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El ejército de la República del Ecuador (página 3)




Enviado por luis pacheco



Partes: 1, 2, 3, 4

El 12-AGO-1832, en la ciudad de Latacunga, 538 hombres
del batallón "Flores" se sublevaron contra el gobierno
ecuatoriano. Las causas: la falta de apoyo y el deseo de volver a
su tierra. Los insurrectos fusilaron a los oficiales, saquearon
la ciudad y se dirigieron a Ambato, donde hicieron lo mismo, para
luego marchar hacia la costa en busca de algún puerto y
salir a su tierra, mas en Bahía fueron alcanzados y
liquidados por el Coronel Otamendi.

Es así como el Poder Militar ecuatoriano
enfrentó al militarismo extranjero, que en nuestro inicio
como Estado buscó su desaparición y muerte al
pretender reincorporarlo a Colombia.

EL PODER MILITAR EN LA CONSOLIDACIÓN
DEFINITIVA DE LA REPÚBLICA

El año de 1832 concluyó con la
sofocación de la revolución "ultrabolivarista"
dirigida por Urdaneta y con la represión sangrienta de las
insurrecciones de los batallones colombianos "Vargas" y "Flores"
por parte del Coronel Otamendi, a nombre del General
Flores.

La lucha contra el gobierno se compacta en un grupo que
busca oponerse a las arbitrariedades del Presidente Flores y de
sus gobernadores militares; éste se denominó "La
sociedad del Quiteño Libre". Estaba constituida por varios
militares y algunos civiles, entre ellos, Vicente Rocafuerte.
Esta sociedad hizo una contumaz oposición al gobierno de
Flores, a través de su propio periódico.

Rocafuerte, lideró la oposición en el
Congreso, fue destituido y enviado a la costa, para luego ser
desterrado al Perú. El 17-OCT-1833, el Coronel venezolano
Pedro Mena se levantó contra el gobierno de Flores en
Guayaquil, liberó a Rocafuerte y le ofreció la
Jefatura Suprema, manteniéndose Mena como Comandante
General. Flores salió al mando del Ejército para
enfrentar a Mena y Rocafuerte en Guayaquil el 18-OCT-1833. Al
día siguiente estalló en Quito la
conspiración del "Quiteño Libre", que fue reprimida
a sangre y fuego. El 24-NOV-1833, Flores ocupó Guayaquil.
Rocafuerte huyó por mar, sublevó la escuadra y
estableció su cuartel general en la isla Puná,
desde donde inició lo que la historia conoce como la
"Guerra de los Chihuahuas".

La revolución tomó grandes dimensiones. En
los primeros meses de 1834, se produjeron varios acontecimientos
políticos y militares como el combate de Pesillo, en el
cual murió el General José María
Sáenz, que días antes se había sublevado en
el norte. El 04-JUN-1834, Tabacundo fue el escenario en donde las
fuerzas del ejército enfrentaron a las del Coronel
Francisco Montúfar, y constituyeron un estímulo
para que Otavalo e Ibarra se decidieran por la revolución,
Rocafuerte sea entregado primeramente a Mena y luego a Flores,
quien, con gran visión política, pactó con
su antiguo enemigo y lo proclamó Jefe Supremo de
Guayaquil, mientras Valdiviezo era proclamado en Quito y en
Azuay.

El 10-SEP-1834, Flores da otro ejemplo de gran capacidad
y visión política, al dejar el poder como lo manda
la Constitución.

La batalla de
Miñarica

El 18-ENE-1835, aproximadamente a las cuatro de la tarde
el "Ejército Convencional", comandado por la gran
experiencia táctica y estratégica del GRAD Juan
José Flores, enfrentó en los arenales de
Miñarica al "Ejército Restaurador" del GRAL
Barriga. Allí se desarrolló la batalla cantada por
Olmedo. En ésta, Flores se cubrió nuevamente de
gloria al enfrentar a Barriga, experimentado y destacado general,
ya que "había estado en Boyacá y Carabobo, en la
Guaira, las Trincheras y Yaruquí, que se portó
admirablemente en Macará, que fue ascendido a Teniente
Coronel después de Ayacucho".

La "Batalla de Miñarica", debe permanecer en la
memoria de los ecuatorianos como uno de los acontecimientos de
mayor importancia en los orígenes e integración de
nuestra nacionalidad". Siendo Miñarica un hecho militar
que expresó la capacidad profesional del original
Ejército ecuatoriano y la voluntad del pueblo para
proyectarse libre hacia su destino en la capacidad del conductor
y estratega, en la tenacidad y valentía de los soldados,
en la aplicación eficiente de la doctrina táctica y
en los valores militares, Miñarica es sin duda,
sinónimo de Poder Militar, por tanto el canto de Olmedo es
un elogio al Poder Militar, las expresiones escritas por
políticos e historiadores que engrandecen a
Miñarica son expresiones dirigidas a este Poder, porque la
patria y el pueblo ecuatoriano saben por su historia que en
Miñarica el Poder Militar consolidó definitivamente
la República del Ecuador.

El 23-ENE-1835, Flores llegó con el
ejército a Quito y reconoció en Rocafuerte al
representante del poder político. Se reunió la
Convención Nacional en Ambato y se dictó la Segunda
Carta Política, que confirmó la existencia
indispensable del Poder Militar como garantía para la
supervivencia del Estado.

De 1830 a 1845, la vida republicana está marcada
por una gran influencia militar, influencia que se
justificó plenamente, como ya lo hemos analizado. El
período floreano concluyó el 6 de marzo de 1845 con
la revolución marcista, revolución marcada por un
profundo signo nacionalista y civilista y de una gran
oposición a la degradación del poder que a lo largo
de quince años Flores había acumulado

El nacionalismo y el
poder militar nacional

A partir del 06-MAR-1845, y con el tinte eminentemente
nacionalista de la revolución, se produjo el relevo de los
mandos, unidades y soldados venezolanos y colombianos, que en
gran cantidad permanecieron aún en las filas de nuestro
ejército, así lo confirman también los
manifiestos a la nación de Vicente Rocafuerte, quien dice
que, de las tres Comandancias Generales, la de Cuenca es
patrimonio de un general venezolano, la del Guayas de un general
irlandés, la de Pichincha de un general inglés. De
los quince generales que existen en la República, doce son
extranjeros y tres son nacionales.

Sin embargo como ya fue analizado, el término
militarismo no se ajusta a una descripción exacta de la
presencia militar en el país y a su influencia y
contribución a la formación del Estado. En el
período de 1845 a 1859, en que José María
Urbina ejerció el mando militar y civil, se iniciaron en
el Ecuador grandes transformaciones sociales.

En efecto, su preocupación fue constituir un
Poder Militar fortalecido, con un ejército profesional y
estructurado, pues él define al Ejército como "la
porción de patricios que se privan de las dulzuras y
consuelos del hogar doméstico y se someten al yugo de las
privaciones, de las fatigas y de los peligros de la carrera de
las armas, para velar por la conservación de la paz, para
sostener las libertades públicas, para garantizar la vida
y las propiedades de sus compatriotas".

EL CAUDILLISMO AMENAZA LA
REPÚBLICA

El 14-OCT-1856, concluyó el gobierno del GRAL
José María Urbina, le sucedió el GRAL
Francisco Robles, proyectándose éste como caudillo
en el poder.

El caudillismo en el Ecuador constituye una
prolongación del caciquismo, del que sólo se
diferencia en que se expresa a nivel nacional superando el
ámbito provincial o regional. Concepto que ha sido
considerado por cuanto, a partir del gobierno de Urbina, sus
sucesores son caudillos militares que han sido elevados al poder
y han frustrado generalmente las esperanzas de los
ideólogos y de los patriotas.

Algunos gobiernos que rigen el Ecuador a partir de 1856
se ajustan a estos conceptos, ellos, con apoyo de su "propio"
ejército, degradan al Poder Militar y conspiran unos
contra otros, creado el clima más oscuro en la
República del siglo XIX, período que se
inició el año de 1856.

La
consolidación de la
nacionalidad y reformismo
militar

Después de la campaña de Guayaquil y de
los tristes acontecimientos que la antecedieron y causaron, surge
la figura de García Moreno. Había negociado con el
enemigo para derrocar a Urbina y Robles, permitiendo y negociando
también el bloqueo a Guayaquil y su consecuente
invasión, actitud cuestionada por la historia, pero luego
aparece como el reformador de la república y consolidador
de nuestra nacionalidad. Su férrea personalidad ya estaba
predestinada para reconstruir la patria y encaminarla hacia el
progreso, apoyándose firmemente en el poder Militar. Este
hombre de grandes quilates, a su retorno a Quito, después
de "romper sus relaciones con Castilla y con Franco, fue apresado
en Riobamba por el capitán Santiago Palacios, que le
pidió renunciar al gobierno. "Jamás", fue la
repuesta, Palacios le encerró y dispuso su fusilamiento
para el amanecer, pero García Moreno, que fue sin duda un
valiente, a la media noche advirtiendo que la tropa estaba
embriagada, logra escapar; consiguió una patrulla leal por
los alrededores; regresó, asaltó el cuartel y fue
quien hizo fusilar al Capitán Palacios.

