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Manejo integrado de enfermedades de hortalizas



Partes: 1, 2

  1. Identificación del
    patógeno
  2. Directrices de manejo
  3. Pérdida de actividad de los fungicidas
    contra hongos del suelo
  4. Erradicación
  5. Bibliografía

El manejo exitoso de las enfermedades siempre ha sido
una necesidad vital en los campos hortícolas de Sinaloa.
De hecho, las mejoras en la producción de hortalizas del
Estado Sinaloa tienen avances paralelos con el control de las
enfermedades.

La gran mayoría de los problemas de los cultivos
hortícolas que conocemos como enfermedades son causados
por microorganismos patógenos. Estos agentes al atacar los
frutos causan pérdidas directamente, volviéndolos
no aptos para el consumo (o disminuyen la preferencia del
consumidor); asimismo, afectan otras partes de la planta que
reducen el vigor de la planta y la producción de hidratos
de carbono, etcétera.

Los patógenos que atacan a los cultivos
hortícolas pueden clasificarse en cinco grupos mayores:
hongos, bacterias, fitoplasmas, virus, viroides, nematodos y
plantas parásitas superiores.

El manejo integrado de enfermedades (MIE), como parte de
un sistema de producción de los cultivos
hortícolas, debe también incluir al ambiente
físico y biológico en el que el cultivo se
desarrolla. Un programa de MIE coordina las actividades del
manejo de las enfermedades entre estos factores y los
métodos de producción para ofrecer una
solución económica y de larga duración a los
problemas de enfermedades. El propósito es prevenir las
enfermedades en lo posible. Los componentes esenciales para
cualquier programa de MIE son:

  • Identificación precisa del agente causal de
    la enfermedad.

  • Monitoreo de las enfermedades y del
    ambiente.

  • Directrices de acciones de control.

  • Métodos efectivos para el manejo de las
    enfermedades, que incluye el uso de los pesticidas apropiados
    cuando sea necesario.

El clima, el tipo de suelo, la historia de cultivos, las
prácticas culturales y la naturaleza del entorno del
terreno influyen sobre el desarrollo de las enfermedades. El
mercado también debe incluirse, debido a que éste
influye en la calendarización del cultivo, la
elección de las variedades y las prácticas de
manejo del cultivo, así como los niveles de daño
que se pueden permitir. Por ello, los umbrales económicos
son esenciales para el manejo eficiente de las enfermedades y
para la producción económica de los
cultivos.

Identificación del
patógeno

El diagnóstico correcto de las enfermedades y las
causas que las originan, es tan esencial que debe preceder al
establecimiento de las estrategias de control. La mayoría
de las herramientas de manejo de enfermedades, incluyendo los
pesticidas, son efectivas únicamente contra un cierto
rango de especies de patógenos, por ello se debe saber
qué enfermedades están presentes o es probable que
se presenten en un lugar determinado. Por lo anterior, pueden
necesitarse diferentes métodos o prácticas de
manejo aún para especies estrechamente
relacionadas.

Monitoreo de campo

El monitoreo de campo proporciona la información
necesaria para evaluar los problemas de enfermedades y para tomar
decisiones de manejo. La información recabada en el
monitoreo debe incluir incidencia de enfermedades,
población de patógenos, población de
insectos transmisores de virosis y sus enemigos naturales,
tomando en cuenta el parasitismo y la depredación; notas
sobre el desarrollo del cultivo y prácticas culturales;
registro de datos de factores del ambiente; rendimiento del
cultivo y pesticidas usados. El monitoreo debe utilizarse tomando
en cuenta las etapas para predecir las poblaciones de vectores de
virosis y el desarrollo de enfermedades.

Antes del trasplante

  • Examen de los cultivos y malezas cercanos para
    determinar la presencia de enfermedades y de insectos
    trasmisores de virosis que pudieran diseminarse hacia los
    cultivos.

  • Historia de cultivos.

  • Problemas anteriores de plagas, enfermedades,
    malezas y salinidad.

  • Prácticas culturales y tratamientos de
    pesticidas.

Cuando se vaya a planear la temporada hortícola
recuerde que la distribución y la calen- darización
de los cultivos afectarán el rango de problemas de plagas
y en­fermedades que ocurran.

Después del trasplante:

  • Una o dos visitas al campo por semana.

  • Calendarizar las actividades de monitoreo de acuerdo
    al desarrollo del cultivo, ya que la susceptibilidad de
    éste a las enfermedades cambia a través de la
    temporada.

  • Anotar en cada visita, el estado de desarrollo del
    cultivo, las operaciones culturales o aplicaciones de
    pesticidas que hayan ocurrido desde la visita
    anterior.

  • Si se están muestreando plagas insectiles,
    también deben registrarse los números de
    predadores, individuos parasitados o infectados.

  • Tomar nota de la magnitud del daño y
    localización de cualquier síntoma de
    estrés o enfermedad en el cultivo.

  • Examinar el desarrollo radical y la parte
    aérea de las plantas.

