Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

El pensamiento político del cristianismo primitivo (página 2)




Enviado por gabriel



Partes: 1, 2

"Así es que amores fundaron dos ciudades, a
saber: la terrena, donde el amor propio llega hasta menospreciar
a Dios: y la celestial, donde el amor a Dios llega hasta el
desprecio de si mismo".

2º) Esta idea, como se ha visto, no es nueva. Lo
novedoso de San Agustín esta en que el le dio definitiva
formulación y su correspondiente valor explicativo. No se
trata ya de un Reino de Dios que sucede cronológicamente a
la vida terrena, como decían los antiguos milenaristas.
Las dos ciudades han existido siempre en una gran
contigüidad. Una fue fundada por "Abel" y la otra por
"Caín": esta es la ciudad terrenal, con sus exigencias y
urgencias: la otra, es la ciudad celestial, la Jerusalén
del Antiguo Testamento, y ahora, la comunidad de los cristianos,
peregrina a la tierra. De ambas, subsistirá solo la
celestial.

3º) Hay que destacar la radical opción de
las dos ciudades, por un lado, y su inexplicable en la tierra, de
tal suerte, que solo Dios puede conocer la ciudad de cada uno a
la cual pertenece. Además, San Agustín no reduce la
ciudad celestial a la comunidad de los puros (en esto va mas
allá de los estoicos); como también la ciudad
terrena, con todo lo que ella pertenece, no esta descartada
totalmente de plano.

4º) San Agustín para dilatar todo
acontecimiento político, emplea dos razonamientos
diferentes, que proceden de una misma intención: Por un
lado, Dios legitima el poder mismo sin avalar el ejercicio
concreto de tal poder. En efecto, todo poder viene de El, que es
principio de todo poder, al mismo tiempo que se distingue entre
la esencia del poder y la materialidad del régimen. Por
otro lado, la economía general de la Providencia explica
cada acto, concreto de la política, sin que esto suponga
que otorgue a cada una de ellos, el carácter de actos
normales cristianos. De este modo, cada cristiano puede afirmar
que nadase hace sin Dios, ya que de él proceden tanto el
principio de la autoridad, como la misteriosa dirección de
los acontecimientos y al mismo tiempo, puede evitar que el
cristianismo asuma la responsabilidad por tal o cual
acontecimiento o medida que se adopte.

5) hay que obedecer a un régimen establecido, ya
que la autoridad en si es divina y hay que captar un
acontecimiento que está inserto en un plan providencial,
que se nos escapa por nuestra limitación humana.
Así entonces, todo cristiano puede proclamar su obediencia
a Teodosio, el emperador y principio de autoridad que encarna y
no sentirse solidario en tanto es cristianos, con los actos
reales y concretos de emperador. De la misma forma que se puede
recibir el saqueo de Roma por Alarico, que está en su
plano providencial, a la vez que se puede oponer con alma y
corazón a tal hecho.

Los cristianos y
el Imperio

De esta forma, San Agustín rechaza la
coincidencia entre Iglesia e Imperio, como proponía San
Eusebio y Orígenes. Para San Agustín, la Iglesia no
se opone al Imperio. Recomienda la práctica de las
virtudes cívicas y las responsabilidades políticas.
Esta lejos de oponerse al oficio de las armas. Es preciso estar
animado de un sano patriotismo. Critica a los milenarista, porque
esta tendencia impide obrar por la salvación de la patria.
Si Eusebio dice que el obispo es casi un alto funcionario del
Imperio, San Agustín aconseja que el obispo no debe
cumplir funciones civiles y/o políticas. De la misma
forma, la Iglesia, no subordinándose por completo al
Estado, tampoco puede pedir reciprocidad; es decir, no puede
pedir al Estado sumisión a ella. Dicho de otra forma: en
los asuntos terrenales, debe haber independencia entre ambos. Es
aconsejable y deseable que los funcionarios se inspiren y se
impregnen de cristianismo, pero, en el campo de los asuntos
espirituales, él desea en el fondo, que el imperio se
subordine moralmente a la iglesia.

LA REVOLUCIÓN CRISTIANA

Caracteres:

La importancia del Cristianismo es incomparable. Si se
lo considera como de carácter religioso o divino estamos
frente a la Revelación; si, en cambio, se atiéndela
plano histórico-temporal, entonces, es una
revolución. Con todo, es fundamental no perder de vista
que el cristianismo es antes que nada una
religión.

Es necesario destacar que esta revolución, se
caracteriza por una sustancial modificación del concepto
de divinidad modificación que es compartida, con el
judaísmo. Es decir, a una mitología la sustituye
una metafísica. En efecto, el concepto de divinidad, nada
tiene que ver con los dioses del Olimpo o del Partenón
romano plagado de defecto y limitaciones humanas.

