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El turismo comunitario en el Ecuador como nueva tendencia




Enviado por JHONNY MACIAS



  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Desarrollo
  4. Conclusión
  5. Bibliografía

Resumen

En el presente trabajo se analizó de forma
detallada el antecedente y desarrollo actual del lo que
representa el turismo comunitario en el Ecuador. Se
detalló su influencia social y económica entre los
grupos que históricamente han sido los menos favorecidos.
Cabe señalar que uno de los objetivos del Estado y la
Comunidad es la conservación de la naturaleza y su
entorno. Se analizó la relevancia de los distintos
factores a través de su efecto en las comunidades, de esta
forma a cada comunidad servirá de pretexto para analizar
uno a uno los factores que entendemos explican el desarrollo y la
sostenibilidad social del turismo comunitario. Cada comunidad
ejemplifica la relevancia de un factor, entendiendo que los
demás factores también ejercen su influencia sobre
ella, asunto sobre el que no será posible detenerse de
forma explícita.

Finalmente, se reflexiona tanto sobre el futuro del
turismo comunitario en Ecuador, como sobre la oportunidad y retos
de la aproximación analítica que aquí se
propone

. Palabras claves: Agroturismo.
Ecoturismo. Turismo comunitario. Sostenibilidad. Sustentabilidad.
Ecuador.

Introducción

Aunque el turismo en Ecuador inicia su desarrollo
moderno en los años 50 del siglo XX, es principalmente en
las tres últimas décadas, en que empieza a
consolidarse como actividad económica y socio-cultural de
importancia. En el campo político, la creación de
una instancia gubernamental —el actual Ministerio de
Turismo— surge tan sólo hace

14 años (agosto 1992, MINTUR).

Hoy, el turismo representa para Ecuador la tercera
actividad en importancia económica, luego del
petróleo y el banano (sin considerar los ingresos de las
remesas de los emigrantes). Implica un promedio de 700.000
visitantes extranjeros por año y alrededor de 800 millones
de dólares que ingresan al país por este concepto
(MINTUR, 2006).

Efectivamente, significa el 4.4% del PIB, lo que lo
coloca como uno de los principales sectores productivos del
país. Por cada dólar que se genera en la
economía nacional, 10 centavos corresponden al turismo.
Por otro lado, un incremento de un dólar en la demanda
turística, genera el crecimiento de la producción
(PIB) en 2,75 dólares, lo cual es un indicador
significativo de su efecto multiplicador (MINTUR,
2006).

Hay que señalar que el turismo –bajo
ciertas modalidades de operación– tiene condiciones
excepcionales para proyectar su desarrollo, al ser Ecuador
considerado como uno de los 12 países megadiversos del
mundo, poseedor de una de las mayores diversidades de ecosistemas
y culturas vivas en un territorio relativamente pequeño,
con buenas condiciones de conectividad interna y ubicado
estratégicamente. De hecho, algunos especialistas afirman
que Ecuador es el país más biodiverso del mundo por
Km2, el 11% de la biodiversidad del planeta está en
Ecuador. Solamente Mindo, en sus

27 mil hectáreas tiene 450 especies de aves, esto
es mayor que lo que tiene EEUU y

Europa juntos (MAE, 2005). Los especialistas en
observación de aves (bird watching) han identificado en
Ecuador dos de los diez sitios con mayor variedad de especies de
avifauna en el mundo, específicamente en Podocarpus y en
Mindo (MINTUR, 2005).

El turismo por otra parte, en una economía como
la ecuatoriana, altamente dependiente de los ingresos del
petróleo, es considerado como una actividad generadora de
empleo y de redistribución de la riqueza, integradora y
complementaria con múltiples actividades.

Por cada empleo directo que se genera en turismo se
crean entre 3 y 6 puestos de empleo indirecto. De hecho, el
turismo se constituye así en una estrategia relevante para
la superación de la pobreza y el desarrollo sostenible del
país (MINTUR, 2002).

En este contexto, por un lado se ha desarrollado el
sector tradicional del turismo, integrado por servicios como
hotelería, restaurantes, operadoras turísticas,
transporte comercial y turístico, infraestructura de
turismo; mientras, por otro lado, las comunidades
indígenas y rurales empezaron lentamente durante las tres
últimas décadas del siglo XX a plantearse
también la relación con la actividad
turística, acuñando una propuesta propia que se
denomina turismo comunitario.