Muchos insectos plaga producen atrayentes. Estas
feromonas tiene el potencial para usarse en trampas para capturar
a individuos del sexo opuesto. En la actualidad en el mercado se
pueden encontrar trampas para el picudo del chile, gusano
soldado, gusano del fruto y gusano alfiler, lo cual facilita el
monitoreo.

En Sinaloa, durante la temporada hortícola se
presenta una gran variedad de enfermedades. Poniendo como ejemplo
al cultivo del tomate, durante los primeros tres meses, de
septiembre a noviembre, los cultivos están expuestos a un
ambiente húmedo y caliente que favorece el desarrollo del
damping-off (Pythium y Rhizoctonia), la mancha
bacteriana (Xathomonas campestris pv.
vesicatoria), la marchitez sureña (Sclerotiun
rolfsii
), la marchitez manchada (virosis transmitida por
trips) y los enchinamientos virales (transmitidos por mosquita
blanca). El cultivo es más difícil y los herbicidas
de preplante pueden causar quemaduras en las hojas debido al
salpique del agua de lluvia.

El clima fresco y neblinoso de diciembre a febrero
favorece el desarrollo del tizón tardío
(Phytophthora infestans), el moho blanco
(Sclerotinia sc!erotiorum), el moho gris de la hoja del
tomate (Fulvia fulva = Cladosporium fulvum),
las cenicillas (Leveillula taurina y Oidium
lycopersici
), la mancha por cercospora (Cercospora
fuligena
), la mancha gris (Stemphylium floridanum, S.
solani y S. botryosum
f. sp. lycopersici), el
cáncer de tallos (Alternaria alternata) y la
pudrición de la raíz y corona del tomate
(Fusarium oxysporum f.sp.
radicis-lycopersici).

De marzo a mayo la temperatura se incrementa
gradualmente, con altas fluctuaciones, y el ambiente es cada vez
más seco. Las altas temperaturas incrementan las
quemaduras de sol en frutos y el tizón temprano
(Alternaria solani). Los cultivos están
más sujetos a las virosis por las altas poblaciones de
mosquitas blancas (enchinamientos) y áfidos (mosaico del
pepino y jaspeado del tabaco); la incidencia del tizón
temprano (Alternaria solani) la cenicilla del tomate
(Oidiopsis taurica), la marchitez por Fusarium
(F. oxysporum f.sp. lycopersici) es alta y
también hay algo de marchitez sureña.

Directrices de
manejo

Las directrices del control proporcionan la forma para
decidir si las acciones de manejo, incluyendo aplicaciones de
pesticidas, son necesarias para evitar pérdidas eventuales
por enfermedades y se deben basar en:

  • umbrales numéricos sobre ciertas
    técnicas de muestreo, los cuales reflejan los niveles
    de incidencia que causarán daños
    económicos;

  • historia de cultivos de un campo o una
    región;

  • el estado de desarrollo del cultivo y condiciones
    ambientales.

Métodos de manejo

Los métodos de manejo preferidos en un programa
de manejo integrado son aquellos que protegen al cultivo de las
enfermedades mientras que interfieren poco o nada con el cultivo
y los enemigos naturales de los insectos, principalmente de
aquellos que transmiten virosis. En el manejo de las
enfermedades, la forma más barata y más segura es
implementar medidas que nos lleven a evitar estos
problemas.

1. Prácticas culturales

Muchas prácticas culturales pueden manipularse
para minimizar la probabilidad de pérdidas por
enfermedades, como son:

  • La selección del terreno,

  • la preparación del terreno,

  • pH del suelo,

  • la secuencia de cultivos,

  • los métodos de planteo,

  • la selección de variedades,

  • la forma de irrigación,

  • la fertilización, y

  • las medidas sanitarias.

Todas las prácticas anteriores tienen un impacto
sobre los problemas de enfermedades. Las prácticas
culturales deben ayudar a la prevención de posibles
problemas de acuerdo a las condiciones de un área
determinada.

Selección del terreno. El manejo de las
plagas es más barato y más fácil en terrenos
favorables para el desarrollo del cultivo. Seleccione terrenos
con buen drenaje y libres de enfermedades del suelo
difíciles de controlar. La textura del terreno debe ser
uniforme para evitar problemas de riego y daños o falta de
control por herbicidas. Examine el suelo y el agua para exceso de
sales. Investigue cuales herbicidas se usaron en la temporada
anterior y asegúrese que los residuos no inhibirán
el desarrollo de las plantas. Recuerde que las colas de agua de
otros cultivos pueden llevar residuos de herbicidas
dañinos. Evite terrenos altamente infestados con malezas
que son difíciles de controlar con herbicidas permitidos
en los cultivos hortícolas.