En el caso del Cristianismo se trata de un Dios
trascendente. Otras de las características que presenta,
es la siguiente: _ mediante el Misterio de la Encarnación,
la divinidad se reviste de la naturaleza humana, que es lo mismo
que decir que la naturaleza humana es asumida por la divinidad. Y
esto trae como consecuencia de que para el Cristianismo el hombre
no es un desecho o una cosa sino un objeto de una
redención amorosa que barca a todo el hombre. Y el decir
"a todo hombre", se quiere significar que el Cristianismo acepta
la herencia de los siglos anteriores, el Cristianismo tiene
elementos de continuidad y elemento de ruptura.

Elemento de continuidad:

El Cristianismo tomo ciertos datos de la historia
humana, como fueron los factores favorables a su advenimiento y
expansión, la unificación de todo el mundo conocido
bajo la égida romana, ya que la unidad política fue
una condición favorable que posibilito su expansión
y reconocimiento; va a hacer suyo el pensamiento anterior a el,
sea griego o romano, sobre la familia, sobre la propiedad
privada, sobre el respeto que merecen los otros
estados

Los Cristianos y el Imperio

De esta forma, San Agustín rechaza la
coincidencia entre Iglesia e Imperio. Recomienda la
práctica de las virtudes cívicas y las
responsabilidades políticas. Está lejos de oponerse
al oficio de las armas. Es preciso estar animado de un sano
patriotismo. Critica a los milenaristas, por que esta tendencia
impide obrar por la salvación de la patria. Si Eusebio
dice que el obispo es casi un alto funcionario del Imperio, San
Agustín aconseja que el obispo no debe cumplir funciones
civiles y/o políticas. De la misma forma, la Iglesia, no
subordinándose por completo al Estado, tampoco puede pedir
reciprocidad; es decir, no puede pedir al Estado sumisión
a ella. Dicho de otra forma; en los asuntos terrenales, debe
haber independencia entre ambos. Es aconsejable y deseable que
los funcionarios se inspiren y se impregnen de cristianismo,
pero, en el campo de los asuntos espirituales, él desea en
el fondo, que el Imperio se subordine moralmente a la
Iglesia.

La revolución cristiana

Caracteres:

La importancia del Cristianismo es incomparable. Si se
lo considera como carácter religioso o divino estamos
frente a la Revelación; si, en cambio, se atiende al plano
histórico-temporal, entonces, es un a revolución.
Con todo, es fundamental no perder de vista que, el Cristianismo
es antes que nada una religión.

Es necesario destacar que esta revolución, se
caracteriza por una sustancial modificación del concepto
de divinidad, modificación que es compartida con el
judaísmo. Es decir, a una mitología la sustituye
una metafísica.

En efecto, el concepto de divinidad, nada tiene que ver
con los dioses de Olimpo o del Panteón romano plagados de
efectos y limitaciones humanas.

En el caso del Cristianismo se trata de un Dios
trascendente. Otras de las características que presenta,
es el siguiente: mediante el Misterio de la Encarnación,
la divinidad se reviste de la naturaleza humana, que es lo mismo
que decir que la naturaleza humana es asumida por la divinidad. Y
esto trae como consecuencia de que para el Cristianismo el hombre
no es un desecho o una cosa, sino objeto de una redención
amorosa que abarca todo el hombre. Y el decir "a todo el hombre",
se quiere significar que el Cristianismo acepta la herencia de
los siglos anteriores a él, con sus bondades y defectos,
sublimando lo bueno y encauza o rechaza lo negativo. Entonces, el
Cristianismo tiene elementos de continuidad y elementos de
ruptura.

Elementos de continuidad:

El Cristianismo toó ciertos datos de la historia
humana, como fueron los factores favorables a advenimiento y
expansión; la unificación de todo el mundo conocido
bajo la égida romana, ya que la unión
política fue una condición favorable que
posibilitó su expansión y reconocimiento; va a
hacer suyo el pensamiento anterior a él, sea griego o
romano, sobre la familia, sobre la propiedad privada, sobre el
respeto que merecen otros estados.

Explica en cada acto concreto de la política, sin
que esto suponga que otorgue a cada una de ellos, el
carácter de actos moralmente cristianos. De este modo,
cada cristiano puede afirmar que nada se hace sin Dios, ya que de
El proceden tanto el principio de la autoridad, como la
misteriosa dirección de los acontecimientos; y al mismo
tiempo, puede evitar que el Cristianismo asuma la responsabilidad
por tal o cual acontecimiento o medida que adopte.

Hay que obedecer a u régimen establecido, ya que
la autoridad en si es divina y hay que captar un acontecimiento
que está inserto en un plan providencial, que se nos
escapa para nuestra limitación humana. Así
entonces, todo cristiano puede proclamar su obediencia a
Teodosio, el emperador y principio de autoridad que encarna y no
sentirse solidarios en tanto es cristiano, con los actos reales y
concretos del emperador. De la misma forma que se puede percibir
el saque de Roma por Alarico, que esta en el plano providencial,
a la vez que se puede oponer con alma y corazón a tal
hecho.

