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El genocidio después del genocidio: de la memoria heterónoma a la justicia autónoma (página 2)




Enviado por Pablo Julián Hupert



Partes: 1, 2

También el protagonista del cuento "El Aleph"
deseó –"con melancólica vanidad"– que
todo se detuviera en el instante de la muerte su amada Beatriz
Viterbo.[25] La reparación
instantánea es imposible. Incluso es dudoso que la
reparación siquiera diferida sea posible ?ni siquiera con
el artilugio de la indemnización. Es justicia subjetiva,
justicia como tarea propia, justicia autónoma, la que crea
condiciones para habitar luego del daño infame, aquella
que pone un sentido ?allí donde el sentido genocidado es
irreponible. Esta justicia autónoma es justicia
aquí y ahora no en el sentido de que sea
instantánea, no en el sentido de que sea en el mismo
lugar, sino en el sentido de que no difiere a Otro (sea Dios o el
Estado) la realización de justicia ni la transfiere al
futuro.

En tiempos de liquidez (como la llama Bauman), o de,
sencillamente, retiro del Estado-nación y égida del
capital financiero, ¿qué es hacer justicia? La
justicia, clásicamente —modernamente—, ha sido
poner las cosas en su lugar según manda la Ley. Cuando
alguien se descarriaba, la justicia decía en qué
punto estaba su desvío y cómo reacomodarlo (o,
más bien, cómo, con una sanción, reacomodar
la vida de la víctima y de la sociedad, amenazadas porque
su Ley originaria había sido infringida).

Pero, ahora, cuando comprobamos que la Ley se cumple
muchas veces menos que las que se la infringe, que vemos que los
criminales que cometieron crímenes de lesa humanidad son
encarcelados o ajusticiados de la manera que fuere muchas veces
menos que las deseables; ahora que vemos que los Estados
nacionales (esos que instituyeron la justicia moderna) suelen
necesitar un genocidio para fundarse;[26] ahora,
cuando nadie oye nuestros gritos;[27] ahora,
cuando las condiciones son de fluidez y no de sólida
normatividad exhaustiva; ahora —es decir, dadas todas estas
condiciones—, ¿qué es hacer justicia? Y
específicamente aquí: ¿qué es hacer
justicia para los afectados por el o los genocidios?

En primer lugar, hacer justicia no puede ser solamente
encarcelar, juzgar y castigar a los culpables, sino la tarea
subjetiva de poner las cosas en su lugar según necesidades
también subjetivas y no ya según los mandatos de un
Padre legal. No es la Ley la que hay que hacer tener vigor sino
que hay que configurar la situación, hay que encarar una
tarea que configure los datos de la realidad según las
necesidades de relanzamiento del sujeto. Gebürtig es
relanzado porque encara la tarea de testificar para que se juzgue
a un criminal, y no porque se lo condene. Gebürtig,
subjetividad moderna, no puede darse por relanzado cuando se
entera de la falta de méritos que deja libre al SS contra
el que él testificó; en nuestras condiciones
(condiciones posestatales pero también condiciones
pos-posgenocidas, pos-pos-sobrevivencia) es el abordar la tarea
subjetiva —y no el consumarla objetivamente— lo que
relanza al sujeto. Es el tomar la tarea como propia —y no
el dársela a un Tercero para que la consume— lo que
relanza al sujeto.

Por otro lado, están los que dicen que la
justicia, si bien no repone a las víctimas sus
pérdidas, compensa, repara de alguna manera el
vacío. Es una visión corriente, comúnmente
aceptada, pero no hace otra cosa que mantener a la víctima
en lugar de víctima, un lugar objetivo, sin otra tarea que
esperar, seguir esperando –en este caso, reconocimiento.
Sin estados nacionales ni jueces ni aparato judicial moderno, la
justicia es una tarea del sujeto. Cuando hay suprainstancias, la
justicia puede ser algo que se otorga, que se recibe, que se
imparte. Cuando no hay eso, cuando sólo somos carne humana
ante la posibilidad o el hecho de haber sido animalizados, no hay
otra cosa que la justicia por pensamiento propio. Digo esto
parafraseando eso de "justicia por mano propia", pero la justicia
por mano propia tiene muy poco de pensamiento y de
subjetivación. La justicia por mano propia busca poner a
la víctima en lugar de victimario; donde no rige Ley,
busca hacerla regir infringiéndola (sobre todo, en el
sentido de que la víctima debe permanecer víctima).
La justicia por pensamiento propio es ese pensamiento por el que
la víctima deja de ser víctima situándose
después de la pérdida. La justicia manual certifica
y exacerba la crisis de la justicia estatal y legal; la justicia
subjetiva opera –es decir, legisla– en
condiciones pos-legales.