Sin embargo, mientras se desarrollaba este proceso, las
aventuras de Tulcán y de Cuaspud, por no estar fortalecido
aún el Poder Militar y no contar con los pertrechos
suficientes, constituyeron una humillación para el
Ejército y la patria. Se expuso a las armas de la
República a la peor degradación, ya que estas
batallas no eran entre dos naciones enfrentándose a vengar
injurias a lo sagrado de la nacionalidad, sino entre dos hombres
que manejaban soldados. García Moreno comprendió
perfectamente que para garantizar la vida de república era
necesario considerar en el programa de consolidación de la
misma un brazo capacitado, fuerte y organizado, de manera que
pudiera conjurar las amenazas de invasión externa y de
subversión interna. Por este motivo, en la
reorganización militar que emprendió puso
énfasis en dos objetivos. En primer lugar
"despolitizar las Fuerzas Armadas, elevando su nivel de
profesionalización y realizando una "purga de
indeseables
". La segunda meta fue alcanzar el mayor nivel de
tecnificación posible, lo cual supuso, no solamente, la
compra de armamento moderno y el establecimiento de mayor rigidez
en la organización y en los ascensos, sino también
la necesidad de elevar tanto la instrucción general de la
tropa y de los oficiales, como su capacitación
especializada.

Urbina y Robles habían organizado desde Lima un
movimiento revolucionario que llegó a Guayaquil donde
dadas estas circunstancias, y luego de otorgarse por decreto el
título de Comandante en Jefe del Ejército,
García Moreno viajó a Guayaquil y en solo tres
días llegó al puerto dispuesto a enfrentar
personalmente la amenaza. Luego de arrendar el buque mercante
"Talca", de bandera inglesa, partió tras los
revolucionarios que se dirigieron a Jambelí, y les dio
alcance el 26 de junio a las 9:30 horas. El combate conducido por
el CRNL Juan Manuel Uraga, egresado también de la Escuela
Náutica y dirigido por el propio García Moreno
concluyó con la derrota de las fuerzas revolucionarias,
que fueron capturadas y ejecutadas luego de que sus naves fueron
tomadas por abordaje. La ejecución de los vencidos fue
ordenada y presenciada por el propio García
Moreno.

La Jefatura Suprema y las dos presidencias
constitucionales de García Moreno llevaron al país
a un elevado nivel de progreso y desarrollo. Reformó la
República y gobernó en beneficio del país.
Indiscutiblemente, con la base del Poder Militar.

García Moreno estableció las bases de la
legislación militar. El 05-MAR-1869, se aprobó el
proyecto del Código Penal Militar. El 18-MAR-1870, el
código de enjuiciamientos en materia militar. En clara
concepción de estructurar y fortalecer el Poder Militar,
indispensable para la existencia del Estado, da éste, un
fundamento valioso para las instituciones militares, ya que con
la creación o apertura de las escuelas de formación
y con legislación establecida está proporcionando
sólido fundamento al Poder Militar con los aspectos
básicos del mismo. Composición básica,
subordinación legal, principios de jerarquía y
disciplina y carácter de permanencia. De igual modo, se
establecen los factores específicos del Poder Militar,
tales como instrucción, adiestramiento y aislamiento,
innovación técnica y sobre todo doctrina
militar.

La
desvirtuación del poder militar

El caudillismo ha sido un mal de la república y
la antítesis del Poder Militar, sin embargo, la historia
política y la historia militar tienen páginas que
escritas con las prepotencias del poder, con el autoritarismo y
la incapacidad, han hecho de este Poder un instrumento para
satisfacer la egolatría, desvirtuándolo totalmente
y colocando a la república próxima a la tercera
etapa de su ciclo vital.

Un caso existe en nuestra historia y es el protagonizado
por el General Ignacio de Veintemilla, "Ignacio de la Cuchilla"
como lo bautizó Juan Montalvo, este caudillo que
había servido en el Ejército Convencional de
García Moreno, asumió el poder el 08-SEP-1867 al
proclamarse en Guayaquil Jefe Supremo y Capitán General de
los Ejércitos de la República, con el apoyo de la
oligarquía guayaquileña, desconociendo al gobierno
constitucional de Antonio Borrero que había sucedido a
García Moreno después de su muerte.

Quito fue el escenario de los primeros enfrentamientos,
las fuerzas liberales y conservadoras se habían unido para
luchar contra el tirano. En Quito surgió nuevamente la
figura de la "generala" doña Marieta de Veintemilla,
sobrina del tirano, que condujo a las tropas de su tío
cuando se proclamó dictador; se puso al frente del
ejército que sostuvo al gobierno, fue derrotada y
encarcelada. En Guayaquil plaza fuerte del general, fue cercado
su ejército por el de Eloy Alfaro, que venía
victorioso de Esmeraldas y Manabí y por el ejército
restaurador que mandaba el GRAL José María Sarasti.
El acuerdo liberal conservador concluyó con el
licenciamiento de las tropas de Alfaro y el lógico
debilitamiento del líder.

COMBATE NAVAL DE JARAMIJO

Luego de las batallas que el 09-JUN-1883, pusieron fin
en Guayaquil al gobierno dictatorial del Gral. Ignacio de
Veintimilla, los triunfadores (liberales y conservadores),
organizaron una Junta de Gobierno o "Pentavirato" que
convocó a una Convención Nacional, que reunida en
Quito eligió, en octubre de ese mismo año, al Dr.
José María Plácido Caamaño para el
cargo de Presidente de la República, iniciándose
entonces en el Ecuador el período llamado del
"Progresismo".

Al principio el Presidente Caamaño contó
con el respaldo y la colaboración de todos los partidos
políticos que lo habían llevado al poder,
incluyendo al liberal, pero al poco tiempo se identificó y
rodeó solamente con los conservadores y rechazó
todo diálogo con los liberales, por lo que éstos,
luego de protestar y no ser escuchados, pasaron a la
oposición e iniciaron de inmediato los primeros
movimientos revolucionarios.

Inicialmente los liberales sufrieron algunas derrotas
por parte del ejército regular, por lo que muy pronto
tuvieron que suspender la lucha y el Gral. Alfaro debió
abandonar el país con destino a Panamá; pero al
poco tiempo recibió la ayuda económica y moral de
Luis Vargas Torres y de todos los ecuatorianos identificados con
los postulados liberales, gracias a la cual fue posible comprar y
armar el buque "Alajuela", en el que se reanudó la lucha
en contra del gobierno de Caamaño.

A mediados de NOV-1884, a la altura de Tumaco
(Colombia), el "Alajuela" hizo huir al buque gobiernista "9 de
Julio", y pudo llegar a Esmeraldas el día 23-NOV-1884.
Cuatro días más tarde se produjo el combate de
Charapotó que también fue favorable a los
revolucionarios liberales, pero el día siguiente fueron
derrotados en Portoviejo, por lo que tuvieron que retirarse a
Bahía de Caráquez.

Nuevamente a bordo del "Alajuela" los liberales se
prepararon para continuar hostilizando a las naves del gobierno,
y entre el 05 y 06-DIC-1884, frente a las playas de
Jaramijó, al este de Manta, la nave revolucionaria
enfrentó nuevamente al "9 de Julio", que venía
acompañado por el "Huacho", también perteneciente a
las fuerzas del gobierno.

Esa noche Alfaro fue protagonista de una desesperada y
terrible batalla naval. Con tropas muy inferiores en
número y armamento decidió enfrentar heroicamente a
sus enemigos. Ya la tripulación estaba advertida de que la
lucha sería desigual, y el comandante Andrés
Marín y la oficialidad tenían instrucciones
precisas de cuál sería la acción a tomar en
caso de no poder lograr la victoria. ¿Cuál es su
plan, general…?. Volaremos el buque antes de caer
prisioneros… ¿entendido?.

Trabados en desigual combate, la oscuridad de la noche
favoreció la estrategia planeada por los revolucionarios
que lograron abordar al "Huacho" que transportaba más de
cuatrocientos soldados gobiernistas, la mayoría de los
cuales fueron capturados y llevados a bordo del "Alajuela"; fue
entonces que hizo su aparición -como una sombra- el "9 de
Julio", escupiendo fuego y plomo y barriendo la cubierta de la
nave revolucionaria con nutrido fuego de
ametralladoras.

La situación se volvió desesperada y
terrible, el estruendo de los disparos se mezclaba en
fúnebre armonía con el chasquido de los metales al
chocar los sables y los machetes; los gritos de aliento y los
estertores de muerte. Entonces, y en cumplimiento con lo
acordado, una terrible explosión sacudió de popa a
proa la débil estructura del "Alajuela".

Así, herido de muerte, "iluminado por las
llamas que devoraban la cubierta desde la mitad del buque hacia
la popa, continuó tranquilo su marcha a la playa; nadie
nos persiguió, ni ademán hizo el enemigo de
intentar aproximarse a nuestro volcán flotante. Hubo
instante que pareció se desencadenaba una sangrienta
tragedia a bordo, por el interés de los botes; en el acto
restablecí felizmente el orden, y nuestro vapor
prosiguió su marcha hasta varar con marea creciente en la
playa, entre Crucita y Jaramijó. Así terminó
el Pichincha (nombre con el que el Gral. Alfaro había
bautizado a la nave.) su gloriosa carrera, llevando a bordo un
número de prisioneros tres o cuatro veces mayor que el de
sus aprehensores, como trofeo inmarcesible de cuatro horas de
lucha desigual. El combate principió antes de la
medianoche y calculo que terminó como a las cuatro de la
madrugada" (Eloy Alfaro.- Narraciones Históricas, p.
261).

El poder militar en
la revolución liberal

La revolución liberal surgió de la
voluntad popular para oponerse a la tiranía y a la
represión que ejercían los poderosos. Se
inició con la expedición de "El Alhajuela" sobre
las costas de Manabí y la proclamación como Jefe
Supremo del "Viejo Luchador" en su tierra natal el
15-NOV-1884.

