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Un análisis de la naturalización de las desigualdades



  1. El
    Género
  2. El
    origen del género en la sociedad
  3. La
    construcción de la identidad de
    género
  4. Mirando la desigualdad desde el
    género
  5. ¿Qué es el
    género?
  6. Bibliografía

El
Género

Origen del concepto.

El género, como concepto, es de reciente
incorporación al análisis científico. Se
reconoce su origen en la obra de Jhon Money, psicólogo de
Nueva Zelandia, quien se formara profesionalmente en las
Universidades de Pittsburg y Harvard y ejerciera profesionalmente
en la Clínica psicohormonal de la Universidad John
Hopkins. En 1951 usa el concepto gender por primera vez para
referirse al un componente cultural, fundamentalmente la
influencia educativa, en la formación de la identidad
sexual.

Hasta ese momento la identidad sexual era vista solo
como determinada biológicamente, de ahí que el uso
de este concepto para referirse a un aspecto que la cultura
forma, constituye un aporte importante al conocimiento
científico, que aunque magnificado en ese momento, tuvo
consecuencias para lo que con posterioridad se reconoce como
gender en inglés y género en español, dentro
de la Teoría Feminista.

A pesar de que es en la década de los 50 en la
que tiene lugar la emergencia del concepto, su contenido fue
variando hasta lo que hoy podemos reconocer. En los años
60 Robert Stoller, psicoanalista elabora conceptualmente el
término en su libro Sex and Gender (1967). Tanto para
él como para Money se evidenciaban dos cuestiones
fundamentales:[2]

  • Algunos individuos no podían ser clasificados
    en machos o hembras desde el punto de vista del dimorfismo
    sexual porque poseían los caracteres sexuales
    secundarios poco marcados.

  • Otras personas que morfológicamente se
    encontraban bien definidas sexualmente, declaraban sentirse
    en un cuerpo equivocado.

El análisis de estos problemas en los
años 50 estaba marcado fuertemente por la biología.
Estas realidades históricamente han sido interpretadas
culpabilizando a las personas que la portan, más que a la
sociedad y la manera en que se estructura, de ahí que la
solución a esos "malestares" no pasaban por propuestas de
critica a la sociedad y en consecuencia de propuestas de
transformación.

Esta aportación de la Psicología no
fue suficiente para el desarrollo que después tuvo este
concepto, de la mano de las feministas norteamericanas en la
década del 70. En este sentido le precedieron dos
planteamientos significativos para una ruptura con el pensamiento
que prevalecía en la ciencia acerca de la
mujer.

En primer lugar la obra de la destacada
antropóloga norteamericana, Margaret Mead y
específicamente sus investigaciones en tres sociedades de
Nueva Guinea en los años 30 del siglo
XX.[3] En sus estudios ella constató que no
todas las sociedades estaban organizadas de forma Patriarcal y en
este sentido la distribución de los roles entre mujeres y
hombres era diferente a las sociedades occidentales, con lo cual
hace un primer cuestionamiento al carácter "natural" de
las diferencias entre mujeres y hombres, incluyendo las
físicas. Este planteamiento sin dudas significa una
primera aproximación a un análisis de esta realidad
asignándole responsabilidad a elementos de la cultura
especifica de cada sociedad en el desarrollo de las diferencias
entre mujeres y hombres y sobre todo acerca de su
desempeño diferencial de funciones.

En segundo lugar la celebre frase de Simone de Boauvoir
en su libro El Segundo Sexo, "una no nace, se hace mujer" que
presenta la idea de una construcción de la feminidad
independiente de la herencia biológica y que tuvo un
importante impacto en el pensamiento feminista; baste recordar
que se reconoce como el libro de la segunda mitad del siglo XX
más leído por las feministas.

El origen del
género en la sociedad

Muchos son los estudios que pretenden explicar el origen
del género a partir de una forma específica de
organización que adoptaron las diferentes sociedades en su
desarrollo y que trajo consigo una División Sexual del
Trabajo. En esta división le correspondió a la
mujer el espacio de la casa por su capacidad para gestar y
amamantar los hijos, asignándosele el cuidado de los hijos
más allá del tiempo en que resultaba imprescindible
su presencia, es decir, cuando ya cualquier adulto podía
realizar esta función. Por proximidad espacial se
ocupó de las funciones vinculadas al espacio de la
casa.

