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Un estudio interesante sobre la Obesidad



  1. Obesidad
  2. Introducción
  3. Métodos
  4. Resultados
  5. Comentarios
  6. Conclusiones

Obesidad

Aumento anormal de la proporción de
células grasas, especialmente en las vísceras y en
el tejido subcutáneo del cuerpo. La obesidad
hiperplásica está causada por el aumento del
número de adipocitos en un tejido adiposo abundante. La
obesidad hipertrófica se produce por un aumento del
tamaño de los adipocitos en un tejido adiposo
abundante.

La obesidad se ha convertido en un serio problema de
salud a nivel mundial, por su estrecha vinculación con las
principales causas de morbimortalidad. La relación
obesidad-resistencia insulínica-diabetes
mellitus-hipertensión arterial adquiere cada día
mayor importancia, por el papel cada vez más relevante de
la obesidad en el desarrollo de cada una de ellas. Los
conocimientos sobre la fisiología del mantenimiento del
peso corporal, a partir de la ruptura de los mecanismos
fisiológicos que dan origen a la obesidad, el
descubrimiento y la caracterización de la leptina y sus
mediadores, así como los factores ambientales
perpetuadores de un fenómeno que tiene causas
genéticas, pero que a la vez tiene condicionantes
ambientales socioculturales, dan origen a este trabajo con el que
nos proponemos profundizar en el tema de la obesidad como un
fenómeno multifactorial con graves consecuencias
clínicas.

La obesidad es una condición patológica,
muy común en el ser humano y presente desde la remota
antigüedad, que persiste y se incrementa durante siglos por
factores genéticos y ambientales, hasta convertirse
actualmente en una pandemia con consecuencias nefastas para la
salud.

Si se evalúa la figura humana en el tiempo a
través de la imagen plástica, se comprueba que
probablemente la obra más antigua de arte plástica
conocida, representa una figura femenina con una obesidad
mórbida: la Venus de Willendorf, que no es una sola sino
más de cien esculturas, la mayoría de figuras
obesas y que evidencian la presencia de la obesidad desde hace
más de 25 000 años. Los griegos plasmaron con
precisión el cuerpo humano y en sus obras la obesidad no
es un hecho frecuente, más bien priman las figuras
delgadas. Sin embargo, a medida que las sociedades se extienden y
con ellas el arte pictórico, que no es más que su
reflejo, la figura humana es cada vez más plena, lo que se
muestra en las esculturas y pinturas de Miguel Angel y
Rafael, Rubens, Velázquez y Goya por
citar algunas. Y es que el hombre, en su largo camino a la
"civilización", ha abandonado, adquirido o reformado
costumbres que, junto a una base genética favorable, ha
originado la explosión de un fenómeno que es cada
vez más serio y peligroso por sus consecuencias: la
obesidad.

En la actualidad se estima el número de personas
obesas en el mundo en más de 300 millones, con una amplia
distribución mundial y una prevalencia mayor en
países desarrollados o en vías de desarrollo. Este
incremento en la prevalencia de proporciones epidémicas
está relacionado con factores dietéticos y con un
incremento en el estilo de vida sedentario. El aumento del
consumo de grasas saturadas y de carbohidratos, la
disminución de la ingestión de frutas, vegetales y
pescado, así como de la actividad física, que se
expresa desde la ausencia de esta actividad programada hasta el
incremento del tiempo dedicado a actividades con notable base
sedentaria, como ver la televisión o trabajar en la
computadora, son las causas más importantes en el
desarrollo de este problema de salud mundial. Por otra parte, las
consecuencias de la obesidad alcanzan proporciones
catastróficas. El riesgo de muerte súbita de los
obesos es tres veces mayor que el de los no obesos, y es el doble
para el desarrollo de insuficiencia cardíaca congestiva
(ICC), enfermedad cerebrovascular (ECV) y cardiopatía
isquémica (CI), mientras la posibilidad de desarrollar de
diabetes mellitus (DM) es 93 veces mayor cuando el índice
de masa corporal (IMC) pasa de 35. Por otra parte, la obesidad
tiene una relación estrecha con la resistencia a la
insulina y con factores genéticos y ambientales
probablemente comunes. La resistencia a la insulina tiene efectos
fisiopatogénicos importantes en el desarrollo de DM,
síndrome metabólico, e HTA.