En tercer lugar, admitiré que esta forma de
entender lo justo resuena a la antaño proclamada
justicia popular. ¿Es lo mismo pensar la justicia
como tarea y como justicia popular? Puede ser, pero depende.
Antaño, leíamos la consigna justicia
popular
como la propuesta de una justicia también
estatal pero de un Estado cuyo poder lo había tomado el
Pueblo. Era una justicia con supra-instancia. Esta lectura no era
del todo equivocada, pues concebíamos la justicia popular
como mecanismo "más justo" de vigorización de la
Ley (del Estado o del Pueblo). Dejo por ahora de lado el asunto
de que hoy no se puede hablar de un pueblo; aquí
importa pensar el hecho de que hoy no se puede hablar de una
supra-instancia (ni de un Estado ni de un Pueblo ni de una
Voluntad General). Y el hecho de que, cuando se dio
históricamente, la justicia popular no se dio siempre como
parte de un proceso de toma del poder del Estado: los partisanos
europeos practicaban sus juicios. Antaño podríamos
haber leído que esa práctica justiciera mostraba un
proceso revolucionario incompleto. Hoy debemos leerla como
afirmación subjetiva en condiciones de no-vigencia de la
Ley: hoy es más activo leerla así (hoy = en
condiciones de derrumbe del dualismo lógico,
ontológico, sociológico y social = en ausencia de
Estado y en general de todo dispositivo con función de
Padre = en ausencia de supra-instancias). La justicia-tarea es
justicia popular no en el sentido de que la hace el pueblo sino
en el sentido de que es una justicia que se hace desde el llano.
También, es justicia popular en el sentido de que produce
un sujeto emancipado y es ella misma un acto
emancipado-emancipatorio. Sobre todo, es justicia popular en el
sentido de que produce justicia para el mismo sujeto que
—peleando, testimoniando, amando, pintando o como
sea— deviene justiciero, en el sentido de que no delega la
capacidad de justicia, en el sentido de que es
"autojusticia".[28]

La diferencia decisiva está entre el reclamo de
justicia y el acto de justicia. Si la justicia es una tarea a
apropiarse, reclamarla producirá injusticia (Gebürtig
lo comprobó duramente); habrá que actuarla (la
organización HIJOS nos lo enseñó con sus
escraches[29]

La justicia "suprainstancial" o representativa es la de
las víctimas que pugnan por reconocimiento, o
compensación.[30] Si el pensamiento del
genocidio continúa centrado en la memoria del sufrimiento
y la visión victimal de lo humano, continuará
induciendo al reclamo de justicia, a la pasividad respecto del
pasado y de la propia situación. Y de este modo,
además de no ser pensamiento, se arriesga a ser injusto
con sus sujetos.

Lo objetivo y lo
subjetivo según la justicia
autónoma

El tribunal de Gebürtig finalmente libera
al SS pues estima que no se lo ha reconocido fehacientemente.
Gebürtig rompe entonces con Sussane y se escapa de Viena. O
sea que, cuando se frustra la esperanza de justicia tribunalicia,
cae el amor. Vale decir, cuando el apoyo de la justicia
está en Otro, los otros se tornan
irrelevantes.[31] Cuando los otros son el apoyo de
la operación de justicia, es el devenir un
sujeto, lo que la sostiene. En este caso la relación
Gebürtig-Susanne es lo que sostiene la salida subjetiva del
campo.

Gebürtig es una película sobre
cómo salir subjetivamente del campo, pero no solamente
eso; también es una película que muestra dos
vías de salida del campo: una es la vía de la
justicia popular, mientras que otra es la vía de la
justicia tribunalicia, la justicia suprainstancial. A
Gebürtig le parece que lo que no reconoce el juez como
reconocimiento del SS del campo de Ebensee es suficiente para que
las operaciones realizadas hasta el momento por él caigan,
y no puedan ser sostenes de su salida subjetiva del campo. El
amor, el duelo de los padres, el contacto con sus vecinos, la
transformación de Viena en una ciudad habitable para
él a través de los contactos, el duelo y el amor,
son operaciones que valen menos que el dictamen de un
juez.

Estamos entre la vía de la justicia hecha desde
el llano y la de la justicia hecha desde una instancia superior.
La que se hace desde el llano, se hace con otros y con otros
permite atravesar una catástrofe. La justicia hecha desde
una instancia suprema es justicia hecha con Otro que no permite
atravesar sino que ayuda a reconocer. El reconocimiento, la
testificación, es la operación clave de la justicia
suprainstancial. En cambio, la justicia desde el llano tiene como
operación emblemática el testimonio de la
catástrofe y el atravesamiento del problema que la
catástrofe trajo aparejado. Este atravesamiento se consuma
porque se hace con otros; se hace prácticamente, pero es
subjetivo, y es justicia subjetiva porque es una justicia que no
requiere de una instancia contempladora externa y tercera que
sancione que eso existió, pues el testimonio no lo
necesita.

Si el testimonio supone la producción de la
experiencia que se va configurando como tal en el registro mismo,
así como el sujeto capaz de enunciar esa
configuración, también el testimonio requiere de
otro: el testigo. El testigo será aquel con el cual
componer sentido, el término que posibilite la puesta en
juego de la producción del testimonio, de las operaciones
para dar cuenta de la experiencia, aquel que sea capaz de ser
interlocutor afectado por la producción del sujeto del
testimonio. Los sobrevivientes de la Shoá testimoniaban
ante otro que escribía (Vanessa Aiello, "Figuras de la
subjetivación", en Campo Grupal 56, Buenos Aires,
mayo de 2004).

