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El Paititi: Combates por su historia



  1. Introducción
  2. Miserias de una pesquisa
  3. Exploradores, competencia y
    aventura
  4. Palabras finales

Introducción

Hay veces en que es necesario escribir en
caliente.

En otras, no tanto.

Pero en esta oportunidad opté por seguir el
primero de los caminos, dejándome llevar por la
indignación que me producen ciertos enfoques que se
practican sobre temas a los que he dedicado una buena parte de mi
vida.

Dicen que la tolerancia tiene un límite. En mi
caso, ese límite es la idiotez. La imbecilidad masificada
y mil veces divulgada por revistas, radios, internet y canales de
televisión. Claro que tampoco faltan muchas editoriales
que, guiadas por el mero afán de lucro, propagan delirios
sin fundamentos, simulando divulgar "conocimientos
comprobados".

Cualquiera que tenga un amigo librero sabrá que
el negocio de la venta de libros se sostiene, mayormente,
vendiendo "novedades" orientadas al autoconocimiento y
la mística marketinera de algunos gurúes de turno,
generalmente con contactos extraterrestres.

Basura.

Lisa y llanamente, basura.

Pero vende. Entretiene.

Y si vende, se la hace circular hasta que la gente
termine creyendo que la basura es sabrosa.

Haga usted la siguiente experiencia: suminístrele
de comer a un grupo de personas excrementos por varios meses y
verá que, al final, estarán consumiendo todos del
pote sin darse cuenta, relamiéndose los labios.

Eso ocurre cuando el menú es limitado y se
desconoce que existen otras recetas. Pero hay un problema: muchas
de esas "otras" recetas son difíciles de entender con una
mera lectura. Además, la correcta combinación de
los condimentos que se usan en las mismas requieren mucho tiempo
de entrenamiento y paciencia en la cocina. Es más sencillo
comer lo que nos dan, que ponernos a cocinar. Y cuando ello
sucede, nadie discute al cocinero; quien por lo general se
presenta a sí mismo como un gran chef, o discípulo
de grandes cocineros del pasado.

De esto quiero hablar en las siguientes líneas.
Sobre estos temas quiero vomitar mi parecer, sin pelos en la
lengua. Quiero hablar de los chantas, embaucadores,
delirantes e inmorales intelectuales
que siguen
dándole de comer heces a la gente.

¿Mera catarsis?

Es muy probable que sí.

Estoy en mi derecho.

Por otro lado, ¿qué fuerza misteriosa y
universal, de origen alienígena o intraterrestre, me lo
puede impedir?

He aquí mi panfleto.

Buenos Aires, julio de 2012.

Miserias de una
pesquisa

"La ironía es lo único
que

me salva de la Iglesia."

E.M. Cioran

"Cuando oigo a la distancia el
sonido de

cascos sobre el terreno, pienso en
caballos,

no en
unicornios."

Anónimo

En la temática del Paititi confluyen dos tipos de
búsquedas. Una es incesante. La otra,
insensata.

La primera podríamos calificarla como meticulosa
y medida. Apoyada en el análisis crítico de fuentes
históricas y una precavida interpretación de los
restos arqueológicos que se van encontrando a lo largo del
tiempo.

La segunda, sustentada en el delirio y la
fantasía, que legiones de "iluminados" difunden
en revistas "especializadas" y miles de sitios de
internet. Son estos "propietarios de la verdad" los que
profetizan la existencia de reinos antediluvianos,
místicas presencias en la selva sudamericana y, como no
podía faltar, el accionar de extraterrestres en el pasado
de la humanidad.

"Peregrinos del misterio", los llama Jean
Pierre Adam. Y no se equivoca. Porque si alguien es responsable
de las tonterías que se leen por todas partes, respecto
del Paititi, son estos "apóstoles de lo
irracional
". Estos "husmeadores de tesoros" y
"visionarios sin lógica" que, lamentablemente,
mezclan todo hasta generar un producto ininteligible, pero con
cierto porte científico y verosímil, que logra
convencer a legiones de "creyentes" que acceden a lo
escrito en las salas de espera, mientras aguardan ser atendidos
por el dentista o el peluquero.

Es lamentable que esto ocurra. Lamentable que la
historia y leyenda del Paititi aparezca mezclada con toda esta
porquería. Porque si queremos desligar el tema
(legítimamente interesante) de las tonterías que
proponen los pseudo-sabios de la llamada
"arqueo-astronáutica", debemos volver a marcar las
diferencias (abismales) que existen entre lo que hemos dado en
llamar "Paititólogos" (incesantes estudiosos y
exploradores de la búsqueda de la verdad) y
"Paititeros" (insensatos mitómanos,
despreciadores de la ciencia, a la que denominan "oficial" con el
ánimo de resaltar su supuesta inmutabilidad).

