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El pensamiento político del cristianismo primitivo




Enviado por gabriel



Partes: 1, 2

  1. Los
    Evangelios
  2. San
    Pablo
  3. Tertuliano
  4. La epístola
    a Diogneto
  5. Las dos ciudades
    agustinianas
  6. Los cristianos y el
    Imperio
  7. El aporte
    judío
  8. La primicia de la
    persona humana
  9. La
    revolución cristiana y el Derecho
    constitucional
  10. Una nueva
    noción de humanidad
  11. La dualidad
    político-religiosa
  12. La armonía
    de las dos ciudades
  13. El agustinismo
    político

Si bien la entidad "Imperio Romano" sigue avanzando
hacia la historia, se produce la invasión cultural de
filosofías y religiones, hacia la capital del Imperio. De
la lucha de cultos ( de Isis, de Mitra, de Serapio, del Buey
Apis, etc.), el Cristianismo surge y se eleva hasta ocupar el
lugar de preeminencia, fluyendo por las rutas comerciales sirias,
de colonia judía, erróneamente confundido con el
judaísmo por los gobernadores romanos.

Los primeros comentarios romanos que conocemos sobre el
Cristianismo -y que prueban su historicidad- pertenecen a los
miembros de las clases dirigente, a quienes fastidiaba esa
irrupción religiosa que estaban viviendo. Para
Tácito, por ejemplo, el Cristianismo "es una letal
superstición que irrumpió no sólo en toda
Judea, su origen, sino en la ciudad (de Roma), donde tienen
actualmente lugar hechos atroces y vergonzosos". Para Plinio, el
Joven es "una superstición depravada e inmoderada
…No cabe duda de que sea cual fuere su credo exacto, su
pertinaz e inflexible obstinación (a rendir culto al
emperador) debe ser castigada".

Por muchos motivos, la presencia del Cristianismo en el
campo de las ideas e instituciones políticas, es
fundamental porque, por un lado, la ideología
política, que se deriva de la doctrina de Cristo es, sin
duda alguna superior que se fue antes y de El, y por otro, de
ahora en más, el parámetro de toda la idea
política, inexorablemente pasa por el
Cristianismo.

Los
Evangelios

La enseñanza de Cristo, que está contenida
principalmente en los Evangelios, se presenta como revolucionaria
con respecto a la sociedad judía, que espera a su
Mesías. En efecto, El anuncia que es El la
consumación de los tiempos, la culminación de la
espera, al mismo tiempo que se proclama –como que es
realmente- el Hijo de Dios, denuncia el formalismo y la
opresión de los fariseos de su tiempo. Tal
afirmación significa una revolución
teológica y espiritual en un medio tan riguroso como era
la sociedad judía, al mismo tiempo que no se puede omitir
las connotaciones socio – políticas de tal doctrina,
y que El mismo se encargo prontamente de desecharlas,. Al
contrario, anuncia que el Reino de Dios es lo que corona toda la
actividad política en la medida que ésta constituye
una tentativa razonada de organizar la ciudad humana.

Su enseñanza se resume en una formulación
que, a través de mil interpretaciones, culminará el
pensamiento cristiano: Mi reino no es de este mundo". Por lo
tanto, es normal que la enseñanza de Cristo no contenga
ninguna doctrina política, puesto que en cierto sentido,
el Evangelio implica una superación del pensamiento
político como finalidad ultima y suprema de la vida
humana.

Lo que persiguió Cristo fue despertar en cada uno
de sus oyentes, el sentido de la vida espiritual, como llamar la
atención sobre un universo nuevo, que cada cual lleva en
si y que es, precisamente, la imagen del Reino de Dios. La
religión cristiana es supra terrena y escatológica;
pero, veremos que con San Pablo se precisa que la verdadera
dimensión del Cristianismo comienza con un compromiso
político, entendiéndose como tal, un no
desentenderse de las cosas de este mundo.

Es cierto que esta enseñanza tenia una fuerza
disolvente respecto a las jerarquías y valores sociales
aceptados del momento u que podía parecer la de un rebelde
y anarquista. Al señalar la vanidad de tales valores la
importancia, por el contrario, del esfuerzo interior, al
sustituir las dignidades admitidas por criterios puramente
espirituales, la justicia por la caridad, ella enseñaba
que ni la fortuna, ni el poder, ni la sabiduría, ni la
respetabilidad o status social, son valores últimos o
seguros.

Sin traicionar el espíritu especifico del
Cristianismo naciente, hay que destacar aquello que lo hace
análogo a la primera predicación estoica. En ambos
casos, se da igual importancia al valor moral y frente a la
sociedad a sus prejuicios y formalidades se valoriza al individuo
que aparece despojado de sus vestiduras sociales, en la
simplicidad de su corazón.

Los fariseos comprendieron el alcance de ésta
predica y quisieron arrancarle consignas comprometedoras. Sea
suficiente con recordar la cuestión aquella sobre el pago
del tributo al César de Roma, que puede leerse en el
Evangelio de San Mateo, 22,16-22. La respuesta indica bien cual
es el límite de la critica cristiana. Sin duda, la
actividad social y política forma parte de la vida
terrena. Todas sus reglas, categorías y valores son
terrenales, de este mundo. Por lo tanto no pueden compararse con
la vida del alma, que solo concierne a Dios.

