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La noticia rica del Paititi (página 2)



Partes: 1, 2

Según explica el historiador argentino Enrique de
Gandía, "el imán de los conquistadores fue el
oro"
[18] y América supo exaltar sus
fantasías y hacer girar gran parte de su historia
alrededor del precioso metal. Desde los primeros años del
descubrimiento las vagas referencias que los indios daban de
México y del Perú dejaron entrever fabulosas
posibilidades que llevaron al delirio áureo, encegueciendo
a muchos pobres diablos que, siguiendo rumores y
noticias, se perdieron en las selvas tras tesoros muchas
veces inexistentes. De todas estas noticias la que mayor
impacto produjo en el imaginario hispanoamericano fue, sin duda,
la de El Dorado (o Eldorado). En ella, "mito, utopía y
colonización espiritual y material coexistieron paralelas,
tangenciales y superpuestas

[…]"[19].

La mayoría de los autores concuerdan en que la
primer referencia que se tuvo del El Dorado fue en el año
1534, poco después de la fundación de San Francisco
de Quito (hoy Ecuador). En aquella oportunidad, el español
Luis de Daza se topó con un indio llamado Muequeta que,
por orden del gran cacique Bogotá (rey de los muyscas), le
venía a pedir ayuda a los ibéricos para enfrentarse
con los chibchas. El indio, entre las muchas cosas que
contó de su país, dijo que en él
había mucho oro y refirió acerca de una ceremonia,
extraña para los europeos, que terminaría por
generar numerosos emprendimientos de descubrimiento y conquista
por el interior del continente. El relato hacía referencia
a un "[…] hombre dorado y su séquito que entraba en
unas balsas de juncos y en medio de la laguna arrojaban sus
ofrendas con ridículas y vanas supersticiones. La gente
ordinaria llegaba a las orillas y bueltas (sic) las espaldas
hazían (sic) su ofrecimiento porque tenían por
desacato el que mirara aquellas aguas persona que no fuese
principal y calificada. También es tradición muy
antigua que arrojaran en ella el oro y las esmeraldas
[…]".
[20]

Pero eso no era todo. Según se consigna en otras
fuentes, los señores de esa laguna (que no es otra que la
de Guatavita, en Colombia), cuando recibían el cacicazgo,
practicaban el ritual que terminaría por darle el nombre
definitivo al sueño doradista. Al respecto, relata
Rodríguez de Fresle en su Conquista y
Descubrimiento del Nuevo Reino de Granada de las Indias
Occidentales y del Mar Océano
:

"De acuerdo con las declaraciones del cacique Don
Juan, los que heredaban el señorío de Guatavita
[…] debían ayunar, previamente, seis años metidos
en una cueva, sin conocer mujeres, sin comer carne, ni sal, ni
ají y otras cosas que les vedaban, y sin ver el sol,
saliendo sólo de noche. Cuando los metían en
posesión del señorío, la primera jornada que
habían de hacer era ir a la gran laguna de Guatavita y
sacrificar al demonio, que tenían por su dios y
señor. Todo alrededor de la laguna los indios
encendían muchos fuegos. Entretanto, desnudaban al
heredero en carnes vivas y lo untaban con una tierra pegajosa y
lo espolvoreaban con oro en polvo molido. Subía en una
gran balsa de juncos, adornada con todo lo más vistoso que
tenían, y llevando a los pies un gran montón de oro
y esmeraldas para que ofreciese a su dios, y un buen brasero
encendido que producía mucho zahumerio(sic), lo
acompañaban hasta el centro de la laguna cuatro caciques,
cada cual con su ofrecimiento, y en un gran silencio, en que
callaban todos los músicos y los cantos, hacia el indio
dorado su ofrecimiento echando todo el oro que llevaba a los pies
en el medio de la laguna. Los demás caciques hacían
lo propio y con esto terminaba la
ceremonia".[21]

Estos rituales (que con el tiempo supimos que
efectivamente tuvieron lugar[22]fueron los que
determinaron el nacimiento de la famosa Provincia de El
Dorado
, que tanto atrajo a los españoles y que
también fuera utilizada inteligentemente por los propios
indios para alejar de sus tierras a los insaciables buscadores de
riquezas venidos de Europa[23]Y como
señalara el Padre Juan de Castellanos, en
Elegías de Varones Ilustres de Indias:
"Los soldados alegres y contentos / entonces le pusieron El
Dorado / Por infinitas vías derramado".

La noticia se desparramó como reguero de
pólvora por toda América del Sur, y a medida que el
tiempo fue pasando cambió varias veces de nombre,
adquiriendo caracteres diferentes a los del relato original. De
ser un indio dorado pasó a convertirse en una aldea,
región o ciudad de oro y plata, con sus calles y paredes
revestidas de tales metales; cambió de escenario, se hizo
ubicuo, fue releído y reinterpretado. Como una enorme bola
de nieve, imposible de parar, El Dorado arrastró a cientos
de soñadores y aventureros por senderos nunca recorridos;
por regiones inexploradas que, de no haber sido por el atractivo
de sus rayos áureos, hubieran permanecido intocadas por el
hombre blanco durante muchos siglos.

En el Perú recibió el nombre de
Paititi (o Paykikin, o Paitití) y, como era
natural, su factura dejó de ser muysca (tribu originaria
de la actual Colombia) para convertirse en incaica. Se lo
ubicó en la región oriental del Imperio Inca, en el
Antisuyu, la vertiente amazónica del dominio quechua a la
que se le otorgaba cualidades de zona inculta, caótica y
primigenia. En ella el orden civilizatorio impuesto por el gran
dios Viracocha, a través de su hijo y primer soberano,
Manco Inca, no era total y absoluto; pero ello no implicó
que los incas realizaran, con diversa fortuna, una sorprendente
penetración en la selva, mucho mayor que lo admitido
ordinariamente por historiadores y arqueólogos. Los
trabajos de investigación de los últimos
años, y las numerosas expediciones que se encolumnan hacia
la foresta amazónica, así parecen probarlo. Por
otra parte, los documentos coloniales de los siglos XVI y XVII
(algunos inéditos) confirman que la gente del Cusco
levantó, en la porción Este del Imperio,
fortificaciones y guarniciones militares, puestos de avanzada
que, hoy, descansan debajo de enredaderas, musgos y
lianas.

Los restos arqueológicos de Machu Picchu,
Choquequirao, Vilcabamba "La Vieja", Vitcos, los caseríos
de Inkawuarakana, el Pajatén y tantos otros, son claras
señales de las intensas relaciones que la sierra
guardó con la selva. Además, muchos
topónimos modernos mantienen el origen quechua (lengua de
los incas), convirtiéndose en una prueba más de tal
penetración. Sólo para dar un ejemplo citaremos:
Maranniyoc, Concebidayoc, Rosaspata, Pampaconas, Yurak Rumi,
Ñusta Hispana, Koriwayrachina, Wayna Pucara, Puquiura o
Pucyura, etcétera[24]

Según se colige de las fuentes escritas
españolas, los incas hicieron uso de dos procedimientos de
internación. El primero, la penetración
pacífica, fundando pueblos, levantando caminos y
residencias; el segundo, la conquista militar lisa y llana, por
medio de la cual, haciendo uso de la fuerza, lograron sujetar a
las variadas naciones selváticas que habitaban la
región del Antisuyu.

Dejemos, entonces, que sean los propios cronistas de
Indias los que nos relaten los éxitos y fracasos que los
incas tuvieron por aquellos difíciles lugares; y siguiendo
sus interesantes "noticias", intentemos advertir cómo la
realidad y la fantasía empezaban a mezclarse generando el
imperecedero mito del Paititi.

El Oriente era para los incas la tierra de los
Antis, tribus selváticas entre las que
distinguieron diferentes comunidades: Manaríes,
Opataríes, Chiponayas, Monobambas, Chunchos, Mojos,
Ruparupas, Chachapoyas, Bracamoros, Paltas, etc. Éstas, y
otras etnias, eran las que constituían la frontera Este
del gran Tahuantinsuyu y a las que tanto le costó dominar
al Inca. Porque más allá del grado de
autonomía que estos pueblos reclamaban para sí,
estaban los inconvenientes del clima y del terreno: los
ríos torrentosos, los pantanos infectados por miasmas, los
animales salvajes y los insectos[25]

En 1653, el Padre Bernabé Cobo expuso
claramente los inconvenientes que existieron para anexionar a los
"Antis":

"[…]Fragosidad y aspereza, más que la
multitud y esfuerzo de los moradores, habían refrenado la
ambición y codicia de los incas, para que no dilatasen su
reino por aquella parte, como deseaban y varias veces lo
intentaron. Porque, dado que los habitadores (sic) de aquellas
montañas y sierras son pocos en número, y
éstos muy bárbaros, de naciones diferentes,
divididos en cortas behetrías y sin la industria y
disciplina que los vasallos de los incas, con todo eso, ayudados
de la espesura y fragosidad de sus arcabucos y montañas y
de los muchos ríos y ciénagas que en ellas hay,
eran bastantes a resistir a los poderosos ejércitos de los
incas, a cuya causa ganaron muy poca tierra por aquella
parte."[26]

Estas mismas "asperezas" serían las que se
interpondrían entre los españoles y el Paititi
durante los siglos venideros. Pero estas vallas
difícilmente agotaban el entusiasmo; por el contrario,
agigantaban los ensueños y empujaban aún más
lejos a los codiciosos. Aunque tuvieran que readaptar sus
tácticas y, muchas veces, modificar su estrategia. Esto
ocurrió con los peninsulares, pero antes que a ellos a los
incas les ocurrió algo parecido.

Hacia el año 1572, el cronista español
Pedro Sarmiento de Gamboa, recibió el encargo del virrey
Francisco de Toledo para que escribiera una historia sobre el
pueblo que acababan de conquistar. Obedeciendo las órdenes
del impetuoso virrey del Perú, Sarmiento recogió
informaciones de gran valor testimonial, por haber provenido de
familiares directos de estirpe incaica. En ellas se hacen claras
referencias a los intentos practicados por el inca Túpac
Yupanqui (que reinara desde 1471 a 1493) de ingresar en la selva,
para alcanzar el denominado Reino de los Mojos.