Así, podemos decir que el turismo comunitario se
desarrolla a partir de los años 80, "paralelamente" a la
industria turística convencional, llegando a ser un sector
creciente e importante para no menos de 100 comunidades
indígenas y campesinas —unas 3.000 familias— .
Esta actividad, por lo tanto, beneficia directa e indirectamente
a no menos de 15.000 personas del sector rural ecuatoriano
(FEPTCE, 2006).

Tomando en cuenta que la industria turística
exhibe indicadores de 58 mil personas con empleo directo
—1.5% de la PEA ecuatoriana— (MINTUR, 2002), su peso
es relativamente significativo. De hecho, ya en 1993, The
Ecotourism Society
señalaba que más
comunidades indígenas y locales del Ecuador están
manejando productos ecoturísticos que en ningún
otro país del mundo, posicionándole al Ecuador como
líder mundial en ecoturismo comunitario
(en MINTUR,
1993:2).

¿Cómo se explica este surgimiento
—"en paralelo" a la empresa turística— de una
modalidad operada por las propias comunidades, con una fuerza y
un peso específico que convierten a Ecuador en un
país pionero de esta forma de turismo? Es lo que vamos a
tratar de responder a continuación, a través de un
recorrido histórico.

Desarrollo

El turismo comunitario se está consolidando como
estrategia de desarrollo y objeto de investigación
científica. El creciente número de artículos
recogidos en las revistas más prestigiosas dedicadas
monográficamente a la investigación
turística (Annals of tourism research, Tourism
Management y Journal of Sustanaible Tourism
), y asimismo
publicaciones institucionales como Directrices para el
desarrollo del turismo comunitario
de la WWF Internacional
(2001) o el documento de la Organización Mundial del
Turismo (2006) titulado Turismo y atenuación de la
pobreza: recomendaciones para la acción
, nos
sitúan ante un fenómeno emergente que precisa de
atención especializada. Por otra parte, y como hecho
más importante, el turismo comunitario se ha convertido en
muchos países en una estrategia de desarrollo local
desde abajo, protagonizada por comunidades que
habían sido tradicionalmente objetos de desarrollo antes
que sujetos del mismo. Ecuador es buena muestra de
ello.

El turismo comunitario es una forma de gestión
del turismo que aúna tres perspectivas fundamentales: una
sensibilidad especial con el entorno natural y las
particularidades culturales, la búsqueda de sostenibilidad
integral (social y natural), y el control efectivo del negocio
turístico por parte de las comunidades. Se trata, pues, de
un modo de implementar el turismo que persigue equilibrar las
dimensiones medioambientales y las culturales, con la
particularidad de una gestión y organización
anclada en las comunidades. En la actualidad todo negocio
turístico afirmará una actitud sensible con el
medio y la cultura, por eso la organización y
gestión comunitarias se convierten en el verdadero
elemento distintivo del turismo comunitario.

No obstante, no podemos olvidar que, igualmente, el
turismo comunitario parte de una premisa con respecto al
consumidor: la especial disposición del turista que opta
por este modelo turístico. El Turismo comunitario es en
los actuales momentos, una "marca internacional" y un elemento de
creciente interés en la oferta y demanda turística
de los países del "sur", tanto es así que existen
diversidad de experiencias de turismo comunitario en Asia, en
África y especialmente en América Latina. Pero no
sólo en las zonas emergentes del mundo, también se
está experimentando un desarrollo creciente del turismo
comunitario en Canadá, Australia, Estados Unidos y Nueva
Zelanda. En nuestro sub-continente, desde México hasta
Bolivia, pasando por Centroamérica y los países
andinos, e incluso Argentina, encontramos tanto experiencias
locales como Federaciones Nacionales y redes que agrupan dichas
iniciativas y trazan su propio camino en el mundo del
turismo.

Dentro de América Latina, se suele señalar
al Ecuador como el país pionero, por el peso cuantitativo
y cualitativo de sus experiencias de turismo comunitario.
Así, desde los años ochenta, el turismo comunitario
se ha convertido en Ecuador en una actividad estratégica
para muchas comunidades ya que actúa como catalizador de
diferentes procesos:

(1) La promoción socioeconómica de
comunidades en situación muy vulnerable desde los puntos
de vista social, económico y cultural, constituyendo un
motor estratégico para el desarrollo local de las
mismas.