El testimonio hace que lo que ocurrió haya
ocurrido, y esto no depende de un Otro que lo reconozca sino de
la composición sobreviviente-testigo. En cambio, la
justicia con Otro, la justicia de instancia superior es una
justicia objetiva porque requiere de (y establece) una
sanción hecha por alguien externo a la situación,
investido de capacidad de inscripción de los hechos como
hechos efectivamente ocurridos para el conjunto social
instituido.[32] Si la justicia subjetiva instituye
el valor que sanciona, la justicia objetiva sanciona
distribuyendo los valores morales establecidos; si la primera
construye su propia racionalidad, la segunda "da la
razón".

La justicia con otros, la subjetiva, la de nosotros,
produce, instituye; la justicia de Otro es la reproducción
simple o ampliada de lo instituido. La justicia con otros es
autónoma; la de Otro es heterónoma.

Justicias
autónomas

Por no ser formales ni tener la pompa de lo instituido,
las justicias autónomas son menos visibles que los juicios
heterónomos. Por ser necesarias, sin embargo, son muchas.
Se ha mencionado el escrache (ver nota 57) y el amor (ver
pág. 48). Aquí presentaremos algunas otras que
pudimos detectar.

Hijos y nietos

Retomo el libro de José Murillo con el cuento
"Gabi". Gabi es el hijo de Claudia, la "DT montonera"; sus padres
han desaparecido y vive con sus abuelos maternos.

La abuela no sabe qué hacer ni qué decirle
(ob. cit., pág. 153).

Lo que se acaba con un genocidio es la posibilidad de
contarle un cuento a un chico para que se forme, para que supere
los miedos de la infancia y se constituya
subjetivamente.[33] Los mayores se quedan sin
cuentos para los menores: "Gabi y los abuelos han quedado
inmersos en un vacío de angustia, de desasosiego" (ob.
cit
., pág. 156).

La pregunta entonces es qué es justicia para un
hijo de desaparecidos (y cómo la hace) y qué para
un nieto recuperado (y cómo la hace), cómo la
efectúa o cómo se (le) efectúa.

En el reportaje que siguió a la proyección
de su película Nietos, Benjamín
Ávila —él mismo un nieto recuperado—
dijo que el punto de partida para la construcción de la
familia (digamos: el punto de partida para la afirmación
subjetiva) es lo justo, y que lo considera más importante
que mostrar el horror.[34] Aquí la
construcción de la propia familia y lo justo son lo
mismo
. No es reconstrucción de la familia (cosa
imposible faltando las piedras basales del edificio –el
padre y/o la madre–) sino de construirla sin
planos previos: determinar una indeterminación,
inventarla. Construir familia es justo, realizar un documental
que muestra cómo los nietos recuperados se ligan con su
familia originaria es justo, es atravesamiento del horror, es
superación de la disociación efecto del
genocidio.

Veamos el procedimiento por el cual los hijos de
desaparecidos realizaron esto. ¿Cómo relacionarse
con un padre desaparecido? ¿Cómo constituirme como
hijo si hace poco, luego de adolescente, me enteré de que
mi padre era otro, y ese otro está desaparecido, y ni
siquiera sé si está muerto? La vulgata dice que
contra el olvido usemos la memoria. Debería, entonces,
para llegar a ser su hijo, aprenderme de memoria al padre que
desaparecieron. Y aquí viene el problema: lo que puedo
memorizar no son sino fragmentos, y esos fragmentos no tienen un
sentido, porque no están en una estructura
—están boyando en la fluidez contemporánea.
Pero tal vez –dice HIJOS– pueda componerlos entre
sí, componerme con ellos, componerme con otros que tienen
sus fragmentos para construir una relación con mi padre
desaparecido.

Las instituciones que tradicionalmente tramaban la
relación paterno-filial constituyéndose en
dispositivos coadyuvantes del dispositivo familiar, como la
escuela e incluso el orfanato, estaban incapacitadas para tramar
una relación paterno-filial con un padre desaparecido. Las
instituciones, agotadas tras la arrasadora inundación
globalizadora, no tenían un saber que dispusiera las cosas
de tal modo que estos hijos con padres desaparecidos pudieran
filiarse. En este punto de no-saber llegó HIJOS, no una
institución con saber sino una organización para
pensar.

Definirse… les llevó un mes de discusiones
en asambleas. "Pero no hacerlo hubiese sido contradictorio con el
discurso de que la dictadura nos afectó a todos",
señala Paula.[35]

Para filiarse, los hijos debían juntarse con
otros hijos
, componerse ellos como fragmentos de una
filiación con otros fragmentos de otras filiaciones, con
otros fragmentos de recuerdos y de balbuceos, y tener como padres
a sus padres desaparecidos. Y, pieza clave de esta
composición filiadora, hacerles justicia a los padres
desaparecidos escrachando a los desaparecedores. Ni la
reunión con otros hijos de desaparecidos ni el escrache de
los desaparecedores hacen aparecer a los padres, pero configura a
los hijos como hijos de esos padres y como hermanos entre
sí.

