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Breve historia de la doctrina de la gracia (página 2)



Partes: 1, 2

I. HAY SALVACIÓN HOY. El apóstol
dice: "sois salvos." No dice: "serán," o "ustedes
pueden ser"; sino que dice: "sois salvos." No dice: "ustedes son
parcialmente salvos," ni tampoco "en vías de ser salvos,"
ni tampoco "esperanzados en la salvación"; sino que dice:
"por gracia sois salvos." Que este punto nos quede tan claro como
lo era para Pablo, y no debemos descansar hasta saber que somos
salvos. En este instante o somos salvos o no somos salvos. Eso es
claro. ¿A cuál de los dos grupos pertenecemos?
Espero que, por el testimonio del Espíritu Santo, podamos
recibir la seguridad de nuestra salvación como para
cantar: "Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha
sido mi salvación." No me voy a detener en este punto,
sino que voy a pasar al siguiente.

II. LA SALVACIÓN PRESENTE DEBE SER POR
GRACIA. Si se puede afirmar de alguien, o de cualquier grupo de
personas "tú eres salvo," debemos agregar siempre las
palabras "por gracia." No hay ninguna otra salvación hoy
excepto la salvación que comienza y termina con la gracia.
Hasta donde yo sé, no hay nadie en el ancho mundo que
pretenda predicar o poseer una salvación disponible hoy,
excepto aquellos que creen que la salvación es sólo
por gracia. Nadie en la Iglesia Católica afirma ser salvo
ahora, completamente y eternamente salvo. Afirmar eso
sería una herejía para ellos. Algunos pocos
católicos pueden esperar entrar al cielo cuando mueran,
pero la mayoría de ellos tienen el miserable prospecto del
purgatorio ante sus ojos. Vemos constantes solicitudes de
oraciones a favor de las almas que han partido, y esto no
sería necesario si esas almas fueran salvas, y
glorificadas con su Salvador. Las misas por el reposo del alma
apuntan a la salvación incompleta ofrecida por la Iglesia
Católica. Y así es, puesto que la salvación
ofrecida por el Papa es una salvación por obras, y aun si
fuera posible la salvación por medio de buenas obras,
ningún hombre puede estar seguro que ha hecho suficientes
buenas obras para tener segura su salvación. No puede
haber salvación presente a menos que sea sobre esta base:
"por gracia sois salvos." Es algo digno de nuestra
atención que nadie se ha levantado para predicar la
salvación que podemos recibir hoy por medio de obras.
Pienso que sería algo demasiado absurdo. Puesto que las
obras no son terminadas, la salvación es incompleta; o si
la salvación fuera completa, el principal motivo del
legalista se habría desvanecido.

La salvación debe ser por gracia. Si el
hombre está perdido por el pecado, ¿cómo
puede ser salvo excepto por medio de la gracia de Dios? Si ha
pecado, el hombre está condenado; y ¿cómo es
posible que él, por sí mismo, pueda revertir esa
condenación? Supongan que él guarda la ley todo el
resto de su vida. Él solamente habrá hecho lo que
siempre estuvo obligado a cumplir y todavía sería
un siervo inútil. ¿Qué ocurrirá con
su pasado? ¿Cómo pueden ser borrados sus pecados?
¿Cómo puede ser rescatado de su antigua ruina? De
conformidad con las Escrituras, y de acuerdo con el sentido
común, la salvación sólo puede ser posible
por medio de la gracia de Dios que es inmerecida.La
salvación en el tiempo presente debe ser por el favor
inmerecido de Dios. Las personas pueden pretender la
salvación por obras, pero no van a escuchar que nadie
apoye su propio argumento diciendo: "Yo soy salvo por lo que he
hecho." Eso equivaldría a una superficialidad vacía
a la cual muy pocos hombres recurrirían. El orgullo
difícilmente consideraría una presunción tan
extravagante. No, si somos salvos, debe ser por el favor
inmerecido de Dios ya esa es la única forma.

Para que la salvación sea completa debe por
ser por causa del favor inmerecido.
Cuando los santos se
mueren, nunca acaban sus vidas esperanzados en sus buenas obras.
Quienes han vivido las vidas más santas y útiles
invariablemente miran la gracia inmerecida en sus momentos
finales. Nunca he estado junto al lecho de algún hombre
piadoso que haya depositado toda su confianza en sus oraciones, o
en el arrepentimiento o en la religiosidad, u otra causa. . Pablo
se refiere a esta salvación como que ya pertenece a los
Efesios: "por gracia sois salvos." Los Efesios eran dados a artes
exóticas y trabajos de adivinación. Por tanto
habían hecho un pacto con los poderes de las tinieblas.
Ahora, si gente como esa fue salvada, tiene que ser solamente por
gracia. Así sucede con nosotros también. Nuestra
condición original y nuestro carácter requieren
que, si somos salvos de alguna manera, debemos agradecerlo al
favor inmerecido de Dios. Yo sé que esto es así en
mi caso; y creo que la misma regla es válida para los
demás creyentes. Esto está bastante claro, y
así continúo al siguiente encabezado :

III. LA SALVACIÓN PRESENTE POR GRACIA DEBE
SER POR MEDIO DE LA FE. Una salvación presente debe ser
por medio de la gracia, y la salvación por gracia debe ser
por medio de la fe. Nadie puede asirse de la salvación por
gracia por ningún otro medio que no sea la fe. Este
carbón ardiente tomado del altar requiere de las tenazas
de oro de la fe que deben transportarlo. Yo supongo que hubiera
sido posible, si Dios así lo hubiera querido, que la
salvación se hubiera podido obtener a través de las
obras, y sin embargo también por medio de la gracia; pues
si Adán hubiera obedecido perfectamente la ley de Dios,
habría hecho solamente lo que estaba obligado a hacer, y
así, si Dios lo hubiera recompensado, la propia recompensa
habría sido de conformidad a la gracia, pues el Creador no
le debe nada a la criatura.. La salvación por gracia
sólo puede ser agarrada por la mano de la fe. Cualquier
intento de tomarla llevando a cabo ciertos actos de la ley
haría que la gracia se evaporara. "Por tanto, es por fe,
para que sea por gracia." "Y si por gracia, ya no es por obras;
de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no
es gracia; de otra manera la obra ya no es obra." Tampoco pueden
alcanzar la salvación por gracia por medio de los
sentimientos.