(2) El encuentro cultural a través del
turismo, en tanto en cuanto no sólo potencia las
identidades culturales indígenas, sino el contacto
intercultural en contextos menos asimétricos que los
habituales en la práctica turística.

(3) El desarrollo de actividades económicas
sustentables desde el punto de vista ambiental habida cuenta que
este tipo de turismo tiene en la naturaleza a uno de sus
principales pilares de atracción.

(4) La apertura de posibilidades de autogestión y
desarrollo endógeno de las comunidades (indígenas o
mestizas) en virtud de los índices de
participación, acción y control comunitario que
promociona esta actividad.

De esta forma, el turismo comunitario se convierte en un
campo estratégico de desarrollo social, económico y
cultural, que parece encarar con éxito varias de las
más acuciantes expectativas del mundo actual. Por un lado,
es una alternativa complementaria a los modelos clásicos
de desarrollo hegemónico, por otro, cataliza la
búsqueda de actividades económicas compatibles con
la conservación ambiental, y aun supone una
exploración consistente de condiciones más
equilibradas para el encuentro cultural.

Sin embargo el turismo comunitario no es una etiqueta
que encierre un dominio conceptual claro, sobre todo a nivel
analítico.

El principal problema para clarificar esta forma de
gestión turística viene de la propia nomenclatura a
utilizar y del reconocimiento de ésta en la literatura
especializada. No existe una referencia uniforme a este sector
turístico. Por el contrario, encontramos un conjunto de
términos asociados

—ecoturismo, etnoturismo, turismo étnico,
turismo indígena…—, tras los que se esconden
discursos muy distintos. En este punto conviene tener presente
que el elemento definitorio del turismo comunitario no es tanto
su objeto como actividad turística, sino la forma de
organizar esa actividad. Es presumible que venga de aquí
gran parte de la confusión terminológica ya que se
están confundiendo productos turísticos (la
naturaleza, la cultura, los pueblos indígenas) con formas
de organización de la actividad turística. Aunque
es evidente que el consumo de ciertos objetos se ve mejorado por
la propia organización de la actividad, no podemos
confundir el mero ecoturismo o el propio turismo étnico
con una actividad ecoturística o de turismo cultural
organizada por una comunidad.

En este sentido lo que hay que diferenciar claramente es
la organización empresarial de la organización
comunitaria. Cierto que esta frontera tampoco marca
límites inequívocos, pero al menos clarifica el
ámbito específico del turismo comunitario,
remarcando el modelo organizativo frente al uso de productos
turísticos como elementos distintivos. Podemos afirmar que
toda la cadena turística se "contagia" con lo comunitario:
la oferta con su sello, la demanda predispuesta a la
"autenticidad", la calidad de los servicios, una forma
específica de intermediar… Desde el turismo
comunitario se pueden desarrollar cualquiera de los productos
turísticos al uso, la particularidad reside en el modelo
organizativo de la propia actividad turística. La
gestión y la organización autónoma son las
que propician el desarrollo social, cultural y económico
de las comunidades.

Por todo ello, la clave conceptual para comprender el
turismo comunitario estaría orientada hacia el propio
concepto de "comunidad". No significa esto que la
dimensión de mercado quede fuera de interés. Sino
más bien que en el caso del turismo comunitario la
atención lógica al mercado –como contexto en
el que tendrá lugar la actividad en sí–
deberá complementarse a igual nivel con una rigurosa
atención hacia el distintivo de este modo de
operación turística: la comunidad y sus formas
organizativas.

¿Qué concepto de comunidad sería
operativo para comprender el turismo comunitario?

Desde Occidente es habitual encontrar estudios que
entienden a la comunidad, principalmente, como un contexto
simbólico apoyado en discursos y prácticas de
identificación colectiva. Al ocuparnos del turismo
comunitario conviene tener muy presente que la comunidad en
Ecuador también tiene una acusada dimensión
histórica, jurídica, normativa, socio-organizativa
y de gestión de recursos. La comunidad, al mismo tiempo
que un ámbito simbólico, es una estructura de
funcionamiento que implica una organización y un marco de
liderazgos y relaciones de poder, amén de una fuerte
adscripción territorial. Por tanto debe aprehenderse como
un contexto simbólico organizativo inextricable. Esta es
su fortaleza para encarar con garantías los requerimientos
de dedicación, intensidad, estacionalidad, irregularidad,
y recompensas del negocio turístico que
patrocina.