No hay saber sobre cómo ser hijo de un
desaparecido; luego, hay que pensarlo. No hay
institución donde saber eso; luego, hay que pensarlo con
los hermanos.
"Todos somos hijos de la misma
historia".[36] La enseñanza de HIJOS suena
rara: para ser hijo en ausencia de padre hay que tener hermanos
que no sepan, como no lo sé yo, ser hijo en ausencia de
sus padres.

El procedimiento que practicó HIJOS es la
hermanación. Es por cierto, un procedimiento justiciero
autónomo: caído el Otro (sea padre o
institución), me constituyo como hijo en mi devenir sujeto
con otros.[37]

La justicia del guión: una tarea de fidelidad a lo
genocidado

Tesis: la fidelidad a lo borrado por los nazis
está en el trabajo con el guión. En otras palabras,
en la puesta de la posibilidad de un guión y en el trabajo
sobre ese guión, y no en la restitución de objetos
culturales o la importación de sujetos
culturales.

Mantuve entrevistas informales con Lucas
Fiszman,[38] un judío descendiente de
alemanes que estuvo en Alemania en 2003 y 2007.

Allí se hizo amigo del nieto de la novia alemana
de su abuelo adoptivo (tío abuelo de sangre); me
decía "no solo los judíos perdieron Alemania, sino
que los alemanes también perdieron a los judíos".
También me decía "nunca se va a poder recuperar la
cultura judía alemana". Y contaba que los alemanes se
sienten satisfechos y como si hicieran una reparación
histórica cuando inmigran los judíos rusos (y
cuanto más ortodoxos, mejor). O cuando constatan que hay
dos o tres mil judíos en tal ciudad (en la que antes de la
Segunda Guerra había cien mil y ninguno después de
la Guerra). Me decía también que los judíos
alemanes criticaban a los judíos rusos por hablar mal el
alemán y se indignaba.

A Lucas le molesta la ilusión de
restitución de lo que los nazis arrasaron y la
autosatisfacción alemana por la "vuelta" de los
judíos y sus cosas. Del insidioso supuesto de que
ahí reside la fidelidad a lo matado por los nazis. Lucas
se hizo amigo de Kai, a quien conoció en un viaje
anterior, en cuya casa se hospedó y a cuya hija
cuidó en varias oportunidades en el último viaje. A
Lucas le pareció mucho más victoria contra los
nazis esta relación, esta construcción de
algo (así le dijo él: algo), que
la reconstrucción de la sinagoga de Dresde o el Museo
Judío de Berlín, incluso más que la
radicación de judíos rusos en Alemania o la
existencia de una comunidad judía de Dresde.

Entiendo lo siguiente. No hay justicia allí donde
se busca reposición de lo perdido, por lo demás
imposible, sino donde hay posición del guión, donde
se pone el guión. Allí donde hay Museo Judío
de Berlín o sinagoga reconstruida de Dresde, lo que hay es
puro símbolo, puro imaginario de reparación:
cartón pintado, les dice Lucas. Es puesta de
objetos judíos y por lo tanto es reparación
"simbólica" y por lo tanto es realización
simbólica del genocidio, pues es una construcción
que se monta sobre la destrucción de lo
judío-alemán, mientras que allí donde hay
guión, donde hay relación sujeto a sujeto, lo que
hay es construcción real de algo liquidado por los nazis.
Y lo liquidado por los nazis es el guión,
precisamente.

Hasta el momento estábamos objetivando el
genocidio nazi, y asumiendo que estos se limitaron a matar a los
judíos, los gitanos y demás minorías. Pero
"yo creo que Alemania también perdió algo al matar
a los judíos", dijo Lucas. No nos dábamos cuenta de
que al matar a los judíos alemanes mataron la
relación entre Alemania y lo judío, o la
relación entre alemanes no-judíos y alemanes
judíos. Mataron lo judeo-aleman. Al exterminar uno de los
términos de la relación, exterminaron el
guión. El guión es una subjetividad activa. El
guión es esa indeterminación sobre la que se puede
trabajar. La importación de judíos del exterior no
establece ningún guión, sino que trae piezas que se
consideran de museo.

El guión no es una objetividad positiva (como un
museo o una sinagoga) sino una relación indeterminada que
se construye en la relación. Es una exigencia
vacía, una tarea que supone un sujeto para su
realización. Por lo tanto, no es objeto sino sujeto. El
guión hace justicia a lo liquidado por los nazis. El
guión es la tarea de la justicia consigo mismo. Era en
este sentido que Lucas decía que su relación con
Kai es real mientras que la reconstrucción de una sinagoga
es simbólica. Esa relación hace justicia a la
injusticia de que el judío alemán Hans y la alemana
Ilse no hayan podido amarse y de que la descendencia de Ilse y el
difunto Billi no haya podido relacionarse con Hans y su familia.
Esa relación hace salir del campo de concentración
subjetivo a los descendientes de una y otro.