Una mirada más crítica de esta realidad
apunta a que la capacidad de gestar y amamantar de la mujer le
confería el poder de la garantía de su continuidad
como especie, lo que le estaba vedado al hombre. La inseguridad
de los hombres acerca de la paternidad de los hijos y su
necesidad de tener esa certeza cuando había acumulado
riquezas y quería transmitirla a su descendencia, fueron
condiciones que favorecieron la idea del control de la sexualidad
de las mujeres a través del matrimonio y el confinamiento
al espacio de la casa como garantía de seguridad de la
paternidad de la descendencia y la conservación de los
bienes acumulados.

La existencia de una sociedad sin género es un
tema en discusión[4]sin muchas evidencias
para probarlo; pero de lo que si hay un convencimiento es de que
las formas en que se dan las relaciones entre mujeres y hombres y
los roles asignados a cada uno, varían de una sociedad a
otra, lo que apoya la idea del carácter construido por la
influencia cultural de lo que denominamos género y de la
necesidad de realizar el análisis de cualquier realidad a
partir de lo que se denomina sistema
sexo/género.

La
construcción de la identidad de género

El género desde el punto de vista
psicológico se refiere al conjunto de creencias
compartidas por un grupo social sobre las características
psicosocales, es decir, rasgos, roles , motivaciones y conductas,
que se consideran propias de mujeres y hombres. (Bosch, E. Y cols
1999) De esta forma el género se relaciona con el sexo,
pero no es lo mismo; su formación y desarrollo dependen de
procesos culturales del entorno de desarrollo las personas desde
el mismo momento de su nacimiento.

La persona desde que nace comienza a recibir una
influencia social diferencial según el sexo que posea o
aparenta físicamente, lo que se expresa en el proceso de
toma de conciencia del género que se posee y con ello de
su identidad.

Las personas nacen en un determinado contexto social
(familiar) y se desarrollan en él o en otro, del que
reciben un legado cultural e histórico lleno de realidades
o símbolos que se expresan en tradiciones, costumbres,
normas, valores, que van contribuyendo a construir en cada
persona una representación de lo que se espera de
ella.

El escenario en el que las personas se van desarrollando
a lo largo de sus vidas va cambiando en la medida en que cambian
sus realidades: crece y debe estudiar y asiste a diferentes
escuelas, necesita trabajar y se emplea; su necesidad de
relación (propio de los seres humanos) le lleva a
establecer nuevas amistades y grupos de amigos/as. Todo este
complejo entretejido social va cambiando a lo largo de la vida de
las personas y le va planteando diferentes exigencias en su
devenir. Cada etapa, cada momento nuevo en la vida de las
personas no la encuentra como al nacer, sola con su herencia
biológica, sino que ya es portadora de una subjetividad
que ha ido construyendo en su relación con lo social
(exigencias) y que se convierte en cada nuevo momento social, en
mediatizadora de esa exigencia, posibilitándole o no
recibirla activa o pasivamente, según pueda configurarse
su subjetividad en cada momento previo.

El género en el nivel individual es la
subjetivación de las exigencias sociales, de raza y clase,
tal y como las va construyendo la persona a partir de su cuerpo y
sus experiencias, no siempre conscientes, en su historia. En este
sentido el género tiene contenidos particulares para cada
una/o y por tanto diversas significaciones, aún cuando
además tienen elementos comunes.

En la relación con las personas, la comunidad de
contenidos asignados/asumidos al género que ellas portan
se intercambia en las diversas maneras de comunicarse,
construyendo un saber cotidiano que se constituye en
Representación Social del Género, construido y
compartido socialmente como toda Representación
Social.

Este saber cotidiano de sentido común se expresa
en la relación entre las personas que integran
determinados grupos: familia, coetáneos escolares, grupos
informales, comunidad, miembros de diferentes organizaciones e
instituciones, constituyéndose en referentes que forman
parte de las exigencias sociales a las personas que se integran a
los mismos.