La mano de la fe está construida para agarrar la
salvación presente por medio de la gracia, pero el
sentimiento no está adaptado para ese fin. Si dices: "Debo
sentir que soy salvo, debo sentir una cierta medida de tristeza y
otra medida de gozo, o de lo contrario no voy a admitir que soy
salvo," pronto encontrarás que este método no
podrá dar una respuesta. Creer por medio de tus
sentimientos sería lo mismo que ver con tu oído, o
saborear con tu ojo, o escuchar con tu nariz. No son los
órganos adecuados para eso.

IV. SALVACIÓN POR GRACIA POR MEDIO DE LA
FE Y ESTO NO DE NOSOTROS. La salvación y la fe, y toda la
obra de la gracia en su conjunto, no son de nosotros. En primer
lugar no lo hemos merecido. No constituyen la recompensa
por nuestros buenos esfuerzos del pasado. Nadie que no haya
nacido de nuevo ha llevado una vida tan buena que Dios
está obligado a darle mayor gracia, y a concederle la vida
eterna; pues ya no sería más por gracia, sino como
una deuda. La salvación nos es dada, nosotros no la
ganamos. Nuestra vida inicial es siempre una vida de
extravío lejos de Dios y nuestra nueva vida que constituye
nuestro retorno a Dios es siempre el resultado de una
misericordia inmerecida, derramada sobre quienes necesitan
grandemente de esa misericordia, pero que nunca la han merecido.
No es de nosotros en otro sentido, no viene de nuestra
excelencia original
. La salvación viene de arriba;
nunca evoluciona a partir de nuestro ser interior. ¿Acaso
la vida eterna puede desarrollarse de las costillas desnudas de
la muerte? Algunos se atreven a decirnos que la fe en Cristo, y
el nuevo nacimiento son únicamente el desarrollo de cosas
buenas que permanecen escondidas en nosotros por naturaleza; pero
en esto, como su padre, hablan por sí mismos.
Señores, si un hijo de ira es dejado para que se
desarrolle, ¡cada día será un mejor candidato
para el lugar preparado para el diablo y sus ángeles!
Pueden tomar al hombre que no ha sido regenerado y pueden
educarlo hasta el más alto nivel; pero él permanece
y debe permanecer para siempre muerto en pecado, a menos que
venga un poder superior para salvarlo de sí
mismo.

La gracia introduce en el corazón un elemento
enteramente extraño. No mejora las cosas existentes ni las
hace perpetuas; sino que mata y regenera. No hay continuidad
entre el estado natural y el estado de gracia: el uno es
oscuridad y el otro es luz; el uno es muerte y el otro es vida.
La gracia, cuando nos llega, es como un carbón arrojado en
el mar, donde ciertamente se apagaría con facilidad si no
poseyera una cualidad milagrosa que es capaz de sorprender las
inundaciones de las aguas, estableciendo su reino de fuego y luz
aun en los abismos. V. "Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios." La
salvación puede ser llamada Teodora, o el don de
Dios: y cada alma que es salva puede apellidarse
Dorotea, que es otra forma de decir lo mismo.
Multipliquen sus frases y amplíen sus exposiciones; pero
si le seguimos la pista a la salvación hasta llegar a su
fuente, encontraremos que toda ella está contenida en el
don indecible, y en la bendición inmerecida y sin medida
del amor. La salvación es el don de Dios,
totalmente opuesto al concepto de un pago. Cuando un hombre paga
a otro hombre su salario, hace lo correcto, y a nadie se le
ocurriría abrumarlo de elogios por ello. Pero alabamos a
Dios por la salvación porque no es el pago de una deuda,
sino que es un don de la gracia. Nadie entra a la vida eterna en
la tierra o en el cielo porque se lo ha ganado: es el don de
Dios. Decimos: "Nada es más gratuito que un regalo." La
salvación es tan puramente, tan absolutamente un don de
Dios, que nada puede ser más inmerecido. Dios lo da porque
Él decide darlo, de conformidad a ese grandioso texto que
ha hecho que muchos hombres se muerdan el labio de rabia:
"Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me
compadeceré del que yo me compadezca." Todos ustedes son
culpables y están condenados, y el Gran Rey perdona a
quien quiere. Esta es su prerrogativa real. Él salva en Su
infinita soberanía de gracia.

4.2. LA DOCTRINA DE LA GRACIA EN LA OBRA DE L.
BERKHOF:

En la Teología Sistemática de Berkhof, la
doctrina de la gracia se encuentra detallada en la cuarta parte
de la obra, que es la concerniente a la Doctrina de la
Aplicación de la obra de la Redención, en los
apartados de la Soteriología, y dentro de las Operaciones
del Espíritu Santo en General. En esta parte, Berkhof
enfatiza que el Espíritu Santo es el dispensador de la
gracia Divina, para lo cual nos dice: "No obstante, en la mayor
parte de los pasajes en los que aparece la palabra charis se usa
en el Nuevo Testamento significa la operación inmerecida
de Dios en el corazón de los hombres, efectuada mediante
la agencia del Espíritu Santo." Pág.
508.