Lejos de afirmar que no hay que someterse a las
obligaciones y responsabilidades políticas porque carecen
de valor, concluye que hay que someterse a ellas porque preparan
para la vida eterna. Esto último hay que entenderlo bien.
Las dos realidades, la del mundo espiritual y la del mundo
terrenal, no pueden ser comparables. Es cuestión de
calidad, no de cantidad. Ahora bien, de esto no se puede deducir
que las cosas de este mundo no tengan valor en si. Santo Tomas,
tiempo después dirá que son
"complementarias". Por eso es que la esclavitud, las
enfermedades, la pobreza, etc, todos los males de este mundo, son
del cuerpo y deben asumirse como tales. La vida de este mundo
impone una serie de pruebas, que el hombre debe aprovecharlas de
la mejor forma posible, en provecho de su salud espiritual. San
Pablo, hablando de este tema, va a decir que debemos completar en
nuestro cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo. Esta es
la razón de porque en los Evangelios no hay un pensamiento
político.

San
Pablo

A la pura espera que aguardaba, en breve plazo, la
realización de las profecías escatológicas,
sucedieron hechos que comprometieron más el pensamiento
cristiano.

Es fácil imaginar que las enseñanzas de
Cristo fuesen admitidas por los primeros cristianos en una
perspectiva disolvente, casi se diría anarquista sobre
todo ante la proximidad de los acontecimientos definitivos. Para
la clase social que componían esa primera comunidad de
cristiano, la gran mayoría de los cuales no tenían
nada que perder, la inminente Parusia era el pasaporte hacia una
vida feliz para siempre. Los valores y deberes sociales y
políticos se sentían precarios incompletos. Es
ilustrativo de esto, leer los Hechos de los Apóstoles
donde se narra la vida de las primeras comunidades cristianas,
donde imperaba el desprendimiento de los bienes terrenales y la
renuncia a los bienes de este mundo.

San Pablo trato de frenar semejante tentación.
Sus cartas de las primeras comunidades están llenas de
llamados a la calma social a la obediencia. Que se siga poniendo
las cosas en común pero no porque el fin del mundo esta
cerca, sino porque tal actitud a los esclavos les pide a sus amos
(ver carta a los cristianos de Colosas,3,22-25)a los maridos, a
las esposas, a los hijos etc. que cumplan con sus deberes de
estado. De este modo la sociedad, no pierde ninguno de sus
derechos, este testimonio cristiano consiste en cumplir con
equidad y calidad cada uno de los deberes de la vida en
sociedad.

Mas preciso aun respecto al poder civil San Pedro
predica la obediencia, como se puede leer en su Carta a los
cristianos de Roma, cap. 1, vers. 1-7, donde les propone como
modelo de esa obediencia, nada menos que a Jesucristo, quien fue
"obediente hasta la muerte y muerte de cruz". San Pablo no se
cansaba de insistir:

"Toda alma se someta a las autoridades superiores,
porque no hay autoridad que no sea instituida por Dios han sido
ordenadas"

Por su parte, también San Pedro, con toda su
autoridad les ordenaba:

"Someteos a todas las disposiciones del hombre, por
causa del Señor: sea al Rey con autoridad suprema, o a los
gobernadores, o a los que el rey envía para castigar a los
malvados y para recompensar a los que obran bien. Porque tal es
la voluntad de Dios, que con las buenas acciones podéis
silenciar la ignorancia de los tontos: como hombres libres y no
usando a vuestra libertad como una capa tras de la cual se oculta
la malicia, sino como sirvientes de Dios, honrad al Rey.
Esclavos, obedeced a vuestros amos. Con toda sumisión; no
sólo a aquellos que son buenos y amables, sino
también a los malvados. Por que un hombre es digno de
reconocimiento, si soporta el dolor por su conciencia de Dios y
por ello sufre el mal y la Injusticia".(Carta de S. Pedro,
2,11).

Es difícil sobrestimar el efecto político
de estas palabras. La sabiduría es virtud y es esta sola
cosa (la virtud), lo que importa. La sabiduría consiste en
lo siguiente: Que los elegidos es decir los bautizados, vivan en
armonía entre sí, contextos y satisfechos de
construir un ejemplo de la verdadera vida, pero sin tratar de
imponer sus costumbres o sus maneras sobre ninguno de los
componentes de la hermandad de los hombres libres; alejados de la
ruidosa superficialidad por la libertad y el poder y de la justa
o injusta distribución de los bienes terrenales, que
importan muy pocos. Y que los elegidos ostenten en su luz ante el
mundo, ejerciendo la caridad en principio hacia sus enemigos;
como una nueva técnica de conquista de este mundo y de sus
males, para gozar de verdadero bien de alma en la sociedad
inmortal de los elegidos. Es decir, la ciudadanía de la fe
y la fraternidad del Reino de Cristo, reemplazan a la antigua
ciudadanía de la polis y del Imperio.

De esto se deducirá una teoría de
considerable futuro y que luego dará lugar fundamento
teológico' de la autoridad. "No hay autoridad que no
proviene de Dios (Nulla potesta nisi a deo). Con esto de legitima
el orden existente y, de esta forma, a respetarlo mejor. A su
vez, esto trae aparejado un cambio en la consideración de
las cosas de este mundo. En efecto en adelante la política
no será algo ajeno a lo espiritual. El poder procede de
Dios quien, por lo tanto, participa en la en la cosa
política del mundo. Conviene acotar que esta formula
recibirá diferentes interpretaciones. Así
cabrá precisar, por ejemplo, aquella que sostiene que el
principio del poder emana de Dios, pero únicamente el
principio de autoridad no sus modalidades ni su
ejercicio.