Es la continuidad de un proceso que contribuye a
perpetuar los contenidos asignados socialmente al género,
no sin sufrir los cambios que el contexto sociohistórico
demande en cada período; a lo que se une además,
las circunstancias de vida de cada persona. En tal sentido Fuller
plantea que La construcción del Género es producto
y proceso de su representación.(Fuller; N 1997 p 3
)

Del Género como Representación Social
compartida, que nos va llegando a través de diversas
exigencias sociales, vamos tomando elementos, algunos de los
cuales asumimos de manera más intensa
convirtiéndose en parte esencial de nosotras/os como
características propias o como objetivos a alcanzar. Es lo
que nos identifica con otras personas en cómo somos y
cómo queremos ser, expresándose en nuestros
proyectos personales de vida y por supuesto en nuestra identidad
individual. Las definiciones atribuidas a los géneros
contribuyen a la configuración de las identidades de cada
una/o y entre ellas/os mismas/os.

Según Lagarde, la relación entre
subjetividad, identidad y condición histórica del
sujeto, sustentan la identidad de género, considera
asimismo, que ella se construye en la interacción con los
otros, en su actividad vincular con todo lo que le rodea y en su
accionar sobre si misma, privilegiando el espacio intersubjetivo
en el análisis de la misma. Identidades asignadas y
experiencias vividas son aspectos esenciales en su
comprensión de la identidad genérica. (Lagarde, M.
1998).

Cuando valoramos como elemento fundamental en la
configuración de la identidad de género la
condición histórica del sujeto, estamos
reconociendo la diversidad de circunstancias, experiencias y
vivencias que se pueden dar en la persona a lo largo de su vida y
la multiplicidad de relaciones que puede establecer, de mayor o
menor implicación personal para la misma; todo lo cual nos
lleva al reconocimiento de la variedad de elementos que pueden
estar presentes y reflejarse en la identidad del sujeto y
también por supuesto, la diversidad de identidades que
dentro de un mismo género podemos encontrar y que se
expresa en su conducta en relación con los otros y consigo
mismo. De lo anterior la importancia que concedemos al contexto
en la formación de las identidades.

La identidad de género se asume en un contexto
donde mujeres y hombres tienen asignados roles diferenciales en
correspondencia con los cuales es tratado o tratada y se espera
se comporte.

Acerca de la significación de los roles
tradicionales asignados a la mujer, se reconocen por muchas
feministas como la mayor fuente de opresión femenina y los
que más sirven a la función de control social,
así como uno de los principales determinantes de los
problemas emocionales en la mujer.[5]

Keller atribuye al Rol Tradicional de la Mujer los
siguientes contenidos:

  • Las inquietudes femeninas encontrarán su
    máxima expresión dentro del hogar, en el
    matrimonio y en la maternidad.

  • La mujer dependerá de un proveedor del sexo
    masculino para adquirir identidad, satus y sostener los
    gastos del hogar. La maternidad es un mandato.

  • La mujer deberá enfatizar en su conducta el
    cuidado de los otros, deberá satisfacer sus
    necesidades "después" de satisfacer las de los
    demás y mostrar un gran espíritu de sacrificio,
    amor y compasión por los demás.

  • Se preocupará por su belleza física,
    pues se espera que sea vanidosa, coqueta, que haga dietas y
    que torture su cuerpo en aras de la estética
    corporal.

  • La mujer evadirá la expresión directa
    del enojo o del poder, a menos que sea en defensa del marido
    y de los hijos. Igualmente acatará la
    prohibición tajante de tomar la iniciativa en lo
    concerniente a la actividad sexual.

Mirando la
desigualdad desde el género

En los años 60 se produce un auge del movimiento
feminista; las mujeres habían alcanzado su derecho al
voto, objetivo fundamental de la Primera Ola, sin embargo la
igualdad jurídica no cambió la situación que
las caracterizaba, de ahí que se propongan entonces
producir los cambios que hicieran posible eliminar la
desigualdad. Dentro de las reivindicaciones feministas estaba el
elaborar una teoría que hiciera posible explicar la
situación de opresión en que se encontraban las
mujeres. Sirvieron estos antecedentes para que las
académicas norteamericanas en la década de los 70
retomaran el concepto gender para explicar el origen no
ya de la diferencia, sino de la desigualdad entre mujeres y
hombres.

