países emergentes, ChinaIndiaBrasil y Rusia. Casi tres
billones de dólares, si sumamos también los
intereses a pagar. Sin embargo, estas cuatro economías,
imparables en pegar mordiscos a su porcentaje del PIB global,
sólo acudirán al mercado para pedir 482.000
millones de dólares.

Sólo Japón afrontará más
vencimientos y pagos que EEUU pero el interés será
mucho menor. Los bonos nipones a diez años ofrecen
intereses menores del 1%, los segundos más bajos del
planeta tras Suiza. Los estadounidenses entregaron de media un
2,18% según la agencia Bloomberg. Así que la
factura a pagar por Washington podría superar en este 2012
a la japonesa.

Robert Prince, codirector jefe de inversiones de
Bridgewater y su equipo de gestores del mayor fondo de cobertura
del mundo, se preparan para por lo menos una década de
bajo crecimiento y alto desempleo en las principales
economías desarrolladas. Prince califica a esas
economías, Europa y Estados Unidos en particular, como
"zombis" y asegura que van a seguir en ese estado hasta que
reduzcan sus enormes deudas.

"Lo que tenemos es un cuadro de un sistema
económico quebrado que opera con respirador artificial",
dice Prince. "Estamos observando un proceso de desapalancamiento
que va a durar entre 15 y 20 años y apenas llevamos
cuatro", comentó.

En Europa, por ejemplo, "falta mucho para superar la
crisis de la deuda", señala. Este problema
económico y financiero significa que las tasas de
interés permanecerán en cero durante muchos
años, tanto en Europa como en EEUU.

Los volúmenes de déficit y, sobre todo, de
deuda pública en el Atlántico Norte están en
niveles nunca alcanzados en tiempo de paz. Niveles que no eran
problema mientras los flujos internacionales de capital estaban
también en máximos y el sistema financiero
aparentaba poder intermediar con seguridad y solvencia todos esos
dineros. Pero la crisis financiera ha mermado seriamente la
credibilidad de los bancos en Europa y Estados Unidos, y el bucle
crisis bancaria-crisis soberana ha lastrado las calificaciones de
los emisores públicos. Ya no quedan activos seguros; desde
luego no lo es el bono americano, que ha perdido su triple A por
el impasse político; ni el francés que en enero de
2011 perdía su tercera A. Esa pérdida de
interés, ese castigo a la credibilidad, ha obligado a
reducir los niveles de déficit públicos en los
países industrializados, simplemente porque su
financiación ya no es tan atractiva para el
inversor.

Recordemos la paradoja de Greenspan. Contrariamente a lo
que predice la economía clásica, el ahorro de los
países emergentes financia la inversión y el
consumo en los países ricos. Fue su sucesor en la Reserva
Federal el que ofreció la explicación a esa
anomalía, la solución Bernanke resalta que es la
calidad institucional de los mercados de capitales en los
países desarrollados la que explica ese movimiento de
capitales aparentemente contra natura. La crisis de las subprime
y del euro, han roto esa anomalía, y la han roto
definitivamente.

La excepcionalidad occidental se ha acabado. La
posibilidad de la que han disfrutado durante casi un siglo los
países del Atlántico Norte de evadirse de la
restricción externa, se ha esfumado. La particularidad de
que siempre había gente en el mundo dispuesta a invertir
en los países industrializados, a prestarles dinero en
cuantía ilimitada, se ha terminado.

Esa es la situación a la que se enfrenta el
gobierno de los Estados Unidos y los gobiernos de los
países periféricos de la Unión Europea.
Administraciones afectadas de obesidad mórbida. Cuantas
calorías aportó la dieta bancaria
(estatización de las pérdidas) y cuantas la dieta
imperial americana (gastos de defensa) o socialdemócrata
europea (estado de bienestar), es algo aún por determinar.
Seguramente "entre todos la mataron y ella sola se
murió".

El siguiente cuadro permite observar que no sólo
los bancos han sido culpables del incremento (descomunal) del
gasto público. Los políticos también se
subieron a la euforia de la burbuja, hasta la extenuación.
En ello les iban los votos (clientelismo, demagogia), les iba la
connivencia (con los amos de universo) y les iba la
corrupción (justificada por lo primero y facilitada por lo
segundo). Tanto monta, monta tanto.

De burbujas (bancos)… burbujiles
(gobiernos)… y burbu-giles (particulares).

¿La expansión del gasto público ha
sido consecuencia de una proyección demasiado optimista de
los ingresos (primero), del necesario funcionamiento de los
estabilizadores automáticos (después) o de un
exagerado derroche irresponsable de recursos
(siempre)?

El mapa del despilfarro (los "primos" del
riesgo)

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¿Crisis de la deuda, crisis del euro o crisis de
los… "deudos"? Ustedes mismos…

Mientras, los bancos "zombis" siguen prendidos a la teta
del estado (hasta la extenuación), los políticos
intentan (desesperadamente) mantener el nivel de gasto
público que les permita continuar con su derroche y
ostentación, alimentado a los estómagos agradecidos
del funcionariado cautivo, y conservar una vida de "gratis
total".

Esta obra maestra del saqueo ya no puede continuar. No
hay dinero para todos. Se jodió el invento. El rey
está desnudo. Y los "cortesanos" también.
¿Entonces, quién paga la cuenta? Por ahora, no se
sabe… Ninguno de los causantes quiere pagar la cuenta
(gran dilema). Por eso hay tanto debate, tanto desconcierto,
tanta alarma. Los acreedores reclaman. Oye, ¿y qué
hay de lo mío? Los deudores, callan; dicen que
están reunidos… estudiando. Que los acreedores,
vuelvan mañana. Así un día, y otro, y
otro…

Estados Unidos no sabe si subir el techo del gasto o
bajar el piso… mientras, se asfixia.

La Unión Europea quiere "colgar" la dieta en las
Constituciones Nacionales. No pecaré.

En medio, el contribuyente (dalit, pagano, paganini)
extraviado, expoliado y exhausto.

– Sección III –

El "Santo Grial" del
superávit primario (fundamentalismo fiscal)

El "mantra" del máximo rigor en las cuentas
públicas

"El presidente del Banco Central Europeo (BCE),
Jean-Claude Trichet, defendió su postura de mano dura en
la política fiscal y la inflación al decir que la
austeridad presupuestaria y la vigilancia de cara al alza en los
precios de la energía y las materias primas son el mejor
camino hacia la recuperación económica"…
El
BCE insiste en la austeridad como camino al crecimiento (The Wall
Street Journal – 23/1/11)

En una entrevista con The Wall Street Journal antes de
la reunión anual del Foro Económico Mundial en
Davos, Suiza (enero 2011), Trichet advirtió que las
presiones inflacionarias en la zona euro deben ser supervisadas
de cerca instó a los bancos centrales de todo el mundo a
hacer todo lo posible para impedir que el aumento en los precios
de la energía y los alimentos se haga sentir en la
economía global. Puntualizó, asimismo, que no
permitirá que la debilidad de las economías de
Grecia, Irlanda y otros países europeos en problemas
postergue un alza de tasas en la zona euro si el BCE estima que
la estabilidad de precios se ve amenazada.

"Todos los bancos centrales, en períodos como
este donde hay amenazas inflacionarias provenientes de los
commodities, tienen que tener… mucho cuidado para que no
se produzcan efectos de segunda ronda" sobre los precios
internos, dijo Trichet en su oficina con vista al distrito
financiero de Fráncfort del piso 35 de la Eurotower, desde
donde opera la sede central del BCE.

El presidente francés de 68 años, cuyo
mandato de ocho años del BCE termina en octubre (2011),
argumentó que la disciplina presupuestaria ayudará
más al crecimiento de Europa que un renovado
estímulo, e instó a los 17 países de la zona
euro a que intensifiquen la mutua "vigilancia" de sus
políticas fiscales.

Además de su enfoque inflexible respecto a la
inflación, su postura en otros temas económicos
candentes de 2011 (como por ejemplo, si los países deben
embarcarse en programas adicionales de estímulo para
garantizar la recuperación de sus economías o
volcarse a la reducción del déficit) es
controvertido.

