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Garabatos -apuntes sobre los distintos espacios relativos al cuerpo y al movimiento



  1. Síntesis
  2. Prólogo
  3. Rayas
  4. Primeros trazos

Rayas,
trazos…

Sitios, lugares,
espacios…

Sitios comunes, lugares
propios…

Síntesis

Apuntes sobre los distintos espacios
relativos al cuerpo y al movimiento, así como sus
contenidos afectivos, simbólicos, cognitivos,
plásticos y creativos dentro del marco de la
expresión corporal.

Palabras clave

Expresión corporal, espacio
íntracorporal, kinesfera, espacio total, espacio
escénico, Habitar el espacio, Investir el espacio,
Componer el espacio, Planos del movimiento, direcciones,
desplazamientos, creatividad, comunicación,
juego,

Prólogo

(Empecé a escribir esto
llamándolo "Apuntes sobre el espacio".

Después se me ocurrió que si
eran apuntes en el espacio, deberían llamarse "trazos" ya
que este término tiene un significado más
espacial.

Pero los trazos son líneas en cierta
manera definidas.

Lo que yo estaba escribiendo era más
indefinido, eran bocetos que no quería llegar a perfilar,
sin dar más explicaciones.

Así que decidí que lo mejor
era llamarlo "garabatos".)

Rayas

"Habitar el espacio", vivirlo,
hacerlo nuestro, llenarlo de nuestro movimiento y nuestro sentir.
Darle una consistencia, un carisma, personalizarlo, darle cuerpo,
corporeizarlo, conferirle una identidad, anidarlo,

"Investir el espacio", darle un
significado afectivo, simbólico,
imaginario…

"Conocer el espacio",
estructurarlo, organizarlo, representarlo.

"Componer el espacio",
recrearlo.

"Compartir el espacio",
relacionarnos, comunicarnos.

Primeros
trazos

Comencemos diciendo, de un modo simplista e
interesado, que el espacio es donde el cuerpo vive y donde el
movimiento se realiza. El cuerpo ocupa un espacio, y el
movimiento se desarrolla en el espacio.

El espacio que ocupa el cuerpo lo llamamos
espacio íntracorporal o espacio interno
del cuerpo delimitado por la piel. Ésta es la frontera
entre el yo y el no yo, separa el espacio interno y el espacio
externo, señala donde acaba el cuerpo y donde empieza el
espacio y viceversa: dónde acaba el espacio y dónde
empieza el cuerpo. El espacio íntracorporal es el que
configura el Yo material del sujeto, la identidad e integridad
personal de cada uno. Aquel que atañe más
directamente al propio cuerpo, a la propia persona. La materia
más básica, más primigenia del ser.
Corresponde a su anatomía y fisiología, a los
órganos y sus funciones.

Sentimos, percibimos y adquirimos
consciencia –relativamente-, de nuestro espacio interno
mediante las sensaciones intero y propioceptivas.
Las primeras provenientes de los órganos y sus funciones
nos dan idea de la temperatura, el volumen, la forma, la
consistencia, el peso…

Las segundas, derivadas del juego
óseo, muscular, articular, tendinoso…, originado
por las contracciones y distensiones musculares propias del
movimiento en general. Nos enseñan dónde se ubican
los segmentos, las articulaciones, las diferentes zonas
corporales; la consistencia muscular, sus capacidades de fuerza y
flexibilidad, dónde nace la energía del movimiento
y cómo se transmiten éstos regando otras partes del
cuerpo. También nos informa de los diferentes
volúmenes de las distintas zonas de nuestro cuerpo, y de
las distintas conformaciones dentro de la unidad
corporal.

Ojo, no olvidemos el tacto, un sentido que
vincula las sensaciones intero, propio y
exteroceptivas,
-las que proceden del exterior-, y de
sentidos como la vista, el oído, el olfato, el gusto,
además del tacto-. Todas ellas nos propician sensaciones,
percepciones, conocimientos de nuestro cuerpo, buscando su
delimitación, concretad, clarificación.

Pero hay más, mucho más, el
cuerpo solo, no es nada. Porque todo lo que es el cuerpo –y
el espíritu que encarna el cuerpo-, lo es por el exterior.
Por el espacio exterior, por lo que en ese espacio se hace, por
lo que existe en ese otro espacio que no es el nuestro. Por
aquello que no es el propio cuerpo. Por lo que no somos. Somos lo
que no somos. A veces nos define más el afuera. Del
espacio externo, eso que no somos, pero en el que vivimos, lo que
más nos influencia son los demás seres
humanos.