Si la comunidad funciona bien subsume eficazmente los
requerimientos del negocio turístico; es más
podríamos afirmar que adapta el negocio a sus propias
formas organizativas. No es de extrañar que algunos casos
específicos nos hagan pensar que la organización
comunitaria pudiera superar a la propia organización
empresarial en cuanto a su eficacia y eficiencia. Pero al mismo
tiempo, la estructura comunitaria (que pretende un sistema
equilibrado, a veces igualitario, rotativo en las tareas…)
puede constituir un contexto de mayor lentitud y complejidad para
la competitividad que impone el mercado (nivel de servicios,
calidad, prestaciones…).

En este sentido el Turismo Comunitario se
entendería mejor desde la economía social y las
economías populares (formas organizativas) que desde el
sector turístico tal cual (objeto de la actividad), ya que
su elemento definitorio es su organización
comunitaria.

No obstante, el turismo comunitario presenta una cierta
ventaja en cuanto a la venta de sus productos. Si bien sus
productos son tan variados como el propio mercado
turístico (naturaleza, arqueología, la propia
comunidad –vivencias–, la cultura de forma
general…) para algunos sectores del mercado el acceso a esos
productos adquiere un plus si son ofertados desde sus
depositarios. Es más, la fuerza de lo comunitario, para el
caso del Ecuador y otros países andinos, reside en
factores extra-turismo, que no son otros que la vitalidad de
culturas ancestrales, asentadas en espacios de enorme diversidad
natural, con lenguas, visiones, sociedades y conocimientos
diferentes que colocan parte de todo ello en la llamada
"industria de las experiencias": el turismo. Así
ecoturismo y etnoturismo adquieren una dimensión muy
especial si se consumen desde el turismo comunitario, lo que
coloca a este subsector turístico en una situación
potencialmente privilegiada dentro del propio mercado. De
ahí la aparición de ciertos recelos por parte de
los operadores turísticos y la resistencia a que se
conforme un ámbito de exclusividad dentro de la actividad
amparada en criterios que van más allá del mercado:
derechos de los pueblos indígenas, políticas de
discriminación positiva, exenciones fiscales…

Es aquí donde el papel regulador del Estado y la
reivindicación de las organizaciones del turismo
comunitario adquieren razón de ser. Desde el punto de
vista legal y normativo, el turismo comunitario en Ecuador
arrastra varias rémoras que es necesario tener en cuenta.
Es la ley de turismo de 2002 la que reconoce las operaciones
turísticas comunitarias y asimismo a la Federación
Plurinacional de Turismo Comunitario del

Ecuador (FEPTCE) como su interlocutor colectivo. Pero en
esta ley no está clara la definición de este tipo
de actividad. En 2006, y tras un periodo de abierto conflicto, el
ministerio y la FEPTCE llegan a un acuerdo para que esta
organización tenga un papel protagonista en la
regulación y definición del turismo comunitario
(concretamente para el reconocimiento de actividades
turísticas comunitarias). No obstante estos acuerdos han
abierto un divorcio-conflicto entre la operación
comunitaria y la operación turística privada, ya
que por parte de los empresarios turísticos puede
entenderse que se está asistiendo a una regulación
del mercado turístico que los discrimina frente a las
operaciones comunitarias, en definitiva a una competencia
desleal.

Con todas estas consideraciones en mente hemos de asumir
que la comprensión del turismo comunitario debe situarse a
caballo entre el análisis turístico y el estudio de
las comunidades que lo implementan. El turismo comunitario forma
parte de una estrategia de desarrollo local a través de la
actividad turística. Desde esta perspectiva
¿qué efectos persigue?

(a) Mejora de la calidad de vida (el buen vivir
según la propuesta indígena).