Cualquiera que conozca medianamente el tema que nos
convoca (y que, como verá el lector, no desarrollaremos en
este artículo) sabe que en la infatigable búsqueda
del Paititi (sea éste una ciudad abandonada, reino
amazónico, cerro o lago, río o un conjunto de
restos arquitectónicos de factura incaica o preinca) se
entremezclan teorías, interpretaciones, intereses y
visiones del mundo, algunas muy complejas, contrapuestas y,
muchas veces, contradictorias. De igual forma que hace más
de 400 años, cuando los conquistadores ibéricos se
adentraron en la Amazonía en pos de su leyenda,
empuñando "la espada y la cruz", hoy (a principios del
siglo XXI), el celo personal, la persecución de fama y una
mediatizada egolatría, se entreveran con posturas
anticientíficas, espiritualismo New Age, irracionalismo de
baja estofa y un neo-romanticismo que, lejos de
desentrañar las cuestiones medulares de la
temática, sólo pretende imponer (e impone) una
visión del viaje y de la exploración más
cercana a la metáfora bíblica, de orden
teleológico, que a la objetiva, honesta y seria
búsqueda de ruinas en la
selva.[1]

En estas condiciones, es muy común que los
"paititeros" digan más cosas que las que pueden
decirse, si se respeta cierta cuota de coherencia y prudencia
científica. Pero, para ellos, la especulación
desenfrenada es la norma. No tiene límites. Se vuelve
infinita, y son los espacios en blanco que toda temática
posee, los que abren las puertas a las más etílicas
suposiciones "a priori" que, de tanto repetir, se las terminan
creyendo (y haciendo creer).

Por todos estos motivos, no es extraño que el
mundo académico ("oficial", "encubridor" y
"conspirativo", como todos ya saben
) haya, salvo honrosas
excepciones, desatendido el tema Paititi; a no ser que
éste sea encarado como un derivado de la historia del
imaginario, de las mentalidades o de la rica perspectiva dada por
los estudios del milenarismo andino.

Y no es para menos.

Cuando se analiza la bibliografía editada que
trata la cuestión, lo primero que llama la atención
es que, en un altísimo porcentaje, no es más que la
recopilación de relatos de viajes en los predominan las
descripciones de penurias y peligros protagonizados por sus
osados protagonistas. Los trances difíciles, el exotismo y
el misterio, se fagocitan la mayor parte del material escrito y
no es raro que en un libro de 200 o 300 páginas, el tema
Paititi (específicamente hablando) no ocupe más que
una docena de carillas. Hace las veces de telón de fondo a
una drama casi operístico.

Como bien escribiera Jean Pierre Adam:

"(…) la arqueología seduce a la gran
mayoría, pero esa seducción se centra, de hecho, en
algunas imágenes, o más bien en algunos
clisés tales como: la civilización desaparecida, el
exotismo, la tumba asociada al tesoro. Fórmulas que pueden
resumirse en una sola: la
aventura
."[2]

Es cierto.

En la bibliografía contemporánea del
Paititi[3]la aventura es, justamente, un
componente muy importante, axial, y del que hablaremos más
adelante, intentando darle el espacio de dignidad que, sin dudas,
se merece.

De esta producción literaria se nutren los
canales de televisión. Basta con encender la pantalla de
plasma del living de casa y sintonizar Nat-Geo, History Channel,
Discovery Channel o Infinito, para constatar que la
"fascinación del descubrimiento" es la
línea rectora que guía la trama de
muchísimos de esos programas de divulgación,
convirtiendo la pesquisa en un entramado de ficciones novelescas,
por lo general presentadas por un anfitrión joven, bien
parecido, que viste al estilo Indiana Jones y que hace suyas
investigaciones previas, mientras trepa, salta, nada, se arrastra
o navega por escenarios selváticos y
montañosos.

Y tienen rating. Las gente los mira. Son ventanas que
les permiten despegarse de la medianía en la que
están inmersos. Rompen con la monotonía de sus
vidas, al menos por 45 minutos. Disfrazan sus regularidades
prefabricadas y sueñan con la existencia de un mundo
inacabado en el que todavía es factible la aventura en el
sentido más romántico del término. Un
sentido casi decimonónico.