Esta teoria –toda autoridad proviene de dios-
produce un gran enriquecimiento teológico –
político vinculados con las relaciones entre la Iglesia y
el Estado.

Paralelamente San Pablo organiza la esfera de la ciudad
celeste "Nuestra ciudad en los cielos", escribía a los
cristianos de Filipos; y losa cristianos permanecerán
unidos en la esperanza del retorno de Cristo por una solidaridad
más fuerte que todos los lazos terrenales y que unida
entre ellos una ciudad invisible dentro de la misma ciudad
humanas. Es la ciudad de Dios.

A los cristianos de Galicia (3,28) les decía que
ya no hay más judío o gentil, esclavo ni libre,
puesto que todos son un Cristo Jesús. Fíjese, que
ya no es el ideal estoico del sabio, porque no reconoce ninguna
exclusividad.

Por ultimo, San Pablo, a imitación de los
estoicos, llega a reconocer la existencia de una ley natural
distinta de la ley positiva, o sea al mismo tiempo que ella, con
el fin de asegurar los fundamentos morales de la ciudad
espiritual. De esta forma comienza a esbozarse en la
teología paulina, la teoría de las dos ciudades.
Pero hay que recordarlo, por el momento no son
antagónicas. Si los estoicos animaban al hombre a
participar de la vida social y política, mediante a la
obediencia a la ley. San Pablo se limito a precisar la obediencia
y el respeto a las obligaciones socio- políticas. Esto,
por ahora no provoca ningún problema. Exige solamente una
intensa vida espiritual y alimentada continuamente por esperanza
próximas y por otra parte no va contra la moral
cristiana.

Polémica en torno a la abstención
Cívica

Las iglesias locales, absorbidas por las
múltiples tareas del apostolado y del proselitismo, se
conformaron durante un tiempo con esta actitud. Este panorama se
modifico, especialmente después del siglo II, por
siguientes motivos:

1º Al mostrarse el fin del mundo, el cristianismo
debe señalarse –al menos provisoriamente- una
posición moral frente a la ciudad y sus implicaciones
cívicas y

2º Por causas de reclutamiento, el Cristianismo se
expandió también a las clases altas e ilustradas
dirigentes de Roma y del Imperio, quienes ya no podían
eludir el problema que sus obligaciones cívico
políticas planteaban a su fe, especialmente el oculto
divino del emperador.

La no aceptación del sacrificio cívico y
del culto imperial, materializaba esta abstención, ya que
los cristianos no admitían otorgar honores divinos
más que a Dios. Esto cobraba especial
significación, por cuanto el imperio había
recuperado el ideal espiritual de la ciudadanía antigua:
el ideal de un mundo cerrado, en la que la divinidad -en cierto
modo- formaba parte de la comunidad política.

De esta forma el cristiano subvertía este
universo tranquilizador, pues se convertía en soldado de
un soberano desconocido. Extrañaba más que la
lealtad cívica, la información de una nueva lealtad
extranjera. Consecuente con esto, los cristianos
reconocían en sus corazones y en su vida práctica,
como verdaderamente validas, las leyes no promulgadas de su moral
y de su religión. San Pablo, en diversos textos (Romanos
2,1-13), deja entrever la existencia de una ley natural diferente
de las leyes positivas del hombre. Y el pos de esto, los
cristianos tendrán en sus comunidades sus propios
tribunales, como también sus propias leyes. En otras
palabras, se tenia la impresión de que se había
establecido un Estado dentro del propio Estado.

En esta cuestión este filosofo y polemista,
campeón del helenismo político, filosofo y
religioso frente a los cristianos, fue el que enrostro la postura
física de los cristianos. Sabemos de su obra "Discurso
verdadero" a través del escrito de Orígenes,
titulado "Contra Celso". Los textos que se conservan, demuestran
que la actitud de los primeros cristianos se mostraba ligada,
aunque lo negasen a una determinada opción
política. El agravio principal para Celso –y para
quienes compartían su postura- consistía en la
deserción o secesión de las obligaciones
civiles.

En efecto, cuando Celso les reprocha sustraerse a los
deberes de la vida política, sean privadas, como sociales,
colocaba a los cristianos ante la siguiente alternativa: si
desertan de tales deberes, que no participen de ningún
acto social y que –por lo tanto- se alejen de la sociedad;
si, por el contrario quieres seguir participando de la vida de la
sociedad, deben pagar inexplotablemente el tributo de
adopción de quien vela por la sociedad. Debe tenerse en
cuenta, que en todo esto, estaba en juego no una simple
circunstancia religiosa, sino que implicaba todo el contexto
cívico del Estado.

Tertuliano

Fue un fugoso apologista cristiano fervoroso seguidor de
la enseñanza paulina, representante de la tendencia
criticada por el Celso. Efectivamente con sus consideraciones
políticas se distinguen por ese celo excesivo
intransigente y que luego lo llevaran a la herejía
montanista. Su doctrina no se compromete más que una
perspectiva casualmente apocalíptica. Tertuliano fue
convencido de que el fin del mundo era inminente y por lo tanto
las cosas terrenas carecen de valor por la eternidad, por lo
tanto había que dejarlas aun lado.