Las investigaciones realizadas a lo largo de las dos
últimas décadas han revolucionado los conocimientos
sobre los mecanismos fisiológicos y moleculares que
regulan la grasa y el peso corporal. La clonación de los
genes que corresponden a los síndromes de obesidad
monogenética y la caracterización de las
vías determinadas a través de estos puntos de
entrada genéticos, el descubrimiento de la leptina, su
receptor y el receptor de la melanocortina , así como la
comprobación, con la utilización de la
biología molecular de la acción de diversos
mediadores hormonales implicados en el mantenimiento del peso
corporal, han contribuido a la comprensión de los
elementos fisiológicos de este, así como a los
factores etiológicos y patogénicos de la obesidad.
A esto debe añadirse el gran salto dado por las ciencias
epidemiológicas y farmacológicas con los estudios
evidénciales, y la participación de forma decisiva
en la comprensión del fenómeno.

La evidencia de que el hambre evita o revierte la
obesidad, aun en las personas con gran carga genética,
junto a su incremento en los países industrializados o en
vías de desarrollo en los cuales la dieta es rica en
grasas y carbohidratos, y los hábitos sedentarios han
aumentado con el desarrollo económico, se muestra a favor
del factor ambiental en su origen y desarrollo. Otro hecho
relevante lo representa el incremento epidémico de la
obesidad en los últimos veinte años, que no puede
ser explicado por alteraciones genéticas poblacionales
desarrolladas en tan corto tiempo. Por otra parte, a medida que
la pobreza ha disminuido en países industrializados o en
vías de desarrollo, ha aumentado en forma proporcional la
obesidad. Lo cierto es que el desarrollo económico trae
aparejado problemas sociológicos importantes: aumenta la
vida sedentaria al disponerse de medios de transporte,
elevadores, equipos electrodomésticos diversos, incluido
el uso del control remoto y el tiempo destinado a ver
televisión o trabajar en el computador; a su vez, la
actividad física programada, aunque se practique
quizás con mayor frecuencia e intensidad, no es siempre
por los más sedentarios, y la mayoría de las veces
está seguida de un período de actividad sedentaria.
También se suman la comercialización de comidas
altas en calorías y bajas en nutrientes, el aumento en la
frecuencia de estas por su fácil accesibilidad, el aumento
en la ingestión de grasas saturadas y la
disminución en el aporte de comidas sanas, como los
vegetales, frutas, pescado y cereales, cuyo costo y tiempo de
preparación puede ser mayor que el de la comida
fácil. Todo esto, unido a efectos psicológicos de
la vida moderna con sus grandes conflictos, ayuda y
perpetúan el incremento del fenómeno. La obesidad
se define como un exceso de grasa corporal o tejido adiposo.
Desde el punto de vista práctico se considera el
índice de masa corporal (IMC) el método ideal para
el diagnóstico de la obesidad, por su buena
correlación con la grasa corporal total.

El IMC es igual al peso corporal en kilogramos, dividido
entre la talla en metros cuadrados (IMC = peso en kg/ talla en
m2). Se considera ideal un IMC entre 20 y 25; sobrepeso entre 25
y 29,9; obesidad grado I de 30 a 34,9 de IMC; obesidad grado de
35 a 39,9 de IMC y obesidad grado, extrema o mórbida, con
un IMC mayor de 40. Esta clasificación no es arbitraria,
sino el resultado de estudios que demuestran que por encima de 25
de IMC aumentan las probabilidades de eventos relacionados con la
enfermedad aterosclerótica y sus consecuencias, como son
los cardiovasculares y cerebrovasculares, y las alteraciones
metabólicas como la resistencia a la insulina, la diabetes
mellitus, las alteraciones de los lípidos y la
hipertensión arterial, sin mencionar las neoplasias y los
trastornos del tractus gastrointestinal.