La verdad sea dicha: nada de eso es reprochable. Todo lo
contrario. Lo que criticamos es el contenido que algunos de esos
programas transmiten. Y es muy difícil competir contra esa
parafernalia que nos abruma con misterios, conspiraciones
mundiales en las que se entremezclan "agencias negras"
de las grandes potencias, científicos desalmados y
encubridores, el Vaticano (con sus famosos y crípticos
archivos secretos, "que cambiarían la manera de
entender la historia toda
") y, naturalmente, los siempre
bienaventurados seres de otras galaxias que, ya aburridos de sus
decadentes planetas, deciden acercarse al nuestro para construir
Paititis subterráneos, geoglifos en la Pampa
Colorada de Nazca, petroglifos en las cuencas amazónicas,
moais en la isla de Pascua, piedras pintadas en Ica,
pirámides, templos megalíticos, computadoras y
pilas prehistóricas (sic!), bibliotecas
metálicas (re-sic!) y toda una serie de quimeras
más, que sería muy largo de detallar en estas
cortas líneas (tampoco es mi deseo hacerlo).

¿Quiénes son los responsables todo
esto?

Muchos.

Pero el que más influencia y alcance tuvo en la
década de 1970 (el pionero, el "Rey Midas
Invertido
" por excelencia), fue un hotelero suizo, devenido
en "investigador de enigmas", llamado Erich von Däniken. A
este personaje nefasto y a otros tantos, es que le debemos la
reescritura de la historia humana basada en tonterías
sacadas de cuentos y novelas de ciencia ficción (como
así también de su propia y calenturienta
imaginación).[4]

Pero, ¿por qué ocurre esto?

¿Por qué el Paititi ha quedado enredado en
medio de este berenjenal de absurdos?

¿Cuál es el motivo por el cual, libros y
artículos rigurosos (como los publicados por Isabelle
Combés, Vera Tyuleneva, Greg Deyermenjian, Roberto
Levillier, Max Tafur, Juan Gil o Fernando Ainsa, entre otros)
quedan eclipsados por un alud de textos esotéricos,
carentes del más mínimo rigor en sus métodos
de investigación?

Es que la gente quiere creer. Necesita creer en algo,
máxime cuando los "grandes relatos" de la modernidad
parecen haberse venido abajo (¿señal que ya
inauguramos la posmodernidad?)

Siempre es más fácil creer que ponerse a
pensar. Y mucho más sencillo que acceder a trabajos que
requieren de cierto entrenamiento intelectual, vocabulario y
conocimientos previos sobre varios temas (historia,
arqueología, sociología, psicología social,
antropología, etcétera).

Además de paciencia.

Por ende, la pereza mental y el desconocimiento, el
afán de misterios y enigmas, el deseo de vivir en carne
propia un Expediente-X, son algunas de las causas que
arrastran a miles de personas a consumir fantasías
baratas, e incluso a contratar tours esotéricos
que prometen "contactos", "energías" y
"conocimientos nunca develados al hombre" en el
corazón mismo del Paititi.

Y pagan por ello.

Como ocurre con los modernos (¿posmodernos?)
ghosts hunters (cazafantasmas) de la televisión
(que desperdician tiempo y dinero en pos de sombras, ilusiones y
pareidolias[5]muchos de los escritos sobre el
Paititi no pasan de ser un buen compilado de fotos (algunas de
dudoso origen), poses estereotipadas (que pretenden rescatar la
estampa del explorador victoriano), interpretaciones peregrinas y
una enmascarada actitud paternalista (muy propia de la llamada
"misión civilizadora de occidente"), tal como lo
hicieron las novelas del género de aventura, desde fines
del siglo XIX y principios del XX.[6]

En todas las profesiones el diletantismo hace acto de
presencia. Se cuela. Se enmascara. Usurpa títulos y la
mayor parte de la veces con una soberbia inusitada, muy propia de
los fanáticos iluminados que no dudan y viven enmarcados
en certezas o "revelaciones" absolutas.

La arqueología, y la historia (curiosamente junto
con la astronomía) son las disciplinas que cuentan con el
mayor número de "colaboradores aficionados",
"científicos de fin de semana" que, ignorantes de
los estados de la cuestión en muchos de los temas que
tratan, se dejan arrastrar por sus propias conjeturas delirantes
(retroalimentadas con las de otros delirantes), recreando un
universo mágico más propio de García
Márquez que de un investigador social.

Las esotéricas y alambicadas conexiones que
inventan no serían un problema (si uno quiere
destornillarse de la risa ante tanta pavada) si no fuera porque
arrastran al error a millones de lectores; quienes terminan
creyendo que los verdaderos historiadores o arqueólogos
dedican sus vidas a indagar sobre la influencia de los venusinos
en la tribu de los dogones, la ayuda tecnológica de
enanitos verdes en la construcción de Machupijchu o la
colaboración de seres intraterrestres en la
organización social del Paititi
amazónico.

Por supuesto que hay excepciones. Y muy honrosas. No
podemos negar que algunas personas, ajenas al quehacer
profesional de las disciplinas antes nombradas, han realizado
enormes aportes al avance del conocimiento. Investigadores
honestos (especialmente con ellos mismos) que han dejado de lado
los dogmas conspirativos y encaminaron sus pasos por las sendas
del rigor que nos dan los métodos científicos de
investigación (y el mero sentido común).