LOS CRISTIANOS Y EL IMPERIO

De esta forma, San Agustín rechaza la
coincidencia entre Iglesia e Imperio. Recomienda la
práctica de las virtudes cívicas y las
responsabilidades políticas. Está lejos de oponerse
al oficio de las armas. Es preciso estar animado de un sano
patriotismo. Critica a los milenaristas, por que esta tendencia
impide obrar por la salvación de la patria. Si Eusebio
dice que el obispo es casi un alto funcionario del Imperio, San
Agustín aconseja que el obispo no debe cumplir funciones
civiles y/o políticas. De la misma forma, la Iglesia, no
subordinándose por completo al Estado, tampoco puede pedir
reciprocidad; es decir, no puede pedir al Estado sumisión
a ella. Dicho de otra forma; en los asuntos terrenales, debe
haber independencia entre ambos. Es aconsejable y deseable que
los funcionarios se inspiren y se impregnen de cristianismo,
pero, en el campo de los asuntos espirituales, él desea en
el fondo, que el Imperio se subordine moralmente a la
Iglesia.

LA REVOLUCIÓN CRISTIANA

Caracteres:

La importancia del Cristianismo es incomparable. Si se
lo considera como carácter religioso o divino estamos
frente a la Revelación; si, en cambio, se atiende al plano
histórico-temporal, entonces, es un a revolución.
Con todo, es fundamental no perder de vista que, el Cristianismo
es antes que nada una religión.

Es necesario destacar que esta revolución, se
caracteriza por una sustancial modificación del concepto
de divinidad , modificación que es compartida con el
judaísmo. Es decir, a una mitología la sustituye
una metafísica.

En efecto, el concepto de divinidad, nada tiene que ver
con los dioses de Olimpo o del Panteón romano plagados de
efectos y limitaciones humanas.

En el caso del Cristianismo se trata de un Dios
trascendente. Otras de las características que presenta,
es el siguiente: mediante el Misterio de la Encarnación,
la divinidad se reviste de la naturaleza humana, que es lo mismo
que decir que la naturaleza humana es asumida por la divinidad. Y
esto trae como consecuencia de que para el Cristianismo el hombre
no es un desecho o una cosa, sino objeto de una redención
amorosa que abarca todo el hombre. Y el decir "a todo el hombre",
se quiere significar que el Cristianismo acepta la herencia de
los siglos anteriores a él, con sus bondades y defectos,
sublimando lo bueno y encauza o rechaza lo negativo. Entonces, el
Cristianismo tiene elementos de continuidad y elementos de
ruptura.

Elementos de continuidad:

El Cristianismo toó ciertos datos de la historia
humana, como fueron los factores favorables a advenimiento y
expansión; la unificación de todo el mundo conocido
bajo la égida romana, ya que la unión
política fue una condición favorable que
posibilitó su expansión y reconocimiento; va a
hacer suyo el pensamiento anterior a él, sea griego o
romano, sobre la familia, sobre la propiedad privada, sobre el
respeto que merecen otros estados.

El aporte del estoicismo fue muy importante,
especialmente en lo que se refiere a la interioridad de el
individuo, a su importancia como tal, a la anulación de
divisiones entre los hombres, a la igualdad de todos ellos entre
sí, etc…Es decir, la filosofía, en instituciones,
en avances culturales e ideológicos, el Cristianismo no lo
desechó y no procedió como si todo eso se hubiera
dado o careciese de valor, sino que heredó todo el
esfuerzo humano realizado antes de el.

Elementos de ruptura.

Pero, así como asumió y continuó
con lo que estaba bien, tuvo que modificar o dejar a un lado
aquello que no se conformaba con su visión de Dios y del
mundo.

Con el Cristianismo se introduce un nuevo clima
espiritual; se da un modo de ser distinto. En la antigüedad
hay escritos muy buenos y sublimes sobre temas de moral, por
ejemplo, pero no suscitan deseos de emulación, no
despiertan entusiasmo, por que dan la impresión que
responden más a posturas académicas y postizas; en
cambio el Sermón de las Bienaventuranzas de Jesucristo
contagia, impulsa y vitaliza. Otro caso: el antiguo deber de la
justicia del que tanto hablaron Aristóteles,
Platón, Cicerón y otros más, es superado por
el deber de la caridad.

Además, en la historia pre cristiana, hay puntos
en los que no hay posibilidad de revalorización, ya que
hay una limitación intrínseca para llegar con la
sola luz de la razón, a lo que luego, el Cristianismo va a
enunciar y practicar. Esto obedece, dicen los teólogos, la
incapacidad de la mentalidad pagana para trascender este mundo y
remontarse a una causa trascendente. Por ejemplo,
Aristóteles consideraba como normal y lógica la
esclavitud, como también la incapacidad metafísica
para alcanzar una vida virtuosa –el fin de la ciudad
griega- a los esclavos por naturaleza, y aquellos destinados a
actividades manuales y lucrativas. Otro caso: Cicerón, y
el toda la escuela estoica, que reconocieron y exaltaron el
derecho natural, no pudieron hacer que estos principios tuviesen
su correlato con la vida practica; en cambio, cuando el
Cristianismo aborda este tema lo liga a Dios el Creador del
mundo. Ser trascendente y desde ahí extrae la eficacia
para su normativa.