Al grito de "viva Alfaro", las montoneras
revolucionarias se generaron por todas partes, grupos liberales
en Ambato, Latacunga, Tulcán, Vinces, Balzar, donde la
república parece minada por Alfaro. En Esmeraldas,
organizó una división revolucionaria al mando de
Vargas Torres, Alfaro en el "Alhajuela" se dirigió rumbo a
Manabí para establecer su cuartel general en
Charapotó.

El caudillo organizó su ejército
así: el Coronel Francisco Dueñas (chingas); columna
volante de 40 jinetes a las órdenes del Comandante Celso
Giber; batallón "Esmeraldas" bajo la dirección de
los Comandantes Amador Rivadeneira, Carlos Otaya y Mayor Medina.
La ametralladora a cargo de los Sargentos Mayores
Sepúlveda y Vengochea y del Coronel Fidel Andrade, el
Batallón Pichincha al mando de los Coronel Medardo Alfaro
y Zenón Sabando, guardaparque, el Comandante Ciro
Dueñas, secretario privado doctor. Adolfo Pinillos,
ayudantes Mayor Guzmán y Capitanes Agustín
Solórzano y Rafael A. Palacios; cirujano doctor Manuel
Jervis, individuo entregado a la crápula y que
tenía su residencia en Riochico, se enfrentó el
01-DIC-1884 al ejército convencional de la provincia de
Manabí; las fuerza del gobierno vencen a los
revolucionarios y Alfaro se retiró a Charapotó para
rehacerse de su derrota. Esta acción bélica fue el
inicio de una campaña revolucionaria y montonera que
condujo al poder a uno de los más grandes hombres en la
historia de la patria.

La pasión política ha analizado a
través de sus críticos la Revolución
Liberal, la justifican plenamente los simpatizantes y la atacan
apasionadamente sus detractores. La Revolución Liberal es
el hecho histórico más importante en todos los
tiempos de la República.

Eloy Alfaro, volvió a Panamá para
continuar la organización de su lucha armada, que
requería de una victoria de mayor importancia militar que
aquella que logró en sus primeros intentos. En el Ecuador,
los montoneros alfaristas desarrollaban una extraordinaria
campaña en base de guerrillas. El 04-JUN-1895, el pueblo
guayaquileño asaltó los cuarteles e
insurreccionó a la plaza, para el 05-JUN-1895, proclamar a
Eloy Alfaro Jefe Supremo de la República y General en Jefe
del Ejército. Alfaro llegó a Guayaquil el
18-JUN-1895, se hizo cargo de la Jefatura Suprema, puso en
vigencia la Constitución de 1878 y organizó su
ejército, en su gobierno una fuerza militar que le permita
desarrollar el poder político y el poder
nacional.

Su origen social le hace popular en sectores sociales
cansados de familias predestinadas al mando; su origen
costeño le convierte en el portavoz de los intereses de la
región; y su competencia militar le acredita como el jefe
más idóneo para dirigir la guerra civil que ha de
venir. Dos etapas desde el punto de vista militar han de
estructurarse en la revolución liberal, la primera que
inició Alfaro con los movimientos insurgentes durante 30
años, guerrilla organizada, insurrección armada que
enfrentó al gobierno legalmente constituido, nada tiene
que ver ni se parece a un poder militar. Las montoneras
alfaristas carecen de todos los fundamentos para ser poder
militar; los recursos humanos están constituidos por los
más variados elementos, cuerpo heterogéneo sin
experiencia militar alguna, si mandos capacitados y sin
formación militar.

La segunda etapa de la revolución liberal, desde
esta óptica, se inició el 05-JUN-1895, con la
proclamación de Eloy Alfaro como Jefe Supremo y General en
Jefe del Ejército. En esa fecha representó el poder
político y es quien dirigió el poder nacional,
estaba también al frente del poder militar y, que antes
del 5 de junio no está constituido en Alfaro, ya que
existe el Ejército constitucional, cuyo Comandante fue el
General José María Sarasti y representaba al Jefe
de Estado y a la República.

Si bien es cierto que el ejército liberal en el
inicio de la guerra civil en JUN-1895, es un Ejército
incipiente, durante el fragor de la campaña va acumulando
experiencia bélica y desarrollando a través de ella
los factores específicos que dan a una fuerza armada el
carácter de poder, la incorporación de Leonidas
Plaza, que ostentaba el grado de General en la República
de El Salvador y que encontraba sirviendo con el grado de General
de División en el ejército de Costa Rica, da al
ejército liberal la "capacidad de sus mandos".

El 14-AGO-1895, las fuerzas de Eloy Alfaro se
enfrentaron a las del conservador General José
María Sarasti cerca de Riobamba, lugar donde se da la
célebre batalla de "Gatazo". El mismo día en el
"Socavón", cerca de Ambato, eran derrotadas las fuerzas
conservadoras. El General Eloy Alfaro luego de su victoriosa
campaña entró a Quito el 01-SEP-1895.

A partir de 1896, en la búsqueda de la
consolidación del gobierno liberal, se dan algunos
combates en los que el ejército de Alfaro enfrentó
a las facciones del ejército conservador. Con la
Revolución Liberal, además de las transformaciones
sociales de profunda resonancia en la historia republicana y de
los grandes cambios en el campo económico, se producen
también profundas reformas militares, que Alfaro ejecuta
con el objetivo de dar a la República un poder militar
fortalecido, capaz de constituir la real expresión de un
poder nacional también fortalecido.

La Revolución Liberal es un acontecimiento basado
y fundamentado en el poder militar. Las transformaciones
radicales no hubiesen podido ejecutarse ni mantenerse sin la
presencia de la fuerza armada como brazo firma de la
revolución. Alfaro es uno de los más grandes
generales de nuestra historia y el modernizados institucional del
Ejército y la Armada del Ecuador, pues él,
a través de la fundación de la Escuela Superior
Militar y de la Escuela Naval
, de la aprobación de
leyes y decretos que establecen la academia de Guerra, las
escuelas de clases y otros institutos y mediante la
contratación de las misiones militares chilenas, da una
estructura completamente nueva al Poder Militar, estructura que
ha servido de base del mismo hasta nuestros
días.

La revolución liberal es el acontecimiento
social, económico y militar de mayor trascendencia de la
historia ecuatoriana; en lo social y económico por las
radicales transformaciones analizadas y conocidas perfectamente;
en lo militar, por cuanto ésta se guía y se
sostiene en el poder militar estructurado y organizado para
alcanzar el objetivo propuesto. Efectivamente, es el poder
militar la columna vertebral de la única y
auténtica revolución realizada en el país,
pues para entonces ya estaba fortalecido, como fue demostrado en
1910 cuando Alfaro marchó a las fronteras de la patria.
Aquella fue excelente demostración de cómo el poder
militar fortalecido es la única garantía para la
seguridad y supervivencia del Estado.

Intervenciones
rectificadoras de las Fuerzas Armadas

El poder militar frente del poder
político

El 28-ENE-1912, cuando muere asesinado Eloy Alfaro, el
General Leonidas Plaza se convierte en el árbitro del
Partido Liberal y en su "gran elector", con la
colaboración del Gerente del Banco Comercial y
Agrícola de Guayaquil, Francisco Urbina Jado".

La posición de Plaza profundizó más
la grave escisión del Partido Liberal, que se
manifestó con la revolución armada de Flavio Alfaro
en Esmeraldas, a raíz de la muerte del Presidente
Víctor Emilio Estrada, contra el Gobierno de Carlos Freile
Zaldumbide, que le sucedió constitucionalmente
después de su muerte. Leonidas Plaza fue colocado al
frente del Ejército Constitucional para combatir la
insurrección de Flavio Alfaro, que sofocada luego de los
sangrientos combates, Plaza se proyectó hacia su segundo
mando constitucional, durante el cual enfrentó una de las
revoluciones de la historia ecuatoriana, la del coronel Carlos
Concha Torres en Esmeraldas.

La oposición armada contra los liberales por
parte de liberales solamente concluyó con el Gobierno de
Plaza, al que sucedió el doctor Alfredo Baquerizo Moreno.
En 1920 asumió el Poder el doctor José Luis
Tamayo.

A raíz de la crisis desatada por la Primera
Guerra Mundial, el negocio del cacao descendió
notablemente, afectando en forma clara a la economía del
Ecuador, disminuyendo el nivel de vida de los ciudadanos que
tenían ingresos fijos y el pueblo fue hundiéndose
en el hambre y la miseria. Esta situación fue aprovechada
por los anarquistas y comunistas que tenían dominio sobre
la asociación de cacaoteros e influían en la
conducta pacífica de la Confederación Obrera del
Guayas (COG) y aprovechándose de la situación de
angustia existente entre los necesitados, crearon otra
organización no gremial, sino revolucionaria, llamada
Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana,
FTRE.

En lo político, el Partido Conservador, miembros
del bipartidismo de la época, provocó una
insurrección armada contra el gobierno liberal. En el
año 1924 concluía el período presidencial
del doctor Tamayo.

A pesar de la promesa del gobierno, que nunca se
cumplió, de no tener candidato oficial, del día de
la elecciones se multiplicaron los votos a favor del doctor
Gonzalo S. Córdova, quien ausente en Venezuela triunfo en
las mismas, por un descarado fraude electoral, el pueblo
comenzó a expresar la necesidad de una
transformación política y económica que
sólo podía ser ejecutada por lo único
rescatable que tenía el país; su poder militar. Se
originó así la primera intervención
institucional de las Fuerzas Armadas en la vida política
del país.