Pero son los menos.

Lamentablemente, "los otros" (los charlatanes)
han captado numerosos medios de comunicación. Llegan
más
. Venden más. Desinforman mejor. Han
venido, con sus amigos extraterrestres, a explicar lo
inexplicable.

Alguien, en una oportunidad, y frente a mis
críticas sobre el tema, me dijo con cierto aire de
ironía. "¡Ja…, no sabía que en
este tema había dos bandos
!".

Y sí, querido amigo. Siempre hay, por lo menos,
dos bandos.

Claro que, a la hora de elegir, tu trinchera no
será nunca la mía.

Ni la de muchos otros.

Exploradores,
competencia y aventura

"Ocurre que las cosas se
mistifican

y después se descubre que detrás
del mito

hay una vulgaridad, un tipo en
camiseta
".

Alberto Breccia

La Aventura en América, p. 73

"La narrativa aventurera nace con
el romanticismo,

con su repudio a las exigencias
sociales que coartaban

la libertad del individuo, con su
exaltación de la antigüedad

y las zonas remotas, el culto al
heroísmo, de las inmensidades

oceánicas y la
fascinación experimentada por los ámbitos
exóticos".

Germán Cáceres

La Aventura en América, p.
14.

El Paititi tiene mil caras. Es camaleónico. Muta
con el tiempo. Cambia según el lugar desde donde se lo
mire. Se metamorfosea con sus buscadores. Se esconde, se
regenera y, como "El Dorado Fantasma", vuelve aparecer.
Se materializa en mil ruinas. Se vuelve piedra, aquí y
allá. Y al segundo se esfuma de nuevo, estimulando con
más fuerza su búsqueda. Una búsqueda en la
que, como dice la vieja canción infantil "Al Don
Pirulero
", "cada cual atiende su juego". De manera
por demás celosa.

Es que casi siempre, detrás de toda
búsqueda en la que participan grupos o muchas personas, se
anuncia una competencia, por momentos feroz. Una verdadera
"guerra de egos" y vanidades disimuladas, en la que todos quieren
y reclaman al Paititi para sí, creyendo que sus argumentos
y explicaciones son únicos e
irrebatibles.[7] Estamos, pues, frente a una
carrera en la que el individualismo extremo habilita, incluso,
actividades deshonestas, como la obtención indebida de la
información (plagio), falsas acusaciones de huaquerismo
(para quitarse del medio al competidor peligroso) o la lisa y
llana amenaza de violencia. Hay historias para todos los gustos.
Podrían escribirse docenas de novelas al
respecto.

Pero no es una dato menor que el Paititi despierte
semejantes sentimientos y actitudes. En el fondo lo que se dirime
es la obtención "del bronce", la fama, el
reconocimiento y la fortuna (especialmente en aquellos que siguen
creyendo que Paititi es una ciudad de oro).[8] De
todos modos, por el momento, cada una de esas cosas son otorgadas
esporádicamente por publicaciones periodísticas de
corto aliento, o grandes blogs de internet, a
través de los cuales se auto-ensalzan las dotes
físicas e intelectuales del explorador-titular de
turno.

En esta galería de tan singulares personajes, los
hay de todo tipo. Están los "exploradores
físicos
", que transpiran y gastan sus huesos
recorriendo senderos por selvas y cerros, y los "exploradores
de escritorio
", que analizan, critican o procesan el
esfuerzo de los anteriores, sin cambiarse la camisa. Junto a
ellos (y confundiendo los roles) toman forma otros exploradores:
los que salen (o no) en pos de "verdades a priori" (y
siempre creen descubrir lo que buscan), o los que se calzan las
botas para verificar cuánto hay de realidad o de
fantasía detrás del tema. Tampoco faltan los
"dotados", los médiums, aquellos que
"canalizan" mensajes misteriosos procedentes de
"mentes superiores" (que, como el lector
deducirá, no son las suyas). Sin olvidar, por supuesto, a
los modernos Sherlock Holmes para los cuales no existen
enigmas que no puedan ser revelados a través de sus
rebuscadas relaciones y cálculos. Verdaderos
Columbos[9]capaces de solucionar los más
intrincados secretos, descubriendo por todas partes antiguos
mapas pétreos que conducen al Paititi, traduciendo
lenguajes olvidados o interpretando inequívocamente
pictogramas que marcan (en algunos casos con llamitas pintadas)
el tan mentado camino. Puras especulaciones más o menos
verosímiles, pero imposibles de ser
confirmadas.[10]

Como puede verse, la búsqueda del Paititi es
laberíntica. Repleta de senderos que parecen no conducir a
ningún lado. De meandros que confunden. De huellas
imaginarias que acentúan su misterio. Porque, a fuer de
ser sinceros, hay tantos Paititis como buscadores. El de
la leyenda no es algo concreto ni objetivo. Es una
elaboración mental. Una metáfora de los
sueños de grandeza que muchos llevan dentro y que, en
contacto con la selva, parecerían materializarse y
volverse posibles.