Alrededor del cuerpo, envolviéndole,
se encuentra el espacio próximo, -como una
segunda piel, como un aura, como una burbuja hinchable-, donde se
desarrolla la acción del cuerpo, el movimiento. La primera
área de acción donde comienza a realizarse y ser el
cuerpo mediante el movimiento. La primera área de
acción del sujeto viviente.

El niño toca el espacio que le rodea
y sus objetos: la cuna, el sonajero…, igual que toca su
cuerpo, explora el espacio, explora uno y otro ineludiblemente,
explora, tantea, palpa, acaricia, chupa, busca, descarga sobre
él sus pulsiones, sus tensiones internas, sus necesidades
de movimiento, sus "inquietudes", investiga, descubre, disfruta,
hace suyo al espacio a la vez que al cuerpo, forma parte de
él, espacio y cuerpo se fusionan en uno solo. En él
espacio se realiza, en él juega, en él se mueve,
con él disfruta. Y al moverse conoce el espacio y conoce
su cuerpo.

Este espacio externo al cuerpo, el espacio
más próximo, donde se desarrolla la acción
del cuerpo, es decir el movimiento, es lo que denominamos
kinesfera, "la esfera del movimiento" dicho
literalmente.

Se llama así el espacio donde el
cuerpo con sus diferentes miembros puede moverse sin trasladarse.
Es una esfera, porque todos los movimientos dibujan y conforman
una esfera alrededor del cuerpo, cuyo centro es el mismo cuerpo.
Es como una burbuja, como una orla que circunda al
cuerpo.

La conciencia de esta kinesfera nos la
confiere en primer lugar las sensaciones propiocepctivas
derivadas del movimiento y en un segundo término, las
sensaciones exteroceptivas de la visión, el oído y
el olfato, sin olvidar de nuevo al tacto.

Estemos echados, de rodillas, sentados,
erguidos, siempre nos circunda un espacio en el que nos movemos.
Y cuando nos desplazamos, caminamos, bailamos… siempre
llevamos esa esfera con nosotros, como si fuera una segunda piel,
un segundo abrigo, una casa imaginaria. De forma inconsciente en
ella nos sentimos protegidos. De niños jugamos en ella, de
mayores, en ella trabajamos. En ella respiramos, nos alimentamos,
todo lo que hacemos está dentro de ella. En ella nos
realizamos, soñamos, sentimos, nos emocionamos, lloramos y
reímos, y desde ella nos proyectamos.

Hay diversas formas de ampliar ese espacio
proyector: por ejemplo con los perfúmenes, con las
señales nuestra que dejamos donde nos movemos, nuestra
firma, nuestro olor, nuestro vestido, nuestros gestos, nuestra
mirada, nuestra presencia, nuestra voz…

Cuando compartimos nuestro cuerpo con otra
persona, al tocarnos, acariciarnos, abrazarnos, o simplemente
hablando sin tocarse, estamos compartiendo también
la kinesfera.

Lo mismo que se funden los cuerpos en un
abrazo, se funden también las kinesferas. Al principio de
la vida el niño está fusionado con su
pequeño espacio kinesférico sin distinguir su
cuerpo del espacio y también se fusiona con la madre al
ser amamantado sin distinguirse de ella.

A medida que su movimiento se enriquece
comienza a darse la diferenciación entre el cuerpo y el
espacio, -y el otro-. Y desde esos momentos muy tempranos
comienzan a darse las preferencias. El niño prefiere
compartir su cuerpo y su kinesfera con unas personas mejor que
con otras.

Y a medida que se crece, las preferencias
son más definidas y más restrictivas. Solo
compartimos nuestra kinesfera con aquellas personas que nos son
gratas. Y podemos considerar una agresión que alguien
extraño se meta en nuestro espacio, que es el portal de
nuestro cuerpo.

No hemos mencionado aún que el
espacio, igual que todo lo que se relaciona con lo humano tiene
múltiples consideraciones, múltiples
significaciones y visiones. El espacio puede ser vivido y
estudiado desde diversas perspectivas: física, cognitiva,
afectiva, relacional, plástica, escenográfica,
creativa….