La revolución
juliana (9 de julio de 1925)

El 31-AGO-1924, se posesionó como Presidente
Constitucional de la República el doctor Gonzalo S.
Córdova, ante la esperanza y expectativa del pueblo que,
dada su brillante trayectoria política, veía en
él la posibilidad de redención a sus problemas; sin
embargo, casi inmediatamente las expectativas populares se
disiparon.

Después de este período de honda
depresión política se sintió el peso del
abrumador despotismo de la bancocracia, durante once años,
en los cuales. Por múltiples motivos, la economía
de la república y sus finanzas cayeron hechas
trizas.

Entre los políticos de oposición, el
analista económico financiero, Luis Napoleón Dillon
señalaba que "… el origen de los males de la patria
estaba, principalmente en el Banco Comercial y agrícola y
su política financiera, ruinosa para todos, en los
gobiernos que él, de acuerdo con el general Plaza,
había hecho, de Baquerizo a Córdova".

Las razones de la grave crisis fueron señaladas
por los expertos y analistas de la época en estos
términos: la inconvertibilidad del billete, las emisiones
sin respaldo y la inflación, como causas principales, y,
como secundarias, la especulación, el abuso del
crédito, la superimportación, el desnivel de la
balanza de pagos y la falta de control sobre los bancos. Ante los
motivos de la crisis se presentaron como únicas
alternativas de solución las siguientes:

  • 1) La destitución inmediata del Gobierno
    constituido,

  • 2) La liquidación de la influencia
    absorbente del General Leonidas Plaza, quien "ponía y
    quitaba presidente y ministros" y también de Urbina
    Jado; y,

  • 3) La liquidación inmediata del Banco
    Comercio y Agrícola de Guayaquil

Esta era la solución que sólo la capacidad
moral y material del poder militar podía poner en
práctica en el país. Como hemos analizado, el
Ejército ecuatoriano constituyó durante los
primeros años de la historia republicana la base
sustancial del Poder Militar, sin embargo, su falta de
institucionalización fue la consecuencia de la defectuosa
formación política del estado ecuatoriano, y la que
le condujo a permanentes enfrentamientos contra la fuerzas de los
caudillos

La profesión no se aprende en academias y los
ascensos no se producen por antigüedad, estudios y pruebas
de aptitud. El militar de la época se autoeduca en la
ciencia de las armas mediante la experiencia práctica
adquirida en los campos de batalla, y en las montoneras
revolucionarias. Sin embargo, el Poder Militar, en las formas
analizadas, siempre estuvo presente en la historia de la patria
como expresión y brazo armado del poder
nacional.

La institucionalización de las Fuerzas Armadas en
el sentido estricto de la palabra se inició con la
fundación del Colegio Militar y de la Escuela Naval
por Eloy Alfaro
, en 1899 y 1911. La presencia de la primera
Misión Militar Chilena, en el año 1902, dio un giro
trascendental a la formación de los oficiales del
Ejército y de la Armada.

El proceso de organización e
institucionalización del Ejército se
completó con la especialización de jóvenes
oficiales en las escuelas militares de América y Europa;
pero fue a partir del año 1922, con la llegada de la
primera misión italiana, el 22-MAY-1922, que se dio una
profunda y verdadera profesionalización al ejército
ecuatoriano, fundaron las escuelas de armas y la academia de
Guerra del Ejército; se dictaron cursos de
ingeniería y se graduó a los pioneros de la
aviación militar.

Cabe destacar que, a partir de la fundación de la
Escuela Militar, el pensamiento y la filosofía de los
oficiales del Ejército sufrieron una importancia
transformación, deja el oficial de ser político y
tiende a ser esencialmente profesional, y se deja de asignar
grados por participaciones en las guerras civiles.

Las primeras promociones de oficiales egresados de la
Escuela Militar se encontraron con este ambiente diferente y
alejado de su formación profesional, los oficiales
inferiores ponían alguna preocupación por
instruirse, los jefes en su mayoría carecían hasta
de rudimentarios conocimientos generales, no pocos militares,
aún de conocimientos elementales.

Analizada la situación el país en sus
partes más destacadas y en las cuatro expresiones del
poder nacional, determinaremos los hechos que provocaron la
primera intervención institucional de las Fuerza Armadas.
No quedaba otro recurso que la fuerza para arrancar al
país de las fauces de la fiera que lo venía
devorando desde años atrás; y la revolución"
de arriba para abajo", que no se la quiso hacer a pesar de las
advertencias terminantes hechas en cierta histórica
entrevista, hubo de hacerse de "abajo hacia arriba", y el
09-JUL-1925, fue un hecho.

Fue en Quito, en el interior del grupo de
artillería "Bolívar, el 25-OCT-1924, cuando un
puñado de jóvenes oficiales se reunieron y hablaron
de las desgracias de la patria y de los posibles caminos para
salvarla. Sus miembros serían preferentemente
jóvenes, seleccionados con mucho rigor conformaron una
liga que tenía fines de reconstrucción en lo
político, en lo económico, en lo social y en lo
militar.

En la tarde del 09-JUL-1925, grupos de soldados armados
salieron a las calles de Guayaquil, en busca de las principales
autoridades y de sus propios jefes para detenerlos. La liga
había iniciado al frente del Poder Militar la primera
intervención rectificadora de las Fuerzas Armadas. Fue el
Mayor Idelfonso Mendoza quien lideró en Guayaquil el
movimiento, que al tener inmediata repercusión en Quito y
en el resto del país concluyó con el derrocamiento
del régimen de Gonzalo S. Córdova y con la
instalación de la Junta Suprema Militar, constituida por
jóvenes oficiales y de la Junta de Gobierno Provisional,
conformada por destacados elementos civiles. El movimiento se
ejecutó con honor, valor y patriotismo, sin derramar una
sola gota de sangre ecuatoriana.

En esta oportunidad, el Poder Militar, por su propia
decisión y sin obedecer a caudillo alguno o a las grandes
oligarquías, intervino en la política del
país para rectificar el curso de la historia y salvar a la
República de las garras de la plutocracia, de la
bancocracia, de la ambición y de la incapacidad de los
políticos de la época y para conducir al Estado
ecuatoriano por rumbos de transformación y progreso. El
movimiento contó con el respaldo patriótico de todo
el país, como puede constarse en los documentos que se
publicaron en ese tiempo. La transformación
socio-económica del país que se inició con
la intervención del Poder Militar el 09-JUL-1925 y
terminó el 24-AGO-1931, con la renuncia del doctor Isidro
Ayora.

La Revolución Juliana, intervención
rectificadora del Poder Militar, fue mayoritariamente respaldada
y apoyada por el pueblo ecuatoriano, porque el pueblo, que ha
recorrido ya 100 años de vida republicana, sabía
que la única fuerza que le quedaba a la patria para salir
de la crisis, era la fuerza moral que le proporcionaba su Poder
Militar. Las manifestaciones públicas de respaldo al
movimiento, expresadas por eminentes personalidades y de
instituciones respetables de la república, justificaron
plenamente la intervención y la calificaron en sus
verdaderos términos: "nacional", "depuradora",
"magnífica", "de esperanzas", "idealista",
"patriótica", etc.

La Revolución Juliana de 1925 constituye la
primera intervención de la Fuerzas Armadas con el
propósito de introducir reformas a la organización
de país. En estos seis años que comienzan el
09-JUL-1925 y terminan el 24-AGO-1931, como se vio antes, por
primera vez, el Estado establece ciertos controles sobre la
"empresa privada", se reconocen algunos derechos de los
trabajadores y se libera a la autoridad pública del
dominio de la "bancocracia" guayaquileña representada por
el Banco Comercial y Agrícola.

Las transformaciones sociales y económicas que se
dieron en el país como consecuencia de la
revolución juliana permitieron enrumbar al Ecuador y
proyectarlo hacia el futuro, fue el Poder Militar el brazo
ejecutor de este movimiento salvador, que con su capacidad y
patriotismo una vez más, salvo de la regresión y
muerte al Estado Ecuatoriano.

El gobierno del
General Alberto Enriquez Gallo

En 1925, tuvo importante participación en la
Revolución Juliana que culminó con el derrocamiento
del Gobierno del Presidente, Dr. Gonzalo S. Córdova, y
posteriormente, en AGO-1932, participó también en
la "Guerra de los Cuatro Días", que se produjo cuando el
Sr. Neptalí Bonifaz, luego de ser elegido legalmente como
Presidente de la República, fue descalificado por el
Congreso e impedido de ejercer dicho cargo.

Convertido en el hombre fuerte del Gobierno Interino del
Dr. Alberto Guerrero Martínez, su intervención fue
determinante para que el Dr. Juan de Dios Martínez Mera
triunfe en las elecciones presidenciales de 1932. Por esa
época, su poder militar y político aumentó
de tal manera, que en 1935, luego de que el Dr. Velasco Ibarra se
"precipitara sobre las bayonetas", presionó para que el
Dr. Antonio Pons, Encargado del Poder, presente ante el
ejército la renuncia a sus funciones.

Entonces y para aprovechar el momento político
que atravesaba el país, ejerció toda su influencia
con el fin de que el poder le sea entregado a su padrino de
bautizo el Ing. Federico Páez, quien lo ascendió al
grado de General y lo nombró Ministro de
Defensa.

