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La tercera vía latina




Enviado por Petronio Recalde



  1. Resumen
  2. Crecimiento Económico
  3. Sustentabilidad
    Económica
  4. Equidad Económica
  5. Tiempo
    y espacio
  6. Un
    espacio democrático
  7. Mirando al futuro
  8. Economía o
    Política
  9. Una
    última tarea
  10. Bibliografía

Resumen

Como si fuera una nave sin brújula, cuyo timonel
ignora en qué dirección se encuentra su puerto de
destino, América Latina ha permanecido navegando a la
deriva en las aguas de un sinuoso proceso que ha tenido dos
fases: la primera se inició con la crisis financiera de
1982 bajo el nombre de Neoliberalismo; y, la segunda fase
surgió en Venezuela a fines del siglo veinte bajo el
nombre de Socialismo del Siglo XXI.  

Las dos fases forman parte de un mismo proceso, por
cuanto la segunda nace como consecuencia directa de los errores
cometidos en la primera. Hasta antes de que ese proceso se
inicie, los países latinoamericanos habían
intentado encontrar una puerta para escapar del subdesarrollo.
Pero esa búsqueda fue abandonada por la urgencia de pagar
la deuda externa primero y cubrir los déficits fiscales
después.  

Hoy, cuando ya ha transcurrido más de una
década en el siglo XXI, América Latina permanece
aprisionada en ese proceso; porque ni el Neoliberalismo -que
consiguió mantener un monopólico poder a nivel
gubernamental por cerca de veinte años- ni el Socialismo
del Siglo XXI -que ya lo ha reemplazado en varios países-
han logrado abrir alguna puerta que nos permita escapar del
subdesarrollo.

La Tercera Vía Latina -cuyas bases
teóricas se exponen en el libro "Una brújula para
América Latina" del ecuatoriano Alfredo Vergara- enfrenta
el reto de construir ese camino que nos conduzca hacia el
desarrollo económico. En ese escenario, el "desarrollo" no
es un concepto, como asumen las doctrinas tradicionales, sino que
es un proceso que empieza a gestarse cuando en un país
coinciden, como en un trípode, las siguientes tres
condiciones: crecimiento económico; sustentabilidad
económica y equidad económica. 

Desde luego, como en cualquier trípode, ninguna
de sus columnas puede ser más pequeña o menos
solida que las otras dos, porque entonces todo el trípode
tambalea. Lo anterior significa que la política
económica jamás debe sacrificar la fortaleza de una
de esas columnas en beneficio de cualquiera de las otras dos. Por
lo tanto, la Tercera Vía Latina deberá ser
construida de manera continua, simultánea y
gradual. 

Crecimiento
Económico

En los textos de economía -la mayoría de
los cuales han sido escritos en y para el primer mundo- el
crecimiento de un país se establece en base al mayor o
menor valor que tengan los bienes y servicios que en un
año hayan sido producidos en ese país. Ese valor
usualmente se designa con el nombre de Producto Interno Bruto:
PIB. No obstante -como se demuestra en el libro citado- en el
Tercer Mundo existen seis realidades que invalidan equiparar el
crecimiento de un país con el valor de su PIB; incluyendo
aquella cruel paradoja gestada por los emigrantes que huyen del
desempleo, pero cuyos envíos de remesas a sus familias,
ciertamente hacen crecer el PIB del país del que
huyen.

La Tercera Vía enfrenta esa realidad y resuelve
esa paradoja al utilizar el nivel de empleo como el verdadero
parámetro que determina el crecimiento de una
economía. Desde luego, para cuantificar el nivel de
empleo, no es suficiente calcular el número de gente que
trabaja, sino que el análisis también debe
incorporar los aspectos relevantes a la eficiencia y
productividad laboral; así como las políticas
tendientes a la generación de fuentes de trabajo y de
puestos de empleo, que se adapten en la práctica a las
condiciones concretas de cada país.

