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Economías Fallidas (página 3)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

La búsqueda demencial de
ganancias corporativas nos está amenazando a todos. Sin
duda, deberíamos respaldar el crecimiento económico
y el desarrollo, pero sólo en un contexto más
amplio que promueva la sustentabilidad ambiental y los valores de
la compasión y la honestidad que se necesitan para generar
confianza social. La búsqueda de la felicidad no
debería estar confinada al bello reino montañoso de
Bután.

(Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y
director del Earth Institute en la Universidad de Columbia.
También es asesor especial del secretario general de las
Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Copyright: Project Syndicate, 2011)

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¿Políticas económicas
globales? (Poco piú animato)

– Cinco pasos adelante en 2011 (Project Syndicate –
14/1/11)

(Por Michael Spence) Lectura recomendada

Milán.- Lo peor de la crisis financiera y
económica parece haber terminado. Los mercados de activos
tuvieron un desempeño razonablemente bueno en 2010. En los
Estados Unidos y algunas partes de Europa el crecimiento
reinició. El desapalancamiento del sector privado
continuó, pero tuvo como contrapeso niveles crecientes de
deuda y déficits en el sector público.
Además, el crecimiento de los mercados emergentes
regresó a los niveles previos a la crisis y parece ser
sostenible, apoyado por políticas heterodoxas
diseñadas para "esterilizar" las entradas masivas de
capital.

Sin embargo, el crecimiento alto
sostenido en los mercados emergentes depende de evitar una
segunda gran desaceleración en las economías
avanzadas, que siguen absorbiendo una parte significativa (aunque
en declive) de sus exportaciones. El crecimiento lento es
manejable, pero el crecimiento negativo no lo es.

Por consiguiente, para las economías emergentes
el riesgo de que empeore la situación de las
economías avanzadas y los efectos de cascada de sus
políticas de recuperación son temas principales de
inquietud. En varios países desarrollados, incluidos los
Estados Unidos, las perspectivas de crecimiento y empleo empiezan
a divergir ampliamente poniendo en riesgo la cohesión
social y la apertura económica.

La situación es en gran parte el resultado de la
predecible dinámica posterior a la crisis económica
debido a que las empresas y los hogares en los países
avanzados reparar sus hojas de balance. Sin embargo,
también reflejan decisiones de política no
cooperativa. En efecto, los intentos para coordinar la
política económica en todo el G-20, que representa
el 85% del PIB global, se quedó muy por debajo de lo que
se esperaba en 2010.

Entonces, ¿cómo sería un conjunto
coordinado de políticas económicas
globales?

Primero, incluiría planes
convincentes en Europa y en los Estados Unidos para restablecer
el equilibrio fiscal. En Europa, ello significa ponerse de
acuerdo para el reparto de cargas con el fin de recapitalizar los
países cuyos déficits y deuda han interrumpido el
acceso a los mercados o han conducido a que los costos de
crédito sean prohibitivamente elevados. La
reestructuración daña al euro, y la
consolidación fiscal en los países en dificultades
si bien es necesaria, probablemente no es suficiente. Como
resultado, los países más fuertes de Europa, en
particular Alemania, cargan con el pasivo restante. Parece
inevitable una mayor centralización fiscal y
unificación política, pero puede llevar tiempo
llegar a esa meta.

En los Estados Unidos el desafío principal es
restablecer el equilibrio fiscal sin dañar la
recuperación y crecimiento futuros. Corregir el
desequilibrio es complicado debido a que la derecha teme que la
izquierda utilice el estímulo fiscal para hacer un
gobierno permanentemente más grande, un camino que la
derecha (y aparentemente el público en general) no
está dispuesta a seguir.

El segundo tema de la agenda es
abandonar la facilitación cuantitativa en los Estados
Unidos, que está sometiendo a las economías
emergentes a una avalancha de capitales, precios crecientes de
los productos básicos, inflación y burbujas de
activos. La intervención puede ser necesaria en sectores
frágiles de la economía estadounidense, como la
vivienda, donde el desempeño inconstante podría
producir otra crisis. Sin embargo, dicha intervención
puede y debe ser mucho más precisa que la segunda ronda de
facilitación cuantitativa (QE2 por sus siglas en
inglés). La renuencia de los Estados Unidos para abordar
áreas de bajo desempeño o frágiles crea
externamente la impresión de que el verdadero objetivo de
la QE2 es debilitar el dólar.

Más allá de eso, no es claro cómo
la QE2 producirá un elevado crecimiento. Sus partidarios
sostienen que es el principal mecanismo de política que
queda, y que funcionará aumentando el crédito o
disminuyendo la tasa de descuento, lo que incrementará los
precios de los activos y por ende el consumo mediante los efectos
sobre las hojas de balance. Sin embargo, ¿realmente
queremos ver a los Estados Unidos totalmente endeudados otra vez?
Probablemente no.

En lo que se refiere a las hojas de balance, aunque una
disminución temporal de las tasas de interés de
largo plazo empujara a la alza el valor de los activos, es
improbable que las familias con una carga de deuda y con
perspectivas inciertas de empleo se apresuren a consumir.
Después de todo, el efecto riqueza funciona solamente
cuando las personas piensan que ésta es
permanente.

Tercero, las economías avanzadas
y emergentes que tienen superávits crónicos deben
deshacerse de ellos. Las políticas que eran necesarias
para tal fin varían de país en país y
requieren de cambios estructurales.

En lo que se refiere a China, una parte esencial de su
doceavo plan quinquenal para orientar el ingreso a los hogares,
donde la tasa de ahorros es alta, pero todavía inferior a
la tasa corporativa. La economía entonces puede utilizar
los ahorros de los hogares (con una intermediación
financiera adecuada) para financiar la inversión
gubernamental y corporativa, en lugar del gobierno de los Estados
Unidos. Ese cambio estructural, en combinación con el
fortalecimiento efectivo del tipo de cambio real del renminbi
respecto del dólar, debido a la inflación y a
salarios que aumentan rápidamente en los sectores de la
exportación, ofrece la esperanza de que el
superávit de China caerá.

El cuarto tema tiene que ver con el
hecho de que la economía global estará en
desequilibrio mientras que los Estados Unidos tengan
déficits amplios en la cuenta corriente. Dado el reajuste
posterior a la crisis del consumo y el ahorro internos, la
demanda agregada de los Estados Unidos seguirá deprimida.
A largo plazo, una mayor demanda externa y un aumento del
potencial de exportación tendrán que cubrir el
faltante.

El sector comercializable de los Estados Unidos
está creciendo. Sus principales subsectores -los servicios
con un alto valor agregado (por persona empleada)- son altamente
competitivos y están en crecimiento. Sin embargo, no son
suficientes para cubrir el faltante. Las importaciones
podrían caer, como lo hicieron durante la crisis, pero eso
fue debido a que la demanda disminuyó, no por un cambio de
la demanda a favor de los productores nacionales.

El sector comercializable representa solamente el 30% de
la economía estadounidense (por valor agregado), y el
crecimiento del empleo en ese sector es insignificante. Si el
crecimiento del empleo en el sector no comercializable -dominado
por el gobierno y el servicio de salud– se tambalea, el sector
comercializable tendrá que compensar. El problema es que
no puede, incluso con una moneda que se deprecia. Para que las
exportaciones aumenten sustancialmente, el alcance del sector
comercializable debe ampliarse.

Quinto y último, la mayor parte
de los tenedores de reservas deben ponerse de acuerdo para
movilizarlas con el objetivo de mantener la estabilidad
financiera y prevenir movimientos excesivamente volátiles
del tipo de cambio y de los capitales. Ante los brotes
periódicos de contagio en la eurozona y la incertidumbre
residual sobre el compromiso de los Estados Unidos con un
dólar fuerte y la disciplina fiscal, los principales
tenedores de reservas en Asia y en el Golfo necesitan convertirse
en un contrapeso estabilizador.

No es fácil ninguna de estas
medidas. Llevarán tiempo. Sin embargo, en conjunto,
ayudarían a reducir la incertidumbre y restablecer el
patrón de estabilidad y de crecimiento incluyente de la
economía global, impulsando así su apertura
continua. Al evitar un segundo o tercer mejor resultado y errores
de política, la coordinación internacional de la
política económica, aunque difícil, tiene un
papel esencial que desempeñar.

(Michael Spence es profesor de Economía de la
Stern School of Business de la Universidad de Nueva York e
investigador de la Hoover Institution de la Universidad de
Stanford. Copyright: Project Syndicate, 2011)

La globalización sigue su marcha (Project
Syndicate – 25/1/11)

(Por Jagdish Bhagwati) Lectura recomendada

Londres.- En un reciente simposio en el Financial Times
sobre las perspectivas de la globalización en 2011, el
columnista Gideon Rachman observó que "cuando Barack Obama
visitó recientemente la India, el presidente
estadounidense advirtió a sus anfitriones que el debate
sobre la globalización se reabrió en Occidente" y
"se está formando… y creciendo en las
economías avanzadas… una reacción
negativa".

Pero el alarmismo de Rachman es infundado. El miedo a la
globalización en Occidente no es nada nuevo. Intelectuales
articulados y grupos como sindicatos y organizaciones ambientales
en las economías avanzadas han manifestado temores y
sentimientos anti-globalización durante por lo menos un
cuarto de siglo.