La primera vivencia es una vivencia
afectiva.
El espacio es un campo de exploración y
de aventura, con muchos atractivos, pero también con
peligros. Podemos desembocar en algo placentero o en algo
dañino y frustrante. O podemos recibir estímulos de
quienes nos rodean para abrirnos al espacio, o por el contrario,
prohibiciones que nos encarcelan. De esa manera se va haciendo
nuestro carácter y se va otorgando al espacio
connotaciones emotivas.

Para unos puede ser insegurizante, mientras
que para otros, acogedor; para unos peligroso, para otros,
placentero; para unos cálido, para otros congelador. Para
uno mismo a veces es una cosa y otras la contraria. Pensemos en
un niño que ha estado sobreprotegido y lleno de temores a
la vez: ten cuidado; eso no se toca; te vas a hacer daño;
que viene el coco; Ese niño se ha hecho tímido,
tiene una kinesfera pobre, prácticamente se reduce a las
faldas de su madre; sus movimientos son pequeños; una baja
autoestima; lleno de temores… Cuando sale al espacio
total, el de la calle, el de la plaza, el de la clase, el del
escenario…, tiene "miedo escénico",
necesita ir acompañado –por la kjnesfera más
protectora de otra persona-, no se atreve a moverse,
agorafobia , miedo a los espacios amplios-, ni a
pronunciar palabra, se esconde.

Un espacio pequeño, cerrado,
simboliza refugio, protección, casa, cuna, útero,
matriz, madre, seguridad.

El escondrijo tiene una simbología
protectora. Encerrarse, acurrucarse para que no te vean. Pero
todo tiene un doble sentido, si no triple y múltiple. Nada
es lineal. El escondrijo puede ser agobiante, asfixiante, –
claustrofobia, miedo a los espacios
pequeños-, angustia, ahogo, falta de aire, incapacidad,
impotencia, inmovilidad, muerte…, y puede provocar la
necesidad imperativa de salir fuera. Y fuera, se puede llegar a
ser un demonio, un osado sin límite.

Espacios que nos abren, espacios que
nos cierran, puertas para la libertad y murallas para la defensa.
Lo grande, lo pequeño, amplio, estrecho, acercarse,
alejarse, ausencia, presencia, dependencia, independencia,
seguridad, inseguridad, temor, osadía, vínculo,
atadura, protección,
prisión…

En el juego infantil el niño mata
simbólicamente sus fantasmas, cura sus temores. Vive roles
diferentes. Se enfrenta a dificultades ocultas. Soluciona sus
conflictos.

Algo similar ocurre en la
expresión corporal que en Alfa Institut desarrollamos. Con
las propuestas de movimiento que se sugieren, el alumno de estos
cursos, se impregna de las emociones e imágenes que brotan
de los movimientos, viviendo y desarrollando roles diversos que
aparejan gamas de emociones y de sentimientos profundos, juegos
simbólicos de personajes que pueden trasladarles al fondo
de su inconsciente, solucionando de una manera lúdica y
creativa los pequeños conflictos cotidianos de la
personalidad.

Es necesario compartir la
kinesfera,
el espacio, los sueños y los temores,
así estaremos menos solos. Nos damos a los otros, acogemos
a los otros. Damos y recibimos en un mismo acto. Pero esto nos
exige adaptarnos al otro, comprenderle, renunciar a un poco de lo
nuestro, renunciar a algunos deseos. Puede también haber
una cierta pérdida de identidad y de
independencia.

Nuestra intimidad puede ser placentera,
narcisista incluso, pero solo por un cierto tiempo, porque
también puede ser solitaria, triste, melancólica,
desolada… porque falta el otro. Compartir es comunicar y
crear juntos, co-crear.

En cuanto al movimiento, el espacio
físico
es conocido por medio de sus
dimensiones, direcciones, trayectorias, densidad,
resistencia.