Como ya tenemos acentuada la idea de que el
Espíritu Santo es el agente de la gracia, el Cáp.
Tercero de esta cuarta parte nos habla de la Gracia Común,
haciendo la salvedad de que en la teología Reformada, esta
Gracia no es parte de la soteriología como lo es en la
teología arminiana.

El concepto de Gracia Común, es que se debe tener
de la gracia que se extiende a todos los hombres, es la gracia
general que esta sobre todo el que vive en la era del Evangelio,
en contraposición a la Gracia Especial; por eso la Gracia
Común: es Universal, porque cubre a todo ser viviente; es
General, por ser dada a cada miembro de la raza humana; es una
gracia Común del Pacto, ya que es común a todo el
que vive en la esfera del Pacto, sea que pertenezca o no a los
elegidos. Citando la Confesión de Westminster, se dice:
"la gracia que de esta manera se proporciona es común, no
en el sentido de se dé a todos los hombres en
común, sino en el sentido de producir efectos que son
ordinario, y que no alcanzan el grado de eficiencia realmente
salvadora".

La Gracia Común se manifiesta en dones y
operaciones de Dios. En sus bondades, en sus bendiciones
naturales que derrama sobre los hombres, a pesar de que estos las
deprecien, es la que reciben los elegidos y los no elegidos de
Dios. Todos los vivientes las disfrutan sin
discriminación, y que no es una gracia especial, porque no
es salvadora. He aquí como resume Berkhof sus ideas sobre
la Gracia Común: "Se puede decir, en general, que cuando
hablamos de "gracia común", tenemos en mente una de dos
cosas, (a) aquellas operaciones generales del Espíritu
Santo por medio de las cuales El, sin renovar el corazón,
ejercita tal influencia moral sobre el hombre, por medio de su
revelación general o especial, que el pecado queda
refrenado, el orden en la vida social queda sostenido, y se
promueve la justicia civil; o (b) aquellas bendiciones generales,
como la lluvia y el fulgor del sol, el alimento y la bebida, el
vestido y el techo, las cuales Dios imparte a todos los hombres,
en donde quiera, sin discriminación y en la medida que a
El le parece buena."

La gracia especial está determinada mediante el
decreto de elección. Esta limitada a los elegidos. La
gracia especial remueve la culpa y la pena del pecado, cambia la
vida y la limpia. La gracia especial también es
irresistible, no queriendo decir que es una fuerza que obligue al
hombre en contra de su voluntad. También la gracia
especial opera de manera espiritual y es re-creativa, renovando
toda la naturaleza del hombre.

Entre la Gracia Común y la Especial no existe en
sentido temporal ninguna prioridad de una sobre la otra, aunque
lógicamente la Gracia Especial esta sobre la Común,
que le viene a estar subordinada.

La Gracia Común opera por cuatro medios, los
cuales son a saber:

1. La luz de la Revelación de Dios: La
Revelación es fundamental, porque sin ella, los otros
medios serian imposibles, y de no ser imposible no
funcionarían adecuadamente. Esta revelación es la
que se manifiesta en la naturaleza, aunque en un sentido limitado
se encuentra también en la Revelación Especial,
pero como un de la Gracia Especial.

2. Los Gobiernos: Los gobiernos son un resultado de la
Gracia Común. Argumenta Berkhof, de que en Romanos 13,
Pablo dice que los gobiernos son ordenados por Dios para mantener
el orden en la sociedad. La Confesión Belga dice que por
causa de la depravación de la humanidad Dios a designados
reyes, príncipes y magistrados, siendo una
designación Divina de que el mundo se rija por sus leyes y
sus reglamentos.

3. La opinión Publica: cuando la luz natural
brilla en los corazones, esta se intensifica mediante la
revelación especial, dando por resultado una
opinión publica que está conforme con la ley de
Dios; y esto alcanza una influencia tremenda en la conducta de
aquellos hombres que son sensible a la Gracia Común, nos
dice Berkhof.

La opinión pública es un medio de la
Gracia Común cuando se ha formado bajo la
revelación divina.

4. Castigos y Galardones Divinos: Esto es cuando Dios,
por medios providenciales visita en esta vida a los hombres, y le
castiga por sus maldades y a otros recompensas por sus obras
buenas. Para Berkhof, los castigos tienen un efecto detergente, y
las recompensas sirven como incentivo.

Los cinco frutos de la Gracia Común
son:

1. El aplazamiento de la Ejecución de la
Sentencia: En el Edén, Dios pronuncian la sentencia de
muerte contra el hombre si este comía del árbol
prohibido: el hombre comió del árbol, y la
sentencia entró en ejecución, pero no se
ejecutó toda en un instante. Es por la Gracia Común
que no se ejecuta toda sentencia de muerte, pero a la misma vez
no se deja de ejecutar. Dios le da oportunidad al pecador para
que se arrepienta.

2. El Pecado se encuentra Frenado: Por la Gracia
Común, el pecado se encuentra frenado en la vida del
individuo y en la sociedad. Calvino dicen: "Pero debemos
considerar que, a pesar de la corrupción de nuestra
naturaleza, hay algún lugar para la gracia divina, una
gracia que, aunque no purifique al hombre lo puede mantener
sujeto con un freno interno." Este freno, dice Berkhof, puede ser
externo e interno, o ambas cosas a la vez, pero no cambia el
corazón.

3. La Conservación de Algún Sentido de
Verdad, Moralidad y Religión: es por la Gracia
Común que el hombre tiene algún sentido de verdad,
el bien y la belleza. También por ella el hombre revela
deseo por la verdad, por la moralidad, y hasta por la
religión. Aquí se cita a Romanos 2:15, donde
reviéndose a los gentiles que "muestran la obra de la ley
escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y
acusándoles sus razonamientos".