O sea que la justicia no está en que vuelve lo
mismo sino en que hoy ponemos en nuestra situación un
término indeterminado (aquí, el guión) que
fue (decidimos desde hoy) ese cuya liquidación ayer nos
marcó hasta hoy y a partir de cuya puesta podemos ir
más allá de cómo el genocidio nos
marcó. Este ir más allá, este devenir otro
con otros, es la tarea cuya determinación encaramos en
tren de hacernos justicia.

Síntesis

En la siguiente tabla esquematizamos los modos activo y
reactivo (o autónomo y heterónomo) de
afectación posgenocidio.

Dimensión

Lo reactivo

Lo activo

Campo

Derecho

Ética

Objetivo

Juicio

Libertad

Estrategia

Veredicto

Verdad

Operación

Justicia objetiva

Justicia subjetiva[39]

Objetivo de la operación

Castigo del victimario

Liberación de la víctima

Protagonista de la operación

El Otro

Un nosotros

Alcance de la operación

General

Singular; tal vez universal

Recurso general

Memoria

Duelo + justicia subjetiva

Respuesta a las marcas del sufrimiento

Conservación

Dialectización[40]

Actitud vital

DE las marcas

A PARTIR DE las marcas

Procedimiento subjetivo

mendicidad

de reconocimiento

Acto

Efecto

Parálisis

Subjetivación

El modo reactivo es efecto de las realizaciones
simbólica y subjetiva del genocidio; es objeto determinado
por el posgenocidio. El modo activo atraviesa el efecto; es
sujeto determinante del inicio de un tiempo pos-posgenocidio. El
reactivo, el memorioso, el concentrado, se acomoda en el espacio
de muerte que el genocidio dejó. El activo, el fiel, el
justiciero, habita (porque la produce para continuarla) la estela
de verdad que el genocidio mató.

La modernidad había naturalizado el supuesto de
que vivíamos luego de muertos en el recuerdo que
dejábamos entre los vivos (cfr. J. L. Romero, La
revolución burguesa en el mundo feudal
). Ahora bien,
lo cierto es que luego de muerto no se vive por el recuerdo sino
por obra de una fidelidad.[41] ¿Fidelidad a
qué? Eso lo decide —en acto más que
concientemente— cada procedimiento autónomo (un tal
Lucas y un tal Kai fueron fieles al guión que su
relación produjo; unos hijos, al principio de justicia
popular que el escrache activa; unos nietos, a la familia
originaria que su recuperación construye; Gebürtig,
al amor; etc.).

Para Badiou, en todo acto hay un dispararse a la
inmortalidad en tanto hay inventar, y en tanto lo hay, hay
relanzarse a la inmortalidad. Pues el acto inventivo se
inmortaliza cuando viene otro, en otra situación, a ser
fiel al principio de ese invento. La inmortalidad de San Pablo,
por ejemplo, no depende de San Pablo, sino de quién toma a
San Pablo a su cargo para continuarlo. Así que hay muertes
y asesinatos. Pero existe la inmortalidad de los actos subjetivos
si un acto subjetivo presente toma, es fiel, al acto subjetivo
pasado para continuar su principio (no para repetir el acto
mismo).[42]

Lo único que podemos hacer para liberarnos de la
realización simbólica y la subjetiva no es elegir
bien qué tipo de memoria construir (eso ayuda por
supuesto), sino hacer el duelo de lo matado, declararlo
absolutamente muerto y pasado, y encontrar el principio de lo
matado al que serle fiel, el principio que queremos vivificar y
que nos vivifica en nuestra situación. No se trata pues de
reconstruir una identidad, la identidad verdadera que tuvieron
las víctimas (y que la memoria corriente les niega), sino
de asociarnos hoy con nuestras potencias, entre las que se cuenta
tener una relación con el pasado que no sea ni particular
ni general sino singular.

Digámoslo con palabras de
trovador:[43]

No son sólo
memoria,

son vida abierta,

son camino que empieza

y que nos llama.

Cantan conmigo,

conmigo cantan.

El canto es en nuestra situación; podemos cantar
con ellos, pero no podemos cantar su canto, sino con ellos el
nuestro. En términos de Víctor Jara, "Aquí
hermano, aquí,/ sobre la tierra,/ el alma se nos llena de
banderas". Las banderas son para aquí, sobre la tierra; no
vamos a bajar a recoger los estandartes que fueron a sus tumbas;
levantaremos, con los hermanos enterrados, nuestras banderas
sobre la tierra.

En suma. No "inocentizaremos" a los que desaparecieron
(pues la relación con ellos sería particular, es
decir, asesina), ni obedeceremos a los exterminados (pues en este
caso la relación con ellos sería general, es decir,
moral), sino que los traeremos a nuestra situación para
usarlos como insumo para habitarla. En este caso la
relación con ellos sería singular, es decir,
ética, es decir, justa.