El miedo a la globalización, sin embargo,
comenzó históricamente en el Este, no en Occidente.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Occidente
desmanteló las barreras comerciales y de flujos de
inversión, y trabajó para eliminar los controles de
cambio y avanzar hacia la convertibilidad monetaria. Lo que a
veces se llamó el orden económico internacional
liberal era el orden del día, y también fue
abrazado por la opinión pública.

Por el contrario, el Este normalmente abrazó la
visión temerosa de que, como señaló el
sociólogo chileno Oswaldo Sunkel, la integración a
la economía internacional llevaría a la
desintegración de la economía nacional. Muchos
intelectuales compartían esta oscura visión
anti-globalización, y los encargados de las
políticas en gran parte del Este no estaban muy
lejos.

De hecho, Occidente aceptó la visión de
que la globalización (al igual que el comercio)
resultaría en un beneficio mutuo, abrazando lo que yo
llamé en 1997 la noción de "negligencia benigna".
En el caso de la inversión extranjera y los flujos de
ayuda, Occidente fue más allá y consideró
que estaban motivados por el altruismo, o la "intención
benigna", mientras que el Este consideraba que, en un mundo de
naciones pobres y ricas, la globalización implicaba un
"impacto maligno". En algunos análisis, el impacto maligno
se convirtió en una "intención maligna" más
siniestra. En consecuencia, la ayuda externa era considerada como
un plan para atrapar a las naciones pobres en un abrazo
neocolonial.

Lo que sucedió después fue lo que yo
llamé una "reversión irónica". A medida que
los beneficios de la globalización se volvieron evidentes,
y también se hizo evidente el daño causado por las
políticas autárquicas, los responsables de las
políticas en el Este empezaron a apreciar que su postura
anti-globalización había sido un error.

Sin embargo, luego el miedo a la globalización se
trasladó a Occidente. El Este había temido no poder
ganar con el comercio con Occidente, que tenía
infraestructura y capital humano superiores; ahora, Occidente
temía salir perdiendo con el comercio con el Este, que
tenía mano de obra abundante y barata. El estancamiento de
larga data en los salarios de los trabajadores no calificados se
atribuía a importaciones de bajos costos que requieren
mucha mano de obra, ignorando el corolario de que el consumo por
parte de los trabajadores occidentales de productos
asiáticos que requieren mucha mano de obra compensaba el
efecto en los salarios reales.

Para tomar otro ejemplo, al Este le preocupaba una "fuga
de cerebros" de profesionales hacia Occidente, donde las
oportunidades parecían más abundantes. Hoy,
Occidente es testigo de una oposición
anti-globalización de parte de miembros de grupos
profesionales, que temen la pérdida de sus empleos a manos
de pares extranjeros.

Rudyard Kipling escribió, de manera estupenda, en
"La balada del este y del oeste": "Oh, el Este es el Este, y el
Oeste es el Oeste, y nunca los dos se encontrarán". Dada
la irónica reversión de los miedos a la
globalización, Kipling sigue teniendo razón: la
convergencia siguió eludiendo al Este y al
Oeste.

La crisis actual no creó el debate sobre la
globalización que hoy se oye en Occidente; sólo
hizo que se volviera ligeramente más evidente. Sin
embargo, la crisis puede estar inclinando los resultados de las
políticas occidentales a favor de la globalización.
Por ejemplo, en materia de comercio, hubo un notable compromiso
con los esfuerzos –en gran medida exitosos- para evitar una
reincidencia significativa en el proteccionismo. Es más,
los líderes del G-20 siguieron manifestando la necesidad
de concluir la Ronda de Doha de negociaciones multilaterales
sobre liberalización comercial.

También existen iniciativas como la
designación por parte de los gobiernos de Gran
Bretaña, Alemania, Indonesia y Turquía de un Grupo
de Expertos de Alto Nivel, presidido por Peter Sutherland, ex
director general del Acuerdo General de Aranceles y Comercio
(GATT, por su sigla en inglés) y de la OMC, y por
mí. Los cuatro gobiernos presentarán un informe en
el Foro Económico Mundial de Davos de este año
sobre cómo concluir Doha en 2011.

En otras palabras, todavía se podría
demostrar que Kipling estaba equivocado. Una reversión en
Occidente es posible, quizás hasta probable. De modo que
la crisis actual puede, accidentalmente, establecer un consenso
pro-globalización que abarque al Este y al
Oeste.

(Jagdish Bhagwati, profesor de Economía y Derecho
en la Universidad de Columbia y miembro sénior en
Economía Internacional en el Consejo sobre Relaciones
Exteriores, es autor de In Defense of Globalization (En defensa
de la globalización). Copyright: Project Syndicate,
2011)

Alimentos para todos (Project Syndicate –
28/1/11)

(Por Olivier De Schutter) Lectura recomendada

Bruselas ¿Qué debe hacer el G-20 para
prepararnos con miras a afrontar crisis alimentarias, ahora y en
el futuro? El Presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick,
enumeró recientemente nueve medidas que el G-20
debería adoptar durante su actual presidencia francesa.
Comprenden desde la mejora de la información sobre las
existencias de cereales y la preparación de nuevos
métodos de pronóstico meteorológico hasta el
fortalecimiento de las redes de seguridad social para los pobres,
pasando por la ayuda a los pequeños agricultores a fin de
que aprovechen las licitaciones de compradores humanitarios,
como, por ejemplo, el Programa Mundial de Alimentos.

Si bien son dignas de beneplácito, dichas medidas
abordan sólo los síntomas de las deficiencias del
sistema alimentario mundial, sin tocar las causas profundas.
Podrían mitigar las consecuencias de las subidas
máximas de los precios, pero son insuficientes para evitar
la reaparición de las crisis, cosa que se puede lograr, si
el G-20 actúa en relación con ocho
prioridades.

En primer lugar, el G-20 debe apoyar la capacidad de los
países para alimentarse. Desde comienzo del decenio de
1990, el gasto alimentario de muchos países pobres ha
aumentado cinco o seis veces, no sólo por el crecimiento
demográfico, sino también por haberse centrado en
la agricultura destinada a la exportación. Una falta de
inversión en la agricultura que alimenta a las comunidades
locales vuelve a dichos países vulnerables ante las crisis
internacionales de precios, además de a la inestabilidad
de los tipos de cambio.

Mozambique, por ejemplo, importa el 60 por ciento de su
consumo de trigo y Egipto importa el 50 por ciento de sus
suministros alimentarios. Los aumentos de precios afectan
directamente a la capacidad de esos países para
alimentarse con un costo aceptable. Se debe detener esa tendencia
permitiendo a los países en desarrollo apoyar a sus
agricultores y, en los casos en que la oferta nacional sea
suficiente, protegerlos de la competencia desleal de productores
extranjeros.

En segundo lugar, se deben crear reservas de alimentos,
no sólo para suministros humanitarios en zonas propensas a
los desastres y con deficientes infraestructuras, como propone
Zoellick, sino también como medio de apoyar unos ingresos
estables para los productores agrarios y garantizar alimentos
asequibles para los pobres. Si se gestionan las reservas de
alimentos de forma transparente y participativa y si los
países combinan a escala regional sus medidas al respecto,
pueden ser una forma eficaz de aumentar la capacidad de los
mercados de vendedores y contrarrestar la especulación por
parte de los comerciantes, con lo que se limitará la
inestabilidad de los precios.

En tercer lugar, se debe limitar también la
especulación financiera. Si bien la especulación
con derivados de productos alimentarios esenciales no es una
causa de inestabilidad de los precios, la empeora en gran medida.
Dicha especulación fue posible gracias a la
desreglamentación en gran escala de los mercados de
derivados de productos básicos que comenzó en 2000
y que ahora se debe detener. Las economías mayores deben
velar por que dichos derivados queden limitados en la medida de
lo posible a inversores competentes y expertos, que basen sus
actividades comerciales en las perspectivas relativas a los
fundamentos de los mercados y no principal o exclusivamente en la
obtención de beneficios especulativos a corto
plazo.

En cuarto lugar, muchos países en desarrollo con
ingresos escasos temen que, una vez creadas, las redes de
seguridad social lleguen a ser fiscalmente insostenibles por
culpa de una pérdida repentina de ingresos por
exportación, malas cosechas o pronunciados aumentos de los
precios de los alimentos importados. La comunidad internacional
puede contribuir a superar esa renuencia creando un mecanismo
mundial de reaseguros. Si el pago de las primas corriera a cargo
a partes iguales del país que desee asegurarse y de las
contribuciones de los donantes, los países tendrían
un incentivo poderoso para aplicar programas sólidos de
protección social.

En quinto lugar, las organizaciones de agricultores
necesitan apoyo. Una razón principal por la que la
mayoría de los hambrientos figuran entre quienes dependen
de la agricultura en pequeña escala es la de que no
están suficientemente organizados. Constituyendo
cooperativas, pueden ascender por la cadena del valor y pasar a
la elaboración, el envasado y la comercialización
de sus productos. Pueden mejorar su capacidad negociadora, tanto
para la compra de insumos como para la venta de sus cosechas, y
llegar a ser un sector importante del electorado político
a fin de tener voz y voto en la adopción de las decisiones
que los afecten.