4. La Realización del Bien Público y la
Justicia Civil: La Gracia Común capacita al hombre para
cumplir con la justicia civil, esto es lo que es justo en asuntos
civiles o naturales, a diferencia de lo que es justo en asuntos
religioso. El hecho de que el hombre retenga pequeños
residuos de lo que es bueno, eso le hace inexcusable; por solo el
hecho de poder hacer el bien, es la mayor prueba de la Gracia
Común, ya que el hombre en su estado caído esta
imposibilitado para obrar bien.

5. Muchas Bendiciones Naturales: Es por la Gracia
Común que el hombre recibe todas las bendiciones naturales
de la vida presente. Dios bendice sin discriminación, es
por eso que cada mañana son nuevas sus bondades, sin
importar que caigan sobre justos o injustos. Por la Gracia
Común, Dios bendice a los que los maldicen.

4.3. He aquí un resumen del sermón
predicado por John Wesley, el 11 de junio de 1738, en la
universidad de Oxford, y que el tituló:

LA SALVACION POR LA FE.

Por gracia sois salvos por la fe (Efesios
2:8).

1.     Impulsos únicamente de
gracia, bondad y favor, son todas las bendiciones que Dios ha
conferido al hombre; favor gratuito, inmerecido; gracia
enteramente inmerecida, pues que el hombre no tiene ningún
derecho a la menor de sus misericordias. Movido por un amor
espontáneo, "formó al hombre del polvo de la tierra
y alentó en él…soplo de vida," alma en que
imprimió la imagen de Dios; "y puso todo bajo sus pies."
La misma gracia gratuita existe aún para nosotros. La
vida, el aliento y cuanto hay, pues que en nosotros nada se
encuentra ni podemos hacer cosa alguna que merezca el menor
premio de la mano de Dios.

2.     ¿Con qué, pues,
podrá el pecador expiar el menor de sus pecados
¿Con sus propias obras Ciertamente que no; por muchas y
santas que éstas fuesen, no son suyas, sino de Dios. A la
verdad las obras todas del hombre son inicuas y pecaminosas, y
así es que todos necesitamos de una nueva
expiación. El árbol podrido no puede dar sino fruto
podrido; el corazón del hombre está enteramente
corrompido y es cosa abominable; se halla "destituido de la
gloria de Dios;" de esa sublime pureza que al principio se
imprimiera en su alma, como imagen de su gran Creador. No
teniendo pues nada, ni santidad ni obras qué alegar,
enmudece confundido ante Dios.

3.     Ahora pues, si los pecadores
hallan favor con Dios, es "gracia sobre gracia." Aún se
digna Dios derramar nuevas bendiciones sobre nosotros y la mayor
de ellas es la salvación. ¿Y qué podremos
decir de todo esto, sino "gracias sean dadas a Dios por su don
inefable" Y así es: en esto "Dios encarece su caridad para
con nosotros, porque siendo aun pecadores, Cristo murió,"
para salvarnos; "porque por gracia sois salvos por la fe." La
gracia es la fuente, y la fe la condición de la
salvación.

Precisa por lo tanto, a fin de alcanzar la gracia de
Dios, que investiguemos cuidadosamente:

I. Por medio de qué fe nos salvamos.

II. Qué cosa es la salvación que resulta
de esta fe.

III. De qué manera se puede contestar a ciertas
objeciones.

I.      ¿Por medio de
qué fe nos salvamos

1.     En primer lugar, no es
solamente la fe de los paganos. Exige el Creador de todos los
paganos que crean: "que le hay, y que es galardonador de los que
le buscan;" que se le debe buscar para glorificarlo como a Dios;
dándole gracias por todas las cosas y practicando con
esmero las virtudes de la justicia, misericordia y verdad para
con los demás hombres.

2.     Ni es, en segundo lugar, la
fe del diablo; si bien ésta es más amplia que la
del pagano; pues no sólo cree en un Dios sabio y poderoso,
bondadoso en el premio y justo en el castigo; sino que
Jesús es el Hijo de Dios, el Cristo, el Salvador del
mundo; lo confiesa claramente al decir: "yo te conozco
quién eres, el santo de Dios" (Lucas 4:34). Ni podemos
dudar que ese desgraciado espíritu crea todas las palabras
que salieron de la boca del Santo de Dios; más aún,
todo lo que los hombres inspirados de la antigüedad
escribieron, pues que dio su testimonio respecto de dos de ellos
al decir: "Estos hombres son siervos del Dios alto, los cuales os
anuncian el camino de salud." Todo esto cree el gran enemigo de
Dios.

3.     Tercero. La fe por medio de
la cual somos salvos, en el sentido de la palabra que más
adelante se explicará, no es solamente la que los
apóstoles tuvieron mientras Cristo estuvo en la tierra; si
bien creyeron en El de tal manera, que "dejaron todo y le
siguieron;" aunque tenían poder de obrar milagros, "de
sanar toda clase de dolencia y enfermedad;" más aún
"poder y autoridad sobre todos los demonios;" y más que
todo esto, fueron enviados por su Maestro "a predicar el reino de
Dios."

4.     ¿Por medio de
qué fe, pues, somos salvos En general y primeramente se
puede contestar: que es la fe en Cristo, cuyos dos únicos
objetos son: Cristo, y Dios por medio de Cristo. Y en esto se
distingue suficiente y absolutamente de la fe de los paganos
antiguos o modernos. De la fe del diablo se diferencia por
completo, en que no es una cosa meramente especulativa o
racional; un asentimiento inerte y frío; una
sucesión de ideas en la mente; sino una disposición
del corazón.