El aporte
judío

El cristianismo nació dentro de la mentalidad
judía. La idea de un Dios único y trascendente no
existía en la antigüedad grecolatina, sino solo en el
Judaísmo.

Este pensamiento se ha manifestado, tanto en lo
religioso, como en lo intelectual, a través de la ley,
equilibrio religioso por excelencia, donde el pueblo judío
conservaba la revelación de Dios realizada a sus
fundadores.

El aporte judío a las ideas políticas del
Cristianismo, no habrá que buscarlo por el lado
institucional o conceptual, puesto que no hubo pueblo más
preocupado por aquello que no fuese relacionado con Yavhé
que el pueblo judío; sino que tal aporte hay que buscarlo
por el lado de la naturaleza de la autoridad; es decir el sentido
de la autoridad que existía en el pueblo judío.
Efectivamente, para la mentalidad de este pueblo, el tema de la
autoridad, estaba ligado al de su pertenencia a Yavhé. Por
algo tenia coincidencia de ser el pueblo elegido. Y al
considerarse así, era el pueblo de un solo Dios, es decir
monoteísta, puesto que Yavhé había
establecido con sus antepasados, un pacto de mutua fidelidad
religiosa. Por eso se explica que toda preocupación
cívica, fuese secundaria y casi nula en su historia
institucional. Y en esto, se nota la gran diferencia con la
antigüedad clásica, que se ha visto, donde las
preocupaciones de los pueblos y de sus dirigentes giraban en
torno alo político institucional. En cambio, en la
mentalidad judaica, todo esto era superado por su
monoteísmo. En este contexto el rey o la autoridad
ocupaban el lugar de Dios, era su lugarteniente. Y esto
significaba profunda convicción tanto del rey hacia la
comunidad, como de la comunidad hacia la autoridad.

De la autoridad hacia la comunidad: su poder no era
omnímodo, ni arbitrario. Tenia que ser fiel a su
misión, ejerciendo o cumpliendo su
función.

De la comunidad hacia la autoridad: la comunidad
representa a Dios, por eso se le debe obediencia,
respeto.

Sin duda que esta mutua relación, como esta
concepción de la autoridad – función,
será recogida por la tradición cristiana, trayendo
un enfoque totalmente nuevo, que fue mucho más allá
que los clásicos griegos y romanos. En efecto, los
antiguos (Aristóteles, entre ellos) preconizaban la
autoridad como soberana y aséptica con respecto al pueblo
/ comunidad / individuo. Es decir, todo giraba en torno al Estado
que era la única realidad, lo único
importante.

En cambio, para la mentalidad judía y,
posteriormente, para la cristiana, entre autoridad y su pueblo
había como una corriente recíproca de derechos y
obligaciones, que hacen corresponsales a ambos términos de
la misión que les toca. Pero donde, debe haber alguna
preeminencia, debía estar del lado del hombre. Es decir,
es el Estado el que debe estar para servir al hombre. No al
revés. Al revés, era antes. Hasta la Ley llegaba a
aconsejar la resistencia, en las diversas variantes que se
presentaban:

  • a) La "resistencia pasiva": soportar la
    injusticia sin provocar violencia externa, como fue el caso
    de los mártires.

  • b) Por la "vía de los hochos"
    y

  • c) Ejercer la resistencia activa": sublevarse
    contra la autoridad legítimamente constituida, cuando
    ésta se aparta de su finalidad, cuando se convierte en
    tiranía. Con respecto a esto último Santo
    Tomás de Aquino dice:

"hay que decir que el régimen tiránico no
es justo, porque no se ordena al Bien Común, sino al bien
privado del gobernante, como enseña el filosofo
(Aristóteles). Y por esto, la acción contra tal
régimen no tiene razón de sedición, ano
seré que se proceda tan desordenadamente contra tal
régimen, que la multitud venga a sufrir mayor daño
con la perturbación de éste régimen, que el
que sufría antes. El sedicioso es más bien el
tirano que alimenta discordias y rebeliones en el pueblo a el
sujeto, para poder dominarlo mas fácilmente" (II.II, q.62,
a.2, ad.3)

"Hay dos maneras de no resistir al mal: la primera,
consiste en perdonar a injuria personal y puede ser necesaria
para la perfección cuando lo exige el bien de los
demás. La otra, consiste en sufrir con paciencia las
injurias hechas a los otros. Y esto es imperfección o aun
vicio, si es que se puede resistir debidamente al que hace la
injusticia. Por eso dice San Ambrosio: "Es perfecta justicia
defender con la guerra a la patria contra los bárbaros o
proteger a los débiles en el país". Y el
Señor manda: "No reclames lo no que no es tuyo". Sin
embargo si uno no reclamase, pudiendo hacerlo, lo que es de los
otros, pecaris. Y es que puede muy bien el hombre dar lo que es
suyo, pero no lo ajeno. Mucho menos podemos desinteresado de las
cosas de Dios, pues, como dice el Crisóstomo. "es una gran
impiedad no preocuparse por las injurias hechas a Dios" (II, II,
188)

La primicia de la
persona humana

El Cristianismo sostiene que el hombre no siempre puede
aceptar todo lo que el Estado le proponga o imponga, sino que
pretende que deje de lado, peligrosas relaciones de
subordinación y rechace todo intento de absorción.
En este sentido, afirma que todo hombre tiene derechos inherentes
a su vocación trascendente, que la tiene por propia
libertad, con l ayuda de dios.