Desde los organismos internacionales como la
Organización Mundial del Turismo o la Organización
Internacional del Trabajo el turismo comunitario se asocia a los
programas de lucha contra la pobreza. Desde el turismo
comunitario se procura un efecto positivo sobre el conjunto de la
comunidad; así los beneficios deben repercutir sobre el
conjunto de sus miembros, aunque al mismo tiempo considere
recompensas desiguales en virtud del distinto grado de
participación de los mismos en el negocio
turístico. En este mismo sentido, también se
entiende que el turismo comunitario es una forma de frenar la
emigración desde las comunidades. Se trata, por tanto, de
una estrategia socio-económica de desarrollo comunitario
que elevando el nivel de vida general frene las tendencias
migratorias.

(b) Mejora medioambiental. La
sistemática vinculación del turismo comunitario con
el ecoturismo y de manera general con la naturaleza como objeto
turístico, hace que a nivel comunitario el negocio
turístico implique una práctica de
conservación ambiental. No se ha hallado mejor excusa para
transformar las prácticas ambientales negativas que hacer
al medioambiente objeto del mercado. Junto a este proceso se
recuperan formas de relación tradicional que, coincidentes
con las políticas ambientales internacionales, vienen a
hacer aún más consistente la protección
ambiental.

(c) Defensa de las minorías
étnicas
. Para las asociaciones y organizaciones
indígenas, también para muchas comunidades, el
turismo comunitario tiene una marcada dimensión
política ya que se convierte en un medio de
reivindicación y autogestión sobre territorios y
recursos. En Ecuador, en estos momentos, la operación
turística comunitaria es un campo de presencia
indígena en la política nacional (también en
el mercado turístico): a través de él los
indígenas no sólo reclaman su lugar en el Estado
sino también en el

Mercado. Esta misma actitud se extiende a las
comunidades campesinas que no forman parte de las nacionalidades
y pueblos indígenas ecuatorianos.

Estos tres niveles de impacto del turismo comunitario
–sin perjuicio de que pudieran señalarse alguno
más– nos deben hacer pensar en un fenómeno
acusadamente multidimensional y que rompe los moldes de las
formas disciplinarias más clásicas de abordar
fenómenos sociales, transformaciones culturales o sectores
económicos. El turismo comunitario no sólo produce
una cierta incertidumbre enfocado desde la óptica del
mercado ya que cuestiona algunas de sus premisas al tiempo que se
muestra envidiable en el desempeño de otras; sino que a
nivel propiamente comunitario presenta un perfil acusadamente
dialógico, con tendencias que al mismo tiempo son
complementarias, antagónicas y concurrentes.

Al interior de las comunidades, el turismo comunitario
propicia una nueva visión del medio ambiente, que en
muchos casos implica paradójicamente una
recuperación de formas de representación
tradicional de la naturaleza que se encontraban en franca crisis.
También se documentan revitalizaciones de la cultura
propia, y aproximaciones novedosas a culturas ajenas (la de los
turistas); todo ello se imbrica con procesos de incremento de la
autoestima y reivindicación política de la
identidad. Resulta revelador el fortalecimiento de la
organización comunitaria (en creciente crisis y
fuertemente debilitada por la influencia de formas
económico-sociales dominantes desde la modernidad y el
mercado) al desarrollarse un nuevo contexto en el que
practicarla; contexto que además reporta interesantes
beneficios a los individuos y sus comunidades. Asimismo, se
produce en la mayoría de los casos una recuperación
de ciertas actividades tradicionales (agrarias, ganaderas,
artesanales, gastronómicas).

El turismo comunitario no viene a sustituirlas, sino que
antes bien las convierte –además– en recursos
turísticos (agroecología por ejemplo), lo cual
redunda en la sensibilidad y sostenibilidad ambiental. No se
trata de hacer depender a las comunidades de una nueva actividad
que anule a las demás, sino que debe complementarse con
estas. En ese complemento reside el aumento del nivel y la
calidad de la vida a los ojos del exterior y del interior de las
comunidades. Pero no podemos olvidar que el turismo
también puede conllevar la antítesis de todos y
cada uno de los procesos a los que nos hemos referido.

