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La experiencia de Emaús




Enviado por Agustin Fabra



  1. Los
    dos caminantes
  2. ¿Que era
    Emaús?
  3. El
    Emaús actual
  4. La
    comunidad de Emaús
  5. Conclusión

LOS DOS
CAMINANTES

Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo
llamado Emaús, que dista sesenta estadios de
Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que
había pasado. Mientras conversaban y discutían, el
mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su
lado; pero sus ojos estaban como incapacitados para
reconocerle.

El les dijo: ¿De qué discutís por
el camino? Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos,
llamado Cleofás, le respondió: ¿Eres
tú el único residente en Jerusalén que no
sabe las cosas que han pasado allí estos días? El
les dijo: ¿Qué cosas? Ellos le dijeron: Lo de
Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y
palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo
nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y
le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería
él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas
cosas, llevamos ya tres días que esto pasó. El caso
es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado,
porque fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar su cuerpo,
vinieron diciendo que incluso habían visto una
aparición de ángeles que decían el él
vivía. Fueron también algunos de los nuestros al
sepulcro y lo hallaron tal y como las mujeres habían
dicho, ¡pero a él no le vieron!

El les dijo: ¡Oh insensatos y tardos de
corazón para creer todo lo que dijeron los profetas!
¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para
así entrar en su gloria? Y, empezando por Moisés y
continuando por todos los profetas, les explicó lo que
había sobre él en todas las Escrituras.

Al acercarse al pueblo a donde iban, él les hizo
ademán de seguir adelante. Pero ellos le rogaron
insistentemente: Quédate con nosotros, porque atardece y
el día ya ha declinado. Entró, pues, y se
quedó con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó
el pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los
ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su
vista.

Se dijeron uno al otro: ¿No estaba ardiendo
nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en
el camino y nos explicaba las escrituras? Y, levantándose
al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron
reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que
decían: ¡Es verdad! ¡El Señor ha
resucitado y se ha aparecido a Simón! Ellos, por su parte,
contaron lo que había pasado en el camino, y cómo
le habían conocido al partir el pan.

Lucas 24:12-35 (versión de la Biblia
de Jerusalén)

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¿QUE ERA
EMAUS?

Emaús era una localidad situada aproximadamente a
11 kilómetros al noroeste de Jerusalén, y cuyo
nombre significa primavera templada. En la actualidad no existen
pruebas contundentes que confirmen la existencia de Emaús,
aunque hay expertos que consideran muy plausible que la
Emaús inicial de tiempos de Jesús sea la actual
Latrún, ciudad localizada en el valle de
Sefalá.

Los romanos habían destruido la ciudad de
Emaús, pero en el siglo III los griegos levantaron
allí la población de Nicópolis, que en
lengua helena significa Ciudad de la Victoria. Entre los siglos
IV y V los bizantinos construyeron en Nicópolis dos
basílicas, pero en el siglo VII los persas y los
árabes volvieron a destruir la ciudad. En el siglo XII los
Cruzados construyeron un santuario en lo que había sido
supuestamente Emaús, aunque posteriormente fue abandonado
al desaparecer dicha Orden. Excavaciones efectuadas en aquel
lugar entre 1880 y 1924 descubrieron las ruinas de las dos
basílicas bizantinas y las del santuario de los
Cruzados.

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Hacia aquel pueblo de Emaús se dirigían
los dos discípulos de Jesús después de su
Resurrección, conversando acerca de los acontecimientos
ocurridos durante la Pasión del Jesús, y sin
apercibirse de que El mismo, ya resucitado, se les había
unido en el transcurso de su caminar hacia
Emaús.

El mensaje importante del texto de Lucas es que mientras
los discípulos caminaban, Jesús se puso a su lado,
no sólo haciéndose presente, sino
escuchándoles. El mostró interés y
preocupación por los sentimientos de ambos
discípulos, a pesar de que El ya sabía lo que les
estaba pasando, pero quería que fueran ellos quienes
compartieran su preocupación, con lo cual estaba mostrando
un profundo interés por el problema que los
discípulos acarreaban. Pensemos que nadie puede ayudar a
nadie si no le escucha primero y si no le importa lo que siente.
Además Jesús se cubrió de una aparente
ignorancia para así animarles a hablar, con lo cual
Jesús nos está mostrando que debemos preguntar,
porque el arte de saber preguntar es la base para un buen
consejo.

Pero a pesar de todo, los dos discípulos no
comprendían aún el papel que vino a desarrollar
Jesús en este mundo, ya que creían que El era el
Mesías que había venido a liberar al pueblo
judío de la dominación del Imperio Romano, y
así Israel se convertiría una nación fuerte
e independiente. Por esto Jesús los tildó de
insensatos y de tardos de corazón para creer porque no
habían captado el mensaje de salvación espiritual
que El trajo.