Esas condiciones, en América Latina, suelen
presentarse en el lado opuesto de aquellas que caracterizan al
primer mundo. Así, mientras en el mundo industrializado se
tiende a crear grandes empresas o fábricas, invirtiendo en
ellas una gran proporción de bienes de capital a ser
operados por el mínimo número de empleados que sea
posible; en nuestros países predomina la situación
inversa. Como lógico resultado, las empresas del primer
mundo alcanzan una muy alta productividad en relación al
número de sus trabajadores; no en relación a su
abundante capital. Es esa productividad relativa la que se
refleja en su estructura de precios; en la cual un alto nivel de
sueldos y salarios, se complementa con un reducido costo del
capital y con bajas tasas de interés.

En contraste, en Latino América, la carencia de
capital y la abundancia de mano de obra, generan una baja
productividad de sus trabajadores y un paupérrimo nivel
salarios. Para tratar de revertir esa visible realidad, tanto el
neoliberalismo latino como el socialismo del siglo XXI,
patrocinan el establecimiento de un gobierno filantrópico,
proteccionista e intervencionista: los neoliberales, para que ese
gobierno subsidie la inversión de capital y así
aumente la productividad de los trabajadores y el nivel de sus
salarios; y, los socialistas del siglo XXI, para que ese
incremento de salarios se produzca de manera directa, por
intermedio de un decreto presidencial, estableciendo salarios
mínimos o repartiendo bonos.

Pero la Tercera Vía considera que ninguna de esas
políticas podrían generar fuentes de empleo de
manera sustentable. Y es que, ni el neoliberalismo ni el
socialismo del siglo XXI, acogen la realidad económica de
nuestros países; realidad que se fundamenta en una
estructura productiva que funciona de manera independiente al
gran capital y a la acción de sus gobiernos. Esa realidad,
además, se refleja en los millones de obreros y artesanos
que, con una inversión mínima, fabrican sus
productos trabajando de manera individual o agrupados en
pequeñas unidades; que logran crear redes comerciales y
sistemas de organización productiva, en niveles más
eficientes y flexibles que el de los sistemas industrializados;
que casi sin tener contacto con la burocracia local o nacional,
logran comerciar con eficiencia sus productos; y, que su
decisión de cuanto, cuando, donde y que producir, no se
basa en algún conocimiento teórico del mercado,
sino en la percepción directa de las necesidades de su
entorno.

Ante esa realidad, la propuesta de la Tercera Vía
a favor de la creación de empleo, se sintetiza en la
apertura de un mercado en el cual el Estado no limite ni penalice
el funcionamiento formal o informal de todas esas medianas,
pequeñas y micro empresas que, sin dádivas pero con
autonomía y eficiencia, logran generar en promedio,
más de las cuatro quintas partes del empleo
total.

Sustentabilidad
Económica

La sustentabilidad es un concepto que aún no ha
sido definido en los textos de la economía convencional;
pero en el contexto de la Tercera Vía, para que un
país tenga una economía sustentable debe cumplir
por lo menos dos requisitos: el primero es que las variables que
obedecen a las políticas monetaria, fiscal, financiera y
cambiaria -es decir, el nivel de precios, déficits, tasas
de interés y tipos de cambio– no sobrepasen un determinado
nivel; el segundo requisito es que, esos índices y esas
tasas, logren mantenerse por debajo de su nivel máximo en
el largo plazo. Para lo cual, a su vez, se requiere mantener una
adecuada expansión del mercado nacional y regional, a
través de los mecanismos de integración comercial y
de unidad económica. 

Estos dos requisitos -la estabilidad de los
índices macroeconómicos y la expansión del
mercado- se cumplirían casi automáticamente si se
logra crear una moneda común: el Peso Latino.
Este aserto se basa en el hecho de que -como se demuestra en el
libro citado- si varios países adoptan una moneda
común y un único banco central, ya no se
podría imprimir dinero sin respaldo y, por lo tanto,
quedarían sepultadas las viejas políticas
inflacionarias y devaluatorias que han sido tan burdamente
utilizadas por la mayoría de nuestros
gobernantes.