5.     En esto se distingue de la fe
que los apóstoles tenían mientras nuestro
Señor Jesucristo estuvo sobre la tierra: en que reconoce
la necesidad y los méritos de su muerte y el poder de su
resurrección. Reconoce su muerte como el único
medio suficiente para salvar al hombre de la muerte eterna, y su
resurrección como la restauración de todos nosotros
a la vida y a la inmortalidad, puesto que "fue entregado por
nuestros delitos, y resucitado para nuestra
justificación."

2.     Sois salvos (para
comprender todo en una palabra) del pecado. Tal es la
salvación por medio de la fe—la gran
salvación predicha por el ángel antes que Dios
mandase a su Unigénito al mundo: "llamarás su
nombre JESUS, porque él salvará a su pueblo de sus
pecados;" y ni en esta ni en ninguna otra parte de las Escrituras
se encuentra límite o restricción alguna. El
salvará de todos sus pecados: del pecado original y
actual, de los pasados y presentes; "de la carne y del
espíritu," a todo su pueblo o, como está escrito en
otro lugar, "a todos los que creen en él." Por medio de la
fe en El están salvos de la culpa y el poder del
pecado.

3.     Primeramente, de la culpa de
los pecados pasados; puesto que siendo todo el mundo culpable
delante de Dios, por cuanto si Jehová mirase a los
pecados, "¿Quién, oh Señor, podrá
mantenerse" y "por la ley existe" solamente "el conocimiento del
pecado," mas no el libramiento de él; y por el
cumplimiento, de "las obras de la ley, ninguna carne se
justificará delante de él," mas "la justicia de
Dios por la fe de Jesucristo, para todos los que creen en
él," y están "justificados gratuitamente por su
gracia, por la redención que es en Cristo Jesús; al
cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su
sangre, para manifestación de su justicia, atento a haber
pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados."

4.     Y estando salvos de la culpa,
están libres del temor; no del temor filial de ofender,
sino del miedo servil; de ese miedo que atormenta, del miedo del
castigo, de la ira de Dios a quien ya no consideran como un
señor duro, sino como un padre indulgente; porque no han
recibido "el espíritu de servidumbre…mas habéis
recibido el espíritu de adopción, por el cual
clamamos, Abba, Padre, porque el mismo Espíritu da
testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios."
Están asimismo libres del temor, si bien no de la
posibilidad de caer de la gracia de Dios y perder sus grandes e
inestimables promesas; de manera que tienen "paz para con Dios
por medio de nuestro Señor Jesucristo," se glorían
en la esperanza de la gloria de Dios y "el amor de Dios
está derramado en sus corazones por el Espíritu de
Dios que les es dado."

5.     Más aún: por
medio de esta fe están salvos no sólo de la culpa,
sino del poder del pecado. Así lo declara el
apóstol cuando dice: "Sabéis que él
apareció para quitar nuestros pecados y no hay pecado en
él; cualquiera que permanece en él, no peca" (1
Juan 4:5, etc.). "Hijitos, no os engañe ninguno: el que
hace justicia, es justo, como él también es justo.
El que hace pecado, es del diablo. Cualquiera que es nacido de
Dios, no hace pecado, porque su simiente está en
él; y no puede pecar, porque es nacido de
Dios."

6.     El que por medio de la fe es
nacido de Dios, no peca: (1) con pecados habituales; porque todo
hábito pecaminoso es pecado que reina, pero el pecado no
puede reinar en los que creen; (2) ni voluntariamente; porque
mientras permanece en la fe, su voluntad se opone por completo a
toda clase de pecado y lo aborrece como veneno mortal; (3) ni por
deseos pecaminosos, pues que constantemente desea hacer la santa
voluntad de Dios y con el auxilio de la gracia divina, ahoga en
su nacimiento cualquier pensamiento impuro; ni (4) peca por
debilidades, de obra, palabra o pensamiento; puesto que sus
debilidades no tienen el asentimiento de su voluntad, sin la cual
no pueden en justicia reputarse como pecados.

7.     Esta es pues la
salvación que por medio de la fe se adquiere aun en este
mundo; salvación del pecado y sus consecuencias,
según lo expresa a menudo la palabra
justificación que tomada en su sentido más
lato significa libramiento de la culpa y del castigo, por medio
de la expiación de Cristo que el alma del pecador se
aplica a sí misma en el momento de creer, así como
del poder del pecado por medio de Cristo, formado en su
corazón.
De manera que todo aquel que de este modo
está justificado o salvo por la fe, ciertamente ha
nacido otra vez.
Ha nacido otra vez del Espíritu a
vida nueva "que está escondida con Cristo en
Dios."

III. La primera objeción que por lo general se
presenta a lo anterior, es ésta:

1.      Que la
predicación de la salvación o la
justificación por la fe solamente, es predicar en contra
de la santidad y las buenas obras; a lo que se puede prestamente
contestar:

"Eso sería cierto si predicásemos, como
algunos lo hacen, una fe aislada de las buenas obras; pero la fe
que enseñamos es productiva de buenas obras y
santidad."

2.      Conviene, sin embargo,
considerarla más detenidamente y con especialidad ya que
no es una objeción nueva, sino tan antigua como los
tiempos de Pablo, puesto que desde entonces se preguntaba:
"¿luego deshacemos la ley por la fe" A lo que luego
contestamos: que todos los que no predican la fe, necesariamente
la invalidan, ya sea directa y abiertamente por medio de
limitaciones y comentarios que destruyen todo el espíritu
del texto, o de un modo indirecto al no señalar los
únicos medios de ponerla en práctica; mientras que
nosotros, en segundo lugar, "establecemos la ley" no sólo
al demostrar toda su amplitud y sentido espiritual, sino
también invitando a todos a esta fuente de vida, para que
"la justicia de la ley se cumpla en ellos." Los que
confían en la sangre de Cristo únicamente, usan de
todos los medios por El establecidos para hacer aquellas "buenas
obras, las cuales Dios preparó para que
anduviésemos en ellas;" tienen y hacen palpable su genio
puro y santo, semejante a la mente de Cristo
Jesús.