Es decir, el hombre, antes era parte de un todo,
llámese pólis o Imperio. Ahora, en cambio, sigue
siendo parte, pero con valor propio. Vale por lo que él
es; no por ser parte de un todo. De esta forma, nace una nueva
parte del Derecho que concierne a las relaciones del estado con
sus individuos o colectividades. Es lo que se llama el "derecho
relacional", en contraposición al Derecho
constitucional.

La
revolución cristiana y el Derecho
constitucional

La revolución cristiana cambia radicalmente el
sentido de las preocupaciones políticas.

En efecto, entre los antiguos, estas preocupaciones eran
esencialmente constitucionales, dado que el problema principal
era la determinación del mejor régimen, para el
Cristianismo la existencia temporal no es más que
preparación y encadenamiento para la vida futura, la que
realmente tiene importancia. Por lo tanto todo aquello
relacionado con la vida en este mundo es, por eso mismo,
secundario. Un caso concreto, es e referente a la
organización política. Pero, sería una
conclusión errónea afirmar que el Cristianismo
sostiene la indiferencia por las cuestiones cívicas o
políticas. Lo vimos antes, al ver esta una
situación parecidas a las primeras comunidades y el
llamado al orden de parle de los primeros apóstoles.
Además, gran parle de los autores cristianos
extraían precisamente de su religión la
inspiración y argumentos para sus escritos
políticos. Aun más: Se puede afirmar que el
Cristianismo hace por lo menos dos aportes esenciales, sobre el
plano constitucional y que dominarán por varios siglos y
que continúan vigentes hasta nuestros días. Dicho
aporte son:

1º) La idea de unidad humana, reflejo de la unidad
divina: El conjunto de lodos los hombres forma un todo moralmente
coherente y orgánicamente institucionalizable.

2°) La idea de la dualidad de lo espiritual y de lo
temporal, no solamente como principio de vida personal, sino como
principio de organización colectiva. Esta
conjunción reclama, para cada una existencia de una
comunidad organizada. Habrá que distinguir dos sociedades
una política y otra religiosa. Y estas dos sociedades son
estructuras constitucionales nuevas.

A su vez estos aportes traen como consecuencia las
siguientes cuestiones:

* una nueva noción de Humanidad.

* la existencia práctica de esta
dualidad.

* la conciliación de los elementos de la
dualidad.

Una nueva
noción de humanidad

La idea de unidad humana no está ausente en las
ideas políticas de la antigüedad, pero aparece
incompleta y desempeña un papel secundario.

Para Aristóteles, quizás el mejor
interprete del pensamiento político clásico, la
unidad se logra en la polis. El hombre está hecho para
vivir en ella y ella es la unidad viviente. Geográfica,
demográfica y políticamente reducida, su
perfección está en su medida y arranca de su
relativa exigüidad. Una ciudad demasiado grande donde no se
conozcan entre todos y cuando estando reunidos no puedan
escucharse, dejaría de ser lo que es porque todo exceso en
extensión presenta el riesgo de una
desnaturalización.

Sin duda, Aristóteles vio mas allá de la
simple ciudad.. Concibió una federación de ciudades
helenas. Por otra parte, la ciudad permanece como
célula-madre, es decir, no pierde su identidad como
ciudad, como es logice en una federación, donde los
elementos federados son más importantes que el elemento
federalizador. Por otra parte, Aristóteles, excluye de
esta federación a las comunidades bárbaras, como
también excluye de las ciudades griegas, a los
bárbaros que ocupan dentro de ella situaciones de esclavos
o Jornaleros.

Para Romanos, la unidad que concibieron fue la unidad de
conquista: someter al mundo mediterráneo y quitar a los
bárbaros lo que era necesario para la protección
del Imperio. Al extranjero se lo considera susceptible de ser
sometido y luego admitido, pero en una situación
subordinada, cuando no servil.

Los estoicos sin duda tuvieron una idea de unidad
más profunda con su noción de cosmopolitismo. Come
decíamos arriba, Cicerón había concebido la
existencia de un derecho natural igual en Atenas, en Roma o en
Galia. Pero este pensamiento no fue captado, ni mucho, menos
aplicado. No hubo en Roma igualdad Jurídica ni igualdad
civil para todos.

Por todo esto, la transformación introducida por
el Cristianismo es extremadamente profunda y decisiva no admite
ninguna diferencia de naturaleza entre los hombres. Puede haber
diversidades accidentales de situación (nacionalidad,
raza, riqueza, inteligencia, etc.) pero no las hay en cuanto a la
humanidad. En este sentido. San Pablo es bien explícito
cuando escribía a los cristianos de la iglesia de
Colosas:

"No hay ya más judíos ni gentiles,
circuncisos o incircuncisos, bárbaros ni griegos, esclavos
ni hombres libres, porque Cristo lo es todo en todos"
(Col
3,11).