Por otro lado, la creación del Peso Latino
aseguraría la formación de un sólido y
expansivo mercado latinoamericano, sin que sea necesario negociar
ningún acuerdo de integración comercial, como
aquellos publicitados en las pomposas y estériles cumbres
presidenciales tantas veces reunidas a lo largo y ancho de
nuestro continente.  Así, crear el Peso Latino
garantizaría la sustentabilidad económica de
América Latina. Pero para  crearlo, la Tercera
Vía propone construir un atajo más corto que el
que, por más de medio siglo, tuvo que transitar Europa
antes de crear el euro. Este atajo, cuya maqueta ya está
ensamblada en el Capítulo 16 del mencionado libro,
consiste en lograr que algunos países -además de
Panamá, Ecuador y El Salvador, que ya lo han hecho-
adopten temporalmente al dólar como su moneda oficial;
para luego de unos años, cuando sus economías ya se
hayan acoplado, substituir en conjunto ese dólar -puesto
en calidad de reservas- en respaldo monetario del nuevo Peso
Latino.

Gran parte de ese atajo, desde luego, ya ha sido
recorrido por la mayoría de los países
latinoamericanos que utilizan dólares para pagar su deuda
externa; para preservar sus divisas; para recibir la
inversión externa; para pagar importaciones y cobrar
exportaciones; para contabilizar los contratos de largo plazo,
externos e internos;  y, para viajar por el mundo por
negocios o por placer. La creación del Peso Latino,
entonces, no se limita a posibilitar la sustentabilidad
económica como una de las columnas que sostienen al
desarrollo económico propuesto por la Tercera Vía;
sino que también lograría fecundar la unión
y unidad de América Latina. 

Equidad
Económica

La equidad económica es la tercera columna que
sostiene el proceso del desarrollo y es la que más
claramente refleja el abismo conceptual que separa a la Tercera
Vía Latina del pensamiento económico
tradicional.

En efecto, la principal controversia que persiste entre
las diversas escuelas del pensamiento económico
convencional, es la que trata de dilucidar cuales son las
actividades y grupos humanos que ameritan absorber los beneficios
de la política económica.  Para el capitalismo
-ya sea en su versión clásica, liberal o
neoliberal- esas actividades son las que están orientadas
a lograr un mayor nivel de producción y productividad.
Así, el objetivo de la política económica,
es el de incentivar al hombre en su condición de
empresario y de productor.

 Por otro lado, para el socialismo -ya sea en la
versión comunista del siglo XX o socialista del siglo XXI-
las actividades que ameritan tener una mayor atención o
preferencia por parte del Estado, son aquellas destinadas a
satisfacer la demanda de bienes y servicios de la mayoría
de la gente. Así, el objetivo de la política
económica socialista, se reduce a tratar de satisfacer al
ser humano en su condición de consumidor.

La Tercera Vía Latina no interviene en esa
controversia porque -tal como el libro citado lo demuestra- para
esta nueva filosofía económica, el ser humano es un
ente único e indivisible; dentro del cual no pueden
separarse sus funciones ni sus instintos de producir y consumir.
En ese contexto, entonces, tanto el Neoliberalismo como el
Socialismo del Siglo XXI, son igualmente inequitativos, por
cuanto ambos tratan de mutilar una de esas dos funciones del ser
humano. Asimismo, como ambas doctrinas intentan beneficiar solo
una de esas funciones a expensas de la otra; en ambos casos sus
políticas atentan contra la equidad y el desarrollo
económico; desarrollo que, para la Tercera Vía,
también constituye un proceso único, aunque en cada
país deba ser observado y analizado desde diferentes
ángulos e, incluso, a la luz de diferentes
circunstancias.

Tiempo y
espacio

El principal objetivo de la Tercera Vía Latina es
el de ayudar a construir el proceso del desarrollo
económico y las tres columnas que lo sostienen. Pero
construir ese objetivo, desde luego, requiere tiempo y
espacio.