Además, poseyó espíritu
jurídico pero en forma alguna tuvo ese espíritu
conciliador y amigo se acercan posiciones hasta donde fueran
posibles, con tal de lograr la finalidad propuesta, claro esta
sin traicionar la verdad. En términos de hoy se
diría que fue un cristiano frontal. Su espíritu fue
exclusivamente religioso y para colmo religioso a ultranza. Para
él, el Capitolio no era el centro de la vida
cívica, sino era la cueva de los demonios. Los problemas
que el imperio y sus deberes cívicos planteaban a los
cristianos, los trata en sus obras "Apologéticas" y "Sobre
la idolatría". En ellas expone los siguientes:

1º) Es necesario obedecer a las leyes especialmente
en materias de impuestos.

2º) El Imperio Romano es una grandeza puramente
terrenal, enteramente dependiente de Dios despojado de toda
grandeza intrínseca. Con la cual negaba a Roma la
perennidad que se le asignaba y

3º) Los cristianos con su conducta, con su moral
mas exigente y con sus oraciones, sostenían el Imperio.
"El emperador es de nosotros, más que de nadie, pues
nuestro Dios lo sostiene", decía solamente.

Se redujo a fijar como limite de la obediencia de los
cristianos, los ritos del culto imperial "Lo que hace la
verdadera grandeza del emperador es recordarle justamente que no
es un dios", afirmaba con ardor.

Por otra parte, negaba que había que jurar por la
divinidad protectora del emperador, quien no era mas que un
demonio. Pero corroboraba y aportaba algo positivo;
señalar que el poder imperial , como el derecho de todos
los tiempos procedía de Dios, pero sin participaran de su
divinidad, ni de su origen divino y que el hecho de que Dios lo
haya establecido, no aumentaba ni afectaba la moralidad de sus
actos, ni la dignidad de las personas. Por el contrario, el Cesar
es necesario al mundo pero un cristiano no podría ser
Cesar.

Cuando indicaba esta incompatibilidad, iba mucho
más lejos que el mismo San Pablo. En efecto no es que las
dos ciudades (ésta, donde estamos y la otra, hacia la cual
vamos), sean indiferentes entre si, sino que son
antagónicas, pues la realidad imperial estaba plagada de
demonios y un cristiano, entonces, no puede transigir con el
Imperio, que esta ligado a todo lo terrenal a todo aquello que
hay que vencer, justamente, para ser un buen cristiano. Si bien
admite el pago de los impuestos, prohíbe el servicio
militar a los cristianos, los mismos que el ejercicio de cargos o
funciones públicas. Además, no manifiestan
ningún sentimiento patriótico, tan importante para
la conciencia histórica de los romanos. Frente a los que
se sentían llamados a gobernar el mundo. Tertuliano va a
firmar, al mejor estilo estoico "Nuestra republica es el mundo
entero", negándose a considerar a los bárbaros como
enemigos.

Esta posición de Tertuliano, tiene una sola
salida, en el caso de que el mundo prolongue su existencia: e
anacoretismo. Solución que le van a adoptar 150
años más tarde sus discípulos, rechazando
con ello la vida cívica , yendo a vivir a los desiertos,
entregados a las más duras y exigentes penitencias, por la
conversión de mundo y la conversión de los
pecadores.

La
epístola a Diogneto

Si es cierto –según Harnack- que el
"Discurso Verdadero" de Celso fue un desafió al compromiso
político la "Epistela Diogneto" indica que tal
desafió podía ser factible. En efecto, el autor
subraya que "los cristianos viven en su propia patria como
extranjeros. Acampa en los corruptible, esperando la
incorruptibilidad celestial". Pero, esta es una virtud puramente
interior. "Los cristianos –dicen en otra parte- participan
en todas las actividades como ciudadanos, pero la manera de
soportarla toda es lo delos extranjeros". La conducta de
cristianos es obedecer las leyes establecidas e incluso
superarlas en perfección.

Pero esta carta ofrece también una función
de porvenir, que es como el reverso positivo de la teoría
de Tertuliano, pues afirma:

"Los cristianos son el alma del mundo; ellos conservan
este mundo. Dios retrasa la hora final para que aquellos sigan
evangelizando".

Desde esta perspectiva el Imperio no es considerado como
un adversario, sino como el instrumento o lugar donde puede
dilatarse o prosperar la evangelización. Así es que
existe una solidaridad y conciencia entre el Imperio y el
Cristianismo. El obispo Meliton de Sartes, escribía al
emperador Marco Aurelio, hacia el año 172:

"Es una grandísima prueba de excelencia de
nuestra doctrina, el que haya florecido al mismo tiempo que la
feliz institución del imperio y que, a partir de entonces,
no haya ocurrido nada lamentablemente, sino al contrario, todo
haya sido brillante y glorioso, según los deseos de cada
una de las partes".

De esta forma, se tiraban las primeras líneas de
una teoría que, con el tiempo, iba alcanzar gran existo,
la teoría de la complementariedad entre el Imperio y la
Iglesia según la cual, el uno –como instrumento
inconsciente de la Providencia y la otra Iglesia como Cuerpo
Místico de Cristo, participan en la realización de
los mismos designios.