En los años setenta se produce un claro
reconocimiento a la existencia en todas las sociedades, de una
desigualdad entre hombres y mujeres, que es el resultado de las
relaciones jerárquicas entre los géneros. Es en
esta década cuando Gayle Rubin publica su trabajo El
tráfico de mujeres: notas sobre la economía
política del sexo
, a través del cual y
homologándose a Marx, busca explicar al decir de ella, las
relaciones sociales por las cuales una hembra de la especie se
convierte en una mujer oprimida, es decir busca esencialmente
explicar la opresión de las mujeres como una
construcción socio cultural y lo hace a través de
lo que ella denominó Sistema
Sexo/Género.

El sistema sexo/genero ella lo define como:

"Conjunto de disposiciones por el cual la materia prima
biológica del sexo y la procreación humanas son
conformada por la intervención humana y social y
satisfechas en una forma convencional, por extrañas que
sean algunas de las convenciones."[6]

Este ensayo contribuyó a que se produjera un
importante impulso en los estudios sobre Género dentro de
las Ciencias Sociales ya que contribuyó a su
reconocimiento como objeto de estudio más allá del
campo de la sexualidad, incrementándose y
diversificándose el debate académico en torno a
este asunto. El saber humano había transmitido una
visión androcéntrica de la realidad al colocar al
hombre como centro y medida de todas las cosas y al
unísono ha bía presentado a las mujeres en
condiciones de inferioridad. Las ciencias habían dado una
interpretación biológica de las diferencias entre
hombres y mujeres; en ese sentido se habían visto como
"naturales" y en consecuencia invariables.

El ensayo de Rubin[7]estimuló la
parición de nuevos análisis y publicaciones que
contribuyeron a la explicación de los procesos
históricos y culturales que dieron lugar a la
división sexual del trabajo y con ello a la
creación de los espacios público y privado,
así como a la producción y reproducción del
género. Asimismo, ahondó más en el
cuestionamiento acerca del carácter construido y no
"natural" de las diferencias entre hombres y mujeres y a la
consecuente búsqueda de la explicación
científica de las mismas, que aún hoy se constatan
en todos los ámbitos de la vida de las
personas.

La igualdad de derechos es una condición
necesaria; pero no suficiente para alcanzar una igualdad real
porque los procesos generadores de desigualdad están
implícitos en los valores, los símbolos, las formas
específicas en que se relacionan los seres humanos en cada
sociedad y que se transmiten en el proceso histórico
cultural de formación subjetiva y educación de las
personas desde antes de su nacimiento.

Un proceso tan complejo e invisibilizado en las
múltiples formas y contenidos de la socialización
no puede cambiar solo bajo los efectos de una ley; se hace
necesario entonces, influir directamente en los mecanismos y
factores sociales que lo generan, y orientar la acción
específicamente para lograr cambios en los sectores
más vulnerables, los que se encuentran más
desfavorecidos por la desigualdad.

El reconocimiento de que las diferencias no obedecen a
causas naturales, es lo que lleva entonces al reclamo de la
igualdad entre mujeres y hombres dentro de los grupos y
movimientos de mujeres. Dentro de la academia, con la emergencia
del enfoque de género para analizar las causas de la
desigualdad entre mujeres y hombres, se favorece una
visión más centrada en las relaciones de poder,
como fundantes de las relaciones jerárquicas entre los
géneros, base de la desigualdad y la discriminación
hacia las mujeres.

En los años 80 las feministas señalaron el
carácter político de lo privado y generaron nuevas
categorías de análisis que permitieron visibilizar
viejos problemas: la violencia doméstica, el acoso sexual,
la feminización de la pobreza, entre otros (Vargas, V)
Esto favoreció el surgimiento de nuevas instituciones
desde donde se identificaban y analizaban los problemas y desde
donde se organizaron las nuevas demandas para revertir la
situación de las mujeres.