El factor tiempo no tiene ninguna importancia para el
neoliberalismo latino ni para el socialismo del siglo XXI, porque
esas dos doctrinas en la práctica manejan un solo
instrumento de política económica: el Decreto
Ejecutivo
; el cual puede ser implementado y legalizado de un
solo plumazo. En el caso del neoliberalismo latino los
Decretos Ejecutivos han sido profusamente utilizados
para canalizar los recursos del Estado a favor de ciertos grupos
empresariales que -de acuerdo a esa doctrina- son los que tienen
una mayor "rentabilidad económica". En el caso
del socialismo del siglo XXI, los Decretos Ejecutivos
que confieren y centralizan todo el poder en un Jefe de Estado,
han tenido diferentes nombres: "Ley Habilitante" en
Venezuela, "Mandato de plenos poderes" en Ecuador y
"Ley Corta" en Bolivia.

La primera "Ley Habilitante" de la que se tiene
conocimiento fue emitida el 23 de marzo de 1933 en la Alemania
Nazi, con el nombre de "Ermachtigungsgesetz"; siendo su
objetivo el de conferir a Adolfo Hitler -que había sido
inicialmente elegido en comicios democráticos- la facultad
de emitir leyes, suprimir los órganos de control
autónomos y concentrar en sus manos los tres poderes del
Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. La
única diferencia entre esas dos Leyes, es que la
de la Alemania Nazi fue emitida para que tenga una vigencia
inicial de 48 meses, aunque duró hasta el suicidio de
Hitler, 12 Años después; mientras que en Venezuela,
Bolivia y Ecuador, inicialmente esa Ley fue emitida para
que tenga una vigencia de solo 18 meses.

Pero como en el contexto de la Tercera Vía la
política económica no se ejerce a través de
"Decretos Ejecutivos" o "Leyes Habilitantes",
sino a través de la construcción y posterior
mantenimiento de las columnas que sostienen al proceso del
desarrollo económico; el factor tiempo si tiene una
importancia fundamental. Y es en base a la importancia que tiene
ese factor, que la Tercera Vía concibe el desarrollo
económico como una política permanente del Estado;
no como una Ley que tenga que ser concebida y ejecutada cada vez
que cambia el gobierno de turno.

Un espacio
democrático

A pesar de que la Tercera Vía Latina es una
doctrina netamente económica, para construir sus objetivos
requiere disponer de un espacio que sea social y
políticamente democrático. Pero trazar los
límites que deben configurar ese espacio, no es una tarea
fácil en América Latina donde el concepto de
Democracia, tiende a estar altamente contaminado por la
ideología de quien lo emita. Sin embargo, Oscar Arias
-Premio Nobel de la Paz y ex Presidente de Costa Rica– logra
esterilizar el concepto de Democracia de su contenido
ideológico, al definirla como "un juego en el que
deben cambiar los jugadores, pero no las reglas."

De acuerdo a esa definición, entonces,
ningún gobierno puede llamarse
democrático, si es que en su Constitución
no se encuentran inscritos al menos dos mandamientos imperativos
e inextinguibles: la alternancia presidencial y la independencia
de poderes. El primer mandamiento -la alternancia- impide que el
gobernante sea atrapado por esas feas ansias de vanidad y
perpetuidad que parece atacar a la mayoría de los que
llegan al poder. En este aspecto, la Constitución de
Honduras nos brindó un magnífico ejemplo
democrático en enero del 2010, al destituir a Zelaya. El
segundo mandamiento -la independencia entre los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial- tiene por objetivo impedir que
alguna otra "Ley Habilitante" -ya sea nazista o
ya sea socialista- vuelva a concentrar el poder en manos
de algún otro sátrapa; a destruir la
autonomía institucional y de fiscalización
pública; y, a mancillar nuevamente la democracia
latinoamericana.