El gobierno de Estados Unidos está adoptando la
primera de esas posturas, prolongando el estímulo fiscal
este año con el apoyo del presidente de la Reserva Federal
(FED), Ben Bernanke. En contraste, los países del bloque
del euro aprobarán medidas de austeridad en 2011, tal como
ha pedido repetidamente Trichet. "No me corresponde a mí
dar lecciones a otras economías avanzadas",
aseguró.

En Europa, la disciplina presupuestaria beneficia al
crecimiento y la creación de empleo "mejorando la
confianza de las familias, las empresas, los inversionistas y los
ahorradores", dijo Trichet.

Sus comentarios llegan en un momento delicado para el
BCE, en que debe equilibrar una creciente crisis de deuda en el
sur de Europa e Irlanda con una robusta recuperación en
Alemania y una creciente inflación en todo el bloque del
euro.

En diciembre (2010), la inflación saltó
inesperadamente de 1,9% a 2,2% en la zona euro, la primera vez en
más de dos años que excedió la meta del BCE
fijada en un máximo de 2%. Algunos economistas creen que
en los próximos dos meses sobrepasará el nivel de
2,5%.

En la entrevista, Trichet reforzó su mano dura
con la inflación, descartando los argumentos de algunos
economistas que creen que el BCE debería postergar un alza
de las tasas de interés porque la inflación
subyacente en la zona euro (que excluye los precios de los
alimentos y de la energía), todavía es débil
en 1,1%. Los cambios en los precios de los alimentos y de la
energía son, en gran medida, determinados por los mercados
mundiales y, por lo tanto, no son directamente influidos por las
tasas de interés de una economía determinada. Por
esa razón, los bancos centrales de otras grandes
economías, incluyendo la Fed de EEUU, le dan más
importancia a la inflación subyacente que a otras
mediciones.

El BCE podría subir las tasas en el año
2011 si siente que las empresas y los trabajadores esperan que la
inflación general se mantenga por encima de 2% por
algún tiempo, incluso si la principal fuente de
inflación son los mercados mundiales de
commodities.

No se prevé que la Fed suba su tasa de
interés de referencia durante algún tiempo para
impulsar la recuperación de la economía de EEUU, a
pesar de que hay indicios de que se acelera la inflación
general. El Banco de Inglaterra todavía no ha subido las
tasas, aunque la inflación en el país roza el
4%.

Aun así, los comentarios de Trichet sugieren que,
por ahora, su enfoque apunta a mantener controladas las
expectativas de inflación más que a señalar
una inminente alza en las tasas. Si los consumidores ven que las
alzas de precios generadas por el encarecimiento de la
energía y de los alimentos son temporales, es menos
probable que cambien su conducta o que presionen por aumentos
salariales. Pero si anticipan que la inflación será
más alta a largo plazo, posiblemente presionarán
para aumentos salarios más rápidos. "En esta etapa,
no vemos" esas fuerzas de largo plazo, dijo Trichet, "y todos
saben que no permitiríamos que se materializaran esos
efectos de segunda ronda".

Los países en dificultades de la zona euro, entre
ellos Grecia, Irlanda y Portugal, enfrentan un prolongado
período de dolor económico. Deben subir impuestos y
recortar gastos para reducir la creciente deuda del gobierno, a
la vez que tratan de mantener sus salarios para que sus productos
sean más competitivos en el mercado interno y en el
global. En el otro extremo, la fórmula alemana de
crecimiento rápido, impulsado por las exportaciones y por
la caída del desempleo suele poner en alerta a los bancos
centrales porque a menudo lleva a subidas de salarios y precios.
Otros países de la zona euro, como Francia, se encuentran
en un punto intermedio. Sus economías se están
recuperando, pero el crecimiento sigue desequilibrado debido al
alto nivel de desempleo.

Trichet desecha esas divergencias como algo normal y
similar a lo que ocurre entre estados y regiones de EEUU. Sin
embargo, EEUU y otras grandes zonas económicas cuentan con
grandes presupuestos que pueden transferir fondos de zonas
prósperas a otras que están atravesando
dificultades. Europa carece de una autoridad fiscal central, lo
que coloca al BCE bajo mayor presión para que estabilice
un grupo dispar de economías con una única
herramienta que es la fijación de intereses.

Trichet desestimó los comentarios de quienes
critican el enfoque europeo en la austeridad presupuestaria,
incluyendo el Fondo Monetario Internacional y, más
recientemente, la Organización de las Naciones Unidas, que
advirtieron hace poco que "el impacto de la austeridad fiscal
planeada o implementada genera un riesgo de que la
recesión económica se reanude" en
Europa.

"No me convence el simple argumento que sugiere que
adoptar una política fiscal más sólida
obstaculizaría el crecimiento", dijo.

No comment (VI): lecturas recomendadas (el que quiera
entender que entienda)

– El ingobernable presupuesto de los Estados Unidos
(Project Syndicate – 31/1/11)

(Por Jeffrey D. Sachs)

Nueva York.- El corazón de todo gobierno se
encuentra en el presupuesto. Los políticos pueden hacer
promesas sin cesar, pero, si el presupuesto no cuadra, la
política es poca cosa más que meras
palabras.

Los Estados Unidos están ahora en ese apuro. En
su reciente discurso sobre el estado de la Unión, el
Presidente Barack Obama trazó un panorama convincente de
gobierno moderno, del siglo XXI. Sus oponentes del Partido
Republicano se quejaron de que las propuestas de Obama
reventarían el presupuesto, pero la verdad es que los dos
partidos están negándose a ver la realidad; sin
más impuestos, una economía moderna, competitiva,
de los EEUU no es posible.

Obama subrayó, acertadamente, que la
competitividad en el mundo actual depende de una fuerza laboral
instruida y unas infraestructuras modernas. Eso es cierto en el
caso de todos los países, pero es particularmente
pertinente para los países ricos. Los EEUU y Europa
están en competencia directa con el Brasil, China, la
India y otras economías en ascenso, donde los niveles
salariales son en algunos casos cuatro veces inferiores (si no
más incluso) a los de los países de ingresos
elevados. Los Estados Unidos y Europa sólo
mantendrán su alto nivel de vida basando su competitividad
en aptitudes avanzadas, tecnologías de vanguardia e
infraestructuras modernas.

Ésa es la razón por la que Obama
pidió un aumento de las inversiones públicas de los
EEUU en tres sectores: educación, ciencia y
tecnología e infraestructuras (incluidas las conexiones
por banda ancha a la red Internet, los ferrocarriles de gran
velocidad y la energía no contaminante). Expuso una
concepción del crecimiento futuro en la que las
inversiones públicas y privadas serían
complementarias, pilares que se sostendrían
mutuamente.

Obama subrayó esos temas y con razón. El
desempleo en los EEUU asciende ahora al 10 por ciento de la
fuerza laboral, en parte porque en las economías en
ascenso se están creando nuevos puestos de trabajo y
muchos de los que ahora se están creando en los EEUU
cuentan con salarios menores que en el pasado, dada la mayor
competencia mundial. A no ser que los EEUU aumenten sus
inversiones en educación, ciencia, tecnología e
infraestructuras, esas tendencias perjudiciales
continuarán.

Pero el mensaje de Obama indicaba un alejamiento de la
realidad cuando se refirió al déficit
presupuestario. Tras reconocer que las políticas fiscales
recientes habían orientado a los EEUU por una trayectoria
insostenible de aumento de la deuda pública, dijo que en
el momento actual era esencial avanzar hacia el equilibrio
presupuestario para conseguir la estabilidad fiscal. Así,
pues, pidió una congelación durante cinco
años de lo que el gobierno de los EEUU llama gasto civil
"discrecional".

El problema es que más de la mitad de dicho gasto
va destinado a la educación, la ciencia y la
tecnología y las infraestructuras: los sectores que,
según acababa de sostener Obama, se debían
reforzar. Después de decir a los americanos lo importante
que es la inversión gubernamental para el crecimiento
moderno, ¡prometió congelar ese gasto durante cinco
años!