Preparación del Terreno. Los terrenos
bien preparados son más fáciles de regar y
cultivar; las plantas se desarrollan mejor debido a que sus
raíces pueden penetrar más profundamente por la
ausencia de capas duras en el subsuelo. Que el terreno
esté bien nivelado para que no se encharque el agua y se
eviten enfermedades; que no haya terrones grandes para que los
herbicidas pre-emergentes y los fumigantes sean más
efectivo); y que el pH se ajuste a 6-7 para que las plantas
aprove­chen mejor los elementos nutricionales.

pH del suelo. El ajuste ascendente del pH del
suelo es una estrategia eficaz de manejo para el moho gris por
Botrytis en los suelos arenosas. Un pH de 6.5 –
7.0 es recomendado para la supresión de la marchitez por
Fusarium. También lo es para con el
propósito de que las plantas aprovechen mejor los
elementos nutricionales y se obtengan mayores rendimientos de
cosecha. Se recomienda que los mejoradores de suelo se incorporen
en forma total durante la preparación del terreno para que
reaccionen en este período de preformación de las
camas. El azufre requerido para bajar el pH en terrenos
arcillosos, depende del pH original del suelo Cuadro
4).

Cuadro 4. Azufre requerido para bajar el pH
de un suelo alcalino por hestárea.

pH original

Azufre al 99% (kg)

pH final

8.5

8.0

7.5

7.0

3 000

2 000

1 000

300

6.5

6.5

6.5

6.5

En caso de suelos ácidos con pH inferior a 6.5 es
conveniente aplicar mejoradores de reacción alcalina, como
cal viva (óxido de calcio) o carbonato de calcio (Cuadro
5). Para una unidad de pH abajo de 6.5 deben adicionarse dos
toneladas de carbonato de calcio o tres toneladas de cal viva;
multiplicar esas cantidades por tres, si el pH del suelo tiene
dos unidades abajo, es decir, para llevar el pH del suelo de 4.5
a 6.5, se requiere adicionar seis toneladas de carbonato de
calcio o nueve toneladas de óxido de calcio.

Cuadro 5. Cal o carbonato de calcio
requerido para subir el pH de un suelo ácido.

pH original

Cal viva

(kg)

Carbonato de calcio

(kg)

pH final

5.5

4.5

3 000

9 000

2 000

6 000

6.5

6.5

Métodos de Planteo. Cuando hay riesgo de
enfermedades virales se recomienda plantar o sembrar una densidad
mayor para ayudar a reducir las pérdidas por la marchitez
manchada, el curly top, el enchinamiento amarillo del tomate y
otras virosis, ya que las plantas enfermas deberán
eliminarse a medida que se van observando los síntomas, de
preferencia después de la aplicación de
insecticidas efectivos contra el insecto transmisor de la
enfermedad, para evitar que éstos vectores vuelen a las
plantas sanas. En siembras directas y suelos infestados por
Pythium o Rhizoctonia es aconsejable la
encapsulación de la semilla en un gel que contenga
fungicidas apropiados para controlar a este hongo causante de
"Damping-off". Cuando los cultivos se trasplantan le
toman ventaja al desarrollo de maleza y se eliminan los problemas
de la emergencia; sin embargo, hay más probabilidades de
incidencia del virus del mosaico del tabaco, debido a que este se
transmite durante el manejo de las plantas, por lo que
aconsejable no fumar.

Selección de Variedades. Muchas
enfermedades importantes pueden ser controladas o minimizadas por
medio del uso de variedades resistentes. Los vendedores de
semillas pueden aconsejarle sobre variedades resistentes o
tolerantes con buenas características agronómicas
para una determinada región.

Irrigación. El exceso o falla de agua
puede disminuir el rendimiento del cultivo. Las plantas
estresadas por falta de agua tienden a quedar bajas y con frutos
pequeños. Por el contrario, el exceso de agua priva a las
raíces del oxígeno y crea condiciones para el
desarrollo de fitopatógenos acuáticos. Riegue
solamente cuando sea necesario, no se rija por calendarios; para
ellos es necesario estar examinando la humedad del suelo por
medio de tensiómetros. El riego por gravedad favorece la
acumulación de sales en la parte alta del surco, requiere
más agua con el fin de mojar la semilla para que germine
y, por lo tanto, favorece el desarrollo de enfermedades; en estos
casos se recomienda sembrar o plantar en un lado del surco. El
riego por aspersión usa menos agua y es bueno para las
siembras directas, reducen el daño por sales, incorporan
bien los herbicidas, aunque algunas veces pueden estimular el
desarrollo de malezas. Desafortunadamente, el riego por
aspersión puede promover y diseminar la mancha bacteriana
y otras enfermedades del follaje. El agua debe aplicarse en
cantidades que no provoquen escurrimiento. El riego por goteo es
el que más economiza agua y puede aplicarse en terrenos
con mucha pendiente y proporciona la forma de aplicar
fertilizantes y algunos pesticidas.

Fertilización. Cuando el suelo es
deficiente en nutrientes, las hortalizas compiten pobremente con
las malezas y son menos capaces de sobreponerse a las
en­fermedades y a los daños por insectos; las
deficiencias severas pueden detener completamente el desarrollo.
Siempre aplique el programa de fertilización de acuerdo
con los niveles de nutrientes del terreno.