Hay un amplio reconocimiento entre las especialistas,
acerca de que "La introducción de la categoría
género en el discurso académico y popular, en lo
últimos 20 años, representa uno de los mayores
logros de la "segunda ola" del feminismo[8]Esto es
así porque desde el feminismo se pudo desmitificar las
creencias acerca del carácter "natural" y por tanto
invariable de las diferencias entre hombres y mujeres y se hizo
asignándole a la categoría género el
contenido que hoy se le reconoce en las ciencias sociales y a
través del cual se puede develar lo que en cada sociedad y
en cada cultura en los diferentes momentos históricos se
hace para producir y reproducir las diferencias entre hombres y
mujeres.

Hablo de producir porque en cada nuevo momento
histórico, se dan cambios que contribuyen la emergencia de
nuevas diferencias, no solo han existido diferencias en el acceso
a la educación y la calificación; sino
también en el acceso al mercado laboral y después
diferencias salariales. Hablo también de
reproducción porque una vez que se instalan las nuevas
diferencias en cada época, ellas son transmitidas a otras,
a través de la socialización como proceso general,
apoyándose en las costumbres, las normas sociales,
valores, creencias, estereotipos y prejuicios, que responden a la
ideología que sustenta el interés por mantener las
diferencias entre mujeres y hombres en cada momento
histórico.

¿Qué es
el género?

Para analizar este concepto podemos partir de dos
definiciones, primero

  • Es el conjunto de características sociales,
    culturales, políticas, psicológicas,
    jurídicas, económicas, asignadas a las personas
    en forma diferenciada de acuerdo al sexo.

Hablamos de características en campos diferentes,
por ejemplo desde el punto de vista psicológico se dice
que las mujeres son más sensibles, más sociables,
los hombres mas fuertes, mas decididos; pero también se
habla de otras características en campos como el poder,
las mujeres están menos representadas en espacios de toma
de decisión, están menos representadas en la fuerza
de trabajo, tienen salarios inferiores, no tienen todos los
derechos que tienen los hombres. Es decir estas son
características que se reconocen de manera diferenciada a
hombres y mujeres solo por serlo.

Otra definición pudiera ser:

  • Es la construcción sociocultural de las
    diferencias entre mujeres y hombres.

Entre ambas definiciones hay una diferencia fundamental,
la primera esta referida al género como producto, es decir
cómo se expresa en forma de característica, en
diferentes ámbitos el género, es decir el
género como producto. La segunda definición
enfatiza en el proceso, es decir los procesos que dan lugar a
esos productos antes señalados, es decir el género
como proceso.

Esta delimitación es muy importante porque para
producir cambios en las desigualdades que se expresan como
producto del género en la sociedad, es necesario
identificar los procesos que las producen porque sobre ellos es
que deben actuar las políticas, los proyectos, los
programas.
El producto es lo que llama la atención,
lo que identificamos primero, pero son los procesos los que deben
modificarse para que los productos sean otros.

El producto apunta a la relación hombre/mujer en
diferentes ámbitos, cual es el lugar de cada uno en los
mismos.

¿Por qué decimos que el proceso es
cultural?

  • Porque esta referido a la participación de
    todo el simbolismo, relacionado con el ser mujer o ser
    hombre, presente en cada cultura y en cada época
    histórica en la reproducción y
    producción del género, es decir la
    significación que cada cultura le atribuye.

¿Por qué decimos que el proceso es
social?

  • Porque se refiere a aspectos socioeconómicos
    relacionales entre hombres y mujeres que participan en la
    producción y reproducción del género.
    ¿Quién esta y quien no esta representado en
    algo, quien lo esta más?

Algunos ejemplos del aspecto socioeconómico
relacional

  • División espacio público y
    privado

Las mujeres en la casa, los hombres fuera en espacios de
desigual desarrollo.

  • Desigual distribución de roles
    domésticos

Las mujeres como máximas responsables de la
reproducción de la fuerza de trabajo

Algunos ejemplos del aspecto cultural

  • Diferente representación en los espacios de
    toma de decisión.

El techo de cristal por ejemplo es uno de los aspectos
que impiden la promoción de la mujer y no tiene que ver
con leyes objetivas que pudieran cambiarse, sino con lo que a
nivel de la subjetividad de las personas que valoran su
promoción o no, esta presente como lo propio de ser mujer
y de ser hombre y en ese sentido valoran sus capacidades y
potencialidades para desempeñarse en esos puestos. Cuando
esa valoración es tradicional se convierte en un techo que
impide la promoción de la mujer.