Cada participante, en esta carrera, cree tener el mapa
adecuado, la crónica colonial más reveladora o el
testimonio oral clave que lo conducirá a la meta. Y en
este amasijo de nombres propios, lugares y dichos, pocas cosas
son claras. La cartografía se vuelve ominosa,
críptica, subjetiva. Las esperanzas y rumores se hacen
mapas
y las toponimias, rebuscadas y exóticas.
Aún así, explotando esos misterios es como muchos
consiguen apoyo financiero e institucional para seguir con la
pesquisa.

Pero salir en búsqueda de lo que muchos creen es
una ciudad incaica en plena selva, siempre implica algo
más que encontrarla. En el fondo del asunto lo que se teje
también es una trama de anhelos personales que mucho tiene
que ver con la personalidad e imagen que el explorador posee, o
pretende que los demás tengan de él.

Mostrarse distinto al resto. Recorrer territorios que
muy pocos transitan y convertir al viaje en algo
diferente del turismo aburguesado de nuestros días, es una
manera de exaltar el valor de la aventura (rasgo que se repite
una y mil veces en muchísimos libros sobre el Paititi). El
explorador/protagonista satisface su ego saliéndose de los
caminos normales, siguiendo itinerarios "anormales", no
establecidos, ajenos a toda seguridad, conjurando el peligro
abriéndose paso por selvas lejanas y, al mismo tiempo,
demostrando lo macho y valiente que
es.[11] Es la contrafigura del viajero. Nada
más lejano a éste, naturalmente ligado a lo seguro
y lo previsible. Quien sale en pos del Paititi exalta la moral
del esfuerzo, la acción física (muchas veces por
encima de la intelectual) y el riesgo individual. Tiene mucho del
héroe clásico (de Odiseo), quien,
separándose de su medio original (generalmente una gran
ciudad) encara una verdadera prueba de iniciación en pos
de conocimiento. Porque en el fondo se trata de ello.

Los buscadores del Paititi (en especial los que hemos
dado en llamar "exploradores físicos") son los
catalizadores de una serie de ideas que quedan asociadas
así con la "gran aventura del
Paititi
":

  • Alteridad

  • Extrañeza

  • Ruptura con todo marco de referencia

  • Accidentalidad

  • Oportunidad/apertura

  • Desafío

  • Peligros

  • Incertidumbre

  • Indeterminación

  • Ambigüedad

  • Azar

  • Vivencias "fuertes"

  • Confianza extrema

  • Miedo y deseo

  • Pasión

  • Libertad plena

  • Vulnerabilidad

  • Muerte

Pero la aventura también se relaciona (como hemos
visto) con:

  • Codicia

  • Huaquerismo

  • Gloria personal

  • Delirios

  • Alucinaciones

  • Espectáculo

  • Espectacularidad

Las huellas que han dejado los exploradores del Paititi
en decenas de libros, profundas y con ánimo de ser
perennes, no son más que las improntas de su propia
cultura y muchas veces el deseo de trascendencia que se persigue
con cualquier descubrimiento. Hay en algunos de ellos un
sentimiento de vanidosa superioridad, que se trasunta en sus
textos y fotografías. Como bien dijo Blaise Pascal
(1623-1662): "La curiosidad no es más que vanidad. La
más de las veces sólo se quiere saber para hablar
de ello; de lo contrario no viajaríamos para no decir una
palabra al respecto y por el mero placer de ver, sin esperanza de
comunicar jamás nada de lo
visto
".[12]

Ver, mostrar y mostrarse. He aquí una
cuestión importante y redundante en el universo de los
exploradores.

Desde los días de la colonización griega
del Mediterráneo el sentido de la vista mantuvo un sitial
de privilegio a la hora de certificar la condición de
realidad de algo. "Ver con los propios ojos",
"mostrarse junto al objeto del deseo", pasó a ser
el modo predilecto de conocer. Y lo sigue siendo, especialmente
en el competitivo circuito de los buscadores del
Paititi.

Pero hay que reconocer que, muchas veces, no basta con
ver o mostrar.

Muchas veces la foto, el testimonio, la confianza del
testigo, es puesta en duda. Entonces es cuando estalla la
discusión y la pulseada por imponer al otro la mayor
cantidad de experiencias visuales que, en directo, se han tenido,
ocupan el ring side.