Son esas dos sencillas reglas o mandamientos, las que
democratizan el poder político; preservan la estabilidad
jurídica y económica; incentivan el surgimiento de
nuevos emprendedores e inversionistas, medianos, pequeños
y grandes; garantizan el ejercicio de la libertad de prensa y de
opinión; activan la transparencia y rendición de
cuentas en el uso y gasto de los recursos públicos; abonan
a la paz en el convivir ciudadano; y, sobre todo, abren el
espacio democrático que requiere la Tercera Vía
para ser puesta en práctica. Y ese es el espacio que
requiere la Tercera Vía, porque el proceso del
desarrollo económico que propone, no puede construirse en
base a los decretos o a la exhortación de ningún
gobierno -por muy autoritario o muy popular que sea- sin el
consentimiento y participación voluntaria de la
mayoría de la población.

Mirando al
futuro

Hasta hoy la Tercera Vía Latina solo constituye
una maqueta en la cual se han delineado las tres columnas que
sostienen el proceso del desarrollo económico; proceso que
ha sido diseñado en base a las características
generales y a las condiciones propias de cada país
latinoamericano. En consecuencia, en esa maqueta deberán
ser integradas las circunstancias específicas de cada
país. Así, la tarea que nos queda por hacer se
circunscribe -pero no se limita- a determinar en nuestro entorno,
cual es el potencial de las cuatro principales políticas
económicas que, en la mayoría de nuestros
países, aún tienen vigencia práctica: la
política financiera, la política monetaria, la
política comercial y la política fiscal; aunque no
necesariamente en ese orden.

El potencial de esas cuatro políticas, a su vez,
deberá ser valorado en nuestro propio país y en
base a la influencia que cada una de ellas pueda ejercer sobre
las tres columnas que forman el trípode en cuya plataforma
se asienta el proceso del desarrollo económico. Esas
columnas -crecimiento, sustentabilidad y equidad- son definidas
en cada uno de los correspondientes capítulos del
mencionado libro. Sin embargo, por cuanto su definición
utiliza conceptos aplicables solo a la realidad de la
América Latina y que, además, se apartan de la
concepción convencional del primer mundo; conviene
reiterar y sintetizar aquí su significado.

La primera columna -el crecimiento- se define en base a
la generación de puestos de trabajo; no en base al valor
estadístico que alcance el PIB. Esto es así porque
-como el citado libro lo demuestra- en América Latina el
valor del PIB tiende a depender más en las fuerzas de la
naturaleza y en los avatares externos, que en la validez de las
políticas internas.

La segunda columna -la sustentabilidad- está
definida como la capacidad de la economía para expandir
sus actividades, sin que las tasas de inflación,
interés y devaluación, superen ciertos niveles
máximos. En el caso de América Latina, esta
condición está subordinada a la posibilidad de
integrar nuestras economías usando como herramienta una
moneda común. Así, la Tercera Vía propone
crear el Peso Latino, caminando por un atajo: la
dolarización temporal de nuestras
economías.

La tercera columna -la equidad- se define en base al
objetivo de alcanzar el mayor nivel de bienestar social, pero
preservando la doble función de productor y consumidor que
tiene el ser humano. Y es en esta columna donde se refleja lo
que, quizás, constituye la más visible diferencia
política con las doctrinas convencionales. .Así,
mientras la Tercera Vía considera que ningún
país puede desarrollarse si es que en él subsiste
un número significativo de seres que cumplen solo una de
esas dos funciones; tanto el neoliberalismo como el socialismo
del siglo XXI, persisten en discriminar o mutilar al ser humano,
sea en su función de consumidor o sea en su función
de productor.