3.      Mas la
predicación de esta fe, ¿no desarrollará el
orgullo en los hombres A lo que contestamos, que muy bien puede
darse el caso y, por lo tanto, se debe amonestar muy
fervientemente a todos los creyentes con las palabras del gran
apóstol: "por su incredulidad" las primeras ramas "fueron
quebradas, mas tú por la fe estás en pie. No te
ensoberbezcas, antes teme; que si Dios no perdonó a las
ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la
bondad y la severidad de Dios. La severidad ciertamente en los
que cayeron; mas la bondad para contigo, si permanecieres en la
bondad; pues de otra manera tú también serás
cortado." Y mientras que permanezcan en la fe, se
acordarán de aquellas palabras de San Pablo anticipando y
contestando esta misma objeción. "¿Dónde,
pues, está la jactancia Es excluida. ¿Por
cuál ley ¿De las obras No, mas por la ley de la fe"
(Romanos 3:27). Si el hombre se justificara por sus obras
tendría de qué gloriarse; mas no hay gloria para el
que "no obra, pero cree en aquel que justifica al impío"
(Romanos 4:5). El mismo sentido tienen las palabras que anteceden
y las que siguen al texto. "Empero Dios, que es rico en
misericordia, por su mucho amor con que nos amó, aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con
Cristo; por gracia sois salvos; y juntamente nos resucitó,
y asimismo nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús,
para mostrar en los siglos venideros, las abundantes riquezas de
su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros"
(Efesios 2:4-8). Ni la fe ni la salvación vienen de
vosotros: "es don de Dios," don gratuito, inmerecido; la fe por
medio de la cual sois salvos, lo mismo que la salvación
que os ha dado, son por su gracia y misericordia. Que
creéis, es una manifestación de su gracia, y que al
creer seáis salvos, es otra.
"No por obras para que
nadie se gloríe," puesto que todas nuestras obras, nuestra
justicia que teníamos antes de creer, no merecían
de Dios otra cosa sino la condenación; tan lejos
estábamos de merecer, por nuestras propias obras, la fe
que nunca se recibe como premio de buenas obras. Ni es la
salvación el resultado de las buenas obras que hacemos
después de creer, porque entonces es Dios quien obra en
nosotros, y que nos dé un premio por las obras que El
hace, sólo manifiesta lo infinito de su misericordia, pero
no nos deja nada de qué gloriamos.

4.      A pesar de todo esto,
¿no se corre el peligro, al hablar de esta manera de la
misericordia de Dios que salva y santifica sólo por la fe,
de inducir a los hombres a pecar Ciertamente que lo hay y muchos
continúan en el pecado "para que la gracia abunde," mas su
sangre sea sobre sus cabezas. La bondad de Dios debería
impulsar al arrepentimiento y esta es la influencia que ejerce en
los corazones sinceros. Sabiendo que El perdona, le piden
fervientemente que borre sus pecados por medio de la fe en
Jesús; y si ruegan con instancia y no desmayan, si lo
buscan por todos los medios que El ha establecido, si se
rehúsan a "ser consolados" hasta que El venga, El
vendrá y no se tardará.

5.     Considerada esta misma verdad
bajo otro punto de vista, ofrece una objeción muy
diferente de la anterior. "Si no pueden los hombres salvarse a
pesar de sus buenas obras, muchos se darán a la
desesperación." Sí, por cierto: perderán la
esperanza de salvarse por sus propias obras, sus propios
méritos, su justicia. Y así debe ser, porque
ninguno puede confiar en los méritos de Cristo, hasta no
haber completamente renunciado a los suyos propios; y los que
tratan de "establecer su propia justicia" no obtienen la justicia
de Dios, puesto que mientras confían en la justicia que
pertenece a la ley, no se les puede dar aquella que pertenece a
la fe.

6.     Pero se dice que esta es una
doctrina poco consoladora. El diablo habló como quien es,
el padre de la mentira y el embuste, cuando sugirió a los
hombres semejante idea. Es la doctrina consoladora por
excelencia, "llena de consuelo," para todos los pecadores que se
han destruido y condenado a sí mismos. "Todo aquel que en
él creyere no será avergonzado…porque el mismo
que es Señor de todos, rico es para con todos los que le
invocan." Aquí hay consuelo tan alto como los cielos,
más fuerte que la misma muerte. ¿Qué
¿Misericordia para todos ¿Para Zaqueo, el
ladrón del público ¿Para María
Magdalena, una miserable pecadora Parece que escucho a alguno que
dice: "Entonces también para mí, aun para mí
hay misericordia." Y así es, pobre alma, a quien nadie ha
consolado. Dios no despreciará tu oración; tal vez
muy presto te dirá: "confía hijo, tus pecados te
son perdonados;" de tal manera perdonados, que ya no te
dominarán más, sino que el Espíritu Santo
dará testimonio con tu espíritu de que eres hijo de
Dios. ¡Oh las buenas nuevas, nuevas de gran gozo para todo
el pueblo!