Los políticos cambian con
frecuencia su mensaje de un discurso al siguiente, pero raras
veces lo contradicen tan flagrantemente en el mismo discurso. Esa
contradicción pone de relieve el triste y contraproducente
carácter de las políticas presupuestarias de los
EEUU a lo largo de los veinticinco últimos años y
así será, con mucha probabilidad, en los
próximos años.

Por una parte, el Gobierno de los EEUU debe invertir
más para fomentar la competitividad económica. Por
otra, los impuestos en los EEUU son -crónicamente-
demasiado bajos para apoyar el nivel de inversión
gubernamental que hace falta.

La realidad fiscal de los Estados Unidos quedó
dolorosamente clara dos días después del discurso
de Obama, en un nuevo estudio de la Oficina Presupuestaria del
Congreso (OPC), que reveló que este año el
déficit presupuestario ascenderá a casi un
billón y medio de dólares, suma casi inimaginable
incluso para una economía del tamaño de la de los
EEUU. Al ascender a casi el diez por ciento del PIB, el
déficit está originando una montaña de deuda
que amenaza el futuro de los Estados Unidos.

El estudio de la OPC mostró también con
claridad que el acuerdo de diciembre sobre la reducción de
impuestos entre Obama y la oposición republicana
aumentó, premeditada y deliberadamente, el déficit
presupuestario de forma abrupta. Diversas reducciones de
impuestos acordadas por George W. Bush habían de expirar
al final de 2010. Obama y los republicanos acordaron prorrogar
dichas reducciones de impuestos durante al menos dos años
(probablemente se volverán a prorrogar a partir de
entonces), con lo que se reducirán los ingresos
tributarios en 350.000 millones de dólares este año
y de nuevo en 2012. Las reducciones de impuestos para los
americanos más ricos formaban parte del plan.

La verdad de la política actual
de los EEUU es sencilla. La política fundamental para los
dirigentes de los dos partidos políticos es la de las
reducciones de impuestos, en particular para los ricos. Los dos
partidos políticos y la Casa Blanca prefieren reducir los
impuestos a gastar más en educación, ciencia y
tecnología e infraestructuras y la explicación es
sencilla: las familias más ricas financian las
campañas políticas. Así, pues, los dos
partidos atienden sus deseos.

A consecuencia de ello, los ingresos tributarios totales
de los Estados Unidos como porcentaje de la renta nacional
figuran entre los más bajos de todos los países con
ingresos elevados: el 30 por ciento, aproximadamente, frente al
40 por ciento, más o menos, en Europa, pero el 30 por
ciento del PIB no es suficiente para sufragar las necesidades en
materia de salud, educación, ciencia y tecnología,
seguridad social, infraestructuras y otras obligaciones
gubernamentales fundamentales.

En un sector presupuestario sí que se deben hacer
reducciones: el gasto militar. Pero, aun cuando se reduzca
profundamente el más que excesivo presupuesto militar (y
los políticos de los dos partidos se resisten a hacerlo),
seguirán siendo necesarios nuevos impuestos.

Las consecuencias económicas y
sociales de una generación de reducciones de impuestos
están claras. Los Estados Unidos están perdiendo su
competitividad internacional, desatendiendo a sus pobres -uno de
cada cinco niños americanos está atrapado en la
pobreza– y dejando una montaña de deuda a sus
jóvenes. Pese a la elevada retórica del Gobierno de
Obama, en sus propuestas en materia de política fiscal no
hay un intento de abordar esos problemas. Para hacerlo, es
necesario pedir mayores impuestos y eso –como George H. W.
Bush aprendió en 1992– no es un medio para ser
reelegido.

(Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y
director del Instituto de la Tierra de la Universidad de
Columbia. Es también Asesor Especial del Secretario
General de las Naciones Unidas sobre los objetivos de desarrollo
del Milenio. Copyright: Project Syndicate, 2011)

– La receta para lograr el ajuste fiscal en la
próxima década (El Economista –
5/2/11)

(Por Nouriel Roubini)

El estímulo fiscal que la mayoría de las
economías de mercado avanzadas y emergentes han
implementado durante la recesión global de 2008/2009
evitó que la Gran Crisis se convirtiera en otra Gran
Depresión (junto con la facilitación monetaria y la
red de salvamento del sistema financiero). Mientras todos los
componentes de la demanda privada caían, el impulso de un
mayor gasto y transferencias del Estado y unos impuestos
más bajos frenaron la caída libre de la
economía global y sentaron las bases de la
recuperación.

Por desgracia, el estímulo fiscal y los
consiguientes rescates del sistema financiero condujeron a
grandes déficit públicos (del orden del 10 por
ciento del PIB) en casi todas las economías avanzadas y
provocarán, según el FMI y otros cálculos,
unos índices de deuda pública/PIB por encima del
110 por ciento en 2015, frente al 70 por ciento de antes de la
crisis. Si los desequilibrios son, en parte, cíclicos
porque el crecimiento no se ha recuperado según la
tendencia, el doloroso proceso de desapalancamiento de la deuda
privada implica que los índices de crecimiento
seguirán siendo bajos durante varios años. Por
ello, los déficits son también estructurales y no
caerán incluso aunque se consiga el crecimiento de
tendencia.

Una población envejecida

El envejecimiento de la población de la
mayoría de las economías avanzadas se suma a la
carga de la deuda pública a largo plazo, con unos planes
de pensión sin fondos y un coste sanitario en aumento para
la tercera edad, además de los pasivos implícitos
del sector público. Así, en casi todas las
economías desarrolladas, la política fiscal actual
se sitúa en un camino insostenible y los desajustes deben
reducirse con el tiempo para evitar el naufragio
fiscal.

Sin embargo, los estudios sugieren que, aunque la
austeridad fiscal puede ser necesaria para evitar el naufragio a
corto plazo, subir los impuestos y reducir el gasto del Gobierno,
los subsidios y los pagos de transferencias provocan un efecto
negativo a corto plazo sobre la demanda agregada, por lo que se
trata de una medida deflacionaria y recesionaria.

En un mundo ideal, el camino
óptimo y deseable del ajuste fiscal sería
comprometerse hoy a un plan de reducciones graduales del gasto
público (con reformas de los planes de seguridad social y
el gasto sanitario) que se escalarían gradual pero
progresivamente a lo largo de la próxima década o
más allá, junto con un plan de aumento de los
ingresos tributarios (preferiblemente menos distorsionadores,
como el impuesto sobre el carbono o el IVA sobre las ventas),
también escalados gradualmente en cuanto la
economía se recupere y adquiera más
resistencia.

Entonces, los inversores privados verían la luz
al final del túnel. Los mercados no penalizarían
los planes de consolidación con un compromiso
creíble pero con carga trasera fiscal. Y, mientras tanto,
si a corto plazo la economía necesitase más
estímulos públicos (mientras la demanda privada y
el crecimiento siguen siendo anémicos), nadie
castigaría a un país que optara por un
estímulo adicional a corto plazo siempre que el camino
fiscal a medio plazo condujera a la austeridad, la disciplina y
la sostenibilidad.

Tomando ejemplo

De hecho, en un discurso reciente el mismo presidente de
la Reserva Federal, Ben Bernanke, abogaba por un plan de
consolidación fiscal de estas características. Un
estímulo adicional temporal pero bien centrado, para
arrancar la demanda de trabajo en el sector privado, reforzar una
economía real e impulsar unos mercados laborales lentos,
sería necesario y deseable. Lo sería, eso
sí, sí al mismo tiempo se diesen pasos concretos
para garantizar la disciplina y sostenibilidad fiscal a medio
plazo.

Teniendo en cuenta el camino óptimo,
¿qué trayectorias políticas fiscales han
seguido las distintas economías avanzadas?

En Estados Unidos se concentra el peor de los escenarios
posibles, opuesto al camino óptimo de la
consolidación fiscal. La palabra estímulo se ha
vuelto malsonante incluso dentro del Gobierno de Obama y, desde
las elecciones de noviembre, en las que los republicanos
consiguieron una victoria considerable, es aún menos
probable que se implementen más incentivos. Es más,
la consolidación a medio plazo será
prácticamente imposible porque se avecinan las elecciones
presidenciales de 2012 y ambos partidos están atascados en
un punto muerto, con una falta de bipartidismo peor que nunca.
Los republicanos vetan cualquier subida de impuestos y los
demócratas se resisten a reformar el gasto de
derechos.

Problemas para Obama

El atasco en el Congreso empeorará enseguida. Por
supuesto, Obama y su Gobierno son los culpables del
estancamiento, pero los republicanos están convencidos de
que Obama sólo presidirá una legislatura y eso
sólo puede significar la peor guerra abierta en treinta
años. Dado el clima político en Washington, las
probabilidades de que las recomendaciones de la comisión
del déficit del presidente se implementen en 2011-12 son
prácticamente nulas. Y, con los vigilantes de los bonos
dormidos al volante, no hay presión de los mercados para
iniciar la austeridad fiscal.

El problema opuesto se observa en la periferia de la
zona euro. Allí, la austeridad fiscal va por delante. Los
vigilantes de los bonos se han despertado en Grecia, Irlanda,
Portugal e Italia y les dicen a los gobiernos que no les importa
si la austeridad fiscal es deflacionaria y recesionaria; o
cargáis con la consolidación fiscal o tiraremos
vuestros diferenciales soberanos por el tejado, os haremos perder
acceso al mercado y desencadenaremos una crisis de
refinanciación de la deuda privada.

La continuidad de una recesión implica que el
objetivo de reducir la deuda y el déficit en
proporción al PIB se convierte en una misión
imposible si la austeridad fiscal provoca la caída
persistente de la producción y una deflación que, a
su vez, exacerba una dinámica insostenible de la
deuda.

Para evitar una recesión persistente y
destructiva que impida la sostenibilidad fiscal, las reformas
fiscales y estructurales impuestas por los vigilantes de los
bonos deberían ir acompañadas de otras
políticas a escala de la zona euro que restauren el
crecimiento y eviten la dinámica viciosa de la deuda.
Entre esas políticas se incluyen:

Respaldo, pero no a última
hora

El apoyo de la zona euro y el Fondo Monetario
Internacional (FMI) a los países con problemas debe ser
oficial y masivo. Es decir, no de última hora, cuando las
condiciones se vuelvan desesperadas, como ocurrió con
Grecia e Irlanda. Así se allanará el camino de la
austeridad fiscal y del ajuste estructural. También se
debería disponer de un abanico más amplio de
recursos oficiales, dado que los actuales del FMI, el Fondo
Europeo de Estabilidad Financiera y la Unión Europea no
son suficientes para rescatar a España si Portugal
(según lo previsto) es salvada después de Grecia e
Irlanda.

Política monetaria

Una política monetaria mucho más
facilitada del BCE para impulsar el crecimiento en la periferia y
debilitar agresivamente el valor del euro. Es fundamental contar
con un euro mucho más débil para restaurar la
competitividad en la periferia de la zona euro.

Estímulo fiscal a corto
plazo

Un estímulo fiscal a corto plazo -en lugar de la
austeridad frontal fiscal que se ha escogido- por parte de
Alemania en forma de rebajas temporales de impuestos -no los
aumentos previstos- para aumentar la renta disponible, estimular
el consumo y, de ese modo, impulsar la demanda alemana de bienes
y servicios de la periferia.

Rescate de acreedores

Planes de rescatar a todos los acreedores no
garantizados de los bancos de la zona euro con problemas para
evitar que la socialización de las pérdidas
privadas suponga un mayor riesgo de partir el espinazo a unos
soberanos con mucha carga.

Reestructuración de la
deuda

Planes de contingencia para su uso coercitivo pero
ordenado y mecanismos de reestructuración de la deuda
soberana basados en el mercado (como las ofertas de cambio aptas
para el mercado) frente al mecanismo de resolución de
crisis soberana estatutaria en caso de que algunos soberanos
(contra todos los pronósticos y pese al máximo
esfuerzo fiscal) se vuelvan prácticamente insolventes y
necesiten una reestructuración o reducción de la
deuda pública.

Por desgracia, los dos grandes actores en la zona euro
que podrían contribuir a la recuperación del
crecimiento en la periferia -el BCE y Alemania- no están
siguiendo unas políticas coherentes con el acercamiento a
la luz al final del túnel (o la reanudación de un
crecimiento sostenido) en la periferia de la zona euro. La
política monetaria del BCE es demasiado restrictiva.
Alemania carga por delante su austeridad fiscal.

El abanico de recursos oficiales disponibles no es
suficiente (e improbable de aumentar dada la postura alemana) y
se usa demasiado tarde en lugar de con anticipación. Por
último, Alemania presiona para que haya mecanismos no
acordes con el mercado de rescate de los acreedores privados de
soberanos en problemas.

Por todo ello, la periferia de la zona
euro está abocada a un ajuste destructivo, deflacionario y
recesionario que exacerbará el riesgo de recesión y
conllevará una deflación de la deuda, impagos con
el tiempo y, posiblemente, la salida de la unión monetaria
de los miembros más débiles. Además, el
reciente rescate de Irlanda (después de Grecia) no ha
tranquilizado a los inversores. Todo lo contrario: el contagio se
ha extendido a Portugal y España e incluso ha llegado a
Italia, Bélgica y, posiblemente, Francia.

– La reforma que viene (Libertad Digital –
16/2/11)

(Por GEES)

El plan franco-alemán tiene mucho de bueno, pero
no se dedica al crecimiento ni a la competitividad, como lo
hacía la fracasada agenda de Lisboa propuesta por Aznar y
Blair hace diez años, ni tampoco a la inevitable
transformación del Estado del Bienestar

El rey está desnudo. Es decir, el
Estado del Bienestar es inviable.

La UE ha entrado en la hora de la verdad. Para finales
de marzo deberá haber logrado el acuerdo sobre la
propuesta germano-francesa llamada de competitividad, en realidad
un mensaje de que esta vez sí hay que cumplir el pacto de
estabilidad. A cambio, el mecanismo oficial de rescate que se
establecerá por reforma de los tratados contará con
500.000 millones de euros. En cuanto al mecanismo existente, de
momento se ha quedado sin incremento, con el sabio argumento de
que si hay estabilidad no hará falta más para
lograr la confianza del mercado.

Dice Standard & Poor's, hablando
sólo de pensiones, que en ausencia de reformas, la deuda
germana alcanzará en 2050 el 400% de su PIB, la francesa,
el 403%, la italiana el 245%, y la española el 544%.
Habrá que hacer algo.

Sin embargo la gran reforma que propone Alemania con el
respaldo de Francia, y lograrla sería ya un éxito
notable, pasa "sólo" por: fijar límites al
déficit anual en la Constitución, aplicar sanciones
a los incumplidores de los criterios de estabilidad llegando a la
supresión de los derechos de voto, desligar salarios de
inflación, elevar las edades de jubilación, y
equiparar la imposición sobre sociedades. Esto
último, por ejemplo, es más bien nocivo. Así
lo demuestra una investigación publicada por la OCDE
dedicado al impacto de los cambios en los tipos impositivos en 21
países en las últimas tres décadas. Resulta
que los impuestos sobre sociedades deberían reducirse para
incrementar la competitividad. No hacía falta tanto
estudio. Reagan lo explicaba muy bien: "Las empresas no pagan
impuestos; los pagan sus clientes".

El plan franco-alemán tiene mucho de bueno, pero
no se dedica al crecimiento ni a la competitividad, como lo
hacía la fracasada agenda de Lisboa propuesta por Aznar y
Blair hace diez años, ni tampoco a la inevitable
transformación del Estado del Bienestar.

Esta implicará dos tendencias, ya ensayadas en
parte de Europa. Una, la compatibilidad con sistemas privados. Y
otra, la financiación individual en lugar de la de
reparto; es decir la limitación de su carácter
redistributivo.

En cuanto al crecimiento, exigirá la
redefinición de las esperanzas de los europeos en sus
actividades laborales o de creación de empresas. En este
sentido la agenda de Lisboa decía que había que
observar el resto de la economía global. Antes de mirar
hacia China, convendría fijarse en la América de
hace unos años, aquella cuyo paro no era equiparable al de
Francia, o en los países europeos con desempleo bajo, que
premian a los emprendedores e incentivan el capital. Por
último, la política monetaria, últimamente
un mundillo revuelto por la decisión del esperado Axel
Weber de retirarse de la carrera por el BCE, debe seguir el
modelo propio de la "obsesión" alemana por controlar la
inflación, en detrimento de la "obsesión"
bernankista por la deflación, a la que nadie, en vida, ha
visto pasearse nunca por las calles.

El momento está maduro para hacer
los cambios estructurales imprescindibles. Esperar más es
locura. El plan franco alemán es un buen principio, pero
sólo es un principio. Más, por favor, y más
deprisa.

(GEES, Grupo de Estudios Estratégicos)

– El multiplicador del Estado (Libertad Digital –
24/2/11)

(Por Juan Ramón Rallo)

Asequible le debería resultar a Obama, pues,
llevarnos de regreso al Edén: bastaría con
endeudarse sin freno para aumentar el gasto y, en consecuencia,
disparar nuestros bienes y servicios hasta el
infinito.

Dice un economista de Goldman Sachs que la
reducción del gasto público de 60.000 millones
propuesta por los republicanos en el Congreso puede costarle a
Estados Unidos entre un 1,5% y un 2% del PIB. Estamos ante la
vulgarización del keynesianismo más ramplón;
ese keynesianismo que incluso llevó al propio Keynes al
final de su vida a, como ya hiciera también su mellizo
truhán Marx, negar que fuera keynesiano: el multiplicador
de la inversión. A saber, que merced a la economía
del cuento de la lechera, todo aumento del gasto público o
de la inversión se traducirá en un incremento
multiplicado del PIB.

No otra cosa puede llegar a deducirse del cálculo
del de Goldman: si el gasto público mengua en 60.000
millones, la producción nacional lo hará en casi
300.000 millones. O lo que es idéntico, por cada
dólar que crezca el gasto público, el PIB lo
hará en cinco. Asequible le debería resultar a
Obama, pues, llevarnos de regreso al Edén: bastaría
con endeudarse sin freno para aumentar el gasto y, en
consecuencia, disparar nuestros bienes y servicios hasta el
infinito.

Poco importa que las materias primas, ante el
recalentamiento insostenible de la demanda internacional,
estén encareciéndose día a día hasta
hacer desaparecer la rentabilidad de todos sus usuarios
submarginales. Al parecer, o bien no necesitamos ni de nuevos
petroleros, prospecciones o refinerías para obtener
más petróleo (o, en su defecto, tampoco necesitamos
de un cambio en las estructuras de consumo y producción
energética) o bien asumimos que toda esta
transición acaece de manera espontánea, sin
necesidad de que medien ni el tiempo ni una enorme cantidad de
recursos. Ya lo dijo Hayek, Keynes vivía en un mundo de la
superabundancia, donde todos los recursos necesarios no
sólo no eran escasos, sino que, sin motivo aparente,
estaban subempleados.

Aunque, para ser rigurosos, la argucia matemática
del multiplicador de la inversión no es de Keynes, sino de
Richard Kahn. Al menos el inglés, como buen demagogo
provocador, era consciente de la conveniencia de lanzar la piedra
y ocultar rápidamente la mano. Nada más puede
inferirse de estas líneas escritas por el propio Keynes en
la Teoría General y que dejan en agua de borrajas buena
parte de su obra: "Parece evidente que el multiplicador, aunque
exceda la unidad, no será, en circunstancias normales,
enormemente grande. Pues si así fuera, un pequeño
cambio en la inversión engendraría un cambio
acumulativo de grandes proporciones en el consumo, con los
únicos límites del pleno empleo y del pleno
desempleo".

Si una reducción de un dólar en el gasto
privado da lugar a una reducción de un dólar en el
PIB y un aumento de un dólar en el gasto público
-sufragado con una reducción de un dólar presente o
futuro en el gasto privado- da lugar, sólo, a un aumento
de un dólar en el PIB, debería ser evidente que, en
el mejor de los casos, el gasto público no estimula la
economía, sino que sólo redistribuye los patrones
de producción; esto es, el multiplicador del gasto
sólo sirve para multiplicar el tamaño del Estado.
Algo que dentro de la cosmología y del programa
ideológico keynesiano tenía su sentido, pero que en
el mundo real obviamente no lo tiene. No estaría de
más que los economistas de Goldman Sachs fueran
conscientes de ello, que luego no ven venir las depresiones
económicas y ha de venir papá Estado con un fajo de
billetes a rescatarlos.

(Juan Ramón Rallo es doctor en Economía y
profesor en la Universidad Rey Juan Carlos y en el centro de
estudios Isead)

– ¿Una cura para el fracaso fiscal? (Project
Syndicate – 1/4/11)

(Por Kenneth Rogoff)

Cambridge.- ¿Deberían más
países crear consejos consultivos fiscales independientes
para dar una mayor objetividad a los debates sobre el presupuesto
nacional? El estafador encarcelado Bernie Madoff resumió
recientemente muchas impresiones de los ciudadanos sobre la
política fiscal, al declarar que "el gobierno en sí
es un plan Ponzi".

Tal vez se tratara simplemente de una confusión
de los deseos con la realidad por parte de un hombre que
morirá en la cárcel después de que en 2008
se desplomara su plan piramidal sin precedentes de 50.000
millones de dólares. Personalmente, sospecho que el nada
envidiable puesto de Madoff en los libros que recogen las
plusmarcas estará asegurado durante una buena temporada.
Aun así, en vista de que muchos de los gobiernos del mundo
afrontan una combinación letal de deuda tradicional
insostenible, obligaciones en materia de pensiones de
jubilación sin precedentes y una reducción del
crecimiento, no podemos por menos de peguntarnos qué es el
plan fiscal.

En un nuevo artículo, "A Decade
of Debt" ("Un decenio de deuda"), Carmen M. Reinhart y yo
mostramos que la deuda general del Gobierno de los Estados
Unidos, incluidas la federal, la estatal y la local, ya ha
superado la plusmarca del 120 por ciento del PIB alcanzada al
final de la segunda guerra mundial.

Naturalmente, el Japón
está en una situación aún peor, pues su
deuda estatal suma más del 200 por ciento del PIB. Aunque
resulta compensada parcialmente por las reservas de divisas
extranjeras, el Japón afronta ahora unos gastos enormes
destinados a la labor de socorro por el desastre… además
de sus deprimentes tendencias demográficas. Los niveles de
deuda de muchos otros países ricos están
también alarmantemente cercanos a los máximos en
150 años, pese a la relativa paz reinante en gran parte
del mundo.No hay una salida fácil. De momento, los bajos
tipos de interés están limitando los costos del
servicio de la deuda, pero los niveles de ésta sólo
se pueden reducir muy gradualmente a lo largo de períodos
largos, mientras que los tipos de interés (ajustados en
función de la inflación) pueden aumentar mucho
más rápidamente, incluso en el caso de los
países ricos. Las crisis de deuda suelen surgir
inesperadamente y afectar a países cuyas trayectorias en
materia de deuda carecen de margen para el error o la adversidad
imprevista.

La consecuencia más inmediata y directa de
disponer de una política fiscal independiente sería
la de frenar el gasto produciendo un contrapunto a un crecimiento
del Estado y unos pronósticos de ingresos panglosianos. En
principio, un consejo consultivo independiente y respetado
podría también obligar a los gobiernos a reconocer
los costos ocultos de las garantías estatales y las deudas
no incluidas en los balances.

Ya es hora de examinar nuevos posibles planteamientos.
Naturalmente, ningún cambio por sí solo
eliminará la enorme propensión al gasto deficitario
en la mayoría de los sistemas políticos modernos ni
tampoco excluirá el riesgo de crisis de deuda e
inflación futuras. Muchos países necesitan reformas
drásticas para volver sus sistemas tributarios más
eficientes y sus programas de subsidios -incluidos sus planes de
pensiones- más realistas.

El reciente advenimiento de consejos consultivos
fiscales es un comienzo institucional prometedor. Varios
países, incluidos Dinamarca, los Países Bajos, los
Estados Unidos y Bélgica, tienen organismos de vigilancia
ya antiguos, como, por ejemplo, la Oficina Presupuestaria del
Congreso de los EEUU (OPC), pero, si bien esas antiguas
instituciones han resultado ser enormemente útiles, suelen
estar muy limitadas. La OPC, por ejemplo, tiene libertad para
publicar proyecciones fiscales a largo plazo basadas en sus
propios y mejores cálculos de crecimiento, pero se ve
obligada en gran medida a aceptar "remedios" futuros
inverosímiles con su valor nominal, lo que neutraliza en
cierto modo la posible eficacia de cualquier crítica de
las políticas con déficit.

Para reforzar la credibilidad, varios gobiernos
están avanzando cautelosamente hacia la creación de
consejos fiscales con mayor independencia, muchos de ellos con
una función inspirada en la de los bancos centrales.
Suecia, el Reino Unido, Eslovenia y el Canadá forman parte
de esa nueva vanguardia.

Las atribuciones del consejo fiscal de Suecia son
particularmente amplias, pues cuenta con el mandato no
sólo de pronosticar, sino también de examinar
más profundamente las motivaciones y las consecuencias de
la política gubernamental. En principio, un consejo fiscal
independiente podría haber prestado una ayuda inestimable
durante la crisis financiera. En los EEUU, semejante organismo
podría haber sopesado los costos y los beneficios de los
planes de rescate, tal vez contribuyendo a poner fin a la
parálisis del Congreso y a avezar a los contribuyentes
para que afrontaran un aumento del riesgo.

Sería excesivo abrigar la
esperanza de que esas nuevas instituciones fiscales lleguen a ser
tan importantes o poderosas como los bancos centrales, al menos
en un futuro más o menos inmediato. Hay mucho más
consenso sobre la política monetaria que sobre la
política fiscal y ésta es mucho más compleja
y multidimensional. Aun así, el principio general parece
un paso importante hacia la sensatez fiscal.

Naturalmente, los consejos fiscales por sí solos
no son suficientes, por bien concebidos que estén.
Seguirá siendo muy tentador para cada generación
decir: "Mis nietos serán dos o tres veces más ricos
que yo, conque, ¿a quién le importa que hayan de
pagar alguna deuda?" Además, el ciclo político crea
una propensión muy fuerte al déficit, pues los
dirigentes procuran adornar las impresiones de salud
económica y prosperidad aumentando los gastos visibles a
costa de deudas ocultas y una menor inversión a largo
plazo.

Para resistir esas poderosas presiones, los consejos
fiscales requerirán auditorías periódicas de
su labor por organismos internacionales, como, por ejemplo, el
Fondo Monetario Internacional, tanto para proteger su
independencia como para fomentar la rendición de
cuentas.

Desde luego, Bernie Madoff puede aún acabar
teniendo razón y el suyo no resultar ser el mayor plan
Ponzi de la Historia, pero una mayor transparencia y una
evaluación independiente y más sistemática
de las políticas gubernamentales podrían ser un
paso muy útil hacia la resolución del perpetuo
enigma de los déficits desmesurados. No cabe duda de que
se trata de una de las ideas más innovadoras y
prometedoras surgidas en un panorama normativo bastante
baldío.

(Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI, es profesor
de Economía y Política Pública en la
Universidad de Harvard. Copyright: Project Syndicate,
2011)

(Abril 2011) Europa obligada por los mercados a una
dieta rigurosa de adelgazamiento

"Portugal se convirtió en el último
país (luego de Grecia y la República de Irlanda),
en pedir un rescate económico a la Unión Europea
(UE). Pero no es la única nación inmersa en una
marea de duras medidas de austeridad, y algunos de ellos
enfrentan los cortes del sector público más
profundos en toda una generación
". Europa en
austeridad: quién corta, dónde y por qué
(BBCMundo – 7/4/11)

Todavía se siente la ola expansiva de la crisis
financiera de 2008, que paralizó el crédito
bancario y dejó gran parte de Europa tambaleándose
con enormes déficits presupuestarios y una abrumadora
deuda pública.

En la conflictiva zona del euro -compuesta por 17
países- Grecia y la República de Irlanda recibieron
grandes rescates el año pasado no solo por parte de la UE,
sino del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Portugal es el siguiente en la fila de los que piden
rescates, para mantener a flote sus números
rojos.

La ansiedad de los inversionistas acerca de las deudas
de estos países "periféricos" de la zona euro
disparó los tipos de interés de sus bonos
soberanos, por lo que cada vez les resulta más
difícil obtener préstamos en los mercados
internacionales.

Los 27 estados miembros de la UE pretenden reducir su
déficit presupuestario a un máximo del 3% del PIB
en el período 2014-15. Veamos qué medidas de
austeridad ha adoptado cada país.

Portugal

El endeudado Portugal se convertirá en el tercer
país de la eurozona en recibir un paquete de rescate de la
Unión Europea y el FMI después de que el primer
ministro, José Sócrates, admitiera que le
había pedido ayuda financiera a la UE tras resistirse a
hacerlo durante meses.

Portugal envió este miércoles a la
Comisión Europea una petición de ayuda
económica para superar la grave situación
financiera por la que atraviesa el país.

Sócrates renunció en marzo, frustrado por
la negativa de la oposición a aceptar un paquete de
austeridad. Se esperan elecciones anticipadas. Sigue siendo
primer ministro interino, mientras que los costos de
endeudamiento portugués suben a medida que los inversores
dudan de la capacidad del país para reducir sus deudas y
generar crecimiento.

Sócrates anunció medidas de austeridad
destinadas a reducir el déficit al 4,6% del PIB en
2011.

Los servicios públicos, incluidos los vuelos y la
recolección de basura, fueron paralizados por una huelga
general el 24 de noviembre en lo que fue la primera protesta
conjunta de los sindicatos principales en 22
años.

Entre otras medidas, los que más ganan en el
sector público, incluidos los políticos,
verán su sueldo reducido un 5% y el IVA aumentará
en un 1%.

República de Irlanda

En diciembre, el gobierno irlandés aceptó
un recate de la UE y el FMI por valor de US$ 119.000 millones.
Pero el nuevo gobierno de coalición quiere reducir la tasa
de interés sobre ese préstamo.

El Banco Central Europeo (BCE) realizó
préstamos a los bancos endeudados de Irlanda para
mantenerlos a flote. Unos US$ 50.000 millones del rescate se
destinaron a los bancos.

El déficit presupuestario de Irlanda se
elevó a 32% del producto interno bruto (PIB) en
2010.

El presupuesto más austero en la historia del
país, aprobado el año pasado, incluye un compromiso
para recortar el déficit por US$ 8.500 millones en
2011.

Para ello gasto público se ha reducido en US$
5.700 millones, se recortó el 5% del salario todos los
empleados públicos y se disminuyeron los fondos para el
bienestar social.

Reino Unido

El gobierno de coalición ha anunciado los mayores
recortes en el gasto del Estado desde la Segunda Guerra
Mundial.

Para ello, se deberá ahorrar alrededor de US$
135.000 millones en los próximos cuatro
años.

Se anunció la desaparición de 490.000
empleos en el sector público y los expertos predicen un
número similar de puestos de trabajo en el sector privado.
El déficit presupuestario es del 10% del PIB y el
desempleo está en su nivel más alto desde
1994.

Las medidas han desatado la ira de los
británicos: más de 250.000 personas se manifestaron
en Londres el 26 de marzo en lo que fue la mayor protesta en la
ciudad desde la guerra de Irak en 2003.

Grecia

El gobierno griego se comprometió a poner fin a
sus problemas económicos al hacer recortes
drásticos del gasto y aumentar los ingresos fiscales a
cambio de unos US$ 157.000 millones de rescate de la UE y el
FMI.

La operación de rescate fue acordada el pasado
mes de mayo, luego de que el déficit presupuestario de
Grecia resultara ser mucho más alto de lo que se
había informado inicialmente.

Grecia ha recibido varias cuotas de ese dinero, y los
prestamistas consideran que Grecia ha realizado grandes
progresos. El objetivo es recortar el déficit
presupuestario en un 13,6% del PIB.

Las medidas han provocado duras huelgas del sector
público e incidentes violentos en las calles de
Atenas.

España

El gobierno español ha aprobado un presupuesto de
austeridad para el 2011 que incluye un aumento de impuestos para
los ricos y un recorte del 8% del gasto
público.

Madrid se ha comprometido a reducir su déficit
del 6% del PIB en 2011 al 11,1%.

Los trabajadores del gobierno han tenido su
reducción salarial de un 5% y los sueldos se
congelarán en 2011. La edad de jubilación se
elevó a 67 años.

El impuesto sobre el tabaco aumentó un 28% y el
gobierno planea vender el 30% de la lotería nacional
española y una participación minoritaria en la
autoridad aeroportuaria del país.

Un aumento del impuesto de 1% se aplicará a los
ingresos personales por encima de 120.000 euros anuales (US$
170.000).

Los ahorros incluyen poner fin a un pago en efectivo de
US$ 3.500 para las nuevas madres conocido como "cheque
bebé".

Madrid también dejará de pagar un subsidio
mensual de US$ 600 a los desempleados de larga data.

El desempleo se ha duplicado -hasta llegar a alrededor
del 20% – desde 2007, una cifra récord.

Otros

Francia ha anunciado planes para recortar el gasto de
US$ 64.000 durante los próximos tres años para
alcanzar la meta de déficit presupuestario.

En los Países Bajos, la coalición de
centroderecha dijo que quería recortar el presupuesto en
US$ 25.000 en 2015.

Rumania, Italia y Alemania también anunciaron
paquetes de austeridad.

(Abril 2011) Washington se pone a dieta y quiere cortar
por todos lados (Yes you can)

"Barack Obama atesora la lucidez necesaria para
disociar las finanzas de la política. El presidente de
Estados Unidos ofreció una pincelada de su clarividencia
durante la semana pasada, cuando denunció "la
introducción de la ideología en el debate
presupuestario" como respuesta a la obstinación de los
republicanos en que, de acuerdo a la ley, no se destinaran fondos
públicos a la financiación de abortos"…

Obama empuña la tijera ideológica para recortar
cuatro billones de deuda (Gaceta.es – 14/4/11)

Esta incómoda cuestión, que a punto estuvo
de cerrar la Administración por falta de recursos, fue
finalmente resuelta con promesas legislativas y elegantemente
ignorada durante el desglose del plan de ahorro realizado ayer
por el propio Obama. "Este debate va más allá de
los presupuestos: trata del país que queremos tener en el
futuro", comenzó, como preludio a sus neutrales
propuestas.

La comparecencia del mandatario se escenificó
entre brumosas previsiones de crecimiento de la deuda
norteamericana, que alcanzará los 1,5 billones de
dólares (1,03 billones de euros) durante el ejercicio
fiscal 2011. El presidente, no obstante, ofreció el 13/4 a
la nación una solución infalible: "Hay que subir
los impuestos a los ricos". La propuesta fue inmediatamente
rechazada por los representantes conservadores, que devolvieron
la acusación de "jugar a la política" a Obama y que
anunciaron que "un incremento de las tasas será rechazado
sistemáticamente porque esto es algo serio", en palabras
del presidente del Congreso, John Boehner.

Asimismo, el líder de la asociación
Americanos por la Reforma Fiscal, Norbert Grover Norquist,
calificó el anuncio de "truco político de dirigente
que no tiene capacidad para reducir su propio gasto". Entretanto,
la oposición ha presentado un plan que ahorraría
seis billones (4,1) de dólares en 10 años, mientras
que la Casa Blanca propone reducir cuatro billones (2,8) en 12.
"Es injusto que los ricos paguen cada vez menos y que a los
trabajadores les cuesten más los servicios sanitarios",
critican.

Entre los dispendios focalizados por los conservadores
destaca la subvención a la corporación Planned
Parenthood, calificada como "la mayor red abortista del mundo"
por el congresista republicano Chris Smith. Esta multinacional,
que según la congresista del Tea Party Michelle Bachmann
"destina el 95% de sus recursos a la práctica de abortos",
continuará recibiendo entre 300 (207) y 1.000 (690)
millones de dólares públicos anuales, pese a que el
Título X de la Ley de Reproducción prohíbe
expresamente el empleo de estos fondos para interrupciones del
embarazo. Esta legislación, considerada "anticuada e
insuficientemente explicativa" por el Partido Republicano,
será reformada en un futuro próximo, como parte del
acuerdo presupuestario alcanzado el pasado viernes.

También se someterán a debate y
votación en el Senado la revocación de la Reforma
Sanitaria implementada por Obama y las subvenciones a Planned
Parenthood, principal defensora de la misma. No conviene obviar
que este convenio es meramente propagandístico, pues los
progresistas son mayoría en la Cámara
alta.

Pese a su tenaz negativa a dejar de patrocinar a Planned
Parenthood, aderezada por su intención de "recortar los
gastos médicos excesivos", Obama incidió ayer en
"la necesidad de compartir responsabilidades" para reducir el
déficit. Aparte de su alegato contra los Incentivos de la
era Bush, que propugnan una fiscalidad moderada para el 2%
más rico de la población, el presidente expuso una
serie de medidas enfocadas a los presupuestos de 2012, año
electoral.

Mantener reducido el gasto público interno,
recortar ambiciosamente el presupuesto de Defensa y reformar el
sistema fiscal fueron los pilares de su alocución.
"Debemos vivir según nuestros medios sin imponer cargas a
la clase media", "no dejaremos a los jubilados a merced de la
industria aseguradora" y "América es hoy un país
mejor por los programas sociales" fueron sus conclusiones, en un
epílogo netamente económico y nulamente
ideológico.

La búsqueda de recortes ha llegado a esto:
incluso los subsidios agrícolas -miles de millones de
dólares en gastos que ambos partidos apoyaron durante
años- están en juego.

Con el auge de la economía agropecuaria y
Washington a dieta, un programa de la década de 1990 que
entrega cheques a los agricultores podría ser recortado e
eliminado el próximo año cuando el Congreso trate
un nuevo proyecto de ley agropecuaria quinquenal.

Washington busca hacer ahorros por todos lados, incluso
programas en otros tiempos considerados sacrosantos, entre ellos
agropecuarios y del gasto en defensa. El borrador de presupuesto
de 2012 del presidente de la Comisión de Presupuesto de la
Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, pone
en la mira los subsidios agrícolas. Busca recortar
US$30.000 millones durante una década -a partir de la
aprobación de un nuevo proyecto de ley agropecuaria en
2012- del total de US$150.000 millones en subsidios
agrícolas previstos.

– "Estados Unidos carece de un plan creíble para
reducir el déficit" (El País –
21/4/11)

(Por Alain Faujas – París) Lectura
recomendada

Olivier Blanchard, economista jefe del
Fondo Monetario Internacional (FMI), pasa revista a los grandes
temas de actualidad, como la situación de las finanzas
públicas estadounidenses, después de que el lunes
18 de abril Standard & Poor's pusiera bajo perspectiva
"negativa" la deuda a largo plazo de Estados Unidos.

Pregunta. ¿Estados Unidos se encuentra en la
senda del saneamiento presupuestario?

Respuesta. Existen razones para estar preocupados.
Estados Unidos carece de un plan creíble, a medio plazo,
para reducir sus déficits presupuestarios, y el debate
entre los dos partidos que concluyó el 8 de abril con un
plan de ahorro de 27.000 millones de euros era insuficiente, ya
que la brecha ideológica entre los demócratas y los
republicanos sobre la manera de abordar el problema es enorme.
Este les parece menos urgente de tratar porque Estados Unidos no
tiene ninguna dificultad en colocar bonos del Tesoro, que
financian sus déficits. El discurso del presidente Barack
Obama, pronunciado el 13 de abril, va en la dirección
correcta, pero todavía no se han tomado decisiones
concretas.

P. Parece que Europa es el enfermo del planeta.
¿Cree que el crecimiento tardará mucho en
regresar?

R. Los países europeos de la periferia no se
salvarán solo con sacrificios presupuestarios. Colocados
en la imposibilidad de devaluar debido a la existencia de una
moneda común, el euro, deben mejorar considerablemente su
productividad, o bajar sus salarios, o ambas cosas. Eso supone
unas reformas estructurales, especialmente de su mercado laboral.
Hay que acabar con el dualismo entre los contratos indefinidos y
los temporales. Eso también supone reformas en el mercado
de bienes; muchos de los sectores protegidos tienen una
productividad escasa. En Portugal, por ejemplo, el sector
inmobiliario es muy ineficiente debido a la ausencia de
economías de escala, ya que la abundancia de normativas
impide que se construya un parque homogéneo. Esas reformas
tardarán tiempo en surtir efecto y, antes de que veamos
los resultados, estos países tendrán dificultades
para volver a pedir préstamos en los mercados. En
cualquier caso, esos países, como el resto de Europa, que
se arrastra con un 1,5% de crecimiento y que está obligada
a realizar ajustes dolorosos, tienen que comprender que, a la
larga, deben proseguir sus esfuerzos.

P. ¿Cómo han elaborado la nueva "caja de
herramientas"?

R. Hemos partido de dos ideas sencillas. La primera es
que la política macroeconómica debe tener en cuenta
varios objetivos: la inflación, el desempleo y el riesgo
financiero sistémico. La segunda es que el ámbito
de los posibles instrumentos es mucho más amplio de lo que
lo suponíamos antes de la crisis y va desde las
herramientas tradicionales como los tipos de interés hasta
unos instrumentos de política presupuestaria y las medidas
que llamamos macroprudenciales, como los ratios cíclicos
de capital o los límites sobre la relación de la
deuda con respecto a los ingresos.

P. ¿El G-20 no les ha confiado también la
misión de aconsejar a los grandes países unas
políticas beneficiosas para todos?

R. Efectivamente, hemos visto qué
combinación de medidas tomadas en los distintos
países podrían reducir los desequilibrios y
aumentar el crecimiento. En concreto, hemos estudiado los efectos
de una disminución de la tasa de ahorro de los chinos, de
una consolidación del presupuesto estadounidense y de las
medidas conducentes a un aumento de la productividad europea.
Hemos mostrado cómo se pueden complementar esas medidas.
Por ejemplo, si lo único que pasa es que Estados Unidos
reduce su déficit presupuestario, el crecimiento
estadounidense sufrirá, al menos a corto plazo. Pero si
las exportaciones estadounidenses aumentan paralelamente (lo cual
sería el caso si China y otros países emergentes
redujeran el superávit de su balanza), eso podría
respaldar el crecimiento y permitir a Estados Unidos reducir
más fácilmente su déficit.

(© Le Monde)

– Roubini: "Standard & Poor's insta a Estados Unidos
a hacer lo correcto" (El Economista – 24/4/11) Lectura
recomendada

La decisión de S&P de rebajar su
pronóstico a la deuda estatal estadounidense de estable a
negativa -una primicia histórica- ha hecho que se
desplomen los mercados. El 18 de abril, el DowJones industrial y
el S&P 500 registraron las mayores caídas de una
jornada en casi un mes (aunque a los bonos estadounidenses y al
dólar les fue bien).

La rebaja histórica del
pronóstico refuerza lo que decimos desde 2010: que EEUU se
encuentra en una trayectoria fiscal insostenible de la que no
podrá salir sin consenso político. La pregunta es
si el paralizado sistema político estadounidense
podrá responder a tiempo y evitar una revuelta en el
mercado de bonos.

El aumento de la deuda pública tras una crisis
financiera es uno de los principales mecanismos de apoyo a la
recuperación a corto plazo. Suele producirse a
través de la relajación del consumo keynesiano y la
generación de ingresos mediante la redistribución
estatal de los recursos entre sectores, financiada con
créditos contra ingresos futuros y crecimiento. Aunque la
otra cara de la mejoría a corto plazo puede traducirse en
un menor potencial post-recuperación y un menor
crecimiento real. La mayor deuda pública presagia una
subida futura de los impuestos sobre el patrimonio o las rentas,
lo que a su vez pesa sobre el crecimiento y, por ende, en el
balance fiscal.

Dado que la burbuja de activos apalancados pre-crisis
provocó unos ingresos públicos, beneficios
empresariales, rentas de los hogares, riqueza y gasto por encima
del equilibrio, es lógico esperar una reducción
general de la riqueza neta, con aumento de la deuda
pública neta incluido. La capacidad de los mercados
financieros y el Estado para tolerar y gestionar una carga de la
deuda en aumento o imponer ajustes fiscales o estructurales para
reducirla, decidirá si los mercados compran el pasivo
fiscal o lo venden en masa.

No es nada fácil organizar una revuelta del
mercado de bonos en EEUU. No hay en todo el mundo destino
más seguro para los activos que Washington, que tiene el
tercer sistema de Gobierno más antiguo del mundo, pese a
ser un país joven. Casi ninguna estructura estatal "y de
derechos de propiedad" ha sobrevivido a las guerras mundiales y
locales, depresiones económicas y crisis fiscales y
financieras sin grandes trastornos y redistribuciones arbitrarias
de la riqueza mediante la inflación o las expropiaciones
más directas. La ola de rechazo instintivo del riesgo
podría pasar cuando la gente empiece a darse cuenta de que
la nueva calificación no va a cambiar mucho (o nada) las
cosas e incluso puede que mejore la dinámica de la deuda,
recortando los rendimientos de los bonos si persiste la ausencia
de riesgo.

Al contrario que otros países
deudores, Estados Unidos se beneficia de la aversión al
riesgo, incluso la doméstica, gracias a un dólar
fuerte y unos rendimientos más bajos de los bonos, de
manera que los efectos en el mercado seguramente sean
transitorios.

Washington presenta los problemas fiscales más
manejables de cualquier gran economía avanzada porque los
ingresos federales, estatales y locales, en porcentaje del PIB,
son muy bajos por motivos cíclicos y de otra
índole. Por ello, el equilibrio fiscal puede restaurarse
mediante ajustes fiscales sin mucha dificultad económica a
corto plazo. A largo plazo, hará falta una reforma fiscal
estructural debido al aumento de los compromisos de la Seguridad
Social.

En EEUU, la sostenibilidad de la deuda
es una función con restricciones políticas. El
centro político se ha fracturado a resultas de la crisis
financiera y para arreglarlo va a ser necesario un consenso sobre
el tamaño deseado del Estado. ¿Debe el Gobierno
asumir los bajos niveles de responsabilidad de sus antecesores
libertarios de los siglos XVIII y XIX o compartir las visiones de
la América del New Deal o de la Gran Sociedad?

La actual falta de consenso en Washington sobre el
balance correcto entre las responsabilidades públicas y
privadas sugiere que no va a tomarse ninguna medida real para
abordar los problemas estructurales del presupuesto hasta, como
mínimo, después de las elecciones presidenciales de
2013. Por otro lado, actualmente existen cuatro planes posibles
de fomento del debate en el Congreso que podrían reducir
el déficit en 4 o 5 billones de dólares durante la
próxima década: la propuesta bipartidista original
Simpson-Bowles, el plan Ryan republicano, la nueva propuesta de
Barack Obama y la inminente proposición de la Banda de los
Seis, que podría tener el mayor atractivo bipartidista.
Aunque no se avance formalmente hasta 2013, ya en 2011 o 2012
podría llegarse al acuerdo de que algo se hará
antes.

– …y Keynes resucitó y habitó de
nuevo entre nosotros (por poco tiempo, Deo Gratias) por Juan de
Mercado (Fedea – 16/7/11) Lectura recomendada

(Por Samuel Bentolila)

Durante las primeras fases de la crisis muchos
Gobiernos, en respuesta a la intensa caída de la actividad
económica que se produjo a finales de 2008 y durante la
primera mitad de 2009, pusieron en marcha programas de
estímulo fiscal con aumentos significativos del gasto
público. En España, estos programas fueron
especialmente cuantiosos y aumentaron el gasto público en
casi 3,5 puntos porcentuales del PIB.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
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