Las tres divisiones clásicas de los hombres, que
se dieron en el mundo antiguo (la división entre los
judies circuncisos o gentiles; la de los griegos, helenos o
bárbaros y la mas común en todas partes: libres o
esclavos, desaparecen ante esta renovación integral que
aporta el Cristianismo.

A su vez, la supresión de tales barreras, trae
aparejada, en consecuencia, la realización de la unidad.
El mismo San Pablo a los cristianos de Corinto les
decía:"Hay muchos miembros, pero todos ellos forman un
solo cuerpo" (Cor., la. 12,3).

Más tarde, para significar este concepto, el
vocabulario cristiano tomara la palabra "Humanitas". Este termino
del latín clásico, significaba la "communio
sanguinis", como la había usado Cicerón en su
discurso Pro Roscio, es decir,, la similitud de naturaleza
fisiológica existente entre los miembros de la especie
humana. Además, este término "Humanitas",
significaba también, las virtudes de la suavidad y de la
benevolencia, en consideración hacia quienes participaban
de la naturaleza humana, como también, significaba, como
hoy, los estudios liberales (las llamadas "Humanidades") que
favorecen la adquisición y el ejercicio de estas misma'
virtudes de suavidad y benevolencia hacia nuestros
congéneres.

En cambio, para el léxico cristiano, el vocablo
"humanitas", significaba "no la dulzura ni la clemencia sino todo
el género humano" como decía San Jerónimo
este nuevo significado, dado a este vocablo, confirma la novedad
del aporte cristiano a la noción de humanidad. En
razón de los lazos espirituales, de la identidad del
origen y de una comunidad de destino, los hombres ya no
están aislados o fraccionados en grupos cerrados o
en

Naciones aisladas.

Una comunidad única y universal, fundada por el
propio Dios, realiza la mayor de las universalidades. Lo
lógico es entonces, que la humanidad sea
jurídicamente una, al igual que lo es espiritualmente, que
esté sometida a una sola ley y a un mismo gobierno, que
constituye la primera de esas "universitates" ya imaginadas por
el derecho romano y cuya noción alcánzala una
importancia tan grande en la Edad Media.

La dualidad
político-religiosa

El Cristianismo al crear la noción de
"humanidad", reúne todo en Dios, su fundador; y los
discípulo inmediatos, poco a poco, fueron obligados -por
las circunstancias- a delimitar lo que provenía
directamente de Dios y aquello que, por el contrario,
correspondía a las contingencias humanas.

El Cristianismo después de haber afirmado la
unidad de la humanidad, después de haber dado a entender
que un principio único de organización debía
presidir a ésta, añade que existe competencia de la
autoridad religiosa en ciertos casos y, en otros, competencia de
la autoridad civil.

Esta distinción entre el campo de lo
político y el campo de lo religioso o eclesiástico,
es la base de todo e Derecho Público moderno, y que no es
sino la actualización de lo indicado por el mismo Cristo,
cuando distinguió las cosas referentes al César y
las pertenecientes a Dios.

En la antigüedad, el poder es, por esencia,
ilimitado, incluso tratándose de una democracia. El Estado
podía tener diversas formas, pero siempre fue totalitario.
Tiene el derecho de mandar en todo. Por principio, su
poderío no esta constreñido por ningún
limite. La explicación filosófica, la ha dado el
mismo Aristóteles. La existencia del todo, es anterior y
superior a la de las padres, por eso, entonces, que no hay nada
más ajeno a pensamiento político antiguo, que la
noción de derecho individual, como nada mas natural que la
noción de subordinación del Estado. Y esta
subordinación incluye la religión, como una
institución del Estado. En efecto, no hay más que
un solo "imperium"; el "jus sacrum" formó parte del "jus
publicum". En este sentido, viene bien acordar la
afirmación de aquel estudioso de estas cuestiones, Fustel
de Coulanges, cuando escribía: "La Ciudac antigua
había sido fundada sobre una religión y estaba
constituida como una iglesia"."

No hay que perder de vista este punto de partida, de
origen Fundacional -el señalado por F.de Coulanges para
comprender la importancia, verdaderamente revolucionaria del
Evangelio. Cuando Jesucristo les dice a los fariseos: "Entonces,
dad al Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios", no estaba diciendo sino que el Cesar poder temporal, tiene
derecho a reclamar y de obtener, pero que, en oposición a
todo pensamiento antiguo, hay otras cosas que se reserva Dios. Lo
mismo sucede cuando, en otro pasaje del Evangelio, un hermano se
presenta ante Jesús y le pide que diga a su otro hermano,
que divida con el la herencia. Ante este pedido, Jesús lo
larga frió al peticionante, manifestándole que El
no vino para reglar esa clase de cuestiones.