7.     Cuando ya no hay más
objeciones que presentar, se nos dice que no se debería
predicar la salvación por la fe como la doctrina principal
o mejor dicho, que no se debe enseñar. Pero
¿qué dice el Espíritu Santo "Nadie puede
poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es
Jesucristo;" de manera que el tenor de nuestra predicación
es y deberá ser: "cualquiera que crea en él
será salvo." "Ahora bien, pero no a todos." ¿A
quién entonces debemos predicar ¿A quiénes
exceptuamos ¿A los pobres De ninguna manera, supuesto que
tienen derecho especial a que se les predique el Evangelio.
¿A los ignorantes Tampoco. Dios ha revelado estas cosas a
los humildes y a los ignorantes desde el principio.

8.     Muy especialmente debemos
predicaros en la actualidad, que "por gracia sois salvos por la
fe," porque nunca ha sido tan necesaria esta doctrina como en
nuestros días, y sólo ella puede impedir el
desarrollo entre nosotros del romanismo, cuyos errores es
imposible atacar uno a uno. La doctrina de la salvación
por la fe los ataca de raíz y todos caen cuando
ésta queda establecida. Llama nuestra Iglesia a esta
doctrina la roca eterna y la base de la religión
cristiana,
que primeramente hizo huir al papado de estos
reinos; y sólo ella puede evitar que vuelva. Sólo
esta enseñanza puede detener ese desarrollo de la
inmoralidad que se va extendiendo por toda la nación.
¿Podéis vaciar gota a gota el océano Pues
mucho menos podréis por medio de persuasiones, destruir
los vicios que nos afligen; pero procurad "la justicia que es de
Dios por la fe," y veréis cómo todo se puede.
Sólo esto puede hacer enmudecer a aquellos que se
glorían en su vergüenza y abiertamente "niegan al
Señor que los rescató."

9.     Es por esto que el demonio
ruge siempre que se predica al mundo "la salvación por la
fe;" y por esto movió el infierno y la tierra para
destruir a aquellos que primeramente la predicaron. Por esta
misma razón, sabiendo que la fe sola puede desmenuzar los
fundamentos de su reino, llamó a todas sus fuerzas y
empleó todos sus artificios, mentiras y calumnias para
asustar a Martín Lutero que la revivió. Y no es de
asombrarse, porque como dice aquel santo varón de Dios:
"¡cómo no se enfurecería un hombre fuerte y
soberbio, bien armado, a quien marcase el alto y venciese un
niño, tan sólo con una pequeña varita en su
mano!" especialmente si sabía que ese niño lo
vencería y hollaría bajo sus plantas. Así
es, Señor Jesús. Siempre tu fuerza "en la flaqueza
se perfecciona." Ve pues, criatura que crees en El y "¡su
mano derecha te mostrará cosas terribles!" Aunque seas
débil como un recién nacido, el enemigo fuerte no
podrá estar delante de ti; tú prevalecerás
sobre él, lo derribarás y hollarás bajo tus
pies. Marcharás adelante bajo el gran Capitán de la
salvación, "conquistando y a conquistar," hasta que todos
tus enemigos sean destruidos y la muerte sorbida en la
victoria.

"A Dios gracias, que nos da la victoria por el
Señor nuestro Jesucristo." A quien, con el Padre y el
Espíritu Santo sean dados toda honra, majestad, poder,
dominio y gloria, por siempre jamás.
Amén.

4.4. La gracia vista por Dietrich Bonhoeffer,
según aparecer en el capitulo primero de su libro: El
Precio de la Gracia.

LA GRACIA CARA

La gracia barata es el enemigo mortal de nuestra
Iglesia. Hoy combatimos en favor de la gracia cara. La gracia
barata es la gracia considerada como una mercancía que hay
que liquidar, es el perdón malbaratado, el consuelo
malbaratado, el sacramento malbaratado, es la gracia como
almacén inagotable de la Iglesia, de donde la toman unas
manos inconsideradas para distribuirla sin vacilación ni
limites; es la gracia sin precio, que no cuesta nada. Porque se
dice que, según la naturaleza misma de la gracia, la
factura ha sido pagada de antemano para todos los tiempos.
Gracias a que esta factura ya ha sido pagada podemos tenerlo todo
gratis. Los gastos cubiertos son infinitamente grandes y, por
consiguiente, las posibilidades de utilización y de
dilapidación son también infinitamente grandes. Por
otra parte, ¿que seria una gracia que no fuese gracia
barata?

La gracia barata es la gracia como doctrina, como
principio, como sistema, es el perdón de los pecados
considerado como una verdad universal, es el amor de Dios
interpretado como idea cristiana de Dios. Quien la afirma posee
ya el perdón de sus pecados. La Iglesia de esta doctrina
de la gracia participa ya de esta gracia por su misma doctrina.
En esta Iglesia, el mundo encuentra un velo barato para cubrir
sus pecados, de los que no se arrepiente y de los que no desea
liberarse. Por esto, la gracia barata es la negación de la
palabra viva de Dios, es la negación de la
encarnación del Verbo de Dios.

La gracia barata es la justificación del pecado y
no del pecador. Puesto que la gracia lo hace todo por si sola,
las cosas deben quedar como antes. «Todas nuestras obras
son vanas». El mundo sigue siendo mundo y nosotros seguimos
siendo pecadores «incluso cuando llevamos la vida
mejor». Que el cristiano viva, pues, como el mundo, que se
asemeje en todo a el y que no procure, bajo pena de caer en la
herejía del iluminismo, llevar bajo la gracia una vida
diferente de la que se lleva bajo el pecado. Que se guarde de
enfurecerse contra la gracia, de burlarse de la gracia inmensa,
barata, y de reintroducir la esclavitud a la letra intentando
vivir en obediencia a los mandamientos de Jesucristo. El mundo
esta justificado por gracia; por eso -a causa de la seriedad de
esta gracia, para no poner resistencia a esta gracia
irreemplazable- el cristiano debe vivir como el resto del
mundo.