Así todo, "mirar en directo" algo no es
una prueba irrefutable de estar en lo cierto. Las malas
interpretaciones, las tendenciosas, las delirantes, no faltan en
el campo del Paititi. Cualquiera que tenga acceso a los diarios
habrá notado que, periódicamente, los medios
anuncian, con bombos y platillos, el descubrimiento de nuestra
elusiva "ciudad"(?). Pero la mayor parte de las veces, la noticia
no se sostiene. Pasa al olvido fácilmente y es desechada
casi por completo. "El increíble descubrimiento"
publicitado no es más que una bomba de humo y las pruebas
concretas de semejante hallazgo suelen ser fotos de mala calidad
o informes deficientes que muy poco aportan al conocimiento
general del tema. Tampoco han faltado los fraudes o los errores
de interpretación. Pero nada de eso es óbice para
que el explorador estrella de turno tenga su cuarto de
hora
en radio y televisión (en programas
"especializados en todo", que buscan el sensacionalismo
que suele encontrarse en la películas de
aventuras).

El impacto de Machupijchu en el imaginario de los
exploradores contemporáneos fue enorme. Todos
soñaron con descubrir una ciudadela como esa y proyectaron
sus deseos en cada nuevo sitio arqueológico que se les
cruzaba en el camino. Cualquier aglomeración de piedras,
medianamente regular, se transformaba en el Paititi de lo
sueños, sin importar si esa "manifestación
arquitectónica" era natural o artificial, inca o pre-inca.
En más de una oportunidad los portales de internet
estallan con rimbombantes descubrimientos que, a la postre, no
resultan ser ni rimbombantes ni nada. Pero a mucha gente eso no
le importa. Lo que se destaca es únicamente ese instante
de fama efímera, la cual, alimentada por una dosis de
exacerbado romanticismo y algunas fotos descontextualizadas, los
posicionan como "aventureros y descubridores de ciudades
perdidas". Entonces, de inmediato, sobreviene el tradicional
relato de las experiencias vividas, la exageración del
peligro, el culto a los inconvenientes, el regodeo en torno al
infortunio y la incomodidad. Tampoco faltan las constantes
referencias a las alimañas de la selva (en especial
insectos y serpientes, todo un clásico), las
descripciones de la geografía trabada, difícil y
amenazante y el intransferible valor de la experiencia directa
que busca la admiración y la sorpresa del oyente (una
especie de actualización de lo que llamo el
"Síndrome Star Trek": "Ir, audazmente, hasta
donde ningún hombre ha llegado
jamás
").

Asimismo existe una forma convencional de teatralizar la
búsqueda/descubrimiento de misteriosas ruinas; y parte de
esa teatralización se materializa (como en toda buena
"puesta en escena") a través de la indumentaria del
investigador estrella.

No basta con ser un explorador. Hay que
parecerlo.

Para ello se debe seguir la tradición impuesta
por la literatura y los grabados del siglo XIX que, algo
más tarde, Hollywood universalizó.

Ningún explorador que se digne de serlo puede
carecer de sombrero. En lo posible bien estrafalario (casi
rozando el ridículo); de copa alta y ala bien ancha,
preferiblemente. El sombrero es casi su símbolo de poder,
de igual modo que el chaleco repleto de bolsillos o el rostro
adusto, seco, "comprometido", de aquel que está más
allá de los simples mortales. Interesantes son los
contrastes que se marcan con sus guías locales, vestidos
de paisanos y sin la estrambótica parafernalia mamada del
cine de aventuras.

Pero todo eso es insuficiente a la hora de certificar el
verdadero significado de un descubrimiento.

Sin excavaciones arqueológicas exhaustivas o
estudios de campo detallado nadie puede, a priori, afirmar nada
(por más pinta de explorador que tenga). Aunque
comúnmente es lo se hace, fuera de los ámbitos de
la academia.

Estamos acostumbrados a las "sentencias
papales
" de aventureros mediáticos que señalan
en voz alta: "Vayan ustedes a comprobarlo y
verán
".

No resulta tan sencillo, Sherlock. Quien
debería haber hecho bien el trabajo para evitar cualquier
duda, eres tú.

De cualquier manera, hay profesionales serios que
toman el guante y se lanzan a la selva para comprobar la
relevancia de esos "descubrimientos mediáticos".
Greg Deyermenjian es uno de ellos; y a lo largo de los
últimos 25 años ha desenmascarado más de un
"maravilloso descubrimiento del Paititi" y refutado
otros tantos delirios interpretativos.

Cabe entonces preguntarnos, qué rol cumplen
los embustes en el universo de la
exploración.

Jonathan Swift solía decir que la mentira tiene
una larga tradición en los libros de viajes.