En 1937, al instalarse en Quito la Asamblea Nacional
Constituyente descubrió que el Ing. Páez estaba
maniobrando hábilmente para que dicha asamblea lo elija
Presidente Constitucional por cuatro años. Esto no le
agradó y el 22-OCT-1937, contando con el total respaldo
del Ejército, disolvió la Asamblea Constituyente y
se proclamó dictador.

Tuvo entonces el buen tino de seleccionar adecuadamente
a sus colaboradores, e inició con su gobierno un
período de paz y progreso que fue muy beneficioso para el
país. Expidió leyes y decretos de gran importancia
como el Código del Trabajo, la Ley de Asistencia Social,
la Ley de Matrimonio Civil y el Código de Menores. Dio
además amplias garantías a los perseguidos
políticos e impulsó la creación del Museo y
del Archivo Nacional.

El General Enríquez, durante su breve
administración (OCT-1937 a AGO-1938), dio pruebas de mayor
capacidad civilista que el civil Federico Páez.
Evidentemente, Enríquez no se desempeñó como
un estadista de experiencia, pues no la tenía. Pero su
gran intuición y magnífica voluntad le hicieron
gobernar bien y con anhelos de progreso. Tuvo algunos consejeros
sagaces. Y aunque por la inexperiencia y la brevedad de su
tránsito por el poder cometió errores, el balance
le es, no hay duda, favorable" (A. Pareja Diezcanseco.-
Ecuador: Historia de la República, tomo III, p.
83
).

Consciente de que la única misión de los
militares es la defensa de la patria y la Constitución, y
de que el país debía retornar rápidamente al
régimen democrático, a mediados de 1938
convocó a una nueva Asamblea Constituyente, y el
10-AGO-1938, ante dicha asamblea entregó el poder de la
República.

La historia del Ecuador ha identificado al gobierno del
General Alberto Enríquez G., como uno de los más
progresistas del siglo XX; en él reconoce también
la capacidad del Poder Militar y su vocación para el
servicio a los más caros intereses de la
República.

La Junta Militar de
Gobierno 1963-1966

Se inició el 11-JUL-1963, cuando los jefes de las
tres ramas militares: Capitán de Navío
Ramón Castro Jijón, de la Armada
; Coronel Luis
Cabrera Sevilla, del Ejército; y Teniente Coronel
Guillermo Freile Posso, de la Fuerza Aérea; junto con el
Senador Funcional por las Fuerzas Armadas, Coronel Marcos
Gándara Enríquez, desconocieron al deteriorado
gobierno constitucional del Dr. Carlos Julio Arosemena Monroy y
proclamaron una Junta Militar de Gobierno.

No hubo reacción inmediata contra el cambio de
sistema, por el contrario, la Junta Militar de Gobierno fue
aceptada como una posible solución a los problemas
nacionales. Los primeros pasos de la Junta fueron bien
encaminados y el país logró un préstamo
internacional con el que se puso en ejecución el llamado
"Plan Vial Quinquenal" 1964-1968, destinado a mejorar las
carreteras tomando en consideración las diferentes zonas
de producción económica; se propugnó a una
"Reforma Tributaria" en base a la unificación de impuestos
y a un mejor control de rentas; se dictó la "Ley de
Reforma Agraria" y se creó el Instituto Ecuatoriano de
Reforma Agraria, IERAC; finalmente, en el campo de la
educación se inició un plan de construcciones
escolares y se asignaron recursos para desarrollar los programas
de alfabetización y educación para
adultos.

Pero no todo fue feliz, pues la buena voluntad de los
militares se vio obstaculizada por su poca capacidad ejecutiva, y
poco tiempo después su imagen empezó a desfigurarse
cuando se ascendieron vertiginosamente en el escalafón
militar.

1964 fue un año que le ocasionó graves
trastornos a los gobernantes, sobre todo los que fueron
consecuencia de los problemas socio-económicos por los que
atravesaba el país, que produjeron los primeros brotes de
oposición contra el sistema. Ante esta situación la
Junta tuvo que dictar una serie de medidas que produjeron un
grave impacto en las fuerzas de la producción y el costo
de la vida sufrió un notable incremento.

Al iniciarse 1966 y conocer el país la magnitud
del déficit presupuestario, la protesta y el rechazo al
régimen empezó a crecer en todo el territorio
nacional y una ola de paros, huelgas, reclamos y manifestaciones
brotó en todas las ciudades ocasionando un clima de
incertidumbre. El 30-MAR-1966, los gobernantes abandonaron el
Palacio de Gobierno, y por intermedio del Gral. Telmo Vargas,
Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, ante la presencia de
los ex Presidentes: Galo Plaza Lasso y Camilo Ponce
Enríquez entregaron el mando supremo de la
República al Sr. Clemente Yerovi Indaburu, poniendo fin a
la que posiblemente fue la más accidentada
intervención de las Fuerzas Armadas en la vida
política del Ecuador.

El gobierno
nacionalista y revolucionario de las F.F.A.A.

Luego del interinazgo del Dr. Otto Arosemena
Gómez, fue elegido Presidente Constitucional de la
República, por voto popular, el doctor José
María Velasco Ibarra, quien asumió por quinta
ocasión la Primera Magistratura del país, el
01-SEP-1968. Ante esta situación y con una verdadera y
sana intención de redimir a la república, Velasco
Ibarra, con el respaldo de las Fuerzas armadas, desconoció
la Constitución y rompió el Estado de Derecho el
22-JUN-1970.

Las relaciones del poder político con el Poder
Militar, que sustentaba el régimen, fuero llegando a un
franco deterioro, debido a la prepotencia, al abuso de facultades
y al exceso de autoridad del Ministro de Defensa
Nacional.

La reacción inicial la protagonizó la
Academia de Guerra del Ejército, en respaldo de los altos
mandos militares y como último recurso envía una
carta al señor Presidente de la República doctor
José María Velasco Ibarra pidiéndole la
salida de su Ministro de Defensa Nacional.

La situación política que vivía el
país tomó otro rumbo; el Presidente Velasco Ibarra
anunció elecciones libres y el retorno al régimen
de derecho. El líder populista Assad Bucaram era el
posible triunfador en esos comicios y posiblemente el futuro
Presidente de la República.

Con la denominación de "Gobierno Nacionalista y
Revolucionario" se inició la gestión de las Fuerzas
Armadas, del Poder Militar al frente del poder político.
Un bien trazado plan de gobierno, en cuya elaboración
participaron profesores de la academia de Guerra del
Ejército, eminentes profesionales civiles y algunos
oficiales de las Fuerza Armadas, plasmándolo en el
documento "Filosofía y Plan de Acción del Gobierno
Nacionalista y Revolucionario del Ecuador", fue la guía y
camino por el que habría de recorrer el país en los
años siguientes.

La acción inicial del Gobierno militar fue
respaldada mayoritariamente por amplios sectores de la patria. Es
posible que el desempeño dual del papel de las Fuerza
Armadas; el ejercicio del poder político y el cumplimiento
de sus funciones específicas, las hayan llevado a un
cierto grado de desprofesionalización y despertado en
algunos oficiales el "interés" por participar en la
administración, reacción que se materializó
en el condenable enfrentamiento armado del 01-SEP-1975 que
buscó derrocarle, pero el gobierno del General
Rodríguez Lara quedó muy debilitado.

Efectivamente, el General Guillermo Rodríguez
Lara fue "relevado", el 11-ENE-1976 por el Consejo Supremo de
Gobierno, presidido por el Almirante Alfredo Poveda Burbano y
conformado por los otros Comandantes Generales de
Fuerza.

Alfredo Poveda, lucía las insignias de
Vicealmirante cuando presidió el Consejo Supremo de
Gobierno, que junto a los Generales Guillermo Durán
Arcentales, de la Fuerza Terrestre y Luis Leoro Franco, de la
Fuerza Aérea, gobernaron al país desde el
12-ENE-1976 hasta el 09-AGO-1979, continuando con la dictadura
militar instaurada por el Gral. Guillermo Rodríguez Lara
el 15-FEB-1972. Poveda Burbano, durante su gestión
gubernativa fue ascendido al grado máximo dentro del
escalafón militar de la Armada Nacional,
convirtiéndose en el primer Almirante de la
República.

El Poder Militar, consideró que el de rectificar
estaba dado y que lo único que estaba por hacer era sentar
las bases en una estructura fuerte y estable para que el
ejercicio del poder en la república se dé en un
auténtico sistema democrático y con una efectiva
participación popular.

El 01-JUN-1976, se anunció el "Plan de
Reestructuración Jurídica del Estado", en el que se
realizaron las siguientes tareas: proyecto de una nueva
Constitución, proyecto de reformas a la Carta Fundamental
de 1945 y proyecto de la Ley de Elecciones, Ley de Partidos
Políticos y Estatuto para el Referéndum. El "Plan
Retorno" se cumplió de acuerdo a lo programado; el pueblo
acudió masivamente al referéndum y en las urnas
aprobó la "Nueva Constitución" que rige al
país.

El Gobierno militar convocó a elecciones
presidenciales para el 16-JUL-1978. En la primera vuelta
electoral fueron finalistas el abogado Jaime Roldós
Aguilera y el arquitecto Sixto Durán Ballén. El
pueblo ecuatoriano escogió en la segunda vuelta electoral,
celebrada el 29-ABR-1979, al binomio conformado por el abogado
Jaime Roldós Aguilera y por el doctor Osvaldo Hurtado
Larrea.

El Poder Militar consciente del cumplimiento de su
responsabilidad histórica, entregó al poder a los
nuevos dignatarios el 10-AGO-1979. Es de justicia recordar que
los gobiernos de facto no han sido obra exclusiva de la
institución militar, que si ha intervenido en el campo de
la política para salvar su honor y evitar mayores males a
la República, ha sido impelida por la fuerza de las
circunstancias y a requerimiento de la opinión
pública, de partidos y de grupos
políticos.