Saneamiento. Use semilla y plántulas
sanas. Use estiércol y otros abonos orgánicos, pero
esterilizados; no riegue con colas de aguas provenientes de otros
campos: puede contener patógenos, plagas y/o herbicidas
dañinos para las hortalizas; instale mallas o filtros para
semillas de malezas a la entrada del agua de riego al terreno;
elimine las socas de los cultivos tan pronto como sea posible y
entierre los residuos por medio de arado profundo para que mueran
las ninfas, pupas y huevos de insectos transmisores de virosis y
de otros; establezca una secuencia de cultivos en donde se
alternen susceptibles y tolerantes, para crear períodos
libres de cultivos susceptibles a plagas y enfermedades; mantenga
libre de malezas al cultivo, regaderas, drenes, canales, caminos,
etc., cuando menos un mes antes de plantar, ya que éstas
son fuentes de plagas y de enfermedades; siembre o plante en
fechas recomendadas para evadir la emigración de vectores
de virosis y observe fechas límite de cosecha para dejar
períodos libres de cultivo; y evite zonas de mayor
infestación.

Cuando termine la temporada de cultivo, guarde los
estacones por tabla y cuando inicie la próxima temporada
regrese los estacones a la misma tabla o estáquelos al
revés con el fin de evitar la dispersión de las
enfermedades del suelo, ya que los estacones se contaminan
fácilmente durante la temporada. Cuando se mude a un
terreno nuevo, use cintas de goteo y estacones nuevos; limpie el
equipo de labranza para evitar el acarreo de suelo infestado. Si
es posible, año tras año desinfeste los estacones y
el alambre de bacterias, virus y hongos. Cuando haga rotaciones
de cultivos, éstas que sean lo suficientemente largas para
que se acabe la vida útil de los estacones.

2. Barreras físicas

Cubiertas flotantes. Las cubiertas flotantes se
constituyen como una barrera física que impide el
aterrizaje de los insectos, transmisores de enfermedades virosas,
sobre las plantas. Las cubiertas se tienden directamente sobre
los surcos sembrados o plantados y no requieren de soportes
mecánicos, como aros de alambre o estacas. En general
estas cubiertas son muy livianas (20 gramos/m2) y flotan
suavemente sobre el cultivo en la medida que éste se
desarrolla. Son porosas al agua y al viento, pero los poros son
lo suficientemente pequeños para no dejar pasar a la
mayoría de los insectos transmisores de enfermedades
virosas. Desafortunadamente los tomates y las
cucurbitáceas desarrollados bajo cubiertas, durante
diciembre-marzo, cuando el ambiente es fresco y húmedo,
sufren el ataque del tizón tardío y del mildiu,
causados por Phytophthora infestans y
Pseudoperonospora cubensis, respectivamente, pero
aplicando metalaxil (Ridomil) a través del sistema de
riego por goteo se pueden eludir estos problemas. Cuando el
ambiente es seco, las cubiertas retienen mayor humedad relativa y
provoca que no se desarrolle la cenicilla.

Acolchado plástico. El uso de acolchados
plásticos evita la pudrición del suelo
(Rhizoctonia solani) y la pudrición
castaña (Phytophthora), previniendo el contacto
entre la fruta y el suelo. El acolchado del suelo con
plástico plateado ahuyenta a los insectos vectores de
virosis, debido a la reflexión de la luz, y evita la
trans­misión de enfermedades virosas, por lo menos
cuando el follaje de la planta no cubre totalmente el
plástico. También el plástico negro y el
blanco son efectivos, pero en menor proporción que el
plateado. El color de la película de plástico que
se vaya a usar dependerá del clima. Las plantas de tomate,
berenjena y chile son más susceptibles al calentamiento
del suelo que el pepino, calabaza, sandía y
melón.

Barreras de cultivos envenenados. En caso de
mosquitas blancas y trips, las barreras deben ser de plantas
preferidas por estos insectos, sembradas alrededor del cultivo
que se quiera proteger, de 20 metros de ancho para dar
oportunidad de que el insecto se alimente de ellas y muera. Si
las plantas de la barrera se desarrollan en riego por goteo, el
insecticida se puede proporcionar cuando sea
necesario.

3. Control biológico

Insectos transmisores de virosis. Algunos
insectos transmisores de virosis son normalmente controlados por
depredadores, parasitoides, patógenos, o por una
combinación de éstos. Se puede tener control
biológico de las plagas insectiles seleccionando los
insecticidas, dosis y métodos de aplicación para
minimizar el impacto sobre los enemigos naturales.

El cultivo de soya es fuente de mosca blanca para las
primeras etapas de los cultivos hortícolas y las
últimas etapas de los cultivos hortícolas son
fuentes de esta plaga para el cultivo joven de soya. Por ello, el
control de la mosca blanca debe iniciarse en soya, inmediatamente
después de las primeras lluvias, aplicando liberaciones de
parasitoides (Eretmocerus y Encarsia),
así como hongos entomopatógenos
(Beauveria, Paecilomyces, Verticillium
y Cladosporium) para que mantengan en niveles bajos las
poblaciones de mosquitas blancas. La liberación de los
enemigos naturales debe continuarse en los cultivos
hortícolas, frijol, garbanzo, ajonjolí, etc.,
durante todo el año.