Le gustaría hacer algo extraordinario; no
hacerlo, sino verse obligado a vivir mundanamente, es sin duda
para el la renuncia mas dolorosa. Sin embargo, tiene que llevar a
cabo esta renuncia, negarse a si mismo, no distinguirse del mundo
en su modo de vida. Debe dejar que la gracia sea realmente
gracia, a fin de no destruir la fe que tiene el mundo en esta
gracia barata. Pero en su mundanidad, en esta renuncia necesaria
que debe aceptar por amor al mundo -o mejor, por amor a la
gracia- el cristiano debe estar tranquilo y seguro (securus) en
la posesión de esta gracia que lo hace todo por si sola.
El cristiano no tiene que seguir a Jesucristo; le basta con
consolarse en esta gracia. Esta es la gracia barata como
justificación del pecado, pero no del pecador arrepentido,
del pecador que abandona su pecado y se convierte; no es el
perdón de los pecados el que nos separa del pecado. La
gracia barata es la gracia que tenemos por nosotros
mismos.

La gracia barata es la predicación del
perdón sin arrepentimiento, el bautismo sin disciplina
eclesiástica, la eucaristía sin confesión de
los pecados, la absolución sin confesión personal.
La gracia barata es la gracia sin seguimiento de Cristo, la
gracia sin cruz, la gracia sin Jesucristo vivo y
encarnado.

La gracia cara es el tesoro oculto en el campo por el
que el hombre vende todo lo que tiene; es la perla preciosa por
la que el mercader entrega todos sus bienes; es el reino de
Cristo por el que el hombre se arranca el ojo que le escandaliza;
es la llamada de Jesucristo que hace que el discípulo
abandone sus redes y le siga.

La gracia cara es el Evangelio que siempre hemos de
buscar, son los dones que hemos de pedir, es la puerta a la que
se llama. Es cara porque llama al seguimiento, es gracia porque
llama al seguimiento de Jesucristo; es cara porque le cuesta al
hombre la vida, es gracia porque le regala la vida; es cara
porque condena el pecado, es gracia porque justifica al pecador.
Sobre todo, la gracia es cara porque ha costado cara a Dios,
porque le ha costado la vida de su Hijo -«habéis
sido adquiridos a gran precio»- y porque lo que ha costado
caro a Dios no puede resultarnos barato a nosotros. Es gracia,
sobre todo, porque Dios no ha considerado a su Hijo demasiado
caro con tal de devolvernos la vida, entregándolo por
nosotros. La gracia cara es la encarnación de
Dios.

La gracia cara es la gracia como santuario de Dios que
hay que proteger del mundo, que no puede ser entregado a los
perros; por tanto, es la gracia como palabra viva, palabra de
Dios que el mismo pronuncia cuando le agrada. Esta palabra llega
a nosotros en la forma de una llamada misericordiosa a seguir a
Jesús, se presenta al espíritu angustiado y al
corazón abatido como una palabra de perdón. La
gracia es cara porque obliga al hombre a someterse al yugo del
seguimiento de Jesucristo, pero es una gracia el que Jesús
diga: «Mi yugo es suave y mi carga
ligera».

CONCLUSIONES FINALES

La doctrina de la Salvación por Gracia tiene una
relevancia importantísima para la experiencia porque
declara que las necesidades mas profundas de la vida no se dejan
al azar, la suerte o el destino. Están bajo el control del
Eterno Dios Todopoderoso, quien nos ha amado con un amor eterno.
El interés salvífico de Dios por nosotros se
extiende desde la eternidad hasta el futuro ilimitado. La vida
humana está dentro del círculo del plan eterno de
Dios para nuestro bien.

Es por la Gracia de Dios, ejercida por la presencia del
Espíritu Santo en nuestros corazones, gracia a la
intersección de Jesucristo el Hijo Eterno, que podemos
vivir la vida con fe, esperanza y amor, en lugar de
desesperarnos, angustiarnos y vivir con temor. La Gracia cambia
nuestras vidas aquí y ahora. La certeza de que somos
elegidos de Dios, nos ayuda a soportar las pruebas, ya que el don
incomparable de su Hijo, Dios rodeó al mundo entero con
una atmósfera de Gracia tan real como el aire que circula
alrededor del globo, y todos los que decidan respirar esta
atmósfera vivificante vivirán.

Es por la Gracia redentora que se paga nuestro rescate
del poder de Satanás, del mundo y de la carne. La Gracia
de Cristo separa el pecado contaminante y corruptor de nuestras
almas. Por la Gracia redentora, el Espíritu Santo destruye
las obras del diablo. Es por esa Gracia y por la eterna
misericordia de Dios, que todo el que acepte por la fe el
sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario, que beberemos de la
fuente de agua de vida, comeremos de los frutos del árbol
de vida y entraremos por las puertas perlinas de la santa
Jerusalén.

Bibliografía

Berkhof L. (2002) Teología Sistemática.
Libros Desafío: Grand Rapids, Michigan, EE.UU.

Berkhof L. Sumario de Doctrina Cristiana. Edision On
line.

Blazen I. (2005) La Doctrina de la Salvación.
Gemas Editores. México.

Fowler J. (2005) La Doctrina del Pecado. Gemas Editores.
México.

González J. (1994) Historia del Cristianismo.
Editorial Unilit. Florida, EE.UU.

White E. (1968) El Deseado de Todas las Gentes. Pasific
Press. California, EE.UU.

Santa Biblia. Traducción Reina-Valera. 1990.
Sociedad Bíblica Emmnanuel, Miami, EE.UU.

 

 

Autor:

Humberto R. Méndez
B.

 

Partes: 1, 2
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