En sexto lugar, debemos proteger el acceso a la tierra.
Todos los años, se cede a inversores o gobiernos
extranjeros una superficie mayor que las tierras cultivadas de
Francia. Esa acaparación de tierras que se da sobre todo
en el África subsahariana, constituye una importante
amenaza para la futura seguridad alimentaria de las poblaciones
afectadas. Sean cuales fueren los aumentos de producción
agrícola que resulten de dichas inversiones,
beneficiarán a los mercados extranjeros y no a las
comunidades locales. El G-20 podría pedir una moratoria de
esas inversiones en gran escala hasta que se llegue a un acuerdo
relativo a una normativa apropiada sobre el suelo.

En séptimo lugar, se debe completar la
transición a la agricultura sostenible. Los episodios
meteorológicos son una causa importante de inestabilidad
de los precios en los mercados agrarios. En el futuro, es de
prever que el cambio climático cause más crisis de
abastecimiento y la agricultura es también un factor
importante que contribuye al cambio climático, pues a ella
se debe el 33 por ciento de todas las emisiones de los gases que
causan el efecto de invernadero, si se incluye en el
cálculo la desforestación para cultivos y pastos.
Necesitamos sistemas agrarios que sean más resistentes al
cambio climático y que contribuyan a mitigarlo. La
agroecología brinda soluciones, pero se necesita un gran
apoyo de los gobiernos para aplicar en gran escala los
procedimientos óptimos existentes.

Por último, tenemos que defender el derecho
humano a los alimentos. La razón de que exista hambre no
es la de que no se produzcan alimentos suficientes, sino la de
que se violan con impunidad los derechos de quienes la padecen.
Se debe permitir a las víctimas del hambre tener acceso a
los remedios, cuando sus autoridades no adopten medidas eficaces
contra la inseguridad alimentaria. Los gobiernos deben garantizar
un salario que permita vivir decentemente, una atención de
salud adecuada y condiciones de seguridad para los 450 millones
de trabajadores agrícolas del mundo imponiendo el
cumplimiento de los convenios sobre los derechos laborales en las
zonas rurales, sujeto a una supervisión
independiente.

La del hambre es una cuestión política, no
un problema puramente técnico. Naturalmente, necesitamos
mercados, pero también una visión para el futuro
que no se limite a remedios a corto plazo. El sistema alimentario
mundial siempre necesitará bomberos, pero lo que
necesitamos más urgentemente son arquitectos que conciban
un sistema más resistente al fuego.

(Olivier De Schutter es el Relator Especial de las
Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación.
Copyright: Project Syndicate, 2011)

– El mundo del G-Cero (Project Syndicate –
11/2/11)

(Por Nouriel Roubini) Lectura recomendada

Nueva York.- Vivimos en un mundo en el que, en
teoría, la gobernanza económica y política
global está en manos del G-20. No obstante, en la
práctica no hay un liderazgo global y existe una
desorganización y desacuerdos graves entre los miembros
del G-20 sobre la política monetaria y fiscal, los tipos
de cambio y los desequilibrios globales, el cambio
climático, el comercio, la estabilidad financiera, el
sistema monetario internacional y la seguridad energética,
alimentaria y global. En efecto, las potencias principales ahora
consideran estos temas como juegos de suma cero y no como juegos
de suma positiva. Así pues, el nuestro es el mundo del
G-Cero.

En el siglo XIX, la potencia hegemónica estable
era el Reino Unido, y el imperio británico imponía
los bienes públicos globales del libre comercio, la libre
circulación de capitales, el patrón oro y la libra
británica como la principal moneda de reserva global. En
el siglo XX, los Estados Unidos asumieron ese papel e impusieron
su Pax Americana para dar seguridad a la mayor parte de Europa
occidental, Asia, el Medio Oriente y América Latina. Los
Estados Unidos también dominaron las instituciones de
Bretton Woods -el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial
y, más tarde, la Organización Mundial del Comercio-
para determinar las normas comerciales y financieras globales,
con el dólar como principal moneda de reserva.

Sin embargo, hoy el "imperio" estadounidense está
en relativa decadencia y tiene muchas presiones a nivel fiscal.
Además, la potencia en expansión, China, que no es
una democracia liberal, está aplicando un modelo de
capitalismo de Estado y se está aprovechando del sistema
global actual – en términos de comercio, tipos de cambio,
cambio climático– en vez de participar en la
provisión de bienes públicos comunes. Y, si bien
hay un descontento general con el dólar estadounidense, el
renminbi chino aún dista de convertirse en una de las
principales monedas de reserva, ya no se diga en la
dominante.

Este vacío de poder ha reforzado la ausencia de
liderazgo de la gobernanza política y económica
global en el G-20 desde que se convirtió en el sucesor del
G-7 al principio de la reciente crisis económica y
financiera. En efecto, con la excepción de la cumbre de
Londres de abril de 2009, en la que se llegó a un consenso
sobre los estímulos monetarios y fiscales conjuntos, el
G-20 ha sido sólo un foro burocrático más en
el que mucho se discute y muy poco se acuerda.

Como resultado, las potencias económicas globales
se han quedado discutiendo si necesitamos más
estímulos monetarios y fiscales o menos. También
hay desacuerdos importantes sobre si se deben reducir los
actuales desequilibrios de cuenta corriente -y sobre el papel que
los movimientos de las divisas deben desempeñar en este
ajuste. Las tensiones sobre los tipos de cambio están
conduciendo a guerras de divisas, que a su vez pueden provocar
con el tiempo guerras comerciales y proteccionismo.

En efecto, no sólo está
muerta de hecho la ronda de Doha de negociaciones multilaterales
sobre el libre comercio, sino que ahora también hay un
riesgo creciente de proteccionismo financiero a medida que los
países vuelven a imponer controles de capital sobre los
volátiles flujos financieros globales y la
inversión extranjera directa. Del mismo modo, hay muy poco
consenso sobre cómo reformar la regulación y
supervisión de las instituciones financieras -y menos aun
sobre cómo reformar un sistema monetario internacional
basado en tipos de cambio flexibles y en el papel central del
dólar como la principal moneda de reserva.

Las negociaciones sobre el cambio
climático también han terminado en fracasos
similares, Y predominan los desacuerdos sobre cómo abordar
la seguridad alimentaria y energética en medio de una
nueva lucha por los recursos globales. Además, en
cuestiones de geopolítica mundial -las tensiones en la
península de Corea, las ambiciones nucleares de
Irán, el conflicto árabe-israelí, los
desórdenes en Afganistán y Pakistán y la
transición política en los regímenes
autocráticos del Medio Oriente -las grandes potencias no
se ponen de acuerdo y son incapaces de imponer soluciones
estables.

Existen varias razones por las que el mundo del G-20 se
ha convertido en uno del G-Cero. Primero, cuando las
conversaciones dejan de girar en torno a la cuestión de
los principios generales y pasan a la discusión detallada
de las propuestas políticas, es mucho más
difícil lograr acuerdos claros entre 20 negociadores que
entre 7.

Segundo, los dirigentes del G-7
comparten la idea de que el libre mercado tiene el poder de
generar prosperidad de largo plazo y de la importancia de la
democracia para la estabilidad política y justicia social.
El G-20, por otro lado, incluye gobiernos autocráticos con
diferentes puntos de vista sobre el papel del Estado en la
economía, sobre el Estado de derecho, los derechos de
propiedad, la transparencia y la libertad de
expresión.

Tercero, las potencias occidentales
ahora no tienen el consenso político nacional y los
recursos financieros para avanzar en los temas de la agenda
internacional. Los Estados Unidos están polarizados
políticamente, y en algún momento deben empezar a
reducir su déficit presupuestal. Europa está
concentrada intentando tratando de rescatar la eurozona y no
tiene una política exterior o de defensa común.
Además, la parálisis política de
Japón frente a las reformas estructurales lo ha dejado sin
la capacidad de frenar el declive económico de largo
plazo.

Por último, las potencias en
ascenso como China, la India y Brasil están demasiado
centradas en dirigir la siguiente etapa de su desarrollo nacional
como para soportar los costos financieros y políticos que
conllevan las nuevas responsabilidades
internacionales.

En resumen, por primera vez desde la Segunda Guerra
Mundial, ningún país o alianza fuerte de
países tiene la voluntad política y la influencia
económica para lograr sus metas en la escena mundial. Este
vacío puede alentar, como ha sucedido en períodos
históricos anteriores, a los ambiciosos y agresivos a
buscar sus propios objetivos.

En un mundo así, la ausencia de
un acuerdo de alto nivel sobre la creación de un nuevo
sistema de seguridad colectiva -centrado en la economía y
no en el poder militar- no es sólo irresponsable, sino
peligroso. Un mundo del G-Cero sin liderazgo y cooperación
multilateral representa un equilibrio inestable para la
prosperidad económica y la seguridad global.

(Nouriel Roubini es presidente de Roubini Global
Economics, profesor de Economía de la Escuela de Negocios
Stern (Stern School of Business) de la Universidad de Nueva York,
y coautor de Crisis Economics: A Crash Course in the Future of
Finance. Este artículo se basó en uno elaborado en
coautoría con Ian Bremmer, que se publicará en el
número de marzo-abril de la revista Foreign
Affairs)

– Dominique Strauss-Kahn: Una arquitectura financiera
más sólida (El Economista – 15/2/11) Lectura
recomendada

El sistema monetario internacional (SMI) es un asunto
que engloba una amplia gama de cuestiones: divisas de reserva,
tipos de cambio, flujos de capital y la red mundial de seguridad
financiera, por nombrar sólo algunas.