Origines fue uno de los Padres de la Iglesia en que
menos incursiono en temas políticos tiene comentario a
Evangelios de San Mateo y a la carta de San Pablo a los
cristianos de Roma, que son muy breves, aún recayendo
sobre puntos fundamentales de la política cristiana. Con
todo, dentro de la coincidencia cristianas de su tiempo. Al
revés de Tertuliano, trata de integrar en el patrimonio
cristiano, una parte de la herencia pagana, especialmente la
filosofía griega. Lo pagano, dice no es fuente de
herejía, sino que debe ser considerada como una
preparación a la enseñanza de cristo. La historia
de la Humanidad y la historia de la salvación, caminan al
menos parcialmente juntas. Además, se opone violentamente
al milenarismo, herejía religiosa que estaba en la
raíz de muchos desencuentros del tema que estamos
tratando.

Su sistema, aunque muy racional, es absolutamente
contrario a toda preocupación apocalíptica; afirma
la supremacía de lo espiritual, de modo que no se deja
apasionar por las formas políticas. Al mismo tiempo no sin
angustia prevé el triunfo definitivo de los
bárbaros, aunque no deja de alegrarse, por otra parte, por
el hecho de que también los bárbaros llegaran a ser
cristianos, dentro de un universo unificado.

Por otra parte, tiene en cuenta una sociedad civil: es
decir el hombre, al tener cuerpo y alma, mediante ésta
ultima, es realmente hombre en el mundo terrenal y el
espíritu es lo que une a Dios. Por eso, afirma, San Pablo
tiene mucha razón cuando recomienda la obediencia al poder
(ver Carta a los Romanos, ya citada). Por eso es que todo
cristiano que tenga interés por los problemas del mundo
terreno, si en él se está ganando cada día
mas alma para el Evangelio? Según él, en todas
partes existen dos ciudades, la de Dios y la del
mundo.

En cada ciudad, se da la eclesial (comunidad)
política y la cristiana. Todo cristiano tiene dos ciudades
recalca que estos dos ordenes, apenas si tiene motivo para entra
en el conflicto salvo esa famosa cuestión de jurar por la
divinidad del emperador. En este mismo ordenes de cosas, se ocupa
de fundamentar el poder civil, el que ha sido dado por Dios para
su bien uso. Dicho poder civil es un auxiliar de Dios. La Ley
positiva conserva y garantiza la ley natural; a su vez, la ley de
Dios o ley natural, imponen y hace respetar la ley
positiva.

De esta manera. Orígenes esboza, sin insistir, su
teoría de las dos ciudades – que no es la de San
Agustín como se vera al final de la presente unidad, y
aquella otra de su carácter complementario, conservando
cada una su jerarquía y jurisdicción
correspondiente, incluso insiste en un hecho capital: rebelarse
contra el poder sin un motivo que realmente obedezca a la ley
natural, es obedecer al orgullo y no a la ley. En tal caso, el
castigo será una sanción justa y merecida al
orgullo, pero nunca un glorioso martirio.

Finalmente, cabe acotar que Orígenes esta
penetrado de la idea de que el Imperio Romano ha facilitado la
difusión del Evangelio. Ha preparado esta ciudad del
mundo, para que llegue a ser la ciudad de dios en el futuro de la
otra vida. Por eso pide y reza a dios por el Imperio. La ciudad
de Dios preserva a la cuidad terrena. La ciudad terrena, es decir
el Imperio Romano, convertida al Cristianismo puede ser una
oportuna propedéutica de introducción al reino de
Dios.

La doctrinas políticas de la Iglesia
………………

Autorizado el culto cristiano por el Edicto de
Milán, suprimidos los obstáculos que por causa de
juramento, separaban al Cristianismo de su vida cívica,
privilegiada y solicitad la Iglesia por el tambaleante poder
político, se imponían una revisión de la
actitud de los cristianos hacia el Estado.

Las ideas de esta nueva posición, no son
originales, salvo en lo concerniente al campo de la fe, en el
cual se dan nuevos y valiosos aporte doctrinales. En el fondo, el
Cristianismo se manifiesta en las formas de un pensamiento
neoplatónico, al que se pretende sustituir con una
ideología imperial y cuyas funciones deben cumplir. Son
muchos los puntos de contacto entre ambas doctrinas.

Filosofía griega. Lo pagano dice, no es fuente de
herejía sino que debe ser considerado como una
preparación a la enseñanza de Cristo. La historia
de la humanidad y la historia de la salvación, caminan, al
menos parcialmente juntas. Además se opone violentamente
al milenarismo, herejía religiosa que estaba en la
raíz de muchos desencuentros del tema que estamos
tratando

Su sistema, aunque muy racional, es absolutamente
contrario a toda preocupación apocalíptica; afirma
la supremacía de lo espiritual, modo que no se deja
apasionar por las formas políticas. Al mismo tiempo, no
sin angustia prevé el triunfo definitivo de los
bárbaros, aunque no deja de alegrarse, por otra parte, por
el hecho de que también los bárbaros
llegarán a ser cristianos, dentro de un universo
unificado.

Por otra parte, tiene en cuenta una sociedad civil: es
decir el hombre, al tercer cuerpo y alma, mediante ésta
última, es realmente hombre en el mundo terrenal y el
espíritu es lo que une a Dios. Por eso, afirma, San Pablo
tiene mucha razón cuando recomienda la obediencia al poder
(ver Carta a los Romanos, ya citada). Por eso es que todo
cristiano que tenga interés por los problemas del mundo
terreno, si en él se esta ganando cada día
más alma para el Evangelio? Según él, en
todas partes existen dos ciudades, la de Dios y la del
mundo.