Las intervenciones del Poder Militar, por lo tanto,
obedecen a una bandera y a un solo ideal. "la patria", a la que
se debe y a la que sirve con honor y dignidad. Los gobiernos
dirigidos por el Poder Militar han sido progresistas, honestos y
patriotas, han propiciado el desarrollo nacional y han
garantizado la supervivencia del estado Ecuatoriano.

Mediación y
dirimencia en el caos bucaramista

El papel no deliberante de unas Fuerzas Armadas exentas
de la dinámica política es una situación que
aparecería como parte del imaginario democrático
ecuatoriano, pues su acción mediadora e inclinadora de la
balanza del juego político se evidenció en la
crisis de FEB- 1997, que condujo a la caída del ex
Presidente Abdalá Bucaram. En efecto, con las
movilizaciones nacionales que plantearon un extenso rechazo al
desempeño gubernativo de Bucaram, se abrieron varios
escenarios conflictivos y de crisis política que
culminaron en una decisión controvertida y sui
géneris de parte del Congreso Nacional que cesó en
sus funciones al Presidente de la República aduciendo
incapacidad mental en aplicación del artículo 100
de la Constitución.

El efímero gobierno de Bucaram estuvo marcado por
una constante contradicción entre las promesas de
campaña electoral, sustentadas en buena parte en una
posición anti ajuste y de redistribución a los
sectores populares con las prácticas reales de
sujeción a los poderosos intereses económicos de
grupos corporativos que demandaban permanentemente el reparto del
botín político. En esa dinámica, el
círculo íntimo del ex presidente, compuesto por sus
familiares y la cúpula del Partido Roldocista,
constituyó una verdadera "mafia" especializada que
negociaba toda clase de prebendas, repartos, contratos,
asignaciones presupuestarias, puestos burocráticos e
incluso procesos de privatización que hacía
difícil establecer los límites entre el
interés público y el privado, es decir, el
país asistía absorto a la aplicación de
lógicas patrimoniales que utilizaban la institucionalidad
del Estado para satisfacer el enriquecimiento ilícito y la
corrupción en múltiples esferas de la
sociedad.

Adicionalmente, la gestión bucaramista
profundizó el conflicto étnico y regional al crear
el Ministerio de Etnias con la finalidad de fracturar al
movimiento indígena; planteo la necesidad de establecer la
convertibilidad monetaria como salida al estancamiento de la
economía, lo cual produjo largos momentos de inestabilidad
financiera e incertidumbre para los agentes económicos;
intervino políticamente en el sistema de
administración de justicia potenciando la impunidad y la
corrupción; manejó de manera populista y pintoresca
las relaciones internacionales del país, principalmente el
delicado asunto fronterizo con el Perú; desató
pasiones regionalistas al despreciar constantemente a la matriz
cultural serrana; tensionó las relaciones del gobierno
central con las autoridades seccionales por medio del uso
discrecional de las asignaciones presupuestarias; y, en
términos generales, impuso una política
espectáculo como burda salida a la crisis de
representación que venía arrastrando desde hace
años el sistema político ecuatoriano.

Esta forma de hacer política, denominada
"farandulización" del poder, trató de establecer
una estructura de poder paralela a la institucionalización
formal a través de una serie de mecanismos y pactos que
funcionaban como maquinaria de administración
política y recolección de fondos. Es por ello que a
pocos meses de ejercer su mandato, los niveles de
aceptación y legitimidad de su gobierno habían
descendido a niveles sólo comparables con el desprestigio
que alcanzaría mas tarde el ex presidente
Mahuad.

Ante este veloz desgaste gubernativo que estaba
erosionando y caotizando la vida política del país,
determinados actores sociales y políticos del más
variado espectro ideológico, con distintos intereses y
demandas, incluidos los medios de comunicación y
especialmente los representantes de los gobiernos locales,
impulsaron conjuntamente una serie de jornadas de "dignidad",
protestas y movilizaciones populares que pusieron al Congreso
Nacional ante la disyuntiva de cesar en las funciones al
presidente o ser cómplices del caos y la corrupción
imperante. Una situación difícil, entre la espada y
la pared, pero que debía ser solucionada mediante un
recurso constitucional que tenía la potestad de establecer
un gobierno interino.

Luego de varios cabildeos partidarios, discusiones
jurídicas sobre quien debe ejercer la presidencia interina
que dejó fuera de juego a la ex Vicepresidenta
Rosalía Arteaga, la balanza se inclinó a favor de
Fabián Alarcón, Presidente del Congreso Nacional.
En ese contexto, las FFAA no sólo respaldaron la
decisión legislativa y retiraron el apoyo al ex
Presidente, sino que volvieron anómalas las relaciones
vico militares desde el retorno a la democracia en 1979.
Estas acciones interventoras, basadas en una percepción de
amenaza del caos, de su preocupación por la pérdida
de autoridad de las instituciones políticas y
descrédito de los civiles, de la persistente
situación de ingobernabilidad asociada al concepto de
seguridad y la necesidad de fortalecer el frente interno en una
delicada coyuntura de negociaciones con el Perú, se
convirtieron en elementos detonantes que abrieron los causes del
tutelaje y la dirimencia que a la postre los convirtió en
fuerza arbitral y decisoria en el desorden político de los
civiles.

Las FFAA en su acto de "dejar caer" a Bucaram
consideraron que el populismo emanado de este personaje iba a
llevar al extremo el sistema patrimonial del manejo del poder,
además de correr con el riesgo de destruir la débil
institucionalidad racional legal del Estado ecuatoriano; no
obstante, la intervención militar sobre la democracia
contribuyó a deslegitimarla, aunque hayan sido los mismos
civiles quienes invitaron a las FFAA a intervenir en la crisis
política, situación que por otro lado expresa la
inconsistencia de un sistema político que ha sido incapaz
de procesar la conflictividad y de diseñar los mecanismos
legítimos y confiables que actúen como instancias
arbítrales, depositarias finales de la legitimidad del
Estado de derecho, con lo cual se aleja la idea de una democracia
constitucional de contenido.

Desde esa perspectiva, no se puede negar el hecho de que
las intervenciones de las FFAA también son producto de esa
libre interpretación de ser garantes del estado de derecho
y la Constitución, una suerte de árbitros finales
para ordenar el caos político, pues entran en
acción cuando existe la percepción de un derrumbe
gradual de las capacidades de la política formal para
ejercer eficacia y coherencia en los gobiernos de turno. De esta
forma, la institución castrense ya sabe y tiene muy claro
que en cualquier otra situación previsible de
"vacío de poder", serán nuevamente ellos los
destinados a jugar el rol de último recurso decisivo, tal
como aconteció en el mandato del ex presidente
Mahuad.

Hastío y
golpismo frente al desastre mahuadista

No es exagerado afirmar que el corto gobierno del ex
presidente Mahuad fue un desastre en todos sus sentidos. Con
excepción de la firma del tratado de paz con el
Perú en 1998 que logró sellar una compleja fase
histórica del país y nos permitió poseer a
los ecuatorianos una frontera real y delimitada tras 56
años de tensiones, guerras cortas y desconfianzas mutuas;
los desaciertos en la conducción económica del
país; la falta de decisiones rápidas y coherentes
en la aplicación de políticas sociales que
generaron una secuela de paros y movilizaciones populares en
marzo de 1999; la debilidad para establecer mecanismos de control
a las presiones corporativas del sector financiero y bancario que
desataron la mayor crisis económica en décadas y
arruinaron parte del sector empresarial; y, la reducida capacidad
para establecer diálogos constructivos con la
oposición política; constituyen, sin lugar a dudas,
algunas características del ejercicio gubernativo de
Mahuad.

La flaqueza institucional de su gobierno y de su
partido, Democracia Popular, sumada al constante chantaje
político del Partido Social Cristiano que lo había
apoyado para llegar a la presidencia, representan también
factores importantes que contribuyeron a la descomposición
social del país. De hecho, la falta de voluntad
política para frenar y sancionar la corrupción que
se había instalado en buena parte del sistema bancario, la
controvertida decisión de suspender temporalmente el pago
de la deuda externa que aisló al país
internacionalmente y generó una imagen de inviable para la
inversión; y, lo más grave, el decreto de
dolarización de la economía que lo utilizó
para mantenerse en el poder, pues el 90% de la población
rechazaba su gobierno; constituyeron factores detonantes para que
en enero del 2000, las FFAA no hayan podido sustraerse a la
posibilidad de convertirse nuevamente en actores políticos
centrales ante la debacle social, económica y
política en que se encontraba el país.

Si hasta 1999 el perfil de las FFAA estaba sometido a la
cohesión, disciplina y acatamiento del mando superior,
esta situación varió notablemente a raíz de
su participación en el Golpe de Estado al ex Presidente
Mahuad. Varias fueron las preocupaciones y malestares que le
trasmitió el Alto Mando Militar ante su falta de
responsabilidad y ética para manejar el destino de la
nación. Incluso existió la advertencia de que el
descontento en las filas castrenses era un asunto institucional
porque los militares desde 1998 estaban sujetos a recortes
presupuestarios que afectaban su capacidad adquisitiva; se
encontraban expuestos a la pérdida de espacios de
representación en entidades públicas que les
permitía obtener algún control de los sectores
estratégicos de la economía y que les había
dotado de la capacidad de presión corporativa; pero sobre
todo, expresaron frontalmente su oposición a un sistema
político que, bajo el pretexto de la privatización,
estaba depredando los recursos públicos sin ningún
control de parte del gobierno. Ante esa situación le
invitaron a renunciar porque no podían ser responsables de
su seguridad, ya que estaba en duda el control que podían
tener sobre un grupo de coroneles que se habían sublevado,
apoyados en esa acción por el movimiento indígena
que había tomado el Congreso Nacional y la Corte Suprema
de Justicia.