El espacio en el que nos movemos es un
espacio aéreo, pero a la vez terrestre, distinto por
ejemplo, al espacio líquido como en el que viven los peces
o el aéreo en el que se mueven las aves. Un espacio
sometido a las leyes físicas del universo pero que
influyen de manera distinta a como lo hacen en otros espacios,
como el agua, o como el terroso. La ley de la gravedad es la
misma pero la materia sobre la que actúa esta, hace que el
movimiento allí sea distinto. Por ello no podemos movernos
igual dentro del agua que sobre la tierra. Nuestro cuerpo se ha
engendrado, se ha desarrollado, ha crecido según
actúan las leyes cósmicas sobre el espacio
terráqueo aéreo. Sus órganos funcionan de
diferente manera a los de los seres que viven en el agua. Por lo
tanto su movimiento y sus capacidades también lo
son.

Empleamos las imágenes de
movernos en distintos espacios: ingrávido, terroso,
líquido… para darle otras calidades a nuestro
movimiento y hacerlo más expresivo, -y también-,
para experimentar otras vivencias emocionales relacionadas con el
movimiento. Moverse en un lugar ingrávido nos produce unas
sensaciones y emociones distintas a otro, en el que nuestro
cuerpo, nuestro movimiento, no puede vencer a la gravedad. De
ahí vienen las denotaciones: "tener un peso muy grande",
"la pesadez", etc. El cuerpo deprimido es aquel que está
vencido, que su energía no puede soportar la
existencia.

La dimensión física se
superpone a la dimensión afectiva y a la inversa. Y
también a otra dimensión: la
cognitiva.
(Y se condicionan unas a otras. Lo que
conozco está mediatizado por lo que siento) Al movernos en
el espacio nuestra mente se está organizando y
estructurando, por ello el espacio tiene una dimensión
cognitiva. Todo lo que es nuestra mente conocedora, depende de lo
que ha hecho y hace nuestro cuerpo a través del movimiento
en el espacio.Las nociones fundamentales
básicas
sobre las que se construyen las nociones
más complejas, son nociones espaciales –y
temporales-. Toda la fundamentación teórica
matemática y geométrica-, ha nacido de la
relación que nuestro cuerpo establece con el
espacio.

Las medidas por ejemplo. Las primeras
medidas de longitud son medidas corporales: pulgada, palmo, codo,
braza, pie, paso, doble paso, tiro de piedra…, en base a
las cuales se organizó posteriormente el sistema
métrico decimal.

Las direcciones fundamentales son radios
que salen de nuestro cuerpo hacia distintas direcciones del
espacio. El centro del cual nacen esas direcciones es nuestro
cuerpo: adelante – atrás; arriba – abajo;
izquierda – derecha. Si nuestro cuerpo cambia de
orientación, nuestras direcciones cambian

Esas direcciones, una vez vividas
ampliamente mediante el juego infantil, pueden ser
abstraídas relativamente y ser reflejadas en el marco de
un papel –o en una pantalla de ordenador en nuestros
días-, donde se hacen las operaciones escolares. (Pero
antes es necesario, -insistimos- en que han de ser vividas
mediante el juego simbólico afectivo, y "practicadas" en
el espacio real).

Las matemáticas, la
geometría, la escritura…, parten de la
abstracción de las direcciones espaciales
vivenciadas.

((Y toda nuestra cultura está
organizada según unas direcciones, por ejemplo a favor de
las personas diestras que son la mayoría.)

La hoja de papel donde escribimos es un
plano estructurado de arriba abajo y de izquierda a derecha. Se
empieza a escribir por arriba a la izquierda acabándose
abajo a la derecha. (A los zurdos les iría mejor escribir
de derecha a izquierda, de ese modo verían lo que
escribían sin necesidad de dar la vuelta al papel. Todas
las herramientas que utilizamos diariamente están
construidas para los diestros desde un cuchillo, unas tijeras,
los manillares de las puertas…)

La suma, la resta, la
multiplicación, la división…. Se basan en la
estructuración de las direcciones. Los números se
empiezan a escribir de izquierda a derecha también, pero
al sumar, restar o multiplicar, la segunda cifra ha de ser
colocada debajo de la primera pero ajustándose a la
derecha. Y al realizar la suma o la resta se empieza por la
derecha para acabar en la izquierda. En la multiplicación
la organización es más complicada, y en la
división aún más. (Todo esto parecerá
un galimatías, que solo podemos entenderlo sin ni siquiera
ser conscientes de ello, una vez que hemos vivenciado
ampliamente, mediante el juego y el movimiento, todas esas
direcciones) Esta estructuración básica, para ser
bien abordada por el niño en el marco del papel, ha debido
ser vivida e integrada previamente a nivel corporal a
través del juego lúdico y placentero, en caso
contrario resultará un fracaso y una
frustración.

Nos podemos mover en la kinesfera de modo
global, en todas las direcciones del espacio: adelante,
atrás, izquierda, derecha, arriba abajo, combinando todas
esas direcciones unas con otras; a diferentes niveles: medio,
alto bajo, o cambiando de nivel; Con diferentes
intensidades de energía, con diferentes
ritmos, con diferentes calidades de
movimiento,
todo lo que enriquecerá nuestro
movimiento, nuestras vivencias, nuestra imágenes, y cada
una de esas referencias nos proporcionará emociones y
sentimientos distintos. Eso forma parte de las primeras
exploraciones corporales del espacio.

En un segundo término podemos
realizar otras exploraciones más complejas, más
restrictivas, y por ello forzándonos más en la
búsqueda, la investigación y la creatividad, y
más estructuradas y analíticas, sin perder por ello
la vivencia lúdica.

Me estoy refiriendo con esto a trabajar en
cada uno de los planos específicos del movimiento,
adquiriendo la conciencia del movimiento en cada uno de ellos, e
impregnándose de sus connotaciones y significaciones
simbólicas, comunicativas y afectivas.

Para ello abstraemos, que el cuerpo
está organizado en el espacio según tres
ejes imaginarios,
como si fuera un prisma rectangular
vertical.

Tres ejes, digo, uno horizontal de adelante
atrás, que atraviesa el cuerpo por su centro vital y
energético: la pelvis. Un segundo horizontal pero este de
izquierda a derecha, que atraviesa al primero en el centro
pélvico. Y un tercero vertical, de arriba abajo –de
pies a cabeza, cruzándose con los otros dos ejes en el
mismo centro.

En torno a esos tres ejes se organizan tres
planos de movimiento.

Uno – Sagital, en el que
nos podemos mover únicamente de adelante atrás y de
arriba abajo.

Dos – Frontal, que
sólo nos permite el movimiento de izquierda a derecha y de
arriba abajo.

Tres – Transversal,
movimientos de izquierda a derecha y de adelante atrás, es
decir, giros.

Hasta ahora hemos estado hablando de la
kinesfera, espacio parcial del movimiento, en el
que el cuerpo no puede desplazarse por el espacio
total,
sino permanecer únicamente dentro de una
esfera explorando eso si todas las posibilidades de
movimiento.

Pero todo esto se puede hacer además
–y debe hacerse-, moviéndose en el espacio
total.
Esta opción aumentará las
posibilidades del movimiento.

Con lo primero que nos vamos a encontrar es
con los desplazamientos. ¿Qué tipos
de desplazamientos se pueden hacer? Probemos.

No, no, no se puede probar sin referencias
y sin pautas. Eso significa perderse, dar palos de ciego, en lo
que lo más probable es que encontremos muy poca cosa. Las
búsquedas, las investigaciones y la creatividad deben
basarse, en principio, en algunas pautas claras. Por ejemplo,
desplacémonos por todo el espacio con movimientos amplios
en toda la kinesfera. Cambiando de nivel.

¿Pero qué pasa?
¿Estamos solos en la sala o hay también otras
personas que intentan realizar la misma tarea? Lo normal en una
clase de expresión corporal creativa, es que haya un grupo
de gente moviéndose en la sala. ¿Qué hacemos
con la otra gente? ¿La tenemos en cuenta o pasamos de
ellos? Es imposible pasar de ellos. Tampoco es posible pasar de
la gente cuando paseamos por la calle. Aunque no seamos
plenamente conscientes de ello. Como tampoco podemos olvidar a
las paredes, los semáforos, las aceras, los socavones, las
farolas… Porque nos chocaríamos, tendríamos
un accidente, peligraría nuestra vida y haríamos
peligrar la de los demás.

Cuando compartimos la
kinesfera
con otra/s personas, ello nos lleva a tomar
consciencia del espacio personal, consciencia de la otra
persona
, consciencia del espacio compartido,
consciencia del espacio total.
De las limitaciones de
ese espacio compartido, de las limitaciones que el espacio
intracorporal de la otra persona me obliga a tener en cuenta, a
respetar.

Cuando me desplazo en el espacio total he
de tomar consciencia tanto del espacio con sus límites,
como de las otras personas que se mueven en el mismo
espacio.

Una propuesta, entonces, y tras diversos
ejercicios previos de toma de consciencia del espacio, puede ser,
desplazarse teniendo en cuenta a los demás de modo que
nunca interfiramos en su kinesfera.

Otras:

  • Desplazarse solamente de adelante
    atrás. En líneas rectas siempre, respetando a
    las otras personas, de modo que no rompo la línea
    recta ni atropello a otros.

  • Combinando tempos y ritmos.
    (Rápido – lento)

  • ¿Qué ocurre, qué
    siento, cuando me encuentro con otro? ¿Cómo
    reacciono?

  • Mismas exploraciones en trayectorias
    quebradas.

  • En trayectorias curvas.

  • En espirales.

  • Combinaciones entre 2 tipos de
    trayectorias.

  • Movimientos, composiciones,
    diálogos corporales con la otra/s personas que
    reencuentro.

  • Etc. Etc.

Todas estas experiencias nos conducen a
nuevas sensaciones, emociones, creaciones, comunicaciones, hasta
casi el infinito.

Esos movimientos y desplazamientos pueden
ser estructurados, medidos memorizados, secuenciados.

La estructuración del
espacio
es la base de la composición
plástica
de éste, relacionado tanto con la
arquitectura, la pintura, la escultura, el teatro, el cine, la
danza… En nuestro caso, la expresión corporal como
el arte del movimiento-, es la composición de figuras
corporales en la inmovilidad y en el movimiento, desarrollando
las vivencias emotivas.

El escenario, -o la sala de trabajo-,
define un marco espacial, un espacio escénico donde puede
visualizarse más claramente las composiciones corporales y
de movimiento. La composición de los elementos o figuras
que conforman cada plano, cada escena, cada secuencia,
Cómo evoluciona el movimiento en ellas,
modificándose el espacio según la intención
y la creación de los autores realizando unos
diseños plásticos diferentes según sean los
objetivos de la obra en cada fase de su desarrollo y según
su intencionalidad última: dramática,
lírica, trágica, cómica…

De dónde salir, qué trayecto
realizar, dónde pararse…; Si el movimiento es de
frente, en diagonal, en paralelo…; qué
líneas se forman: rectas, curvas quebradas,
círculos, espirales…; si se abren o se
cierran…; qué agrupaciones…

Podría hacerse un estudio de
diferentes obras de danza teatro, analizando las composiciones
espaciales en cada momento, según su intencionalidad. Una
de las claves de la consecución del objetivo de la obra
radica en la composición espacial.

… El espacio, sin embargo es
etéreo, intangible… Es la materia en la que
desarrollamos nuestro movimiento. Sin embargo, la huella de
nuestro movimiento desaparece en cuanto nos movemos. El espacio
queda vacío, virgen. Para saber que existe el espacio
hemos de marcarlo. Lo marcamos con lo que construimos en el de
una forma material, que permanezca perenne en él, como
señales y signos de nuestro paso por él, y para
marcarnos los caminos, y los límites.

Al finalizar los cursos de
expresión, ya con la mano en la llave de la luz para
apagarla y cerrar la puerta, me vuelvo y contemplo el espacio
vacío ¡cuántas cosas incontables,
mágicas, cuántas profundas vivencias acaban de
acontecer en este lugar ! ¡Sin embargo todo ha
desaparecido! Las imágenes siguen bullendo en mi cabeza,
pero el espacio está vacío, no ha quedado ni rastro
de él, no ha quedado gravado nada en él. Fantaseo,
¿y si al volver a abrir la puerta mañana,
apareciera de nuevo todo lo que ha ocurrido en el día de
hoy? ¿Y si hubiera quedado escrito en el espacio como en
un libro o mejor, como una película? Siento una cierta
tristeza. Una ausencia.

Mañana al abrir de nuevo la
puerta, el espacio estará vacío, como si no hubiera
ocurrido nada. Pero dispuesto de nuevo a acoger en su vientre
nuevas emociones y movimientos. Y humildemente nunca se lo
contará a nadie.

 

 

Autor:

Joaquín Benito
Vallejo

 

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