Es uno de los asuntos clave de la agenda del G-20 para
2011, y algo que ha sido objeto de acaloradas discusiones como,
por ejemplo, el reciente e incisivo informe del grupo presidido
por Michel Camdessus, conocido también con el nombre de
Iniciativa Palais-Royal.

Algunos opinan que el sistema actual funciona bastante
bien. Aunque sin llegar a la perfección, destacan su
flexibilidad durante la crisis y mencionan el papel del
dólar estadounidense como un activo de protección
seguro. Y ahora que nos encontramos en plena recuperación
mundial, no ven motivos para preocuparse por el SMI. En otras
palabras, si no se ha roto, no lo arregles.

Yo soy menos optimista. Es evidente que el mundo no se
acabó en 2008, pero no lo hizo sobre todo porque la
extraordinaria cooperación política internacional
evitó un resultado mucho peor. Además, la
recuperación que vivimos hoy no es la que
queríamos.

Por supuesto que se trata de una
recuperación, pero desigual. Es una recuperación en
la que el desempleo no está realmente descendiendo y en la
que existen grandes desigualdades entre los
países.

Y de nuevo reaparecen los desequilibrios mundiales con
cuestiones que ya nos inquietaron antes de la crisis -grandes y
volátiles flujos de capital, presiones sobre los tipos de
cambio, un crecimiento excesivo y rápido de las reservas-
y que están nuevamente en plena ebullición. Debido
a su falta de solución, estos problemas podrían
incluso sembrar las semillas de la próxima
crisis.

Tres cuestiones importantes

Por consiguiente, existen razones para creer que las
reformas del SMI que nos permitieron ir a la raíz de estos
desequilibrios podrían apuntalar la recuperación y
a la vez consolidar la capacidad del sistema para prevenir
futuras crisis.

Permítanme destacar las tres preguntas clave que
guían el trabajo del FMI en esta área.

1. ¿Cómo podemos consolidar la
cooperación política y reducir la
volatilidad?

La crisis marcó un momento decisivo para la
cooperación política internacional, los
líderes acometieron las acciones necesarias para superar
los retos económicos nacionales y mundiales.

Ahora que ha pasado lo peor de la crisis,
¿cómo podemos mantener esta cooperación? Es
decir, ¿cómo podemos conseguir que los
países adopten políticas coherentes para un
crecimiento global menos volátil?

El Proceso de Evaluación Mutua (PEM) del G-20 ha
sido un primer paso importante para la creación de un
marco para la cooperación política mundial. La
vigilancia del FMI es un complemento fundamental para el PEM, y
también forma parte del eje de nuestro mandato. A
través de esta actividad, el Fondo intenta identificar las
políticas a nivel nacional que pueden ofrecer un
crecimiento global más estable.

También hemos reforzado la vigilancia del Fondo,
por ejemplo, los ejercicios de alerta temprana y de
vulnerabilidad. Ahora nos centramos más en el impacto de
las políticas nacionales en sus fronteras, especialmente
en el caso de las cinco economías más
sistémicas, y para las cuales estamos preparando unos
nuevos y especiales "informes sobre las consecuencias
indeseadas".

Al mismo tiempo, estamos explorando a fondo los
vínculos macrofinancieros. Los 25 sistemas financieros
más sistémicos del mundo están obligados a
aplicar los Programas de Evaluación del Sector Financiero
(PESF). Esta herramienta facilitará nuestros esfuerzos
para identificar el peligroso aumento del riesgo sistémico
en el sector financiero, que es precisamente lo que
señaló el comienzo de la reciente
crisis.

2. ¿Cómo hacer frente a la volatilidad del
flujo de capital y de los tipos de cambio?

A lo largo de la última década hemos visto
un espectacular aumento del tamaño y de la volatilidad de
los flujos de capital. A grandes rasgos, son beneficiosos para
las economías que los reciben. Pero también pueden
suponer una complicación para la gestión
macroeconómica y una amenaza para la estabilidad
financiera.

Por tanto, ¿cuáles son las herramientas
necesarias? Hay muchas, entre ellas el ajuste
macroeconómico, la acumulación de reservas, las
medidas prudenciales, y si una vez aplicado todo esto un
país sigue experimentando flujos perjudiciales, los
controles de capital. Naturalmente, las respuestas de los
países se basan principalmente en las consideraciones
internas. Pero sus acciones pueden tener consecuencias para el
resto del mundo.

Teniendo en cuenta estos impactos,
¿deberíamos acordar a escala mundial unas normas de
circulación para la gestión de los flujos de
capital? Nuestros miembros nos han pedido que consideremos esta
cuestión y esperamos poder presentar algunas ideas
concretas muy pronto.

Una de las cuestiones es la volatilidad de los tipos de
cambio. Las principales monedas han fluctuado cuantiosamente
entre sí y no han seguido una orientación coherente
para el fomento de un ajuste ordenado de los
desequilibrios.

Las enormes y persistentes desviaciones de los tipos de
cambio respecto a los fundamentales pueden desembocar en unas
distorsiones sistémicas importantes que, a su vez, pueden
resultar especialmente problemáticas para las
economías abiertas de pequeño
tamaño.

La resolución de esto exige establecer unas
políticas económicas y financieras que fomenten el
equilibrio mundial y reduzcan la volatilidad de los flujos de
capital.

3. ¿Cómo podemos elevar la
provisión de liquidez en momentos de extrema
volatilidad?

Desde el inicio de la crisis, hemos recorrido un largo
camino en busca de la consolidación de la red mundial de
seguridad financiera.

Se ha aumentado considerablemente la base de recursos
del Fondo, y nuestras herramientas de financiación son
ahora más flexibles, sobre todo por el hecho de
añadir la Línea de Crédito Flexible y la
Línea de Crédito Preventivo.

Pero todavía existen muchos países
convencidos de que la red mundial de seguridad financiera es lo
suficientemente fuerte como para afrontar la próxima
crisis y, por tanto, la costosa acumulación de reservas
continúa estando sobrada para las necesidades preventivas.
¿Qué otra cosa podemos hacer?

Una opción destacada es la consolidación
de las colaboraciones con acuerdos de financiación
regionales. Otra es cómo mejorar, en términos
generales, la posibilidad de predecir la provisión
sistémica de liquidez, en clara contraposición a
dejar esta tarea a los bancos centrales nacionales. Una pregunta
complementaria es cómo calibrar mejor la idoneidad de las
reservas preventivas y qué referencias
utilizar.

Con el tiempo, puede que exista también un papel
para los derechos especiales de giro (DEG) que contribuya a
aumentar la estabilidad del SMI. El documento que publica el
Fondo presenta una amplia variedad de ideas sobre este
asunto.

Pero el aumento del papel de los DEG exigiría
obviamente un mayor salto en la coordinación de la
política internacional. Por este motivo, el sistema
mundial de activos de reserva tendrá una evolución
gradual, paralelamente a los cambios en la economía
mundial y a un ritmo en absoluto perjudicial.

Para concluir, la reforma del SMI es muy amplia y
compleja. La discusión a nivel mundial no ha hecho
más que empezar. Pero debemos reconocer que no se trata de
nada académico o abstracto.

Necesitamos ideas concretas relacionadas con el logro de
la recuperación perfectamente equilibrada y sostenible que
el mundo necesita y con la prevención de una
próxima crisis.

– La estructura en evolución del crecimiento
global (Project Syndicate – 14/2/11)

(Por Michael Spence and Sandile Hlatshwayo) Lectura
recomendada

Nueva York.- Desde el final de la Segunda Guerra Mundial
ha aumentado la apertura comercial y financiera de la
economía global, gracias a instituciones como el Fondo
Monetario Internacional y a rondas sucesivas de
liberalización que empezaron en 1947 con el Acuerdo
General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). Al mismo
tiempo, el colonialismo se derrumbó y ahora estamos a poco
más de la mitad de un proceso de modernización que
durará un siglo para muchos de los países en
desarrollo que surgieron. Pero, ¿adónde ha
conducido ese proceso, adónde nos lleva ahora y, tal vez
lo más importante, cómo podemos influir en su
curso?

Cuando disminuyeron las barreras formales a los flujos
comerciales y de capital, varias tendencias se combinaron para
acelerar el crecimiento y el cambio estructural en las
economías postcoloniales y otras economías en
desarrollo. Entre ellas estuvieron los avances
tecnológicos (particularmente en el transporte y las
comunicaciones), las innovaciones en la gestión de las
empresas multinacionales y la integración de las cadenas
productivas de estas empresas.

Así pues, en los primeros años de la
posguerra, los países en desarrollo, cuyas exportaciones
habían consistido principalmente en recursos naturales y
productos agrícolas, ampliaron sus operaciones a las
manufacturas intensivas en mano de obra. Primero llegaron los
textiles y el vestido, y después, las maletas, las
vajillas, los juguetes, etc. Las cadenas de suministro
también se dispersaron geográficamente, y los
componentes y procesos de menor valor agregado se asignaron a los
países de bajos ingresos.

Por ejemplo, en el caso de los productos
electrónicos de consumo, los países de bajos
ingresos se convirtieron en el lugar natural para los procesos de
ensamblado intensivos en mano de obra. Sin embargo, los
semiconductores, las tarjetas de circuitos y otros componentes se
diseñaban y fabricaban en países de ingreso medio,
como Corea.