 

 

Autor:

Pablo Julián
Hupert

[1] Este trabajo continúa al menos dos
trabajos previos: “Consideraciones estratégicas
para una enseñanza no-victimal del genocidio”
(disponible en
www.pablohupert.com.ar/consideraciones-estrategicas.html),
expuesto en el Congreso Latinoamericano de Aprendizaje y
Enseñanza de la Shoá / Holocausto, y de
“Del reclamo de justicia a la justicia como tarea
propia” (disponible en
www.pablohupert.com.ar/del-reclamo-de-justicia-al-alto-de-justicia.html),
expuesto en el V Encuentro sobre Genocidio, publicados por la
Fundación Memoria del Holocausto y el Centro Armenio
respectivamente, y ampliados y profundizados en sendas
conferencias en AMIA en mayo y junio de este año. Un
primer planteo se me esbozó en “La vida
después del testimonio” (disponible en
www.generaciones-shoa.org.ar/espanol/textos/textos_lavidadespues.htm).

[2] Austria, 2002, dirigida por Robert
Schindel y Lukas Stepanik, basada en la novela homónima
de Robert Schindel.

[3] Primo Levi cuenta el recurso que
inventó para superar esta desubjetivación o
victimización. Una forma de desubjetivar a alguien es
que no se vea por años en el espejo, además de no
llamarlo por su nombre. Primo Levi se ponía frente al
vidrio de las ventanitas y hacía de cuenta que se
afeitaba. Mirándose, afeitándose, mirando su
reflejo en el vidrio, mantenía algo así como una
identidad, una subjetividad. Gracias al psicoanálisis
sabemos que el espejo es constitutivo de la identidad, que hace
falta una mirada que me mire para constituir mi
subjetividad.

[4] Carlos E. F. Gutiérrez e Ignacio
Lewkowicz, “Memoria, víctima y sujeto”, en
Índice. Revista de Ciencias Sociales, Año 36,
n° 23, septiembre de 2005.

[5] En Seis estudios sobre el genocidio,
Eudeba, Buenos Aires, 2000.

[6] Por “memoria completa”
entiendo el recuerdo conciente de todo lo ocurrido.

[7] Dicen que el depresivo recuerda todo lo
que le pasó… La memoria no parece asegurar
ningún bienestar.

[8] Feierstein, Daniel, Seis estudios sobre
genocidio. Análisis de las relaciones sociales: otredad,
exclusión y exterminio, Buenos Aires, Eudeba, 2000, p.
123, subrayado nuestro.

[9] Las potencialidades, cuya sumatoria forma
“el potencial” de un sujeto, son determinadas, es
decir, conocidas a priori. La potencia, en cambio, es
indeterminada y por eso mismo es desconocida a priori. Una
estrategia potenciadora busca, justamente, ser un ejercicio de
determinación y potenciación de la potencia de la
situación.

[10] En base a Seis estudios… se nos
antoja proponer la siguiente terminología (aunque se nos
ocurre demasiado tarde como para respetarla en este trabajo):
si es homicidio lo que mata a un hombre o filicidio a un hijo,
entonces es genocidio lo que mata a un sujeto
autónomo.

[11] José Murillo, El general y los
jilgueros. Cuentos, Ediciones Pespir, Buenos Aires, 1984.

[12] Freud llama trauma a una
excitación excesiva del aparato psíquico, una
cantidad de estímulo demasiado grande para el aparato
psíquico, en el sentido de no llega a elaborarlo,
procesarlo, simbolizarlo.

[13] En adelante, escribiremos “la
Dictadura”.

[14] No siempre lo es, como lo cuenta Daniel
Lvovich en “Historia reciente de pasados
traumáticos. De los colaboracionismos europeos a la
historia de la última dictadura argentina”, en
Marina Franco y Florencia Levín (comp.), Historia
reciente, Paidós, Buenos Aires, 2007.

[15] Sobre la política como
pensamiento-acción de un Bien y el discurso de derechos
humanos como evitación del Mal que impide toda
política, ver Badiou. Por ejemplo, su La ética.
Ensayo sobre la conciencia del mal, Revista Acontecimiento,
N°. 8, Buenos Aires, 1994.

[16] Carlos E. F. Gutiérrez e Ignacio
Lewkowicz, op. cit.

[17] “DT” era la sigla usada por
los represores para “delincuente terrorista”.

[18] Diego Tatián, “En busca de
una izquierda que sepa ser conservadora”, entrevista de
Verónica Gago, Página/12, 17 de Septiembre de
2007. Disponible en http://www.pagina12.com.ar/
diario/elpais/1-91526-2007-09-17.html.

[19] Comunicación personal,
14-4-03.

[20] Realizado en el Museo del Holocausto de
Buenos Aires, octubre de 2006.

[21] L. Barela, en la
“Presentación del libro La memoria de las
cenizas”, publicada en Nuestra Memoria n° 18.

[22] Tatián, entrevista cit. supra.
Tatián cita a Arendt, que a su vez toma la idea de
Grocio.