Cuenta Sarmiento de Gamboa:

"Mas como la montaña de arboleda era
espesísima y llena de maleza, no podían romperla,
ni sabían por dónde habían de caminar para
dar en las poblaciones que abscondidas (sic) muchas estaban en el
monte. Y para descubrillas (sic) subíanse los exploradores
a los árboles más altos, y adonde vían (sic)
humos, señalaban hacia aquella parte. Y así
íban (sic) abriendo el camino hasta que perdían
aquella señal y tomaban otra[…]. Entró pues Topa
Inga (Tupac Yupanqui) y los capitanes dichos en los Andes, que
son unas terribles y espantables montañas de muchos
ríos, adonde padeció grandísimos trabajos, y
la gente que llevaba del Pirú (sic), con la mudanza de
temple de tierra, porquel (sic) Pirú es tierra fría
y seca y las montañas de los Andes son calientes y
húmedas, enfermó la gente de guerra de Topa Inga y
murió mucha. Y el mesmo (sic) Topa Inga con el tercio de
la gente quél (sic) tomó para con ella conquistar,
anduvieron mucho tiempo perdidos en las montañas sin
acertar a salir á un cabo ni á otro, hasta que
Otorongo Achachi (uno de los capitanes del Inca) se
encontró con él y lo encaminó.
Conquistó Topa Inga y sus capitanes desta vez cuatro
grandes naciones. La primera fue la de los indios llamados
Opataries y la otra llamada Manosuyo y la tercera se dice de los
Mañaries ó Yanaximes, que quiere decir los de las
bocas negras, y la provincia del Río y la provincia de los
Chunchos. Y por el río de Tono abajo anduvo mucha tierra y
llegó hasta los Chiponauas. Y por el camino, que ahora
llaman de Camata, embió (sic) otro grande capitán
suyo llamado Apo Curimache, el cual fue la vuelta del nacimiento
del sol y caminó hasta el río, de que agora (sic)
nuevamente se ha tenido noticia, llamado el Paytite, adonde puso
los mojones del Inga Topa."[27]

Esta es una de las primeras descripciones del camino
seguido por los incas en la selva paralela al río Madre de
Dios, para arribar hasta el Paititi. Pero no es la
única.

El cronista Vaca de Castro, en el año 1544
sostuvo (sin indicar la ruta) que

"El Inca no pudo dominar a los bárbaros por
la fuerza, por eso los trajo a sí con halagos y
dádivas, hasta tener sus fortalezas junto al río
Paititi y gente de guarnición en
ellas."[28]

Finalmente, quisiera citar a uno de los cronistas
más famoso y controvertido de la época colonial, el
"Inca" Garcilaso de la Vega, quién en sus
Comentarios Reales, apuntala las noticias
referidas a las incursiones en la selva.

Garcilaso señala que no fue Túpac Yupanqui
el primero en intentar conquistar el Antisuyu. Según
él, Inca Roca (uno de los denominados "soberanos
legendarios" del Cuzco, que habría gobernado hacia el
año 1350 d. C.) determinó enviar a su hijo Yaguar
Huaca (o Yawar-wakak), con quince mil hombre, hacia el oriente.
Éste llegó con buen suceso hasta el río
Paucartambo y siguió adelante, reduciendo a los pocos
indios que encontró en el camino. Cuando llegó al
río Pilcopata, escribe Garcilaso: " […] mandó
poblar cuatro pueblos de gente advenediza, […] que son las
primeras chacras de coca que los incas
tuvieron
."[29]

Más adelante el cronista hace referencia a la
expedición de Túpac Yupanqui, y escribe:

"Tuvo el Inka Yupanqui por cierta relación
que sus antepasados i él habían tenido, deseo de
conquistar aquellas anchas y largas regiones de los Antis, donde
había muchas tierras, de ellas pobladas […] i otras
inhabitables por las grandes montañas, lagos,
ciénagas i pantanos […]. Tuvo así mismo noticias
que entre aquellas provincias de chunchos, una había muy
poblada i de las mejores i más ricas, que llamábase
Musu, a la cual se podía entrar por un gran río
[…]. Pensó valerse el Inka de este gran río para
hacer bajar su ejército de diez mil hombres a la conquista
de la decantada provincia Musu, que por tierra era imposible
entrar en ella, por las bravísimas montañas,
lagunas i ciénagas que había de transitar. Cortada
una grandísima cantidad de madera […]hicieran tantas i
tan grandes balsas para que cupiesen los diez mil hombre de
guerra. Casi dos años tardaron en estos aprestos.
Finalmente, […] se embarcaron en sus balsas y se hecharon
río abajo, donde tuvieron grandes batallas con los
chunchos, que vivían en las riberas a una y otra mano del
río Amarumayo. […] Al fin de muchos trances en armas i
de muchas pláticas, se redujeron a la obediencia y
servicio del Inca todas las naciones de la una i otra ribera de
aquel gran río i enviaron en reconocimiento de vasallaje
muchos presente al Inca Yupanqui[…]. Reducidas las naciones de
las riberas, […] pasaron adelante i sujetaron muchas naciones
más, hasta llegar a la provincia que llaman Musu […]
que está a 200 leguas del Cusco.

Dicen los incas, que cuando llegaron a los Musu los
suyos por las muchas guerras que atrás habían
tenido, llegaron a esta tierra poco más de mil hombres,
porque a causa de las muchas acciones de guerras i largos
caminos, se habían muerto o gastado los demás. Los
Musus no pudieron ser avasallados por esta expedición, i
por tanto los incas tomaron el partido de la persuasión
para que aquellos fueran sus amigos y confederados, en cuya
virtud convinieron en dejarlos poblar en sus tierras […]. Los
Musus eligieron también embajadores que fuesen al Cusco
[…].[30]

Es a partir de testimonios como los arriba citados que
podemos datar, con cierto grado de aproximación, la
efectiva y definitiva presencia de los incas en la región
del Paititi. Si tenemos en cuenta que fue Túpac Yupanqui
el emperador que terminó por imponerse sobre los Antis, la
fecha de las operaciones militares y diplomáticas de las
que hablan Sarmiento, Vaca de Castro y Garcilaso, deben rondar en
una fecha cercana a 1476-1479. Aunque, sólo después
de la conquista española se darían los lazos
más firmes entre cusqueños y
chunchos.

Toda la región ganó fama de inexpugnable,
fascinando y atrayendo al conquistador. Con el paso del tiempo la
fantasía creció; siendo aderezada con distintos
condimentos, muchos de ellos de origen mediterráneo. La
presencia de los incas en la selva desencadenó el
sueño de poder encontrar en ella los tesoros transportados
(ocultados) tras la conquista, o la ansiada posibilidad de
descubrir un nuevo Qosqo, con mayores riquezas que las halladas
en el viejo. Así, durante gran parte del siglo XVII, se
fueron acumulando relaciones e informes que hablaban de la
Noticia Rica del Paititi. Relaciones que, curiosamente,
aún hoy en día son posibles escuchar.

Con fecha 31 de julio de 1570 (aún cuando los
incas de Vilcabamba resistían desde su ciudad refugio),
Juan Álvarez Maldonado, un intrépido vecino
del Cusco, escribió que

"Pasado el río Paitite […]se dan noticias
de una sierra muy rica de metales, y en ella hay
grandísimo poder de gente al modo de los del Pirú
(sic) y de las mismas ceremonias y del mismo ganado y traje. Los
indios de estas provincias son gente alzada, vestida de
algodón y todos con ritos y ceremonias que son como los
Yngas del Pirú y es tierra de minas de
oro."[31]

Si nos guiamos por este testimonio debemos llegar a la
conclusión de que existían grupos de incas
escondidos no sólo al noroeste de Cusco (Vilcabamba), sino
también "adentro", en la selva oriental. Los dichos del
Padre Diego Felipe de Alcaya reconfirman esto cuando
sostiene que, después de las campañas de
Túpac Yupanqui, un sobrino del Inca Huayna Cápac
(cuyo gobierno se extendió de 1493 a 1525) ejerció
el poder de los territorios selváticos ocupados, desde
antes de la llegada de los españoles al
Perú.

Escribe el Padre Alcaya:

"Una vez que el sobrino del inca sujetó el
territorio despachó a su hijo a que diese al Inca cuenta
de lo conquistado, pero le encargó el secreto de la Tierra
Rica, para que no se la quitase; y que sólo le dijese que
había encontrado plomo (Titi en su lengua significa plomo
y Pay "aquel"). Y lo mismo encargó a los 500 indios que le
dio para que lo fueran sirviendo hasta el Cuzco. Y le
mandó que trajesen sus mujeres e hijos, y las tías
y madres de sus hijos; y que le dijesen al Inca que por ser
aquella tierra buena para la labranza la había poblado y
que le enviara carneros y semillas. […] Llegado Guaynaapoc
("Rey Chico") a la ciudad de Cuzco alló la tierra
controlada por Francisco Pizarro y a su tío (el Inca
reinante) preso, y al otro Inca retirado en Vilcabamba. En
esta ocasión, combocó (sic) Guaynaapoc a los indios
a que lo siguieran a la nueva tierra que ahora llamamos Mojos.
Siguieron a Guaynaapoc 20 mil indios (muchos más de los
que pasaron a Vilcabamba con su rey
), llevando consigo gran
suma de ganado de la tierra y oficiales de platería. Y
pasó al Paititi, donde fue recibido por su padre y
soldados muy alegremente." [32]

Y es otra información de 1635 la que termina
diciendo:

"Con su vuelta (la de Guaynaapoc) se perdió
noticia de esta gente, aunque siempre he oído decir que se
trata de gente del Cuzco. Y cuando S. M. mandó a Don
Melchor Inca a España en 1602, se vio en Cuzco mucha
gente nueva
, y se dijo que habían venido a despedirse
de él." [33]

Decenas de testimonios, como los precedentes, refieren
la existencia efectiva de incas en las selvas del Antisuyu
manteniendo un aislamiento voluntario que, aparentemente,
sólo era roto en determinados momentos. Los lazos con el
Cusco no estaban perdidos y, de tanto en tanto, comitivas
secretas se mezclaban entre la multitud citadina ya sea para
reverenciar a un descendiente de sangre real, rendir homenaje al
sagrado "Ombligo del Mundo" o extraer información valiosa
de los españoles.