Enfermedades del suelo. Un gran número
de microorganismos saprofíticos antagonistas compite por
nutrientes y espacio en la rizosfera y el rizoplano y pueden dar
un grado significante de control biológico de
fitopatógenos del suelo, y los mecanismos de
interacción antagonista involucran: 1) antibiosis, 2)
competición y/o 3) hiperparasitismo.

1. Competición. El hongo
Gaeumannomyces graminis (Ophiobolus graminis)
ha sido exitosamente desalojado de la rizosfera del trigo por su
pariente saprofítico Phialophora radicicola, el
cual ocupó saprofíticamente el nicho
ecológico de la rizosfera de trigo en el que G.
graminis
hubiera causado daño. El control de
fusariosis por Fusarium oxysporum no patogénico
se realiza por varios modos: competición por nutrientes en
la rizosfera, competición por los sitios de
infección en el rizoplano y resistencia inducida (por la
formación de fitoalexinas). También Fusarium
oxysporum
saprofítico compite favorablemente con
Fusarium oxysporum que ataca al camote en el
rizoplano.

2. Hiperparasitismo. Ambos hongos y bacterias
pueden causar hiperparasitismo (cuando un parásito
parásita a otro parásito), en la rizosfera y
rizoplano. El hiperparasitismo depende de las enzimas celulasas y
quitinasas (enzimas que solamente poseen los
hiperparásitos), de los agentes de biocontrol para
degradar la pared celular de los patógenos,
fenómeno conocido como lisis (rompimiento de la
célula). El hiperparasitismo parece ser el principal
mecanismo de biocontrol de Trichoderma spp. contra
Rhizoctonia solani. La bacteria Bacillus
subtilis
es un excelente hiperparásito.

3. Antibiosis. Varios hongos, bacterias y
actinomicetos que habitan la rizosfera y rizoplano producen
antibióticos, particularmente miembros de los
géneros Trichoderma, Bacillus, Rhizobium,
Streptomyces
y especies fluorescentes de
Pseudomonas.

La adición de residuos de plantas u otros
materiales orgánicos para estimular la flora antagonista a
los patógenos parece ser un enfoque prometedor para el
control biológico de los fitopatógenos. La
incorporación de grandes cantidades de materia
orgánica animal o vegetal en el suelo, generalmente
incrementa la actividad de los microorganismos nativos,
incluyendo los antagonistas, lo que disminuye las poblaciones de
hongos fitopatógenos.

La incorporación de quitina es especialmente
efectiva, ya que los agentes de biocontrol producen enzimas que
desdoblan la quitina y pueden aumentar sus poblaciones en el
suelo. La pared celular de muchos hongos está constituida
por quitina. Bacillus, Trichoderma y los
actinomicetes son capaces de utilizar la quitina como sustrato
para incrementar sus poblaciones y por ello pueden disminuir las
poblaciones de hongos patógenos y huevos de
nematodos.

También, la efectividad de varios materiales
orgánicos ha sido atribuida a la formación de
compuestos volátiles tóxicos. Los residuos de
crucíferas (repollo, brócoli, coliflor, etc.) en
descomposición producen mercaptanos, varios sulfuros,
isotiocianatos, amonio, metanol, etanol, acetona,
acetaldehído y otros aldehídos, los cuales son
tóxicos a muchos hongos y nematodos.

Enfermedades del follaje. La bacteria
Bacillus subtilis controla varias enfermedades fungosas
(como Botrytis, cenicillas, etc.) y bacterianas del
follaje del tomate y puede sobrevivir durante mucho tiempo debido
a la presencia de una endospora (espora en el interior de la
célula bacteriana) de resistencia.

Enfermedades bacterianas. El control de la
mancha bacteriana causado por la raza T1 de Xanthomonas
campestris
pv vesicatoria ha sido logrado en
Florida, usando la raza T3 de esta bacteria (cepas de la raza T3
antagonizan a la raza T1) y con otras bacterias
antagónicas como Pseudomonas putida B56 y
Pseudomonas syringae. También la mancha
bacteriana ha sido controlada mediante aplicaciones de
bacteriófagos (virus que se alimentan de
bacterias).

4. Pesticidas

Las aplicaciones de pesticidas al follaje pueden
realizarse por avión o con equipo terrestres, pero se
prefiere la última, debido a la penetración
superior al follaje y el cubrimiento de las superficies
inferiores de las hojas. Una aplicación típica se
hace por medio de un aspersor montado a un tractor con una
presión de 200 a 275 libras por pulgada cuadrada y 800
litros/ha de aspersión fina sobre las plantas
completamente desarrolladas. La velocidad del tractor debe ser de
5 km por hora. Las boquillas deben trabajar correctamente, los
cedazos deben estar limpios y el arreglo de las boquillas permita
un cubrimiento fino adecuado. La mayoría de las
enfermedades fungosas pueden controlarse adecuadamente con una
aplicación de fungicida por semana, mientras que para las
enfermedades bacterianas se requieren dos aplicaciones
semanales.