Existen otras formas para diagnosticar la obesidad, como
la medición de los pliegues cutáneos en diferentes
sitios, con ecuaciones y nomogramas para la conversión del
grosor del pliegue en grasa y que se expresa en el porcentaje de
grasa corporal que debe ser no mayor de 28 % en la mujer y no
mayor del 20 % en el hombre. Se requieren cuatro pliegues para
estas mediciones, que son los del bíceps, tríceps,
subescapular y suprailíaco, aunque es también
útil la medición de solo dos. Una forma menos
complicada es la utilización aislada del tríceps,
que se considera normal en la mujer por debajo de 30 mm y en el
hombre de 23 mm. Esto tiene su explicación a partir de la
consideración de que aproximadamente el 50 % de la grasa
corporal se encuentra en el tejido celular subcutáneo. La
medición de los pliegues tiene el inconveniente de que la
distribución de la grasa difiere en individuos con igual
cantidad de tejido adiposo y que en ciertas formas de obesidad,
la grasa tiene una distribución generalizada, mientras en
otras es fundamentalmente abdominal. Por otra parte, la
relación grasa subcutánea/grasa profunda (visceral)
puede ser de 0,1 a 0,7, además de que la grasa corporal
aumenta con la edad, no así el grosor del pliegue.
También existen otros métodos como son la
medición de la densidad corporal por
isótopo-dilución, la conductividad eléctrica
bajo el agua, la tomografía axial computarizada y la
resonancia magnética nuclear, que son directos y precisos,
pero complicados, poco prácticos y costosos, confinados
por eso a la investigación. Además, no consideran
el carácter anatómico, la distribución de la
grasa y las consecuencias clínicas, que es lo que brinda
valor pronóstico.

La medida del índice cintura – cadera, al ser
expresión de la cantidad de grasa intra-abdominal, ha
adquirido un valor predictivo importante de riesgo de
alteraciones y consecuencias metabólicas de la obesidad,
por lo cual su uso como diagnóstico de obesidad casi
iguala en importancia al IMC. Se determina dividiendo la
circunferencia a nivel del ombligo y el máximo de
circunferencia de las caderas y los glúteos. Este
índice es mayor en el hombre que en la mujer, precisamente
por la distribución de la grasa en ambos sexos y tiende
además a aumentar con la edad. Un índice mayor de
0,95 en el hombre y de 0,80 en la mujer es predictor de aumento
del riesgo de anormalidades metabólicas; Sin embargo, en
los últimos años es considerada la circunferencia
de la cintura el mejor marcador de sobrepeso y obesidad, por
expresar una relación muy estrecha con la grasa abdominal,
responsable en mayor medida, de las consecuencias
metabólicas directas relacionadas con la obesidad. Una
circunferencia de la cintura mayor de 94 mm en el hombre y de 80
mm en la mujer, es diagnóstico de sobrepeso u obesidad
abdominal aun cuando el IMC no lo evidencie, y resulta un
marcador importantísimo de futuras complicaciones; por lo
tanto, es un punto de partida para la intervención
médica, sobre todo si se asocian otros factores de riesgo
como la hipertensión arterial (HTA), la diabetes mellitus
(DM), o las alteraciones lipídicas (HLP).

Diagnóstico positivo:

La obesidad se define como un exceso de grasa corporal o
tejido adiposo. Desde el punto de vista práctico se
considera el índice de masa corporal (IMC) el
método ideal para el diagnóstico de la obesidad,
por su buena correlación con la grasa corporal
total.

Se considera ideal un IMC entre 20 y 25; sobrepeso entre
25 y 29,9; obesidad grado I de 30 a 34,9 de IMC; obesidad grado
de 35 a 39,9 de IMC y obesidad grado, extrema o mórbida,
con un IMC mayor de 40. Esta clasificación no es
arbitraria, sino el resultado de estudios que demuestran que por
encima de 25 de IMC aumentan las probabilidades de eventos
relacionados con la enfermedad aterosclerótica y sus
consecuencias, como son los cardiovasculares y cerebrovasculares,
y las alteraciones metabólicas como la resistencia a la
insulina, la diabetes mellitus, las alteraciones de los
lípidos y la hipertensión arterial, sin mencionar
las neoplasias y los trastornos del tractus
gastrointestinal.

Existen otras formas para diagnosticar la obesidad, como
la medición de los pliegues cutáneos en diferentes
sitios, con ecuaciones y nomogramas para la conversión del
grosor del pliegue en grasa y que se expresa en el porcentaje de
grasa corporal que debe ser no mayor de 28 % en la mujer y no
mayor del 20 % en el hombre. Se requieren cuatro pliegues para
estas mediciones, que son los del bíceps, tríceps,
subescapular y suprailíaco, aunque es también
útil la medición de solo dos. Una forma menos
complicada es la utilización aislada del tríceps,
que se considera normal en la mujer por debajo de 30 mm y en el
hombre de 23 mm. Esto tiene su explicación a partir de la
consideración de que aproximadamente el 50 % de la grasa
corporal se encuentra en el tejido celular subcutáneo. La
medición de los pliegues tiene el inconveniente de que la
distribución de la grasa difiere en individuos con igual
cantidad de tejido adiposo y que en ciertas formas de obesidad,
la grasa tiene una distribución generalizada, mientras en
otras es fundamentalmente abdominal. Por otra parte, la
relación grasa subcutánea/grasa profunda (visceral)
puede ser de 0,1 a 0,7, además de que la grasa corporal
aumenta con la edad, no así el grosor del pliegue.
También existen otros métodos como son la
medición de la densidad corporal por
isótopo-dilución, la conductividad eléctrica
bajo el agua, la tomografía axial computarizada y la
resonancia magnética nuclear, que son directos y precisos,
pero complicados, poco prácticos y costosos, confinados
por eso a la investigación. Además, no consideran
el carácter anatómico, la distribución de la
grasa y las consecuencias clínicas, que es lo que brinda
valor pronóstico.

La medida del índice cintura – cadera, al ser
expresión de la cantidad de grasa intra-abdominal, ha
adquirido un valor predictivo importante de riesgo de
alteraciones y consecuencias metabólicas de la obesidad,
por lo cual su uso como diagnóstico de obesidad casi
iguala en importancia al IMC. Se determina dividiendo la
circunferencia a nivel del ombligo y el máximo de
circunferencia de las caderas y los glúteos. Este
índice es mayor en el hombre que en la mujer, precisamente
por la distribución de la grasa en ambos sexos y tiende
además a aumentar con la edad. Un índice mayor de
0,95 en el hombre y de 0,80 en la mujer es predictor de aumento
del riesgo de anormalidades metabólicas; Sin embargo, en
los últimos años es considerada la circunferencia
de la cintura el mejor marcador de sobrepeso y obesidad, por
expresar una relación muy estrecha con la grasa abdominal,
responsable en mayor medida, de las consecuencias
metabólicas directas relacionadas con la obesidad. Una
circunferencia de la cintura mayor de 94 mm en el hombre y de 80
mm en la mujer, es diagnóstico de sobrepeso u obesidad
abdominal aun cuando el IMC no lo evidencie, y resulta un
marcador importantísimo de futuras complicaciones; por lo
tanto, es un punto de partida para la intervención
médica, sobre todo si se asocian otros factores de riesgo
como la hipertensión arterial (HTA), la diabetes mellitus
(DM), o las alteraciones lipídicas (HLP).

Por la importancia que adquiere la obesidad
como fuente de graves problemas, asociada a las principales
causas de muerte y discapacidad, al caudal enorme de
conocimientos que sobre este aspecto se ha acumulado y el
estímulo que puede significar su control y
prevención, nos proponemos hacer un pequeño estudio
.

Introducción

En los últimos años, la
prevalencia de la obesidad en países como Estados Unidos
ha aumentado del 23 al 31%, mientras que el 66% de los adultos
tiene sobrepeso. Las explicaciones propuestas para la obesidad
epidémica sostienen que existen cambios sociales que
promueven el  sedentarismo y el consumo de alimentos. Pero
el aumento experimentado recientemente no puede ser explicado por
la genética, y ha ocurrido en todos los grupos
socioeconómicos, lo que avala muchas explicaciones
sociales y ambientales. Dado que diversos fenómenos pueden
difundirse dentro de las redes sociales, los autores realizaron
un estudio para determinar si la obesidad podría
también "contagiarse" de persona a persona, contribuyendo
de este modo a la epidemia.

Mientras la obesidad ha sido estigmatizada
en el pasado, las actitudes pueden estar cambiando. Considerando
que la obesidad es un producto de elecciones o conductas
voluntarias, el hecho que las personas están inmersas en
redes sociales y reciben la influencia de la apariencia y la
conducta de sus allegados indica que la ganancia de peso en una
persona podría  influir en la ganancia de peso de los
otros. Tener contactos sociales obesos podría cambiar la
tolerancia de una persona respecto de su obesidad o podría
influir sobre la adopción de conductas específicas
(por ej., fumar, comer, hacer ejercicios). Además de estos
mecanismos estrictamente sociales podría existir una
imitación fisiológica; las zonas del cerebro que
corresponden a acciones como comer pueden ser estimuladas al
observar esas acciones en otros.

Los autores (entre los cuales me encuentro
yo) evaluaron una red de 12.067 personas a las cuales se hicieron
mediciones repetidas durante un lapso de 32 años. Se
analizaron varios aspectos de la propagación de la
obesidad, incluyendo la existencia de grupos de personas obesas
dentro de la red, la asociación entre la ganancia de peso
de una persona y la ganancia de peso de sus contactos sociales,
la dependencia de esta asociación de la naturaleza de los
lazos sociales (por ej., lazos entre amigos de diferentes tipos,
hermanos, esposas y vecinos), y la influencia del sexo, el
tabaquismo y la distancia geográfica entre los domicilios
de las personas que integran la red social."

Métodos

Se evaluó una red social densamente
interconectada de 22.067 personas, a la cuales se hicieron
mediciones repetidas entre 1971 y 2003, como parte del Framingham
Heart Study. Este estudio se inició en 1948, con 5.209
personas. El Framingham Offspring Study (estudio de la
descendencia de los integrantes del estudio inicial)
comenzó en 1971, cuando se incorporó a la
mayoría de los hijos de la cohorte original y sus esposas.
Solo 10 personas abandonaron el estudio, aparte de los
fallecimientos, quedando la cohorte constituida por 5.124
personas. En 2002 se inició la tercera generación
de la cohorte, consistente en 4.095 niños de la cohorte de
descendientes. Todos los participantes fueron sometidos a
exámenes físicos (incluyendo la talla y el peso) y
completaron cuestionarios escritos a intervalos regulares. Se
contó con el índice de masa corporal de todos los
sujetos. Para analizar si la ganancia de peso en una persona se
asociaba con la de sus amigos, hermanos, esposas y vecinos se
aplicaron modelos estadísticos
longitudinales. 

Resultados

Los grupos perceptibles de personas obesas
(índice de masa corporal > 30) estuvieron
presentes en todo momento, y se extendieron hasta el tercer grado
de separación. Estos grupos no parecían atribuirse
solo a la formación selectiva de lazos sociales entre las
personas obesas. La posibilidad de una persona de ser obesa
aumenta un 57% si tiene un amigo obeso, en un lapso dado. Entre
los hermanos, si uno de ellos se vuelve obeso, la posibilidad de
que el otro también lo sea aumenta el 40%. Si un
cónyuge gana peso, la posibilidad de que el otro
también lo haga se incrementa 37%. Estos efectos no se
observaron entre los vecinos más cercanos. Las personas
del mismo sexo tuvieron una influencia relativamente mayor entre
sus parejas que entre los del sexo opuesto. El abandono
más difundido del cigarrillo no influyó en la
propagación de la obesidad dentro de la red.

Glosario del estudio de
cohorte

Ego: el sujeto
índice.Alter: la persona conectada con el ego
cuyo comportamiento influye sobre el ego. Nodo:
objeto que puede o no estar conectado con otros objetos de
una red.

Lazos: es una conexión
entre dos nodos de la red que puede ser de una vía
(dirigida) o de dos vías (bilateral). En este
estudio, todos los lazos familiares (por ej., entre
hermanos y padres) como así los lazos maritales son
bilaterales, pero los lazos entre los amigos son
direccionales, ya que un sujeto puede percibir algo como
amigo que no necesariamente es percibido en respuesta por
su amigo.Grado de separación: es la distancia
social entre dos personas determinada por el número
más pequeño de intermediarios entre una
persona y otro miembro de la red. Para un ego dado, los
alter son de grado 1, por estar directamente conectados con
el ego. Los nodos que están conectados con los alter
pero no con el ego son de grado 2 (los alter de los alter).
Los nodos que están conectados con los alter de los
alter pero no con el ego, son de grado 3, y así
sucesivamente. Homofilia: tendencia de las personas
a elegir relacionarse con persona con atributos similares.
Inducción: la propagación de un
comportamiento de una persona a otra.

Grupo: grupo de nodos, cada
uno de los cuales conectado por lo menos con otro nodo del
grupo.

Componente conectado: parte de
una red social en la cual todas las personas tienen un lazo
social con al menos otra persona y ninguna de ellas
conectada con un miembro de cualquier otro componente de la
red.

Los formularios utilizados brindan
información completa sobre los familiares de primer orden
(padres, cónyuges, hermanos e hijos), si están
vivos o muertos y, al menos, un "amigo íntimo" en cada una
de las siete mediciones entre 1971 y 2003. Se incluyeron solo
personas mayores de 21 años. Al ingresar al estudio, el
53% eran mujeres con un promedio de edad de 38
años. 

La red analizada es suficientemente densa
como para ensombrecer aún más la estructura
subyacente, aunque siguen siendo visibles las regiones de la red
con grupos de obesos o no obesos.

Comentarios

Nuestro estudio indica que la obesidad
puede propagarse en redes sociales siguiendo un perfil
cuantificable y perceptible que depende de la naturaleza de los
lazos sociales. En general, dicen los autores, dentro de cada red
parece ser más importante la distancia social que la
distancia geográfica. Aunque las personas conectadas
podrían compartir la misma exposición a factores
ambientales comunes y la vivencia de sucesos simultáneos o
de otras características comunes (por ej., los genes)
causantes de la ganancia o la pérdida de peso, los autores
comprobaron que es importante la inducción y la
propagación de la obesidad persona a persona.

El hecho de no haber observado que la
ganancia de peso de los vecinos más cercanos afecte la
posibilidad de ganar peso en el ego y que la distancia
geográfica no modifica el efecto de alter cercanos (amigos
o hermanos) ayuda a descartar como explicación de los
hallazgos a la exposición común a factores
ambientales locales. Nuestros modelos también controlaron
el peso previo del ego lo que permitió tener en cuenta la
fuente de los factores de error que persisten a lo largo del
tiempo (por ej., las experiencias infantiles o la dotación
genética). Por otra parte, el control que hacen nuestros
modelos del estado nutricional previo de los alter evidencia la
posible tendencia de las personas obesas para formar lazos entre
ellos.

Por último, los hallazgos que
consideraron la naturaleza direccional de los efectos de la
amistad son especialmente importantes respecto de la
inducción interpersonal de la obesidad porque indica que
los amigos no se tornan obesos en forma simultánea como
resultado de la exposición contemporánea a factores
no observados.

Si los amigos ganan peso al mismo tiempo,
cualquier exposición tendría que tener la misma
influencia, sin importar la direccionalidad de la
amistad. 

Esta observación también pone
de manifiesto específicamente la naturaleza social de esas
asociaciones, ya que la asimetría en el proceso puede
estar motivada por el hecho que la persona que considera al otro
como amigo siente estima por él.

Por último, las parejas de los
amigos y hermanos del mismo sexo mostraron más influencia
sobre la ganancia de peso de los alter que las parejas de los
amigos o hermanos del sexo opuesto. Esta comprobación
avala la naturaleza social de cualquier inducción de la
obesidad, dado que es posible que las personas estén
influenciadas más por los que se le parecen que por los
alter. Por el contrario, los cónyuges, quienes comparten
el mismo ambiente físico, pueden no afectar la ganancia de
peso de los demás tanto como lo hacen entre sí los
amigos; en el caso de los cónyuges, los efectos del sexo
opuesto y de las amistades pueden contrarrestar el efecto de los
alter. La obesidad en los alter podría influir en la
obesidad de los egos de diferentes maneras psicosociales, por
ejemplo, modificando las normas del ego sobre la
aceptación de su sobrepeso o influyendo más
directamente sobre el comportamiento del ego (por ej., afectando
el consumo de alimentos), o ambos. Sin embargo, se pueden sacar
algunas conclusiones sobre los mecanismos posibles considerando
el papel del tabaquismo y de la distancia geográfica en la
obesidad. La tendencia de las personas a ganar peso cuando dejan
de fumar es bien conocida y se ha comprobado un aumento de la
obesidad en la población general. Sin embargo, el presente
estudio indica que, independientemente de si la cesación
de fumar causa ganancia de peso en un individuo, y sin tener en
cuenta si el propio comportamiento de iniciar o dejar de fumar se
extiende de persona a persona, cualquier conducta respecto del
tabaquismo no es un factor importante en la propagación de
la obesidad. Este hallazgo indica que el fumar no interviene en
el efecto de propagación de la obesidad. Sin embargo, esto
indica que los mecanismos psicosociales de la propagación
de la obesidad pueden tener menos relación con la
imitación de la conducta que sobre un cambio en la
percepción general del ego acerca de las normas sociales
que contemplan la aceptabilidad de la obesidad. Este punto
está además reforzado por la importancia de la
direccionalidad de la amistad.

Por lo tanto, un ego puede observar que un
alter gana peso y luego puede aceptar ganar peso él mismo.
Esta ganancia de peso en un ego podría, a su vez, estar
determinada por las diversas conductas que el ego elige para
manifestar. La observación de que la distancia
geográfica no modifica el efecto de un obeso en el alter
también brinda soporte al concepto que las normas pueden
tener una gran importancia. El efecto de la conducta
podría depender más de la frecuencia del contacto
(del cual podría razonablemente esperarse que se
atenúe con la distancia), mientras que las normas no lo
hacen.

La difusión de la obesidad en las
redes sociales es un factor que interviene en la obesidad
epidémica. La importancia de la influencia social
también indica que podría ser posible aprovechar
esta misma fuerza para retardar la propagación de la
obesidad. El fenómeno de la red podría ser
explotado para difundir conductas positivas saludables, en parte
debido a que la percepción de las personas sobre su riesgo
de enfermarse puede depender de las personas que las rodean. Los
programas de cesación de fumar y de abandono del alcohol y
las intervenciones para la pérdida de peso que ayudan a
los pares del ego— es decir, que modifican la red social de
las personas—tienen mejor resultado que aquellos que no lo
hacen. Las personas están conectadas y por lo tanto, su
salud está conectada. En consecuencia, las intervenciones
sobre la salud médica y pública podrían ser
más costo efectivas que lo que inicialmente se ha
supuesto, dado que la mejoría de la salud en una persona
podría "contagiarse" a las otras. La observación
que las personas están inmersas en redes sociales indica
que una conducta tanto buena como mala podría difundirse
entre individuos con lazos sociales. Esto pone de relieve la
necesidad de hacer un manejo de la obesidad no solo como un
problema clínico sino también como un problema de
salud pública.

Conclusiones

El fenómeno de red es importante en
los rasgos biológicos y conductuales de la obesidad, la
que aparece propagándose a través de los lazos
sociales. Estos hallazgos tienen consecuencias en las
intervenciones clínicas y de salud pública. La
promoción y prevención de salud están
constituidas por las actividades encaminadas a producir cambios
en el estilo de vida, promoviendo en el individuo y la comunidad
acciones como educación nutricional con énfasis en
la lactancia materna y ablactación correctas,
divulgación de las características de la dieta
balanceada.

Los médicos deben promover
individualmente la reducción y sustitución de las
grasas saturadas, la sal y el azúcar refino, y estimular
el consumo de vegetales, viandas y cereales, debe tratar de
eliminar los factores de riesgo y los malos hábitos
alimentarios (dietas hiperenergéticas, sedentarismo,
etcétera).

Los objetivos fundamentales son la
recuperación, el diagnóstico precoz y el
tratamiento oportuno de la obesidad, para lo cual el
médico de la familia debe registrar el peso y la talla de
toda la población, indicar el tratamiento
dietético, los ejercicios físicos y el apoyo
psicológico, así como realizar el seguimiento
sistemático de estos pacientes hasta lograr un cambio
radical en su estilo de vida.

La obesidad es una enfermedad que
constituye un factor de riesgo para otras enfermedades como las
cardiovasculares, el cáncer, los trastornos
ortopédicos y riesgos quirúrgicos, entre otras, por
lo que es de suma importancia que todos los médicos
trabajen en su prevención y tratamiento en la comunidad,
para disminuir la morbilidad y la mortalidad en este grupo de
pacientes.

DIGA NO A LA OBESIDAD

 

 

Autor:

Dr. Jorge Alberto Vilches
Sanchez

 

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