En cada ciudad, se da la ecclesia (comunidad) politica y
cristiana. Todo cristiano tiene dos ciudades, recalca que estos
dos ordenes, apenas si tiene motivos para entrar en conflicto
salvo es famosa cuestión de jurar por la por la divinidad
del emperador. En este mismo orden de cosas, se ocupa de
fundamentar el poder civil, el que ha sido dado por Dios para su
buen uso. Dicho poder civil es un auxiliar de dios. La ley
positiva conserva y garantiza la ley natural; a su vez, la ley de
Dios o ley natural, impone y hace respetar la ley
positiva.

De esta manera, Orígenes esboza, sin insistir, su
teoría de las dos ciudades – que no es la de San
Agustín como se vera al fin de la presente unidad –
y aquella otra de su carácter complementario, conservando
cada una su jerarquía y jurisdicción
correspondiente incluso insiste en el hecho capital: revelarse
contra e poder, sin un motivo que realmente obedezca a la ley
natural, es obedecer al orgullo y no a la ley. En tal caso, el
castigo será una sanción justa y merecida al
orgullo, pero nunca un glorioso martirio.

Finalmente, cabe acotar que Orígenes esta
penetrado de la idea de que el imperio ha facilitado
difusión del Evangelio. Ha preparado esta ciudad del
mundo, para que llegue a se la ciudad de Dios en el futuro de la
otra vida. Por eso pide y reza a Dios por el Imperio. La cuida de
Dios preserva a la cuidad terrena. La introducción al
reino de Dios.

Doctrinas Políticas de la Iglesia Victoriosa
Enseñanza Preparatoria

Autorizado el culto cristiano por el Edicto de
Milán, suprimidos los obstáculos que por causa de
juramento, separaban al Cristianismo de su vida cívica,
privilegiada y solicitada la iglesia por el tambaleante poder
político, se imponía una revisión de la
actitud de los cristianos hacia el Estado.

La ideas de esta posición, no son originales,
salvo en lo concerniente al campo de la fe, en el cual se dan
nuevos y valiosos aportes doctrinales. En el fondo, el
Cristianismo se manifiesta en las formas de su pensamiento
neoplatónico, al que se pretende sustituir con una
ideología imperial y cuyas funciones deben cumplir. Son
muchos los puntos de contacto entre ambas doctrinas.

San Eusebio (260-337)

Fue el obispo de la ciudad de Cesarea, primer
historiador de la Iglesia, hombre erudito y teólogo;
prudente administrador y partidario de la estabilidad del Imperio
Romano. Mediante sus escritos elabora una, llamada
"teología imperial", la primera en toda la historia del
Cristianismo. Los puntos esenciales de su doctrina están
contenidos en sus obras Elogio de Constantino, Vida de
Constantino y en la Teología Evangélica.

Eusebio en sus escritos, concede a Constantino, el
emperador de la Iglesia Victoriosa, un apoyo sin reserva. Su
forma "ninguna autoridad no viene sino de Dios", referida al
imperio, toma un sentido muy positivo. Precisa que Dios permito
las persecuciones para poner a prueba la fe de los cristianos, al
mismo tiempo que recuerda el fin que tuvieron todos aquellos
emperadores y magistrados romanos que llevaron a cabo las
persecuciones. De esta forma, el Imperio como una realidad
política que es, esta liberado de toda mancha y de todo
cargo contra el Cristianismo.

Se establece así, en una perspectiva coherente,
la idea de la coincidencia providencial entre el Imperio con la
predicación evangélica, la que será la
piedra angular de su teología política.

Al igual que el imperio, ligado históricamente a
la Providencia, la autoridad se encuentra, por decirlo de alguna
manera, cosmológicamente unida a dios. Hay que reconocer
reminiscencias estoicas, neo platónicas, no
Pitágoras, cuando Eusebio señala como el poder
político proviene de Dios.

Dios, es Dios del Cosmos y Cosmos es el mundo de los
estoicos y pitagóricos matemáticamente ordenado; y
Dios reina en este mundo por el Verbo, que es al mismo tiempo. La
racionalidad de la creación y el agente de Dios, su
intendente y procurador es el mismo Verbo es decir Cristo
Jesús.

Dicho de otra forma, el emperador debe ser para el
Verbo, lo que el verbo es para Dios. En efecto el Verbo, ley
viviente, ejerce su reinado sobre los hombres a través del
emperador que es su lugarteniente. La doctrina
neoplatónica de la emanación viene aquí a
apoyar la doctrina cristiana de la Providencia, para construir la
teología imperial. Pero, atención no se trata
aquí ninguna emanación espiritual. El hecho de que
la providencia de Dios abarca a todo el mundo, no significa que
el mundo proceda de Dios como emanación. La
Teología cristiana afirma que el mundo procede de Dios por
creación

De esta forma se da una interpretación mucho
más compatible para la conciencia de los cristianos con
respecto al culto imperial, pues la divinidad del poder imperial
no descansa en la divinización del emperador, sino en la
relación necesaria que se establecía entre Dios y
la función imperial. En este planteo, el culto al
emperador, pasaba a tener una importancia secundaria. La corte
del emperador es el reflejo de la corte celestial, de la misma
forma que el imperio lo es de el universo y éste de
Dios.

Esta nueva teoría del poder se encuentra
combinadas las ventajas del estoicismo y la del platonismo. Las
dos cuidadse, en cierta forma, son paralelas, permanecen unidas
mediante el vínculo que liga la persona de emperador con
el Verbo y con Dios. Hasta este momento, ninguna doctrina
había ido tan lejos en el carácter supra terrestre
de la persona imperial.