A la hora de analizar la dimensión
económica del turismo comunitario hay que ser prudentes y
contextualizar apropiadamente las reflexiones. No parece
razonable insertar los resultados económicos de esta forma
de operación turística en los análisis
macroeconómicos al uso. Hay que tener siempre muy presente
el contexto que supone el funcionamiento económico de la
comunidad, marcado por una visión de integralidad, es en
este ámbito en el que adquiere realmente sentido,
significación y relevancia explicativa. Ni siquiera parece
lógico que las cifras de turistas comunitarios se fundan
tal cual con las cifras generales. En este sentido hemos de tener
muy presente que por definición, el turismo comunitario
complementa, no subsume, el funcionamiento económico de la
comunidad. Su funcionamiento no se basa en el empleo por cuenta
ajena, y en mayor o menor grado, según los casos, debe
generar beneficios tangibles para el conjunto de la comunidad;
además la minga y otras formas de trabajo colectivo sirven
de base y referente tanto para la organización como para
la generación y mantenimiento de las infraestructuras
turísticas (que no sólo se utilizan para fines
turísticos). No basta por tanto con un análisis
estrictamente al uso y sectorial, lineal de amortizaciones,
inversiones, rentabilidades, etc., sino que todo el efecto
económico de esta actividad hay que contextualizarlo tanto
en la lógica de mercado como en la lógica de las
relaciones de intercambio y reciprocidad comunitarias. Una vez
más, el análisis económico nos obliga a
entender la diferente racionalidad de la economía y las
relaciones sociales de las comunidades de Ecuador, más
allá de los tradicionales conceptos económicos de
occidente.

En tanto que fenómeno multidimensional,
dialógico, y como vemos ahora híbrido, el estudio
del turismo comunitario debe desarrollarse de forma
empírica. La comunidad es el contexto en el que toda esta
maraña de influencias e impactos tiene lugar. Por eso es
muy importante el análisis del uso privado-colectivo de
los beneficios, de la organización del trabajo, de las
formas en que la comunidad se presenta al turista, de las pautas
de consumo… Esta necesidad de empirismo nos recomienda
acercarnos al turismo comunitario sin planteamientos
excesivamente preconfigurados, debemos estar abiertos a las
contradicciones y las sorpresas. Así,
paradójicamente, podemos encontrar que el mercado, al
penetrar en la comunidad vía turismo comunitario
(quizá lo hace ya mediante otra fórmula de turismo,
así como por otras vías no turísticas)
activa las identidades étnicas. Esto puede ser entendido
como un impacto positivo, al lado de otros netamente negativos
provocados también desde mercado. El mercado debe ser
tomado como un factor de influencia muy compleja y de
valoración contradictoria; la lectura que hagamos no puede
tener sólo un cariz.

El turismo comunitario puede estar suponiendo una
forma de ser en la globalización sin quizá
caer absolutamente inerme ante ella, de ahí que constituya
una buena atalaya para analizar y reflexionar de forma más
general sobre la trayectoria de las comunidades, situadas entre
el Mercado y el Estado. No hay que olvidar además, que la
habilidad y capacidad de inserción selectiva de las
comunidades en el Mercado y el Estado, ha sido ya documentada
como una de las claves de su resistencia, recreación y
vitalidad históricas.

Conclusión

Toda investigación social es una
investigación incompleta. Ésta naturalmente
también. Y sin embargo, tres hechos (la
interdisciplinariedad, la variada casuística analizada y
la fecunda reflexión grupal) nos alientan a plasmar
algunas conclusiones que arrojen luz no ya sobre el turismo
comunitario en Ecuador, sino que sugieran formas de alumbrar
semejantes fenómenos sociales en otros países
latinoamericanos y aun en otros continentes.

Centrarse en ciertos factores analíticos una vez
aparecen en el trabajo de campo –y no como hipótesis
previas– es una estrategia investigadora, como lo
es priorizar la observación participante y la convivencia
de los investigadores en las comunidades o la mirada
interdisciplinar. En este sentido estas últimas letras son
una invitación a compartir nuestras perspectivas de
comprensión del hecho turístico comunitario que,
creemos, arroja algunas pistas notables a la vez que abre
interesantes vías para proseguir estudiando un campo
aún poco labrado por las ciencias sociales. Pensamos que
los resultados de nuestra investigación serán
útiles para la toma de decisiones de instituciones,
agencias y organismos con capacidad para influir en el sector. Y
asimismo estamos persuadidos de la necesidad de seguir trabajando
en la operativización y modelización de los
resultados aquí presentados.

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inédito.

 

 

Autor:

Ing. Jhonny Macías
Rodríguez

Consultor Turístico

 

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