[23] “Aquello no era vida. Los
delincuentes terroristas, como los llamaban, sobrevivían
en una larga agonía. Fuera del tiempo y el espacio
estaban atrapados en una dimensión de horrores, de
dolor, de tortura que hacían dulce, hasta deseable la
muerte. Era un submundo de desesperanzas y de humillaciones.
¿Eran seres humanos? Había visto a varios en los
pasillos, arrastrados por los guardias.
¿Guiñapos?, no, peor: masas de huesos y de carnes
ultrajadas, de pieles destrozadas, miradas vacías,
enajenadas. Sin raciocinio. Puro dolor final. Ella
acabaría así. O tal vez peor. No estaba preparada
para aguantar aquella infinita crueldad” (ob. cit., p.
107, subrayados míos).

[24] “Se llamaba Mariana aquella
muchacha violada en la cárcel que ella había
representado”. La abogada “no olvidaría la
expresión de sus ojos [los de Mariana] cuando tuvo la
confirmación de su embarazo. No la vio más. Se
suicidó cortándose las venas” (ob. cit., p.
135).

[25] En Jorge Luis Borges, El Aleph, Planeta,
Barcelona, 1969 [1951], p. 199.

[26] La tesis es de Feierstein, Daniel, en
Tinieblas del crisol de razas.

[27] Se dice, a propósito de los doce
años sin que haya justicia por la masacre de la AMIA,
que “a veces, gritar es un deber. Aunque nadie nos
oiga.” (Kitzis, Laura, “A la sombra de los grandes
edificios”, en Nueva Sión n° 920, julio de
2006.)

[28] No debe confundirse la
“autojusticia” con la llamada “justicia por
mano propia”. Mientras en la segunda el denunciante
decide constituirse en juez y ejecutor del reo, en la primera
no hay juez ni reo, no hay figuras instituidas.

[29] “El escrache es un invento desde
diversos aspectos notable. Tiene una cualidad política
muy singular, cuya percepción y prescripción
depende de una lectura precisa. Pero para esto debemos aceptar
que el escrache hace sujeto y no que el sujeto del escrache son
los grupos que los organizan. ¿Somos capaces de percibir
el sujeto en esa máquina? No creo. Pero tampoco creo que
sea tan difícil si consideramos que, en su momento,
supimos ver el sujeto en el partido. Hay escraches, es cierto,
pero eso no es ninguna evidencia. ¿Qué significa?
No nos apresuremos a decir que es una pura técnica, un
instrumento. La versión instrumental supone nuevamente
un sujeto moderno que se sirve de los instrumentos para obtener
sus fines. El escrache es un pensamiento práctico. Es un
dispositivo esencialmente (y no técnicamente)
político. Si el sistema político es
representativo, las capacidades estatales proceden de la
representación. La justicia es también
representativa. La potencia del pueblo se delega y el Estado
redistribuye esa sustancia delegada según diversas
modalidades. De esa alquimia, resulta que la capacidad popular
de justicia queda capturada en un aparato burocrático
específico. Si ese aparato jurídico hace
síntoma, no es por tal o cual modo de proceder legal o
clandestinamente (esos juegos son consustanciales con su
consistencia). Si hace síntoma es porque tocamos los
límites de la justicia representativa. El escrache es el
invento político que piensa en acto la justicia popular.
Pero nuevamente, para percibirlo así es preciso quitarse
de encima toda una imaginería derivada de la
subjetividad post-política. Los asesinos deben ir a la
cárcel. Nuestra justicia es corrupta. Los asesinos no
van a la cárcel. Entonces, como castigo menor, moral
simbólico, los escrachamos. Según esta
subjetividad, nuestro modo de castigar, nuestro modo de hacer
justicia, es idealmente la prisión. En caso de que no se
pueda, bien viene el escrache. Sin embargo, en esta
percepción se pierde lo esencial. El escrache es un
invento porque es nuestro modo de castigar, nuestro modo
político y no penitenciario (unidad representativa en la
que se ha delegado la capacidad popular de castigo).”
(Ignacio Lewkowicz, “Obstáculos en la
búsqueda”, en La escena contemporánea
n° 4, Buenos Aires, 2000.)

[30] No debemos ignorar que muchas veces la
justicia objetiva ha funcionado como justicia subjetiva que ha
permitido al sobreviviente y al afectado ligarse con su
situación. Es el caso, entiendo, de Simón
Wiesenthal, pero también de innumerables otros casos. La
práctica y la necesidad de una justicia autónoma
aparecen por la pérdida de la eficacia del Otro en las
condiciones contemporáneas.

[31] Tal vez se necesite esta
precisión: el Otro no es el juez, tampoco es el tribunal
o el jurado si lo hubiere, ni siquiera la corte suprema. Estas
instituciones personifican al Otro, tienen investidura del
Otro, pero no son el Otro, el Otro es la Cultura, el Universo
Social, la Nación, la Patria, la Ley, lo que fuera
según el caso. Vale decir, Otro es ese lugar donde
reside alguna fuente última de legitimidad.

[32] Lo subjetivo no es algo que ocurre en la
intimidad o místicamente, sino que es algo que ocurre
prácticamente en una efectividad colectiva, social, pero
sin instancias exteriores, superiores, trascendentes, sin
Otros. Eso, por un lado; por otro, nos encontramos con que es
objetivo no lo que ocurre independientemente de los sujetos,
sino también algo práctico que les ocurre a los
sujetos, pero que se da por ocurrido sólo si una
instancia tercera, investida como trascendente, lo sanciona
como ocurrido.