Los resultados de todo este proceso desembocaron en la
salida de Mahuad, en la instalación de un triunvirato
cívico militar que duró apenas cuatro horas y en la
asunción del gobierno por parte del vicepresidente Gustavo
Noboa. Independientemente de los hechos, sean considerados por
algunos sectores como verdaderos o no, de las versiones
disímiles que se han difundido respecto a la
participación del alto mando militar en esa aventura, en
el papel central que tuvieron los coroneles en esa
intervención y que se sintieron traicionados por sus
superiores, o, en la creencia de parte de la dirigencia
indígena de que no se puede gobernar sin este actor
político; lo cierto del asunto es que los militares
ecuatorianos volvieron a saltar a la palestra política
para provocar una ruptura constitucional mediante el golpe de
Estado, una respuesta derivada del hastío que
generó el desastre político que había
propiciado el ex presidente Mahuad.

Si en ocasiones anteriores se había recurrido a
la presencia tutelar de los militares para solucionar la crisis
de intereses y representación dentro del sistema
político ecuatoriano, en esta ocasión ellos mismos
intervinieron aduciendo que el manejo gubernativo irresponsable
estaba acabando con la poca institucionalidad estatal, la cual se
encontraba sujeta a los intereses corruptos de grupos
corporativos y partidos políticos que propiciaban el
asalto a los fondos públicos en perjuicio de la
población y de su desarrollo. Sin embargo y a pesar de que
la población en general estuvo de acuerdo con la entidad
castrense, la buena imagen de las FFAA no volvió a ser la
misma de años anteriores.

En primer lugar porque sufrieron una serie de tensiones
internas, producto de los juicios, sanciones y retiros forzosos a
los que se vieron sometidos una gran cantidad de oficiales que
participaron en el golpe; pugnas que también expresan el
compromiso de un sector militar, especialmente la Fuerza
Naval
, con un proyecto económico proveniente de los
rezagos oligárquicos costeños que desean ver
minimizado el papel del Estado como entidad integradora y
reguladora de la sociedad. En segundo lugar porque los militares,
si bien han mantenido una constante la crítica al sistema
de partidos como causantes de la ingobernabilidad, varios de los
oficiales superiores, cuando han pasado a la vida civil, han
utilizado precisamente los espacios partidarios para sus
proyectos políticos individuales.

Lo anteriormente expuesto no es extraño en el
Ecuador porque las afinidades ideológicas de las FFAA con
los partidos de centro izquierda en ciertos temas como la
responsabilidad primordial del Estado en los sectores de salud y
educación; las críticas al modelo neoliberal
predador impulsado por grupos empresariales rentistas, no
modernos y poco competitivos; y, la privatización sin
transparencia de áreas estratégicas de la
economía, aparecen como temas vinculantes en el espectro
ideológico a pesar de los eufemismos con los que la
cúpula castrense ha tratado estos temas. Precisamente, al
encontrar cercanías conceptuales con este segmento
partidario, algunos de los ex comandantes militares hallaron el
espacio adecuado para impulsar sus aspiraciones y proyectos
políticos personales luego de culminar su carrera en las
instituciones armadas.

PODER MILITAR Y SEGURIDAD
NACIONAL

La Seguridad Nacional, se define de acuerdo a la Escuela
Superior de Guerra del Brasil, como "el grado relativo de
garantía que, a través de acciones
políticas, económicas, psicosociales y militares,
un Estado puede proporcionar, en una determinada época, a
la nación que jurisdicciona, para la consecución y
salvaguardia de los objetivos, existentes o previsibles". Esto se
ajusta al analizar: la presencia del Poder Militar como factor y
elemento indispensable para garantizar la consecución de
los objetivos nacionales permanentes.

Basándose en el concepto de poder nacional, la
doctrina de seguridad nacional establece que "los medios de todo
orden" de que dispone efectivamente la nación son los
medios que actúan en cada uno de los frentes de
acción. De este modo se origina el poder nacional
compuesto por el poder político, el poder económico
y el Poder Militar, todos éstos con igual responsabilidad
para alcanzar los objetivos nacionales y para
mantenerlos.

El Poder Militar, representado en sus instituciones
fundamentales, tiene la histórica responsabilidad de
salvaguardar a la república y de proporcionarle seguridad
interna y externa, así como la de contribuir con todos sus
medios y recursos al desarrollo nacional.

El Poder Militar y su
aporte para la consecución y
mantenimiento de los
objetivos nacionales permanentes

Soberanía e integridad territorial

La soberanía, definida como "la facultad de
independencia que tienen los estados para tomar decisiones por
sí mismos, sin ninguna subordinación a potencia
extranjera", es el primer objetivo nacional permanente del Estado
ecuatoriano, objetivo que consagra la Constitución
Política del país. Por lo tanto, es
obligación del Estado, para garantizar su soberanía
buscar el permanente fortalecimiento del poder nacional y de sus
expresiones.

El primer Estado Soberano en América
española. "El Estado Quiteño de 1812" fue
efímero en su existencia, Su ciclo vital, perfectamente
identificado, fue demasiado corto, nace con la presencia en Quito
del coronel Carlos Montúfar y con el germen fecundo de la
sangre derramada el 02-AGO-1810.

La independencia del yugo español no es otra cosa
más diáfana y palpable que la voluntad de
expresarse y manifestarse en un auténtico acto de
soberanía del pueblo ecuatoriano, expresión de
soberanía que sólo pudo materializarse a
través de la presencia de un Poder Militar.

La República del Ecuador nace como Estado
soberano en 1830 y a través de su desarrollo y de su vida
republicana ha podido desenvolverse con absoluta soberanía
únicamente cuando ha tenido suficiente capacidad para
respaldar sus decisiones, basada este respaldo en el Poder
Militar.

En 1941, es la demostración más cruel,
pero real, de cómo la ausencia del Poder Militar
fortalecido impidió que nuestra soberanía se
afirme. La participación del Ecuador en el Tratado
Antártico, la vigencia de la extensión de nuestro
mar territorial y el apoyo nacional a la inejecutabilidad del
Protocolo del Río de Janeiro, fue escuchado por el
Perú, son las demostraciones de la garantía que da
el Poder Militar.

El artículo 1ro. de la Constitución
establece"… El territorio es inalienable e irreductible,
comprende el de la Real Audiencia de Quito con las modificaciones
introducidas por los tratados válidos, las islas
adyacentes, el Archipiélago de Colón o
Galápagos, el mar territorial, el subsuelo y el espacio
suprayacente respectivo…"

El Protocolo del Río de Janeiro, la más
grande afrenta del Perú, redujo casi a la mitad nuestro
territorio; sin embargo, su nulidad e inejecutabilidad
exigía a la patria considerar sus territorios en los
límites y en los términos en que establece el
Protocolo Pedemonte – Mosquera de 1830.

La gran tragedia nacional se inició el
05-JUL-1941, cuando un numeroso ejército de
invasión rompió los fuegos en nuestras fronteras e
intentó ocupar militarmente nuestros territorios. La
resistencia del Poder Militar fue realmente extraordinaria en
relación al número de hombres, de unidades y de
armamento que disponía. Sin embargo el Perú,
después de una gran ofensiva empleando todos los medios,
sólo logró conquistar "Una franja de cinco
kilómetros".

El Poder Militar entre 1940 y 1941 puso en conocimiento
del poder político el plan de invasión por parte
del Perú y toda la información disponible obtenida
en ese país. El poder político, sin reconocer ni
temer la amenaza, desestimó con prepotencia las
informaciones del Poder Militar, dejando de esta manera al
país en una absoluta inseguridad.

La preocupación permanente del poder
político fue mantenerse a cualquier precio en el mando,
aunque ese precio fuera la seguridad de la patria. No de otra
manera se explica el fortalecimiento del cuerpo de carabineros,
malversando los fondos del ejército. El poder
político por su incapacidad de mantener integrado y
fortalecido al poder nacional, por su incapacidad para entender
que la seguridad impide el fortalecimiento del Poder Militar en
una situación de emergencia.

En 1940 como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial
se elaboró el "Plan para la Contribución del
Ecuador a la Defensa Continental". En este documento se
presentaron al poder político varias alternativas viables
para el fortalecimiento del Poder Militar; todas ellas fueron
rechazadas por el Gobierno del doctor Carlos Arroyo del
Río, pues vivía con el fantasma del Golpe de Estado
y consideraba que era un riesgo el fortalecimiento del Poder
Militar.

El Poder Militar completamente debilitado cumplió
con su deber en 1941, la heroicidad de nuestros soldados
inmortalizó a varias de ellos; sin embargo, por la
traición del poder político, que fue el
único culpable de la gran tragedia, una vez más el
Ecuador no pudo mantener su integridad territorial.

Como lección nos queda que: solamente un Poder
Militar fortalecido es la garantía para mantener la
integridad territorial y la soberanía nacional como
objetivo nacional permanente. Durante el gobierno de las Fuerzas
Armadas, presidido por el General Guillermo Rodríguez
Lara, se dieron pasos firmes en procura de proporcionar a la
nación un Poder Militar con fortaleza suficientes para que
garantice la consecución y mantenimiento de los objetivos
nacionales permanentes, se organizaron y se equiparon unidades
élite y se crearon nuevas unidades; el material
bélico obsoleto fue reemplazado por material moderno y de
alta tecnología.