En este contexto, el poder imperial recibe una especie
de magisterio moral fuera de la iglesia. El emperador se
convierte en el obispo exterior. Es decir, el conservador del
orden externo en vista al fin último del hombre. Los
pastores de la Iglesia, serán los obispos interiores, es
decir los encargados de todo los que hace al mundo espiritual,
interior, de los creyentes, los inspectores de la ortodoxia
religiosa.

A esta altura del desarrollo de las ideas que se fue
dando en el Cristianismo, es fácil observar cuán
lejos están las ideas apocalípticas de los primeros
tiempos y como están surgiendo otra que significa progreso
razonables que avanza continuamente sobre el Imperio

Incertidumbres

Con la doctrina de San Eusebio, la Iglesia obtiene
beneficio. Pero, el "obispo exterior", tampoco deja de aprovechar
su condición de tal para inmiscuirse en los asuntos de la
iglesia (que no son de su incumbencia), interviniendo en las
designaciones de obispos, por ejemplo, y el equilibrio que
debió darse, las mas de las veces, se vio roto,
según la fluctuaciones de los poderes en lucha.

Por eso, se plantea los primeros y diversos problemas,
que no dejan de incidir en el espectro político. Los
principales problemas, son los siguientes.

1º) A la adhesión de la Iglesia al poder
temporal del turno, se opone el mona galismo. Cuanto mas tiendan
a confundirse las línea de acción de la Iglesia con
la del imperio, o viceversa, tanto mas surge la necesidad de
algunos hombre de asumir una tarea que hasta ese momento
correspondía a la comunidad cristiana de su conjunto: el
alejamiento, en función de la intersección
espiritual por el pueblo de Dios mediante la oración y la
penitencia. Se establecerá una división entre
quienes pretender confirmar siendo "la sal de la tierra"
orientándoos enteramente a la vida eterna y quienes
pretendas seguir viviendo en la ciudad terrenal, para convertirla
en ciudad en Dios.

2º) El siglo IV, al tiempo que es el siglo del
monacalismo, será también el de la
"dirección moral" para un cristiano de épocas
anteriores, la esclavitud, la pobreza, etc., no tiene real
importancia porque siendo situaciones de este modo, no
merecían ser tenidas en cuentas para el otro mundo. En
este siglo, al contrario, se intentara precisar la actitud del
cristiano en todas las circunstancia de la vida política y
social, así como definir la figura cristiana de las
institución terrenal. Impregnándolas de
espíritu cristiano, sancionándose con leyes
civiles, algunos intentos moralizadores.

3º) comienza, finalmente, a plantearse el problema
de la libertad de conciencia. El creyente cristiano no tarda en
restringir para los demás culto pagano, esa liberta que el
Edicto de Milán del año 313 le había
definido principalmente a el. De ahí, que alguno pagano
Van a reclamar para ellos y para sus cultos, el derecho de una
tolerancia religiosa.

San Agustín

El mundo occidental, mas directamente amenazado por los
bárbaros y menos controlado por el deber imperial, se
encuentra en profunda crisis.

La comunidad cristiana no escapa a tal situación.
En efecto, los paganos mantienen con ella una polémica (a
menudo eficaz), presumiéndose de defensores
incondicionales de una causa nacional que los
cristianos-según sus críticas-asumen con segunda
intenciones.

Es el momento que lo toca vivir a San Agustín,
nacido en Tagaste, de padres nor.-africanos y muerto alrededor
del año 430. Profesor de retórica, convertido al
cristianismo después de haber sido pagano, maniqueo de
llevar una vida azarosa.

Según la usanza de aquel tiempo, su comunidad
cristiana de la ciudad de Hipona (en lo que es actualmente
Túnez) lo elegido como su obispo. Este converso, de
mantener privilegiada y de una cultura de primer nivel, fue e
hombre que proporciono a la Iglesia Católica de occidente,
junto con gran cantidad de escritos teológicos y de las
memorables "confecciones", esa teoría política de
la Iglesia, cuya necesidad era sentida y esperada por todos los
cristianos, auque, en realidad, no es un escritor ni pensador
político.

Cuando Alarico saqueo a Roma, lo que pareció el
fin del mundo, ya que había caído en manos de los
Bárbaros, nada menos que la inmortal Roma, los paganos
habían echado la culpa de tal desastre a los cristianos
cuyo Dios – decían- copudo proteger al Capitolio y
por cuya impiedad, las verdaderas divinidades del Imperio
habían retirado su protección de la capital del
mundo. En este sentido, la obra de San Agustín continua la
antigua polémica que se puede encontrar con anterioridad
en los escritos de San Cipriano, obispo de Cartago,
también en el África que trataba de aclarar que no
fueron los pacifistas cristianos la causa de la decadencia del
espíritu cívico y del vigor militar de los
romanos.