Marco Polo fantaseó con leones donde nunca los
hubo; el príncipe Alí Bey, no era ni
príncipe ni musulmán y Stanley era tan compulsivo
con la mentira que hasta la usaba en sus diarios
íntimos.[13] Ni qué hablar de
Percival H. Fawcett, un verdadero maestro en estas
lides.[14]

El género literario inaugurado por los
exploradores (como el mundo de los fanáticos de la pesca)
está plagado de exageraciones y embustes. Claro que muchas
de esas mentiras podrían ser analizados como piadosas
técnicas para captar la atención del lector. Y
seríamos indulgentes con esos texto, siempre y cuando no
se pretenda estar haciendo ciencia.[15]

Mentiras, errores, exageraciones, fantasías,
delirios, charlatanes, pseudo-especialistas, iluminados,
"contactados", falsos investigadores, crédulos,
"voces autorizadas", divulgadores de lo extraño,
ufólogos, "chantas", newagers, "adoradores
del rey Midas invertido
", arqueómanos,
radiestesistas, telépatas, ocultistas, buscadores de
Grandes Ancianos, atlantómanos, rabdomantes,
piramidólogos, cropófilos…

¡Cuán difícil resulta el camino
hacia el Paititi cuando la guía es deficiente!

Palabras
finales

"El historiador tiene que solucionar
sus

problemas sin recurrir a ningún deux
ex

machina. La historia es un juego que,
por

así decirlo, se juega sin comodín
en la baraja".

E. H. Carr

¿Qué es la historia? Pág.
101.

"Incluso cuando se aleja de la
religión el hombre

permanece sujeto a ella: su
necesidad de ficción,

de mitología, triunfa sobre
la evidencia y el ridículo".

E.M. Cioran

Adiós a la
Filosofía
, Pág. 7

"La farsa vestida de seda
(científica),

farsa se queda".

Ricardo Campo

Los Ovnis ¡Vaya timo!, Pág.
61

Como bien dijo José Pablo Feinmann, "El
pensamiento es la lucha de las interpretaciones. Las verdades
colisionan. No hay verdades inocentes. Las verdades representan
intereses. La verdad es la cristalización de la
interpretación. El hecho es mudo. No dice nada o dice
apenas lo elemental. Es el mero punto de partida. Ahí
empieza la tarea que llamamos hermenéutica. Ahí
empieza la lucha de las
interpretaciones
".[16]

Y de eso se trata, de luchar. De combatir contra un
ejército numerosísimo de delirantes que copan
plazas (o nichos intelectuales, si lo prefieren) muy dignos de
estudio, serio y sistemático. Un ejército de
charlatanes que, sin siquiera "hechos", se lanzan al divague
más fantasioso que uno pueda
imaginar.[17]

Por eso, la búsqueda de las verdades parciales
(todas lo son de alguna manera) es el producto de una
batalla que, lamentablemente en el tema Paititi, por momentos
siento que los paititólogos van perdiendo frente
a la divulgación masiva de razonamientos incorrectos, los
deseos autocumplidas de paititeros y una morbosa
curiosidad por lo misterioso y extraño. Todo esto
sazonado, por supuesto, con una importante dosis de
ignorancia.

Como dice una canción de Joan Manuel Serrat,
"con estos tipos tengo algo personal". Y el motivo es
más que claro: han podrido con sus paparruchadas ya varias
áreas (muy dignas) de la historia y del quehacer
arqueológico. A Egipto, con sus pirámides
extraterrestres y maldiciones postmortem; a la isla de Pascua,
con sus moais voladores y escultores gigantes; a Tiahuanaco, con
su influencia atlante…

Y ahora, desde hace un tiempo, vienen por el
Paititi.

¿Qué hacer frente a este embate?
¿Ignorarlos? ¿Enfrentarlos?
¿Rebatirlos?

Creo que lo mejor es una combinación de todas
esas cosas. Sería inútil "gastar pólvora
en chimangos
" ante cada imbecilidad que propagan. Aunque, de
tanto en tanto, y cuando la paciencia se ve colmada, puede
resultar divertido "atacarlos"[18] haciendo lo que
todo verdadero estudioso debe hacer: refutar sus conclusiones
exigiéndoles pruebas, revelando su fraudes,
inconsistencias e, incluso, falsedades.

La historia y la arqueología se han pasado la
vida haciendo eso dentro de su ámbito (contrastando ideas,
discutiendo hipótesis, criticando documentos y el propio
trabajo de sus miembros). Contrariamente a lo que los
"diabólicos" creen (o dicen creer), las ciencias discuten
todo. Nada de eso hacen ellos, que retroalimentan sus juicios a
priori y fantasías, haciendo más y más
grande la bola de nieve del delirio.

¿Qué hay detrás del
Paititi?