Lo mismo pasa en la actualidad a muchas personas: no
reconocen al Señor en su diario caminar y ello les conduce
a una conversión tardía. Y es que Jesús no
impone a nadie su aceptación, sino que debe ser personal,
como fue el caso de los dos discípulos que le pidieron que
se quedara cuando El ya había hecho ademán de
continuar camino. Jesús nunca incomoda a nadie o le impone
la carga de tener que hospedarle en nuestro
corazón; es una decisión muy íntima y
personal. Pero cuando se lo pedimos, El siempre
acepta.

Hay muchos discípulos hoy en día como los
del relato evangélico, que no reconocen aún al
Señor y que por ello se han alejado o se están
alejando de El, quizás porque esperaban más de sus
hermanos en la fe. Estas personas dicen seguir a Cristo, pero
realmente a quien siguen es al hombre. Ellos son quienes
más necesitan un nuevo encuentro con Jesús
resucitado que haga arder sus corazones, tal como les
ocurrió a los dos discípulos mientras oían a
Jesús camino hacia Emaús. Son los caminantes que
necesitan reconocer a Jesús y, con ello, aceptarle en su
corazón.

EL EMAUS
ACTUAL

Emaús es una comunidad parroquial, dirigida por
el propio párroco y manejado por laicos de la comunidad,
con la función principal de ayudar a otras personas a
reconocer a Jesús en su vida. De esta forma Jesús
nos mostrará el camino que debemos seguir para amarle y
servirle de corazón, con el fin de servir a los
demás al entrar a formar parte de cualquier ministerio
parroquial como discípulos de Emaús.

Con este propósito se creó el Retiro de
Emaús, iniciándose inicialmente en 1978 para
mujeres, y en 1984 fue creada la versión para hombres. Su
fundadora fue Mirna Gallagher, quien era la directora de
Educación Religiosa de la Parroquia de St. Louis en Miami,
Florida, quien contó con la supervisión del Padre
Davis Russel.

Tras el éxito de los primeros Retiros se
empezó a difundir el mismo en otras parroquias de la
Arquidiócesis de Miami y posteriormente en muchas otras
ciudades, dentro y fuera del estado de la Florida, e incluso en
otros países.

El Retiro de Emaús, basado en el texto de Lucas
24:13-35 donde Jesús se aparece a los dos
discípulos en su caminar, ofrece una oportunidad especial
para el crecimiento personal y espiritual del asistente, al
entablar éste una nueva y profunda relación con
Dios. Al mismo tiempo este Retiro ofrece un tiempo para
reflexionar y espacio para acercarte a Jesús en la
búsqueda de El, y en el posterior reencuentro. Ayuda
también a llevar una vida llena de esperanza en un
mañana mejor, que redundará si duda alguna en
beneficio de toda la familia del participante.

El retiro de Emaús guía al asistente a
través de una serie de experiencias personales,
relacionadas todas ellas con la vida espiritual, emocional y de
relaciones interpersonales, por medio de un grupo de laicos que
ayudan a salir del Retiro con un sentido renovado de prioridades
y propósitos.

Pero lo más importante es que la persona que ha
vivido el Retiro de Emaús se convierte como un faro que le
pide al Espíritu Santo que lo llene con su luz para poder
iluminar a otros hermanos, a fin de ayudarles a encontrar el
camino de la fe y la verdad. Solamente amando al prójimo
en el servicio del Señor seremos libres, pero este
servicio lo tenemos que llevar a cabo no sólo con amor,
sino también con entrega y con compromiso, dentro de la
Comunidad de Emaús, para poder crecer y perseverar en la
vida en el Espíritu.

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LA COMUNIDAD DE
EMAUS

La nueva vida que nos trae Jesús no se puede
vivir al margen de los demás, sino que tiene que
compartirse con otros hermanos en la fe y ser abierta a todos los
demás. Por ello la Comunidad de Emaús no se ha
establecido únicamente por el simple hecho de poder
compartir las experiencias adquiridas durante el Retiro, sino
como fórmula de compromiso para servir a Jesús en
los demás hermanos, aunque éstos no hayan conocido
aún la experiencia de Emaús. Es la única
forma de llegar a ser un cristiano auténtico y
completo.