En un programa manejo integrado, los pesticidas deben
usarse solamente cuando sean necesarios y se deben escoger los
materiales y métodos de aplicación que controlen
efectivamente las enfermedades con un mínimo de efectos
adversos sobre el cultivo y los enemigos naturales de los
insectos plaga.

El tiempo de aplicación de los pesticidas para
controlar enfermedades del follaje debe ser cuando se presentan
condiciones ambientales favorables para el desarrollo de dicha
enfermedad y cuando el inóculo esté próximo
a arribar, o sea inmediatamente antes de que se presente la
enfermedad. Una aplicación en el tiempo adecuado puede ser
más efectiva que muchas aplicaciones posteriores. La
calendarización de las aplicaciones es muy importante. Si
las aspersiones de fungicidas se inician después de que la
enfermedad se descubra, puede ser imposible frenar una epidemia,
principalmente si se trata del tizón
tardío.

Los pesticidas deben ser selectivos para no eliminar a
los organismos benéficos y aplicarse alternados o formando
mezclas tomando en cuenta diferentes grupos químicos para
evitar el incremento de individuos con resistencia.

Pérdida de
actividad de los fungicidas contra hongos del
suelo

Los hongos patógenos de las partes aéreas
de las plantas pueden adquirir más rápidamente
resistencia a los fungicidas, principalmente a los más
recientes, que los hongos del suelo, lo cual se puede comprobar
in vitro sobre medios de cultivo a los cuales les han
sido aplicados fungicidas (al menos para los no parásitos
estrictos).

Este fenómeno no parece producirse frecuentemente
entre los patógenos del suelo, ya que son pocas las
posibilidades de éxito de las infecciones, debidas a una
sola célula mutante resistente a un fungicida. Para que
una infección consiga extenderse es necesario un
esclerocio (estructura fungosa, dura, formada por hifas
compactas), numerosas clamidosporas (célula fungosa de
pared gruesa), o una vigorosa ramificación micelial
(conjunto de hifas). Sin embargo, al menos en dos casos
particulares se han detectado pérdidas de actividad de los
fungicidas frente a los patógenos del suelo que atacan al
tomate:

Bencimidazoles. La falta de un buen control a
Sclerotinia sclerotiorum se puede deber a que el benomil
y sus productos próximos como el tiabendazol, el tiofanato
metilo y el carbendazim son fungistáticos y no fungicidas.
Los esclerocios inhibidos sobreviven cuanto más activos se
muestran estos fungicidas frente a Trichoderma y
Gliocladium, agentes de destrucción de los
esclerocios en el suelo.

Dicarboxamidas. Cuando el benomil dejó
de utilizarse para combatir a Sclerotinia minor y S.
cepivorum
, en Francia, fue relevado por la iprodiona y
más tarde por la vinclozolina. Dichos productos
también han experimentado descensos de actividad
antifungosa, tanto en la lechuga como en los Allium
(cebolla, ajo, etc.). En este caso, la explicación reside
en que su uso repetido estimula la aparición de una
microflora en el suelo muy apta a degradarlos rápidamente,
lo que reduce su tiempo de efectividad. Su efecto, en lugar de
prolongarse de dos a tres meses, únicamente perdura
durante varias semanas.

Bactericidas y fungicidas

  • Bactericidas

En comparación con los productos cúpricos
puros, la mayor eficacia bac­tericida de las mezclas cobre +
etilenbisditiocarbamatos ha sido constatada en particular al sur
de los Estados Unidos frente a X. campestris pv.
vesicatoria (pimiento, tomate), lo que puede explicarse
en base a dos razones:

1. La acción del ión Zinc del zineb
presente en la mezcla.

2. La solubilización más elevada del cobre
en presencia de ditiocarbamatos.

Esta eficacia más elevada se detecta de forma
particular cuando el caldo es preparado durante la víspera
de su utilización. Por supuesto, se corre el riesgo de que
la fitotoxicidad cúprica sea mucho más
elevada.

X. campestris pv. vesicatoria puede
convertirse en resistente al cobre gracias al efecto de un
plasmidio de fácil adquisición. La resistencia al
zinc es igualmente posible in vitro, pero jamás
ha sido detectada en el campo.

Se puede preparar con facilidad un caldo de zinc
añadiendo 400 gramos de cal viva a 1 Kg de ZnS04 disuelto
en 100 litros de agua.

Las bacterias adquieren fácilmente resistencia a
los iones metálicos, pero se adaptan mucho más
rápidamente a los antibióticos que a los iones
metálicos. El uso de oxidantes puede ser recomendable:
permanganato de potasio o 4 a 8 mg de cloro activo por litro de
agua.