En realidad, la respuesta que da Cristo en estas dos
oportunidades, va mucho mas lejos: Jesús entiende que se
han de respetar, igual que para los impuestos, las competencias
jurisdiccionales, legal o habitualmente establecidas. El, a quien
se atribuye y se atribuye a Si mismo, el titulo de Mesías
de Israel, no pretenda desempeñar funciones de justicia
civil, que pertenece al César y a sus
delegados.

Un dualismo fundamental se opone así al
régimen totalitario de la antigua Ciudad. Hay
división entre dos sistemas de vida y entre dos poderes.
El poder politice tiene su dominio en lo temporal; es decir, el
gobierno de los intereses presentas de la vida humana, con las
correspondientes sanciones materiales. En contraposición,
e poder religioso se ejerce sobre lo intemporal. Se refiere a las
relaciones entre los hombres y Dios. Su dominio es de lo
espiritual, el gobierno de los intereses eternos, de las almas,
con los medios de santificación y, también de
sanciones apropiadas queden si mismas no son de carácter
material.

La armonía
de las dos ciudades

La dualidad de lo espiritual y de lo temporal, reflejo
de la doble naturaleza y del doble destino del hombre da a lugar
-como consecuencia- a la existencia de dos instituciones
distintas, que llamaremos, una "política" c "temporal" y
otra, "religiosa" o "espiritual".

La Iglesia, en tanto que comunidad espiritual y moral
organizada, tiene una vocación mas extendida que el,
Estado, puesto que reivindica la dirección .de toda
humanidad. Toma ella misma, su,, puesto –es el derecho
constitucional, como sociedad que es, con su estructura y su
constitución. Además modifica radicalmente el
dominio del Estado, puesto que el individuo cristiano, ya no
pertenecerá sólo a él.

El Estado antiguo, según la imagen que de
él se hacen algunos escritores fascistas del siglo XX, e'
poliédrico. En ese Estado de varias dimensiones, el
individuo se encuentra encerrado por todas partes. E Cristianismo
rompe uno de sus lados y lo abre por el costado del cielo. En
adelante, como ocurría con la Ciudad antigua, el hombre ya
no puede estar encerrado en ella! necesariamente se sale de ella
hacia lo trascendente.

Pero, al mismo tiempo que el Cristianismo introduce la
idea de un Estado que no podrá bastarse a s mismo, ni
bastar al individuo (concepción en la que se
detendrá el individualismo moderno), crea otra sociedad
legitima, sin duda, desde su punto de vista, pero exigente. La
comunidad religiosa forma, en relación al Estado un todo
autónomo y homogéneo; más homogéneo
incluso que el Estado, porque es, en espíritu y verdad, un
organismo vivo, del que San Pablo, retomando una idea esbozada
por liatón, pero sublimándola, ha constituido la
doctrina del Cuerpo Místico.

Así, de una parte, el individuo se encuentra
liberado espiritualmente del estado, pero por otro lado, se ve en
el plano religioso, integrado en otra sociedad invisible y
visible, a la vez. Será atraído
simultáneamente por do; T organizaciones, no digamos
opuestas, sino distintas: una política y otra
religiosa.

No es de extrañar, entonces, que en lo sucesivo y
casi por un milenio, la cuestión que plantea esta dualidad
y las tensiones que origina, se convierta en un problema
capital

El agustinismo
político

En "La ciudad de Dios", reiterando lo dicho, San
Agustín describe que necesariamente existen en dos
ciudades: la del Bien y la del Mal; que ambas están
constantemente en ludia, que la vida presente es un combate
diario y que la paz perpetua no puede darse sino en la vida
futura. Y explica así sus orígenes:

"Dos amores han construido dos ciudades; el amor hacia
si mismo, llevado hasta el desprecio de Dios: la Ciudad terrenal;
y el amor de Dios, llevado hasta el desprecio de si mismo: la
Ciudad de Dios. Una se glorifica en si, la otra en el
Señor. Un pide su gloria a los hombres, la otra deposita
su gloria mas querida en Dios, testigo de su conciencia. Una con
el orgullo de su gloria, avanza con la cabeza erguida; la otra
dice a su Dios; "Vos sois su gloria y sois yergue mi cabeza".
Aquella en sus jefes y en sus victorias sobre las otras naciones,
a quienes cometen, se deja dominar por su pasión de mando.
Esta nos muestra ciudadanos unidos en la caridad, servidores
mutuos uno de otros, gobernantes tutelares. Súbditos
obedientes" (Libro XIV, Cáp.23).

Esto texto prueba lo que ya se dijo: \p debe
confundirse la Ciudad humana con el Estado, ni la Ciudad de Dios
con la Iglesia Esta, última es la comunidad cristiana, que
implica también una organización temporal de
estado, conforme a las leyes del Evangelio.

Por otra parte, a todo lo largo de sus escritos, San
Agustín demuestra plena confianza en el emperador
cristiano. Se guarda cuidadosamente de no identificar al Estado
con la Iglesia. Discierne con claridad el carácter
legitimo de las instituciones políticas. Proclama el papel
que Dios ha querido atribuirles, para mantener el orden y afirma
la necesidad de someterse a él para obedecer los designios
providenciales, incluso cuando los reyes con. Emperadores sean
apóstatas o paganos.