Podríamos citar mucho testimonios más,
pero para no cansar al lector, me limitaré a transcribir
un último informe español del año 1623,
titulado Descripción del Paititi y provincias de
Tipuani y Chunchos
, de Juan Recio de
León.

"[…] Me trajeron tres o cuatro indios principales,
muy vaqueanos, y haciéndoles preguntas respondieron que
por tierra o por agua llegaban en cuatro días a una gran
cocha (laguna) y que hay en ella muchas islas, muy pobladas de
infinitas gentes, y que al señor de todas ellas le llaman
Gran Paytiti. Diéronme también noticia estos indios
de mucha cantidad de gente […] que son muy riquísimos de
plata y ganado de carga de los que se crían en el
Pirú (sic). Contaron también que […] todos estos
indios visten de algodón. Usan ritos y ceremonias iguales
que los del Perú, por ser indios procedidos de los que el
Inca entró aquí de guarnición. Están
retirados en el dicho descubrimiento del Paititi la mayor parte
de los indios que faltan del Perú."
[34]

Río, provincia, reino o ciudad. El Paititi parece
no definirse de manera acabada cuando las crónicas y
comentarios se cruzan entre sí.

Para unos, sólo constituyó un mojón
geográfico (fluvial) desde el cual era factible ingresar
en un territorio poco conocido, selvático y agreste. Para
otros, su nombre encarna únicamente el título
jerárquico de un rey, cacique o Señor de una
nación ubicada en la cuenca amazónica, y que
tuviera regulares contactos con los incas. Finalmente, algunos
afirman que el Paititi es una ciudad de singular importancia que
todavía permanece perdida en la selva (en algún
lugar del departamento peruano de Madre de Dios o en territorios
colindantes de los actuales Brasil y Bolivia).

Pero sea cual fuera la explicación que se acepte,
en todas ellas el elemento oro se hace presente, directa o
indirectamente. El oro y el Paititi se entremezclan de forma
constante y es ahí cuando la realidad se transforma en
mito. El oro es el filtro que desdibuja muchos de los
acontecimientos relatados, haciendo del Paititi algo que,
seguramente, nunca fue: el repositorio áureo de los
últimos incas del Cusco.

Como indica el historiador argentino Roberto
Levillier:

"[…]la caída de Cajamarca es la hora en que
se desploma el Imperio […], sin embargo se notó que
habían desaparecido en poco tiempo millares de
indígenas. Después de la muerte de Atahualpa y
Huáscar, los "orejones" (elite inca) buscaron refugio con
sus familias entre los mojos del Paititi, a más de 200
leguas de Vilcabamba. Lugar protegido por cordilleras, selvas y
ríos. […] La dificultad de ver siquiera a los incas, los
rodeaba de misterio, y como era natural la leyenda de que
poseían riquezas inmensas de oro y plata encendieron la
ilusión. Ése fue el verdadero mito. Nunca estuvo el
Rey Dorado en el Paititi de los Mojos, no poseían minas ni
había más que topacios y ópalos."
[35]

Una opinión semejante sostiene el investigador
cusqueño Víctor Angles Vargas, quién
manifiesta de manera tajante que todos los comentarios
relacionados con el oro, los tesoros ocultos, las estatuas
doradas y los discos áureos son productos de la afiebrada
imaginación de la gente. Según este autor,
"Cuando decimos que el Paititi no existe, nos referimos a ese
Paititi";
y agrega: "El oro, la plata, el bronce, las
llamas, los tejidos, las tierras y otros bienes, tuvieron un
significado y un valor totalmente diferente en la sociedad inca,
en comparación con los criterios europeos. Los objetos
hechos de metales preciosos y otros de factura artística,
tuvieron entre los incas, claro está, un contenido
económico, pero el valor de uso y el valor de cambio,
difería parangonado con la consideración europea;
aquí (en Perú) carecieron de pleno valor de cambio,
no fueron hechos para el mercadeo, no tuvieron carácter
monetario, tuvieron valor estético-religioso tuvieron un
relativo valor de uso; esos bienes no eran manejados por la
población, sino por la nobleza con utilidad ritual y
estética". [36]

Si bien ambos historiadores concuerdan en considerar que
los tesoros del Paititi son fábulas románticas de
gran arraigo, existe un punto en el que no coinciden. A
diferencia de Levillier, Angles Vargas niega el hecho de que la
elite inca haya huido a la selva a la llegada de los
españoles. Para él la "colonización
mental
"[37] fue tan rápida, y los
lazos que muchos españoles entablaron con miembros de las
altas jerarquías cusqueñas, tan fuertes, que
"De haberse producido alguna migración del
ámbito tahuantinsuyano hacia el Paititi, los nobles
cristianizados […] hubieran denunciado tales hechos,
directamente o bajo la penumbra de los confesionarios. De
idéntica manera, las concubinas de los peninsulares,
ganadas por la catequización y sentimientos
íntimos, habrían denunciado tales traslados humanos
y de tesoros, ante sus amos
". [38]

Compartimos en parte la argumentación de Angles
Vargas, y estamos de acuerdo en considerar leyenda todo lo
relacionado con una ciudad repleta de oro y plata; pero no
negamos la fuerte posibilidad de que los incas se internaran en
las selvas orientales.

Como ya hemos visto, muchísimos documentos de los
siglos XVI y XVII, incluso del XVIII, afirman sobre la existencia
de incas "escondidos" en la vertiente Este de la cordillera de
los Andes. Además, son numerosos los restos
arqueológicos de factura incaica que se han encontrado en
pleno corazón de la selva (tambos, caminos, puentes,
templos y guarniciones militares); como así
también, un importante glosario de palabras quechuas para
nombrar sitios, que hasta hoy día siguen conservando esos
nombres originales. Por último, variadas comunidades
selváticas de la actualidad tienen incorporadas en sus
vocabularios términos quechuas, que parecerían
indicar relaciones muy antiguas con los señores del
Cusco[39]

La inmensidad del territorio, que sólo es posible
advertir estando allí mismo, nos autoriza a mantener
abierta una bien fundada duda. Si Manco Inca pudo resistir la
conquista ibérica durante cuarenta años desde la
ciudad de Vilcabamba (de la cual se tenían referencias
ciertas sobre su ubicación casi desde el momento mismo en
que este inca se refugió en ella, en 1536), ¿Por
qué desechar la existencia de otros centros de resistencia
en terrenos que eran – y son – mucho más duros y
"fragosos?" ¿Por qué no considerar la posibilidad
de que el Paititi, o como quiera se lo llame, designe, de manera
generalizada y desdibujada, uno o varios complejos
arquitectónicos aún no encontrados, y en los que
algunos miembros de la nobleza cusqueña hallaran refugio
por más tiempo que el comúnmente
admitido?

Se dice que la historia inca terminó en 1572
cuando las huestes españolas ocuparon la ciudad de
Vilcabamba la Vieja y capturaron al Inca Túpac Amaru. No
estamos tan convencidos de seguir sosteniendo esa
hipótesis. Nuestra experiencia en el escenario
selvático del drama nos ha dado otra óptica, que es
la quisiera explicar brevemente en las líneas que
siguen.

Nadie sabe, a ciencia cierta, qué es o en
dónde se encuentra el legendario Paititi. Como hemos visto
en el apartado anterior, desde el siglo XVI se han acumulado
diversas opiniones, superponiéndose unas sobre otras, y
generando mas desconcierto y misterio que certezas. Cuando
hablamos del Paititi estamos en el territorio del rumor, y en
él es posible (y natural) la indefinición, los
agregados personales, la fábula y el equívoco. Es
la vigencia que el tema tiene, desde hace más de
cuatrocientos años, lo que nos sorprende e interesa;
porque además de su increíble capacidad de
atracción, generada por sus supuestos tesoros, el Paititi
denota algo poderoso y duradero que, tal como lo sostiene Arturo
Uslar Pietri, "no puede verse como el fruto de una
fantasía pasajera o de una fiebre de oro inagotable;
revela mucho más y es necesario entenderlo para comprender
mejor el oscuro y fecundo proceso de la creación del Nuevo
Mundo
."[40]

Durante la Expedición Vilcabamba he descubierto
que si todos los que rodean a uno creen algo en particular, muy
pronto uno mismo se sentirá tentado en compartir la misma
creencia. Eso fue lo que nos ocurrió como grupo. De
descreídos racionalistas y fríos universitarios
pasamos a convertirnos en románticos buscadores de
ciudades perdidas, aunque más no sea en los relatos que
nos contaban a lo largo de nuestra ruta.

Las expediciones que intentan encontrar al Paititi no
han terminado. Todos los años, cuando el mes de Junio
inaugura la temporada alta de turismo, el Cusco se ve invadido de
exploradores y aventureros de diversas partes del mundo que,
aprovechando la estación seca, intentan organizar
"entradas" en la selva buscando algo que sólo en el
ámbito de la oralidad es claro y concreto. Se lo denomina
con diferentes nombres. Unos buscan Plateriayuc, una
supuesta ciudad hecha de plata que se encontraría en las
inmediaciones de la ciudadela de Machu Picchu. Otros, van tras
las huellas del misterioso Pantiacolla, sitio que designa
con el mismo nombre tanto una meseta (que existe realmente) como
una ciudad extraviada en la foresta de la Amazonia peruana.
También están los pretenden ubicar la fabulosa
Wilkapampa "La Grande", que no sería otra que la
auténtica capital del exilio y que, tapada por la selva,
aún espera ser desenterrada. Finalmente, aparecen los
tenaces buscadores del Paititi propiamente
dicho.

Todos estos modernos "conquistadores" vienen empapados
de teorías muy personales. Cada uno de ellos supone tener
la clave para arribar al destino deseado. Cada uno testimonia
poseer el documento, el mapa o el guía local adecuado para
tener éxito. Pero, indefectiblemente, todos fracasan. El
Paititi no aparece, al menos con las características que
da la leyenda; lo cual no implica que siguiendo su elusiva
ubicación no se hayan realizando descubrimientos
arqueológicos notables. Las ruinas de Mamería, en
la zona de la Meseta del Pantiacolla (halladas en 1979), o
importantes segmentos de viejos caminos incas, son prueba acabada
de todo ello.

El problema radica, entonces, en responder, con la mayor
exactitud que nos sea posible, tres preguntas claves:
¿qué significa el término Paititi?,
¿De qué cultura fue, efectivamente, parte? y
¿En dónde se levantarían sus supuestas
ruinas?

Para cada una de estas cuestiones existen respuestas
variadas. Empecemos, pues, por la primera.

Ninguna de las crónicas españolas que yo
haya leído dan una definición etimológica de
Paititi. Toman el nombre de la tradición oral y
simplemente lo utilizan sin excavar demasiado en el
asunto[41]Lo describen, lo elogian y adornan con
mil maravillas, pero ningún español del siglo XVI
pretendió dar con el sentido exacto del término.
Recién en nuestros días, investigadores y
fanáticos creyentes, han sostenido que la palabra es de
origen quechua y que deviene de una alteración del
término Paykikin, que en castellano
significaría "como él" o
"igual a ese", e incluso "igual al
otro
"[42]. Pero, ¿qué
otro?. Según este criterio, el "otro",
"ese", "él", no sería sino el
Cusco mismo. Es decir, que una traducción literal del
término al castellano sería "como el
Cusco
", pretendiendo con ello hacer suponer que la ciudad
del Paititi (como se ve, ya se sobreentiende que es una ciudad)
fue una réplica exacta de la antigua capital
imperial.

Experimentados lingüistas manifiestan que el
argumento anterior es falso.

"En quechua, decir "como el Cusco", se expresa
así: Qosqo Jina o también Qosqo Kikillan. Decir
"como él", se expresa pay kikillan , o también pay
kikin, jamás Paititi. Pero la expresión "como
él", así suelta es incompleta y ambigua,
vacía. Por lo tanto no hay ni hubo argumento para pensar
que "él" correspondiera precisamente a la ciudad del
Cusco
". [43]

Otras traducciones sostienen que Paititi significa "dos
colinas", "dos pumas", "dos metales", "segundo imperio",
"así", etc.

Lo cierto es que el significado literal de este nombre
aún no ha sido encontrado. Como argumenta el profesor
Daniel Heredia, "probablemente pertenezca a un idioma de la
región selvática y que tenga una raíz
tupí-guaranítica"

[44]

Esto nos conduce, pues, a la segunda cuestión:
¿A qué cultura perteneció el
Paititi?

Para el escritor peruano Ruben Iwaki Ordoñez,
autor de un "clásico" en el tema[45]no cabe
la menor duda de que el Paititi es una ciudad incaica, protegida
por indios salvajes y contenedora de estatuas de oro de inmenso
valor. Según Ordoñez, en ella se escondieron los
tesoros cusqueños cuando los españoles invadieron
el Perú. Esta hipótesis es la que más ha
calado en el imaginario cusqueño de la
actualidad[46]y es, como puede advertirse, la que
posee raíces más coloniales. Misma opinión
defienden el Padre Juan Carlos Polentini Wester en su obra
Por las Rutas del Paititi y Fernando Aparicio
Bueno[47]

Pero existe otra teoría que, a mi modesto
entender, puede que sea la que se acerca más a la
realidad, y que sostiene que el Paititi fue un reino
amazónico
, "una avanzada cultura de la selva,
superior a las demás y con una vasta influencia, que los
incas conquistaron culturalmente (no militarmente)
haciéndoles adoptar leyes, costumbres, vestidos e
idolatrías". [48]

Al respecto, el célebre explorador
arequipeño Carlos Neuenschwander Landa,
escribió:

"[…] El Paititi habría existido, en
realidad, como un vasto reyno (sic) que agrupaba a los pueblos
que habitaban las grandes cuencas del Amaru Mayo o Madre de Dios
y del Beni. […] Según Garcilaso, los incas trataron de
conquistar al Paititi o Reyno de los Musus (o Mojos). […] El
Antisuyu habría sido, pues, una región de fronteras
de expansión y retracción variables donde se
aglutinaban […]los pueblos y las culturas del Imperio de los
Incas y del Reyno del Paititi. En la vertiente oriental de la
cordillera de Paucartambo, el proceso de colonización
mezclada había dejado como huella, numerosas poblaciones,
caminos y otros vestigios, ubicados en las cumbres, narigadas y
laderas de los contrafuertes que descienden a la selva y que la
tradición conservó en nombres como Apu-Catinti,
Callanga, Mameria, Yungary, Pantiacolla y Huchuy Catinti.
Erróneamente, en la actualidad, a todas ellas se les
denomina genéricamente como Paititi, queriendo significar
con ello, no una concentración determinada de ruinas, sino
más bien restos arqueológicos (de una ciudad)
ocultos por la selva que cubre esa intrincada franja
territorial".[49]

Por su parte, el escéptico Víctor
Angles
deja abierta la posibilidad de que efectivamente el
Paititi haya podido ser una cultura
amazónica[50]

Pero también están los otros, aquellos que
arrastrados por un excesivo espíritu de resistencia,
siguen afirmando que el Paititi no es una ciudad muerta, sino un
centro urbano que todavía congrega a una importante
comunidad de incas vivientes que, protegidos por la selva, han
podido resguardar sus costumbres, rituales y creencias de un modo
intacto. Un Mundo Perdido. Tal como nos lo describiera Don
Salvador, el chamán.

Además, en la zona de Chinchero y Urubamba (muy
cercanas al Cusco), o la región del valle San
Miguel-Kiteni (al norte de Quillabamba, en plena selva tropical),
los aborígenes creen que el Paititi es el verdadero
refugio de los últimos incas y que aún están
escondidos en la selva. Incluso, sostienen que algunos de ellos
se han podido comunicar con las gentes del Paititi, aunque no
conocen el sitio donde está.

Mientras nosotros encaminábamos nuestras botas
hacia las ruinas Vilcabamba "La Vieja" pudimos colectar variadas
versiones sobre el tema, y en todas ellas advertimos dos
denominadores comunes: uno, es el temor que el Paititi despierta;
y dos, el respeto y admiración que se siente por algo que,
hasta ahora, es sólo un nombre.

En cierta oportunidad nuestro guía, Francisco
"Pancho" Cobos Umeres (natural del valle del Vilcabamba y gran
conocedor de la zona) nos relató:

"Según la narración de muchos
moradores del valle, el Paititi es una ciudad perdida bajo tierra
[nueva versión] que está encantada, en las altas
montañas del Kiteni-San Miguel; y mucha gente cuenta que
han llegado, pero apenas están arribando empieza a cambiar
el clima, se nubla, comienza a llover… Y también hay
muchas víboras en el camino. Pero, así todo, hay
personas que han entrado, que lograron traspasar la primer
puerta, que es muy linda, hermosa, de piedras finísimas.
Adentro es todo un edificio como un palacio, una vivienda inca. Y
es muy difícil penetrar porque está lleno de
serpientes y víboras venenosas. La gente que ha retornado
de ese lugar ha sido picada. Esta es la historia que cuentan
muchas personas sobre el Paititi, la ciudad perdida. Yo todo esto
lo sé a través de hechos verbales, de historias
contadas por mis familiares, abuelos y tatarabuelos que han
conocido este lugar (Vilcabamba) y son moradores desde el 1700.
Mi abuelo era de los 1800. Ellos me contaron todas estas
historias." [51]

Los elementos y las alimañas parecen
proteger al Paititi. Al respecto quisiera transcribir la charla
mantenida en Lucma con un abnegado profesor rural (Samuel), en la
que se condensan muchas de las creencias populares que guardan
relación con la legendaria ciudad.

"Los hombres y mujeres del lugar no se acercan a las
ruinas que están en la selva. Les temen a los aukis
[espíritus]. Les pueden agarrar una enfermedad si el auki
se enoja. Y si van a las montañas, comienza a llover; y
esto sí es un problema porque sus ganados empiezan a
desbarrancarse y mueren.

(Pregunta: ¿No se puede solucionar el tema con
"pagos"?).

Claro, con "pagos" sí. Pero hay que "pagar" a
la tierra delante de ellos [se refiere a los campesinos], sino no
le creen.

(Pregunta: Es decir, que temen meterse en esos
lugares…).

Sí, mucho. Difícil se
atreven.

(Pregunta: En lo que respecta a religión, son
católicos, ¿verdad?).

Sí, la religión es católica,
Con poca "mezcla", muy poca… bueno, quizás en estos
últimos años… pero no tanto. Todos son
católicos. Aquí se vienen haciendo las fiestas
patronales, el culto a los santos, los cargos,
etc…

(Pregunta: ¿Se han encontrado momias por la
zona?).

No, por aquí no. Pero, justamente, yo mismo
estoy inquieto sobre dónde han podido enterrar los incas
sus restos en Vilcabamba [se refiere al valle y no a las ruinas
de Espíritu Pampa]. No creo que los hayan tirado a una
laguna o al río, debe haber una zona donde han podido
enterrar, y debe existir aquí en Vilcabamba… ¡Pero
tan oculta!…

(Pregunta: Y sobre Wilkapampa La Grande o el Paititi,
¿nunca hablaste con los hombres mayores sobre
ellas?).

Si hablamos, pero ellos desvían el tema,
Dicen que si vas a esas tierras mueres. Por eso no se entra,
casi. Yo tuve la oportunidad de hablar con dos personas sobre
eso. Me contaron que sus tíos, o abuelos, iban a buscar
ruinas. Tenían que pasar por montañas y pantanos. Y
fue ahí donde uno de ellos murió, se ahogó.
Del miedo se rehusaron a volver, y hoy día no se atreven a
buscar la Wilkapampa La Grande o el Paititi. Es zona
prohibida.

(Pregunta: ¿Prohibida?, ¿Por
quién?…).

Los protectores serían los pantanos, las
víboras, el rayo, el trueno, la granizada y la lluvia.
Ésos son los protectores.

(Pregunta: ¿Y vos que opinás de todo
eso?).

Yo creo que si hubo esto. Si, hubo… hay. Es que
nuestros conquistadores no quisieron avisarlo, y los abuelos nos
han dicho: "Nunca avisen a nadie". Y eso quedó para
siempre: no contar a nadie.

(Pregunta: ¿Crees que la gente de la zona
[Lucma, valle del río Vilcabamba] sostenga que haya incas
escondidos por aquí?).

¿Incas?…No. Sólo ruinas, restos.
Esos si que han quedado ocultos. Hay mucha riqueza
oculta…

(Pregunta: ¿Qué podés decirme
acerca de los "tapados" [tesoros] en la
región?).

Eso existe aquí. ¡Claro!…Aquí
existe en cantidad. Si tu te quedas unos días verás
que hay llamas que arden en la montaña. Cuando arde una
llama, hay riqueza oculta debajo. Si no es riqueza de la
conquista, que han ocultado los mismos españoles, son los
incas los que la ocultaron para no
dársela.

(Pregunta: ¿Conocés a alguien que haya
descubierto un "tapado"?).

No han descubierto… ¡Han sacado! ¡Han
sacado pequeñas riquezas! Por eso muchos se fueron. En
algunos casos porque los vecinos los han amonestado
diciéndoles: "Si otra vez sacas, ¡mueres!"…Pero,
¡si han dejado tantos tapados los
españoles!…Contaminados, claro… Los han dejado siempre
con algo. El Inca ha sido inteligente: "Quien saca, muere",
dicen. "Quien toque eso va a morir". Y eso sucede con muchos.
Muchos aquí mueren… los que sacan. Se dice: "Sacó
el tapado, por eso se murió sin disfrutar las riquezas".
Todo esto, aquí, es natural. Quien tiene suerte saca.
Quien no tiene suerte muere.

(Pregunta: Esos fuegos que se ven arder, ¿se
observan sólo en las montañas? ¿Se
relacionan sólo con el Paititi?).

No. Podemos tenerlos en cualquier lugar; en las
montañas también o aquí en esta zona
[señalo un amplio llano]. Hay bastante riqueza
aquí. El Paititi, o Espíritu Pampa deben estar
llenos de oro."[52]

Este interesante fragmento de la conversación
corrobora la vigencia de una larga tradición, seguramente
venida de Europa y mezclada con elementos propios del mundo
prehispánico. En el Viejo Mundo los tesoros escondidos
eran custodiados por dragones o serpientes con garras y alas,
grifos (mitad águila y mitad león), monstruos
varios, espíritus o demonios. Común en
España, estas creencias tenían también en el
fuego, la llamas y llamaradas de los lugares altos, a verdaderos
faros que revelaban la existencia de tesoros enterrados. En
América del Sur, especialmente en las regiones andinas,
las riquezas ocultas tienen centinelas de fuego, que son
los que constantemente señalan el sitio de tesoros
escondidos y encantados[53]

Como escribió Daniel Granada:

"Todo lugar que ofrezca alguna particularidad
extraña o sorprendente, que infunda pavor o recelo, todo
lugar donde en forma alguna se manifieste el movimiento de la
vida de la naturaleza y que sea poco frecuentado o menos
accesible […], despierta en el alma del hombre […] la idea de
misterio. De ahí nace el encanto del que, juntamente con
la imaginación, nacen los diversos fantasmas que pueblan y
acompañan a cerros, cavernas, ruinas, selvas, montes y
lagunas."[54]

Pero en el caso del Paititi , sus protectores
no sólo son serpientes venenosas, truenos o rayos. Como ya
hemos mencionado anteriormente, se dice que tribus
salvajes impiden el ingreso al perímetros de la ciudad
(?). Algunas de ellas tienen una existencia comprobada, otras son
de carácter tal elusivo como las ruinas que protegen. En
este último rubro se ubican los Paco-pacoris.

Nos comentaron en el Cusco:

"Cuando los incas se internaron a todas esas zonas
llevaron a sus mejores guerreros y la selva los ha ido mestizando
con las comunidades nativas, y al final se han transformado en
chunchos. Ellos son ahora los celosos guardianes de las
ciudadelas. Hoy se habla de los machiguengas, de los
huachipaires, de los paco-pacoris, de los piros y otras tribus
más de la zona de la meseta de Pantiacolla. Los
Paco-pacoris son los directos (hasta donde la tradición
informa) guardianes de las principales ciudadelas incas que han
quedado en la selva. Ellos han sido escogidos por ser los
más leales guardianes de los incas.

Los incas eran hombres corpulentos. Se habla de
soldados de 2,20 metros, de 2,10 metros… y esos eran los
paco-pacoris. Eran los "comandos del inca", y han sido los que
estuvieron en primera fila en la ida a la selva. Y ellos
serían los encargados, los celosos guardianes, de las
entradas a las ciudadelas.

(Pregunta: ¿Y se los ve
seguido?).

Se tiene unas tres o cuatro referencias de personas
de todo crédito, en las que han hecho alusión a la
crueldad y también a la severidad de estos Paco-pacoris.
Los testigos son gente que están ligada a la ceja de selva
cercana al Cusco, pero hay otra versión aislada, casi
segura, que los ubican por la zona de Riberalta (Bolivia).No
aceptan intrusos. No aceptan exploradores."
[55]

Debo confesar que el comentario nos dejó un tanto
intranquilos, máxime si tenemos en consideración
que otra versión sostenía que los Paco-pacoris eran
los "fieros cuidantes de las ruinas de
Vilcabamba
"[56].

En síntesis, se podría decir que, con o
sin oro, alimañas o indios protectores, la
tradición oral le da al Paititi dos posibilidades: la
primera (más lógica y posible), que sea uno o
varios yacimientos arqueológicos (ruinas) perdidos en la
selva; y la segunda (más imaginaria, pero con una fuerte
dosis inconsciente de resistencia), que sea una ciudad en la se
conservan los auténticos incas descendientes del viejo
Tahuantinsuyu, esperando el momento adecuado para reeditar el
perdido esplendor.

Pero eso no es todo. En los últimos años
se ha empezado a imponer una tercera posibilidad que, de todas
las planteadas, es la más delirante. Sus raíces no
son nuevas, podemos rastrearlas bien entrado el siglo XIX y
encontrar claramente las influencias de la escuela
Teosófica, del Espiritismo y de un esoterismo mal
entendido. Pero a este legado decimonónico, la moderna New
Age le ha incorporado "maestros", "energías" y "poderes
espirituales" de origen extraterrestre (¡?). Así,
pues, algunos autores (sic!) manifiestan que el Paititi revela la
existencia de una antigua civilización venida del espacio
exterior (creadora, a su vez, de la mítica
Atlántida) y portadora, como era de esperar en los tiempos
actuales, de un mensaje de buenas ondas de amor y paz.
Creo que sobre este tema no vale la pena seguir
explayándonos.[57]

Nos queda por intentar contestar la tercera y
última cuestión: ¿En dónde se
levantan los supuestos cimientos del perdido reino o ciudad del
Paititi?

Si bien todos coinciden en ubicarlo hacia el oriente del
Cusco, existen discrepancias muy marcadas entre los
investigadores. El "oriente" es muy extenso; por lo tanto,
sindicar esa dirección sin especificar (justificadamente)
un sitio concreto, de poco sirve. Generalizaciones de este tipo
lo único que promueven es la catalogación de
cualquier resto arqueológico con la atractiva etiqueta de
"Paititi". Cosa que ya ha ocurrido en el pasado, y sigue
ocurriendo.

Tras comparar las hipótesis más conocidas,
y de gran circulación en la actualidad (tanto de forma
escrita como oral), hemos podido detectar que dos sectores son
los que se disputan la posesión de la tan mentada
"ciudadela" incaica.

El primero es el que corresponde a la denominada Meseta
del Pantiacolla. Ésta se levanta en territorio peruano, en
el actual Departamento de Madre de Dios, y generalmente es la
preferida por los cusqueños[58]Los autores
que se encolumnan detrás de esta hipótesis son:
Ruben Iwaki Ordoñez[59]el anónimo,
esotérico y delirante "Brother Philip"[60];
el Padre Juan Carlos Polentini Wester[61]el
explorador arequipeño Carlos
Neuenschwander[62]Fernando Aparicio
Bueno[63]y el historiador y restaurador
cusqueño Enrique Palomino
Díaz[64]Todos ellos afirman que
habría que circunscribir el área de búsqueda
en la zona determinada por los 13º – 12º Latitud Sur y
los 72º -71º Longitud Oeste (territorio enmarcado por
los ríos Manú, al norte; Madre de Dios al oeste; y
Paucartambo al sur).

Esta región es muy rica desde el punto de vista
arqueológico y, tenemos que admitirlo, con muchos
misterios por resolver. Uno de ellos lo constituyen los
Petroglifos de Pusharo: una pared rocosa de 30 metros de largo
por 3 de altura en la que se han grabado extraños signos
de los que poco se sabe y mucho se
especula[65]También quedan por estudiar
muchos tramos de caminos desenterrados y puestos de avanzada
incas. Con toda seguridad, en el futuro la región del
Pantiacolla arrojará nuevos materiales de
investigación. Queda muchísimo por hacer
allí.

Así todo, nosotros creemos que si del Paititi
queda algo, debemos buscarlo mucho más hacia el Este. La
región de la famosa meseta no fue sino un corredor, un
lugar de paso, que condujera a los incas hacia lo que hoy
día serían territorios del norte de Bolivia y oeste
de Brasil. Arribamos, entonces, al segundo sector en
cuestión.

Todos los documentos coloniales, o al menos los que
hacen referencia de manera más específica al
Paititi, dicen ubicarlo a unas 200 leguas[66]de
Cusco (aprox. 1.100 Km. al Este); y esto nos lleva mucho
más allá de Pantiacolla. Los historiadores que
apoyan esta hipótesis fundan sus dichos amparados en estas
fuentes escritas de los siglos XVI y XVII (que dan distancias
aproximadas, nombran ríos y señalan accidentes
geográficos), y no tanto en la tradición oral que
circula hoy en la sierra. Por eso les asignamos un mayor
crédito.

Dos de los más reconocidos investigadores que
defienden esta posición son: el historiador argentino
Roberto Levillier y el cusqueño Daniel Heredia.

Partiendo del supuesto de que el Paititi no fue una
creación de la mente, Roberto Levillier, reitera en
más de una oportunidad que sólo el oro en masa era
fábula, y que todos los informes escritos, dejados por
conquistadores, misioneros, soldados y aventureros durante el
proceso de conquista y colonización, señalan a las
Sierras de Parecis (hoy territorio de Rondonia, en el
Matto Grosso brasileño) como el sitio en el que se
ocultaron los últimos incas. Incluso ubica con exactitud
su posible emplazamiento cuando escribe:

"Las Provincias del Paititi se extendían
desde la proximidad del río Madeira, por 11º de
Latitud Sur y 64º de Longitud Oeste, con inflexión
Sudeste hasta las cabeceras del río Paraguay, en 13º
Latitud Sur y 57º Longitud Oeste."
[67]

Por su parte, Daniel Heredia, tras un concienzudo manejo
de fuentes documentales, concluye que el suelo boliviano es el
escenario histórico buscado, ya que

"Si bien la ubicación del Paititi o reino de
los Musus puede que esté a una distancia probablemente
exagerada o deficiente, un promedio prudencial lo situaría
entre los 10º y 11º de Latitud Sur, y los 67º y
65º de Longitud Oeste; en la zona de la confluencia de los
ríos Beni, Amarumayo (Madre de Dios) y Mamoré,
sobre el arco que forma éste último en la zona, al
norte de la ciudad de Riberalta."
[68]

¿Perú, Brasil o Bolivia?

Todo parecería indicar que la última
postura analizada es la que se acerca más a la verdad;
pero, aún así, no puede darse el veredicto
definitivo. Hasta que la historia y la arqueología no
encuentran datos más concretos nos veremos obligados a
seguir tratando de separar la fantasía de la realidad;
reconociendo la vigencia de un antiguo dicho peruano que sostiene
que "Todos los reinos limitan con el Paititi, pero él
no limita con ninguno
". (VÉASE APÉNDICE
II)

Palabras
finales

Cuando regresamos al Cusco, tras doce largos días
de caminata y exploración, algo había cambiado
dentro de mí. Ya no era el escéptico de antes. La
selva y su imponente majestuosidad me habían hecho ver la
realidad histórica de una manera diferente. El
romántico sueño de las ciudades perdidas
era aún posible y las espesas selvas de la región
"tampú" podían albergar todavía restos de
ciudadelas no catalogadas. Toda la zona explorada, esa a la que
se llega remontando el cauce los ríos Vilcabamba y
Pampaconas, es una verdadera mina sin explotar. Son pocos los
yacimientos arqueológicos debidamente clasificados,
deforestados o convenientemente conservados, y muchas las
referencias que los lugareños hacen respecto de muros,
palacios y templos que ocasionalmente encuentran tapados por la
espesura, pero a los que luego pocos se animan a ir, y menos
aún denunciar. Como de manera muy acertada me dijera un
especialista norteamericano, destacado por la Universidad de
California en Cusco:

"Si los historiadores y arqueólogos europeos,
que mueren por un simple jarrón o plato de origen griego,
supieran lo que se puede encontrar en estos valles,
cambiarían de especialidad.
¡Estamos
hablando de ciudades enteras, y pocos saben o creen en
ello
!".

Pero este provincialismo mental es entendible en muchos
intelectuales de escritorio; especialmente en aquellos que
jamás han transpirado debajo del húmedo manto de la
selva, ni han conocido la inmensidad el escenario en el que se
desarrolló el capítulo final del drama
precolombino. Para muchos de ellos, que sólo han sido
entrenados para mantener sus narices pegadas al suelo (de
preferencia, bajo el suelo) o a la tinta oscura de los documentos
de una biblioteca, el árbol les impide ver el bosque.
Sentados en sus mullidos sillones de burócratas y
"académicos", raras veces gastan energías en
encontrar ciudades perdidas. No sería científico,
aducen. Y, por lo tanto, raras veces son ellos quienes las
encuentran. Aquellos que lo intentan, o sólo piensan que
es posible encontrarlas, son tildados de "herejes", y reciben
como respuesta a esas inquietudes sarcásticas sonrisas de
desaprobación. Lo que no advierten es que el problema
no son los herejes, sino los mediocres
.

Muchas ciudades perdidas esperan todavía ser
descubiertas, y el renovado ímpetu que la selva ha
despertado en muchos exploradores e investigadores nos
darán la razón en el futuro. Casi todos los meses
nuevos restos arqueológicos, antes no tenidos en cuenta,
nos obligan a re-escribir parte de la historia de este
continente. Quizás las ruinas del Paititi estén
aguardando a su Hiram Bingham para salir de las brumas en las que
ha estado durante tanto tiempo. Y es probable que nos
decepcionemos al verlas, ya que advertiremos cuántas
fantasías se han depositado en ellas.

Lo cierto es que hoy ya no negamos la existencia de
lazos entre la sierra y la selva (incluso la costa) en el
Perú prehispánico. El hallazgo de cerámica
costera en pleno corazón del Amazonas nos induce a pensar
que esos contactos no fueron mitos, sino una palpable realidad.
También sabemos que los incas se internaron mucho
más "adentro" de lo que suponíamos, y que es
lógico pensar que levantaran en esos territorios
fortalezas y puestos de avanzada. La ciudad de Vilcabamba "La
Vieja", y las decenas de construcciones incas erigidas en la
selva tropical, constituyen una prueba objetiva del alto grado de
adaptabilidad que tuvieron los cusqueños. Por otra parte,
las enormes dificultades que nosotros mismos experimentamos al
ingresar en esa zona de resistencia (precipicios, ríos
impetuosos, calor insoportable, insectos, denso follaje) nos han
hecho dudar que la última dinastía quechua rebelde
haya terminado efectivamente en 1572, al caer Vilcabamba en poder
de los españoles. Es muy probable que los incas residuales
(aquellos que lograron sobrevivir a la captura de Túpac
Amaru I) hayan podido huir y conservar hasta mediados del siglo
XVIII su aislado predominio de invictos, protegidos por la selva
y los desbordes de los
ríos[69]Probablemente sus descendientes se
dispersaran entre las tribus selváticas, tras siglos de
convivencia.

Mar del Plata, 1999

FSJR

sotopaikikin@hotmail.com

Apéndice
I

13 AÑOS
DESPUÉS

JULIO 2012

Al C.A.P.A.C.

(Confederación de los Amigos del
Paititi y de los Antiguos Caminos)

Por haber resucitado esta pasión de
siempre.

La crisis económica de principios del siglo XXI,
especialmente dura en mi país (Argentina), me
sorprendió transitando uno de los momentos personales
más difíciles de toda mi vida. Los efectos de las
políticas neoliberales aplicados a lo largo de una
década impactaron negativamente en el mundo del empleo,
generando una desocupación monstruosa que, en poco tiempo,
trepó hasta un alarmante 25%, produciendo desconsuelo,
desesperación y pesimismo. La sociedad se polarizó
y esa gran clase media, que había sido el
"orgullo" argentino desde mediados de la década
de 1940, se contrajo. Perdió base. Se volvió cada
vez más reaccionaria y conservadora. Agónica y
temerosa. En ese contexto de desesperanza generalizada, cuando
ningún horizonte podía vislumbrarse y la gente
salía a la calle reclamando un cambio que nadie se animaba
a especificar claramente, sobrevino mi primer divorcio; y al caos
externo (el público) se le sumó el caos
interno (el privado). Entonces, mis proyectos personales
pasaron a mejor vida, iniciando un período de
hibernación de casi 13 años.

En aquel contexto, volver al Perú se hizo un
sueño imposible. Imposible siquiera imaginarlo. Sin
trabajo, con deudas, psicológicamente asediado por mil
culpas y problemas, ¿a quién podía
ocurrírsele pensar en viajar en pos de ruinas perdidas en
plena amazonía peruana
?

De esa manera, el Paititi se volvió más
inalcanzable que nunca.

No moría el mito. Moría un sueño.
Mi sueño. El más importante, privado y
movilizante que jamás haya tenido. Un sueño
personal, intransferible, único. Por eso, ante la tragedia
de ver apagado el "motor fuera de borda" que me
acompañara desde 1985[70]y le había
dado sentido a casi todas mis lecturas, decidí, de un modo
no del todo conciente, relegarlo al arcón de los
recuerdos. Y me sentí viejo a mis 40 años de
edad.

Hoy, diez años después,
paradójicamente me siento mucho más
joven.

Tras la reconstrucción y mejoría de la
situación general y personal, los antiguos duendes del
pasado resucitan y vuelven a susurrarme cosas al oído.
Otra vez el grito del guacamayo acelera mi flujo de adrenalina y
de todos esos fantasmas antiguos el del Paititi es el que
más y mejor se empieza a corporizar.

Seguía vivo. Tan fuerte como hace más de
25 años.

Renovado. Mucho mejor aceptado y analizado que cuando lo
dejé voluntariamente, hace más de un
lustro.

En esos años orienté mis intereses en
otras direcciones que, aunque relacionados con el Paititi, no
aludían directamente a él.

Quise borrármelo de la mente. Tal vez para no
desesperanzarme más. Para no sufrir y olvidar aquel
momento del 2006 en el que el reconocido explorador Greg
Deyermenjian me invitó a participar en su
expedición, financiada por la National
Geographic
, y tuve (por cuestiones estrictamente
económicas) que rechazar el generoso ofrecimiento. Fue
duro decir "no" al sueño de casi toda una vida.
Pero la realidad se imponía y debí convivir con esa
negativa hasta hoy.

Creo que fue aquel día cuando, lentamente, casi
sin darme cuenta, mí búsqueda del Paititi
empezó a languidecer.

Guardé los apuntes. Reordené la
biblioteca. Abandoné los delirantes proyectos de
buscar ciudades perdidas y me embarqué en "trabajos
menores
". Orienté el tiempo libre en tratar de
entender y desentrañar la historia y significado de los
lugares abandonados que tenía cerca; muy especialmente un
hotel cordobés (el Gran Hotel Viena), al que le
dediqué cuatro apasionados años de
investigación.

De ese modo, del Paititi sólo fueron quedando los
rasgos generales de la historia. Olvidé (o creí
olvidar, esto es como andar en bicicleta) los detalles
jugosos, los testimonios coloniales y modernos, las historias que
había oído en el Perú, incluso la toponimia
y el nombre de los ríos en el que se enmarca la leyenda.
Me alejé de la búsqueda. Sólo los email que
mi amigo Greg me mandaba desde el Perú o EE.UU. me
retrotraían por minutos al tema. Y así, distanciado
de los debates de los especialistas, me
desactualicé.

Sin darme cuenta, la obsesión de décadas
empezó a ser conjugada en tiempo pasado y traté de
inventarme otras obsesiones que, sin tanta fuerza pero más
a mano, colmaron la necesidad de emociones intelectuales. Algunas
más satisfactoriamente que otras.

Pero el Paititi seguía estando. Su sombra se
mantenía detrás de cualquier variación. Su
melodía se colaba una y otra vez, especialmente cuando
fueron los "lugares abandonados" los que reclamaron mi
atención, y dirigí los pasos no hacia
llactas incaicas escondidas en la selva, sino hacia
hoteles, mansiones, cementerios y hospitales abandonados y en
ruinas. Inadvertidamente había construido una nueva
pasión que, a la postre, resultó ser un efectivo
placebo.

Pero de a ratos, nostalgioso, volvía a las viejas
fotos de la expedición de 1998 y me veía más
flaco, más joven, menos canoso; y cuando un extraño
fuego interno parecía atizar mi alma, lo apagaba. Lo
domaba como quien doma un caballo encabritado. Me decía:
"ya no estás grande para esos trotes". Y mi padre
me repetía lo mismo, convencido de ello.

Lo peor de todo es que me lo creí.

La memoria selectiva rescataba sólo las
circunstancias difíciles de aquel viaje de fines del siglo
XX: el calor de la selva, el apunamiento, el cansancio, las
jornadas desgastantes subiendo y bajando cerros, los puentes de
palos.

"Pasó tu tiempo".

Pero de a ratos, la "atracción de la
selva
" se asomaba por las hendijas que yo mismo
permitía que aparecieran, ya sea en mis clases (cuando
trataba el tema de las culturas precolombinas), ya sea en las
películas/documentales que veía o en las
anécdotas nacidas de la experiencia peruana y que (dado el
tiempo transcurrido) ni yo mismo me las creía del todo.
Era en esos instantes cuando notaba que reverdecía por
dentro y aquel pasado aventurero pasaba a primer plano,
ganándome así la atenta mirada de mis
oyentes.

No era para menos: el Paititi es una rico condimento de
romanticismo, de ciencia y aventura.

Y entonces…, la revelación mundial de
Machu Picchu "cumplió" 100
años.

En julio de 2011, inesperadamente, recibí un
email. El remitente era un funcionario del Ministerio de Cultura
del Perú y me solicitaba autorización para usar un
texto que había escrito hacía unos cuantos
años. El trabajo versaba sobre la famosa ciudadela inca de
Machu Picchu y lo habíamos pergeñado con el
reconocido arqueólogo peruano, doctor Manuel Chávez
Ballón, en enero de 1994.

Diecisiete años más tarde alguien
había reparado en él. Y dado que el Perú
recibía, tras un siglo de espera, las colecciones
arqueológicas que Hiram Bingham se "llevara" a la
universidad de Yale en 1911, me sentí feliz de poder
contribuir modestamente en tremenda ceremonia. Por otro lado,
quedar relacionado con el complejo arqueológico más
famoso del Perú, y con un país al que tanto amo,
superó todas mis expectativas. Estar ínfimamente
conectado con la historia de Machu Picchu y la
recuperación de su patrimonio arqueológico,
despertó una señal de alarma interna, y la
antigua obsesión por los incas y el Paititi empezó
a emerger.

Pocos días después de ese email, la
Embajada del Perú en Argentina, por intermedio de uno de
sus cónsules, el señor Carlos Amézaga
Rodríguez, me invitó a dar una charla conmemorativa
en la sede diplomática, a la que acudí con mucho
agrado. Para ello tuve que desempolvar parte de mi biblioteca
andina y volver a revisar apuntes y notas pasadas. Sin
proponérmelo, pero condicionado por las circunstancias,
viejos nombres y lugares se asomaron por entre los amarillentos
papeles y, cual un adicto no recuperado, empecé a
consumir, gradualmente, Paititi de nuevo. Fue cuando
advertí que nuevas investigaciones, publicadas desde
hacía un par de años, venían a fortalecer
las hipótesis que defendíamos en 1999.

Son trabajos serios. Escritos por historiadores y
exploradores profesionales. Alejados de todo delirio
esotérico o conspiraciones extraterrestres. Trabajos
apoyados en crónicas de los siglos XVI y XVII (muchas de
ellas inéditas hasta hace muy poco), y en investigaciones
de campo, explorando zonas asociadas a la "leyenda" en
territorios de la hermana República de Bolivia. Son
éstos los dignos herederos del trabajo iniciado por el
historiador argentino Roberto Levillier en la década de
los "70; y es bueno que esto ocurra porque de esta forma el
Paititi adquiere carta de ciudadanía en los ámbitos
de la Academia.

Desde hace años, los seguidores de esta
temática, venimos sosteniendo que los incas se internaron
en el Antisuyu mucho más de lo que tradicionalmente se
sostiene. Ahora parece ser que esas sospechas, racionalmente
fundadas, son ciertas y un nuevo universo de investigaciones y
debates se abre por delante nuestro.

Más allá de si fue el producto del
imaginario de la conquista, del ansia de aventura de exploradores
contemporáneos, una ciudad perdida o un reino
amazónico en lo profundo de la selva, no podía
quedar ajeno a lo que se viene.

Por todo esto regresé al Paititi.

Buenos Aires, Julio
2012

 

 

Autor:

Fernando Jorge Soto
Roland(

[1] Angles Vargas, Víctor, El Paititi
no Existe, Imprenta Amauta SRL. , Cusco, 1992.

[2] Testimonio oral recogido el día 17
de julio de 1998, en el aeropuerto Internacional de Ezeiza,
Buenos Aires, Argentina, de boca del señor Felipe
Gutiérrez Sevilla. Archivo personal del autor.

[3] Nota: El relato de ese circunstancial
contertulio es una copia, casi exacta, del escrito por
José Iwaki Ordóñez en su libro
Operación Paititi; y que le ocurriera a un padre jesuita
llamado Juan Gómez Sánchez en una
expedición realizada hacia 1925.

[4] Flores Ochoa, Jorge A., "Taytacha
Qoylluriti. El Cristo de la Nieve resplandeciente", en El
Cuzco. Resistencia y continuidad, Editorial Andina SRL. ,
Cusco, Perú, 1990, pág. 74.

[5] Caunedo Madrigal, Silvia, "De las Hijas
del Sol a las Vírgenes Criollas", en Las Entrañas
mágicas de América, Editorial Plural, Barcelona,
España, 1992, pp. 93-105.

[6] Palomino Díaz, Enrique, Qosqo,
Centro del Mundo, Imprenta Yáñez, Cusco,
Perú, 1993, pág. 19.

[7] Eliade, Mircea, El Chamanismo y las
Técnicas Arcaicas del Éxtasis, Fondo de Cultura
Económica, México, edición 1982,
pág. 22.

[8] Véase: Sharon, Douglas, El
Chamán de los Cuatro Vientos, Editorial Siglo XXI,
México, 1978.

[9] Brundage, Burr C., Empire of the Inca,
Norman, Ok. , Oklahoma University Press, 1963, pág.
47.

[10] Rostworowski, María, Estructuras
Andinas del Poder. Ideología religiosa y
Política, IEP, Instituto de estudios Peruanos, Lima,
Perú, 3º edición 1983, pp. 9-10.

[11] Testimonio oral recogido en la ciudad de
Cusco de boca del ingeniero Enrique Palomino Díaz.
Archivo personal del autor.

[12] Véase: Núñez del
Prado, Juan Víctor, "El Mundo Sobrenatural de los
quechuas del sur del Perú a través de la
comunidad de Qotobamaba", Allpanchis Phuturinqa, 2, 1970,pp.
57-119. – Véase también: Gow, Rosalind y
Bernabé Condori, 1975, Kay Pacha, Editorial de Cultura
Andina, Cusco.

[13] Véase: Eliade, M., op.cit.
pp.101-102.

[14] Polo de Ondegardo, Juan, 1916, "Los
Cerros y supersticiones de los indios sacados del tratado y
averiguaciones que hizo el licenciado Polo", Colección
de libros y documentos referentes a la historia del
Perú, editado por Horacio H. Urteaga y Carlos A. Romero,
primera serie, vol.3, pp3-43, Lima, Perú.

[15] Testimonio oral recogido en una
sesión chamánica en la ciudad de Cusco de boca
del Altomesa Don Salvador Blas. Julio de 1998. Archivo del
autor.

[16] Véase: Stern, Steve, Los Pueblos
Indígenas del Perú y el Desafío de la
Conquista Española, Editorial Alianza América,
Madrid, 1982. Espinoza Soriano, Waldemar, La Destrucción
del Imperio de los Incas, Amaru Editores, Perú,
edición 1990. Duviols, Pierre, La Destrucción de
la Religiones Andinas (Durante la Conquista y la Colonia),
Universidad Nacional Autónoma de México,
México, 1977. Simpson, Lesley Byrd, Los Conquistadores y
el Indio Americano, Ediciones Península, Barcelona,
1970. Vega, Juan José, Los Incas Frente a España.
Las Guerras de la Resistencia 1531 – 1544, Peisa, Perú,
1992. Todorov, Tzvetan, La Conquista de América. El
Problema del Otro, Editorial Siglo XXI, México,
1992.

[17] Véase: Vázquez, Francisco,
El Dorado, Crónica de la Expedición de Pedro de
Ursua y Lope de Aguirre, Editorial Alianza, Madrid, 1989, pp.
7-46.

[18] De Gandía, Enrique, Historia
Crítica de los Mitos y Leyendas de la Conquista
Americana, Centro Difusor del Libro, Buenos Aires, 1946,
pág. 109.

[19] Ainsa, Fernando, Historia, Utopía
y Ficción de la Ciudad de los Césares, Editorial
Alianza, Madrid, 1992, pág. 12.

[20] Fray Alonso de Zamora, Historia de la
Provincia de san Antonio del Nuevo reino de Granada, Lib. III.
Cap. XVI. (Documento citado por Enrique de Gandía.
Citas).

[21] Véase: Enrique de Gandía,
documentos, op.cit., pág. 118.

[22] NOTA: En 1856 un grupo de investigadores
desaguó parcialmente la laguna de Guatavita y hallaron,
entre otras joyas, la reproducción de una balsa de oro,
de forma circular y de 9,5 cm de diámetro. Sobre ella
había diez figurillas humanas, la principal, de pie, con
el doble de alto que las demás. No era otro que el
cacique Dorado de los testimonios recogidos por los
españoles.

[23] Véase: Navarro Lamarca, Compendio
de Historia general de América, T. II, pág.
182.

[24] Véase: Valcarcel, Luis E., Machu
Picchu, editorial Universitaria de Buenos Aires, Argentina,
1978.

[25] NOTA: A la zona denominada
"montaña" corresponde la región húmeda y
boscosa que se extiende desde los 3.700 a 1.000 metros sobre el
nivel del mar. Por sus testimonios arqueológicos
corresponde a la Región Andina. Le sigue la zona de la
"selva baja" o Llanura Amazónica, que fuera (y es)
escenario de diversas culturas andinas, menos complejas que los
incas. Las mismas constituyen distintos grupos
lingüísticos y, en la actualidad, existen
más de treinta idiomas vigentes (muchos de ellos
emparentados). La gente de ciudad se refiere a estas
comunidades con el nombre genérico de "chunchos" (tal
como lo hacían los incas). Estas tribus viven, por lo
general, cerca de los ríos, que utilizan como medio de
vida y de comunicación; son cazadores, pescadores y su
base alimenticia es la yuca y el plátano. También
cultivan camote y algodón, tabaco y coca. Si bien el
cristianismo está difundido casi en todas estas tribus,
se conservan rituales antiguos en lo que el uso de plantas
narcóticas es un hecho habitual (por ejemplo la
ayaguasca).

[26] Cobo, Bernabé, Historia del Nuevo
Mundo, Editorial Marcos Jiménez de la Espada, 4 Tomos,
Sevilla, 1895.

[27] Sarmiento de Gamboa, Historia Indica,
ed. R. Levillier, Buenos Aires, 1942.

[28] Vaca de Castro, Cristóbal,
Declaración de los quipucamayos, en Colección
Urtega Romero, Lima, 1921.

[29] Garcilazo de la Vega, Comentarios
Reales, Tomo I, libro 4, cap. 16, Buenos Aires, 1943.

[30] Ibíd, Libro 7, Capítulos
13 y 14.

[31] Alvarez Maldonado, Juan, Relación
de la Jornada y Descubrimiento del río Manú en
1567, Edición de Luis Ulloa, Sevilla, 1899.

[32] Alcaya, D. Diego Felipe de, en
Informaciones de Lizarazu, 1635, Maurtua, IX, 24-144.

[33] Sánchez, Gregorio Francisco,
Relación en Informaciones de Lizarazu, 1635, Maurtua,
IX, 189-197.

[34] Recio de León, Breve
relación de la descripción y calidad de las
tierras y ríos de las provincias de Tipuani, Chunchos y
otras muchas que a ellas se siguen, del gran reino del Paytiti,
en Maurtua, VI, 272-290.

[35] Levillier, Roberto, El Paititi, El
Dorado y Las Amazonas, Emecé, Buenos Aires, 1976,
pp.91-93.

[36] Angles Vargas, V., op.cit. pág.
81.

[37] Angles Vargas, V., op.cit., pág.
89.

[38] Angles Vargas, V., op.cit, pág.
91-92.

[39] NOTA: Según nos informaron en
Cusco, hace algunos años el Instituto de
Lingüística de Verano estuvo trabajando en la
selva, estudiando los idiomas de todas las comunidades nativas
de aquella zona, y encontraron que las raíces de la
lengua machiguenga (tribu ubicada en la región del
río Madre de Dios) son muy parecidas a las quechuas.
Archivo del autor.

[40] Uslar Pietri, Arturo, "Nada más
real que El Dorado", en Fábulas y Leyendas de El Dorado,
Editorial Tusquest, 1987, pág. 10.

[41] NOTA: Véase el testimonio del
Padre Diego Felipe de Alcaya, en el que traduce la palabra
Paititi como "Aquel Plomo"(de Pay, "aquel"; y Titi
"plomo").

[42] Véase: Bueno, Fernando Aparicio,
En Busca del Misterio del Paititi, Editorial Andina, Cusco,
Perú, 1985, pág.19.

[43] Angles Vargas, Víctor, op.cit.
pág. 71.

[44] Heredia, Daniel, El Paititi. Su Posible
Existencia y su Probable Ubicación, Separata de "Revista
del Museo e Instituto Arqueológico", Nº 13-14,
Cusco, 1951, pág. 4.

[45] Ordoñez, Ruben Iwaki,
Operación Paititi, Editorial de Cultura Andina, Cuzco,
1975.

[46] NOTA: Advertir que el testimonio del
señor Gutiérrez Sevilla concuerda, casi
literalmente, con lo que Ordoñez sostiene en su
libro.

[47] Polentini Wester, Juan Carlos, Por las
Rutas del Paititi, Editorial salesiana, Lima, 1979. – Bueno,
Fernando Aparicio, opa., cit. Pág. 168

[48] Heredia, D., op.cit. pág.
28-30.

[49] Neuenschwander Landa, Carlos, Paititi en
las Brumas de la Historia, Cuzzi y CIA S.A., Arequipa,
Perú, pág. 140.

[50] Angles Vargas, V., op.cit.
pág.57.

[51] Testimonio oral recogido de boca del
guía y baquiano local Francisco Cobos Umeres. Archivo
del autor.

[52] Testimonio oral recogido en el poblado
de Lucma de boca del profesor a cargo de la pequeña
escuelita rural del sitio. Archivo del autor. NOTA: Como hemos
dicho en un párrafo anterior, la obsesión por los
tesoros perdidos es un hecho cotidiano en varias regiones del
Perú. Nuestro guía, Pancho Cobos, nos
explicó bien cómo se destapan los tapados: "La
gente, especialmente en la montaña y en la selva,
todavía vive con la aspiración de querer
encontrar un tesoro, porque estamos en lugares incaicos, y los
incas dejaron todas las riquezas en estos sitios. Entonces, si
se quiere oro, hay que salir a medianoche e intentar ver, en
algún lugar, como se encienden llamas de fuego, que no
son otra cosa que el antimonio del oro, del tesoro. Entonces
hay que tratar de ubicar el lugar exacto en donde se ve la luz,
y al día siguiente se va a excavar, a huaquear. Y si
tienen suerte y lo encuentran, para que todo salga bien, se
debe hacer un "pago" a esa tierra: bien se agarra un animalito,
un perrito, un gatito y lo sacrifican. Pero, y esto es
verídico mi Jefe, algunos se llevan un peón, al
campesino más cholo y, después de que éste
los ayuda a sacar el tesoro, para que la fortuna sea bien
recibida, el "pago" lo hacen con el peón. Lo entierran
vivo". (Estos relatos los he podido escuchar tanto en la costa
como en la sierra peruana). Archivo del autor.

[53] Granada, Daniel, Supersticiones del
Río de la Plata, Editorial Guillermo Kraft Ltd., Buenos
Aires, primera edición de 1896, pp. 97-99.

[54] Granada, D. Op.cit., pág.
139.

[55] Testimonio recogido de boca del
ingeniero Enrique Palomino Díaz en Cusco. Julio de 1998.
Archivo del autor.

[56] Neuenschwander Landa, C., op.cit.
pág. 40.

[57] Véase (¿O debo decir "No
se vea"?): González, Ricardo, Los Maestros del Paititi.
Testimonio de una Civilización Oculta, Editorial Sol en
la Tierra, Perú, marzo de 1998.

[58] NOTA: Al Paititi ubicado en la meseta de
Pantiacolla se podría ingresar siguiendo tres rutas
alternativas: La primera, siguiendo el valle del río
Lacco; la segunda, por Paucartambo y, la tercera, aunque menos
común, partiendo de las ruinas de Espíritu Pampa
(Vilcabamba "La Vieja") tras atravesar el Pongo de Mainique.
Archivo del autor,

[59] Ordoñez, Ruben Iwaki,
Operación Paititi, op.cit.

[60] Brother Philip, El Secreto de los Andes,
Editorial Kier S.A., Buenos Aires, 1976.

[61] Polentini Wester, Juan Carlos, Por las
Rutas del Paititi, op.cit.

[62] Neuenschwander Landa, Carlos, El Paititi
en las brumas de la Historia, op.cit.

[63] Bueno, Fernando Aparicio, En Busca del
misterio del Paititi, op.cit.

[64] Palomino Díaz, Enrique, Qosqo,
Centro del Mundo, op.cit.

[65] NOTA: Según se sabe los
petroglifos fueron avistados por primera vez en el año
1921, por el dominico Vicente de Cenitagoya; los visitaron,
posteriormente Carlos Neuenschwander (1970) y el
arqueólogo Federico Kauffmann Doig (1980). Desde
entonces se los ha estado "redescubriendo"
periódicamente. Se supone que fueron hechos por alguna
cultura amazónica de la que no se sabe nada. Y es,
justamente, esta falta de información fidedigna la que
permite que la imaginación vuele indicando que los
petroglifos no son otra cosa que el "mapa indescifrado" que
conduce al Paititi.

[66] Garcilazo de la Vega, op.cit.

[67] Levillier, Roberto, op.cit. pág.
93.

[68] Heredia, Daniel, op.cit. pág.
29.

[69] NOTA: El 4 de noviembre de 1780 el
cacique de Tungasuca, Pampamarca y Surimana, José
Gabriel Túpac Amaru, descendiente de los incas, se
levantó contra la opresión hispana. El 18 de
marzo de 1781, Túpac Amaru II emitió un edicto en
el que comenzaba así: "Don José Primero, por la
gracia de Dios Ynga rey del Perú, Santa fe, Quito,
Chile, Buenos Aires, y continente de los mares de Sur, Duque de
la Superlativa, señor de los Césares y Amazonas,
con dominio en el Gran Paititi; comisario distribuidor de la
piedad divina…". Este párrafo trascripto nos lleva al
convencimiento de que en aquella segunda mitad del siglo XVIII,
la creencia popular señalaba al Paititi como una rica e
importante región sudamericana.

[70] Véase en sitio Web:
http://www.viamedius.com/relatos-de-viaje/sudamerica/peru/lima/peru-el-guia-personal-hacia-el-paititi

Partes: 1, 2
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