El cobre y mancozeb mezclados ejercen el mejor control
para la mancha bacteriana. Cuando las condiciones del medio
ambiente favorecen el desarrollo de la mancha bacteriana, esta
mezcla tiene que usarse como el "fungicida" principal. Si las
condiciones son particularmente favorables, las aspersiones
frecuentes no son suficientes para mantener la mancha bacteriana
por abajo de los niveles perjudiciales. Los compuestos de cobre
cuando se usan excesivamente también pueden retardar el
desarrollo de la planta y causar la mancha cobriza de la fruta.
La mezcla de cobre y mancozeb tiene mejor actividad bactericida
que el cobre solo, pero es menos eficaz que el mancozeb solo
contra varios patógenos fungosos. Esto muestra problemas
particulares cuando el tizón tardío es una amenaza
al mismo tiempo que lo es una enfermedad bacteriana. En esos
casos separe las aspersiones con cobre/mancozeb o aplique
clorotalonil solo, alternado con la mezcla. Alternativamente,
pueden usarse aspersiones de clorotalonil y cobre, porque el
cobre no tiene el efecto de la eficacia fungicida de
clorotalonil. El tizón temprano es una enfermedad foliar
fungosa que es realmente controlada adecuadamente por las
aplicaciones de mezclas de cobre/mancozeb, pero el azoxystrobin
controla mejor esta enfermedad.

  • Fungicidas minerales

El caldo bórdeles es uno de los fungicidas
más antiguos y se prepara añadiendo cal viva (400
gramos si es de buena calidad) a una solución de 1 kg de
sulfato de cobre en 100 litros de agua. En el mercado hay
diversas formas de cobre solubilizado. Las más frecuentes
son (por orden de fitotoxicidad creciente): el caldo
bórdeles desecado listo para su empleo; el
hidróxido de cobre; el oxicloruro de cobre y el
óxido de cobre micronizado.

Entre las hortalizas, el tomate es la hortaliza
más resistente al cobre y soporta fácilmente caldos
a 250 gramos de cobre por 100 litros de agua; sin embargo, el
frijol y el apio son más sensibles. Las
cucurbitáceas, los Allium y las lechugas
todavía toleran menos la fitotoxicidad cúprica. La
eficacia del cobre es directa frente a las peronosporales
(Pythium, Phytophthora, Peronospora, Albugo, etc.): las
zoosporas confrontadas al sulfato de cobre a 1/50.000 perecen
instantáneamente. La sensibilidad del resto de los hongos
varía según las especies; los
Colletotrichum, que se muestran particularmente
resistentes, son capaces de contaminar plantas al instante de
haber sido tratadas con caldo bórdeles al 2%. Pero la
acción del cobre sobre las enfermedades fungosas de las
plantas no se limita a una acción fungicida directo. Del
mismo modo que el plomo, el mercurio o la plata suscita
modificaciones fisiológicas en los tejidos superficiales
de las plantas: espesor de las paredes celulares,
producción de fitoalexinas (fenoles formados en respuesta
a la infección).

El azufre se comporta de forma especialmente activa
frente a los oídios (cenicillas). Resulta efectivo sobre
todo por su vapor y se muestra especialmente eficaz (pero
eventualmente fitotóxico) en tiempo cálido
(máxima> 30°C). De entre los azufres en polvo, los
más activos son los sublimados. Los azufres humectables en
la actualidad se hallan mayoritariamente micronizados
(partículas muy pequeñas). La acción del
azufre sobre hongos no oídios no es nada despreciable, en
particular sobre aquéllos cuyo micelio es superficial. El
azufre en polvo debe ser utilizado a dosis del orden de los 10
kg/ha y los humectables a 600 g/100 litros de agua.

  • Fungicidas orgánicos de síntesis y
    amplio espectro de acción

De entre aquellos pertenecientes a la "primeras
generación", los más importantes son los
ditiocarbamatos: el zineb (sal de zinc), el maneb (sal de
manganeso), el mancozeb (sal compuesta de zinc y manganeso) y el
propineb (sal de zinc). Los tres últimos presentan una
eficacia fungicida y una persistencia mejor que la del zineb, la
acción del cual resulta, sin embargo, interesante sobre
plantas jóvenes y frágiles, gracias a la ausencia
total de fitotoxicidad. Estos productos no son eficaces para
controlar los oídios o Botrytis cinerea. Frente a
esta última, el tiram (del que hablaremos también
en el apartado "tratamientos de semillas"), presenta una eficacia
mejor que la del resto de ditiocarbamatos. Constituye,
quizá, el mejor recurso para erradicar este hongo cuando
se muestra resistente, como ocurre en Creta con todos los
antibotríticos (fungicidas que actúan contra los
hongos de la Familia Sclerotiniaceae).

Otra familia de fungicidas que sigue muy de cerca a los
ditiocarbamatos es la de los ftalamidas, integrada por el
captafol (actualmente prohibido), el captan y el folpet. El
espectro de actividad de estos productos es análogo al de
los ditiocarbamatos, resultando incluso ligeramente efectivos
para combatir la Botrytis cinerea.