San Agustín sacudió por la
catástrofe, al fin y al cabo él permanecía
al Imperio, y por las acusaciones intento rebatirlas con su
famosa obra "La Ciudad de Dios" (De Civate Dei), que aún
siendo pesada y sobria ejerció una influencia no
sólo amplia, sino prolonga y profunda en su tiempo y
después de él. El titulo completo de la obra, que
tiene como dijo un sabor apologético, es "Sobre la ciudad
de Dios, contra los paganos"

Catorce años llevó a San Agustín la
composición de su obra. La dejo dividida en dos
partes

La primera parte: 10 libros, a través de los
cuales trata de definir el mito romano

La segunda parte: 12 Libros, trata sobre la historia de
las dos ciudades, dividida en tres secciones

1.- Libro XI al XIV, el origen de las
ciudades

2.- Libro XV al XVIII, el proceso histórico de
ambas ciudades y

3.- Libro XIX al XXII, considera los fines que mueven a
las dos ciudades 3.-

Las dos ciudades
agustinianas

San Agustín trata de ejemplificar la historia de
la humanidad, recurriendo a una simbología mística:
el conflicto entre la ciudad de Dios y la Ciudad
Terrena.

¿Qué entiende Agustín por "cuidad"?
¿Cuál es el elemento formal de la ciudad de S.
Agustín? El mismo da la respuesta "Dos amores hicieron
estas dos ciudades". El amor es, por tanto, lo que hace a la
sociedad ser sociedad, para San Agustín. Se unen los
hombres cuando aman los mismos, cuando juntos pretenden conseguir
un fin común. Ciudad, entonces, es sinónimo de
sociedad.

Las dos ciudades, son dos actitudes frente al mundo, dos
especies antológicas de hombres o seres racionales. La
primera especie de los habitantes de la ciudad de Dios,
está compuesta por todos aquellos que viven en la
dimensión de lo divino: "El amor de Dios hizo a
Jerusalén". En cambio, la segunda especie de hombres esta
compuesta para todos los que se hallan embargados por el amor de
si mismo, con desprecio de Dios "El amor de este mundo hizo
Babilonia"

De lo anterior se deduce una consecuencia clara que es
preciso resaltar: cuidad es aquí, forma de vida, tipo de
hombre. Conjunto de hombres unidos por diferentes modos de ver
las cosas "El mismo linaje humano, en el cual distinguimos dos
géneros, el uno el de los que viven según el
hombre; y el otro, según Dios", se lee en el Libro XV. Y a
esto es a lo que San Agustín llama místicamente dos
ciudades.

La sustancia de la historia es un conflicto entre
Ciudades de Dios y la Ciudad Terrena. La una arranca de
Caín. El fraticida, y la otra de Abel, el justo. Al igual
que las dos ciudades, sus representantes se han de entender
alegóricamente. Caín, el ciudadano de este mundo y,
por su crimen, el fundador de la ciudad terrena. Abel el
peregrino en este mundo, en un andar hacia la meta no terrena.
Los descendientes de Abel viven en este siglo, en el mundo, en la
ciudad de Caín, pero sin ser sus fundadores ni moradores
permanentes. Las dos ciudades coexisten sin coincidir. La ciudad
celestina se relaciona con los acontecimientos profanos, solo en
cuanto son útiles para la consecución de su
propósito trascendente.

No son estas dos ciudades idénticas a la Iglesia
y al Estado, si la Iglesia se toma como sociedad visible a lo que
se llama cuerpo social de la Iglesia. Como dice Etienne Gilson,
famoso comentarista de S. Agustín:

"La ciudad terrestre no es el Estado, puesto que no
todos los miembros de esta ciudad están predestinados a la
condenación final; los futuros elegidos son necesariamente
del Estado en el que han nacido y en el que viven. No ha de
confundirse la ciudad terrena, antitesis mística,
según la expresión de Agustín, con tal o
cual ciudad concreta realizada materialmente en el tiempo y en el
espacio. Inversamente, por sorprendente que esto pueda parecer,
"La Iglesia no es la Ciudad de Dios"; hay ahora fuera de la
Iglesia y hasta puede ser entre sus perseguidores, futuro elegido
que se someterán a su disciplina entes de morir; en fin, y
sobre todo, hay en la Iglesia mucho hombres que no serán
del numero de los elegidos". (Introduc. Al estudio de San
Agustín. Paris. 1959, Cáp.: IV)

Para San Agustín, la historia, entonces, no solo
es un sucederse de imperios y civilizaciones; en un progreso
continuo del elemento divino. Dios esta conduciendo y haciendo la
historia, pero siendo inminente a los hechos históricos,
es la vez su meta trascendente.

A fuer de ser reiterativo, es conveniente añadir,
que este escrito rebasa lo meramente
político-apológico para ser una reflexión
sobre la historia y sobre la ciudad. Es la primera obra de de
teología de la historia, la que mucho después
será retomada por el famoso orador francés el
sacerdote Bossuet. Los analista dicen que ella "La Ciudad de
Dios"-no expone una doctrina formalizada Constituye, eso si, la
reflexión apasionada y vital de un cristiano romano de la
frontera que, ante el desmoronamiento del grandioso Imperio del
que se aleja la vida, se encuentra perplejo y confundido entre el
deseo de hacer algo de frente a lo inmediato, al mismo tiempo que
tiene la profunda convención de que en toda esta
catástrofe hay un sentido providencial. Esta
meditación sobre la historia tendrá trascendencia
durante toda la Edad Media, pero será eco deformado, ya
que sirve para fundamentar una doctrina política que
sostiene la absorción del derecho del Estado dentro del de
la Iglesia. Es el llamado "augustinismo
político".

De todo lo dicho, se puede concluir con lo
siguiente:

1º) La teología política de San
Agustín, descansa fundamentalmente sobre la
distinción entre las ciudades en que se divide la
humanidad:

Partes: 1, 2

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