Dios no quiere salvarnos aisladamente, sino formando un
cuerpo; una comunidad que El la llama su Pueblo, donde todos
somos colaboradores en la obra salvífica, e
interdependientes los unos de los otros. Este es el objetivo
básico de la Comunidad de Emaús, pero formando al
mismo tiempo parte de una comunidad mucho más grande: la
eclesial. La Iglesia es instrumento de salvación, un medio
necesario para hacer presente los méritos y los frutos de
la acción salvífica de Cristo Jesús.
Así como Jesús fue enviado por el Padre, El mismo
envió a los suyos con la misma misión: instaurar el
Reino de Dios en este mundo. Y ahora está invitando a
todos los que decimos creer y confiar en El con el mismo
objetivo. Y entre estos últimos están,
indudablemente, aquellos que le han reconocido en su caminar por
el Retiro de Emaús.

En dicho Retiro de Emaús se da el encuentro de
Jesús con el participante. Cristo Jesús, verdadero
Dios y verdadero hombre, es el nuevo y definitivo Templo donde se
encuentran y se unen para siempre la Divinidad con la humanidad.
Las personas que han vivido la experiencia de Emaús no
deben conformarse con formar parte de su Comunidad
únicamente, sino que tienen que integrarse a ese Templo,
de lo contrario jamás lograrán la ansiada
unión con el Señor.

Pero aún y cuando pertenezcamos a la Iglesia y
sirvamos en ella, no debemos olvidar que nuestro nacimiento
espiritual ha sido en una pequeña comunidad, en la de
Emaús, y que esta debe ser nuestra identidad como
cristianos. Es una comunidad en que todos los participantes han
tenido la misma experiencia del Espíritu para poder
caminar unidos, movidos y animados por el único
Espíritu de Cristo resucitado.

La Comunidad de Emaús no es una estructura
simplemente, sino un ambiente de fe donde se hace efectiva y
palpable la salvación en Jesús. No consiste
necesariamente en vivir juntos, pero sí en vivir unidos
por el vínculo del amor y por un objetivo común:
vivir de acuerdo al Evangelio de Jesús. La Comunidad no
está integrada por santos y perfectos, sino por personas
que están decididas a seguir adelante en su proceso de
conversión.

Pertenecer a la Comunidad de Emaús nunca debe
considerarse como una distinción o un premio, sino que es
una familia que llega a ser necesaria para todo aquel que haya
reconocido a Jesús y que desee crecer en la vida del
Espíritu. Pero como parte de una familia, recordemos que
no debemos ser egoístas con lo que el Señor nos ha
dado, ya que el desarrollo pleno de una persona no se da en la
medida de lo que recibe, sino principalmente cuando comparte con
otros lo que ha recibido del Señor. Esto es precisamente
lo que debe ser la Comunidad de Emaús: el lugar y el
ambiente que favorezca la comunión de todos con Dios, por
medio de la participación entre todos sus
miembros.

En la Comunidad de Emaús se abre el
corazón y las relaciones allí son más
profundas. En la Comunidad se recibe y se comparte amor,
comprensión, acompañamiento en la fe y
corrección fraterna. Se ora por las necesidades personales
y se camina en el proceso de la sanación integral de las
personas.

Por ello el culmen de la evangelización es la
integración de estas pequeñas comunidades, donde el
amor se hace obvio y se corresponsabilizan unos de otros. La
Comunidad de Emaús debe ser el objetivo normal y
lógico de una evangelización bien llevada, pero
integrada en la Iglesia. Formar el Cuerpo de Cristo no es algo
opcional; es un imperativo.

CONCLUSION

La comunidad cristiana no es producto de una
técnica o de una dinámica; es la obra del
Espíritu, que jamás se detiene. Por eso, quienes no
estén dispuestos a comprometerse en una comunidad, en este
caso en la de Emaús, no pueden estar seguros de ser
guiados por el Espíritu de Jesús, que siempre
conduce a la unidad.

Si no nos atrevemos a dar el paso de formar en
Emaús una verdadera comunidad donde exista la unidad en el
Espíritu Santo, sin rivalidades ni competencias, buscando
siempre servir antes que ser servidos, jamás
experimentaremos la vida en abundancia ofrecida por
Jesús.

En el encuentro personal con Cristo Jesús que el
participante en el Retiro experimenta, debe llevarle
necesariamente a un encuentro con sus hermanos en la fe. Quien
ama a Jesús, debe amar igualmente a todos los hermanos,
incluso aquellos que aún no hayan vivido la experiencia de
Emaús.

Pues así como nuestro cuerpo, en la unidad, posee
muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la
misma función, así también nosotros, siendo
muchos, no formamos mas que un solo cuerpo en Cristo, siendo los
unos para los otros, miembros.

Romanos 12:4-5

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Autor:

Agustin Fabra

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