Dos productos que no han originado familia alguna, la
diclofluanida y el clorotalonil, son cada vez más
utilizados. Superan el espectro de actividad de los
ditiocarbamatos sobre los oídios y Botrytis
cinerea,
En Creta, en cultivos de invernaderos, han
aparecido cepas de Botrytis resistentes, tanto a ambos
productos como al captan. Las conidias se muestran relativamente
sensibles a ellos, pero el crecimiento micelial es posible en
presencia de estos productos. El clorotalonil, mancozeb o maneb
ofrecen el espectro más amplio contra las enfermedades
foliares fungosas comunes del tomate: tizón tardío,
tizón temprano y mancha foliar
(Corynespora).

Los productos de la "segunda generación" de
fungicidas de síntesis, comprenden la familia de los
bencimidazoles: el tiabendazol, el benomil, el metiltiofanato y
el carbendazim. El benomil es translaminar y los otros tres son
sistémicos, que son absorbidos por las plantas. El benomil
se transforma en carbendazim. Estos fungicidas son inefectivos
contra los peronosporales y Pleospora (Alternaria,
Stemphyllium, Phoma betae
) y han provocado resistencia en
algunos oídios, ciertas formas imperfectas de
dothideáceas (ejemplo: micosfareláceos:
Septoria, Cercospora), y Botrytis cinerea).
Colletotrichum y Cladosporium Fulvia) se
controlan fácilmente con bencimidazoles. El tizón
temprano se incrementa cuando se aplica benomil en forma repetida
para controlar el moho gris foliar del tomate, probablemente
debido a que el benomil destruye la microflora fungosa de la
filósfera (superficie del follaje) que es antagonista a la
Alternaria solani.

Productos pertenecientes a familias químicas
diversas, pero que comparten la propiedad de impedir la
biosíntesis de los esteroles de los hongos de micelio
tabicado, han acabado por relevar a los
bencimidazoles.

Cuadro 6. Ejemplos de fungicidas que
inhiben la biosíntesis de ergosterol (IBE).

Monografias.com

Estos fungicidas se dividen en dos grupos, según
la etapa en la que bloquean la serie de reacciones que
posibilitan esta síntesis. Las familias químicas,
por lo general, se agrupan de acuerdo al nombre del ingrediente
activo. Estos productos no son efectivos contra los mildius, pero
su espectro de actividad abarca, por lo general, a los
oídios, las royas y los hongos que corresponden a formas
imperfectas de dothideáceas (ex micosfareláceas),
como Septoria, Cercospora, plerosporáceas
distintas a Pleospora y ciertos Phoma (ejemplo:
Phoma lingam), y Ascochyta.

  • Antimildius

Estos productos, específicos para los
Peronosporales, son en su mayoría sistémicos, si
exceptuamos al cimoxanilo que sólo es translaminar. El
propamocarb, cuando es aplicado al suelo, resulta sobre todo
eficaz contra Pythium y Phytophthora (pero no
contra todos), puede también mostrarse activo por
vía sistémica contra algunos mildius (ejemplo:
Bremia lactucae). Las acilaninas, de entre las cuales,
la más utilizada en cultivos hortícolas es el
metalaxil, son sistémicas. Muy empleadas para la
pulverización de las plantas desde principios de la
década de los 80, han generado rápidamente la
aparición de cepas resistentes de Phytophthora
infestans
y Pseudoperonospora cubensis. Sin
embargo, el metalaxil, aplicado a través del sistema de
riego por goteo, da excelentes resultados contra los hongos
mencionados. El oxadicil no pertenece del todo a la familia
química de las acilaninas, y las resistencias cruzadas
acilaninas-oxadicil son muy poco acusadas. El fosetil-Al, casi no
tiene actividad fungicida in vitro, cuando es absorbido
por las plantas, se convierte en ión fosfito. Su actividad
antimildiu parece estar ligada a una activación de las
defensas naturales de la planta y se mueve acropétala y
basipétalamente (hacia arriba y hacia abajo). El
metalaxil, otrora el mejor fungicida para controlar el mildiu de
las cucurbitáceas y el tizón tardío de la
papa y el tomate, ya no es la opción de control aplicado
al follaje, pero presenta excelentes resultados si se aplica a
través del sistema de riego por goteo. Estas enfermedades
se controlan mejor mediante aplicaciones de clorotalonil,
mancozeb y folpet.

  • Antioidios

Anteriormente hemos señalado la acción
nada desdeñable de la diclofluanida y del clorotalonil, la
eficacia de los bencimidazoles, sujeta a la aparición de
cepas resistentes y la de los inhibidores de la
biosíntesis del ergosterol. El quinometionato es un
producto más específico que los anteriores contra
los oidios y comparte con el azufre propiedades acaricidas. Los
productos estrictamente antioídicos son: el dinocap, el
bupirimato, el pirazofos y el miclobutanil, el primero de los
cuales es el único no sistémico.

  • Antiesclerotinia

Partes: 1, 2

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