  • División sexual del trabajo

La diferente participación de los hombres y las
mujeres en las instituciones sociales, económicas,
políticas, entre otras, tiene que ver con en las
actitudes, valores y expectativas que una sociedad dada
conceptualiza como femeninos o masculinos.

Resulta evidente que los aspectos subjetivos tanto
individuales como sociales tienen un importante papel en la
reproducción del género por ser ella la que
contiene las valoraciones tradicionales y que se expresan en la
ideología patriarcal presente tanto en las personas como
en los grupos humanos y que se transmite a otras personas y
grupos a través de la socialización en procesos de
interacción y comunicación humanas. Entran en juego
aquí las diferentes instituciones y grupos con los que las
personas se relacionan desde el momento del nacimiento y a lo
largo de toda la vida.

Bibliografía

  • Bosch, E. Y cols. Historia de la Misoginia. Ed
    Anthropos. Universidad de las Islas Baleares, España.
    1999.

  • Fuller, N. Hojas de Warmi No.8. Ël pensamiento
    feminista y los estudios sobre identidad de género
    masculino¨. Ed Universidad de Barcelona, Barcelona
    España. 1997.

  • Lagarde, M. (1996) Género y Feminismo.
    Desarrollo humano y democracia. Ed Horas y Horas. Madrid
    España. 1996

  • Lagarde, M. Identidad Genérica y Feminsimo Ed
    IAM, Sevilla. España. 1998

  • Lagarde, M. El siglo de las mujeres. ¨Claves
    identitarias de las latinoamericanas en el umbral del
    milenio¨ Isis internacional. Ed de las mujeres No. 28
    Chile 1999

  • Montecino, S. Y Rebolledo, L. Conceptos de
    Género y Desarrollo. ¨Devenir de una
    traslación: de la mujer al género o de lo
    universal a lo particular¨ Ed universidad de Chile, chile
    1996.

  • Todaro, Rosalba. Equidad de Género

  • Vargas, Virginia. Los feminismos latinoamericanos en
    su tránsito al nuevo milenio. (una lectura
    político personal)

  • Vasallo, N. Panorana da Realidade Cubana.
    ¨Identidades en tránsito. Cubanas de tres
    generaciones¨. Ed UnB. Brasilia, Brasil 2002.

 

 

Autor:

Crucelda Estrada Guerra.

[1] Una version del presente trabjo fue
publicado en Heterogeneidad social en la Cuba actual por el
CESBH de la Universidad de La Habana en el 2004

[2] Izquierdo, Ma Jesús. El malestar
en la desigualdad. Ed. Cátedra. Universidad de Valencia,
España. 1998.

[3] Ver Mead, M “Sexo y Temperamento en
tres socieddes primitivas” 1935

[4] Cucchiari, S. “La Revolución
del Género y la transición de la horda bisexual a
la banda patrilocal: los orígenes de la jerarquía
del género.” En Lamas, M. El Género: La
construcción cultural de la diferencia sexual. Ed PUEG,
México 2003.

[5] Ver Sharratt, S. (1988) “mujer y
Psicoterapia: la búsqueda de la identidad
escondida” pp 89 en Burgos, N. M. , Sharratt, s. Y
Trejos, L.M. La Mujer en Latinoamérica: perspectivas
sociales y psicológicas. Ed HVMANITAS, Buenos aires
argentina.

[6] Rubin, G. El Tráfico de mujeres:
notas sobre la “Economía Política”
del sexo. En Lamas, M. (compilación) El Género.
La construcción cultural de la diferencia sexual. Ed.
PUEG México. 2003 pp. 44

[7] Rubin, Gayle “El tráfico de
mujeres: notas sobre la economía política del
sexo” En Lamas, M. El Género: La
construcción cultural de la diferencia sexual. Ed PUEG,
México 2003.

[8] Nicholson, L. “la genealogía
del género” Rev Hiparquia año 1992 Vol. V i
pp28

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