[33] Recurrimos a un poema de León
Felipe: “Yo no sé muchas cosas, es verdad /Digo
tan sólo lo que he visto. /Y he visto: /que la cuna del
hombre la mecen con cuentos… /Que los gritos de angustia del
hombre los ahogan con cuentos… /Que el llanto del hombre lo
taponan con cuentos… /Que los huesos del hombre los entierran
con cuentos… /Y que el miedo del hombre /ha inventado todos
los cuentos. /Yo no sé muchas cosas es verdad. /Pero me
han dormido con todos los cuentos… /Y sé todos los
cuentos.” (“Sé todos los cuentos”,
subrayado mío. Disponible en
http://www.tinet.org/~elebro/poe/leon/leon.html). Si bien este
poema transmite la ilusión de poder abolir los cuentos,
lo cierto es que no hay posibilidad de abolir el miedo del
hombre —y el miedo del hombre necesita cuentos: el poema
lo señala a pesar suyo.

[34] Canal Encuentro, Buenos Aires, 7 de mayo
de 2007.

[35] “Diez años de
H.I.J.O.S.” por Victoria Ginzberg, en Pagina/12, 17 de
abril de 2005.

[36] Palabras de un integrante de la
agrupación, ibídem.

[37] Estas ideas están algo ampliadas
en http://www.pablohupert.com.ar/constituirse-en-hijo.html.

[38] Mail enviado por Lucas el 9/5/7: Ilse
Bernhardt es la señora de Alemania, y Hans Blumenkranz
es mi tío abuelo. Ilse se casó con Billi, con
quien tuvo a Gudi única hija. Billi murió en el
frente [en 1944]. Posteriormente Gudi se casó con Achim
Völcker, que murió en 1994. Tuvieron dos hijos, Kai
y Constanza. Kai hoy tiene 34, creo. Una hija Antonia, de 9,
que tuvo con una novia, y otra hija Jovanka Döhler, de 2
años, hija de Kai y Susanne Döhler. En la
década del '60 o del 70', no se bien, Ilse
intentó formar pareja con un hombre con el que
convivió poco tiempo, no le fue nada bien. Hans, en
cambio, nunca formó pareja. Tuvo algunas mujeres, pero
nunca fue nada serio. Aparte solían ser relaciones
complicadas, por ejemplo con mujeres casadas. En el 2003,
cuando conocí a Ilse, ella dijo que le ofreció a
Hans venirse a Argentina con su hija, pero Hans le
habría respondido que con una hija él no
podía aceptarla.

[39] Como el amor, la hermanación, la
construcción de la familia, el escrache, el jurado
popular, etc.

[40] “La historización
crítica de las marcas de la memoria supone que esas
marcan interpelan al sujeto ya sea para conservarlas o para
dialectizarlas ficcionalmente: aquí se ubica la
responsabilidad, en el modo en que responde el sujeto a esta
invitación de las marcas… La primera de las
posiciones vive (sobrevive) de las marcas. La segunda, vive a
partir de las marcas.” (C.F. Gutiérrez e I.
Lewkowicz, ob. cit.)

[41] Tomamos el concepto de fidelidad de
Alain Badiou. Por ejemplo, su La ética. Ensayo sobre la
conciencia del mal, Revista Acontecimiento, N°. 8, Buenos
Aires, 1994.

[42] Esquematicemos estos conceptos. El
invento o acontecimiento es un acto que, según palabras
de Badiou, se dispara a la eternidad. Si una cadena
histórica es una serie que es A, B, C, D, A’,
B’, C’, D’, A’’, y así
sucesivamente, el acto es una Z intercalada en el medio (una
irrupción), que no se dedujo de la serie anterior (una Z
o un jeroglífico, lo que sea, pero algo no deducido de
la serie anterior; a veces una B donde no correspondía),
y que por esto mismo, por entrar en la historia
saliéndose de la regularidad de la cadena
histórica, que queda disparada a la eternidad. Es pura
potencia que no está sometida al poder de la ley
deductiva de la cadena, potencia que no está encadenada,
potencia con potencia para inscribirse en una situación
y producir efectos no encadenados —“desencadenar
efectos”, digamos. Este acontecimiento se dispara a la
eternidad. Ahora bien, para que se efectúe como inmortal
es necesario que en otra situación histórica, que
desciende de aquella, alguien tome a su cargo eso que se ha
disparado y le haga desencadenar efectos en la propia
situación, sobre todo en su propia subjetividad.
(“Su propia subjetividad” es una cosa colectiva,
obviamente, más que individual, al menos en el sentido
de que se trata de la subjetividad que hay en una aula o en una
generación o un país —técnicamente,
en una situación.)

[43] Circe Maia – Daniel Viglietti,
“Otra voz canta”. Disponible en
http://www.trovadores.net/nc.php?NM=5996.

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