Desde luego, en el transcurso del tiempo y en la
apertura del espacio que se requieren para levantar esas columnas
y construir ese proceso, es probable que se presenten nuevos
desafíos, dentro de nuestras fronteras y fuera de ellas.
Para enfrentar esos desafíos sin detener el proceso ni
torcer su camino, es que la Tercera Vía Latina propone
incorporar el tamaño de la clase media como la
brújula que guie el navegar de esta nave social llamada
Estado. Pero esa brújula, ya lo vimos, en cada país
debe ser ensamblada sobre una bitácora suficientemente
sólida y balanceada; una bitácora que logre
mantener su equilibrio ante el más fuerte oleaje; una
bitácora institucionalmente estable y políticamente
democrática.

Economía o
Política

Hasta 1776, era difícil establecer una
línea divisoria entre Economía y Política.
Pero en ese año se publica "La riqueza de las
naciones",
la gran obra de Adam Smith, a partir de la cual
-en el mundo académico- la economía empieza a ser
tratada como una ciencia social; mientras que la política
continua siendo tratada como un arte. Sin embargo -en el mundo no
académico- hasta el día de hoy persiste la
tendencia a mezclar los espacios que cubren esas dos ramas del
pensamiento humano. En Latinoamérica, además, se
otorga una clara preeminencia a la Política por sobre la
Economía. Dicha preeminencia, desde luego, se explica por
el hecho de que la economía como ciencia solo otorga
acceso al conocimiento; mientras que la política otorga
acceso al poder.

Pero en el escenario democrático que aspira
construir la Tercera Vía Latina, el "Poder" se
define como "La circunstancia en la que uno o más
individuos pueden imponer su voluntad por encima de la de
otro"
". Si es que esta definición es correcta -y no
creo que exista una definición más clara y concisa
que esa-, ese arte que se denomina Política y que
está destinado a alcanzar el Poder y a tratar de
conservarlo, solo puede tener vigencia cuando la voluntad se
impone a través de la coyuntura que ofrece la autoridad
del Gobierno. Por otro lado, el proceso que propone la
Tercera Vía -como se demuestra en el citado
libro- ""solo puede construirse sobre la base del
consentimiento y participación voluntaria de la gran
mayoría de la población"
". Es decir, su
construcción y su vigencia, aún en democracia, no
dependen del poder político, sino de la propia y
espontanea voluntad de la mayoría de la gente.

Por lo tanto, en ese contexto, los objetivos de la
ciencia económica tienen una vigencia estructural y
permanente; mientras que los objetivos de la política como
arte, solo tienen una vigencia circunstancial y coyuntural.
Así, en el escenario de la Tercera Vía
Latina
, es la Economía la que prevalece sobre la
Política.

Una última
tarea

Para quienes deseamos participar en la
construcción de la Tercera Vía Latina, nos queda
pendiente una última tarea: tratar de esparcir y sembrar
esas ideas en nuestro entorno y en nuestros países. No
será una tarea fácil. Desde el inicio deberemos
afrontar la oposición -nutrida por intereses personales y
gremiales- de aquellos que conforman las huestes del
neoliberalismo latino y del socialismo del siglo XXI; y que, al
ser esas dos doctrinas las caras de una misma moneda, entre las
dos pretenden seguir compartiendo el Poder que ha sido arrebatado
a la gente.

Por otro lado, los economistas usualmente somos poco
eficientes al comunicar nuestras ideas y muchas veces nos
aferramos al uso de un vocabulario especializado, incluso para
dialogar con quienes no son especialistas; y, parecería
que preferimos perder claridad en nuestro lenguaje, antes que
ceder en nuestra minuciosidad teórica. No obstante,
conviene recordar que, si bien es cierto que hay buenos
economistas que son malos expositores, también es cierto
que es imposible exponer con claridad un tema que uno no conozca
a fondo. También conviene recalcar que, en
economía, toda idea importante debe ser expuesta usando
palabras comunes y sencillas; porque se supone que el objetivo
final de nuestra profesión es lograr el bienestar del ser
humano. Evitemos torturarlo cuando nos escucha o nos
lee.

Bibliografía

Alfredo Vergara (2012), "Una brújula para
América Latina", Novel Editores,
Quito-Ecuador.

 

 

Autor:

Petronio Recalde

_________________________

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