Si bien la mejor descripción de la estructura
cambiante de la economía global es como un viaje que se
emprende una sola vez, el crecimiento en los países en
desarrollo muestra ciertos patrones que se repiten. Hay fuerzas
económicas poderosas que impulsan la evolución
estructural y la diversificación económica que
sustentan el crecimiento y producen transiciones que tienen
elementos comunes.

Por ejemplo, después de más de 30
años de crecimiento acelerado, China está entrando
a una "transición a los ingresos medios". Con el tiempo,
los componentes intensivos en mano de obra de las cadenas de
valor agregado se alejarán de las zonas de ingresos
más altos de China. Con la ayuda de enormes inversiones
públicas en infraestructura y capacidades
logísticas, parte de esa labor se desplazará al
interior, donde los ingresos son menores. No obstante, a la
larga, las actividades intensivas en mano de obra se irán
a países que estén en etapas menos avanzadas de
desarrollo, mientras que China asciende en la cadena de valor en
el sector de las exportaciones y, con ingresos crecientes,
también en la producción para el consumo
interno.

No obstante, a veces se considera que
esta transición a los ingresos medios es una trampa. En
efecto, el crecimiento de la mayoría de los países
que entran a esta etapa se desacelera o incluso se detiene. De
los 13 casos de crecimiento acelerado sostenido de la posguerra
(que pronto serán 15 con la India y Vietnam), sólo
cinco economías – Japón, Corea, Taiwán, Hong
Kong, y Singapur- han mantenido tasas elevadas de crecimiento
durante la transición a los ingresos medios y han avanzado
hasta llegar a los niveles de ingresos de los países
avanzados de 20,000 dólares per cápita o
más.

Todos estos cambios estructurales son parte de un
paisaje económico global que cambia constantemente y cuyo
patrón agregado no es perfectamente previsible, en parte
porque los países se integran a la economía global
y empiezan a participar en ella en momentos distintos y crecen a
tasas diferentes. Las primeras economías con crecimiento
acelerado -Japón, Corea del Sur y Taiwán-
exportaron inicialmente productos intensivos en mano de obra, y
luego pasaron a productos más intensivos en capital, como
los automóviles, y posteriormente a actividades intensivas
en capital humano, como el diseño y desarrollo de
tecnología. A medida que crecieron los salarios, las
viejas actividades intensivas en mano de obra se desplazaron
hacia países que se integraron más tarde a la
economía global.

China aceleró hasta llegar a un patrón de
crecimiento elevado a finales de los años setenta y
principios de los ochenta debido a los beneficios que le daba su
mano de obra barata y a un cambio fundamental de la
política económica. Sin embargo, nadie
previó el cambio abrupto de ese país de una
economía cerrada, centralmente planificada, a una
más abierta, orientada al mercado, con una mayor libertad
económica para las personas y las empresas por
igual.

A medida que las economías de
mercado emergentes pasan a los componentes de mayor valor
agregado en las cadenas de suministro mundial, su capital
físico, humano e institucional se fortalece. Ello hace que
sus estructuras se acerquen a las de los países avanzados
e introduce una mayor competencia en la que alguna vez fuera el
área exclusiva de las economías avanzadas -los
bienes y servicios de valor agregado más
sofisticados.

En este punto, los países llegan
a una encrucijada. El tamaño agregado de los países
en desarrollo (en especial de las principales economías
emergentes), sus ingresos crecientes y su continuo movimiento
ascendente en la cadena de valor están teniendo un impacto
cada vez mayor en las economías avanzadas, en particular
en sus sectores comercializables.

¿Cuál es el impacto en un
país avanzado de gran tamaño como los Estados
Unidos? Aproximadamente el 98% de los 27.3 millones de nuevos
empleos netos creados en ese país desde los años
noventa han sido en el sector no comercializable
–principalmente en el gobierno, los servicios de salud, el
comercio minorista, las atenciones sociales y los bienes
raíces. Dadas las limitaciones de largo plazo en el gasto
fiscal y el de los hogares a raíz de la crisis financiera
y las presiones que empujan a la baja los precios de los activos,
la sostenibilidad de un patrón de empleo como ese es
cuestionable.

En efecto, la insuficiente demanda
interna posterior a la crisis está causando un desempleo
persistentemente alto, incluso cuando la economía recupera
algo de su impulso de crecimiento. En principio, la demanda
externa, en especial la de los mercados emergentes de alto
crecimiento, podría compensar parte de la diferencia. Sin
embargo, eso no ha sucedido -al menos, no por el momento. Aunque
el déficit comercial de los Estados Unidos
disminuyó de 702,000 millones de dólares en 2007 a
375,000 millones de dólares en 2009, el ajuste se
debió completamente a la caída drástica de
las importaciones, de 2.35 billones de dólares a 1.95
billones de dólares, mientras que las exportaciones en
realidad disminuyeron ligeramente, de 1.65 billones de
dólares a 1.57 billones de dólares.

El crecimiento de las exportaciones
podría proceder de una mayor expansión en partes de
las cadenas de valor agregado en las que los Estados Unidos ya
son competitivos (las finanzas, los seguros y el diseño de
sistemas de computación, por ejemplo). Pero el alcance
mismo del sector de las exportaciones tendrá que ampliarse
a fin de generar empleo suficiente y reducir el déficit
externo.

Para ello será necesario restablecer y crear
competitividad en un conjunto ampliado de componentes de valor
agregado del sector comercializable. Sería agradable que
hubiera una forma fácil y razonablemente segura de
lograrlo, pero no la hay, y el proteccionismo ciertamente no es
la respuesta. Es un desafío complejo para cualquier
país, que requiere un enfoque múltiple para
aumentar la inversión en capital humano, la base
tecnológica de la economía y la
infraestructura.

(Michael Spence, Premio Nobel de Economía, es
profesor de Economía de la Stern School of Business de la
Universidad de Nueva York. Sandile Hlatshwayo es investigadora de
la Stern School. Copyright: Project Syndicate, 2011)

El G-20 en busca de los indicadores del desequilibrio
global (G-¡Je!-20: parole, parole)

"El Grupo de los 20, conformado por países
industrializados y en desarrollo, está cerca de lograr un
acuerdo sobre la adopción de cuatro indicadores como
directrices para medir los desequilibrios globales, dijeron el
viernes altos funcionarios del grupo"…
El G-20 ultima
cuatro indicadores de desequilibrio global (The Wall Street
Journal – 18/2/11)

Los cuatro indicadores serían la balanza de
cuenta corriente, la deuda del sector público, la deuda
del sector privado y un indicador del tipo de cambio real
efectivo y del tamaño de las reservas de
divisas.

Anteriormente, se esperaba que se adoptaran cinco
indicadores, con el tipo de cambio y las reservas como dos
indicadores independientes.

Sin embargo, la incorporación del tipo de cambio
real podría resultar un importante compromiso por parte de
países como China, que se han opuesto
históricamente a la presión internacional para
hacer más flexible su régimen cambiario.

"Se están acercando a un acuerdo", dijo uno de
los funcionarios del G-20. "A menos que haya alguna sorpresa, los
cuatro indicadores se incluirán en el comunicado
final".

Tras años de resistencia, China dio su
aprobación al escrutinio internacional de su muy criticada
política de tipos de cambio, permitiendo a las principales
economías mundiales mantener viva su ambición de
crear un sistema de alerta temprana para futuras
crisis.

"Al final, China notó que no tenía
ningún apoyo más allá del de sus aliados
tradicionales, que estaría sola en este grupo, cuyo papel
es evitar la crisis de la economía mundial", dijo uno de
los ministros de Finanzas del G-20 a Dow Jones Newswires. "Se les
hizo una concesión en la [medida de la] cuenta corriente y
creo que sintieron que no podían presionar
más".

Sin embargo, China logró algunas otras
concesiones. Otros miembros del G-20 querían que se
incluyeran las reservas como señal de aviso, pero no
entraron en la lista definitiva.

China también se oponía al uso de los
déficits por cuenta corriente. En su lugar, el G-20
acordó vigilar la balanza comercial y los ingresos netos
de inversiones extranjeras.

Pero, aun con el gran paso adelante respecto al yuan, la
batalla política más complicada en el seno del G-20
aún no se ha librado: el debate de los rangos
numéricos que el G-20 considera distorsiones
potencialmente peligrosas, si es que el grupo puede de hecho
llegar a un acuerdo sobre el tema.

Además, el proceso se prolongará
años. Incluso si el G-20 acuerda en la cumbre de
líderes de noviembre la puesta en marcha de un sistema de
alarma, el grupo tendría que estudiar cuáles
serían las causas profundas de una crisis.

"Creo que se tardarán al menos otros dos
años, si es que no se produce otra crisis mundial, en
llegar a un acuerdo completo sobre los indicadores", dijo el
segundo ministro de Finanzas del G-20.

Uno de los funcionarios dijo que no ha habido un debate
significativo sobre la política monetaria de Estados
Unidos y agregó que no ha habido "mucha" presión
sobre la zona del euro en relación a su crisis de
deuda.

Agregó que el debate se centra actualmente en si
el G-20 debería solicitar al Fondo Monetario Internacional
establecer directrices sobre cuándo deberían usarse
los controles de capital.

– Desequilibrios globales sin lágrimas (Project
Syndicate – 1/3/11)

(Por Kenneth Rogoff) Lectura recomendada

Cambridge.- Los médicos han sabido por mucho
tiempo que lo que fortalece o afecta la salud no es sólo
cuánto, sino qué comemos. Del mismo modo, los
economistas han observado que para los países que reciben
grandes flujos de capital, hay una gran diferencia entre los
instrumentos de deuda y las inversiones de capital, tanto en
acciones como inversión extranjera directa.

Así, mientras los
políticos y expertos claman contra la enormidad de los
desequilibrios comerciales, tenemos que reconocer que los
problemas reales se originan en la excesiva concentración
de deuda. Si los gobiernos del G-20 dieran un paso atrás y
se preguntaran cómo canalizar una proporción mucho
mayor de los desequilibrios en instrumentos de capital, el
sistema financiero mundial que surgiría sería mucho
más robusto que el que tenemos ahora, propenso a caer en
una crisis tras otra.

Por desgracia, estamos muy lejos de un mundo idealizado
en que los mercados financieros comparten el riesgo de forma
eficaz. De los aproximadamente 200 billones en activos
financieros mundiales que existen hoy en día, casi tres
cuartas partes se expresan en alguna especie de instrumento de
deuda, como préstamos bancarios, bonos corporativos y
valores públicos. Sin duda, el mercado de derivados ayuda
a distribuir el riesgo más ampliamente que lo que implica
este cálculo superficial, pero el punto básico
sigue siendo válido.

Ciertamente, hay algunas buenas razones
económicas que explican el insaciable apetito de las
entidades crediticias por la deuda. La información
imperfecta y las dificultades para monitorear las firmas
representan obstáculos importantes para los instrumentos
idealizados de riesgo compartido.

Pero las distorsiones inducidas por las políticas
desempeñan un papel enorme. En muchos países los
sistemas fiscales favorecen enormemente la deuda por sobre el
capital. El auge de la vivienda en los Estados Unidos no
podría nunca haber llegado a las proporciones que
alcanzó si los propietarios no hubiesen podido tratar los
pagos de intereses sobre los préstamos hipotecarios como
deducciones de impuestos. Las corporaciones pueden deducir los
pagos de intereses sobre los bonos, pero tanto las empresas como
las personas deben pagar impuestos sobre los beneficios de las
acciones.

Los bancos centrales y ministerios de finanzas
también son cómplices, ya que es posible rescatar
deuda de manera mucho más expedita que el capital. Pero,
contrariamente a la retórica populista, no son solo los
tenedores de bonos ricos y bien conectados quienes son
rescatados. Muchos pequeños ahorradores colocan sus
ahorros en los llamados fondos de mercado monetario, que pagan
más que los depósitos ordinarios asegurados por el
gobierno federal.

¿No deberían esperar hacer
frente a riesgos? Sin embargo, un momento crítico de la
crisis se produjo cuando, poco después del colapso de
Lehman Brothers a mediados de septiembre de 2008, un fondo del
mercado monetario colapsó y fue incapaz de pagar 100
centavos por dólar. Por supuesto, fue rescatado junto con
todos los demás fondos del mercado monetario.

No estoy abogando por un retorno a los principios de la
Edad Media, cuando las leyes antiusura de la Iglesia
prohibían los intereses de los préstamos. En aquel
entonces, los participantes de los mercados financieros
tenían que elaborar planes fantásticos y
contorsiones inauditas para disfrazar los pagos de
intereses.

Sin embargo, hoy podría decirse que el
péndulo ha oscilado demasiado lejos en la dirección
opuesta. Tal vez los estudiosos que sostienen que la
prohibición islámica a los intereses en los
sistemas financieros genera grandes ineficiencias debieran buscar
en ellos ideas positivas que puedan resultar útiles para
los políticos occidentales.

Por desgracia, no será
fácil superar la tendencia a endeudarse de los sistemas
financieros de los países ricos del mundo, que está
profundamente arraigada. En EEUU, por ejemplo, ningún
político está ansioso por decir que se debe
eliminar las deducciones de los pagos hipotecarios o que el pago
de beneficios de las acciones no se debe gravar. Del mismo modo,
los países en desarrollo deberían acelerar el ritmo
de las reformas económicas y los mercados de capitales en
las economías emergentes se asemejan demasiado al Lejano
Oeste, con reglas poco claras y una laxa implementación de
las leyes.

Peor aún, incluso cuando el G-20
habla de encontrar una "solución" para los desequilibrios
mundiales, posiblemente algunos de los cambios de política
que sus miembros han adoptado no hagan más que
empeorarlos. Por ejemplo, ahora tenemos un Fondo Monetario
Internacional sobredimensionado, cuya capacidad de
préstamo se ha triplicado a aproximadamente 750 mil
millones de dólares. Europa también ha ampliado su
capacidad de rescate regional. Estos fondos pueden llegar a ser
un bálsamo eficaz a corto plazo, pero en el largo plazo es
probable que agraven problemas de riesgo moral y, potencialmente,
planten las semillas de crisis futuras más
profundas.

Un mejor enfoque sería crear un
mecanismo para orquestar de manera ordenada la cesación de
pagos de deuda soberana, tanto para reducir los daños
cuando se producen las crisis como para evitar que las entidades
crediticias supongan que el dinero de los contribuyentes va a
resolver todos los problemas importantes. El FMI propuso
exactamente un mecanismo de este tipo en 2001 y recientemente una
idea similar se ha discutido para la zona del euro. Sin embargo,
por desgracia las ideas de mecanismos de reestructuración
de la deuda siguen siendo sólo eso: constructos puramente
teóricos.

Mientras tanto, el FMI y el G-20 pueden ayudar a
encontrar mejores formas de evaluar la vulnerabilidad de la
estructura financiera de cada país, lo cual no es tarea
fácil, habida cuenta de la inmensa creatividad de los
gobiernos cuando se trata de maquillar sus libros. Las
autoridades también pueden ayudar a encontrar maneras de
reducir los obstáculos al desarrollo de los mercados
bursátiles y proponer ideas para nuevos tipos de bonos
estatales contingentes, como los bonos vinculados al PBI que ha
propuesto Robert Shiller, de la Universidad de Yale. (En
teoría, los bonos Shiller pagarían más
cuando crece la economía de un país y menos cuando
esté en recesión.)

Por supuesto, incluso si se puede cambiar la
composición de los flujos internacionales de capitales,
todavía hay muchas buenas razones para intentar reducir
los desequilibrios mundiales. Una dieta de activos con abundancia
de capitales e inversión directa y bajos niveles de deuda
no puede sustituir otros elementos de una buena salud fiscal y
financiera. Sin embargo, nuestra actual e insalubre dieta es un
componente importante del riesgo y ha recibido demasiado poca
atención en el debate de políticas.

(Kenneth Rogoff es profesor de Economía y
Políticas públicas en la Universidad de Harvard y
fue economista en jefe del FMI. Copyright: Project Syndicate,
2011)

– ¿Una cura para el fracaso fiscal? (Project
Syndicate – 1/4/11)

(Por Kenneth Rogoff) Lecturas recomendadas

Cambridge.- ¿Deberían más
países crear consejos consultivos fiscales independientes
para dar una mayor objetividad a los debates sobre el presupuesto
nacional? El estafador encarcelado Bernie Madoff resumió
recientemente muchas impresiones de los ciudadanos sobre la
política fiscal, al declarar que "el gobierno en sí
es un plan Ponzi".

Tal vez se tratara simplemente de una confusión
de los deseos con la realidad por parte de un hombre que
morirá en la cárcel después de que en 2008
se desplomara su plan piramidal sin precedentes de 50.000
millones de dólares. Personalmente, sospecho que el nada
envidiable puesto de Madoff en los libros que recogen las
plusmarcas estará asegurado durante una buena temporada.
Aun así, en vista de que muchos de los gobiernos del mundo
afrontan una combinación letal de deuda tradicional
insostenible, obligaciones en materia de pensiones de
jubilación sin precedentes y una reducción del
crecimiento, no podemos por menos de peguntarnos qué es el
plan fiscal.

En un nuevo artículo, "A Decade
of Debt" ("Un decenio de deuda"), Carmen M. Reinhart y yo
mostramos que la deuda general del Gobierno de los Estados
Unidos, incluidas la federal, la estatal y la local, ya ha
superado la plusmarca del 120 por ciento del PIB alcanzada al
final de la segunda guerra mundial.

Naturalmente, el Japón
está en una situación aún peor, pues su
deuda estatal suma más del 200 por ciento del PIB. Aunque
resulta compensada parcialmente por las reservas de divisas
extranjeras, el Japón afronta ahora unos gastos enormes
destinados a la labor de socorro por el desastre… además
de sus deprimentes tendencias demográficas. Los niveles de
deuda de muchos otros países ricos están
también alarmantemente cercanos a los máximos en
150 años, pese a la relativa paz reinante en gran parte
del mundo.

No hay una salida fácil. De
momento, los bajos tipos de interés están limitando
los costos del servicio de la deuda, pero los niveles de
ésta sólo se pueden reducir muy gradualmente a lo
largo de períodos largos, mientras que los tipos de
interés (ajustados en función de la
inflación) pueden aumentar mucho más
rápidamente, incluso en el caso de los países
ricos. Las crisis de deuda suelen surgir inesperadamente y
afectar a países cuyas trayectorias en materia de deuda
carecen de margen para el error o la adversidad
imprevista.

La consecuencia más inmediata y directa de
disponer de una política fiscal independiente sería
la de frenar el gasto produciendo un contrapunto a un crecimiento
del Estado y unos pronósticos de ingresos panglosianos. En
principio, un consejo consultivo independiente y respetado
podría también obligar a los gobiernos a reconocer
los costos ocultos de las garantías estatales y las deudas
no incluidas en los balances.

Ya es hora de examinar nuevos posibles planteamientos.
Naturalmente, ningún cambio por sí solo
eliminará la enorme propensión al gasto deficitario
en la mayoría de los sistemas políticos modernos ni
tampoco excluirá el riesgo de crisis de deuda e
inflación futuras. Muchos países necesitan reformas
drásticas para volver sus sistemas tributarios más
eficientes y sus programas de subsidios –incluidos sus
planes de pensiones– más realistas.

El reciente advenimiento de consejos consultivos
fiscales es un comienzo institucional prometedor. Varios
países, incluidos Dinamarca, los Países Bajos, los
Estados Unidos y Bélgica, tienen organismos de vigilancia
ya antiguos, como, por ejemplo, la Oficina Presupuestaria del
Congreso de los EEUU (OPC), pero, si bien esas antiguas
instituciones han resultado ser enormemente útiles, suelen
estar muy limitadas. La OPC, por ejemplo, tiene libertad para
publicar proyecciones fiscales a largo plazo basadas en sus
propios y mejores cálculos de crecimiento, pero se ve
obligada en gran medida a aceptar "remedios" futuros
inverosímiles con su valor nominal, lo que neutraliza en
cierto modo la posible eficacia de cualquier crítica de
las políticas con déficit.

Para reforzar la credibilidad, varios gobiernos
están avanzando cautelosamente hacia la creación de
consejos fiscales con mayor independencia, muchos de ellos con
una función inspirada en la de los bancos centrales.
Suecia, el Reino Unido, Eslovenia y el Canadá forman parte
de esa nueva vanguardia.

Las atribuciones del consejo fiscal de Suecia son
particularmente amplias, pues cuenta con el mandato no
sólo de pronosticar, sino también de examinar
más profundamente las motivaciones y las consecuencias de
la política gubernamental. En principio, un consejo fiscal
independiente podría haber prestado una ayuda inestimable
durante la crisis financiera. En los EEUU, semejante organismo
podría haber sopesado los costos y los beneficios de los
planes de rescate, tal vez contribuyendo a poner fin a la
parálisis del Congreso y a avezar a los contribuyentes
para que afrontaran un aumento del riesgo.

Sería excesivo abrigar la
esperanza de que esas nuevas instituciones fiscales lleguen a ser
tan importantes o poderosas como los bancos centrales, al menos
en un futuro más o menos inmediato. Hay mucho más
consenso sobre la política monetaria que sobre la
política fiscal y ésta es mucho más compleja
y multidimensional. Aun así, el principio general parece
un paso importante hacia la sensatez fiscal.

Naturalmente, los consejos fiscales por sí solos
no son suficientes, por bien concebidos que estén.
Seguirá siendo muy tentador para cada generación
decir: "Mis nietos serán dos o tres veces más ricos
que yo, conque, ¿a quién le importa que hayan de
pagar alguna deuda?" Además, el ciclo político crea
una propensión muy fuerte al déficit, pues los
dirigentes procuran adornar las impresiones de salud
económica y prosperidad aumentando los gastos visibles a
costa de deudas ocultas y una menor inversión a largo
plazo.

Para resistir esas poderosas presiones, los consejos
fiscales requerirán auditorías periódicas de
su labor por organismos internacionales, como, por ejemplo, el
Fondo Monetario Internacional, tanto para proteger su
independencia como para fomentar la rendición de
cuentas.

Desde luego, Bernie Madoff puede aún acabar
teniendo razón y el suyo no resultar ser el mayor plan
Ponzi de la Historia, pero una mayor transparencia y una
evaluación independiente y más sistemática
de las políticas gubernamentales podrían ser un
paso muy útil hacia la resolución del perpetuo
enigma de los déficits desmesurados. No cabe duda de que
se trata de una de las ideas más innovadoras y
prometedoras surgidas en un panorama normativo bastante
baldío.

(Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI, es profesor
de Economía y Política Pública en la
Universidad de Harvard. Copyright: Project Syndicate,
2011)

Monografias.com

¡El casino
aún sigue abierto! (Marcha
fúnebre)

"There is no sign of the necessary change" in
bankers' mentality since the financial crisis, Stark said. "One
has the unmistakeable impression that the casino is still
open".

Juergen Stark – ex economista jefe del
BCE

Monografias.com

 Para hablar de deuda futura nada mejor que el
último informe del World Economic Forum hecho en
colaboración con Mckinsey (20/1/11). En él
se muestra la visión oficial que existe sobre la deuda, y
no de cualquier forma, lo hacen tratando de demostrar cómo
se apalancará el mundo en la próxima década
a la vez que discuten sus efectos y recomendaciones.

 Empecemos por saber en dónde estamos. En
2009 el montante total de deuda contabilizada en el
análisis -familias, gobiernos y empresas- asciende a la
"modesta cifra" de 109 billones de dólares, siendo 1.82
veces el PIB mundial. Hemos llegado hasta aquí luego de
 un crecimiento anual compuesto del 7.5%, que como podemos
intuir al ver que el apalancamiento del mundo aumentó en
los últimos diez años, fue superior al crecimiento
del PIB de nuestro planeta. ¿Cuánto tiempo puede
crecer la deuda por encima del PIB hasta resultar insostenible?
Eso no lo dicen. 

Monografias.com 

De hecho, al contrario de lo que pudiese parecer, los
creadores del informe estiman que no hay nada de malo en que la
deuda crezca por encima del aumento nominal del PIB:

"On the face of it, the growth of credit between
2000 and 2009 might appear to havebeen unsustainable. But the
rise in credit must be seen against the backdrop of economic
growth. Between 2000 and 2009, the world economy was growing at a
healthy rate – at 5.3% annually in nominal terms, or 2.2%
in real terms (…) This means that the world"s stock of
credit outpaced GDP growth by less than 2 percentage points a
year – not a wide margin. In theory, there is nothing
unsustainable about this picture: as long as credit grows broadly
in line with economic growth, the credit is put to good use and
borrowers can meet interest obligations and repay
principal"…

El mundo crece al 5,3% y la deuda al 7,5%. Tranquilidad,
no ocurre nada, todo está correcto. Mientras se vayan
pagando los intereses y el principal no hay problema "en
teoría". Eso dicen. Claro que si quisiésemos
liquidar la deuda ¿cómo podríamos hacer?
Imposible, y cada día que pase lo será aún
más. Quizá dentro de un tiempo "la teoría"
sea distinta.

No obstante las cosas no cambiarán a corto plazo,
así que veamos qué pasará en la
próxima década, en concreto hasta el año
2020. Si observan el gráfico siguiente verán como
WEO – Mckinsey creen que veremos un crecimiento anual compuesto
del 6.3% en la deuda, lo que casi supone doblar el montante
total, un +97% hasta 213 billones de dólares. Esta cifra
supondrá 1.83 veces el PIB mundial, siendo el mismo ratio
que tuvimos en 2009, lo que quiere decir que estiman el
crecimiento nominal del PIB mundial igualará al de la
deuda: ambos 6,3%. ¿Será así? Existen
también otros dos escenarios, uno con más
apalancamiento y otro con menos, pero ésta es la
hipótesis central según el estudio y el que
analizaremos. 

Monografias.com

¿Cómo se distribuirá dicho
crecimiento? ¿Se seguirá endeudando España
animada por los políticos y el "nunca bajan"?
¿Qué ocurrirá con China? ¿Y
EEUU?

Monografias.com

El crecimiento en Europa occidental será de un
3.9% anual, bajo en comparación con Norteamérica
-5.5%- pero por encima de Japón -2.6%-. Mención
aparte merecen los emergentes con un 11.8% de media: China 13.2%,
Asía (sin Japón) 9.4% y el resto del mundo 12.8%.
Con estas cifras su PIB está obligado a crecer, aunque
quizá haya que ser prudentes con su
futuro…

Monografias.com

En los últimos años hemos tenido un
aumento desenfrenado como podemos ver en el gráfico
anterior, éste es el verdadero milagro emergente igual que
antes lo fue el español. Un 13.3% anual para los
países que más de moda están ahora mismo, y
un 7% para Occidente (con las consecuencias que conocemos).
Sorprende poderosamente el 16% de China, ¿qué
pasará cuando no pueda mantener estas magnitudes? Cierto
es que actualmente sus niveles de endeudamiento son bajos en
general a nivel público, pero a nivel privado ya preocupan
y la deuda es algo que, si le dejas, crece
exponencialmente.

Veamos ahora como fluirá "la sangre" del actual
capitalismo. WEO – Mckinsey divide este apartado en dos, por una
parte bonos y por la otra préstamos bancarios.

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Vemos que el problema de China podría ser el
sistema bancario y no sus "bonos", importante también son
los números del resto de Asia, en todos los sentidos la
zona más pujante del mundo. USA sigue manteniendo, eso
sí, su posición vencedora en la emisión de
bonos, especialmente públicos. Es el mercado de referencia
y parece que lo seguirá siendo. Esperar un
desapalancamiento en la economía norteamericana por sus
desequilibrios supongo que es fruto de la ingenuidad.

¿Habrá problemas? El estudio cree que hay
cuatro factores que son determinantes para saberlo. Hotspots
(Economías excesivamente endeudadas), coldspots (poco
endeudadas por falta de bancarización), riesgos de
contagio y no perseguir fines sociales. Las dos primeras "deben
ser combatidas" tratando de desapalancar en donde hace falta
(mencionan a España, Grecia e Irlanda) y ayudar a
bancarizarse en donde se demanda dinero (economías en
desarrollo). Voy a darles la razón en esto último,
el crédito es algo fundamental para ciertas empresas, por
lo que su escasez no favorece el progreso. El artículo
menciona tanto empresas familiares como pequeñas y
medianas, añado a todo tipo de emprendedores. Que el
crédito cumpla un "fin social" como éste debe ser
un objetivo para evitar los desastres, de hecho ese es el cuarto
factor. Lo dicen ellos y no puedo más que dar la
razón. 

Me dejo el "contagio" para tratarlo aparte. Existen
numerosos países que podrían tener problemas en
donde debe endurecerse la normativa y control de riesgos. Todo
muy bonito, pero veamos quienes son los protagonistas.

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¿Tomará EEUU medidas para desapalancarse o
para reducir riesgos? No lo parece según las previsiones.
¿Significa la buena posición de España que
conseguiremos salir airosos de la actual crisis? Aparentemente
tenemos factores a nuestro favor para una crisis de contagio,
esperemos que algo ayude.

Para terminar quería tratar dos gráficos
más, uno de competitividad y otro de
desarrollo. 

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Al parecer existe una correlación positiva entre
la deuda y la competitividad, si un país es competitivo
tenderá a tener un montante mayor de obligaciones.
Aquellas naciones que se escapan de la línea, como por
ejemplo Portugal, Italia, Grecia y España y en otro bloque
Japón, se verán obligados o bien a reducir su
apalancamiento o a tratar de ser competitivos en el futuro bien
con aumentos de productividad o reducciones de costes.

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Y si bueno es el gráfico anterior por su
capacidad "predictiva", no menos interesante es éste.
Muestra la deuda y el PIB per cápita con un resultado
similar al ciclo de un producto. Al principio la economía
es pobre y no tiene deuda, luego ambas magnitudes empiezan a
crecer. Aumentan de forma importante hasta adquirir una renta per
cápita similar a la de países desarrollados (al
empezar esta fase es cuando habría que invertir).
Finalmente tras la madurez, si el endeudamiento prosigue se
produce el declive ¿Quién está aquí?
España, Grecia, Portugal y Japón. Mismos nombres en
todas las papeletas que dan para tener problemas, no es raro que
nos haya tocado.

Diez gráficas sobre la deuda de EEUU y una
conclusión: insostenible

La deuda de EEUU se ha disparado de forma
exponencial en los últimos años. Diez
gráficos resumen la situación (información
disponible a febrero de 2011).

Siendo el cuerpo entero un país y la sangre que
circula por sus venas el sistema monetario, el hígado
vendría a ser la banca. Esa institución que tiene
por misión limpiar la sangre para que vuelva a circular
libre de inmundicia. Es decir, permitir el endeudamiento de forma
solvente para que las quiebras no arruinen y enfermen al
cuerpo.

Por eso cuando el sistema financiero de un país
es atacado por el virus de la codicia o simplemente se abusa de
un crédito sin freno, entonces pasa a ser una
institución fibrada por la corrupción e
inútil para la sociedad. Si, además, se consigue
una forma de impedir al organismo que dé las
señales adecuadas manteniéndolo sereno e impasible
en medio de grandes borracheras, entonces la muerte por coma
etílico está garantizada.

El sistema monetario internacional está dirigido
por una tupida red de bancos centrales capitaneados por la
Reserva Federal de EEUU (FED). Y siguiendo con el símil,
habrían pasado a ser los propietarios de un bar donde el
alcohol emborracha, pero el cliente queda sereno. Y así es
como hemos llegado a la situación actual, en la que una
sangre envenenada por millones de toxinas está poniendo en
riesgo el actual sistema monetario, cuyo eje es el
dólar.

Las 10 gráficas que vienen a continuación
muestran cómo la expansión de la deuda puede
convertir un país próspero en otro arruinado con 40
años de diferencia. La creciente insolvencia se gesta en
dos momentos (1933 y 1971) tras abandonar el freno que
suponía el oro para el endeudamiento público y la
expansión del crédito por parte del sistema
bancario. Por supuesto, los gastos militares más los
desequilibrios comerciales con Europa y Asia también
tienen mucho que ver con todo esto.

No obstante, la costumbre de atender tan sólo a
la efímera noticia inmediata que muere en 24 horas hace
perder la perspectiva del análisis. A continuación,
se expone el mayor crecimiento de la deuda que se ha producido en
la historia de la humanidad en tan poco periodo de
tiempo.

1. El gasto del Gobierno crece de forma exponencial: el
gasto del Gobierno federal es 18 veces el de 1970. Y Obama
aún quiere aumentarlo hasta los 5,6 billones de
dólares para 2021.

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2. La deuda nacional ha explotado fuera de toda medida:
sobrepasando ya los 14 billones de dólares, unas 14 veces
por encima de la que había en 1980. Y continuará
creciendo porque ya se ha previsto que el déficit federal
sea de 1,6 billones de dólares el presente
ejercicio 

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3. Los intereses de la deuda se comerán cualquier
crecimiento del PIB: esta gráfica sale de un informe que
se presentó al Congreso americano, donde se observa
claramente que los intereses de la deuda pública son el
próximo Apocalipsis para la economía
americana.

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4. Las deudas de las unidades familiares en niveles
históricos: lo más triste de todo es que la deuda
de las familias ha crecido con un ritmo semejante al de las
finanzas públicas, alcanzando también los 14
billones de dólares.

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5. La deuda total del país supera los 50 billones
de dólares: para hacernos una idea de lo absurdo de esta
cantidad, el PIB mundial en 2009 fue de 58 billones de
dólares. Además, es una cantidad equivalente a 3,6
veces el PIB americano.

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6. En paralelo a este endeudamiento, el desempleo en
números absolutos alcanza cotas inauditas para una primera
potencia mundial: como puede observarse en la gráfica, el
paro tiene una tendencia cíclica, pero creciente.
Multiplica por 3,5 veces el que se padeció con la crisis
de 1971.

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7. La duración media del desempleo ya está
por encima de las 20 semanas: no hace muchos años, si el
tiempo promedio de desempleo era superior a las 10 semanas se
entraba enseguida en una situación de emergencia nacional.
Ahora esa marca sería signo de recuperación
económica en el país americano.

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8. Desde que se creó la Reserva Federal en 1913
el dólar ha perdido el 95% de su valor (inflación):
es mentira que los bancos centrales sirven para controlar la
inflación. Dicen eso, precisamente, porque son sus
principales creadores. De hecho, si ahora está fuera de
control es porque fueron ellos los que más defendieron (en
su momento) la eliminación del patrón oro para
tener libres las alas.

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9. Y pese a todo, los bancos centrales dicen que la
solución es añadir más billetes de papel: en
este gráfico se observa claramente cómo ha sido la
expansión monetaria estos tres últimos años.
Los precios de las materias primas sólo están
indicando el comienzo de los dolores, a no ser que durante este
año rectifiquen si vence de nuevo un proceso deflacionario
por la quiebra de alguna otra parte del tinglado económico
mundial.

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10. Pero, de momento, todo este dinero crea una
inflación creciente: uno de los principales indicadores de
este hecho es el precio del petróleo. En la gráfica
está cotizado el WTI, pero el Brent ya ha pasado de los
100 $ por barril.

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Cada vez son más las voces que apuntan a que la
situación económica americana es completamente
insostenible se mire por donde se mire. Si no se pagan las
deudas, el país suspende pagos. Y si se quieren pagar,
vía inflación, se destroza la moneda para poder
liquidar los pasivos en un contexto de insolvencia manifiesta. El
problema es que al tratarse del dólar supondría,
además, algún tipo de quiebra del sistema
internacional de pagos.

Los déficits no son el problema de la zona euro,
hay otros desequilibrios que traerán nuevas
crisis

La crisis de deuda que traviesa la zona euro no es su
principal problema. Europa tiene grandes desequilibrios que han
alimentado el excesivo endeudamiento y la pérdida de
competitividad, que han afectado a países como
España, y si no se atajan provocarán nuevas
crisis.

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Ésta es la conclusión a la que llega el
banco de inversión UBS en su último informe de
febrero (2011) titulado La zona euro en tensión. "Las
propuestas de reforma dirigidas únicamente a un mejor
cumplimiento del Pacto de Estabilidad se quedan cortas. No pueden
resolver el problema subyacente de la zona euro. Y sin solucionar
dicho problema se seguirán produciendo nuevas crisis en la
zona euro", explica el análisis.

¿Cuáles son los verdaderos problemas de la
zona euro?

1- No existe una zona monetaria común
plena

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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