¿Seres de otros planetas? ¿Entidades
intraterrestres? ¿Atlántes? ¿Difusionismo
neo-nazi? ¿Vikingos en la Amazonía?
¿Hermanos Superiores? ¿Espíritu o
númenes de la New Age? ¿Sabios Ancianos,
constructores de petroglifos enigmáticos?
¿Misteriosas civilizaciones desaparecidas hace millones
(re-sic!) de años? ¿Una ciudad de oro,
como creyeron algunos conquistadores? ¿Un refugio de incas
residuales (¡aún vivos!) en plena
selva?…

Nada de todo eso.

Detrás del Paititi lo que hay un debate
histórico y arqueológico, fundado en documentos y
restos arqueológicos concretos, estudiados por verdaderos
historiadores, arqueólogos, antropólogos,
lingüistas y exploradores sinceros sin ambición de
fama; personas serias y honestas que, como decía Edward
Carr, "juegan sin comodines (esotéricos) en
la baraja
".

Es muy posible que se me acuse de tener una mente
cerrada.

Rechazo la acusación. Soy una persona con la
mente abierta, aunque no tanto como para que se me caiga el
cerebro.

 

 

Autor:

Fernando Jorge Soto
Roland

Profesor en Historia

[1] Véase:
http://www.edhistorica.com/pdfs/VIAJEROS_Ilustrados_y_Romanticos_siglo_XVIII_XIX_.pdf

[2] Adam, Jean Pierre, Recomponiendo el
Pasado. Crónicas de arqueología fantasiosa,
Editorial Losada, Buenos Aires, 1988, Pág. 15.

[3] No me animo a decir historiografía
para no darle entidad a ciertos textos que deberían
estar en el estante de “literatura infantil” de
alguna delirante hermandad esotérica.

[4] Si tuviéramos que armar un
seleccionado de “diabólicos” (como los llama
con ironía Umberto Eco en El Péndulo de
Foucault), éste estaría formado por los
siguientes tergiversadores: Robert Charroux, Jacques Bergier,
Louis Pauwels, Charles Berlitz, Erich von Däniken
(obvio!), W. Raymond Drake, Fabio Zerpa, J.J. Benítez,
Remu Chauvin,J acques de Mahieu, Sixto Paz Wells, Martin Grove,
el misterioso Brother Philip (autor de un bodrio titulado El
secreto de los Andes), Ricardo González y todo un
ejército de “contactados” que han conocido
un Paititi espiritual gracias a sus actitudes “open
mind” y aptitudes energéticas calificadas
debidamente por los Hermanos Superiores. (Nota: ¿alguien
en sus cabales puede creerse semejante infantilismo?)

[5] “Las pareidolias ocurren en una
proporción importante de la gente normal. Su
aparición es más frecuente en los niños
que en los adultos. Consisten en imágenes creadas por
nuestra imaginación trabajando sobre elementos de la
realidad, en cierto modo amorfos o imperfectos”.
Véase:
http://psicoteca.blogspot.com.ar/2006/06/psicologa-de-los-fenmenos-paranormales.html

[6] Véase:
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/aproximacion_al_imaginario.htm

[7] Dejo de lado las afiebradas e
insustanciales “teorías” (sic)
esotéricas.

[8] Como se verá nada demasiado
diferente a lo que perseguían los conquistadores de los
siglos XVI y XVII,.

[9] Detective muy famoso de la
televisión de los años ’70, protagonizado
por Peter Falk.

[10] Inserto aquí, una vez más,
una frase del siglo XVIII que siempre me ha resultado
reveladora y sintética de muchas cosas: “El decir
de las estrellas es un muy cierto decir, porque ninguno ha de
ir a preguntárselo a ellas”.

[11] Hay que aclarar que en las documentales
que dan por televisión esta aventura de la que hablamos
está edulcorada, editada. Es falsa en sí misma.
Es sólo un espectáculo de Hollywood
más.

[12] Véase: Hartog, Francois, Memoria
de Ulises. Relatos sobre la frontera en la antigua Grecia, FCE,
Argentina, 1999, cap. I.

[13] Véase: Ovejero, José,
“Viajeros embusteros” en Oferta de Viajes,
mayo/junio 2004, ediciones Ecuador, pág. 52.

[14] Véase:
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/percy_harrison_fawcettsus.htm

[15] Véase:
http://www.escepticos.es/repositorio/elesceptico/numeros_pdf/EE_28.pdf

[16] Feinmann, José Pablo, Peronismo,
tomo I, Editorial Planeta, Bs As, pp. 65-66.

[17] Perdón. Un error he cometido:
difícilmente alguien medianamente cuerdo pueda imaginar
las tonteras que dicen.

[18] Recuerde el lector que ellos son
“víctimas” perseguidas por la ciencia
“oficial”.

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