Este proceso siguió hasta 1981, año en que
nuevamente el expansionismo amenazó el mantenimiento de
los objetivos de soberanía e integridad territorial. En
enero de 1981 fueron atacados nuestros puestos militares de
"Paquisha", "Mayaicu" y "Machinaza", demostraron las unidades que
sus recursos humanos, como primer fundamento del Poder Militar,
cumplieron su deber gracias a su espíritu, a su
mística y a su constante y profesional preparación
militar.

Las instituciones militares, representadas por el
Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada
Nacional
, se mostraron en 1981 sólidamente
constituidas y férreamente unidas; se planificó la
defensa en forma conjunta.

EL Perú no pudo apreciar la capacidad del Poder
Militar ecuatoriano e inició la planificación para
pretender nuevamente conquistar por la fuerza lo que por derecho
no le corresponde, es así como parte de su planificada
ofensiva al Ecuador empezó a ejecutarse en el año
1991, con la creación de un destacamento en territorio de
nuestro país y después estableciéndose un
acuerdo entre las partes para su desalojo, acuerdo firmado el
24-MAY-1991 y conocido como "El Pacto de Caballeros", que
incluía el desalojo de nuestro territorio del destacamento
peruano, acuerdo que por supuesto nunca se
cumplió.

Uno de los tres mejores y brillantes Oficiales Generales
que haya tenido el Ejército ecuatoriano, el General
Carlomagno Andrade, muere en un inexplicable accidente aviatorio.
El 15-AGO-1994, asumió el mando del Ejército, el
General Miguel Iturralde Jaramillo, ínclito soldado,
capaz, profesional y patriota, al igual que Carlomagno. El
16-NOV-1994, nuevamente el Ejército perdería a uno
de sus mejores hombres, mientras el Comandante General del
Ejército cumplía con su deber y motivaba con su
presencia a sus soldados que guarnecían las fronteras de
la patria para que cumplan a cabalidad con su deber de defender
la integridad territorial, en un inexplicable accidente de
helicóptero fallece tempranamente el General Miguel
Iturralde.

El 12-DIC-1994, a las tres semanas de eliminado, los
"obstáculos" y continuando con el plan, el Coronel del
ejército peruano Manuel Lazarte, Comandante del
Batallón de Infantería de Selva No. 25 "Callao", en
una flagrante declaración de guerra amenazó con
emplear la fuerza militar si no abandonábamos los
destacamentos militares ubicados en nuestros
territorios.

Con lo que no contó jamás el Perú,
fue con la capacidad de los mandos como Factor del Poder Militar.
El General Paco Moncayo Gallegos tenía la misma
formación profesional y la misma mística que sus
dos Oficiales Generales que le antecedieron. El General Moncayo
planificó y condujo la defensa militar del país con
el éxito conocido y el Poder Militar en esta
ocasión devolvió el honor a la república en
los campos de "Tiwinza", "Base Sur", "Cueva de los Tayos","
Teniente Ortiz" y "Coangos".

El país recordará siempre la gran
fortaleza y unidad que el pueblo ecuatoriano demostró
frente a la amenaza, junto a sus Fuerzas Armadas
proporcionó gran solidez al Poder Militar e impidió
con su extraordinaria fuerza moral la consecución de los
objetivos del militarismo peruano, pues las virtudes militares
del pueblo ecuatoriano son extraordinarias y constituyen un
fundamento de gran valor del Poder Militar.

Justicia social,
desarrollo integral e integración nacional

Si definimos y entendemos por justicia social la
asignación, designación y entrega de las
condiciones de vida de la mejor manera a hombres, mujeres y
niños, sin discriminación de raza, credo,
ideología, capacidad y entendemos también que esta
es obligación del Estado Ecuatoriano, y que éste
debe emplear su poder nacional para alcanzar este objetivo
nacional permanente, debemos reconocer que el Poder Militar ha
contribuido a lo largo de la historia de la República para
la consecución de este objetivo. Sólo debemos
recorrer sus páginas para encontrar en el movimiento del
10-AGO-1809. Con la gesta de la libertad bajo la guía
esplendorosa de la espada de Sucre. Justicia Social buscó
la Revolución Marcista y José María
Urbina.

La Revolución Alfarista, protagonizada por el
"Viejo Luchador", con participación directa del Poder
Militar, tuvo un claro objetivo que fue perfectamente alcanzado y
mantenido mientras la revolución liberal mantuvo su
vigencia: mejorar las condiciones de vida del pueblo.

Hoy por hoy el Poder Militar lucha junto a la gran
población del país, junto al indígena
ecuatoriano, contra la miseria, el hambre y la desesperanza.
Queda ya analizado cómo en las intervenciones
rectificadoras del Poder Militar se dan acciones de gobierno tan
firmes, basta citar el Código de Trabajo y la Ley de
Reforma Agraria.

Si se considera al desarrollo integral como
fenómeno socio-cultural, la participación del Poder
Militar a través de sus instituciones en el desarrollo
nacional se podrá alcanzar y mantener este objetivo
nacional permanente, participación que ha sido reconocida
por todo el pueblo ecuatoriano.

El objetivo Nacional Permanente "Integración
Nacional",
debe ser entendido como la voluntad manifiesta de
todos los ecuatorianos agrupados o no en etnias, grupos
culturales, raciales y sociales, por identificarse con nuestra
historia, con nuestras costumbres y con nuestra proyección
histórica de formar una sola nación.

La búsqueda de la integración nacional es
una tarea que la realiza el Poder Militar, como ningún
otro. Conociendo perfectamente que el país es
pluricultural, plurinacional y pluriétnico y que estas
características amenazan a la supervivencia misma del
Estado, el Poder Militar busca el fortalecimiento de la identidad
nacional. Lo hace a través de la conformación de su
principal fundamento, los recursos humanos, y lo constituye sin
distingo de razas, credo o condición social, y todos sus
hombres, identificados como soldados ecuatorianos, se colocan al
servicio de una sola causa y de una sola bandera. El Poder
Militar conserva integrada a la nación ecuatoriana a
través de sus hombres y de su presencia permanente en las
regiones naturales y en la región insular.

DEMOCRACIA

La democracia ha sido consagrada por la voluntad
popular, como el sistema de gobierno que debe regir la
república desde sus inicios, entendida como la total y
libre participación del pueblo en la toma de sus propias
decisiones; es decir, en manifiesta expresión de sus
derechos. Desde su inicio en 1830, el Poder Militar ha
garantizado la participación popular como fuente de
derecho, respaldando las decisiones tomadas con su propia
voluntad, voluntad expresada en las calles, o en las urnas como
símbolo universal del sufragio.

Sin embargo, la pregunta, ¿por qué las
Fuerzas Armadas han quebrantado por más de una vez el
sistema democrático?. La respuesta, Fuerzas Armadas han
intervenido en el cauce democrático porque el pueblo
así lo ha exigido, por cuanto la verdadera democracia
está en la expresión popular del pueblo ecuatoriano
que en 1925, en 1932, en 1963, en 1972, en 1997; y, finalmente el
21-ENE-2000, se manifestó a favor de la
intervención militar.

Durante estas etapas de crisis, el Poder Militar
ecuatoriano en una actitud prudente, patriótica,
democrática y totalmente enmarcada dentro de la
constitucional, escuchó la voz soberana del pueblo
ecuatoriano que se levantó en calles y plazas,
desarrolló una acción estratégica que
evitó una gran hecatombe que podía destruir a la
república. La institución armada adoptó la
prudencial actitud que dio solución a la crisis generada
por el abuso, la prepotencia, la procacidad, la corrupción
y el nepotismo, actitud que fue calificada por la opinión
mundial como actitud propia del Poder Militar más
profesional y democrática de América
Latina.

El pueblo debe saber que estas actitudes solamente
corresponden a la confianza que ha depositado en sus Fuerzas
Armadas y que por su opinión las han convertido en la
institución, más respetable del
país.

Estas acciones rubrican por sí solas el criterio
nacional de que la presencia del Poder Militar es indispensable
para la supervivencia del Estado, tanto en el tiempo de paz
cuanto en tiempo de guerra, porque es y seguirá siendo una
garantía para la democracia y la reserva moral de la
patria.

Transición,
reforma institucional e imaginario
democrático

El proceso de transición a la democracia que
vivió el Ecuador a finales de la década de los
años setenta implicó un profundo debate
político sobre la serie de reformas institucionales que
debían ser incorporadas en los diversos ámbitos del
Estado y la sociedad. También significó para el
país la oportunidad de plantearse el modelo de desarrollo
que se requería para obtener los niveles de
modernización que vincularían, por un lado, la
nueva estructura económica y social generada en las dos
décadas anteriores y, por otro lado, la reciente
estructura política, diseñada y amparada por el
Estado con el concurso de los partidos políticos, la
sociedad y los mismos militares. En esa dinámica, el
plebiscito de 1978 que aprobó la nueva Constitución
hizo pensar que el país entraba en una época
distinta; en un momento decisivo y fundacional que
acarrearía cambios importantes para las acciones de
desarrollo promovidas desde el Estado; en definitiva, en el
despliegue paulatino de transformaciones que concretarían
la entrega por parte de las Fuerzas Armadas de un país
anclado en la ansiada modernización del sistema
político.

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