Sin embargo, la concepción ministerial21 del
poder temporal trae, como consecuencia de la
cristianización del .Imperio, la calificación del
bien y del mal como virtud o como pecado. El ministerio religioso
del que estar investidos los reyes y emperadores cristianos, los
hace caer bajo la obediencia de los Pastores de la Iglesia. La
distinción sigue siendo, con todo, poco clara.

Sesenta años después de la muerte de San
Agustín, el Papa Gelacio, en su celebre Decretal22
distingue tan claramente como San Agustín, las dos
jurisdicciones: la temporal y la espiritual, con estas
palabras:

"El origen de la separación de los poderes
temporales y espirituales, deben buscarse en el ordenen mismo
establecido por el divino Fundador de la iglesia. Pensando en la
debilidad humana, tuvo buen cuidado de que las dos potencia
estuvieran separadas y que cada una permaneciese en el dominio
particular que le fue atribuido".

"Por su parte, los sacerdote deben atenerse a aquello
que los príncipes establecieron, pura que lodo lo que se
relaciona con los acontecimiento temporales, de tal forma que el
soldado de Cristo no se inmiscuya en las cosas de este mundo y
que el soberano no se inmiscuya en las cuestiones
religiosas".

Divididos así los poderes, deben estar atentos a
que ni uno ni otro, puedan atribuirse una fuerza prepotente y a
que cada uno se mantenga fiel a la misión que le ha sido
atribuida.

Lógicamente, descartando toda ambigüedad y
rechazando toda confusión, esta doctrina es la que
debería llevar el nombre de Agustinismo político.
Sin embargo, es a la corriente confusionista de la Edad Media, a
la que actualmente se le ha reservado este apelativo, de modo que
es preciso tener bien presente estos conceptos. Esta corriente
confusionista intelectual, procedente de la revolución
cristiana, pero que exagera algunas de sus tendencias, deroga la
distinción entre el derecho natural y la justicia
sobrenatural, entre lo temporal y lo espiritual entre lo
político y lo religioso, entre la Iglesia y el Estado.
Todo se encuentra absorbido por el ideal de una única
comunidad cristiana, la "república cristiana" medieval,
situada bajo el condominio de dos autoridades soberanas,
espirituales y temporales, los Papas y los
Emperadores.

Los comienzos de esta desviación se remontan, al
parecer, al Papa Gregorio VH (1073"1085) llamado el Magno, gran
reformador de la Iglesia. En su actitud, considerada como primera
manifestación de este desvianismo, hay una especie de un
desdoblamiento de actitudes: Por una, el respeto debido a los
poderes establecidos al emperador se mantiene. Gregorio
multiplica los testimonios de respeto a Mauricio poderoso
emperador romano de Oriente; pero, por otra parte, ya la
influencia de poder sacerdotal se afirma en los reinos
bárbaros, débilmente institucionalizados.
Así, por ejemplo, escribe este Gregorio Magno a
Childerberto

"Ser rey no tiene nada en si nada de maravilloso, puesto
que otros tambien lo son. Lo que importa es ser un rey
catolico"

la funcion religiosa del soberano se convertirá
asi, tanto para el Papa como para los teologos, en la razon de
ser de la realeza. De ellos se desprenderá logicamente una
sujeccion directa a la autoridad religiosa. Y esta actitud llene
su explicación: Mientras existió un" Estado' romano
fuertemente establecido, había peligros de choques entre
ambos poderes, sólo si es que el poder espiritual osaba
sobreponerse al temporal. Pero, no había confusión
de roles.

"Todo cambió; cuando se desmembro y
desapareció el Imperio. Electivamente, con la
instalación de los bárbaros, no solamente se
desvaneció el Estado único y poderoso, sino que
también cayó la misma noción de
Estado.

En los pueblos bárbaros no existía ninguna
noción comparable a lo que había sido para un
griego su ciudad o para un romano el Imperio. La Iglesia, que se
institucionalizaba con todo el vigor y con toda la disciplina que
lo prestaba el régimen romano, encontraba un campo
más que favorable para afirmar su supremacía, un
amplio espacio político, pues la autoridad terrena del
emperador ha dejado de ocuparlo, porque ya no
existía.

Al mismo tiempo que, de hecho, desaparecía la
estructura terrena de la autoridad, la noción de Estado
como sociedad independiente, fundada en el derecho natural, se
esfumaba en las confusiones de lo espiritual y de lo
temporal.

El poder político, en la medida en que conservaba
alguna consistencia, extraía su fuerza de su -ahora
carácter religioso. Aparecía como "creado para
alcanzar el fin que, en otro plan, reclamaba la Iglesia". No se
trataba ya de una autoridad independiente y soberana (la del
Estado), de una magistratura que se imponía a todos lo que
ella es, tanto a los cristianos, como a los otros, para el bien
temporal. Tal institución -dentro de su autonomía
– había dejado de existir, para transformarse en
órgano casi eclesiástico.

 

 

Autor:

Gabriel

 

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter